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La perfecta desconocida
La perfecta desconocida (2016)
  • 5,2
    473
  • Estados Unidos Joshua Marston
  • Rachel Weisz, Michael Shannon, Kathy Bates ...
5
Complete unknown
Y a renglón seguido, ¿a quién toca interpretar?

“Podía ser quien yo quisiera”, renacer e inventarse cuantas veces gustara, necesitara o permitiera, libre para soltar amarras “y decidir qué es lo siguiente”, sin cargas, sin remordimientos, la reina del disfraz audaz y competente, que de repente siente la urgencia consoladora de ver y contactar con quien la conoció íntimamente, antes de embarcarse en todo su alocado periplo de fondo vacuo.
Enfermiza mentirosa cuya patología no cesa, incluso extiende el curioseo de su querencia a quienes la rodean, recreación de personalidades como entretenimiento u alivio, como algo pasajero o como estilo de vida tomado muy en serio, parte y requisito de carencia imperiosa no revelada.
Ritual especial y acaparador, que trae recuerdos del pasado a un presente confundido temporalmente, ante la aparición de un real fantasma que no se sabe de dónde viene ni a dónde va, lamentos y recriminaciones en una puesta al día que no se sabe qué pretende; abandonarlo todo, incluso quién eres, para resurgir en nueva vida escogida pero ¿cuándo se detiene?, ¿cuándo tiene bastante?, ¿cuándo está feliz y satisfecha en dónde se halla?, aunque entonces, ¿para ser quién de todos los escogidos?
Compulsiva demanda de cambio de identidad, que tiene en su bella protagonista su máximo acierto y valor, una Rachel Weisz siempre cumplidora, inteligente y cautivadora en sus actuaciones, tanto en presencia física como en absorción plena del personaje.
No pretende ir a ningún lado, ni cambiar nada, sin destino concreto su única pretensión es narrar una inesperada visita, más interesante y seductora en su primera parte enigmática que en su revelado posterior, de quién se fue y de quién se ha sido en todo este tiempo, para proseguir en quién se será próximamente.
Es relajada y anecdótica, un sencillo escuchar peripecias de una mujer inquieta, que huye y cambia con constancia paranoica de si misma aunque, por una vez, siente melancolía y añoranza y solicita querido añejo compañero de viaje y aventuras; un escuchar sereno, de nulas emociones invertidas, salvando el esfuerzo de la veterana actriz y su compañero de reparto Michael Shannon que, con todo, no alzan cuestionable apetitoso interrogatorio, ni ético ni oportunista, a través del guión que manejan entre manos; únicamente presenciar el relato, fantasioso o veraz, de una extraña familiar invitada a una cena de cumpleaños, en un peculiar desfile de existencias, como pasatiempo fugaz y ligero de una colapsada velada de amigos, alterada por los imprevistos acontecimientos.
“Complete unknown”, una completa desconocida, que vuelve temporalmente a la cercanía de las sensaciones y sentimientos vividos; el poder de dejarlo todo atrás, con sus buscados beneficios, también con ese mínimo reparo en contra que duele, se lamenta pero asume como parte del equipaje, para esos elegidos infinitos rumbos de variable maleta.
Historietas dentro de una historia, contada como chascarrillo del vacío existencial de una mujer frágil, que utiliza el anonimato de la ciudad para desaparecer y realizarse de nuevo; solo que no logra despertar gran entusiasmo, devoción o atención por ella, la pasividad acaba reinando en su narración, presuntamente vitalista.

Lo mejor; Rachel Weisz.
Lo peor; continuo diálogo, de emotividad ausente.

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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lamb
Lamb (2015)
  • 6,1
    174
  • Estados Unidos Ross Partridge
  • Ross Partridge, Oona Laurence, Jess Weixler ...
6
Lamb
¿Un lobo vestido de cordero, o simplemente cordero?

..., y no se decide a actuar -tampoco sabes si lo pretende-, y no se sabe decir de qué va, únicamente desconcierta y aturde; prepara el terreno con detalle y esmero, es simpático, amable y divertido, cariñoso, honesto y abierto, incómoda y desconcertada le observas avanzar, ganar espacio y confianza..., y todo es expectante, extraño y disconforme.
La inocencia de una niña/la perversidad de un adulto -¿también inocente?-, una pareja inquieta de unión desigual, pues uno tiene un deseado plan elaborado/la otra está confusa y ensimismada al mismo tiempo; es lenta y relajada en su proceso de ir al matadero, si es que va, lo esperas pero lo dudas, y en esa indefinición y despiste te preguntas si es un demonio, o un desequilibrado, o un buen hombre desorientado.
Un amor malentendido, de quien emocionalmente es inestable, y de quien afectivamente está necesitada y necesitado; el argumento mantiene una tensión uniforme, de incertidumbre perpleja, hacia un perturbado que no muestra sus garras directamente, que juega al embiste y al engaño, a la indeterminación con un espectador que no le entiende, ni acepta, ni sabe realmente qué hace.
Es sosegada en sus tiempos, acuciante en sus sentimientos, tranquila en su padecimiento, inverosímil según actos, sabia según otros, de situación anómala; un incomprensible adulto, difícil de definir, que es David en sociedad/Gary en sus fantasías personales, esas necesidades que le llaman hacia un prohibido enamoramiento, insano y enfermo, del cual se permite gozar una semana, escondido del mundo.
Abre sus puertas con escaso crédito de inicial contacto, una vez embarcado se recompone y adquiere interés de rumbo, motivo y desenlace, hacia el final pierde enteros, por ser una partida que opta por apostar sin rasgarse las vestiduras; su guión no quiere mancharse las manos, sólo insinuar los peligros de unas sensaciones nacidas de la desconexión y desencaje con el mundo y sus aceptadas normas.
“Lamb”, un tierno cordero, que despierta preguntas sin responder ninguna, ávida en expectación, con algo de torpeza entre medias; un acierto la pareja protagonista -especialmente la joven y expresiva Oona Laurence- en ese deseo de huir del vacío, el dolor y la apatía y hallar la belleza paisajística del mundo, en conexión mutua; 36 años de diferencia para una lectura doble, la que se confiere desde el punto de vista externo/la que crece al paso de su compartir tiempo y espacio.
El disentimiento es presente en el juicio, de forma constante y aturdida; no hay maldad, pero está mal/es una equivocación cuyas emociones se viven con acierto, produce rechazo, desasosiego y enigma de suceso.
Inclasificable relación de dos almas vagabundas y perdidas, donde crece la polémica sobre lo vivido..., ¿amistad, amor platónico, deseo sexual no manifestado?, todo cabe según ojos del que mira y juzga pero, lo cierto es que nada vuelve a ser lo mismo, para ninguno de los dos, tras su viaje.
¿Lobo o cordero?, ambas posibilidades dan miedo.

Lo mejor; la viveza de Oona Laurence, una fantástica incipiente lolita.
Lo peor; un guión comedido en su ambigüedad inconveniente.

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4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un monstruo viene a verme
Un monstruo viene a verme (2016)
  • 6,6
    38.544
  • España J.A. Bayona
  • Lewis MacDougall, Sigourney Weaver, Felicity Jones ...
7
Un monstruo viene a verme
Ayuda creativa, para soportar la vida.

No me gusta cuando me venden tanto, publicitariamente, una película, me insta a una actitud negativa respecto la misma, una involuntaria actitud defensiva ante el torpedeo continuo de información sobre ella, y Telecinco lleva más de un año agobiando sobre la grandeza y espectacularidad de la susodicha, multiplicado aun más tras su estreno y récord de taquilla.
Y con esas, y sin haber oído un comentario negativo sobre ella, acudo a su encuentro, para cerciorar su emocionante despliegue de sentimientos, o descubrir que la mayoría opta por una pasapalabra que nadie se atreve a interrumpir, o negar con una voz distinta.
Cuando tanta gente te habla maravillosamente de una cinta te pregunta ¿son exagerados?, ¿será para tanto?, no hay neutralidad receptiva de origen y, por tanto, por inercia esperas y deseas algo grande, no te conformarás con menos.
Y, aunque al principio crees que no es para tanto, resulta que sí lo es, que poco a poco, con seguridad y firmeza, sobriedad y arte, se va metiendo en tu corazón hasta hacerte emocionar con cerciorada lágrima incluida; “la vida siempre está en los ojos”, y la mirada de Lewis McDougall es pura expresividad magnífica, a la cual se enfoca la cámara con obsesión y devoción de dedicación plena, un gran acierto de elección para ese papel tan importante y decisivo, tan complicado de interpretar y transmitir en su conjunto.
Detener el tiempo, cambiar la realidad, la fuerza y coraje para llevarlo a cabo, a las 12:07 surge el tejo, ese fantástico árbol medicinal de la vida que le enfrenta a una verdad dolorosa aún no revelada, gracias a unas mentiras piadosas que cubren temporalmente el dolor y la angustia amenazante, pues para evitar éste, para demorar su llegada, se cree en la dulcificada falsedad, amoldada a unas necesidades que estallarán, más pronto que tarde.
J. A. Bayona acierta de lleno, en todos los sentidos, con esa delicada y afectiva historia de miedo y valentía, de desasosiego y pena, y su mayor logro es escoger con inteligencia, de aportado beneficio para el placer del vidente, a cada uno de los elementos integrantes del proyecto...
..., desde la emotividad de un guión sabiamente desarrollado, a unos diestros efectos especiales, cuya equilibrada y concisa sincronización y aportación es perfecta en cada fotograma, a la concienzuda fotografía, el detallismo escénico, la sensibilidad envolvente, la humanidad respirable..., y por supuesto, a su excelsa dirección, de ideas claras en el supremo objetivo a plasmar en esta maravillosa pesadilla, que va más allá de los sueños, para convertirse en una historia cuya criatura salvaje, danza libremente en el interior de la expectante audiencia, sin saber ni controlar qué desastre pueda causar en sus emociones.
“La mayoría no comen perdices”, y no va a ser diferente para este chaval “demasiado mayor para ser un niño, demasiado joven para ser un hombre”, que ha de enfrentarse a una anticipada madurez invisible, pero muy presente en su realidad, que golpea y castiga decidiendo condiciones y ruta de andadura, siendo el enfado, la culpa, la rabia y el sufrimiento piezas de viaje incorporados.
Es buena, obviedad sencilla ratificada por todo el que acuda a verla; te cautiva, te abraza y te emociona lentamente, de menos a más, con certeza de diana en las sensaciones evocadas.
Impresiona el monstruo/hechiza el niño/conmociona el relato, te devuelven el favor de ir a verles con la complacencia de lo visionado, el gusto de lo recibido, el sabor del recuerdo dejado..., sin duda alguna, la agresiva campaña publicitaria estaba justificada.

Lo mejor; el artístico talento de Bayona.
Lo peor; no verla en gran pantalla.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
I Am Not a Serial Killer
I Am Not a Serial Killer (2016)
  • 5,6
    4.033
  • Irlanda Billy O'Brien
  • Max Records, Christopher Lloyd, Laura Fraser ...
6
I am not a serial killer
Me miro, comparo y las desavenencias me abruman.

Uno se conoce por dentro, admite su interior más insano, inaceptable y devorador de esas ansias de llevar a cabo pensamientos impuros, endemoniados y satisfactorios para esa parte obscena, maleante y bribona que convive con nosotros; pero por sociedad, por educación, por convivencia, por freno de lo que podría llegar a ser o hacer, la persona se contiene, se modera, se controla y desvía su atención y mira hacia aquellos deseos y estímulos que le hacen crecer, mejorar, postergando al retiro, de esa esencia recóndita que de vez en cuando te lo recuerda, todo aquello que supone descontrol, avidez, ansiedad y destrucción de ese oculto y callado animal que llama, con insistencia, si no se le mantiene en equilibrio calmado y a ralla.
Pensamientos normales ¿cuáles son?, para el caso los que te alejan de ser un psicópata, pero del pensamiento al hecho hay un trecho importante, que marca la diferencia entre serlo o pensarlo, y con esas juega Billy O’Brien, una ambivalencia que cobra nuevo sentido, de curiosidad perversa, al presenciar un acto delictivo ansiado, como testigo, después de tanto imaginarlo.
“El corazón desea lo que desea”, la mente vuela al cielo infinito con sus macabras ideas, sin stop ni barreras, pero “tú controlas tu propio destino”, pues ejecutar es distinto de fantasear con proceder a aliviar el dolor que se sufre por dentro, con esa agresión externa hacia el otro, imprescindible la fina línea que les separa.
Interesante producción irlandesa, divertida, sarcástica y enigmática, que se abre paso entre el inverosímil robo de vidas y su admirador o discípulo, ni siquiera él lo sabe con contundencia; perplejidad que tienta el camino, seductor e inquietante, hacia su objeto observador, analizando y saboreando cada minuto y hallazgo.
Extrañamente sádica y romántica, aguda y enloquecida, inolvidable durante largo espacio de tiempo, quiebra, perturba y enamora de forma hipnótica y tétrica, con escena final exquisita y gratamente degustada; da en el centro de la pesadilla, del martirio, de la ironía, con un guión sabroso y apabullante en sus partes gustativas, todo en una pieza combinado con sagacidad, inteligencia y deshojada morbosidad analista.
El mal se oculta entre nosotros, vive a nuestro lado, cualquiera puede verse invadido por su placentero goce siniestro, ese que devora pidiendo cada vez más y que carcome por dentro.
Un adolescente que se pregunta por quién es, que no teme admitir lo que podría ser, que se esfuerza por frenar sus instintos y huir de sus peculiares ideas, todo en un marco de cuestionada normalidad; un filme independiente y diferente que maneja con arte el thriller, el terror, la negra comedia y el drama de fondo.
Gélida fotografía natural para una dirección silenciosa que, desvelado la némesis de sus entrañas, relega su punto hacia esa estrenada madurez enfrentada a la vejez sólida, en lucha de poder y sentimientos; cuestionada empatía, o ausencia de ella, de un devoto amor nivelado con hambrienta muerte.
El descrédito físico de un cuerpo achacoso, poseído por el alma energética de un demonio/ la rareza de un joven, aprendiz de psicópata, que husmea en si mismo admitiendo lo que encuentra; original, fresca, afilada, fascinante y entretenida, podría haber llegado a ser película de culto, pues tiene cierto aire al rozar puntos devotos, pero no remata con eficacia, su competente obsesión, de atención inquisidora, desvanece su idiosincrásico instinto cediendo en sus perfilados aspectos de base.
Basado en la novela de Dan Walls, ésta debe ser sugestiva y perturbadora pues la cinta, sin llegar a culminar todo su potencial, es estimulante, singular y tentativa.
“I am not a seria killer”, un asesino en serie que motiva a que lo sea, o no, su vecino, con la colaboración involuntaria de ambos; “no es terror, es tristeza”, es descubrimiento de la personalidad que se esconde en el fondo de la copa.

Lo mejor; la sorpresa de su acogida.
Lo peor; su veneración inicial no se confirma de pleno.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elle
Elle (2016)
  • 6,4
    18.918
  • Francia Paul Verhoeven
  • Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny ...
6
Elle
Una buena mujer, de alma negra.

Ocultar los hechos, como si nada hubiera pasado, el control de la normalidad como sostén y apoyo de fuerza y dominio, primera respuesta instintiva; segundo, contar a los amigos y familiares lo sucedido y oír consejos y opiniones disconformes con la suya, para llegar a ese estado ficticio de continuidad con la rutina, cual inmune persona que se recupera sola sin auxilio de nadie ni nada, donde la mente, las sospechas y las insinuaciones empiezan a jugarle malas pasadas.
Y el lento y escabroso historial familiar conocido tampoco ayuda, y surge un acoso de investigación individualizada que da sus frutos, pero también sus inquietantes secuelas.
Y este extraño drama, firme, frío, ambivalente, de víctima convertida en cazador persuasivo y avispado, de esa presa atacante que no se lo espera, aturde con perplejidad sentimental no definida, pues imposible sentir lástima por ella, tampoco empatía por sus actos; no se deja conocer, ni penetrar, demasiadas ramificaciones se extienden a partir de ella, únicamente cercioras que es luchadora, calculadora y superviviente, que no se achaca, que no se retira, que se adapta cual planta devoradora a las necesidades terrenales para salir victoriosa, con heridas menores, del puñetero destino que ella misma ajusticia a su manera.
Francesa es la producción y sin duda posee su innegable marca, esa ambigüedad de sensaciones para personajes duales que juegan a marear las relaciones y sensibilidades que de ésta reflexionas y se desvelan; te mantiene atenta, a ralla y expectante, por incomprensión de emociones, actitudes y desencaje del tormentoso camino.
Mujer exitosa que lidia con el reclamo patriarcal del dominio, con un marcado distanciamiento sensitivo con el mundo, por requisito de acecho ante la feroz competitividad dominante; un hecho violento abre el telón, único testigo el gato, de la primera conmoción se pasa a una frivolidad del suceso y de cómo ésta se maneja; no hay debilidad, ni lágrimas, ni socorro, hay soledad vergonzosa que debe mantenerse viril en todos los aspectos, como asumido papel de heroína que toma decididamente.
El devorador suspense está presente, variando su lado de vigilancia y mira; Paul Verhoeven vuelve magistralmente a una tragedia, la de la violación, con desencajados toques de ironía negra que apabullan y confunden, alteraciones insensatas, de giros impensables, que encuentran su equilibrio gracias al arte y destreza del susodicho director y del que se beneficia un expectante vidente, enmudecido y vigilante del siguiente paso.
Intensa y magnífica Isabelle Huppert, intenso y fascinante su personaje, intenso y soberano un guión que apuesta por el absurdo escenario de un violento ataque, que se convierte en seducción depredadora sin concesiones ni lástima.
“Elle”, ella, chica de ceniza/mujer gélida, dura, retorcida, impetuosa e intrigante, que protagoniza un thriller oscuro y cómico, enfermizo y retorcido que perturba y engancha, todo en uno con siniestra espera.
Domina y manda en un mundo de hombres, haciendo las cosas a su férrea y apabullante manera; asombra la máscara que encierra tan torturada esencia.

Lo mejor; la dirección y su soberbia protagonista.
Lo peor; deja asuntos sin perfilar con contundencia.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
In Your Eyes
In Your Eyes (2014)
  • 6,1
    1.590
  • Estados Unidos Brin Hill
  • Zoe Kazan, Michael Stahl-David, Nikki Reed ...
5
In your eyes
Creencia espiritual que no enamora.

Es muy inconexa, desvinculada del apasionamiento; busca el romanticismo de una manera bonita, delicada y hermosa pero destartalada, dulce y animosa pero fuera de todo orden y encaje novelero que despierte entusiasmo, energía o delirio.
Son simpáticos, encantadores, caen bien, viven ese cliché de desdicha que anticipa la ilusionada felicidad merecida, pero es tan poco coherente su engranaje y elaboración, dentro de la fantasía base que les conecta, que no acaba de funcionar como mediador de la magia romántica que te haga creer en ellos, seguir su historia con esperanza y desconsuelo y sufrir por su ansiosa unión, de perfección designada.
El tema no es original ni nuevo, Sandra Bullock y Keanu Revees ya se comunicaban a distancia, aunque éstos eran más estables, utilizaban el correo y la carta escrita a mano, más personal e íntima, enviada a distancia temporal; en esta ocasión, Brin Hill plantea, en tonos de ambientación natural y espontánea, dos personajes extremos en su antagonismo posicional, que sorprendentemente dialogan con la facilidad mental de decir hola y adiós, cual telefonía móvil pensante que sólo tiene que desearlo para que funcione, primer error de desconexión para con ellos, a pesar de contar con verdadera empatía entre Zoe Kazan y Michael Stahl-David delante de la cámara.
Tras esa imprevista unión telepática emocional, se pasa a una rutina de conversaciones entre dos amigos de toda la vida que comparten su adversidad, intimidad y prosperidad, aunque se supone la vivieron juntos en alternancia, pues llevan en unión mística desde pequeños, sin saberlo con certeza, pero creyéndolo intuitivamente.
Y a partir de ahí, una vez descubiertas las cartas, método y sensaciones compartidas, el sentimiento es de debilidad argumental, de pobreza imaginativa, de escisión amorosa, pues no basta con dos personajes alejados, destinados a estar juntos, no basta con complicaciones y dudas personales sobre lo vivido, no basta con la lucha de superar los problemas cual intrincado Romeo y Julieta; falta el espíritu, la ilusión, la inquietud, la emoción, la creencia, el desgarro sufridor, el combate parejo y la alegría conclusiva, sólo con buenas intenciones, de escasa efectividad, no es suficiente.
La escoges por los favorables comentarios escritos hacia ella, por el apetecible tráiler visionado, aunque eres consciente de que hay amiguismo en esto de escribir las reseñas y que el tráiler no deja de ser un montaje publicitario para vender un producto; aún así confías y acudes a ella, por la querencia de una historia de amor que inspire y valga la pena, obteniendo un relato de buenos propósitos, de cándida alma, de predestinación mística que no alza el vuelo, se queda a rasante nivel del suelo pues, dentro de la invención creativa, ésta debe seducir, ensimismar y embellecer al nutrir a un corazón hambriento, y únicamente logra aderezar los entrantes, dejando con hambre el resto.
Sin arrepentimiento de verla es excesivamente inocente, candorosa e inofensiva, sin garra, furia, lejos de llegar a producir calor o admiración por ella, tibieza negativa especialmente si acudes con la suposición leía de que será grato, increíble y fantástico el convite; puede que, desde la nada de quien se la encuentra sin información previa, suba enteros pero, no pasa de ser cine de sobremesa de domingo, echa para engatusar cálidamente sin mucha materia.
“In your eyes”, en tus ojos, aunque no es verdad, y ese es su gran fallo, que tu mirada en ningún momento queda embelesada por esa romántica pareja, a la que te unes en su posibilidad de alcance de la dicha eterna.
Juega a intentarlo, eso es todo.
Modesta producción, de tierna fantasía, que pretende ofrecer fe en esa irrealidad que todo lo puede, al tiempo que espera aparezca tu considerada sonrisa; depende del nivel de tus exigencias, dicha mueca labial te será válida o nimia.

Lo mejor; pretende vender que ninguna montaña es lo bastante alta para alejarles.
Lo peor; su encuentro no compensa el esfuerzo de subir la montaña.

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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atrapa a un ladrón
Atrapa a un ladrón (2016)
  • 4,6
    794
  • Hong Kong Renny Harlin
  • Jackie Chan, Johnny Knoxville, Fan Bingbing ...
5
Atrapa a un ladrón
Jackie Chan, una leyenda aún en forma.

Malabarismos imposibles, de entradas y salidas rocambolescas y enmarañados escapes y atrapes, hechos realidad con esa peculiar mezcla de artes marciales y comicidad que tan estupendamente bien maneja este actor, como firma propia de su santo, identidad y seña.
Su papel siempre es el mismo y la trama no varía un ápice del clásico esperado, todo en su sitio fantásticamente encajado; hombre de principios y honor que cumple sus promesas, cuida de sus seres queridos y venga a ese fiel amigo fallecido, a quien dedica su tiempo y ofuscación mientras se hace acompañar de la pareja chistosa de turno, que le vuelve loco y ambienta mientras transcurre la resolución del caso.
Tropiezos, golpes, caos, malentendidos, acompañados del momento oportuno de fraternidad y sinceridad entre colegas; correr, saltar, esquivar lo que se viene, enviarlo de vuelta, todo adornado con rapidez escénica de estruendosa banda sonora, que acelere el ya de por si estrepitoso ritmo y altere a un espectador, que no tiene la vista lo bastante aguda para digerirlo todo y no perderse algo por el camino.
Pero no importa, no es decisivo, nada lo es, puedes ir al baño y volver y retomar la ruta del acostumbrado tramo comercial en el que Jackie Chan se ha especializado; es divertido, es ameno, es facilón, es entretenido, es lo que esperas, pues no pretende alterar ese efectivo convencionalismo que sus fans expectantes desean ver, cuando eligen sus películas.
Está mayor y se le nota, no tanto en el resultado de su performance como en su rostro y físico; los años pasan para todos y para un intérprete del género de acción, es camino de anticipada baja por desacuerdo explícito entre lo que pretende la mente y lo que el cuerpo le permite.
Pero por ahora sigue ahí, eficaz, productivo y entero, tiene su público, quienes estarán contentos con lo presentado; al resto ni se le ocurra meterse en concierto de charanga chistosa, cuando sus gustos viran hacia la ópera.
“Skiptrace”, nueva comedia de acción del tercer actor mejor pagado del mundo, récord de taquilla en China en su estreno, con 60 millones de dólares recaudados en un sólo fin de semana; más larga de lo requerido y necesario, se trata de atrapar a un ladrón que nunca es el señalado y si el obviamente adivinado.
Sencilla, comercial, inocente, vaticinable, olvidable..., lo requerido al escogerla, luego ¡no te quejes!
Meditación tonta tras su consumido paso:..., entiendo que lo busca y rebusca pero ¡cómo se complica la vida este hombre para dar patadas!, el tiempo pensante otorgado a la coreografía debe superar con creces al dedicado ¡al enredo de la trama!, ¡los ensayos deben ser dolorosos y tremendos!, sólo hay que ver las fallidas escenas que se entregan a posteriori de los créditos finales, muchas veces ¡mejores que lo anteriormente visto! Y con su filosofía de no dobles ni artimañas pre grabadas, ¡lo que le espera sufrir a este hombre, conforme avance en edad y quiera mantener el tipo!, y ¡lo que cambia de país y ciudad para dar y recibir tortas!
¡Es lo que tiene ser Jackie Chan!, especialmente en China, ídolo de masas venerado y respetado.

Lo mejor; sigue siendo Jackie Chan, sin engaño de promesa no cumplida.
Lo peor; sigue siendo Jackie Chan, sin moverse un ápice de su sillón fijo.

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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El benefactor
El benefactor (2015)
  • 4,4
    686
  • Estados Unidos Andrew Renzi
  • Richard Gere, Dakota Fanning, Theo James ...
5
El benefactor
Un adicto con culpa.

El exceso es peligroso, incluso cuando se es generoso y altruista; dar en abundancia, sin motivo ni esperarlo, puede llegar a incomodar, hasta generar esa tensión comprometida de quien agradece pero es exagerado e inoportuno, inconveniente y desproporcionado el regalo recibido.
El equilibrio de quien conoce la porción justa, para cada momento y situación, es habilidad valiosa que facilita el roce y confirma el cariño nacido con la persona/la imprudencia de quien actúa por sensaciones extremas, dificulta y violenta el contacto con el susodicho y la madurez de la amistad querida, ambivalencia que se puede decantar fácilmente, por una de ellas, si se unen la soledad y la necesidad imperiosa de expiración de la culpa.
Actores de renombre reconocido, en la vejez de su profesión -en Hollywood, a partir de los 60 la llevas clara- se están reubicando como pueden, y Richard Gere no es de los peores en dicha labor -no opta por comedias lelas, donde hacer el ridículo sin ton ni gracia-, pero tampoco acierta del todo con tragedias de escaparate llamativo, que no profundizan en el género vendido.
Aunque para él, como actor, es un papel suculento, donde sigue realizando una labor concienzuda, de interpretación exitosa y sentida; aquí como drogadicto excéntrico, dramático y apabullante, martirizado y devastado emocionalmente, a quien el dolor corroe, hasta llevarle a la desesperada demencia de quien necesita su dosis, un encantador y agobiante filántropo yonqui, llevado al límite de su locura creciente.
“Si me necesitas, llama” y la viva y colorida fotografía, más su conveniente banda sonora, son un punto a favor que llama a embellecer la tragedia, pues ésta es acomodada y llevadera; en teoría de sufrimiento y redención, en la práctica sólo cumple con el decorado, prefiere ser bienintencionada y suave, que afilada y punzante.
Cálido y templado guión, para un intenso y energético Gere que es el solo la película, ya que se deja, de banda y desnutridos, a la pareja objeto de ofuscación del héroe maldito, para centrarse exclusivamente en su desorden y martirio; “es mejor cuando tienes a alguien con quien esconderte” y el argumento deja escondido mucho, por obsesionarse en el trauma a posteriori surgido y relegar, el thriller de inicio, a olvido no resuelto.
Realizada para gustar y no irritar, para ser abrazada con mesura de preocupación, que ni inquieta ni molesta; celebra la vida y el final de los fantasmas con un benefactor que luce por su intérprete, no por la historia que le respalda.
Busca ser aceptada, no recordada.

Lo mejor; Richard Gere y su explosión interpretativa.
Lo peor; no pretende ahondar en nada, únicamente relatar moderadamente.

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1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La infancia de un líder
La infancia de un líder (2015)
  • 6,0
    618
  • Reino Unido Brady Corbet
  • Bérénice Bejo, Liam Cunningham, Tom Sweet ...
6
The childhood of a leader
Sin liderazgo convincente en su enfoque.

El nacimiento del mal, ¿estaba desde los orígenes, en igualdad de compartimento con su homólogo contrario el bien, o es un ángel caído, que perdió su propósito y rumbo, y por tanto está a nivel inferior de la completud del supremo?
Disfrutar provocando mal a los demás, estímulo como acto de vida, esquema de comportamiento que siempre se excusa y justifica a si mismo, por regresiones a un tormentoso pasado, mayoritariamente de la infancia; "no es el hambre, el amor, la ira ni el miedo la fuente de nuestros males, sino nuestra propia naturaleza", afirmaba León Tolstoi en cuento de mismo nombre.
Lucifer para los cristianos, no es una creación, es la destrucción de una relación sana que invierte su propósito, pues todos son buenos por inicio de amor; aunque ésta, u otra meta de salida poco importan, pues dicha tendencia y sentimiento es verdad presente a lo largo de toda la historia humana.
Sea como fuere, Brady Corbet recrea un filme sobre un crío rebelde, curioso, testarudo e impertinente, que debe simbolizar el nacimiento inocente de ese mal que deja asomar sus primeras intenciones, rabietas que deben interpretarse como recelo, desorden e inquietud de lo que está por venir; pero lo cierto es que no levanta motivación, interés o enigma sobre el misterio del comportamiento de un hijo, al que cuesta enderezar, que no educar.
Oscuridad lúgubre, con puntuales focos de luz elegidos al detalle en su primera etapa, para recrear la tenebrosidad de la idea ocurrida, aunque no va más allá, el relato no logra abrir desconsuelo ni apetito; una cuidada fotografía, de esmerada ambientación epocal, para pobre contenido que permita girar hacia la indagación de un testarudo infante, que no claudica como buen futurible líder que el mundo jamás olvidará.
Fascismo de fondo, con autoritario padre militar y madre frustrada, su evolución trágica, de elementos emocionales, va en progresivo ascenso; vende promesas que no pasan de humo nunca confirmado, pues esa mirada retrospectiva a la infancia, como explicación de los actos en edad adulta, no inspira ni capta.
Su principio y final cuentan con vigorosa acción, de presagiada música envolvente, pero es en su centro donde no extrae la potencia a la espléndida actuación de Bérénice Bejo y Tom Sweet, madre e hijo enfrentados en autoridad y poder; imposible mantenerse, con validez de rédito, únicamente con buenas intenciones, de nefasto resultado.
Ficticio o real es este joven hitleriano que desafortunadamente transformó el mundo para siempre, un apreciado naturalismo visual para ese tratado de Versalles, como excusa y respiración de fondo, pues el foco direccional está puesto sobre la hostilidad de una niñez que marcará sus años posteriores; no hay correlación ni destino, todo se insinúa pero no cumple, es más la imaginación del espectador, que otra cosa, la que realiza el trabajo creativo, ya que el guión escasea en dicho objetivo y no ayuda a conformar ese trazado, del futurista mal encarnado en la persona de ese pequeño Adolf Hitler.
Teoría funcional de técnical que falla en su encrucijada narrativa, la espera agota, no hay incertidumbre de pasos, ni de sus consecuencias venideras; apenas hay nada, excepto la sonora musicalidad de ambientación exquisita.
"¿Por qué lo hiciste?" No hay respuesta; y aquí se deja mucho por nutrir y explicar, en la relación materno/paterno filial y sus pulsos y contraataques de respuesta.
Ni retorcida ni capciosa, le falta sadismo a su esencia, le falta el mal en su perversa potencia.
Sin ambición en su punto de mira.

Lo mejor; su caracterización, fotografía e infantil protagonista.
Lo peor; sino supieras lo que pretende narrar, ¡ni lo pillarías!

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1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Captain Fantastic
Captain Fantastic (2016)
  • 7,4
    45.861
  • Estados Unidos Matt Ross
  • Viggo Mortensen, George MacKay, Samantha Isler ...
6
Captain fantastic
“Un hermoso error”, de repetible acierto.

“Somos definidos por nuestras acciones, no por nuestras palabras”, y aquí hay de sobra, de ambos; grandes palabras de acciones únicas, como la peculiar familia que forman estos seis hermanos junto a su padre, criados en personalidad exclusiva con la libertad de la comunicación sincera y abierta, del ejercicio firme y constante, de la sabiduría y poder que confieren los libros; una sólida unidad de enseñanza individualizada, osados aventureros supervivientes que viven cada día con plenitud de gozo, que exprimen su cuerpo y mente al máximo rendimiento, para vanagloriar el regalo de la otorgada vida.
La ciudad no aporta nada bueno/el bosque otorga todo lo necesario para una existencia conforme a sus creencias, y allí que se embarcan en un alternativo proyecto para criar a sus hijos; pero todo paraíso finaliza y el contacto con la sociedad abandonada supone un directo choque de mala praxis, tanto en el lenguaje como en el enfoque.
La muerte de una madre y el deber de cumplir su último deseo, una misión valiente donde las incongruencias, rencillas, desajustes y oposición de camino harán su aparición, de forma tormentosa; un bravo y salvático Viggo Mortensen, absorbente, vivaz y estupendo, acompañado magníficamente por un elenco de jóvenes actores, que le cubren y rematan con alegría, energía, dinamismo y contundencia de físico y alma.
Admiración e inquietud, aprobación y rechazo, un persuasivo lado positivo/un nefasto negativo contrario, combinación que te hace experto en teoría de letra impresa e ideas asimiladas, pero que deja huérfano de convivencia social con seres semejantes; ningún problema si vives aislado y sin contacto en las montañas, dificultad irascible si estás de vuelta en el asfalto, con sus luces de neón y casas de cemento.
Es salvaje, es educativa, es humana, divulgación de sensaciones y aptitudes propias, elegidas con convicción y voluntad de seguimiento y experiencia; el planteamiento no es nuevo, ciudad versus campo, negación de la comodidad establecida, de la vagancia que trae la modernidad, adopción del esfuerzo y carácter de buscar uno la supervivencia.
Son “survivalistas”, una nueva raza emergente que se da en norteamérica; vida natural al 100% ante la decepción de lo urbano, donde los supuestos frikies son chavales muy competentes y preparados para abordar cualquier terreno, excepto el de la socialización banal e informal con otros jóvenes; es clara su lectura optimista y de favoritismo por dicha elección hecha.
Película concebida para entretener con gratitud de espacio/para reflexionar tras ella, solventes interpretaciones, para la viveza dramática de un guión cálido y soberbio, sensible y agitado que lanza puñales, de herida ostentosa, al tiempo que distrae, adiestra y azota en el crucial dilema sobre la mejor educación para los hijos.
Abre sus puertas con potencia y agresividad -su primera escena ya rompe moldes-, continua con una visión fresca, vibrante, dialogada y perseverante, hacia el final pierde parte de su instinto de base, por el amoldamiento y complacencia de un final cándido y amoroso, beatitud que no llega al fanatismo entusiasta del resto.
“Captain fantastic”, un capitán decidido, al frente de un lozano navío fantástico, que decide ruta alternativa con sus pros y contras.

Lo mejor; sus intérpretes y optimismo dramático.
Lo peor; su toque a radical utopía soñada.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena receta
Una buena receta (2015)
  • 5,3
    4.825
  • Estados Unidos John Wells
  • Bradley Cooper, Sienna Miller, Omar Sy ...
6
Burnt
Un samurái de la cocina, de esencia pobre.

Un demonio de la cocina está de vuelta, un prodigio arrogante, soberbio, estúpido e inestable que se cree puede controlarlo todo, genialidad de un chef que busca reclutar a ese fantástico equipo -al igual que Ocean con sus eleven-, que le permita acceder a la codiciada tercera estrella Michelín, el Yoda de la cocina.
Un millón de ostras peladas y pone fin a esa auto condena impuesta, que le lleva a Londres para resurgir de sus cenizas y ser lustroso y conflictivo ave Fénix; con sabrosa banda sonora y la combinación del inglés rutinario y la elegancia gastronómica -ya mito desbancado- del francés en la gastronomía culinaria, intenta ser divertida e irónica, atractiva y emocionante con ese loco inteligente, intratable, espontáneo e imprevisto, quebrado interiormente.
El mundo competitivo de la alta cocina, su tensión, presión, gritos y desequilibrios por la perfección del mejor, dilema inquisitivo que abarca mucho más de lo profesional, pues se trata de la reconstrucción de quien lo estropeó todo e intenta ganarse el respeto de los suyos de nuevo.
Y en esa prevesible cruzada, de la infernal piedad de sus rivales, a la satisfacción personal del logro abrazado, Bradley Cooper, el guapo de Hollywood por excelencia, de increíbles ojos azules, siempre ideal como perdedor en proceso de redención, se rodea de buenos secundarios para teatralizar esa noria auto destructiva, de prevista parada ganadora, a tiempo de enmienda.
Es fresca, motorizada y chocante, rítmica y acelerada, vende estilo visual del manjar cocinado, y de sus preparativos previos, combinados con el desorden caótico de una vida desecha, mezcolanza que no alcanza los decibelios adecuados para ser de superior categoría.
La locura de los genios de los cuchillos y platos, de su incomprensión, admiración y envidia, de su martirio, gozo y obsesión continúa por inventar y superarse, más ese aprender a confiar en los demás y “comer en familia”, pues no es debilidad necesitar a otros, es sabiduría y fortaleza de superar el miedo; todo ello con frenética imposición hacia uno mismo e intimidación hacia los de alrededor, aunque no deja de ser un porte dicharachero externo, de exaltado escaparate, pero sin grandilocuencia ni calor en su alma interna.
No es una gran comedia romántica, no es inteligente en su retrato de la cocina exclusiva, su intento de orgasmo culinario se queda en simpatía por el protagonista y sus envolventes conocidos; carece de golpe de efecto, de enamoramiento progresivo, de entusiasmo constante, de agudo interés; es una alegría a primera vista cuya curiosidad se ve satisfecha medianamente pues, a su manera, todos te caen bien en este representación numerera de los peligros de conseguirlo todo y no saber cómo manejar el éxito, pues no se trata exclusivamente de poseer un don, es saber sacar su máximo rendimiento, sin que te destroce ni humille a los demás, ya que uno sólo no puede con todo, por muy magistral talentoso que sea.
“Burnt”, quemado, “Una buena receta” para España -paso de quejarme de estas tontas traducciones-, los actores estupendos en intensidad interpretativa y firmeza de presencia, cuando es el guión el que se olvida de ella; no endulza, no abre apetito, no tienta, ni seduce a probar sus platos, ni a penetrar en su cocina; entretiene, distrae y se olvida..., y tú nunca, por ejemplo, olvidarías la posibilidad de acceder a las entrañas de David Muñoz, de su cabeza y cocina.
Una gran oportunidad perdida de John Wells, pues se conforma con un plato comercial, al uso, de menú diario.

Lo mejor; sus actores y actuaciones.
Lo peor; la limitación, inventiva y audaz, de su conformado guión.

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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kajaki
Kajaki (2014)
  • 5,7
    1.262
  • Reino Unido Paul Katis
  • Mark Stanley, Malachi Kirby, David Elliot ...
6
Kajaki
Nunca se abandona a un compañero herido.

¡Qué tormento de película!, ¡en todos los sentidos!; un padecimiento continuo de desesperación e impotencia de un grupo de soldados, kilo two bravo, que acaba secuestrado por un terreno lleno de minas antipersona, mientras intentan ayudar a los heridos, que no caiga nadie más, protegerse de un ataque talibán, reconocer el terreno, solicitar ayuda, inventárselas tras haberse quedado sin medicamentos, servir de apoyo al moribundo y esperar eternamente a un rescate que parece nunca llega.
Evacuación de emergencia es la esperanza, mientras el sonido de explosiones se repite incesantemente y hay nuevos mutilados a los que atender; aislados y sin conocimiento del suelo que pisan es una pesadilla de gritos, sangre, dolor y cuerpos destrozados a los que no se puede llegar, pues no hay ruta segura abierta hasta ellos.
Extenuante visión de agonía y martirio, en una locura de espectáculo martirizante donde el aliento de quien está muriéndose, sin socorro, y el desconsuelo de quien no puede acceder a su auxilio, se unen a la demencia de un insoportable calvario físico, cuyo espíritu está desfalleciendo, como el del resto de la tropa.
Prepara el estómago, aguanta la respiración, el sufrimiento y compañerismo son su bandera, confianza y valentía su fuerza, el humor y la coña sus armas contra la angustia y el pesimismo, la ironía como antídoto de desahogo de la aflicción, la mentira necesidad de supervivencia para mantener la moral y seguir adelante.
Y el tiempo pasa, y no llega la ayuda, y la ansiedad y zozobra hacen su aparición, como un escrito de horror y pesadumbre de Stephen King observas el proceso lento, horrible y desconsolador del apagado de la luz corporal y la llegada del silencio; como fichas de dominó, una tras otra pasan por el llanto, el ruego, la agonía y el delirio, mientras tus ojos presencian un suplicio visual y sonoro de la muerte adueñándose del seco y tórrido lugar.
6 de septiembre de 2006, la presa de Kajaki, soldados en rutina de inspección caen en un crucigrama de no moverse, por miedo a explotar una mina de localización desconocida, mientras su compañero, a cinco metros, brama por morfina no al acceso; es desagradable, es doliente, es desfalleciente, es descorazonadora, Paul Katis ha sabido retratar, con realismo inquietante y abrasador, la situación límite que sufrieron estos soldados en el infierno en el que se vieron atrapados; basado en una historia real, es homenaje a todos ellos y a los hermanos caídos en Afganistán.
Espeluznante, devastadora, no hay tranquilidad que no se turbe ante estos hombres, al extremo de lo humanamente soportable; al margen del conflicto y opiniones favorables o contradictorias sobre la guerra, son personas intentando sobrevivir, en colaboración hermanada, a lo inimaginable, y eso que la cinta es muy clara y específica en lo que narra y cómo lo cuenta.
No apta para todas sensibilidades.

Lo mejor; su sentido realismo dramático.
Lo peor; no verla en versión original, dado el nefasto doblaje.

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3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Last Diamond
The Last Diamond (2014)
  • 5,6
    733
  • Francia Eric Barbier
  • Yvan Attal, Bérénice Bejo, Jean-François Stévenin ...
5
Le dernier diamant
Un ex-presidiario, un ladrón, un mentiroso..., un príncipe para ella.

Es un clásico dentro de su género, apta en su distracción, aunque sin deslumbrar ni crear convulsión alguna.
Robo de una exquisita piedra, maldita según su leyenda, única en el mundo, que se complica por un amorío imprevisto y la traición de un desleal socio, que resulta ir más allá de los supuestos implicados; directa, rápida y concisa, busca entretener con agilidad, sin pararse en florituras de escenas, diálogos o enredos innecesarios, que rellenan pero no aportan nada al caso, y lo consigue dentro de su modestia argumentativa.
Puede que demasiado perfecto todo su elaborado montaje, puede que falte tensión palpable de inquietante presagio, puede que demasiado inconexa su pareja protagonista -ambos geniales actores-, puede que peque de elegante, pero poco creíble por tramos; todo ello no importa, se perdona, pues se ha de admitir que nunca pierde de vista su objetivo de búsqueda, esa laborioso plan, de técnica magistral dado su afanoso estudio previo, que debe servir para que el ruinoso, pero simpático ladronzuelo, metido a casanova de altos vuelos, atraiga, interese y llene el tiempo del vidente con habilidad y soltura.
Eric Barbier, en su cuarto trabajo, elabora un filme sólido, dinámico y estable, que sin asombrar ni añadir nada fuera de un convencionalismo previsto, gusta como pasatiempo de misterio moderado y enigma tenue; no tiene más que el contento sincero de una producción solvente, que rellena con eficacia sin engatusar ni engañar a nadie, cosa de agradecer dado el desfile pretencioso de películas que prometen y no cumplen, sólo pegan tiros por doquier y exageran en la violencia, cuando aquí es todo lo contrario, sin avisar ni garantizar, pero con estilo y delicadeza, satisface.
Cine francés de suspense, que intenta jugar al cluendo con sus espectadores, para que ellos mismos se conviertan en analistas de este thriller y descubran sus pistas falsas y el engaño de los papeles otorgados; no llega a tanto, pues mucho es de avanzadilla obvia, y lo que no, podría solucionarse con cualquier otro culpable...
...pero no molesta, pero no incómoda, pues ni irrita ni enfada, es capaz y es lo que cuenta.
"Le dernier diamant", o "the last diamond" para venta publicitada, mítico último diamante en posesión de una hija huérfana, rica heredera, que se juega todo su prestigio y validez en la subasta venidera, centro de entusiasmo y devoción del mañoso maleante, encargado de hacerse con la joya; pero, erra el cálculo, y cae en la encrucijada de elegir qué diamante es más bello y valioso, deseado y querido, la piedra o su dueña..., y mientras se espera el pago solícito, de factual respuesta, tiene muchos colaboradores que están en todas partes y entran, con facilidad pasmosa, en todos lugares.
Lo dicho, un clásico.

Lo mejor; entretiene, con lo justo y con solvencia.
Lo peor; algunos detallados movimientos son fantasía incrédula.

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El rey tuerto
El rey tuerto (2016)
  • 6,2
    3.594
  • España Marc Crehuet
  • Alain Hernández, Miki Esparbé, Betsy Túrnez ...
6
El rey tuerto
La violencia pasiva y sus daños colaterales.

Tristemente cómica, cínicamente amarga, lacerante y chistosa; un teatro veraz, de grandes dosis de ironía, para un humor negro que expone una verdad sangrante, la de un antidisturbios, de vida ordenada, órdenes claras y todo en su encajado sitio, sin necesidad de complicaciones liosas, que ve toda su realidad alterada por la imprudencia de escuchar a ese desconocido antisistema, de cara muy familiar, que le enreda la cabeza con ese diálogo deductivo de quien piensa diferente, pero está tan impotente y rabioso, confundido y ofuscado como el susodicho.
Se buscan respuestas de quien lo observa todo, de quien mueve los hilos, de quien, garrulo y cabeza hueca, lo tiene todo bajo control, hasta que un tuerto se cruza en su camino y ejerce de maestro altruista de la enseñanza y proceder correcto de la vida; aunque no tanto, pues todos los participantes son egoístas en el fondo y buscan algo en concreto, lo cual lleva a situaciones ridículas, desagradables y esperpénticas, donde es el guión y los actores quienes mantienen constante la atención e interés del sorprendido y expectante vidente.
Chocantes escenas, de risa imprudente y gracia doliente, es sarcástica, es tirante, es descorazonadora; intensas interpretaciones para un agudo diálogo, que mantiene al alza su maleable diversión de lectura contemporánea; porque es una bomba en explosión continua, que da vueltas cual noria vergonzosa y avergonzante, para pararse de estupefacción oída y volver a emprender la marcha de un argumento voraz y afilado, que aprovecha un verídico hecho para recrear una situación hipotética, pero de planteamiento muy serio y hábil.
Perverso y brillante en su idea e intención, propósito de logro peculiar en cuanto a drama/efectivo en cuanto a entusiasmo y sonrisa confusa y bribona; es una tragedia el personaje creado, es una desdicha el suceso narrado, un desastre mental, de exceso y coacción peligrosa, el centro de aterrizaje vertido y destrozado; una sentida actualidad, de descontento político/social/económico, retratado con contundencia firme y angustiosa, a través de esa mezcolanza de una verdad que tiene demasiadas patas a las que cogerse, pues el relativismo del enfoque, la deducción hipotética o la creencia valorada mueven la pelota, hacia alternativa portería, según caos y conveniencia.
Populismo pensante que reflexiona sobre la identidad de la democracia, a través de ciudadanos de a pie, que soportan las consecuencias de la decisiones de los altos poderes; interiorismo espacial para una tensión en aumento según revelaciones, información y actos, crudeza de honestidad que no oculta el asfixio de ese descontento y desconcierto personal, reflejado con sabiduría dialogante, a partir de la obra de teatro “El rey borni”, en la cual se basa.
Obediencia titiritera, que abre sus ojos y empeora su ceguera, pues pierde el cuadrado proceder, de nulo pensamiento, y gana el razonamiento obtuso de quien no entiende nada, ni sabe ya quién es ni qué hace; lo bueno/lo malo, lo erróneo/lo acertado, lo bien hecho/el mal provocado, el torturador y torturado se mezclan, la brutalidad física y oral adquieren tintes malvados y nada tiene sentido, excepto esa carcajada involuntaria y espontánea de un espectador prendado por la humildad inteligente de la partida, cautivado por la radiografía argumentativa de una sociedad, que ríe por no llorar, de todo su lamento y desgracias.
La felicidad de la ignorancia, de hacer tu trabajo, no pensar e irse a casa, que mañana hay que volver a la rutina mecánica, de desfogo de la acumulada violencia; ser oveja y dejarse guiar, y sobretodo no invitar a amigas de la mujer, y novio, a cenar, ¡por si acaso!
El tuerto es el rey en el país de los ciegos, reza un refrán, y ¡hay que ver cómo la lía!, en su breve mandato.
Lo mejor; el cuarteto de actores y los diálogos intercambiados.
Lo peor; su desapercibido paso para el público mayoritario.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Capitán Kóblic
Capitán Kóblic (2016)
  • 5,9
    3.319
  • Argentina Sebastián Borensztein
  • Ricardo Darín, Oscar Martínez, Inma Cuesta ...
5
Capitán Kóblic
La gota que colmó el vaso.

¡No llega!, intenta ser un thriller negro, pasional, de cuentas pendientes e infierno a cuestas, pero ¡no llega!
Con sus pesadillas del pasado y su escondite del presente, Ricardo Darín hace bien su trabajo, como siempre es excelente costumbre en él, pero ¡poco más!; este ex militar, oficial de la armada de época oscura, que participó de lo que no debía, y que ahora encuentra una razón de valentía para seguir existiendo, no crea gran apego ni suspiro, sólo un conformado mirar, donde la tensión no sube por mucho que avance y se enrede la cosa.
Es serena, pulcra, trabajada, pero ni sospechosa, ni inquieta, ni encendida; papeles concretos en su convencional definición , de obviedad en su estratégica disposición, para un tablero de ajedrez cuya partida no es de jaque mate, tiene sus previstas y cómodas piezas, las cuales no se mueven con animosidad de peligro ni astucia pícara.
El dilema moral de la responsabilidad de los actos, de la carga de conciencia, del horror realizado, del deber ético no cumplido, del estómago revuelto, del recuerdo que no olvida..., todo es de ocurrencia equilibrada, que no satisfactoria, para elaborar ese tapete de malos contra peores, con justicia redentora e interventora del aguante de uno; porque “yo también tengo límites”, y siempre llega el momento de saturación y explosión de la ira vengativa, donde instintivamente se dice ¡basta!, hasta aquí hemos llegado, ahora entra en juego quien lleva tiempo oculto y callado.
Pobre de aspiración y contenido, la excusa es la dictadura argentina y sus atrocidades, pero no va de política, más bien juega a esa rivalidad westerniana de quien se mete con otro y rivaliza a soberbia de pisar el terreno y ser el dueño del pueblo.
Fuerza al encadenar el romance, exagera en el cambio resolutivo del principal personaje, sutil y contenida, lánguida y melancólica, tenue y apagada, es la profundidad de las actuaciones las que mantienen su guión; elementos de aprecio son la elegancia de huir de la sangre y la violencia gratuita, optar por el desafío fino y distinguido de dos pistoleros enfrentados por la lealtad hacia el amigo, pero falta consistencia de identidad al suceso para hacerlo interesante y degustador de su desenlace.
Es la fecundidad nutritiva de los secundarios la que desfallece a la hora de rellenar y complementar a los principales, ahondando en una vacuidad atmosférica que no atrapa, ni seduce, ni respira con sustancialidad de presencia y materia; de “Un cuento chino” estupendo proviene Sebastián Borensztein, también con Darín a la cabeza, allí maravilloso/aquí con las mismas garantías demostrativas de su habilidad para el Séptimo Arte, su sincera excelsa valía, pues sino fuera por su presencia, ¡otro gallo cantaría!
Porque es floja, porque no es lo que esperas, es menos, es inferior a lo deseado, y te vale, de momento, gracias a que siempre es un placer observar y disfrutar de este gran actor, en toda su espléndida veteranía..., pero en conjunto ¡no llega!
“Qué triste final ¿no?” “Sí, la verdad”, pero demostrado queda que Ricardo Darín continúa levantando guiones, que por si mismos no alzan el vuelo por su escasez de materia; él si que es ¡un clásico de los buenos!, ¡de los que nunca fallan! y valen, de todas, todas, ¡la pena!

Lo mejor; Ricardo Darín, ¡sin más!
Lo peor; su guión no logra cautivar.

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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nahid
Nahid (2015)
  • 6,2
    878
  • Irán Ida Panahandeh
  • Sareh Bayat, Pejman Bazeghi, Navid Mohammadzadeh ...
6
Nahid
La desesperación de una mujer, en un mundo de hombres.

Por un hijo lo que sea necesario, robar, mentir a todos y perder la identidad hasta ser irreconocible para una misma, con tal de sobrevivir y tenerle a su lado; y si ya de por si es complicado para una madre divorciada, con ex marido toxicómano, se le añade la cultura y costumbres arraigadas de una comunidad iraní que sigue perpetuando a la mujer, sin derechos y sometida, al lado de las decisiones de un marido privilegiado en dichas tierras.
El amor, el rencor, la violencia física y verbal, las tensas y enrevesadas relaciones familiares, el respeto tradicional, el agotamiento emocional, la parálisis ancestral de una sociedad que sentencia y lastra, por querer una vida digna con los que se ama por elección, no los impuestos por errónea decisión cuya condena dura ya una década.
Agónica, prudente, calculada, vive al día, con esa precipitación inquieta que le susurra, con temor y acoso, puede perderlo todo en un instante, pues nada depende ella, por mucho que se comporte como se es permitido, en exclusiva, a los hombres.
Una fotografía costumbrista, indagadora de una forma dura de existencia, es penetrar en dicha región y en sus arraigados hábitos de proceder lo que llama la atención e interesa, ese manejo precavido, distante y formal, escondido y enmarañado, de legalidad absurda, de los sentimientos de una persona que tiene que luchar por la supervivencia, entre todo el convencionalismo de raíz profunda que le rodea.
Cultura musulmana, de fondo grisáceo e interior sangriento, para unas demoledoras emociones que degradan al género femenino hasta transformarlo en una visión antipática, embustera, brusca y ultrajante, por atreverse a combatir contra las normas y lo establecido; no se penetra en dicha denuncia, de hecho es difícil entender, apoyar y acompañar a esa madre coraje pues, según los momentos y circunstancias, se ve en la tesitura de acoplarse y hacer lo ni siquiera pensado para permanecer en pie, ocultar sus verdaderos sentimientos y dejar de ser ella, para poder seguir estado al lado de lo más amado, de su retoño.
Rigidez gélida, desagradable, vergonzosa e incomprensible para una desconocida superviviente que no muestra su verdadera cara, ya que por imposición de religión y país, debe cubrirse con pañuelo y careta según quien esté enfrente, la libertad de acto y habla no se le permite.
Se cuestiona todo, empezando por la propia Nahid, en una argumento que encuentra el equilibrio entre el ahorro gestual y la expresión oral, para dar credibilidad a un vital interior que vive en conflicto eterno con sus fronteras externas, esas que no dan acceso a manifestación abierta y honesta de confianza plena con el otro, con el semejante.
El sufrimiento endurece, la impotencia espabila, la injusticia despierta la astucia, el desarraigo de quedarse sin nada propicia no se valore a nadie, excepto a ese fruto de su vientre, lo único bueno y decente en su azotada vida.
Drama expositivo de la sumisión femenina, de su aguante, dolor y resistencia, que sin excesos pero con gran tragedia, en su solidez narrativa, expone los beneficios de las diferencias sociales; humilde, veraz, sensible, pertinente, sus firmes interpretaciones y belleza paisajística, rodeada de imposición y abuso, son sus armas; lenta pero contundente, no es redonda, no es incisiva, es una plausible crítica a la mujer iraní, en su atascado lugar de nacimiento.
"Nahid", nunca llegas a conocerla, sabe de los peligros y consecuencias de mostrarse y ser sincera.

Lo mejor; su fotografía y protagonista.
Lo peor; la denuncia, de propiedad de la mujer, queda corta y ambigua.

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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom à la ferme (Tom en la granja)
Tom à la ferme (Tom en la granja) (2013)
  • 6,5
    2.735
  • Canadá Xavier Dolan
  • Xavier Dolan, Pierre-Yves Cardinal, Lise Roy ...
6
Tom à la ferme
Relaciones nocivas de deseos inconfesos.

Ya nada más empezar hay una clara distorsión entre música e imagen, desconexión irresistible que sirve de base para después conformar un cuadro extraño, alentador y divergente según se van añadiendo los personajes.
Un novio al funeral de su amante, una desconsolada madre que busca respuestas y un violento hermano, cuya frustración es cárcel que le oprime y asfixia; todos participan del juego de la verdad no dicha, a través de mentiras edulcoradas que ensucian e incumplen con el propósito de la calma y las apariencias.
Inventar para ocultar la necesidad de deseo interno, agredir como manifestación de unos sentimientos que no se controlan y devoran por dentro, incomprensión por un trato tirante, abrupto y dañino que seduce e hipnotiza, por el amor encubierto que hay detrás de cada golpe.
El perdón del maltrato por la estima y cariño que encierra, quien no sabe expresarse de otra manera que hiriendo, el dolor como enganche, la brutalidad como expresión, la lástima como entendimiento, la petición de ayuda como reclamo, la esperanza de felicidad como excusa; atrapado entre el deseo de huir y la tendencia de permanecer, de olvidar y alejarse, de ser fiel y aguantar; las emociones se confunden y colapsan alrededor del recuerdo de un muerto, que también vivía a través de las mentiras, enseñanza familiar de supervivencia con la que tropieza un enamorado doloso, con aspiración a sentir de nuevo, ante esa bofetada imprevista de misterio, rabia, engaño y lujuria que despierta en él su inesperado compañero de cuarto.
Invitado en peculiar hogar aprende a conocer a sus miembros, al tiempo que se integra y participa de su insana y degenerada existencia, con ese malabarismo de extremos que se tocan, para unas sensaciones caóticas e interesantes en su perjuicio para la salud, que abren la puerta a tu atención por ellos.
Xavier Dolan, responsable absoluto de este amorío tenso, malsano y perjudicial, que cautiva a su víctima por lo que no da por impotencia, por lo que ofrece por represión, por lo que aportaría en caso de libertad emocional; sexualidad enfrascada en ese atoramiento de negar quien se es y explotar ante quien se pretende ser, enigma paisajístico de soledad y aislamiento encantador y mareante, turbulento y fascinador, que viene a envolver esa doble cara de abrazo y rechazo, de amor y odio que envuelve a un maltratador y a su necesitada víctima peón.
Es alocada, revuelta, trastocada y enamoradiza, no aburre/tampoco alienta, ni gusta del todo ni disgusta completamente, anonadada vas a tropezados pasos, pues al igual que el protagonista, intentas descubrir el tapete, el juego, enlazar las piezas y entender las reglas de cada ficha participante, mientras éstas se mueven sin compás, sin lógica, sin entendimiento, al batiburrillo de impulsos, cabreos, pasiones y revelaciones afectivas, que se reparten según momento, situación y estado anímico del figurante.
En nombre del amor, palos, moratones y lo que sea necesario, destruye queriendo crear, resquebraja buscando unir, un pulso triangular de tensiones cortantes en inquietante granja, donde la sequedad del aire vicia y trastorna la mente; thriller dramático, de psicología homosexual, que alterna entre el subconsciente y la realidad de los demonios y fantasmas no admitidos por cada uno.
Relaciones turbias, de secretismo inicial, que no enlaza con supremacía su desarrollo -dado sus previos trabajos, más completos- al esquivar la intensidad sustancial de lo que les carcome, famélicos instintos cuyo hambriento suceder bombea la temática de la cinta, la cual mantiene el sello personal de este joven director/escritor/actor, que en su cuarto trabajo va confirmando lo ya comprobado anteriormente, ese pulso narrativo, de acorralado ambiente, para personajes perniciosos que hablan con el cuerpo y la mirada, mientras silencian esa expresión hablada que finge y mutila.
Perplejidad observativa, de deducción enrevesada, para los miedos y terrores de personas dañadas; asombro que por secuencias aumenta o disminuye su vigor y fuerza; no es rotunda, no es contundente, es aturdida y esquiva, logra mayor uniformidad y solidez en la primera parte, luego se aprecia y valora por tramos, pero en conjunto estás atenta, pendiente y disponible a consumir, desmenuzar y evaluar el interior corrosivo de estos confinados granjeros.
“Tom à la ferme”, pesadilla de granja, cuya vuelta es un martirio de tortuoso escape.

Lo mejor; la incógnita de su apertura.
Lo peor; la pérdida de robustez en su avance.

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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sing Street
Sing Street (2016)
  • 7,2
    16.723
  • Irlanda John Carney
  • Ferdia Walsh-Peelo, Lucy Boynton, Jack Reynor ...
6
Sing street
La tristeza feliz, instrumento de libertad musical.

El arte como expresión máxima de los sentimientos, ya sean de dolor, alegría, tristeza o felicidad suprema, todo aquello que en palabras cotidianas se guarna y no resuena en oralidad manifiesta, por ser difícil de expresar y comunicar, y que con la música adquiere una dimensión más importante y elevada, pues es fácil volcar tu enamoramiento, perplejidad, agonía o frustración a través de la letra de una sonora canción, que sirve de refugio y manifestación de quién eres en ese preciso momento de su composición y que, una vez creada y dada a tu público, pertenece a cada uno de los oyentes para degustarla y hacerla suya, para sentir lo que su corazón y piel le demanden en ese efusivo instante.
Y todos hemos sido quinceañeros prendidos por esa maravillosa persona, que nos trastocaba y volvía locos con su sola presencia, y cuya mirada ponía en tensión nerviosa cada célula del cuerpo enamorado; alma soñadora, cuya realidad apesta, pero a quien le queda esa resistente esencia, de vocación instintiva, que es feliz en su tristeza, al hallar el acomodo sensitivo de unos sentimientos utilizados para crear, no para destruir y golpear.
Inspiración inocente y caótica que, como capullo recién despertado, no puede dejar de crecer y avanzar, imposible parar su fuerza y entusiasmo, su vitalidad y energía de querencia por uno y por lo que se quiere y lucha.
Es simpática, es motivadora, es cálida, es amigable, la adolescencia de un líder de su vida, que toma posesión y se arriesga; todo ello secundado por una respirada banda sonora, de instantánea vitalidad expresiva en sus letras, en su entonación y en el conjunto de esa musicalidad visual, que representan las aspiraciones de un joven creativo con talento, que no sabe manejar, pero aprende rápido ante la necesidad.
Y a ello se le suman ambientación encantadora, caracterización melancólica, fotografía colorista, guión atractivo y rebelde, interpretación fresca y lozana, natural y sarcástica..., y se obtiene una gustosa película, angelical y dañina, donde la distorsionada y corrosiva referencia familiar y educativa son parte del azote para maquillarse, darle a tope a la música y ponerse a tocar; locura sin plan, excepto rendir tributo a esa interior herida, que toma forma en estupenda canción de perpetuo vídeo grabado.
Jovial, amarga y esperanzadora, sólido reflejo de una edad y una época; John Carney rueda un particular woodstock irlandés, personalizado en ese descuidado hijo/maltratado estudiante, que monta una banda de música para ligarse a una chica.
"Sing street", la calle canta, la cultura como estandarte de renacimiento de ese Dublín de clase media-baja que arrincona y selecciona a sus habitantes; la violencia verbal, en senos variados, abrazados por ese irónico catolicismo de hacer lo que digno, no lo que hago.
Es sencilla, es fugaz, es asumible, analiza cruelmente la establecida sociedad de nacimiento que nos toca soportar, como lastre de una realidad que no quiere que despuntes, que quiere a todos integrados en su destino de asunción y sumisión.
Como buena canción, entona el momento con seducción enfática y contenta, para que tras su optimismo continúes la marcha sin ella, libre y más risueño; ahora, las sensaciones de ese vibrante espacio/tiempo consumido, son para siempre tuyas.
El desencanto y la embrujada fascinación, alianza de estímulos para la creación de música, tan simple como complicado, tan grande como humilde, tan mágico como inexplicable.

Lo mejor; su puesta en escena y todos los componentes reforzados que la engloban.
Lo peor; el tributo de su guión a los 80 mezcla, en ocasiones, sin sentido ni orden.

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Ixcanul
Ixcanul (2015)
  • 7,0
    661
  • Guatemala Jayro Bustamante
  • María Mercedes Coroy, María Telón, Manuel Antún ...
6
Ixcanul
Un volcán, cuya lava acata su sumiso recorrido.

En ocasiones escribir se hace monótono y pesado, cerrado y cansino, pues son escasas las películas que logran transmitir esa inspiración creativa que ilusiona, motiva y es un deleite transformar en palabras, esas acuciantes ganas de escribir cuando se produce el afortunado encuentro entre tu hambriento interior y la aleccionada historia, fortuna difícil de hallar según épocas y momentos.
Y sorprende que, una semeja sensación por diferente, por cultural, por no comercial, por consumida satisfacción, cuyo escrito proyectado es de inventiva documental sin artificios, sencillo y ardiente en su naturalidad de acogida y en los consternados sentimientos que despierta, proceda de una cinta guatemalteca, candidata a los Oscar como película extranjera en el 2016; humilde pero aleccionadora en su plasmación, de visualización sangrante por su sabio dominio del áspero territorio, de la habitualidad regional, de las abrumadoras escenas, del aprovechado proceder, de la modestia y grandeza de una historia, narración intimista, desgarradora y lúcida en su iniciar y desarrollar.
Indudable la conexión establecida, absorbente visión que hiere, conmociona y asombra, eres fiel compañía sirviente de su protagonista, de su marcado destino y de sus querencias y lucha por evitar lo dispuesto; su bello paisaje es una trampa de dureza extrema, región que succiona la existencia hasta exprimirla y anularla en toda su ilusión y alegría, alma en vilo cuya ensoñación de escape es devorada por un castigo de nacimiento, pobreza y costumbres que aniquilan lentamente hasta secar y agriar la esencia.
Aliento de minúscula felicidad, que se acoge desesperada a esa agónica posibilidad de aspirar a lo que se quiso ser, para no ser lo que por venir está negociado; cortada inocente adolescencia, que no se permite permanecer por una precipitada madurez impuesta que obliga y fuerza al cuerpo, que inquieta a una mente llena de culpa cuyo espíritu, aún superviviente, sigue persiguiendo sus deseos y estima.
Disciplina sin lujo de pensamiento alterno, que aún así surge por necesidad imperiosa, lo que cuenta en sus silencios es verdad acusadora, de mirad resignada y doliente; una familia y un porvenir en juego, honradez y decepción de alto precio, apestada ignorancia que cobra su precio, únicamente la fe queda, más el interés de un espectador que vive con ella y con el descubrir regional de la tradición de una tierra.
Ixcanul, el día no brilla para ti, los vientos se olvidan de soplar a favor tuya, de piel curtida e interior joven, un volcán que ruge, se acalla y acepta su no ser, que será indeseado estar de inmediato.
Y a pesar de su lucha y esfuerzo, no se le permite ganar, sólo seguir aceptando los golpes.

Lo mejor; la plasmación natural, rasgada y contundente de su tierra.
Lo peor; puede aburrir esa apertura franca y humilde, no comercial, a la tierra.

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Bronce
Bronce (2015)
  • 5,5
    972
  • Estados Unidos Bryan Buckley
  • Melissa Rauch, Gary Cole, Thomas Middleditch ...
5
Bronce
Caprichosa niña adulta, sin perspectiva de madurar.

Soberbia, insolente, recelosa, mentirosa, manipuladora, egoísta, frustrada..., todos los negativos adjetivos son rentables de adjudicar a este forzado personaje, encarecido en su negatividad, que intenta provocar risa de antipatía indolente, pero se queda en gracieta humorística de frase, que en la práctica no provoca carcajada alguna,únicamente medio sonrisa por la pretensión y el logrado resultado.
La estrella de un pequeño pueblo, que la honra y venera por el éxito logrado hace doce años, a pesar de todas las dificultosas circunstancias que sufrió en su momento; sacrificio de rédito abundante del cual ella se aprovecha, pues le saca todo el posible partido a ese tercer puesto de la competición de gimnasia nacional.
Vive del pasado, vive del recuerdo, vive enfrascada en su uniforme de competición de los Estados Unidos de América que ya está viejo, obsoleto y oxidado, pues no da para más, tiene tanto uso que hace tiempo que empezó a resquebrajarse y a caerse en trozos de vergüenza ajena, que la altiva mandataria ignora y elude pero que, pronto más que tarde, deberá afrontar.
El cuento de la alumna vuelta entrenadora, cuya superación por su discípula pondrá a prueba su honorabilidad y ética, contra el recelo y la pérdida de beneficios del otorgado premio; beneplácita evolución de la desdicha, a la felicidad de ser buena persona y actuar con moralidad y decencia, moraleja de recompensa para quien se comporta bien, en contra de quien sólo piensa en una misma y traiciona a sus semejantes.
Cómica es la etiqueta que vende, aunque no lo logra del todo, se queda a las puertas de su pretendido oro, medalla de bronce -nunca mejor dicho-; sus ataques verbales, estridencias escénicas, ironía de sentencias, grosería de personalidad y cabreo de generalizada norma es chiste apalabrado, sin efecto sonoro por parte del público, ya que hincha y desorbita lo busca, no logrado naturalmente, esa complicidad espontánea que nunca llega; su excentricidad y patetismo no es alegría de risotada sentida, sólo comodidad complaciente por quien quiere hacerte pasar un buen rato y se queda a las puertas de la intención, en un virtuoso propósito, de escaparte malintencionado, pero en el fondo amable y bonachón.
Lástima que no se moleste en explotar esa rivalidad enfermiza y contraatacante entre mismos miembros de un equipo, filón que desusa a cambio de rellenar con tonterías de distracción de cliché típico, muy recursivas ante la falta de aspiración e ideas; es básica, momentos buenos con otros degradados, el absurdo como recurso alternativo, sentimientos al uso según catalogadas escenas, cariño, compañerismo, venganza, superación de los sueños y encarado optimismo de avance es su entrega.
Se puede ver, sin duda alguna, es cinta para recreo insustancial, de mente relajada, que pasa el rato, pero deja esa sensación de no logro, de fallar en la prueba; no compite en finales, menos alcanza medalla, aspira a diversión/se conforma con moderado entretenimiento, no saca el partido debido a su elaborada figura estrellada, y podía haberlo hecho, pues había material oculto para ello.
Su maldad no es adictiva, su cinismo no es burlón, su deslenguada pose no es nutritiva, su neurosis irritante, solitaria y egocéntrica no succiona ni simpatiza, sus carencias emocionales únicamente despiertan amabilidad de cariño por ella; comedia independiente, fresca y coloquial, que se hunde por el uso excesivo de la estupidez artificial, en lugar de hurgar en la inteligencia emocional y los problemas afectivos de sus creaciones.

Lo mejor; su corrosiva entrada.
Lo peor; pierde fuerza al optar por la tontería banal.

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3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
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