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El oficio de las armas (2001)

El oficio de las armas
105 min.
6,3
882
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Sinopsis
En los albores del siglo XVI, el joven Giovanni de Médici era capitán del ejército papal en la campaña contra los lansquenetes del emperador Carlos V de Alemania. En vida, ya era un mito, pues se lo disputaban los príncipes por su gran experiencia en el oficio de la guerra. Amaba la vida. La diosa Fortuna y las mujeres le sonreían. Ni un pensamiento sobre la muerte cruzaba su mente. Su ruina fue la aparición de las armas de fuego: una bala de cañón le alcanzó una pierna, la gangrena se extendió y hubo que amputarla. Aún así, la necrosis fue inevitable y el feroz guerrero falleció el 29 de noviembre de 1526. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Aventuras Histórico Siglo XVI
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Il mestiere delle armi
Duración
105 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Italia-Francia-Alemania-Bulgaria;
Links
Premios
2001: 9 Premios David di Donatello, incluyendo mejor película y mejor director
2001: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
2001: Premios del Cine Europeo: Nominada a mejor director y fotografía
"Una especie incatalogable de lección de historia. (...) Fresco histórico lejano, pero apasionante. (...) obra exquisita, minoritaria, pero que no debieran pasar por alto quienes buscan en el cine, además de un juego y un espectáculo, una forma viva, todavía irremplazable de conocimiento."
[Diario El País]
8
El oficio del cine
Extraña y hermosísima película. Extraña por su discurso narrativo, muy fragmentario y alejado de las convenciones narrativas al uso para una película que podría calificarse de histórica o bélica y que en realidad es alegórica: Olmi nos presenta la disolución del orden moral que hace honorable en una época el oficio del guerrero. El joven capitán Giovanni de Médicis simboliza ese antiguo orden: es un hombre admirado y respetable que se dedica a las armas, nadie de su época pone en duda su grandeza. Su muerte por un disparo artillero alemán simboliza la destrucción de ese código de honor y causa conmoción entre los de su clase. Si esta película estuviera ambientada en el siglo XX seguramente el equivalente de Giovanni de Médicis habría muerto en un atentado suicida de un terrorista islámico: nosotros juzgamos estas acciones como inmorales e ilegítimas, pero lo que realmente es inmoral e ilegítimo es la imposición por la violencia. Por tanto, el bello y joven Giovanni de Médicis es el último representante de una forma de guerrear no más digna, sino simplemente anticuada: cualquier discurso sobre el honor sobra. El oficio de las armas no muere con Giovanni sino que se perpetúa con los que quedan, con sus equivalentes. La repulsa al uso de la artillería por parte de los príncipes italianos no es más que una declaración hipócrita, como la que hacen los estadistas actuales respecto a las armas químicas o atómicas.

Olmi no sólo ha bebido en las fuentes narrativas de los mejores Bresson y Tarkovski, sino también en las de sus aciertos formales: los actores no pueden estar mejor elegidos, especialmente el protagonista (guapísimo, para qué vamos a andar con rodeos). Esta es una de esas películas de época que recrean la pintura del momento y, claro, estamos hablando del Renacimiento italiano en su esplendor: aquí, sin embargo, no hay esa sensación de envaramiento o de fiesta de disfraces que abunda en las películas históricas. Olmi refleja el avispero político italiano (la península estaba fragmentada en mil territorios dominados por nobles locales que intrigaban unos contra otros) a través de una presentación de personajes multitudinaria. El director, como he apuntado arriba, desprecia las convenciones del cine bélico (¡cuántas batallitas nos ha ahorrado!), del de intriga (la película es circular y termina donde empieza, con el funeral por Giovanni de Médicis) o del sentimental. Tras una primera parte bélico-política, Olmi se instala en la cabecera de la cama de Giovanni y allí nos quedamos todos, acongojados con la agonía del condottiero, estremecidos, emocionadísimos.

No me cabe, sigo espoleando pero sin reventar nada:
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40 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Las armas no crearon las guerras.
El cine italiano está igual o bastante peor que el español desde hace mucho tiempo, por eso de la misma forma que ocurre por aquí, se suele prestar mucha atención a los nuevos trabajos de los directores con trayectoria, porque se quiere recuperar un prestigio que sólo es posible con grandes películas que traten temas que trasciendan de lo que pasa en la charcutería de abajo o de las inquietudes de la peluquera.

Por eso cuando se estrenó “El oficio de las armas” en Italia, fue recibida con aplausos y resultó la vencedora de una forma arrolladora en la noche de los premios David di Donatello. Es cine de autor, pero al mismo tiempo tiene pretensiones de retrato y análisis histórico.

Personalmente pienso que Ermanno Olmi no termina de explorar todas las posibilidades que la cinta permitía, a medida que avanza el metraje se decanta sin ningún tipo de titubeos en una especie de biopic del condottiero Giovanni de Médicis, abandonando otros candidatos que en un principio parecían que podrían tener más peso del que nos brinda el resultado final. Se recrea demasiado en el asunto de la pierna, lo cuál demuestra que la anécdota morbosa para muchos sigue siendo más importante que el frío armazón histórico.

Hay que destacar la calidad técnica de la película, la fotografía de Olmi nos acerca más que nunca a la belleza de muchas obras de las mejores pinacotecas europeas, aunque al mismo tiempo, ese mismo “gusterse” de Olmi en las imágenes, recae como una losa en la narración.

No me convence tampoco el dar gato por liebre en el rodaje de Bulgaria, país precioso pero sin la fuerza y el magnetismo de Italia. Si Olmi quería hacer una obra oscura y tenebrosa, lo consigue, pero no logra que me crea que estoy en la bota transalpina. Esa luz es única, aunque sea invierno.

Recomendaría el visionado de “El oficio de las armas”, aunque mucho me temo, como ya se puede comprobar, que no es una película con excesivos admiradores. Llama la atención de algunos pensando que es una película bélica, y no lo es, es cine de autor, y se aburrirán. Por el contrario muchos amantes del cine independiente como las mujeres tampoco se acercaran puesto que no habla de la vecina del segundo que cuida a la viejecita del cuarto, mientras se enamora del chico del tercero y compran la comida en el restaurante hindú de abajo. Como le pasó a Giovanni de Médicis, la batalla para esta película está a la larga perdida.

Nota: 6,5.
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19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
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