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España España · Madrid
Voto de Simoun:
8
Ciencia ficción. Drama. Animación La necesidad de dinero, lleva a una actriz (Robin Wright) a firmar un contrato según el cual los estudios harán una copia de ella y la utilizarán como les plazca. Tras volver a la escena, será invitada a un congreso, que se desarrolla en un mundo que ha cambiado completamente. Basada en una novela de Stanislaw Lem, se trata del retrato de un mundo que se dirige inevitablemente hacia la irrealidad.
20 de diciembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resulta difícil enmarcarla en un sólo género o encasillarla de alguna manera (que tampoco quiero hacerlo, ¿qué más da?, no creo en géneros) pues es una mezcla de ciencia ficción, drama, sátira, película que habla sobre su propia industria (el cine). Es onírica, transgresora, original, diferente, fresca, reflexiva, metafórica… mescolanza de animación y de imagen real, con un pie entre alucinación psicótica y el realismo propio de una visión pesimista y descarnada del futuro (y del presente), desolador y narcisista… puedo emplear muchos adjetivos para definirla pero ninguno de ellos por separado… “El congreso” se presenta como simbiosis de géneros y subgéneros que coge lo que necesita de aquí y de allá y hace un remiendo tipo patchwork cinematográfico.

Robin Wright (interpretándose a sí misma): actriz en horas bajas, empezando a envejecer, inestable emocionalmente y con un hijo pequeño que ha padecido desde siempre una enfermedad rara (similar a la sintomatología de una persona con sinestesia) ambos factores la han influido muy negativamente en su carrera (cancelaciones de última hora, depresiones esporádicas, baja confianza en sí misma y carácter irritable). Parece que los estudios empiezan a rechazarla por sistema.

Todo parece ir de mal en peor… y será en este momento cuando los estudios Miramount (acrónimo de los reales Paramount y Miramax) le hagan una curiosa propuesta: “¿querrías ser inmortal y que tu cuerpo rejuvenecido siguiera haciendo cine durante años?… nada de envejecer, nada de arrugas… ni siquiera nada de esfuerzo…”. Lo que le están ofreciendo es la creación de un sucedáneo de su persona, un ser virtual que actuaría por ella; poseería su imagen, su cara, su físico, expresiones faciales… y sería contratada y trabajaría en su lugar… a cambio de que ellos se quedaran con los derechos de imagen y el personaje sería íntegramente de su propiedad, le pagarían una suculenta suma de dinero al comienzo y debería desaparecer, no volver a actuar públicamente en ningún medio de comunicación del mundo.

Le lanzan esta oferta en forma de ultimátum. Robin deberá elegir entre esto o la pérdida de promoción y caída en el olvido.

Empieza a darle vuelta y a pensar en su hijo, en los precios de los cuidados médicos, en el tiempo que nunca ha tenido para estar con él, para cuidar de él… también reflexiona sobre sí misma y su decadencia física y mental… fama o anonimato… belleza o vejez… perder el derecho de elegir en qué películas salir, la intimidad de su personaje, de su imagen, no volver a trabajar como actriz…

Será una decisión sin retorno.

Entré a ver “El congreso” sin estar condicionada por nadie, ni siquiera tenía pensado qué ver esa tarde. No tardé mucho en decidirme al fijarme en un cartel promocional que tenían colgado a la puerta de los cines Golem. Me fijé en que estaba firmada por Ari Folman(¡¡el director de “Vals con Bahir“!!), en el reparto (Keitel es mi punto débil) y, especialmente, me convencí al leer que estaba basada en un relato de Stanislaw Lem… con semejantes premisas y una historia probablemente escrita bajo los efectos del consumo de hongos alucinógenos… (es broma pero es que si lees algo del escritor es lo que acabas pensando) el caso es que no me lo pensé dos veces y me lancé a la aventura.

Como anécdota comentar que cuando llevaba más o menos media película (en las primeras escenas de animación) la pareja que estaba sentada a mi lado no lo soportó más y se fueron ligeramente indignados (“esto es una fumada”… – palabras textuales de la chica…) sobra decir que a mí me encantó y que, incluso, me emocioné y estuve a punto de llorar en un par de ocasiones.

Posee más cualidades que defectos. Las guindas del pastel fueron, por un lado, el increíble uso de las técnicas de animación. ¡Qué maravilla!. No queda nada forzado, da mucho juego y es original de verdad (a veces pienso que todo está ya inventado). Los dibujos tienen una plasticidad asombrosa y, si te dejas llevar, consiguen que te sumerjas y captan por completo tu atención. Tienen una clara influencia del trazo de las historias gráficas que se están haciendo actualmente en europa, especialmente de los artistas franceses. Los personajes se alargan y estiran, para luego encogerse, sus brazos se vuelven alas con las que echar a volar, aparecen caricaturas y personajes con colores muy vivos y cálidos como máscara de su oscuro interior… consigue metáforas visuales, algunas casi poéticas, muy efectivas con los giros tan oníricos del guión.

El reparto está muy bien escogido: Wright muy natural, sabía que era buena pero me han sorprendido los matices de registro a los que llega, Keitel siempre sobresaliente (la duda ofende) y el también el resto de secundarios (Giamatti hace una aparición muy fugaz pero efectiva), la banda sonora también me ha llamado la atención…

Y, sobretodo, el guión es lo que más me ha sorprendido. Los diálogos son brillantes y darían pie a buenos debates. Me gusta cómo está tratado el tema de la vejez de la protagonista o la soberbia y el narcisismo. La animación da mucho juego con todos estos temas, sobretodo al mostrar las diferencias, tan humanas, entre la idea de uno mismo que mostramos ante los demás y lo que en verdad somos (podemos verlo muy bien en la escena de la fiesta -congreso- que tiene lugar hacia la mitad de la película con la idea de poder transformarse cualquiera durante un tiempo determinado en lo que se desee sólo “bebiendo la esencia” del famoso a imitar).

La recomiendo totalmente a cualquiera que se atreva, no es una película sencilla de ver y entender. Da pie a paranoias mentales de diversa índole. Es marciana y provocativa, pasando de lo psicodélico a lo poético y de lo poético a lo psicodélico. Con lecturas y mensajes encriptados por doquier. Buen ejemplo de lo que Meliés quiso enseñarnos con su cine: pura magia grabada. En dos palabras: Cine valiente.
Simoun
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