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9 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
6
Jimmy P.
Terapia a un indio pies negro, es lo que vas a encontrar; literalmente, dos horas de terapia a un indio pies negro. Y no albergues esperanzas de encontrar una vida fascinante con sucesos tormentosos que mantenga viva la llama de tu sabroso espíritu; hablamos de traumas infantiles, remordimientos juveniles, pesares adultos, lamentaciones pasadas, culpabilidad sacrificada..., lo que puedes encontrar en tu propia vida -ahora es metafórico, no literal!!!-. Que si..., el antropólogo, falso psicoanalista, que le trata es curioso y simpático -incluso más interesante que el propio protagonista-; que si..., Benicio del Toro está genial y es el mayor atractivo de la película; que si..., es placentera, gentil y agradable de seguir -debo conformarme?- que si..., cuando comparten cámara ambos actores, la química entre ellos es fantástica -pero no sirve de mucho más!!!- aunque..., conforme pasan los minutos y ves lo que NO hay -un interesante relato que capte y mantenga tu atención-, descubres la sorpresa de una anonadada somnolencia inesperada que se apodera de ti -falta de aliciente y perspicacia en lo relatado- y observas tu lento desapego respecto de un personaje que, en principio, quieres conocer -pero te puede el cansancio y un leve no-admitido aburrimiento-, no te cabe otra que sentenciar..., haber visto una lánguida y poco motivada sesión de terapia a un indio pies negro, literalmente dos horas de terapia a un indio pies negro, sin nada más que añadir. Lo bueno es que puedes levantarte al baño, salir a fumar un cigarro, contestar un whatsApp, hacer una mini cabezadita, bostezar disimuladamente..., y no te perderás nada. Realmente espero que el libro en el que se basa el relato sea más fascinante!!!

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Sorprendentemente aburrida
“Jimmy P” es una película tan equivocada que asusta pensar que alguien puede pagar por entrar al cine a ver un peñazo de tales dimensiones, llevado por el nombre de Benicio del Toro o por el hecho de que la vendan como una especie de película de ayuda y superación al estilo “Intocable”. Pero no hay nada de eso, “Jimmy P” es un tostón de mucho cuidado, cualquier telefilme de sábado por la tarde tiene mas ritmo que este relato que cuenta la enfermedad de este soldado indio interpretado con sorprendente apatía y ninguna personalidad por Benicio del Toro, y los empeños del doctor (un correcto Mathieu Amalric) por descubrir que diablos pasa en la mente del indio. El problema es que los minutos pasan y no sucede nada, todo es puro aburrimiento que no conduce a ningún lugar. Todo es minimalismo y sobriedad. Como si el director Arnaud Desplechin quisiese ser lo mas impersonal posible para que el espectador saque sus propias conclusiones. Pero no, el problema de esta aburrida “Jimmy P.” es que carece de todo ritmo, solo son un puñado de buenos actores deambulando por escenarios de época mientras el espectador intenta adivinar si lo que le están contando es realmente importante o contiene alguna moraleja que le ayude a salir del cine con algo de dignidad. Ni lo uno ni lo otro. “Jimmy P” es pura apatía, es la antítesis del cine de entretenimiento y la antítesis de cualquier otro tipo de cine. Aburrimiento de muchos quilates.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Un método bastante normalito
Sobre Jimmy P. me hice demasiadas ilusiones al leer la sinopsis de la guía del festival SEFF, en la cual se comentaba que la película de Arnaud Desplechin era cercana a películas como "Un método peligroso, de Cronenberg. Empezaré diciendo que Benicio del Toro, nuestro protagonista, no me causa simpatía. Es un actor que interpreta siempre el mismo papel y ha llegado a un punto por el cual no me creo nada de lo que haga. Pese a que intenté deja de lado mis prejuicios, y confié en mi capacidad de sorpresa, desgraciadamente no se pudo más que corroborar mi tesis. Benicio realiza una pésima interpretación protagonista, interpretación en la que Desplechin deposita en vano su confianza y gran parte del peso del filme, manteniendo la misma expresión y el mismo tono de voz se enfrente al personaje o a la situación a la que se enfrente. Él es así.

Aparte de éste importante punto débil, nos enfrentamos a un interesante duelo de egos. Interesante teniendo en cuenta el matiz narrativo de la película que nos presenta a un psicoanalista contra su propio paciente, pero este conflicto no explota ni se juega realmente hasta el final, y cuando ocurre, la película no tarda demasiado en terminar. Mientras tanto no veremos evolución alguna en ningún personaje, simplemente observamos unos actores algo perdidos que se mueven ciñéndose a un guión, sin convicción alguna por su rol. Con ello veremos una estructura de conversaciones sucesivas que intentan descifrar a Jimmy P, el cual resulta poco interesante, bastante insípida y repetitiva. El personaje del doctor resulta curioso y más interesante, pese a que no deja de ser un conjunto de tópicos y clichés.

Lo mejor de la película podría ser su tono e intenciones que no son más que, simplemente, crear simpatía al espectador. Jimmy P. es la típica obra que pretende sacar a relucir tu lado sensible para que al salir del cine experimentes un sentimiento reconfortante. Palpamos y conocemos dichas intenciones, pero el filme francés no consigue llegar al puerto deseado. Jimmy P. no busca realizar un análisis complicado y profundo de los personajes, sino la felicidad de su espectador. Para terminar me gustaría comentar el papel de ella, la amante del doctor. Es curioso (o no) que una película basada en el miedo a la mujer, al amor o a enfrentarse a sentimientos similares, tenga unos personajes femeninos tan simplones y tópicos. Los personajes femeninos representadas en Jimmy P. están dibujadas con desgana, resultan planas, construidas sin ambición y son concebidas como mero complemento, como mero relleno. Al salir del cine, sentí cierta sensación gratificante pero pasados no demasiados minutos, me invadió la indiferencia ante la arriba comentada obra.

Crítica original: www.lallaveazul.com/2013/11/conexion-seff-la-mostra-de-venecia.html
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Una terapia donde todo va bien
Desplechin es un director importante para comprender el cine francés actual. Sus películas contienen altas dosis de humor negro, cinismo y un tono oscuro. Jimmy P., la primera aventura estadounidense del francés, supone un drástico cambio de registro y de tratamiento de su cine: ahora se vuelve más humano y cercano y rueda sin pretensión ni dobles sentidos. Podemos decir que el francés se ha humanizado.

El guión no es gran cosa. Se basa en el libro de Devereux sobre el psicoanálisis al que somete a un individuo indio que sufre graves dolores de cabeza y se emborracha como una cuba. Al principio parece ser secuelas de la guerra, luego esquizofrenia. Finalmente resulta que sufría de dolor en el alma. La historia es intimista entre los dos personajes que se muestran comprometidos a colaborar en el psicoanálisis como paciente y doctor con sus dimes y diretes. Su avance es moderado e irregular, con pasajes interesantes y otros no tanto, como si el espectador también formara parte del grupo del psicoanálisis que va avanzando hasta su conclusión. Sin embargo, le falta intensidad a este drama psiquiátrico ya que se basa en un ejercicio que no tiene emoción ni conflicto. Todo se desarrolla satisfactoriamente sin grandes problemas, sin grandes traumas; probablemente se trate del psicoanálisis más sencillo y aburrido de la historia. La causa del trauma es algo enrevesada y no del todo creíble o, al menos, no tanto para provocar ese cuadro psicológico, por lo que el guión queda algo cojo y no me logra convencer.

En cuanto a la interpretación, Benicio del Toro y Mathieu Almaric forman un binomio totalmente opuesto que funciona de maravilla. Reservado, esquivo y monótono el primero; expresivo, abierto y empático el segundo. El resto, más que secundarios, terciarios, están aceptables y la amante de Devereux no sé qué pinta. Hubiera sido interesante que hubiera provocado una degeneración en la relación entre el etnólogo y el indio, pero estos dos parecen llevarse a las mil maravillas, como coleguillas (aunque al indio le entra un desvarío contra Devereux que únicamente queda en anécdota).

La fotografía es potente e intenta penetrar en la mente de los personajes con planos cortos y generales con recorrido que, junto con el montaje, ayudan a que la historia sea dinámica e intensa y no se caiga en el tedio. La idea es buena pero un guión mucho más desarrollado y conflictivo le hubiera ido como anillo al dedo. Me falta algo más para considerarla una buena película.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
P de plúmbeo
(...)

Cuando Jimmy P. da sus primeros pasos, mecido por la intrigante partitura de Howard Shore, creemos que la historia promete. El cine es un instrumento muy poderoso para reivindicar sucesos históricos olvidados. Y esa parece ser una de las facetas de Jimmy P: recordar la tragedia vivida por un pueblo. Pero cuando pasan 15 minutos de metraje, el ritmo empieza a decaer y la historia se pierde en una madeja de jerga psiquiátrica. Ya no se recuperará…

(...)

El problema es que no todas las historias basadas en hechos reales, por muy reales que sean, dan para una película. No sabemos que vio Desplechin en este asunto. A lo mejor el libro es interesante, pero el tratamiento que le da el director y coguionista galo en su película es completamente errado.

Decir que Jimmy P. es aburrida, es decir poco. Es plúmbea. Incoherente. Farragosa. En ningún momento encuentra el tono adecuado. El espectador cree que va a descubrir algo importante a medida que avance la historia. Todo es muy serio desde el comienzo. Pero nada de nada. Mientras la partitura de Howard Shore va por un lado, las situaciones van por otro. Los secundarios (el equipo de psiquiatras, la novia de Devereux) no aportan nada, no sabemos cuál es su papel en la historia.

Y los dos personajes principales no logran emocionar…Se supone que su relación es el pilar de la película. Dos personas de dos mundos diferentes que deben llegar a entenderse. Parece que al final se entienden, pero nosotros a ellos, no… Tanto Benicio del Toro como Mathieu Amalric no están muy finos, perjudicados por un libreto lamentable. Del Toro es una roca, aunque tal vez era lo que Jimmy P. pedía y Amalric sobreactúa, siempre nervioso. Su personaje agota, tal vez porque tampoco nos ofrece ninguna conclusión firme.

Mención aparte merece la música. Estamos hasta las narices de partituras aparatosas para películas que no lo piden. Howard Shore es un clásico, especialmente célebre por sus colaboraciones con Cronenberg y Peter Jackson. Lo que ha perpetrado para Jimmy P. es totalmente incongruente. Parece una banda sonora intercambiable con cualquier otra película. El tono de la música no se relaciona con la historia. Es como si pones la música de Psicosis en una película de Aki Kaurismaki.

Y así con todo en Jimmy P. A pesar de sus buenas intenciones, la cinta de Desplechin es un quiero y no puedo constante. No es críptica o enigmática. Está mal hecha. No hay más.

Lo mejor: Formalmente correcta.

Lo peor: El guión, no encuentra el tono ni el pulso narrativo. Pretenciosa. Aburrida. La banda sonora no concuerda con la historia.

[crítica publicada en alucine.es]
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
¿Doctor... doctor?
El bueno de Ted estaba sentado, una vez más (y con aquella ya iban 52 semanas consecutivas), en el diván. Haciendo lo de siempre. Aquello que le habían dicho que tanto le ayudaría... aquello en lo que se estaba dejando casi todos sus ahorros. Aquello que en parte le había forzado a encontrar un nuevo empleo -de mierda- con el que poder sufragar su ahora elevadísima cuenta de gastos. Con la vista perdida en el techo blanco del consultorio y la memoria en el pasado más doloroso, el frustrado escritor se auto-fustigaba de nuevo con tal de ver si en algún lugar de sus recuerdos se encontraba la razón de su bloqueo artístico. ¿La pérdida irrecuperable del amor de su vida? Quizás... pero ¿a quién le importaba eso? Exacto. ¿A quién coño le importaba eso? A su psicólogo, desde luego, no. El muy cabrón, aprovechando los ángulos muertos de su despacho, había aprovechado que su paciente estaba inmerso en su propio palique para bajar al piso de abajo a disfrutar del -segundo- desayuno. No contento con ello, cuando volvió al ''trabajo'' (es un decir), decidió avanzar unos cuantos minutos la hora del fin del terapia... porque era mala persona, sí, pero porque aquello no había quien lo aguantase.

Hablamos, para no andarnos con excesivos rodeos ''Farrellyanos'', de la sagrada institución del coñazo, venerada, tarde o temprano, en prácticamente cada certamen cinematográfico. Está escrito... o como si lo estuviera. Corría la 66ª edición del Festival de Cine de Cannes, sí, aquella con tantísimos candidatos de peso a la Palma de Oro. Pero ya se sabe, hasta en las mejores familias hay ovejas negras; la excepción confirma la regla... y todo lo demás. En la cuarta jornada de aquella magnífica competición vimos un claro ejemplo de ello. Por la tarde, Hirokazu Koreeda encandiló y emocionó con 'De tal padre, tal hijo'... por la mañana, dejémoslo, de momento, en que las cosas no fueron tan bien. Aquel día, más allá de Japón, poca vida inteligente encontramos. 'Jimmy P.' (presentada por aquel entonces con la nada presuntuosa coletilla ''Psicoterapia de un indio de las llanuras''... vaya) ilustra aquello que en su día dijo el belga Jaco Van Dormael sobre el cine que hacen sus queridos vecinos: ''Mi vida ha sido como una película francesa... en ella no ha pasado nada.''

El nuevo filme de Arnaud Desplechin, por mucho que quiera aparentar lo contrario, es algo vulgar, simple y anodino, cuya carga trascendental produce un desajuste desesperantemente cómico. El caso real de un indio ''Blackfoot'', cuyos problemas psicológicos fueron tratados a finales de la década de los cuarenta por un peculiar antropólogo, le da al director de la peligrosamente ensalzada 'Cuento de navidad' una excusa para que tengamos que escucharle durante dos horas interminables. A diferencia de Richard Jenkins en 'Algo pasa con Mary', a nosotros (por lo menos a algunos) la decencia nos impidió escaparnos por la puerta trasera... lo cual no quita que no lo lamentáramos profundamente. Porque aquella mañana tocaba librar aquella batalla en la que nadie quiere verse involucrado. Tocaba luchar contra el sueño, fruto del cansancio... y de, como se ha dicho, del monumento al aburrimiento expuesto en la gran pantalla del Lumière. Tocaba también hacer cine-ficción: ¿y si Jenkins hubiera estado ahí? ¿Y si Benicio Del Toro se hubiera dado la vuelta? ''¿Doctor... doctor?'' Y nada más. Hasta esta fantasía era triste.

Esto es 'Jimmy P.', un colosal estudio dedicado al aburrimiento. Un tema trascendental como cualquier otro... y desagradecido como pocos. Entre paciente y doctor (interpretados respectivamente por Mathieu Amalric y Benicio Del Toro, ambos igualmente desdibujados) se establece un gusto por la jaqueca exageradamente contagiosa, así como una insufrible verborrea que huye de los temas a priori más jugosos (véase la paupérrima situación de los indios americanos en Estados Unidos) para centrarse, como era de esperar, en otros mucho más elevados, y por esto, se supone, mucho más importantes. Conceptos como ''mente'', ''alma'' y ''religión'' adquieren aquí la categoría de palabrotas tarantinianas. Desvirtuados todos ellos por su uso indiscriminado, hasta convertirse en meras poses. Plúmbeas ilusiones surgidas de la interacción entre la ensoñación y el acercamiento científico de la historia. Parece muy complicado, pero en realidad no es más que un viaje, tedioso y patoso, a ninguna parte. Si acaso a aquel puñal envenenado lanzado por Dormael. Muchas charlas, pero como si no pasara nada.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
ETNOPSICOANALIS
La película es aburrida. Mejor decirlo al principio para que nadie se lleve a engaño. Y eso no es lo peor. La película no es mala, es una propuesta fallida sobre un momento de la historia americana, de la psiquiatría y de las naciones indígenas norteamericanas que daba para muchísimo más, aún ciñéndose al caso concreto contado por el propio Georges Deveroux, interpretado por Amalric, en su libro: "Realidad y sueño: psicoterapia de un indio de la planicie".
Película de intuiciones. Intuimos que los nativos americanos pagaron su cuota de sangre con la patria y sufrieron el general abandono social de esa misma patria arrastrando su secuelas físicas y mentales, probablemente agravadas por su procedencia étnica. Intuimos el etnopsicoanalisis propuesto como novedad por Deveroux. Aquel que aplica en general las teorías de Freud a los condicionantes culturales de cada etnia. Intuimos el estado precarios de la psicología en la américa del 45. Intuimos poco y de forma desordenada algo de la vida privada de Devoroux que poco o nada aporta a la trama. Y se nos cuenta el drama personal de este indio pies negros que sumado a una fractura craneal le produce un cierto desorden físico y mental por el cual es ingresado en un centro de "enfermos del alma", preciosa metáfora, de la Armada estadounidense. Centro del que también intuimos que funciona con determinadas aptitudes racistas y escaso bagaje médico para los enfermos de los que se hace cargo.
Y si uno no abandona tanta intuición antes de que transcurran las dos horas de metraje es gracias a Benicio del Toro que de forma mesurada carga sobre sus anchos hombros y su mirada llena de matices toda la resignación y frustración contenida de esos pueblos a los que les robaron la tierra y el alma y que buscan nuevo acomodo en un mundo diferente al de sus ancestros. Destaco la sutil atmósfera creada por la dirección artística que nos traslada a ese rincón de Kansas, sin grandes alardes pero de forma muy evocadora y efectiva. (Los suelos del hospital, el tren...,etc)
Nominada a los Césares, novena entrega de un director desconocido para un servidor y que dicen quienes saben, que es de los mejores del cine francés. Pues eso.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
¿Y cuál es la diferencia?
No parece que tenga mucha relevancia el que el paciente sea un indio de las praderas. Ha acumulado una serie de experiencias que no son privativas de los indios. Sus recuerdos infantiles, la educación católica, las relaciones con las mujeres, la guerra, pueden ser las vivencias de otra gente en cualquier sitio. Sólo de refilón se alude a que ser indio y vivir en una reserva puede ser determinante. Y para eso, tampoco hace falta ser un experto en etnografía amerindia.
Jimmy P. ventila a fondo su trastienda, pero su terapeuta también reserva interiores oscuros que no se llegan a orear en la película. El romance con Madeleine no aporta demasiado al conocimiento del doctor, que me parece el personaje más interesante de la historia y del que menos se nos cuenta. Me recuerda a aquel "Mumford" de Lawrence Kasdan que, a falta de titulaciones académicas, le sobraba sentido común para conectar con las personas desorientadas.
La terapía se limita a las conversaciones sobre sueños y recuerdos, los progresos se van sucediendo con facilidad y la relación paciente-terapueta se vuelve entrañable. Enhorabuena. Pero repito: "¿cuál es la diferencia?".
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
El indio aburrido
El director Arnaud Desplechin regresa a las pantallas cinco años después de su última película. Lo hace cambiando de continente y dejando el cine francés, en el que ha realizado obras como “Un cuento de Navidad” o “Reyes y reina”, para contar una historia puramente americana. Basada en hechos reales, la película cuenta la relación de un indio (el Jimmy P. que titula la película), excombatiente en la Segunda Guerra Mundial y diagnosticado como esquizofrénico, con un antropólogo francés que decide llevar a cabo una terapia alternativa basada en los preceptos del psicoanálisis.

El tema tratado nos trae a la memoria “Un método peligroso”, en la que David Cronenberg nos contaba la relación entre Freud y Jung, padres del psicoanálisis, a partir de los métodos que este último aplicaba a una paciente con serios trastornos mentales. En la película de Desplechin, sin embargo, los pormenores del tratamiento quedan en un segundo plano para centrarse en la relación médico-paciente de los dos protagonistas, que empieza siendo meramente profesional y termina como una entrañable, aunque previsible, amistad.

Los diálogos entre estos dos personajes son el motor de la película y a través de las preguntas del antropólogo y las respuestas del indio vamos conociendo, a modo de historia de vida, el relato de los acontecimientos que han llevado al protagonista a ser internado en un centro psiquiátrico. Este modo de contar los hechos hace que la película tenga un ambiente teatral, de dos personas conversando sin que suceda mucho más y con pocos cambios de escenario, en el que los múltiples flashbacks que acompañan la narración del protagonista no ayudan a amenizar su relato.

En un film como este contar con actores solventes es fundamental. Desplechin confía los roles protagonistas a Mathieu Amairic y a Benicio del Toro. El primero, que recientemente ha recibido grandes buenas críticas por el alter ego de Polanski que interpretó el “La venus de las pieles”, no consigue ofrecer el carisma que pedía su personaje, que debía funcionar como contrapunto del hierático Jimmy P. Por su parte, Del Toro, que tiene aquí su primer papel protagonista tras unos años sin mucha actividad cinematográfica, lleva el peso de la película y convierte a su sufrido indio en una estatua que parece no entender muy bien que está sucediendo a su alrededor. La trama requería este tipo de interpretación, pero también que debajo de esa calma se pudiera sentir la angustia vital que sufre. El actor puertorriqueño sólo lo consigue a medias, y nos deja con la sensación de que el personaje le queda grande.

Con todos estos elementos, el film se muestra excesivamente plano, pudiendo resultar tedioso en varias ocasiones. Sus casi dos horas de duración pasan sin que el espectador llegue a introducirse en la historia que nos están contando. Es, por tanto, un film fácil de ver, una pequeña historia sin grandes aspavientos. Sin embargo, ya que estamos hablando de una historia de personajes, es exigible que estos muestren unas altas dosis de humanidad, algo de lo cual desgraciadamente carece la película.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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