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España España · Valladolid
Críticas de Alberto Monje
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Críticas 69
Críticas ordenadas por utilidad
8
6 de enero de 2017
56 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Louis (Gaspar Ulliel) lleva doce años sin pisar por casa. Sin embargo, la visita por última vez a decir a su familia que se va a morir. Con esta premisa encara el cineasta Xavier Dolan su sexta película con solo 25 años. Para quien no lo conozca, Dolan fue el cineasta más joven en presentar en Cannes una película: Yo maté a mi madre (2009) cuando tenía 18 años. Ya ha ganado sendos galardones de Premio del Jurado con su obra maestra, Mommy (2014) y Gran Prix del Festival con ésta, Solo el fin del mundo. Dolan dirige, escribe el guión, realiza el montaje y diseña el vestuario. Que nadie se asuste, él siempre trabaja así.

Tras cinco grandes películas del quebequés, ¿qué nos encontramos en Solo el fin del mundo? Tenemos, sobre todo, un relato de angustia y desesperación camuflado dentro de una familia desestructurada, basada en la obra de teatro homónima de Jean-Luc Lagarce. Desde los primeros cinco minutos entendemos por qué su protagonista no ha vuelto a verlos desde hace más de diez años.

Por un lado tenemos a su hermano (potentísimo Vincent Cassel), un hombre violento, al que no le gusta hablar, solo gritar y discutir. Sin duda, es la fuente de inestabilidad de la familia. Casado con él, tenemos al verdadero tesoro de la película: Marion Cotillard. Una mujer débil, cohibida por su marido. Desde su personaje, Dolan estudia de una manera muy tangencial el tema de la violencia de género o, por lo menos, la subordinación de la mujer hacia el hombre. Cotillard, en un alarde de capacidad interpretativa, realiza una actuación muy muy frágil, marcada por el temblor y la incapacidad para hablar correctamente. Ver a Marion Cotillard siempre es un placer, un monstruo interpretativo a la altura de muy pocos.

En la filmografía de Dolan, las madres siempre han tenido un papel preponderante. Ya en su debut narró el odio de un hijo hacia su madre (Yo maté a mi madre) y en su penúltima película intentó disculparse con su perfecta Mommy. Quizá en esta, el papel de la madre sea más secundario, aunque se sigue notando la impronta de un artista marcado por la presencia maternal en su vida. El papel de madre lo interpreta Nathalie Baye. Una mujer difícil de soportar, de la que nunca te puedes fiar de que su amor por su hijo sea lo suficientemente verdadero.

Por último, el papel de hermana lo interpreta Léa Seydoux (La vida de Adèle), una chica joven, pero atormentada por las drogas, aunque quién sabe si en el fondo, por lo que está atormentada es por su familia.

Los cinco personajes realizan un coro de la decadencia absoluto. En sus largas discusiones, se gritan y se lanzan insultos, solo les queda pegarse. ¿Por qué discuten todo el tiempo? Quizá haya espectadores que se sientan confundidos. Da igual la razón, Dolan quiere ir más allá. No se trata de buscar las discusiones perfectas a lo Antes del anochecer, sino buscar un ambiente claustrofóbico que haga huir al personaje de Louis horrorizado de su propio hogar. El director, consigue proyectar esta angustia en la pantalla gracias a unos primeros planos del rostro de sus actores. Sin duda, no todo el mundo puede aguantar tan bien un primer plano como estos cinco intérpretes. Con la cámara tan cerca, el espectador podrá ver la ira, la confusión, las lágrimas, hasta los capilares de los ojos, extremadamente dilatados por la intensidad de la situación.

Xavier Dolan se vuelve a confirmar como un artista total, un artista radical, histriónico y personal, el enfant terrible del cine mundial. Como todo artista, no todo el mundo tiene que disfrutar con su obra. Se le podrá acusar de muchas cosas, pero Dolan lo que hace es una película basada en su vida, en el modo en el que él ve el mundo. Pocos autores son capaces de poner en el celuloide sus impresiones sobre la vida en sí. Dolan lo lleva haciendo en las 6 obras que nos ha mostrado. Su dirección ahora no olvida los códigos del teatro del que nació la obra, pero añade otros propios del cine como los flashbacks, el uso de la música y la estética de videoclip de varias de sus escenas.

Solo el fin del mundo es una película que hay que procesar una vez se ha visto. De hecho, un solo visionado no basta para captar todos los detalles de esos cinco personajes tan detestables como complejos. Escribir unas líneas sobre esta película es materia difícil. Son muchas las sensaciones que pasan por la pantalla la hora y media de metraje, y más las que le pasan a un espectador fan acérrimo de Xavier Dolan.

Dolan sigue su camino hacia el Olimpo cinematográfico. Solo el fin del mundo es un paso seguro hacia la cima.
Alberto Monje
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9
21 de noviembre de 2013
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda el thriller está pasando una época de baja calidad, donde el espectáculo domina sobre el guión, argumento o personajes. Pero cuando te encuentras algo realmente bueno, lo disfrutas, y así me ha pasado con “Metro Manila”

La película pasó con muy buenas críticas en la SEMINCI y no era para menos, una de las mejores de la edición de este año. Pero al final en las quinielas de los ganadores, nadie la había metido, nadie pensaba que ganaría algo y no lo hizo.

¿Qué es lo que ha hecho que todo el mundo olvidase a la película filipina? Llevo pensando en esto durante mucho tiempo, porque a mí me encantó, desde el primer fotograba consiguió cautivarme esa mezcla de crítica social-película de acción, pero tampoco pensé que se acabaría llevándose algo.

Hablando estrictamente del film. Yo destacaría el sentimiento de tensión que se crea durante toda la película, más visible en escenas de acción, que inquieta al espectador, y lo hace no parar quieto en su butaca. Las escenas de acción, hechas con pocos recursos, pero filmadas muy eficientemente, dotan a la película de una entidad propia de los mejores thrillers norteamericanos. Ni las mafias, ni los disparos, ni las persecuciones, ni la corrupción pueden parar la maquinaria que Sean Ellis tiene preparado para nosotros. Y eso mola, mucho. 

La crítica social como decía antes es uno de los platos fuertes de la cinta. Por un lado podemos ver las horribles condiciones del campo y sus trabajadores en Filipinas, por otro vemos lo que hacen algunas personas por conseguir dinero en la ciudad. Además el espectador acaba por coger cariño a los personajes, a los que ve sufrir a cualquier lugar al que van. Su historia más personal y la más estrictamente de acción se complementan de la mejor manera, dándonos una película muy disfrutable a muchos niveles, con la que además no sólo el más cinéfilo podrá disfrutar.
Alberto Monje
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6
15 de diciembre de 2012
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué no ir a ver la precuela de una de las mejores trilogías de la historia del cine? ¿Qué tiene de malo volverse a encontrar con todos esos personajes tan odiosos como carismáticos?
Mucho le costó a Guillermo del Toro sacar adelante este proyecto para acabar pasándoselo a Peter Jackson y él quedarse como productor.
Bueno, ¿por dónde empezar? Personalmente yo creo que el trabajo del realizador Neozelandés ha sido espectacular, sí que es verdad que se nota muchas veces que lo alargan para hacer una trilogía completa con un libro de 300 páginas, pero sus ansias megalómanas le hacen sacar un producto final casi tan entretenido, épico y genial como las tres películas del Señor de los Anillos.
Muchos de los detractores de esta película, aparte de decir que la película se alarga demasiado, dicen que Jackson quiere hacer una película épica a partir de un libro muy poco épico, aunque, yo creo que, las escenas épicas (valga la redundancia) son de lo mejor de la película, e invitan a soñar de nuevo, a sentirte allí, a formar parte de la aventura de nuevo.
El Hobbit se anuncia como la película con el mejor 3D de la historia, bueno, no sé si eso es verdad, pero los 48 fotogramas por segundo hacen las imágenes más reales, más cercanas, con más resolución, realzan el 3D, los efectos especiales y la magistral fotografía de Andrew Lesnie.
Por último señalar el mejor momento de la película que es la genial escena entre Bilbo y Gollum, un momento de verdadero éxtasis cinematográfico.
Alberto Monje
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7
24 de octubre de 2014
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director chino Zhang Yimou, conocido por todos, nos trae una historia sobre un preso de la Revolución Cultural que vuelve a casa tras veinte años pero su mujer, a causa de la amnesia, no lo reconoce y sigue esperando su llegada.

La película, desde sus primeras secuencias se muestra tal y como va a ser: íntima, personal y muy, muy emotiva. He de admitir que en muchas escenas se me saltaba la lagrimilla; la facilidad del chino para rodar personajes y situaciones de lo más sentimentales se escapa fuera de lo ordinario.

No soy un gran conocedor del cine de Zhang Yimou, así que no me atrevo a realizar juicios comparativos entre sus obras, por lo tanto, no sé si será mejor o peor que otras de sus cintas, pero lo cierto es que “Coming Home” es una obra sólida, donde hay un equilibrio entre sus personajes, cada uno tan destrozado como el anterior, su historia y un guión y una dirección certeras y directas que lo estructuran todo dando al producto final un acabado de lo más convincente.

La que sí que me ha sorprendido y, que en mucha parte, sustenta la película ella sola es Gong Li, la protagonista. Su actuación es totalmente acertada tanto antes de la amnesia: una ama de casa seria, afligida por la pérdida de su marido, pero cuidando de su hija, como después de ella: una señora perdida, que no reconoce a nadie salvo a su hija con la que no tiene una buena relación. Puntazo de oro para una película sobresaliente.
Alberto Monje
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6
1 de mayo de 2017
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todas las series y antologías de Ryan Murphy están pensadas como una carta de amor a las obsesiones del director. Si Glee quería mezclar las esencias del musical con el mundo adolescente, la saga American Horror Story daba una visión moderna de los clásicos de terror y American Crime Story de las grandes películas judiciales. Ahora, con su nueva antología, Feud (enemistad, en inglés), el norteamericano hace un repaso de las rivalidades más fuertes de la historia anglosajona. En esta primera temporada, se reviven las peleas de las las míticas actrices Bette Davis y Joan Crawford, divas de la gran pantalla, pero víctimas de una industria cinematográfica centrada en los hombres.

Si la primera temporada de American Crime Story tenía la vocación de ser un relato racial de una época determinada de la historia de Estados Unidos, Feud: Bette and Joan lo quiere ser del machismo del Hollywood más clásico. Las dos protagonistas lucharán contra la presión constante de no envejecer para no dejar de trabajar, de sostener a sus familias, de aguantar sueldos menores y obligaciones mayores que el otro sexo. La propia Crawford llega a decir a Robert Aldrich, el director de ¿Qué fue de Baby Jane?: “Tú esto a Kirk Douglas no se lo harías”.

Para interpretar a dos de las mejores actrices de toda la historia del cine no podrían contratar a cualquiera. El dúo Davis-Crawford lo da vida en la pantalla Susan Saradon y Jessica Lange, dos de las actrices más míticas y veteranas del cine actual. En muchos de los momentos de la serie, éstas hacen de ella un recital de ellas mismas. Sin duda, ambas podrán constatar con su larga experiencia ese machismo que tanto denuncia Murphy y, viendo sus filmografías, la falta de papeles interesantes debido a su edad.

Sin duda, en su impugnación de un sistema social preferente para el hombre, Feud consigue su máximo esplendor. De hecho, de sus ocho capítulos, cuatro están dirigidos por mujeres. Murphy predica con el ejemplo. Pero, el discurso social y sus buenas intenciones no pueden echar la vista a un lado ante sus imperfecciones.

Por un lado, la obsesión de Murphy por denunciar ese machismo le hace olvidar en algunos momentos la trama de la serie. No hay que pasar por alto que la razón por la que está grabándola es por narrar el enfrentamiento entre Crawford y Davis. Murphy siente la necesidad de hacer avanzar la trama constantemente, es incapaz de centrarse en las escenas en la que esta mítica enemistad hace sus mayores enfrentamientos. Los momentos de discusiones y gritos son cortas, estridentes, sí, pero el guión no deja espacio para saber el por qué de esta enemistad y la razón de su continuación en el tiempo. Murphy prefiere, en este sentido, fijarse en los detalles más morbosos de la historia y dejar de lado el relato humano de dos mujeres que no se soportan la una a la otra. En American Crime Story, ante todo el relato se centraba en el juicio a O.J., el relato social estaba todo el tiempo implícito, pero siempre como algo complementario.

Por otro lado, la serie se vendió como el enfrentamiento entre ambas actrices durante el rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane? (1963) y se traiciona a sí misma en el momento en el que en el tercer capítulo, de ocho, termina el rodaje y la historia prosigue muchos años más. Los títulos de crédito, geniales en su adaptación de muchos de los elementos del film, pierden el sentido cuando la película queda atrás en los años de la serie. Una narración más calmada, tranquila, centrada en el rodaje del film y de sus relaciones humanas y en el machismo de una manera menos obvia habrían convertido a Feud: Bette and Joan en una grandísima serie como lo es American Crime Story: the people v. O.J. Simpson.

Hay dos escenas, esenciales, que deberían haber tenido mucho más espacio en la serie. La primera, una conversación en un restaurante de noche entre las dos protagonistas, en el capítulo 3. Lejos de los gritos y los insultos a los que estaban acostumbradas, ambas divas hablan con honestidad sobre lo que las mueve y los problemas que se encuentran en el día a día. Ambas se dan cuenta del secundario papel que tienen en la sociedad y lo mucho que les cuesta salir hacia adelante. El magnetismo entre ambas intérpretes es bestial, pero la escena no dura más de cinco minutos. Murphy nos elimina el placer de degustar grandes interpretaciones con grandes diálogos, a fuego lento.

Por otro lado, pese a que hay un capítulo dedicado en exclusiva a los Oscar de 1963, en el capítulo la ceremonia en sí solo ocupa quince minutos. La jugarreta que le hace Crawford, no nominada, a Davis, nominada, es legendaria ya, y sin duda habría sido más placentero disfrutarla sin tener el pie de Murphy en el acelerador todo el tiempo.

Además, el creador norteamericano ha perdido una gran oportunidad de repetir la clave del éxito de la primera temporada de American Horror Story. En ella, las referencias cinematográficas eran constantes. Ver un capítulo significaba buscar en cada plano todos los escondidos homenajes a grandes películas de género. Sin embargo, en Feud lejos de las magníficas recreaciones de las películas de sus protagonistas, pocos más homenajes hace Murphy al cine de esa época tan grande. En esta serie limitada los homenajes tenían más razón que nunca. Una verdadera pena.

Feud: Bette and Joan se convierte en un producto mucho más ligero y superficial de lo que podría haber sido. Si Ryan Murphy se hubiera centrado más en darle consistencia a sus personajes y situaciones y menos por el morbo que tanto lo caracteriza, estaríamos ahora ante una fuerte contendiente para la temporada de premios. Eso sí, Lange y Sarandon que estén atentas, que algún galardón sí que les puede caer. Feud tiene grandes momentos, sobre todo de los roces entre las dos protagonistas. Pero sus carencias no la convierten en la obra mayor que podría haber sido.

Bette Davis. Joan Crawford. Si es que son figuras insondables.
Alberto Monje
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