Si alguna vez te preguntaste qué sucedía más allá del final del relato lorquiano, aquí hay una película con un buen par de cojones para representarlo.

Y parto de la base de que los actores nunca me han gustando, pero es que aquí todos brillan (en la oscuridad) con luz propia.

Tiene sus dejes, sus manías típicas de nuestro cine, (ese aire de suficiciencia que sólo esconde la carestía de medios). Pero perdonamos esos pequeños defectos por el entretenimiento de calidad, las mórbidas críticas al casticismo católico, y esa actriz, Macarena Gómez, que por fin transmite el desequilibro en su estado más prosáico y cencerro.

Es cierto que tiene un aire a Misery y a "La Comunidad" que apesta, pero al igual que "La Isla Mínima" se vestía con el traje de "True Detective" para vender su producto. Debajo de la cáscara, está un auténtico producto con denominación de origen.

Merece la pena verla, degustarla y compartirla. 100% libre de caspa.

En éste trágico país, no sabemos apreciar nuestras grandes obras. Recuerdo leer en las frías estancias de East Anglia, el relato lorquiano de nuestra España más castiza. A cada palabra leída en voz alta, sentía como la fría reverberación del relato que nos ocupa, escalofriaba a toda la panda de hooligans con exceso de vitamina b y etanol.

Jamás he sentido más orgullo por un escritor y una obra que nada ha de envidiar a ningún autor de la literatura universal. Y por ende, huelga decir que uno de sus relatos más vindicados, es su "Casa de Bernarda Alba". Una especie de azote (post)costumbrista a las zafias maneras del postureo íberocainita..

Mario Camus sabe captar toda esa esencia, toda esa frialdad y malevolencia hueca encarnada por una actriz,
(que en otro país ya hubiera tenido tres Oscar). Desgraciadamente, Irene Gutiérrez Caba, fue nacida en la España franquista, y no ha lugar mencionar lo gris y nichoso de aquel periodo. Pero su Bernarda Alaba no sólo escalofría, si no que converge en un cúmulo de valores tan ortodoxos y medievales, que es difícil no rendirse ante semejante encarnación.

El resto ya es leyenda, pero una leyenda ya olvidada. Como tantas otras obras cinematográficas, "La Casa de Bernarda Alba" resulta tan brutal como sincera, y eso en un país de lolailos, no gusta. Así nos luce el pelo... Somos los típicos tontos a los que nos dan una llave y una cerradura, y nos entretenemos con la inventiva carraca, esperando que en algún momento, suene la clave de nuestros males.

Película de obligado visionado, que si hubiera sido estrenada en el Hollywood de los años 40', ni Alfred y su "Rebeca" hubieran aguantado el tipo.

Voy a ser conciso con ésta película: es un timo.

Esa mezcla entre "Paranormal Activity", "Blair Witch Project" y los típicos/predecibles vuelcos finales habituales en éste director, impiden que te centres en la historia: los chavales protagonistas son cansinos, la pareja de abuelos sobreactúa de mala manera y el desenlace final es tan desaborido como ñoño.

El epílogo final pretende dar una dimensión "moral" de las relaciones padres/hijos, lo que unido los raps del crío, hacen de la peli una experiencia aun más esquizoide de ésta amalgama tutifruti entre pañales usados, comedia chusca, Shakira y dramón para no dormir.

Lamentablemente, ésta cinta no ha aguantado el paso del tiempo tan bien como el resto de la filmografía carpenteriana.

Es cierto que tenemos al icónico slasher enmascarado, con una presencia y carisma indiscutibles. Los planos contrapicados a lo Psicosis, así como su agobiante presencia, le han merecido por derecho propio, el ser uno de los villanos más famosos de los 80'.

¿Cuál es el problema? El ritmo, la película comienza sin dilación, va al grano y mantiene el pulso narrativo sin pestañear. El problema viene en los siguientes tercios del filme, lo que en un principio era una presencia amenazante, se vuelve en una especie de cámara lenta que se recrea en los planos secuencia que no aportan nada. Haciendo de una historia, a priori terrorífica, en un sopor difícil de contener el hartazgo.

No es ni de lejos la mejor película de John Carpenter, y sólo es obligado su visionado para entender el cine Slasher de los 80', donde marcó un antes y un después.

El Titanic es el epílogo de un director ególatra, ñoño y, a veces, brillante, (Aliens, Terminator, True Lies) un tío con varios divorcios a sus espaldas, firmó en el año 97' la cinta que definitivamente lo consagraría de por vida como uno de los grandes, (nada desdeñable para un tipo curtido en la serie Z como pupilo corneriano en "La Galaxia del Terror" y la olvidable, pero divertida, "Los Vampiros del Mar")

Cameron reflejó mejor el amor en cintas como Terminator, (Connor-Reese) que en ésta oda al hedonismo hepático cuasi glaucomático. Le pasa como a Cronenberg: cuando hablan subrepticiamente de sus obsesiones, quedan como auténticos genios. Cuando yuxtaponen y monopolizan sus mensajes, es cuando se vuelven insulsos y hasta plastas, (Cronenberg en "Un Método Peligroso")

El caso es que el Titánic no es más que la hierática aliteración del amor enfermizo: aquel al cual nos aferramos al por menor de los sentidos comúnes, pura egolatría narcisista, masturbación en el autoengaño. sin darnos cuenta, que quizás el Titánic al que postramos todos nuestros ideales, no es más que un discreto flotador que, inexorablemente, dirige nuestras prefabricadas expectativas hacia la autodestrucción.

No sería justo alinear ésta película en el género del terror. La película se encuadra más en el género del suspense, el horror y la denuncia social sin contemplaciones. Al fin y al cabo, lo que ésta película muestra, es un paso más allá de lo realizado en filmes como "Última Casa a la Izquierda", "Perros de Paja" y "¿Quién puede matar a un niño?".

Michael Fassbender y Kelly Reilly hacen un magnifico trabajo como pareja acosada por una panda de hooligans post púberes. Pero quien se lleva la palma es Jack O'Connell, como el psicópata líder capaz de todo con tal de salirse con la suya. Por momentos recuerda a los malvados Zé Pequeno de "Ciudad de Dios" o al inefable pelirojo Malachai de "Los Chicos del Maíz". O'Connell es un grandísimo actor que si aquí reparte cera, en la peli '71 (Yann Damange, 2014) recibe su contraparte, siempre sin perder el realismo que imprime a sus personajes.

La historia no es nueva, pero lo que llama la atención es la brutalidad y contraposición de mundos, (la pareja es de clase media británica y la pandilla de psicópatas son producto de la working class inglesa, de lo más abyecto que hay en aquel país) así como su magnífico desenlace. Algo que estaría vetado en Hollywood y que no a todo el mundo gustará...

Una película dura, pero honesta y de calidad. Preparad a contener los puños durante su visionado. No deja indiferente.

Sí! He de confesarlo! Lo hice! YO APRETÉ EL GATILLO!

Película insulsa, maniquea y aburrida. Yo no veo ni culto a la naturaleza ni omnisciencia malévola humana. Lo que veo es una película anclada en unos valores ultra-conservadores, pasados de moda. Ni cuando la ví de niño me conmovió ni ahora de adulto siento nada hacia Bambi.

Es la típica película Disney con dos únicas lecturas: los malos son malísimos y los buenos lo son tanto que aburren.

Encuentro más inocencia en la mirada de una prostituta en la calle que éste panfleto manipulador.

Cuando era niño, mi madre tenía la costumbre de contarnos historias y cuentos de terror para dormir. Si hay algo que el tiempo me ha demostrado, es que nadie como ella para imbuir el horror: el tono de voz, los gestos y interpretación bien la hubieran hecho una de las mejores si alguna vez se hubiera dedicado al "StoryTelling", (muy bien pagado en el norte de Europa) Esa capacidad para transmitir sensaciones sugestivas a nivel Cum Laude, introdujeron en mi una pasión desmedida, casi irracional hacia el género del terror, tanto en la literatura clásica, (Perrault, Chaucer, Grimm, Villeneuve, Carter...) como en el cine y el arte general.

Ahora bien, es de sobra sabido que el género no pasa por una de sus mejores épocas. Bazofias pseudo "psicológicas" como Babadook, Mamá o todo el terror oriental, (The Ring, The Grudge) no asustan ni a un polluelo. Principalmente porque tratan de hacer del "horror" un pastiche pseudo intelectual, aséptico y aburrido.

Sin embargo, recuerdo estar dando clases y recibir el vídeo de éste corto en el móvil, y tras verlo, no puede aguantar la emoción y lo puse a mis alumnos: la cara de estupefacción fue insólita. Que chavales de 17 y 18 años se quedaran atónitos, refleja el nivel de impacto y maestría visual que ofrece ésta pequeña maravilla de tan sólo tres minutos. Tres únicos minutos para cepillarse dos décadas de terror insulso, (los 90' y los 00')

Porque el terror está hecho de esa materia oscura, vívida y depredadora, reside en las formas informes y puntiagudas, en el miedo más primigenio, en los tonos verdes, en los extraños sonidos; aquello que está grabado en el ADN de todo bicho viviente desde la noche de los tiempos cuando la humanidad moraba las cavernas. Esa penumbra que te pone los pelos de punta, sin saber por qué, sabes que algo, abominable o no, está en los rincones más oscuros de tu mente. Lo irracional, definitivamente, reside en nosotros, y espera que apagues la luz, para cobrar forma definitiva y posar sus garras sobre tu pescuezo. Definitivamente: LUCES FUERA!!!

Pasa con todo: con la música, la pintura, la fotografía, la comida. Siempre que se genera una corriente de opinión general, es difícil mostrar una opinión contraria a la de la masa.

Algo parecido pasa con "El Sexto Sentido": no hay lista de mejores películas de terror, donde ésta no ocupe un segundo o tercer lugar. Algo que resulta recalcitrante, corto y hasta pedante. Pues ésta cinta de terror no tiene nada: es pura y simplemente un drama con momentos de tensión, (suspense el justo).

Pero claro, en una conversación gafapastil quedas como dios si mencionas ésta película como de tus favoritas del género. ¿Tan cortos de miras nos hemos vuelto? Lo mismo ha sucedido con el otro engendro, "Babadook" un drama más propio de Antena 3 domingo por la tarde que una historia de terror.

¿A qué juega la crítica? La película es floja, muy floja porque desde el minuto cero la suspensión de incredulidad es nula. Ya sabes lo que hay, y el drama existencialista tampoco llega a colar porque no conectas con el prota, ya que su drama es perfilado sucintamente, dando por sentado que el espectador rellenará los agujeros del guión con alguna peregrina teoría de la Gestalt.

En resumen: es una cinta floja, aburrida y predecible. Una muestra de cuan snob y wannabe se ha vuelto el público, que se atreve a postular semejante producto como la mejor película de terror de los 90'. Esa manida coletilla "Terror Psicológico", sólo manifiesta la carestía de talento e ideas para revitalizar el género.

La serie vox populi, la que tienes que ver si no quieres que te tilden de raruno, el siguiente suceso después de Friends...

La serie no tiene argumento. El protagonista Ted Mosby es un niñato presuntuoso y narcisista adicto a los dramas de pareja, que se revuelve como los cerdos en el fango de la autocompasión. Es cierto que la serie comienza bien, los personajes, (en especial Barney y Robin) aportan cierto halo de realidad y diversión. Pero luego están los recalcitrantes Lily y Marshall, (más bien Yogui y Bubu): la primera es la tipa que se lo hacía con una flauta en American Pie y el segundo, el típico muermo que llegas a dudar hasta que sea padre biológico, (imagino que Lily le haría primero una paja para autoinseminarse a lo Boris Becker)

Es una serie muy cansina y, que como ya he dicho, parece ir indicada para maníacos depresivos o advenidos post breaking ups que buscan identificarse con algún olvidable momento pasado. Mi consejo es: ¿A quién demontre le importa cómo conocí a vuestra madre? Sal de la cueva y vive la vida! Con series como éstas ahora se entiende por qué hay tanto Peter Pan adicto al litio y al valium.

Una mujer que lo tiene todo, está dispuesta a perderlo con un único objetivo: saciar esa celosía enmarañada de deseo y locura para dar con los huesos en la cruda realidad.

Se suele decir que las personas son como puerco espines: aunque haga mucho frío, no pueden arrimarse entre si, se hieren. Desideria es eso mismo, un puerco espín de insaciable locura. Pues lo suyo no es amor, es locura desatada por un egoísmo atroz. No es que desapruebe su aventura con el turco, si no la degradación moral a la que se somete ella y su entorno. Ella es "su suya puta", única y debida a "su suyo chulo" ad infinitum... Presa de su propia trampa, incapaz de aceptar su realidad...

No es una mala película, revisitada recientemente y con la novela leída años atrás, es difícil no sucumbir al relato dantesco de una mujer, cual tsunami, regala un tórrido paseo al remanso, antes de sobrevenir toda su tragedia.

Yamán es la alegoría de la llave y Desideria la cerradura, cada vez que se funden en el licencioso arte de la dominación, el resbalón del portín va cediendo más y más holgura, para finalmente dejar la puerta deshilachada mostrando en cueros las miserias de ambos.

Una película y un director putativos por antonomasia. Sabes que las pretensiones son de bajos vuelos, pero el trasfondo es irremediablemente atractivo y complejo. Una pena ceder a la sexualidad, lo que la novela pedía a gritos: follar la mente, no la vista.

Recientemente, tuve el "prestigio", hasta el "pedigrí", de ser el invitado de honor, (testigo y lector de misa) en la boda de una antigua amiga. Afortunadamente, también se casaba un familiar, con lo que tuve la excusa perfecta para no asistir al bodorrio.

Con o sin excusa, un mes después no me libré de una llamada muy airada de mi "amiga" expresando cuan decepcionada se sentía conmigo, por "traicionarla" de esa forma, en un soliloquio de reproches que más parecían un confesionario amoroso, que una charla de tú a tú con un amigo.

Y entonces me percaté de todo, aquello no fue una boda, aquello fue como una llamada de auxilio de la tórtola para con el desdichado mundo. Y entonces recordé al inefable personaje de Julia Roberts en ésta película, donde una egocéntrica obsesionada con su "mejor amigo" trata una y otra vez de destruir su vida. En cierto sentido, recuerda también a "Young Adult": personas inseguras que hacen de la fabulación, un modus operandi para sobrellevar sus tristes vidas.

Una boda, con Richard Gere o Perico Lospalotes, es una decisión maniquea y hasta manifiesta de lo vacío que puede llegar a ser el amor: como esas personas que en las redes sociales cantan lo mucho que aman a sus parejas. Todo se ha vuelto tan superficial, tan sórdido...

Película de usar y tirar, se lo pasa uno mejor leyendo las críticas que viéndola.

Decididamente nunca he sabido elegir a mis amigos ni a mis novias. Cada vez que se proponían darme el gusto de llevarme al cine, acabábamos viendo mierda como ésta.

He de reconocer que soy un intolerante a la lactosa fílmica. Esa que se pega a las retinas y a las paredes intestinales provocando hernia de hiato o el Síndrome de Crön: imposible aguantar las flatulencias mientras ves el bodrio.

Si en el mismo momento de rodar la película, reventara todo el reparto, (al igual que el Congreso de los Diputados) se acabaría con el cáncer y el hambre en el mundo. La simple existencia de ésta clase de productos, refleja cuan superficial, falsa y ególatra es nuestra sociedad. Hasta el punto que hay gente que se "emociona" viendo ésta mierda. Lo peor de todo, es que viene a refrendar una serie de valores castizos y casposos al cual más putativo: el espíritu navideño como "académica palánca" (pobre Unamuno...) para amores frustrados, reconciliaciones y cuernos varios. Esa clase de moralidad yanqui, bajo sonrisa profident: no importa cuanto me la chupes el día del año, que la hora siguiente ya te estaré poniendo los cuernos con otro/a. Supongo que las parejas cuando quieren buscar algún tipo de reconciliación, se someten a una lobotomización viendo panfletos ultraconservadores y consumistas como los que jiña el inefable Garry Marshall.

Recuerdo haber visto ésta peli en mi primer año de carrera, en la asignatura de Psicología Evolutiva... Recuerdo como una profesora mal follada, intentaba relacionar el temario de la asignatura con ésta película porno light. Acerca de las reflexiones de una infeliz por un calvo ciclado con perilla de esos que se estilan tanto ahora en programas como Mujeres, Hombres y Viceversa, (verdad Rafa Mora?)

La impresión que causó la cinta fue de que aquel día la señorita de marras quería romper el hielo de forma totalmente desafortunada. Ver a toda una Dora Venter y una Cristina Bella, (estrellas porno sobradamente conocidas en sus trabajos para Private) montándoselo con el volúmen a todo trapo frente a dos cientos estudiantes mayoritariamente del sexo femenino, fue un espectáculo surrealista que a día de hoy trato de encajar.

Desde luego, la película al igual que la profesora y sus reflexiones ginecológicas, eran un coñazo de arreate constipao. Laura no es que esté sola, es que está como un cencerro y su macho alfa se la folla porque es una guarrilla que esconde sus parafilias en reflexiones de parvulito. Es lo que nunca he entendido: a las mujeres les gusta tanto o más el sexo que a los hombres. Y si bien es cierto que a veces se agradezca cierta mesura, elegancia y sofisticación en el lenguaje sexual de una mujer, (es lo que realmente cualquier hombre desea de una mujer) resulta ridículo encontrarte con especímenes narcisistas como Laura, cuya obsesión por frotarse con el calvo, es soporífera sin olvidar sus paranoides reflexiones.

Establecida como una especie de catarsis frente a aquellos que se sienten "feos" por ser gordos. La película nos ofrece una visión bastante acertada del problema de la obesidad: el problema no es la gordura, el problema está en el impacto psicológico y la auto-indulgencia que lleva al sobrepeso, a tomar consciencia de si mismo y apoderarse de la personalidad del obeso.

Es como el drogadicto: el yonki no lo es tal por las drogas en si mismas, si no porque existen otros problemas personales, psicológicos y sociales que predisponen a la persona al consumo. Es decir, es consecuencia y no causa.

Decía en el título, que si eres obes@, deberías leerte al autor inglés John Donne y su "Deidad del Amor". Donne a parte de un escritor excepcional, era un tipo listo, pues establecía que, para alcanzar el Rubicón sexual y amoroso, siempre era preferible engatusar a una "fea" antes que a una "guapa", pues la primera sólo por el acervo de intentar gustar, sería siempre más tendente que, la remilgada guapa, en satisfacer las bajas pasiones.

Esto es lo que en líneas generales ofrece Gordos, y en resumidas cuentas es lo que hace a la película una experiencia francamente interesante y novedosa.

Una vez más me topo con mi querido (sic) Bigas Luna, el intrépido plagiario de Tinto Brass... El ínclito mozo que nos sirvió jamón jamón con olor a coño y a ajo, (Me apuesto el dedo gordo del pie izquierdo a que Miguel Delibes se inspiró en Jamón Jamón para una de las más celebérrimas escenas de su novela: "El Hereje")

Una vez más y como ya hiciera en otras deplorables cintas, Bigas Luna usa sus películas como mera excusa para "reclutar" a inocentes jóvenes, dispuestas a todo por alcanzar el estrellato en el cine "independiente" europeo, (¿desde cuando es "independiente" una película financiado al 100% por el Estado?: el cine español, al igual que los sindicatos son la viva imagen del Sindicato Vertical del franquismo: pura pantomima e indigencia cultural)

La película incide en la obsesiones del director: las tetas y los coños, a ser posible peludos, pues el objetivo es ser transgresor, (aunque el mismísimo Vincent Tomas, el rey midas del porno, se parta el culo de semejante esperpento de director) y para rizar el rizo, nos pone a un edípico niño obsesionado con esa anotomía, y la actriz, la macizorra Mathilda May, (sí, la misma "extraterestre" vampira que se pasó todo el metraje de "Life Force" en cueros)

Supongo que no hubo quien para decirle al señor Luna: -Socio, no a todos los tíos nos van las tetas grandes-

Y es que una cosa son unas tetas grandes y otra cosa bien distinta, unas tetas bien puestas. Aquí ni una cosa ni la otra, si no todo lo contrario: es decir, pura bazofia trascendentalista.

Es curioso cómo han cambiado los tiempos... Cuando era un chaval, llevaba unas gafas de pasta que odiaba a muerte porque me impedían jugar al fútbol, (se rompían con la mirada) así que me vi obligado a apuntarme al taller de baile y de guitarra. A pesar de ello, nunca me sentí marginado, practicaba ciclismo de competición y me relacionaba tanto con los "nerds", (clases de baile y guitarra) como con los "matones", (los del fútbol). Ahora ser un "nerd" está de moda, es cool y hasta "sexy". He vuelto a recuperar mi colección gafapastil y veo que hasta Cristiano Ronaldo se pone unas.

Por supuesto la película se centra en la vieja denominación del "cuatro ojos" y aunque falla en mostrar el porqué de la existencia de ese submundo llamado nerd, (al que ahora se denomina hipster o geek) Sí que representa el calvario y putadas al que habitualmente se ven sometidos. Brindando momentos de cachondeo y frikismo por doquier.

A modo de reflexión, siempre he detestado a los "nerdies" o los que van de "frikis": esos que por ser cool tienen que ir sacando su orgullo gafapastoso aunque sólo sea pura fachada. Al fin y al cabo, es lo que tiene la democratización del Gafapasta: un gilipollas puede serlo con o sin gafas. Total, ya lo dice el dicho: sólo un dedal de yodo distingue al genio del imbécil.

Una peli simpática, old school y que hace que cojas cariño a los "viejos nerds".

Se denomina ginofobia al temor de un hombre hacia una mujer, ya sea por trauma infantil o como consecuencia del acoso de una mujer hacia un hombre.

Danny DeVito va más allá de la comedia negra, de hecho, da un puñetazo en la mesa contra aquellos que ven en la mujer un agujero sobre el que verter todas las miserias del mundo. Contrapone dos personajes profundamente antagónicos: Douglas, (macho alfa, triunfador y conservador) y Turner, (mujer independiente y liberal) ambos se enzarzan en un epílogo conyugal que deja a "Quien teme a Virginia Wolf" como una hermanita de la caridad, (si bien es cierto que ambas son completamente distintas en el trasfondo y forma de encarar la crisis de pareja)

Lo más interesante de la película, es cómo Turner pasa de mujer florero. No acepta su rol de "secundaria" frente a Douglas, un marido con sus miserias y al que subestimar a su mujer, le llevará pagarlo caro. Algunos apuntan a un cierto aire misógino o ginofóbico en la propuesta, pero ni mucho menos: DeVito refleja sin florituras cómo del amor al odio sólo hay un paso, y de cómo un divorcio jamás puede acabar bien. Pero siempre en clave de comedia, muy negra, pero entretenida y fresca a pesar de los años.

Eyes Wide Shut es una de esas películas de opiniones encontradas. Por un lado están los que la detestan, (principalmente por el bombo que se le dio, a la, por aquel entonces, pareja de moda: Cruise-Kidman) y los que apreciamos sus virtudes.

Aunque no soporto a Tom Cruise (y mucho menos a Nicole Kidman: que aquí sobre actúa de mala manera). El erotismo de la realización y el propio relato son lo suficientemente potentes como para atraparnos en su viaje onírico.

Leída recientemente la novela corta de Arthur Schnitzler, "Un Relato Soñado": es justo destacar la inmensa labor realizada por Kubrick: respeta la novela, pero además imprime su propio sello.

Tanto el relato original como la película son en si mismas, un aventura para adultos. Si de niños nos identificábamos con los protagonistas de los Goonies, ya de adultos, es imposible no sentir algún tipo de atracción por Eyes Wide Shut; una aventura en clave adulta, perversa y hasta froidiana. Porque la película no es más que los diversos avatares del pusilánime Bill para hacer frente a la "fantasía" sexual de su mujer. Henchido de celos y venganza, desea probar aquello que su mujer ha fantaseado, sin percatarse de los peligros desconocidos de su compulsión.

Una vez más, toda la pulcritud y desmesurada frialdad estética, (profusión de tonos cálidos, con iluminación azul) nos llevan al engaño: detrás de toda esa asepsia, se esconde un relato perverso y retorcido. Tomando como cúspide, el ritual masónico sexual. El voyerismo y la sensación de confidencia, de culpabilidad. De eso trata Eyes Wide Shut, de nuestros placeres culpables y de cómo el sucumbir a ellos, nuestros demonios más ocultos pueden azuzar nuestro narcisismo supremo para revalidar una vez más la farsa conyugal ¿Qué importa sucumbir al placer si diariamente asistimos a un letargo lento y soporífero donde la mentira y el engaño son patente de corso otorgada por la institución marital? Sólo que Bill es un cobarde, cuya balanza es hecha pedazos con los extraños personajes que, misteriosamente, van desapareciendo.

No extraña pues, que tras la película, la pareja Cruise-Kidman rompiera. En el filme esa falta de química y ausencia de comicidad, es más que evidente. De lo cual se sirve Kubrick, para hacer un retrato de una relación que es más un muerto viviente, que una connivencia del contrato social del matrimonio: el coito es esa excitante abstracción Miltodiana del Paraíso Perdido porque refleja la obstinada y cerril obsesión del hombre por volver a entrar de donde una vez fue expulsado.

A ti de vida, el infame coso ésta española serranía, con el toro por montera, capeando en pelota picada al trasluz de luna mezquina, un garzón (Christopher Rydell) menea el rabo a escondidas para demostrar cuan vestigioso e íbero es... Mas el garzón cae en las ardides del éxito, no sin antes jalonarse unos frondosos cosos, entre lidia y lidia, dicen por ahí, una candora cocainómana, (Saron Stone) pestañea al son que arriba la ola, no sin antes enseñar algo de carne, algo de felpudo, la muy ella: toda pechugona. Y en su páramo candor y en su estío lastimero ... se constriñe el castizo mugir, que con resabia premura e íbero cerril, desloma su fuste en las nalgas de la fermosa doncella, cual espada en ristre, clava en estoque del inocente chicarrón. No sin saber, que pronto clamará al mundo: "-Siento dejar éste mundo, sin probar... pipas Facundo-"...