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La casa del tejado rojo (2014)

La casa del tejado rojo
136 min.
6,6
762
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Disponible en:
Suscripción
Tráiler (JAPONÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
Ambientada antes de la II Guerra Mundial (1939-1945), muestra la vida cotidiana de una humilde familia que vive en Tokio. La historia comienza cuando Takeshi encuentra una colección de diarios que escribió su difunta tía Taki Nunomiya. A través de esos íntimos escritos, tanto la joven Takeshi como el espectador van conociendo la realidad que vivió la familia antes de que estallase la guerra. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Familia Años 30 Años 40
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Chiisai Ouchi (The Little House)
Duración
136 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2014: Festival de Berlín: Mejor actriz (Haru Kuroki)
2015: Japan Academy Awards: Mejor actriz de reparto. 9 nominaciones
6
Contenido, moroso y exangüe relato de unos amores bobalicones y trasnochados
Desde hace años que sigo con sumo interés las películas del veterano cineasta japonés Yôji Yamada, nacido en septiembre de 1931 y en activo desde 1961. Su anterior película estrenada en España fue la excelente – aunque pasase casi desapercibida – “Una familia de Tokio”, hermosa recreación de una clásica cinta de Ozu. Pero esta vez ha errado el tiro y nos presenta un manido relato de amores contrariados, disimulados, malversados y malvividos en el Japón de 1935 a 1945. Todo resulta falso e impostado: la recreación de época es de cartón piedra, demasiado luminosa y colorista para el momento histórico que retrata. Los vericuetos de la trama – muy japonesa en el disimulo de los sentimientos y en el pudor de la mirada – nos llega desvaída y marchita.

El exiguo lance se alarga durante más de dos largas y fatigadas horas hasta desembocar en un atisbo de emoción y catarsis que luego se prolonga durante una coda demasiado premiosa que no saber concluir ni rematar con sencillez o rotundidad lo que ha planteado. Mucho viaje para tan poca alforja. Quizás el mayor problema sea uno de ensamblaje y cohesión. Cada escena por sí misma y de forma aislada funciona, está bien rodada y resulta encantadora y primorosa en su estudiada frialdad, contención y mesura. Pero el conjunto no avanza, parece del todo inerte y acaba fatigando, al encadenar escena tras escena, sin apenas variación ni progresión, sin sembrar en el espectador ni una brizna de inquietud, turbación o interés en los pormenores y meandros que retrata.

Pero tanta sencillez, discreción, repetición y primor en vez de sumar, restan interés y agotan al espectador por un exceso de suavidad y dulzor. Demasiado merengue, por bueno que sea, empacha. Porque aquí parece que tanto cuidado, esmero, exquisitez, mimo y delicadeza no llevan a ninguna parte y uno se queda por siempre esperando alguna sorpresa o algún abrupto sobresalto o alguna ruptura atroz… pero todo es previsible, cansino, premioso. Y los saltos en el tiempo no producen nostalgia o ensoñación, sino más bien incredulidad y cansancio, porque no hay cambios de textura ni de matiz y todo se acumula, desordenado y desatinado, en un desván apolillado.

Sí, las dos actrices protagonistas están muy bien. Y hay algún hermoso momento de belleza y poesía, pero el balance final es el de una exhausta decepción, tanto metraje, tanta espera, tanta demora… para bien poco.
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20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Yoji Yamada en plena madurez vital y creativa
Cuando aún está reciente el recuerdo hace pocos meses de UNA FAMILIA DE TOKIO, el magnífico remake de CUENTOS DE TOKIO, la obra maestra de Yasujiru Ozu, el veterano cineasta nipón Yoji Yamada (nació en 1933) presenta en Berlín su nueva obra. Asombrosamente, THE LITTLE HOUSE sigue acreditando la maestría de uno de los pocos creadores audiovisuales que, a contracorriente, de forma se diría que contestataria de puro insólita, decide seguir oficiando su profesión ateniéndose al canon del cine clásico puro. Habrá quien lo catalogue de anacrónico, de rancio, de superado por el tiempo… Para quien esto escribe, el anacronismo de llamada sólo cabe calificarlo de milagro.

Yamada sigue ateniéndose a la honestidad fílmica en la que embarcó su obra tras el inicio de la llamada Trilogía del Samurai. Continúa fiel a ese espíritu humanista, respetuoso y cargado de emoción disimulada gracias al cual ha conseguido forjar un estilo inconfundible y, sobre todo, visto el panorama de la cinematografía contemporánea, muy necesario: ese gusto por la hegemonía de cámara fija, por el encuadre clásico, por la gramática del cine hasta la llegada de los movimientos de los años sesenta, en la que el cineasta debía expresar sentimientos, tomas de posturas, arrebatos y contenciones sometiéndose al imperativo de unas reglas escénicas inquebrantables, por el mimo constructor de planos inscritos obedeciendo a la lógica de la narración, o por la sencilla pulcritud del ordenamiento de los objetos dentro de la acción encuadrada… Sí, es cierto, Yamada pertenece a otro tiempo y por eso cautiva el esfuerzo que hace por reclamarlo.

THE LITTLE HOUSE nos propone, de partida, un tipo de narración en la que ya ha embarcado más de un proyecto anterior: la del relato contado; esto es, la de un hilo narrativo del que surge otro, que se constituye en el segmento narrativo principal. Como muchas veces en Yamada, el ejercicio de la memoria actúa como dispositivo dramático de primer orden; la revelación de hechos no conocidos disponiendo ese sigilo cauteloso y cortés al que el director responde con el sabio comedimiento de su postura tras la cámara. El respeto para con la voz que ya no existe o que confiesa como mandato firme e inexcusable.

En esta ocasión, el entramado argumental se inicia con el entierro de una anciana solitaria. En el sepelio están sus más allegados: sus dos sobrinos y el hijo de una de ellos. Oficiada la ceremonia, todos acuden a la casa de la difunta para emprender las tareas de desamueblarla. La sobrina encuentra una caja en la que la difunta ha dejado escrito que quiere que sea para el hijo de ésta. Él lo abre y encuentra, escrito con su propia mano, el relato de sus memorias, que él mismo le había conminado a concluir. THE LITLE HOUSE narra la existencia de esta anciana que acaba de morir, centrándose sobre todo en el espacio de su vida que pasó en Tokio, trabajando como criada en una casa, en la que ella será la testigo principal de una historia de amor imposible entre la señora y un compañero de trabajo de su marido.

Impecable y maestro como siempre, Yamada dispone toda su acreditada brillantez para el sigilo y la cuidada transparencia que necesita el relato contado. El realizador japonés brinda una admirable lección de miramiento, solicitud y densidad de contemplaciones cautelosas, en el que indaga en el universo del melodrama romántico estilizado, nada estridente, como siempre elegante de planteamiento realizativo y esmerado en la gradación de los afectos y las acometidas emocionales. Causa un inmenso placer asistir al festival de mesuras narrativas y escénicas mediante el que Yamada resuelve la complejidad observativa que le prestan una mujer enamorada que no puede dar rienda a esa pulsión y la mirada temerosa, cortés, analizante, obediente y cómplice a su pesar de la única mujer que sabe de ese amor. Yamada ha vuelto a demostrar que pocos como él saben aprehender el peso de las heridas de una vida a lo largo de su tiempo.
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13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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