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61 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
8
Productos para la eternidad
Ari Folman tuvo la enorme, gran suerte, de que su debut en el cine se produjera a finales de los 2000 y no antes. También, de haber coincidido en fechas con una semi-edad dorada de la animación en la que independientemente de las producciones de estudios (Disney, Dreamworks, Pixar) salieron a la luz piezas de la calidad de "Mary and Max", "Princess", y sobre todo "Persépolis". "Vals con Bashir" se benefició así de este (aparentemente) renovado interés del público masivo por un tipo de animación más enfocado al espectador adulto, usando el medio hasta sus últimas consecuencias y no exclusivamente con un fin de llenar las salas. Con "The Congress" la intención es la misma: el mensaje es clave, la forma decisiva, y por supuesto no está condicionada por el intentar llegar a un target masivo.Folman sigue explorando su imaginario y ahora moderniza un relato de Stanislaw Lem, adaptándolo al contexto del mundo cinematográfico.

"The Congress" se abre con un primer plano de la guapísima Robin Wright, y sigue con un travelling hacia atrás en el que vamos alejándonos de su rostro mientras se nos plantea lo que vendrá a ser el eje de la historia: en un mundo en el que los actores no interesan una vez superada cierta edad, se plantea la posibilidad de inmortalizarlos en versiones digitales que serán utilizadas para arreglar los errores del pasado, para producir nuevas obras cinematográficas. El coste, para los actores, es desaparecer, retirarse de la vida pública, a cambio de la inmortalidad. Todo el primer bloque de "The Congress" es maravilloso, cuenta con diálogos extraordinarios, duros pero que resumen de forma muy creíble las vicisitudes que pasa este gremio en cualquier gran estudio de Hollywood, y llegado cierto momento (que tiene que ver con una sesión de captura de movimiento) es imposible no rendirse a lo que se ve en pantalla. Esta secuencia es, probablemente, una de las mejores que nos dará el cine de 2013, tan potente como aquel despertar en la playa de la extraordinaria "Vals con Vashir".

La primera mitad de la película es en imagen real y luego se introduce en el mundo de la animación. Es aquí donde el film gana en complejidad, las imágenes se superponen, la imaginación aflora, en lo que podría recordar levemente a la maravillosa "Paprika" de Satoshi Kon, o de forma menos frontal al "¿Quién engañó a Rober Rabbit" de Zemekis. No tanto temáticamente -en este último caso- como en la sensación de presentar numerosos iconos en cada plano y la necesidad de congelar la imagen para quedarse con todos. No se trata de un baño de cameos sin ningún tipo de fuerza sino que todo termina por encajar en una película con un final agrio, durísimo, que esconde reflexiones sobre el oficio del actor que pueden extrapolarse a cualquier otra situación vital, lo que la hace sumar puntos y ganar intensidad. Por si fuera poco cuenta con una banda sonora excelsa, una interpretación principal a la que no se le pueden poner pegas (ni una) y quizá, su único punto bajo, sea una relación familiar que ocupa parte del tiempo de pantalla. Pero "The Congress" es indudablemente una de las mejores películas de este año. Espero -y deseo- que le vaya tan bien como a "Vals con Bashir".
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71 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
¿Quién engañó a Robin Wright?
La evolución que tiene El congreso es la que hemos visto en cientos de películas. La secuencia de pensamiento puede ser más o menos así:

“Buen inicio, qué original, buenas interpretaciones, la chavala (Sami Gayle) lo hace bien, ¡Harvey Keitel! Bien, bien. Además trata sobre el cine y sus perspectivas de futuro. Interesante. De lo mejor y más original que he visto últimamente”.

A mitad de metraje:

“Se les está yendo un poco la pinza con las animaciones, pero no va mal. Bueno, la verdad es que empiezo a perder el hilo. ¿Qué me está contando? ¿Y la química esa cómo funciona? ¿La controlamos nosotros o nos controla ella? ¿Lo que vivimos lo produce nuestro subconsciente o nuestro consciente? Es decir, ¿elegimos dónde queremos estar y cómo? A veces parece que sí, a veces parece que no. Bueno, vamos a dejar que fluya y tal… Si hay oscuridad es que queremos que haya oscuridad ¿no?”.

Al final:

“Vaya por Dios, otra historia desaprovechada. Abarcaba tanto en un principio, que al final tiró por la calle de en medio. Moraleja sobre la verdad verdadera, las drogas y la familia y melodrama para cerrar. Bah!”

Otro director que no sabe cómo terminar de forma eficaz una buena historia. La primera mitad de metraje, incluyendo la introducción de Robin en el mundo animado es notable. Se plantean diversas cuestiones sobre el mundo del cine, la febril búsqueda de satisfacciones sensoriales, la huida de la realidad, los miedos que quiebran una carrera artística o laboral, las frustraciones vitales que convierten nuestra cotidianidad en una mecedora de melancolía y nostalgia. Sobre todo ello y más reflexiona la primera parte de El Congreso. Un gran acierto.

El punto que más destaca es el que se ocupa del futuro del cine y de los actores. ¿Cuál es la verdadera importancia de un intérprete de cine en la industria del entretenimiento?

(...)

En la película de Ari Folman, la industria del cine o del entretenimiento se come a los actores, a los directores de fotografía, se come la creación. Robin Wright firma un contrato y entrega su cuerpo a la productora. Más tarde descubrirá que los miles dólares que acompañan a ese contrato no son suficientes para pagar su sed creativa, su anhelo de reconocimiento. ¿Y si, de repente, un día, a Brad Pitt le dejasen de reconocer y pedir autógrafos por la calle? Al principio, sería la gloria, pero luego se preguntaría: “¿Qué ha pasado? ¿La gente ya no me quiere?” Robin decide volver a sentirse querida, decide volver a sentirse una estrella. Y se va al congreso. Otro contrato le espera.

Además, El congreso reflexiona sobre el futuro del entretenimiento de masas. El personaje de Danny Huston, el magnate de Miramount, indica el camino que puede seguir el cine. Las películas serán cómo sueños controlados por nosotros. Ese es el ámbito que todo el mundo quiere explotar: los sueños, los anhelos y las ilusiones. Pero hay que despertar, ¿o no?

Nosotros, como espectadores, despertamos cuando la segunda fase de la película empieza a resbalar. Nos olvidamos de esas poderosas e interesantes reflexiones y llega la moraleja y el melodrama. La droga, la química, el hijo enfermo… El congreso pierde originalidad y enjundia mientras llega el desenlace. Ari Folman abarcó mucho con el planteamiento de El congreso y al final, no supo muy bien qué hacer con tanto material.

Lo Mejor: la primera parte de la película. Las animaciones.

Lo Peor: la segunda parte de la película y el final.

[crítica publicada en alucine.es]
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78 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Una princesa prometida en cada cápsula
Robin Wright, has arruinado tu carrera, tuviste el mundo a tus pies y tus malas decisiones te han llevado a la irrelevancia, la más cruel de las pesadillas para un actor de Hollywood. Algo así es lo que le escupe Harvey Keitel a una Robin Wright de cristal en el arranque de The Congress, la nueva película de Ari Folman, el director de la hermosamente desgarradora Waltz with Bashir (2008), ese documental animado que me dejó estupefacto hace ya 5 años en el mismo teatro en el que vi hace unos días The Congress. Mismo teatro, lado contrario, aquella vez a la derecha, esta vez a la izquierda, sí, recuerdo exactamente dónde estaba sentado aquel día, el lugar dónde ese impacto me revolvió las tripas. Si en Bashir, Folman retrataba un acontecimiento histórico (la guerra israelí-libanesa) y sobre todo el peso de la culpa de un pueblo, en The Congress plantea un futuro distópico para hablarnos del peso de nuestra culpa futura. El escapismo como leitmotiv de un mundo en constante huida de sí mismo.

Los grandes estudios digitalizan a los actores para poder hacer películas con ellos pero sin ellos, películas irreales, impalpables. A esa primera revolución le siguen otras, primero la animada, después la química. Al final de la escapada sólo nos quedan las drogas para soñar que somos quienes no somos, para soñar que aún somos alguien. Folman trenza así una distopía aterradora, psicotrópica, pero sobre todo hipnótica, como si mientras la viéramos nosotros estuviéramos también drogados. El devenir de la narración puede ser criticado, es tramposo y caótico, Folman salta de idea en idea sin posarse demasiado en ninguna, en constante aleteo. Más que con La Verdad, que es hacia dónde nos empuja la película en su tramo final, yo me quedo con El Ser. No ser para ser eterno, no ser para no sufrir, no ser para no ser consciente. Obviamente pura subjetividad, como la obra poética que es, The Congress te puede llevar en múltiples y muy contradictorias direcciones. No hay decisiones buenas ni malas, esto no es la carrera de Robin Wright. Solo hay que entregarse al juego.
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29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Hermosa
A David Lynch le gusta jugar con la idea posmoderna de la "realidad poliédrica"; ésa que asegura que la realidad actual se compone por las infinitas fantasías individuales (o dicho de otro modo: las distintas maneras de entender y captar, a la vez que evadirse, del mundo que nos rodea. Dicho de otro modo: el subjetivismo del observador como centro de su propio universo) de todos los seres humanos que hay en la Tierra. Dichas fantasías enmascaran la "verdad", que muchas veces se considera cruel y aburrida.

Por otro lado, en la mítica novela de Stanislaw Lem en la que se basa el filme, "The Futurological Congress", el autor va más allá y asegura que la sociedad se encamina hacia la irrealidad absoluta, dejando la "verdad" para unos pocos científicos, pensadores y militares un tanto amargados.

Pues bien, "The Congress" básicamente va de eso, aunque también es una crítica despiadada hacia la industria del cine. Al menos, así es durante su primera parte, en la que nos regala uno de los momentos más bellos que jamás se han visto en una gran pantalla: cuando la protagonista principal, una actriz que empieza a envejecer, decide "digitalizarse" para ser inmortal, para ser "eternamente joven", aunque sólo sea en los sueños de los espectadores.

El filme es muy complejo y manda gran cantidad de mensajes sugerentes. Uno de los que más me han gustado es hasta qué punto el cine ha moldeado "la realidad" de muchas personas; qué papel juega en nuestras ambiciones, nuestras relaciones y nuestros delirios. Aunque en ocasiones sea tachado de puro consumo por su parafernalia, su estrecha relación con la tecnología de su tiempo y su juventud comparado con otras artes, lo cierto es que su influencia es innegable.

Uno de los mejores filmes del 2013 y desde luego otra maravilla de la cada vez más común "animación para adultos".

Si bien "Vals con Bashir", del mismo director, me pareció una auténtica pasada, "The Congress" me ha gustado incluso más. Al igual que "Her" de Spike Jonze, es única en su especie. Esto ya es más que suficiente para darle una oportunidad.
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27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El cine y su futuro
En mi lista de películas que deseaba ver con impaciencia durante este SEFF se encontraban: Borgman, The Immigrant, La Gran Belleza y The Congress, pero sin lugar a dudas ésta era la cinta que más impaciencia me causaba. Arriesgada, brillante, única, absorbente, sorprendente... podría basar mi opinión en adjetivos positivos, pero eso no le haría justicia. Se trata de la segunda obra de Ari Folman, conocido por su aclamadísima internacionalmente ópera prima, Vals con Bashir. The Congress adopta (y adapta) la obra de Stanislaw y la retuerce para amplificar su mensaje. Una valiente Robin Wright interpreta a sí misma, una actriz fracasada que decide vender su "yo" actriz a Miramount, gran parodia de los grandes estudios hollywoodienses (clara referencia a Miramax y a Paramount), para que exista por siempre el concepto de "actriz llamada Robin Wright" en un ordenador y así poder realizar películas digitales con ella.

La crítica a la industria del cine es la columna vertebral del film. Empieza por debatir el papel de un actor en una película, así como cómo la imagen de la actriz tal y como la conocemos puede desaparecer, para luego incidir en el papel del creador, en las (nuevas) formas de consumir entretenimiento y finalmente, se centra en cuestionar la posición del propio público, situando su tesis en la posibilidad de que, en el futuro, la forma definitiva de entretenimiento no sea otra que una personalizada para ti mismo.

The Congress habla de la evolución del arte y ciertamente lo parodia. El largometraje no abre el debate de si debemos considerar el cine como mero producto de consumo o como forma de arte, sino que se limita a afirmar y a reirese de la idea de que el cine es "solamente" consumo. Sin querer revelar mucho sobre el mensaje de la película, queda decir que la crítica al cine que se plasma en ella es de las más duras que hemos visto en pantalla jamás.

The Congress se divide en dos partes, una rodada con imagen y actores reales y otra animada. En la parte real los personajes hablan claro, no titubean ni intentan mentir, muestra la realidad de la forma más honesta. Mientras tanto en la parte animada lo que vemos es la máscara de las personas, que quieren ser y como abandonan su identidad para formar parte de un avatar, un reflejo de sus deseos. La animación es fluida, de calidad y de un carácter marcademente psicodélico. Debemos aceptar esa parte de la animación, ya que es la parte más simbólica, si tu mente te permite adentrarte en este surrealista y sorprendente mundo con Robin Wright, entenderás que estamos ante una de las películas del año.

Crítica original: http://www.lallaveazul.com/2013/11/conexion-seff-folman-fascina-y-binoche.html
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17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Un futuro brillante para ser lo que tú quieras
Película de ciencia ficción con parte del metraje en imagen real y el resto en dibujo animado.

En algún momento de un futuro cercano la industria afronta una renovación dramática, al emerger una tecnología de animación que permite digitalizar los rasgos e interpretación de cualquier actor, y animarlos en adelante en películas con una perfección de imagen indistinguible de la realidad. Para ello los actores, y el personaje de Robin Wright, firman contratos de digitalización que les obligan por el resto de sus vidas, de manera que no entren en conflicto con la carrera actoral de su alter ego.

Wright acepta el trato, pero consigue que tenga una tenga una validez de solo 20 años.

Tras ese periodo, Wright aparece para renovar el contrato, pero deberá introducirse en un espacio exclusivo de animación, instante en el que, como habrán adivinado, se inicia el tramo de película en dibujos animados, que contiene secuencias bellísimas y hasta poéticas.

La historia dista de ser para niños, y si empieza por ser una parodia o crítica de la forma en que actúan las grandes productoras, deshumanizando a los actores hasta considerarlos simples monigotes, más adelante uno puede entretenerse en buscar sentidos más profundos, tales como el sentido de la vida, donde reside la importancia de las cosas, para qué estamos aquí…

Más que la evolución de los personajes, en The Congress avanza al evolucionar la profundidad de los temas que trata, y la belleza y complejidad de las imágenes.

Espectacular, hipnótica, preciosa, subyugante.
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12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Muy interesante...y muy irregular
Basada en una novela de Stanislaw Lem, se trata de un film fantástico, que muy bien podría resultar cierto para dentro de no muchos años, me refiero a su vertiente de historia no animada. Esta no sucederá, si lo hace, hasta dentro de yo qué sé, unos quinientos años al menos.
Tiene dos vertientes, la que está hecha con actores reales, completamente verosímil, con gran dramatismo y momentos de cine de auténtica calidad, como cuando el representante de la protagonista, para que esta muestre el total de sus registros dramáticos, le va contando lo que para él representa ella y sus más íntimos secretos y relación entre los dos. Un momento mágico que pone la piel de gallina y hasta puede hacer llorar.
Luego viene la parte estrictamente animada, que es muy interesante y rica en personajes, pero que resulta sumamente irregular. Tiene de todo y no siempre demasiado aforrtunado, pero nunca cae en el aburrimiento,
entre otras cosas porque mantiene el interés hacia cómo finalizará todo.
Además, los elementos técnicos que conforman el todo, esto es: calidad de los dibujos, interpretaciones, ambientación, dirección artística, maquillaje, y sobre todo una preciosa música, eso sí, repetitiva; son de primera y hace que la cinta, en líneas generales, se deguste con placer, aunque no convenza del todo, quizás.
Pero estamos ante un buen film, hecho con finura y gran imaginación, que también invita a la reflexión sobre la condición humana
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Rompedora
Con independencia de que no estaba en mi mejor momento cuando la vi, "The Congress" es una de esas pelis que necesita ser vista más de una vez para poder apreciarla (¿abarcarla?) en su totalidad. Y eso no siempre es un elogio.

Se le tienen que destacar muchos méritos. La historia es original, pero la forma en la que se cuenta es aún más revolucionaria, si cabe. Un comienzo muy bueno, un final aún mejor, y una parte central de animación cautivadora. Saltos en el espacio y tiempo, con un juego de realidad y ficción, o seudo-realidad y seudo-ficción, que necesariamente impresionará al espectador. Bajo una apariencia onírica se esconde un relato crudo sobre la existencia humana y una crítica feroz a la alienación tecnológica. Las interpretaciones son muy buenas, destacando una Robin Wright Penn en estado de gracia, y un Paul Giamatti que siempre convence.

Como inconveniente, si es que hay que buscarle alguno, indicaría lo abrupto de la narración. Aunque el relato es audaz y al final todo queda bien ligado, durante el visionado el espectador puede tener la impresión de que van quedando cabos sueltos, hasta el punto de desengancharse de la historia. El hecho de hacer corresponder los giros de guión con el formato estilístico abruma y confunde más de lo que ayuda. Quizá el riesgo formal va en detrimento de la tensión que debería generar en el espectador. Y es que, en contra de lo que pueda parecer, el argumento deja poco margen para lo meramente contemplativo, hasta el punto de que el film nos ofrece una fábula basada en la desolación y el desencanto.

Una propuesta más que interesante.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La fiesta química
Curiosa e interesante película. Mitad "real", mitad dibujos.
Robin Wright es la reina de la función (hace de sí misma), Keitel es su mentor; gran escena la que comparten, él con el brillante relato, ella con su exhibición interpretativa.
Estrella venida a menos (se insiste en sus malas elecciones; en verdad es una buena actriz que ha alternado aciertos con equivocaciones, pero siempre dejando un sello de elegancia, sobriedad y bella frialdad; una sutil y poderosa presencia que mejoraba las películas) a la que ofrecen la oportunidad de vender su alma a cambio de la inmortalidad (cinematográfica) y el anonimato público.
Comienza como una amenaza, una antelación pesimista de los tiempos venideros, el fin del cine tal y como lo conocemos. Sigue con un colorín absurdo, alucinógeno y un tanto aburrido. Deviene en futuro Matrix, la droga o la vida, la ficción o la miseria. Todo ello salpicado por los amores familiares, el niño truncado, dolido y querido, y la hija independiente y rebelde.
Cierra con una reflexión triste y hermosa sobre la frágil y penosa condición humana, siempre huyendo, deseando, anhelando, condenada a querer ser lo que no es (ser otro, otra cosa), a imaginar todo y conseguir poco, a no conocer límites mentales y estar atrapada en una realidad siempre corta, atroz a veces, trágica siempre.
No es gran cosa, flojea, se cae a ratos, se muere de a pocos, pero merece la pena como rareza valiente, extraña melancolía, tierno homenaje al amor materno, canto al fin de unos tiempos, los nuestros, amenazados de muerte (como siempre, nuestra esencia es sentir la llegada del apocalipsis a cada rato), con drogas más potentes cada vez, en constante duda: la verdad o el sueño, asumir o huir, seguir o escapar, aceptar o crear...
Herida abierta y eterna, el hombre, nunca terminado ni concreto, siempre en formación, en construcción...
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
"Al final todo se explica, y todo está en nuestra cabeza"
Robin Wright (Robin Wright) es una otrora afamada actriz de cine, la cual por su “avanzada” edad (entre 45 y 40 años) prácticamente no encuentra trabajo y está en decadencia total, vive con sus hijos Sarah (Sami Gayle) y Aaron (Kodi Smith-McPhee) el cual tiene una enfermedad degenerativa en su vista y su oído.

Al (Harvey Keitel) le ofrece participar de un novedoso método mediante el cual la convertirá en una caricatura que la podrá transportar a otra realidad, para realizar en este mundo nuevos trabajos cinematográficos, pasados los años está realidad se transforma en un mundo donde las drogas alucinógenas están a la orden del día.

The Congress realiza una mezcla entre imagen real (en la primera mitad del film) y animación (durante la segunda), sirviendo esa primera parte como una introducción del contexto que veremos posteriormente, dentro de la idea de ese fantasioso mundo, de desbordante imaginación y que funciona como una realidad alterna.

La película por mucho es más grande de lo que en un inicio aparenta, hay que poner mucha atención para captarla en su totalidad, porque se vuelve muy compleja durante la segunda hora de metraje, pero sin duda dilucida muchos aspectos referentes a la vida humana y a la idea de vivir mejor pero ¿bajo que condiciones?

Buenas actuaciones, llamativa animación, buena selección musical por parte de Max Richter, para un film que la verdad durante varios tramos es sumamente nostálgico, en especial sobre el final. Una gran trabajo el de Ari Folman en el guión y en la dirección, The Congress está para ver y repetir, una y otra vez.
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
IMAGEN REAL O ANIMACIÓN, LA MAGIA SIEMPRE ES MAGIA
Hay dos formas de encarar The Congress. Una, como adaptación de la novela de Stanislaw Lem. Y dos, simple y llanamente como película. Mi crítica va dirigida a aquellos que, como yo, no se han leído dicha obra, por lo que mi percepción puede estar condicionada por ello. Dicho esto, es The Congress una película extremadamente personal, que pone a prueba la subjetividad de nuestra mirada, pues con su arriesgada mezcla de estilos es fácil que divida a los espectadores en dos bandos. Habrá quien aplauda la decisión de distribuir el film en dos mediometrajes, uno de imagen real y otro de animación. Habrá quien lo detestará sin remedio. Es cierto que el choque visual entre ambos géneros es fuerte y que hay un tiempo de aclimatación al medio que no tolerará todo el mundo, pero no hay que olvidar que la película se mueve en los parámetros de la ciencia-ficción, por lo que disponer de una mente abierta es de obligado cumplimiento (es eso o salirte de la sala, vamos). Incluso dentro del apartado de animación podemos fraccionar aún más el film. Puesto que en la primera parte del mismo la novedad y la originalidad se hacen con el poder, mientras que la segunda se puede hacer algo pesada y liosa, aparte de que ocurre poco en demasiado tiempo. Por contra, los primeros 45-50 minutos, los pertenecientes a la imagen real, transcurren con un ritmo apropiado, el interés es máximo por la historia personal de la protagonista y tienen lugar un par de momentos de los denominados mágicos. Porque al film de Ari Folman se le puede acusar de irregular y arrítmico, de no mantener una disposición uniforme y compacta, pero no de no poseer momentos brillantes, emocionantes y cargados de ese fascinante hechizo que solo el cine sabe crear. Sobre todo uno de ellos, protagonizado por Robin Wright y Harvey Keitel, con un monólogo de este último sobrecogedor y donde solo a los cadáveres les será posible retener las lágrimas. Hablando de Keitel, nunca es un mal momento para denunciar el poco reconocimiento de este enorme actor, con solo una nominación al Oscar (Bugsy, Barry Levinson, 1991) en cincuenta años de carrera. Un tipo que siempre ha elegido sus papeles por sus historias y no por los laureles, siempre a la sombra de Robert De Niro y con la esperanza de que Martin Scorsese se vuelva a acordar de él. Robin Wright, como Keitel, protagoniza su particular The Wrestler (Darren Aronofsky, 2008), expiando sus pecados y mostrándose en pantalla frágil, desnuda, sin excusas y plantando cara a sus malas decisiones del pasado. Su mirada penetra en nosotros incluso cuando no son sus ojos, sino los de su modelo de animación, los que nos miran desafiantes y tiernos al mismo tiempo. Una especie de moderna Gloria Swanson en Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950) que debe enfrentar su edad y sus fracasos para continuar, y de la que nos apiadamos en cada maldito minuto de proyección.

Pero, ¿De qué habla The Congress realmente? O, al menos, ¿Qué conclusiones personales se pueden sacar de ella? El film plantea la posibilidad de digitalizar actores como el futuro inmediato del cine, con la oportunidad de disponer de un Tom Cruise, un Matt Damon o un Will Smith para siempre sin necesidad de aguantar al personaje real, solo al ficticio. Y la verdad es que si hay una época en la que algo así tiene sentido es la nuestra. Solo hay que ver el auge del cine de animación con compañías como Pixar o Dreamworks a la cabeza, o los recientes fracasos de films como After Earth (M. Night Shyamalan, 2013), RIPD. Rest In Peace Department (Robert Schwentke, 2013) o A Good Day to Die Hard - Die Hard 5 (John Moore, 2013), protagonizados por astros como Will Smith, Ryan Reynolds o Bruce Willis. Es decir, una estrella de Hollywood ya no garantiza un éxito seguro como hasta hace poco ocurría con gente como Johnny Deep o Brad Pitt. Son muchos los films corales que se han lanzado a la conquista de la taquilla como la trilogía de The Lords of the Rings (Peter Jackson, 2001-2003) o la saga Harry Potter (varios directores, 2001-2011), así como reconocimiento crítico de producciones animadas que se han ganado su reciente estatus de "cine" a secas, en lugar del despectivo "cine para niños". Por lo tanto, si el triunfo comercial no es un seguro de vida, no tiene sentido que aún existan sueldos de veinte millones de Dólares por película para las estrellas. Clonarlos o, mejor dicho, digitalizarlos, es más barato y elimina engorrosos problemas económicos y los relacionados con su ego.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La animación al servicio del arte.
Un congreso en las antípodas, donde el sentido común se queda sin cambio para el café y se desnuda la razón hasta al abismo. El congreso es un lugar donde se mezcla la caricatura de todo privilegio y se entrelaza con la miseria humana, a brochazos de colores entre delirio y alucinaciones.

The Congress es la última película del director Ari Forman, conocido por su anterior trabajo Waltz with Bashir (2008) donde exploraba el uso de la animación fuera del clásico lenguaje que se le asocia. En esta ocasión Forman se basa en un libro de Stanislaw Lem (autor de Solaris) para confabular una película, como poco, singular y muy propia. Y es que una de las características del arte es la libertad creativa, el decir lo que sientes a expensas de los demás, sin más recompensa que uno mismo. Y The Congress es arte.

El argumento se convierte en un lienzo de fotogramas por segundo donde cruzan y se quedan dibujos de otra década, diálogos propios de oscura ciencia ficción y en el fondo, jugando con las sombras entre bambalinas, una madre que busca a su hijo. Un hilo que atraviesa y junta el todo, la ortografía última del discurso, el único sentido que queda en pie cuando todo lo demás se deforma hermosamente.

Esta road movie psicotrópica cuenta la historia de una madre que por perder, ha perdido hasta el nombre. Ya no es más que una figura, un reflejo de la sombra silueteada que se llevó un contrato millonario. Ya no es, en definitiva. Pero busca lo que le queda, que no es poco, aunque perdido. Y ese camino desde la nada y los puntos suspensivos es la fábula que rodea la película, como un mcguffin con vida propia.

Y a lo largo de su paisaje nos hace testigos de una crítica a un establihsment marcado por la masificación, el arte como producto de masas, donde la alineación y el consumismo se desborda en paletas vivas de colores. Incluso la rebelión es una caricatura demasiado humana, despojadas de todo romanticismo y quedando desnuda en una comedia artificial, tanto, que nos resulta real. Incluso en un mundo de dibujos animados.

Y todo ello intercalado con uno de los más hermosos cantos a la cultura popular del siglo XX y lo que llevamos del XXI. The Congress es una película que se recrea en sus contradicciones, sin blancos ni negros y ni siquiera grises: todo se intercala, se interpenetra. Ese mismo juego es el que hace que el metraje se divida en tres fragmentos, pasando del ultrarrealismo casi naif de la historia principal al delirio vanguardista y lisérgico de la parte animada. La última parte, de la que no puedo hablar, es la completa el cuadro.

En definitiva, estamos ante una obra de autor que ha ignorado como pocas veces los mandatos de las colas del cine y se ha quedado con lo que realmente importa: el arte de contar una historia, sea cual sea.
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11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Explosión creativa
De vez en cuando, los amantes del cine tenemos la oportunidad de degustar una película que ofrece algo fresco e innovador. Muchas veces, esa originalidad es algo prefabricado por campañas de marketing y realmente el filme puede no esconder tal virtud, exhibiendo únicamente un cierto halo de singularidad en sus pretensiones y no en su fondo. Pero por fortuna, la obra cinematográfica que aquí nos ocupa es uno de esos trabajos que suelen recibir tantos halagos desmesurados como estopa de la buena por parte del público, cosa que se debe indudablemente a su propuesta tan atractiva de realizar algo diferente visual y argumentalmente.

Ari Folman ya nos dejó a muchos petrificados con su estremecedor documento Vals con Bashir sobre las matanzas de Sabra y Chatila, una obra a medio camino entre el drama y el documental. Con El congreso, Folman cambia totalmente de rumbo y afronta un trabajo puramente de ficción, en un registro sci-fi que combina la imagen real con la animación y contando con diversos rostros muy conocidos del cine. Robin Wright es la protagonista de una película que en su primera parte casi se podría considerar como autobiográfica, ya que el personaje utiliza su propio nombre y se tratan varios aspectos de su carrera en ciertas escenas. Pero pronto el escenario cambia y ya no asistimos sólo a la representación del declive interpretativo de una actriz, sino a toda una atmósfera distópica sobre el oficio actoral.

Como ya hemos comentado, la principal división de la película se da hacia la mitad de la misma, cuando se pasa de la imagen real a la animación. Cualquiera que vea la película se dará cuenta de que esto no es meramente un recurso visual, sino que está íntimamente ligado con la evolución argumental. Es complicado adaptarse a este cambio de panorama en ambos sentidos, quizá más aún en lo que se refiere a la trama, ya que hay muchas cosas que no se explican y habrá que ir adivinándolas (para los más despistados, hay un diálogo al final de la película que aclara muchas cosas), pero en realidad es de esos filmes en los que merece más la pena sentarse y disfrutar de ellos que comerse la cabeza, porque pesa más la magnífica atmósfera que retrata Folman que ciertos devaneos argumentales que al final están un poco de más (lo que es de índole familiar, principalmente).

También hay que aclarar que si bien la película se plantea en su base como una especie de crítica a la depredadora industria cinematográfica, el giro de guión que se produce a la mitad de la obra cambia en parte dicha premisa y ofrece un descarnador retrato sobre el ser humano en general, la búsqueda de la felicidad en el marco de la evolución tecnológica, todo ello bajo un espectacular manto visual animado que incluye también ciertos guiños a personajes de dentro y fuera de la industria. Es evidente la maestría y la elegancia que atesora Folman en cada plano durante esta segunda parte, con un dibujo muy parecido al que ya vimos en la mencionada Vals con Bashir.

Imposible, eso sí, llegar a una conclusión general sobre lo que supone esta película sin entrar en un terreno esencialmente subjetivo. Algunos no podrán con la concatenación de escenas aparentemente inconexas que discurren durante la segunda hora de película; otros, en cambio, verán en El congreso una obra magna, que resulta espléndida en su conjunto. Servidor se decanta más hacia lo segundo, reconociendo también los altibajos que padece el filme en su recta final y valorando que es una de esas películas que con el paso del tiempo puede ganar bastante. En cualquier caso, imprescindible visionarla con la mente muy abierta.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Algún día el diablo se pasará a recoger las almas compradas
Después del The end de "El congreso" lo primero que uno necesita es quedarse a solas consigo mismo e intentar reordenar lo que ha visto. ¿Hiper-realidad, ciencia-ficción, viaje lisérgico...? Aunque solo sea para evaporar la incomodidad que, como nube tóxica, circunda tu cabeza.
El mundo de Robin Wright, actriz cuyo oficio está en pleno proceso de refundición, sirve para introducirnos en esa amenazante distopía que aparece cada vez que una máquina deja sin trabajo a un montón de seres humanos y señala como cavernarios a todos aquellos individuos que creían en el derecho a un trabajo digno y bien remunerado. Es el futuro amigo, el imparable progreso, el cercano lugar en el que podrás ser lo que quieras siempre que renuncies a ser tú mismo. Si lo que se aproxima es, efectivamente, esta sociedad ficticia e indeseable en sí misma: ¿por qué tenemos tanta prisa en caer en sus amorosos brazos?

Ari Folman nos trae algo que, en algunos aspectos, está abandonando el campo de la fantasía improbable para instalarse en el del horror impredecible e inmediato. El realizador israelí, nos golpea con una deshumanización diferente a la de Vals con Bashir, pero si cabe más inquietante e imparable que aquella otra.
Cada vez menos, siguen pensando que el devenir mejorará lo ya vivido. Cada vez más, consideran que las herramientas que deberían servir para construir la paz y el bienestar serán utilizadas para cavarnos nuestra propia tumba; por supuesto, de manera tan sutil que la gran mayoría no se enterarán de que están echando paletadas sobre su propio cadáver, mientras consumen sustancias que les hacen creer que asisten a las exequias de Elvis Presley.

No es fácil disfrutar de una amarga profecía (si bien sobran razones técnicas para hacerlo), pero esto no es óbice para que The Congress se lleve un merecido aplauso, aunque yo tampoco hubiera remarcado tanto el ámbito familiar.
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6
Psicodelia
Inconexa, extraña e intermitentemente potente película-experimento que ocupa el top de las películas más raras que he visto últimamente. Con un guión que habría firmado la generación beat al completo tras una ingesta de LSD, tripis y un poquito de peyote, Ari Folman mezcla animación con realidad en un film en que todo funciona por adición (adicción?¿?) y suma, por superposición de temas. Y es que cuento no menos de 6 géneros clásicos (animación, drama, ciencia ficción, road movie, fantasía, bélico) que en parte atrapan, en parte aburren y en gran parte no se entienden.

Nunca me han gustado los experimentos de la animación mezclada con la realidad y no recuerdo una película redonda de este tipo. En este punto, El congreso es un intento admirable que sigue fracasando. La parte más potente es la animación -que debería haber sido más explotada- y en el resto de géneros fracasa estrepitosamente. La relación entre lo real y lo animado está fatalmente resuelta, funcionando únicamente en la vuelta a la realidad, una idea por cierto nada original (aunque así lo pretenda) deudora de la Soma de Aldous Huxley (otra vez la droga) o la más contemporánea Matrix.

Y es que por mucho Schubert, homenajes a Kubrick o guiños al jardín de la delicias que meta con calzador en la película, sólo deja un tufillo de gafapastismo que dista mucho de una intelectualidad real y profunda. No deja de ser una película interesante, por encima de la media de cosas que se ven por el mercado, pero para un servidor es un experimento fallido.
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8
Futuro negro en un mundo de color
The Congress es la nueva película de Ari Folman, director de la brillante Waltz with Bashir, donde nos hablaba de un hecho histórico,la matanza de refugiados palestinos en Sabra y Chatila (Líbano) en 1982,y la deshumanizaba trasladándola al mundo de la animación, aquí nos presenta el presente de la industria cinematográfica y el del mundo en general en imagen real para darle una vuelta de tuerca y presentarnos un futuro desolador combinando imagen real y animación.

El tema central es que los grandes estudios deciden digitalizar a los actores para poder hacer películas con ellos pero sin tener que aguantarlos a ellos. A partir de ese punto la deshumanización del cine, del arte y del mundo en general, al que parece que solo se puede sobrevivir gracias a las drogas para poder volver a sentir y tener consciencia de quienes son, aunque al final esa imagen se acerca más a quienes quieren ser, intentando huir de la realidad a la que se han entregado.

Folman nos presenta situaciones en las que vemos que o se acepta seguir las reglas que impone la industria y que los demás han aceptado o nos negamos y nos quedamos fuera y no podemos hacer lo que nos gusta y además nos quedamos sin nuestra forma de vida y de conseguir ingresos. Al final parece que las 2 únicas opciones a la que nos dirigimos son renunciar a lo que queremos pero sobrevivir o luchar por ello para que al final nos quedemos sin conseguirlo y encima nos encontremos fuera del sistema y no podemos conseguir ingresos para vivir.

Muy interesante tanto por los temas que trata como por su estética. En esta ocasión me ha gustado más la parte real que la animación, aunque entiendo que esta es necesariamente loca y sobrecargada de detalles y que es más difícil de digerir.
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6
El congreso
Como mínimo tienes que admitir que es diferente, original, sorprendente, novedosa, ingeniosa, atrevida..., ahora, decir que te va a gustar o a saciar todas tus expectativas es un riesgo osado que prefiero no aventurar pues tu predilección o rechazo por la misma dependen de una delgada y fina línea difícil de situar.
Dos partes, la anterior y posterior al congreso futurista, la rodada con personajes reales y la ofrecida en versión animada, la protagonizada por una sensacional, cautivante, seductora Robin Wright Penn que expone toda su belleza física, toda su delicada imagen y sensibilidad artística sin contemplación ni protección alguna, sin reservas ni complejos, admirable muestra de valor, cofianza, arte y un excelente saber hacer y su homóloga en dibujo que impresiona y atrae en un principio pero que acaba perdiendo su efecto llamativo.
Sin duda alguna, esa primera escala te va a encantar y admirar, la crueldad y ferocidad de su habla expositiva, la castigada crítica al proceder del business del Séptimo Arte y su atrocidad para con actores desesperados que venden su imagen, que anulan su libertad de elección sobre lo que representan convirtiéndose en títeres sin poder de sublevación o queja, la dolorosa y escalofriante previsión de esta hermosa industria del entretenimiento hacia la frialdad y la pérdida de su alma te va a impregnar y emocionar, te asombrará con fuerza inusitada y te eclipsará por su explosiva honestidad, sincera amargura e impactante reflejo de su interior más desagradable e impúdico, afirmación que se realiza con la misma claridad y evidencia del sabor gustoso y placentero que dejará en ti.
Lo que viene a continuación ya es cosa diferente pues entramos en el mundo de la digitalización, de la animación por códigos y chips que, en un primer instante, impresiona y alienta tu espíritu más rebelde, satisface tu curiosidad más despierta y complace temporalmente pues su discurso moral, lección ética sobre los límites de la diversión y el poder y de cómo ésta se exhibe y se cuida son de lectura satisfactoria y grata seguida hasta..., que pierde su estela y se convierte en una especie de cárcel opresiva, un matrix de dibujos animados donde elegir entre una realidad de dolor, pesadumbre y vacío al escoger la corporalidad y la presencia física de tu andar o el autoengaño voluntario, fantasía imaginativa de un mundo diseñado donde el placer, la felicidad y sonrisa eterna están garantizados a través de la absorción de la nueva, revulsiva y mágica ampolla que te permite decidir quién eres, qué quieres vivir y qué magistral existencia de película quieres protagonizar, un planteamiento exquisito y loable si no fuera porque te aturde y desorienta, abandonas desconcertado ante la confusión abusiva y complejidad liante de su exposición.
En cuanto a imagen, diseño, estética es un portento visual, un giro sensacional que deslumbra y tienta, singular toque que convierte a este filme en algo exclusivo y único de lo visto últimamente pero su mejor don y habilidad se convierte en su mayor queja y lamento al perderse dentro de su propio ego, al sobreexplotar su ansia de más, al indigestar al espectador por no encontrar su límite y por no controlar la masiva cantidad de abundancia en contra de la pérdida evidente de calidad, en los últimos 45 minutos pierde su razón de ser, su maravillosa absorción e identidad y se convierte en un producto mareante por olvidar su frescura, genialidad y viveza con la que inició esta arriesgada aventura y saturar al espectador con imágenes que ya no controlas ni tienen sentido ni sabes por dónde van, torpeza que se corrige en su místico final siempre que sepas captar su mensaje porque sino quedarás despistado para siempre en el país de nunca jamás pues no entender sus últimos virajes y su escogido final existencial es quedarte en el limbo con la eterna pregunta..., ¿qué acabo de ver?, y cuya respuesta sin descanso ni tregua entorpecerá y anulará el posible digno recuerdo de este relato diferente, original, sorprendente, novedoso, ingenioso, atrevido..., del cual decir que te va a gustar o saciar todas tus expectativas es un riesgo osado que prefiero no aventurar pues tu predilección o rechazo por la misma dependen de una delgada y final línea difícil de situar.
Ojalá la percepción de dicha frontera este situada con destreza para disfrute, complacencia y placer de tu persona.

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
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8
Realidad en peligro de extinción.
'The Congress' abre con un plano de exquisita belleza y precisión, pues resume la tesis del primer acto de la película. El rostro de una actriz en declive, con banderas hondeando en el fondo como signos de éxitos pasados que amenazan con derrumbarse para siempre, y las lágrimas que añoran un pasado cada vez más lejano. La cámara se va alejando lentamente, como dejando espacio emocional para que el personaje de Robin Wright pueda asimilar las duras verdades que el personaje de Harvey Keitel le está contando. Es un plano maestro en su sencillez, pues al priorizar el rostro, y la reacción que este tiene ante lo que oye, implica de lleno al espectador en el drama de la protagonista y despliega ya desde el principio algunos apuntes de su discurso sin resultar sobre-explicativo. Sabemos que a Robin le ofrecen una última oportunidad como actriz. Una oportunidad que conlleva someterse a un proceso revolucionario, que por un lado promete inmortalizar la imagen del actor, y por otro, podría destruir la esencia misma de su trabajo.

Otra gran escena merece ser mencionada, una de las últimas antes de que la película pasa a la animación. Es aquella en la que Harvey Keitel fuerza la emoción en Robin Wright para que el programa pueda registrar sus emociones. Keitel cuenta la historia con una naturalidad y cercanía sólo accesible a los de su nivel. Lo curioso es que cuando llega a la parte mala, al miedo al éxito de Robin, a sus ansiedades y a lo fútil de todo su miedo, la película crea un momento genuinamente emotivo partiendo de lo falso: Harvey Keitel cuenta su historia sólo para provocar emoción en Robin, así como el guionista creó esta escena para emocionarnos a nosotros. Pero aquí el guionista va un paso más allá, y con esa falsedad como punto de partida parece arrojar luz sobre los engranajes del cine, reivindicando la capacidad de los trucos de la ficción (que no son más que mentiras en su estado original) para llegar a lo verdadero. Llegados a este punto, 'The Congress' ya podía seguir con un fundido a negro de hora y media, que seguiría teniendo más valor que la mayoría de películas que vemos en la cartelera.

El único pero que le encuentro a 'The Congress' es su dispersión temática. Hay una elipsis de 20 años en la que se nos introduce en el mundo animado de forma algo repentina. Y no sólo eso, sino que también se produce un cambio del eje temático. Lo que parecía un retrato compasivo del actor y su incierto futuro bajo los caprichos de Hollywood (hay ecos a 'Barton Fink', sobre todo en la figura del ejecutivo sin escrúpulos encarnado a la perfección por Danny Huston), pasamos a cuestiones más amplias como la dificultad de retener una noción de la identidad propia, la posibilidad de realidades adyacentes o el cumplimiento de deseos a través de esas realidades imaginadas (aquí hay ecos a 'Paprika' e incluso a 'Synecdoche, New York'); y tras un paseo por esas cuestiones abstractas, viramos a algo más mundano como la búsqueda de un hijo. Pero cuando parecía que la película podía decepcionar al optar por lo simple, volvemos a la imagen real y descubrimos un futuro que se ha ido al garete (varios planos de rostros sucios y desesperanzados recuerdan al clímax 'Hijos de los hombres'), donde el personaje de Paul Giamatti se ha convertido en el último reducto de calor humano para Robin, y la única prueba de que su pasado existió. Mientras, oímos una inspiradísima banda sonora de Max Richter que pone en relieve lo trágico de nuestro devenir como sociedad alienada.

A pesar de que estos cambios del eje temático puedan parecer arbitrarios, responden en realidad a la naturaleza camaleónica del discurso de Ari Folman: en una sociedad en la que el componente humano cabe en un chip y el humano es desterrado a una tierra de alucinaciones, el mundo tal y como lo conocemos se pierde en la lejanía. Cuando lo que creíamos conocer empieza a adoptar formas extrañas e intimidatorias, la necesidad de volver a lo básico (la búsqueda del hijo) es el paso más lógico. Por tanto, es posible que en algún punto del segundo acto el espectador se pregunte el propósito de lo que está viendo, pero esa confusión momentánea responde a la propia confusión que sienten los personajes ante el mundo que les rodea, y se resuelve pronto.
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8
En dos palabras: Cine valiente
Me resulta difícil enmarcarla en un sólo género o encasillarla de alguna manera (que tampoco quiero hacerlo, ¿qué más da?, no creo en géneros) pues es una mezcla de ciencia ficción, drama, sátira, película que habla sobre su propia industria (el cine). Es onírica, transgresora, original, diferente, fresca, reflexiva, metafórica… mescolanza de animación y de imagen real, con un pie entre alucinación psicótica y el realismo propio de una visión pesimista y descarnada del futuro (y del presente), desolador y narcisista… puedo emplear muchos adjetivos para definirla pero ninguno de ellos por separado… “El congreso” se presenta como simbiosis de géneros y subgéneros que coge lo que necesita de aquí y de allá y hace un remiendo tipo patchwork cinematográfico.

Robin Wright (interpretándose a sí misma): actriz en horas bajas, empezando a envejecer, inestable emocionalmente y con un hijo pequeño que ha padecido desde siempre una enfermedad rara (similar a la sintomatología de una persona con sinestesia) ambos factores la han influido muy negativamente en su carrera (cancelaciones de última hora, depresiones esporádicas, baja confianza en sí misma y carácter irritable). Parece que los estudios empiezan a rechazarla por sistema.

Todo parece ir de mal en peor… y será en este momento cuando los estudios Miramount (acrónimo de los reales Paramount y Miramax) le hagan una curiosa propuesta: “¿querrías ser inmortal y que tu cuerpo rejuvenecido siguiera haciendo cine durante años?… nada de envejecer, nada de arrugas… ni siquiera nada de esfuerzo…”. Lo que le están ofreciendo es la creación de un sucedáneo de su persona, un ser virtual que actuaría por ella; poseería su imagen, su cara, su físico, expresiones faciales… y sería contratada y trabajaría en su lugar… a cambio de que ellos se quedaran con los derechos de imagen y el personaje sería íntegramente de su propiedad, le pagarían una suculenta suma de dinero al comienzo y debería desaparecer, no volver a actuar públicamente en ningún medio de comunicación del mundo.

Le lanzan esta oferta en forma de ultimátum. Robin deberá elegir entre esto o la pérdida de promoción y caída en el olvido.

Empieza a darle vuelta y a pensar en su hijo, en los precios de los cuidados médicos, en el tiempo que nunca ha tenido para estar con él, para cuidar de él… también reflexiona sobre sí misma y su decadencia física y mental… fama o anonimato… belleza o vejez… perder el derecho de elegir en qué películas salir, la intimidad de su personaje, de su imagen, no volver a trabajar como actriz…

Será una decisión sin retorno.

Entré a ver “El congreso” sin estar condicionada por nadie, ni siquiera tenía pensado qué ver esa tarde. No tardé mucho en decidirme al fijarme en un cartel promocional que tenían colgado a la puerta de los cines Golem. Me fijé en que estaba firmada por Ari Folman(¡¡el director de “Vals con Bahir“!!), en el reparto (Keitel es mi punto débil) y, especialmente, me convencí al leer que estaba basada en un relato de Stanislaw Lem… con semejantes premisas y una historia probablemente escrita bajo los efectos del consumo de hongos alucinógenos… (es broma pero es que si lees algo del escritor es lo que acabas pensando) el caso es que no me lo pensé dos veces y me lancé a la aventura.

Como anécdota comentar que cuando llevaba más o menos media película (en las primeras escenas de animación) la pareja que estaba sentada a mi lado no lo soportó más y se fueron ligeramente indignados (“esto es una fumada”… – palabras textuales de la chica…) sobra decir que a mí me encantó y que, incluso, me emocioné y estuve a punto de llorar en un par de ocasiones.

Posee más cualidades que defectos. Las guindas del pastel fueron, por un lado, el increíble uso de las técnicas de animación. ¡Qué maravilla!. No queda nada forzado, da mucho juego y es original de verdad (a veces pienso que todo está ya inventado). Los dibujos tienen una plasticidad asombrosa y, si te dejas llevar, consiguen que te sumerjas y captan por completo tu atención. Tienen una clara influencia del trazo de las historias gráficas que se están haciendo actualmente en europa, especialmente de los artistas franceses. Los personajes se alargan y estiran, para luego encogerse, sus brazos se vuelven alas con las que echar a volar, aparecen caricaturas y personajes con colores muy vivos y cálidos como máscara de su oscuro interior… consigue metáforas visuales, algunas casi poéticas, muy efectivas con los giros tan oníricos del guión.

El reparto está muy bien escogido: Wright muy natural, sabía que era buena pero me han sorprendido los matices de registro a los que llega, Keitel siempre sobresaliente (la duda ofende) y el también el resto de secundarios (Giamatti hace una aparición muy fugaz pero efectiva), la banda sonora también me ha llamado la atención…

Y, sobretodo, el guión es lo que más me ha sorprendido. Los diálogos son brillantes y darían pie a buenos debates. Me gusta cómo está tratado el tema de la vejez de la protagonista o la soberbia y el narcisismo. La animación da mucho juego con todos estos temas, sobretodo al mostrar las diferencias, tan humanas, entre la idea de uno mismo que mostramos ante los demás y lo que en verdad somos (podemos verlo muy bien en la escena de la fiesta -congreso- que tiene lugar hacia la mitad de la película con la idea de poder transformarse cualquiera durante un tiempo determinado en lo que se desee sólo “bebiendo la esencia” del famoso a imitar).

La recomiendo totalmente a cualquiera que se atreva, no es una película sencilla de ver y entender. Da pie a paranoias mentales de diversa índole. Es marciana y provocativa, pasando de lo psicodélico a lo poético y de lo poético a lo psicodélico. Con lecturas y mensajes encriptados por doquier. Buen ejemplo de lo que Meliés quiso enseñarnos con su cine: pura magia grabada. En dos palabras: Cine valiente.
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7
Robin, te amo
Película con argumento difícil, como parece no puede ser de otra manera basándose en un relato de Stanislaw Lew. Por si fuera poco creo que Folman todavía lo intenta llevar más allá con su aporte personal, por lo que al final debo decir que a mi la impresión que me ha dejado ha sido la de una retahíla de ideas no del todo bien hilvanadas y quizás en algún momento incluso expuestas sin suficiente claridad o poco desarrolladas. Dicho esto me gustaría destacar:

- las animaciones: un estilo bastante peculiar que desborda fantasía a raudales, te dejan alucinado. Por sí mismas merecen ver la película

- las interpretaciones: el gustazo de ver a Harvey Keitel una vez más. Este tío no tiene precio, es una presencia tan familiar ya que el día que lo perdamos los cinéfilos nos quedaremos huérfanos. Uno de los grandes sin ningún tipo de dudas. También notables Paul Giamati y Danny Huston, un lujo para cualquier película poder contar con ellos

Pero sobretodo Robin Wright. Francamente maravillosa, consigue reivindicarse (por fin) como actriz y luce una belleza serena que te cautiva desde el primer momento. Fenomenal. Creo que, al contrario de lo que se dice en la misma película, esta vez acertó de lleno, además en una decisión muy valiente, pues se interpreta a sí misma con sinceridad desarmante. Espero que sirva para poderla ver más a menudo, pues hacía tiempo que no contemplaba una mujer tan atractiva en las pantallas.

En fin, me imagino que a más de uno le parecerá un rollo pues es complicada y diferente, pero para mi ha valido la pena la experiencia. Sorprende, y eso hoy en día hay que valorarlo
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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