Esa ristra de actores que se lee en la ficha es falsa, y tiene que tener nombres de relleno, sin ningún género de dudas. Ocurrirá irremediablemente siempre que trabajen Hoffman y Streep juntos.
Este debe ser el argumento más escueto que se haya conocido. Todos sabemos lo que es dudar, no sé, puede que no, y no creo que hagan falta tres sermones completos para entender esa escena final hacia la que la película entera, con toda su minitrama y el total de sus secundarios espectrales, va dirigida.

Sobre todo si son pretenciosas, y más aún si las protagoniza Will Smith con mil primeros planos. Una maravilla.
Comienza de la mejor manera posible: Will Smith se va a suicidar. Este subidón apenas dura un segundo, porque es un flash back o algo de eso. A partir de ahí tenemos 50 minutos, más o menos, en los que no se sabe quién es quién ni qué se cuece dónde.

Gabrielle Mechino Unhuevo filma sosegadamente escenas brísicas, lo que viene a decir que en todos los diálogos entre personajes una suave brisa hace menear las cortinas. Mola la medusa, por cierto. Y que no se me olvide que si la cabeza de Will Smith es una cuádrica, sus orejas son los respectivos gradientes de la misma en cada tímpano. Si me muerdo la lengua me enveneno. Dios no lo quiera, no quiero que este señor aparezca en mi habitación leyéndome un cuento, por dios. Y el caso es que en El Hormiguero me dio la impresión de ser un buen tipo, y lo sigo pensando, ¿y esta película de qué coño va?

Me sacan la cicatriz de la chica 50 veces porque la vida es muy dura en la India y encima el prota besa la raja a conciencia. Qué asco.

El personaje es feo con mala leche. He visto poca gente tan fea. Y tan gilipollas. Qué tío más repugnante.

Reconozco que los créditos del final sí molan con todo el reparto bailando una especie de Bollywood travoltero.

Y por fin sé lo que es el montaje en el cine. Aquí lo he visto claro. El director se siente tan orgulloso de su obra que nos regala unas últimas imágenes en rewind. Puag, qué asco. El muy pringao se cree que se ha salido. Y encima después la peli tiene un éxito que te cagas, osea que me lo imagino todo el día sonriendo y dándose palmaditas en la espalda a sí mismo. Por lo menos le servirá para quitarse la caspa que lleva encima.

El protagonista, no sé si lo he comentado ya, qué tío más feo. Qué cara de capullo. No he visto una cara de capullo más clara en mi vida. Llamarle capullo sería repetirse. Es como llamar gato a tu gato.

Lo del pueblo llano unido por el televisor celebrando la victoria del capullo este es de una verosimilitud que alucinas, ¡pero si todos queremos que pierda y se lleve un chasco!, como con la vieja esta de Inglaterra, que la han tenido que encerrar y dar baños de agua hirviendo. Es lo que queremos todos, no jodas, somos así. Y más si el concursante tiene la cara de capullo que tiene este.

Espero que la película no intente denunciar los concursos de la tele, porque aquí en España vivimos un bochorno mucho peor que lo que aquí se saca, que jamás olvidaré. Todas las noches le regalo una arcada a Sobera y otra al pueblo español, conmigo dentro, por dejarnos humillar de semejante manera. Unión Fenosa, tres cuartos de los mismo:

Resulta que en EEUU un tío ganó el Quiere ser Millonario, y usó la llamada en la última en la pregunta para decirle a su mujer: “Cariño, prepara las maletas porque nos vamos al Caribe, me sé la última pregunta”.

Muy ingenioso. Sólo a una mente norteamericana podría ocurrírsele. Deben ser las palomitas. O la pepsipolla. Y ya sabemos que aquí en Europa, ese continente al que hace un par de siglos todavía se le podía mirar a la cara, toda esta cultura basura ha entrado con muy buen pie. Bueno, los alemanes siempre han sido así de guarros y horteras.

Aquella curiosa noticia me la enseñó mi padre en un pequeño recorte de un periódico de derechas, of course.

Pues al poco tiempo, en ese mismo periódico asqueroso, como todos los periódicos (salvo el Qué, que trae unos sudokus de la hostia), venía en la sección de la tele la noticia de que en España teníamos otro millionaire de estos. Muy bien. ¿A qué hora lo echan? ¿Habrá anuncios antes?

La primera vez que vi a Laura en Laura me enamoré de ella. Todo era emocionante, intrigante, misterioso...
Ahora que vivo enamorado de Marisa Tomei, me doy cuenta de que la película es un poco sosa.
La recordaba más oscura, más inquietante, más dramática, más creíble y más profunda.

Lo de los hermanitos que acaban enfrentados en la guerra ya cansa hasta extremos insospechados. Cambien de recurso dramático, por favor, cuenten otra cosa, sisplau.
Además, en los años 20, la gente tenía otra cara.
No sólo evolucionan los lagartos y las algas, el ser humano cambia, para bien o para mal, pero cambia y aquí el prota tiene una cara más moderna que un bluetooh: mucha ambientación y mucho vestuario, pero al personaje principal se le ve a millas de distancia que es de la era post-wifi, así que el traslado temporal queda automáticamente descartado.
We could be heroes, just for one day…

Ocho años antes, Fonda resultaba amargo y desgradable en el papel de coronel Owen Thursday a base de expresiones rectilíneas, estirando sus facciones, tersando la piel. En Falso Culpable, a golpe de parábolas invertidas, interpreta a la perfección el pan. ¿De qué trabaja Fonda? Hace de pan.

Posiblemente la única película de Hitchcock sin humor. Posiblemente, la película que más me gusta de Hitchcock. Teniendo en cuenta que lo que más me atrae de Hitchcock es su humor, pues no me entiendo ni yo. El caso es que la austeridad de la historia es impecable y su principal pega es sin duda el cartelito del final, que tira por tierra todo el esfuerzo empleado en joderte la tarde. No es culpa del gordo, está claro, sino de esos señores que se empeñan en marear la perdiz.

Algo ocurre en Hollywood. Sylvester Stalone, Jeff Daniels, Alec Baldwin y otros actores en las horas finales de su carrera en la Meca del cine, han sufrido extrañas malformaciones generales en la testa, principalmente en lo que se refiere a las dimensiones. No deberían seguir creciendo más que las orejas y la nariz, sin embargo las viejas glorias continuan aumentando el ancho, el alto y el fondo craneal, pero a distinta velocidad.

La película es una bien contada historia de trama política, periodistas en acción y políticos corruptos, que no aporta nada nuevo, ni impresiona, ni atrae, salvo por la escena del garaje.

Se recomienda disfrutar, más que de la trama, la música o las interpretaciones, de estos extraños sucesos físicos que acontecen sobre las estrellas, por ejemplo, sobre el prota, Russell Crowe. No se sabe si es así de guarrindongo en la realidad y por eso le dan papeles de sucio, o si sus roles son de gente aseada, a los que él dota con un toque personal metiendo la cabeza en un barreño de grasa. Si se fijan bien, en esta película hay escenas en las que aparece con tropezones por la cara.

Es impresionante con qué rapidez se apunta la peña al carro.
Culpables: Cube y El Experimento, por estar bien hechas, y Saw, por generar dinero.

Hacer guiones de estos es bastante cómodo, supongo, pues la fórmula es sencilla, sólo hay que sustituir datos. También resulta fácil de rodar: con una nave industrial y unos buenos maquilladores, ya tienes de sobra. Bueno, y un currele que apague la luz de vez en cuando.
Director sirve cualquiera. Actores, ya se sabe: un puñadín de chicos y chicos monas, algún negrito, algún viejecillo y algún empollón. Dos gritos, dos sustos, un poquito de sangre, y arreando que es gerundio.

Resumiendo esta película puede hacerse:

sin director
sin actores profesionales
sin ideas
sin mucho dinero
sin experiencia

¿Porque no hago yo una entonces, ya que soy tan listillo?
Pues por el "sin" que omití: sin escrúpulos, que en lo que a dignidad se refiere trato de retenerlos en la medida de lo posible.

La cosa empieza a toda pastilla: dos hombres y una mujer juegan a ver quién de los tres es más infantil. Primero en París, luego en la playa. Se comportan como críos. Como críos estúpidos. Eso sí, son artistas, ojo, y saben recitar párrafos profundos de obras mayores. De hecho, a Jules y a Jim les apodan Don Quijote y Sancho Panza. Qué honor. Aunque habría molado más que les llamasen Rinconete y Cortadillo, lo que pasa es que estos últimos les sacan 87 años mentales.

Así que ahí está ella, con su irresistible atractivo, no físico, sino… sino… pues no se sabe bien, la verdad, porque la señorita es repugnante.

Y eso, que si se lía con uno, que si se lía con el otro, que si se queda preñada, que si no, París, la costa, Alemania, la guerra, Albert. Todo ello con una reflexión brutal que se ha de adivinar, más que nada, porque si no te la esconden, te quedas dormido. Es por mantenerte atento y tal y tal.

Truffaut tiene oficio de sobra. Controla. El amigo pilota un huevo, en concreto el que le cuelga menos, pero con el otro, el de por mis santos, no hace llegar la historia, y no sólo poque sus personajes sean repulsivos, sino porque la narración va sobrada. Además hay ciertos momentos pop, de zooms, imágenes congeladas y mini pantallas que resultan grotescos, a mi parecer, más que sutiles.

Inmadura en casi todos sus aspectos.

Las hermanas
Bolena
eran unas
bonachonas

Se vestían
tan enjutas
que parecen
un par de reinas

El rey Enrique
número ocho
quiere comerles
todo el terreno

Pero al pobre
Enrique octavo
no le comen
bien el reino

Y cuando el rey
la espicha
aún tiene dura
la palabra

Si no ganó
ningún Goya
fue porque Eric
no sacó la pasta

Como Scarlett
interpreta
No se ve nin_
_guna treta

Si españolas
fuesen las protas
saldrían todas
en los trailers

Si trabajase
Raquel Meroño
le veríamos
todo el cine

O si una fuese
Maribel Verdús
nos enseñaría
su país

A Paz Vega
la adivino
con su furor
ultrajado

Pero sale
la Escarlata
que es un poco
monarquista

El guión
de letra y puño
es un gigan_
_tesco truco

Inglaterra
cerca de Escocia
la peli es una
balada

Basada en hechos
reales
apta para
subconscientes

Hecha por Justin
con mano izquierda
el resultado es
una muestra

De cómo el cine
resulta nulo
cuando se hace
con dinero

Y la novela
poco arregla
Philippa tenía
la razón

Orígenes

El mamigüevo nace de la necesidad de distinguir el castellano “normal” que se aplica al doblar el inglés, del castellano que se habla en la película original, al estar protagonizada por hispanos. Existe un conocido problema desde que el cine es sonoro y se dobla. Cuántas escenas de western resultan un jaleo, cuando un vaquero chapurrea con una mexicana y luego su compañero pistolero le pregunta en español ¿qué ha dicho?, en la versión doblada, claro. En fin, ya me sentiende.

El doblaje se vio obligado a diferenciarnos el español hablado del español doblado, y de ahí nació el mamigüevo.

En aquellos westerns se usó la idea principal del dialecto: exagerar el acento mexicano. El mismo vaquero cambia su español según hable con otros pistoleros o con los mexicanos. Esto no ha muerto, no crean. Gente como Aznar lo sigue practicando, hagan memoria reciente.

Pero quizás la primera aparición estelar del dialecto llegó de boca de Hattie McDaniel, la entrañable Mammy de Lo que el viento se llevó, primera actriz de raza negra en ganar un oscar, y eso que en Hollywood desconocían que ella fue la Quijotina del mamigüevo.
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Características

El mamigüevo es una variante del spanglish más rancio.
Es un dialecto nacido en las salas de doblaje españolas y exclusivamente practicado en ellas, así que, por desgracia, no se puede escuchar en la calle.

Etimológicamente bebe de las telenovelas de la América latina, de las cuales adopta numerosos términos, principalmente aquellos que más llamen la atención en España. No importan sus distintas procedencias. México, Colombia, Puerto Rico, Perú... menos Brasil, por razones evidentes, y Argentina, porque parece que imitas a Jorge Valdano, todas valen, sin distinción.

El mamigüevo es fácil de entender, y se escribe con facilidad, aunque no es un lenguaje escrito, pues no se usa para los subtítulos, sin embargo su rama oral es compleja, y se centra, principalmente en la exagerada interpretación de las vocales. Con un ejemplo se entenderá mejor.
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Ejemplo práctico: “hijo de puta”

Pronunciar en mamigüevo “hijo de puta” no es fácil, pues para ello hay que hacer diptongo entre todas sus vocales, sin saltarse ni una sola de las consonantes.
En “hijo” no es difícil, ya que la “j”, se toma como una “h” muda mal pronunciada, es decir, pronunciada.
Pero en “puta” es harto complicado resaltar la “a” tras la “u”, sin olvidarse por el camino la “t”. Es chungo.

Se ha de tomar como referencia el “señorita escarlata”, que dobló magníficamente Carmen Robles. El diptongo entre la primera y segunda “a” de “escarlata”, sin dejar de pronunciar la “r” y la “l”, no tiene precio. Una delicia para los oídos. Bravo Carmen, bravo.
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Parece que ya no queden historias originales por contar, ni sorpresas de guión con las que sorprender, o tramas con las que impresionar. Pero de esto hace ya mucho, así que decepción, en ese aspecto, poca.

El rumbo que han adoptado los profesionales de la industria cinematográfica de Hollywood para compensar esta ausencia general se puede esquematizar en tres aspectos:

1. Los guionistas montan la trama alrededor de algún aspecto social moderno.

2. Los productores otorgan exotismo a la película, localizando, si el guión no lo ofreciese, parte del metraje en algún lugar desconocido para el norteamericano medio, sabedores de que el turismo en pantalla puede remediar un posible bajón de ritmo, o contratando algún actor que no pertenezca a la parrilla de estrellas del momento, como pueda ser algún extranjero de cierta relevancia, algún famoso de otro campo o alguna vieja gloria.

3. Los directores muestran su realización con acrobacias técnicas.

En Deception se han usado los dos primeros puntos. El primero funciona: un club secreto de intercambio de sexo entre ejecutivos y urbanitas sin tiempo para la relación social que al espectador divierte, no por su parte erótica, que es prácticamente nula, sino por su retrato social. La segunda no resulta tan exitosa, pues el exotismo queda relegado a un segundo plano, por ventura para el que aún mantiene atención en la historia y acompaña a los personajes hasta su final.

Existe una versión larga, de 170 minutos, que es una recreación todavía más minuciosa de esta fantástica historia submarina. (FILMAFFINITY)

Desmenucemos esto:

Existe...

Esta palabra a nadie puede impresionar después de haber visto lo que se ve en Abyss. Existir es algo secundario al lado del amor de la Maestrantonio y Jarris. Es el amor que todo lo puede. Su amor te hará buena persona. Sonreirás en situaciones extremas. Tu vida te dará igual. Lo importante es que ellos se amen. La humanidad, el arte, la sexualidad, tu familia, la muerte, la vida, el Big Bang, el fuego, el aire, el placer, el dolor, la luz, la oscuridad, el agua, la longitud, la luna y todas esas cosillas, carecen de importancia al lado del romanticismo heroico de estos dos.

...una versión larga, de 170 minutos...

Ejem, estoy por no comentar nada al respecto, a ver si me va a entrar la risa. Lo voy a dejar en que ya, de perdidos, al abismo.

... que es una recreación...

No puede ponerse en duda, desde luego. El Cameron es un flipao de los gordos. Se recrea largo y tendido. Manipulando conciencias a saco. Con una pretenciosidad extrema y sin miramientos. No ofrece opciones. Tú se la sudas. Lo que quiere de tí es tu admiración. Ni conoce la palabra complejo, ni conoce la vergüenza. Por eso no debe ser consciente de las dimensiones estratosféricas que puede llegar a alcanzar el ridículo en algunas de sus escenas, como esa en que se ponen a jugar a Hospital Central y dura sólo 4237 minutos, o el beso de los tortolitos con el agua al cuello. Por no hablar de lo irritante que resulta que te indiquen el camino para adorar a los protagonistas, a partir de las cómplices sonrisitas de los secundarios. Para vomitar un abyss por la boca.

... todavía más minuciosa...

Ni mi nuciosa ni su nuciosa. Es una recreación americanosa, fliposa, mariposa, estupidosa, cualquiercosa... pero minuciosa no.

... de esta fantástica...

Fantástica es un término que igual te sirve para un roto que para un descosido. Trampa.

...historia submarina.

Sí, la historia va de que Menstruantonia, harta de interpretar siempre a la mujer de un abogado o un policía, decide aceptar el papel de divorciada. Como es muy cabezona físicamente por los pelos que lleva, siempre hace de testaruda. Tan testaruda, que toda la trama consiste en que Ed Harris haga lo imposible para que ella acepte volver a ser su mujer. Y llega a hacer cosas que no podéis ni imaginar: desde resucitar muertos, hasta soportar una presión que aplastaría el Titanic, pasando por entablar amistades extraterrestres o salvar el planeta tierra. Lo que haríamos cualquiera de nosotros por una mujer, vamos. Aún así, no queda muy claro si la Monstruontonio acepatará o no.

Voy a intentar escribir sobre Arabesco sin mencionar la película anterior del director:

Todas las piezas de la producción están bien hechas, pero el engranaje no tira mucho, necesita un tubo de escape. Éste debería ser el humor, y sin embargo es precisamente el apartado cómico el culpable de convertir un tal vez interesante thriller político en una somera charada, uy, que me diga... chorrada, quería decir chorrada. Vaya, no lo he conseguido.

No voy a hablar de El Golpe, así que si quieres leer algo de la peli de George Roy Hill, puedes elegir entre las más de 80 críticas colgadas en esta misma página, 237 blogs que encontrarás en cualquier buscador, o 7 libros escritos exclusivamente sobre ella. Yo voy a hablar del hombre. No del ser humano en general, sino del hombre. El que tiene colita. Sí, esa cosa que se levanta a la mínima ocasión. Bien:

¿Saben ustedes la chica que aparece en la peli, esa que no es la camarera?
La primera vez que vi la peli, pensé: vaya cardo borriquero. Es imposible que Robert Redford se enamore de ella, y la trama entera se me cayó a los pies.

Cuando volví a verla, ya con 30 años, pensé: es un cayo malayo, pero no me importaría, como dice mi amigo Txarly, indicarle hacia dónde está Cuenca.

A día de hoy, me parece verle cierto encanto.

En el programa de Garci, Qué grande es el cine, uno de los jóvenes (menos de 60) invitado por José Luis osó opinar lo mismo que yo con 15 años, y el resto del inserso tertuliano (más de 60) saltó encima suyo como fieras en celo: que si es "una señora estupenda", que si tiene una érótica descomunal, que si se la llevarían un fin de semana a Benidorm, etc.

Conclusión: el hombre, cuanto más viejo, más salido, aunque sus empalmes se sucedan con menor frecuencia, en el caso de que sucedan.

¿Te imaginas que te sientas en tu sofá de tres plazas a ver Goodfellas, y se te sientan a izquierda y derecha dos pesaos que no paran de hablarte en la oreja y pinchar tus vinilos recopilatorios de los 70 a todo trapo en la cadena de tu salón?
Si has visto Cansino no te engañes, no es imaginación.

Por los pelos no es ésta la peor película del cine apocalíptico, ya que 28 semanas después dejó el listón muy bajo. Tan bajo que incluso La Fuga de Logan o El Día de Mañana resultan interesantes. No ocurre sin embargo con ésta, que por muy mala que fuesen el resto de películas de nuestro frágil planeta, no conseguiría despertar la más mínima emoción en un habitante terrestre.

Diversas razones avalan este criterio. Para empezar, el dinero. Este género requiere presupuestos altos, como los de Soy Leyenda, o en su defecto, unos recursos que puedan paliar su ausencia, como por ejemplo, una deslumbrante imaginación. Es evidente que guionista y director no pueden presumir de lo segundo, y espero que tampoco de lo primero, porque si no, me gustaría saber en qué han despilfarrado los dólares, ya que ni Ruffalo, ni Glover, ni el resto de la tropa, son megaestrellas de las que permanecen día y noche en el candelabro. El gasto sólo podría explicarse si hubiesen pagado un dólar por peca a Julianne Moore. Y es que tres cuartas partes del metraje transcurren dentro de un hospital y sin efectos especiales.

Sí, esto es denunciable, porque la principal característica de este género es su potencia visual, esa que ofrece un mundo devastado, abandonado, descontrolado… y sin esas imágenes, no se puede presumir de estética bíblica. Evidentemente la película no está obligada a pertenecer a él, pero es que sus intenciones así lo reclaman, y por tanto debe ser sacado a la luz semejante engaño.

Digo engaño, porque Meirelles trata de metérnosla doblada con una historia secundaria de víctimas y tiranos que se aleja del objetivo principal, cambiando la denuncia inicial por otra bastante trillada ya y mucho más fácil de realizar, por el simple hecho de ahorrar esfuerzos neuronales y pasta gansa. Pero aquí la plebe ya no nos chupamos el dedo. Al menos no tanto, y en nuestra escasa exigencia queda cabida para una pequeña petición: ritmo y agilidad. Y damas y caballeros, este 75% de cinta es un tostón de campeonato. En La Niebla, dentro del supermercado, se puede palpar la tragedia del exterior y además se lo pasa uno teta con los bichitos.

Tampoco está obligado ningún autor a dar explicaciones de los acontecimientos de su historia, pero hay que decir que se agradecen. Y más en este género, donde la gracia radica muchas veces en cuán suculenta e ingeniosa es la fuente de la catástrofe humana. No hace falta sentenciar, se puede sugerir alguna hipótesis en boca de algún personaje, o alguna teoría sin confirmar. Es decir: un pequeño empujón para que el espectador le de vueltas a la posibilidad real. Eso entretiene y debería ser obligatorio, por que si no, puede crear precedente, y dar validez a cualquier desgracia sin necesidad de justificación. Y eso no mola nada. A estas alturas no pedimos una explicación tan redonda como la de El Planeta de los Simios, nos conformamos con una vulgar excusa como la que Shymalan expone en El Incidente.

Clint, una vez más, juega con la ética como con un blandiblú: se la pasa por los cojones, te la tira a la cara, hace figuritas cachondas... pero el tío es un maestro del birlibirloque y te engatusa, te hace reir, e incluso te toca un poco, aunque muy de refilón, la fibra sensible. El rifle como mejor amigo, una planta de anciano envidiable y un coche maravilloso, aunque a mí, que no entiendo mucho, me parece un cuatro latas.

Todo en orden. Un 6.

Pero amigos, ojo. El fin está cerca. Los jóvenes españoles que se hicieron actores en los 80 terminaron con el cine patrio. Lo mataron a sangre fría con sus interpretaciones de EGB. Ya está más o menos asimilado. Es una putada, pero en fin, hay más países en el mar.

¡Cuidado: esto también puede estar cerca del fin! Ahora la juventud española, esa que no sabe ser útil si no pasa hambre, que en época de vacas gordas se deja llevar por el capricho y la apatía, ha invadido definitivamente uno de los pocos terrenos de los que podíamos sentirnos orgullosos: el doblaje. Sí, desde hace unos años vienen contaminándolo con sus voces amelódicas y sus entonaciones anti naturales, pero aún se podía sentir el fresco en la alargada sombra de las generaciones anteriores. Ya no. Esta película constituye el final de este infravalorado arte. Es penososo y avergüenza a cualquiera. En la sala más de 5, y más de 6, metíamos la cabeza debajo de la butaca abochornados.

Se acabó. Caput. Estos chavales le han cortado los huevos a Constantino, lo han grabado en móvil y lo han colgado en internet. Si ya eran pocos los argumentos (por no decir ninguno) que teníamos los que vemos el cine extranjero en español, ahora no nos queda nada, se acabó el séptimo arte para nosotros.

Damas y caballeros, madres y niños: arránquense las orejas. Reviéntense los tímpanos. Sumérjanse en mercurio. Ya no hay vuelta atrás.

Morgan Freeman supongo que es el nombre de guerra de Aloysius, Joshua o Isaiah, Brown. Sea como fuere, he aquí las 5 leyes de Hombre Libre:

1. Si Morgan trabaja en una película, su personaje es blanco. Para disimularlo se crearon las leyes número 2 y 3.

2. Si Morgan trabaja en una película, su personaje es presentado fregando suelos.

3. Si Morgan trabaja en una película, su personaje es el mejor amigo del protagonista blanco.

4. Si Morgan trabaja en una película, su personaje narra la película.

5. Si Morgan trabaja en una película, su personaje está a punto de retirarse.

Respecto a Million Dollar Baby, decir que es de lo peorcito de su director, previsible en todo momento, lacrimógenamente barata, y de personajes más planos que el pecho de la Swank, de la que por cierto también hay 5 leyes que paso a detallar:

La fuerza visual de El Luchador no se debe a la fotografía sino al aspecto físico de Mickey Rourke y la dulzura de Marisa Tomei en un paisaje urbano abandonado que no necesita un buen objetivo para impactar. Del mismo modo, la parte técnica, algo vulgar, saturada de persecuciones a cogotes, queda relegada a un segundo plano por la fuerza dramática de la historia, que conmueve gracias a unas interpretaciones colosales, y se alza dando sombra a los detalles artísticos, ayudada por el mentado carácter gris de las localizaciones y la nostalgia inyectada en dosis de heavy ochentero.

Rourke se sale construyendo a The Ram, un personaje que, en mi opinión, ya tiene su butaca reservada en la sala celestial.