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Voto de Macarrones:
8
Drama. Aventuras En los albores del siglo XVI, el joven Giovanni de Médici era capitán del ejército papal en la campaña contra los lansquenetes del emperador Carlos V de Alemania. En vida, ya era un mito, pues se lo disputaban los príncipes por su gran experiencia en el oficio de la guerra. Amaba la vida. La diosa Fortuna y las mujeres le sonreían. Ni un pensamiento sobre la muerte cruzaba su mente. Su ruina fue la aparición de las armas de fuego: una ... [+]
2 de abril de 2008
40 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraña y hermosísima película. Extraña por su discurso narrativo, muy fragmentario y alejado de las convenciones narrativas al uso para una película que podría calificarse de histórica o bélica y que en realidad es alegórica: Olmi nos presenta la disolución del orden moral que hace honorable en una época el oficio del guerrero. El joven capitán Giovanni de Médicis simboliza ese antiguo orden: es un hombre admirado y respetable que se dedica a las armas, nadie de su época pone en duda su grandeza. Su muerte por un disparo artillero alemán simboliza la destrucción de ese código de honor y causa conmoción entre los de su clase. Si esta película estuviera ambientada en el siglo XX seguramente el equivalente de Giovanni de Médicis habría muerto en un atentado suicida de un terrorista islámico: nosotros juzgamos estas acciones como inmorales e ilegítimas, pero lo que realmente es inmoral e ilegítimo es la imposición por la violencia. Por tanto, el bello y joven Giovanni de Médicis es el último representante de una forma de guerrear no más digna, sino simplemente anticuada: cualquier discurso sobre el honor sobra. El oficio de las armas no muere con Giovanni sino que se perpetúa con los que quedan, con sus equivalentes. La repulsa al uso de la artillería por parte de los príncipes italianos no es más que una declaración hipócrita, como la que hacen los estadistas actuales respecto a las armas químicas o atómicas.

Olmi no sólo ha bebido en las fuentes narrativas de los mejores Bresson y Tarkovski, sino también en las de sus aciertos formales: los actores no pueden estar mejor elegidos, especialmente el protagonista (guapísimo, para qué vamos a andar con rodeos). Esta es una de esas películas de época que recrean la pintura del momento y, claro, estamos hablando del Renacimiento italiano en su esplendor: aquí, sin embargo, no hay esa sensación de envaramiento o de fiesta de disfraces que abunda en las películas históricas. Olmi refleja el avispero político italiano (la península estaba fragmentada en mil territorios dominados por nobles locales que intrigaban unos contra otros) a través de una presentación de personajes multitudinaria. El director, como he apuntado arriba, desprecia las convenciones del cine bélico (¡cuántas batallitas nos ha ahorrado!), del de intriga (la película es circular y termina donde empieza, con el funeral por Giovanni de Médicis) o del sentimental. Tras una primera parte bélico-política, Olmi se instala en la cabecera de la cama de Giovanni y allí nos quedamos todos, acongojados con la agonía del condottiero, estremecidos, emocionadísimos.

No me cabe, sigo espoleando pero sin reventar nada:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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