Charlie Chan en el circo (1936)

Un circo lleno de freaks. Gente pequeña, un gigante, un gorila con pocos amigos y serpientes venenosas. Charlie Chan recibirá una invitación para él y toda su familia -¡veremos a sus 15 hijos y a su abnegada mujer!- que tiene truco: el dueño del circo recibe amenazas de muerte. Descubriremos un extraño asesinato y algunas historias cruzadas que despistarán al espectador. Keye Luke, el primogénito de Chan, intentará (volver a) ligar, ya que es un tarambana, con la contorsionista el circo. A Chan la estancia le costará más de un susto. Oland sigue bordando el personaje.

Buena película, llena de pistas falsas y de personajes curiosos que enriquecen la trama. Y ese circo tan bizarro, donde los fenómenos eran seres humanos sintientes.

Y un discreto homenaje a una famosa narración de Edgar Allan Poe.

La larga familia de C. Chan se asoma a la pantalla para satisfacción de los espectadores que hasta ese momento no habían tenido la oportunidad de disfrutarla al completo.
Y no podían haber escogido mejor ocasión que en el contexto de un circo en cuyo seno los problemas requieren la activa participación del sagaz detective chino.
Y aunque el episodio resulta menos plausible que en otras ocasiones, ya que el guión resulta algo flojo, la trama se desarrolla con interés desde el principio y siempre está adornado por esa media chispa de humor internacional que tanto gusta.
Entrega ligera, suavecita, pero con los rasgos de ingenio que caracterizan al intrépido detective, tan estupendamente interpretado por W. Oland.