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Reina Cristina, la mujer que fue rey
Reina Cristina, la mujer que fue rey (2015)
  • 5,7
    815
  • Finlandia Mika Kaurismäki
  • Malin Buska, Sarah Gadon, Michael Nyqvist ...
5
Reina Cristina
La molestia y martirio de una reina que piensa.

Que guste el personaje ¿añade exigencias a la película, o se disculpan sus pormenores por haber tenido la facultad de darte a conocer al mismo?; aparte está el caso de que ya sepas de ella, que poseas información previa de tan lustrosa figura histórica, pues será conocimiento sentenciador que la juzgue, con demanda variable, según se va observando.
Posturas diferentes que mandan a la hora de apreciar y valorar la cinta ya que, del agradecimiento de quien no sabía nada y lo descubre todo nuevo, al informado, ya sea ligero o experto, que sabe de las circunstancias y hechos hay un desajuste sideral, donde no habrá manera de ponerlos de acuerdo.
Pobre o rica, suficiente o escasa, el argumento se debate entre esa ambivalencia de quien disfruta con lo aportado y a quien, dado su saber previo, sólo ve fallos y carencias; ambos, sin embargo, compartirán la locuaz, penetrante y soberana interpretación de Malin Buska, que ayuda enormemente a curiosear con ganas en su vida y a estimarla y valorarla en conjunto, a pesar de cierta flojedad de asuntos y sujetos envolventes; como particular hallazgo te haces vaga idea del portento, valor y firmeza de la reina Cristina, como general abrazo se diluye su importancia y magnetismo al no mostrar, con contundencia y poderío, toda la envergadura de personalidad, coraje de sus decisiones y afianzamiento de sus convicciones contra viento, marea y todo un imperio en contra.
Con todo es historia, lo cual le hace ganar muchos enteros pues siempre es interesante, cultivador y entretenido que te narren lo vivido y ocurrido en otra época, esos amenos tejemanejes de rivalidades, disputas, engaños, traiciones y demás dificultades para gobernar un país por heredada corona; presiones políticas, imposición religiosa, despertar sexual, pensamiento propio más esa edad adulta que entra en escena y lo trastoca todo, con la rebeldía, carácter, osadía y entereza de una mujer valiente, revolucionaria, adelantada a la negrura de su tiempo.
Falta cuerpo y madurez sabrosa, de mayor calado y visionado más impactante, un interior más cuidado y profundo, detallado y penetrante que cubra las delicias de esa atención que se otorga pero no se colma; se perciben tintes de lo que fue esta vigorosa majestad, pero apenas sientes o vives con pasión determinada la herencia de su mandato y lo visionario de su actos.
Las artes, las letras, pinturas y libros como cultura deseada para su pueblo, libertad sexual elegida, fin del analfabetismo como objetivo, amén de esa investigación ilustrada y deseo de participar y promulgar descubrimientos físicos y metafísicos que mejorarán la vida de la gente, un enorme y pesado legado que da para mucho más que una cinta correcta y válida pero que deja mucho, casi lo mejor, fuera o sin gracia y don al ser explicado.
The girl king, la niña rey, que intenta añadir un poco de color a su vida gris, que está en buena salud para concebir pero nunca se someterá al dominio de ningún hombre, que habla y actúa diferente pues, como enamorada devota de la sabiduría de Descartes, busca hallar su glándula pineal, aquel asiento del alma que la prive de amar, sufrir y descorazonarse por tanto mal, rencor y odio que la rodean.
La mujer que no amaba a los hombres, la chica que soñaba con un libro y una pluma femenina, la reina en el palacio de las corrientes asfixiantes..., queda pobre y limitada en su creado reflejo; el cine sueco sabe plasmar con mayor habilidad y destreza sus historias, a la versionada referencia me remito aunque, por supuesto, es una co-producción alemana, francesa y canadiense, con firma finlandesa y la mencionada Suecia, y puede que ese sea el problema, la colaboración falla.

Lo mejor; la reina Cristina.
Lo peor; poca soltura en todo lo que la rodea.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última apuesta
La última apuesta (2015)
  • 5,4
    1.751
  • Estados Unidos Anna Boden, Ryan Fleck
  • Ryan Reynolds, Ben Mendelsohn, Sienna Miller ...
6
La última apuesta
Ruina emocional, para una caótica travesía.

Aún intento dilucidar ¡cuál es el papel, la incógnita motivación del segundo personaje!, pues claro queda el reflejo de su compañero, ese eterno perdedor que no sabe parar a tiempo y que vive permanentemente en la cuerda floja, asustado y gustoso de esa tensión y adrenalina, desesperación vigorizante que provoca apostarlo todo a una carta, y caer después de haber rozado la cima.
Su invitado de armas y juerga se presenta como esquivo jugador que gusta de jugar, sin más, dejando al margen la victoria, charlatán simpático que emula estar por encima de la apuesta y que disfruta con ser ese duende amuleto requerido que otorga la suerte.
Un carismático, genial y portentoso Ryan Reynolds da vida a esa interesante figura que sabe engañar como nadie, con sus gestos, para evitar las señales que le delaten y así leer, con cómoda ventaja, al resto de sus rivales; para la ocasión un amigo, tanto víctima como aliado, descompuesto desmadre andante interpretado por Ben Mendelsohn con el mismo ímpetu, don y sabiduría que su aliado de diversión y correrías descontroladas.
Pareja excelente que envuelve con carácter y atención ese ir a ninguna parte que se tuerce según rueda, para enderezarse y volver a la loca noria que tanto complace y desborda, ludópatas descritos con talento, intimidad y desgarro emocional por un guión que, si bien no pretende apostar nada, redacta con maestría a sus personas, a su inquieto estacionamiento, su destartalado avance y lúgubre resolución, que parecen no encontrar nunca meritorio asiento.
Una exquisita música, de aspiración magnética, envuelve ese fantástico tour por las calles que tienen el placer de estar implicadas en sus recorrido, ambiente urbano, puro y vibrante, para una apuesta segura que aparca las luces de neón, los trajes de gala y su esmoquin blanco por el indecoro, la vergüenza, la aniquilación y la esperanza de auxilio de quien volverá a estar derrotado, pues el tiempo corre y su mente le juega malas pasadas para elegir la hora de irse, “el machu picchu”, y no la siguiente tanda.
“Tengo un problema con el dinero”, y no puede parar de apostar, las señales hablan y dirigen, son la cruz consejera para dejarse llevar y perder el norte de una desaparecida lógica cuyo consejo no se desea, pues se ha reducido su voz a mínimos inaudibles.
Anna Boden y Ryan Fleck escriben y ruedan un relato peculiar y diferente sobre el mundo de los envites, el juego y sus inconfesables vicios, donde éste queda casi relegado como excusa ante el poder enigmático y sugestivo de los personajes creados; individuos de daño anímico y desorden físico que con insistencia se agreden para sentirse vivos ya que “algunos tipos nacen para perder”, y da igual a qué sea, tienta, se saborea, conoce y maneja con asustado entusiasmo, adquirido por costumbre reiterativa.
Espléndidos los actores, una delicia su aroma, sinceridad dialéctica que atrae e hipnotiza a esos oídos encantados con su sonido y con el ritmo emprendido; el argumento no te lleva por donde esperas, realiza paradas inconclusas de quien está perdido, hambriento y se coge a lo que sea; una pareja refrescante, inspirada y enérgica que, como el mejor y más bellos arco iris, saca lo mejor de si mismo tras la tormenta y los nubarrones, justo cuando todo va mal y sabes, intuyes que aún puede ir a mucho peor.
“Gracias por el paseo”, lleno de vaivenes, fraternidad, tropiezos y honesto intercambio de personalidades, posee trucos en la manga, no todo se sabe, parte desconcierta, el resto discurre como puede, caos eléctrico y subversivo de quien circula al máximo, seco por dentro, cogiéndose a un clavo ardiente para seguir entero; incertidumbre razonable de polemista dueto cuyo contencioso se resuelve con verdades, mentiras, deslealtad y franqueza mutua, batiburrillo de emociones y actos que no dejan de sonar hasta la salida de ese sol traicionero, que no oculta la afrenta y humillación de ser uno mismo.
La última apuesta cede su éxtasis y pasión a la curiosa querencia de sus hábiles jugadores y a sus deliciosas localizaciones.
“El viaje es el destino”, agudiza la vista y afina el oído.

Lo mejor; su banda sonora, su ambientación y ejecutores actores.
Lo peor; el propio relato del juego.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
High-Rise
High-Rise (2015)
  • 5,0
    5.895
  • Reino Unido Ben Wheatley
  • Tom Hiddleston, Sienna Miller, Jeremy Irons ...
6
High-Rise
El deterioro y la perversión de la buscada perfección.

Escalofriante, extraña, curiosa, siniestra, extravagante, provocadora, caótica, loca..., y podría seguir con numerosos adjetivos, que describen y se ajustan a los diversos sentimientos por los que se atraviesa durante su visión.
Sin duda alguna es una sorpresa y todo un deslumbrante acontecimiento el hallazgo de esta peculiar micro sociedad con sus diferencias, roces, disputas y enfrentamientos diarios, que van preparando ese caldo de cultivo que cuece lentamente hasta lograr esa explosiva y candente ebullición, donde será la llegada de la sinrazón, la barbarie y brutalidad salvaje las armas del más fuerte para dominar el terreno; violencia como lenguaje ofensivo para trepar, avanzar, llegar y ganar, pues toda rebelión conlleva destrucción para pasar, subsiguientemente, a la planificada colonización.
Un diseñado desmadre, de acelerado interés y consumo asombroso, dentro de su constante indigestión y cuestionamiento perpetuo de la situación, de su desarrollo, ejecución y desenlace dentro de ese pulgar, que es el crisol de un mañana de entera mano conformada; no deja indiferente, sea la postura que te domine, sean las sensaciones que absorbas, sea la opinión que domine en tu anonadada mente y estupefacto corazón es atrevida, original, discrepante y abrupta, letal y dominante en ese despertar incisivo atento a sus posturas, hechos, deducciones y corrientes interpretadas según el personaje, la ocasión y el momento.
Toda una revolución de quienes, con determinación, reman contra corriente siguiendo a ese osado líder que burlará lo establecido, para romper las barreras y acceder a derechos y privilegios prohibidos; dignos que buscan la paz, indignos que inician la guerra, peones que se dejan arrastrar, retrato desquiciante de nosotros mismos a niveles aterradores.
Ben Wheatley logra rodar una abrumadora cinta, de fotografía y música exquisita, que juega a diferentes niveles de intensidad ralentizada y eclipsadora para atentar contra la comodidad del espectador y provocarle todo tipo de emociones; desde el éxtasis hasta el pundonor, desde el espionaje hasta la saturación de quien observa mudo, escucha sin pestañear y reflexiona sin escrúpulos, dado el desaliñado espectáculo que está presenciando.
“Estoy decidido a hacer todo bien”, sentencia un atractivo Tom Hiddleston representante de esa armonía, pulcritud y perfección que se desean hasta que la convivencia irrumpe y provoca esa interrupción de un injusto equilibrio para llegar a mayor desbarajuste, puertas abiertas al libre albedrío tomado por la fuerza y sin permiso; sin ser experta en Ballard y su obra, se admite una creadora fantasía que radia la ostentación y mediocridad por tiempos, al volver toda su estrafalaria andadura, en cansancio monótono, por atragantarse consigo misma.
Tontería o delicia, estúpida o memorable, saldrás con una opinión firme sobre ella, ya sea sabrosa o repulsiva, fantástica o todo un bodrio, sin término medio, aunque si que se coincide en que es colorista, visual, artificial y numerera; su rompedora escalada es engañosa en sus aportados nutrientes pues, lo que abrazas en principio, sin prejuicios para ver qué entrega y dónde lleva, pierde intensidad e ideas hacia sus tres cuartos, topando con un encerramiento creativo de quien da vueltas sobre lo mismo, al no poder salir de su claustro edificio y adquirir nuevos aportes a su orgía ciudadana.
Con lamento, se queda sin historia y focaliza su obsesión en imágenes desbordantes de la lujuria demente de quien ya no es él o, es él más que nunca.
Difícil de definir, será tu sensibilidad la que marque el límite de lo soportado y su nota; hay inclinación por verla, sugerencia de descubrir qué hay en ella, cuál será tu conclusión sobre ella, aptitud predispuesta a absorber su aroma y ver qué tal..., su posible disfrute es cosa aparte.
Devorado por su propia criatura, aún respira.

Lo mejor; su ofrecimiento visual y musical.
Lo peor; se atraganta hacia el final, sin saber resolver lo planteado.

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Escuadrón de élite
Escuadrón de élite (2015)
  • 4,7
    1.383
  • Francia Benjamin Rocher
  • Jean Reno, Alban Lenoir, Caterina Murino ...
5
Escuadrón de élite
Partida de cartas, de ganador seguro.

¿Es válida una película sólo para entretener cuando estás viendo a un Jean Reno, de mejores tiempos, hacer un papel muy triste y penoso por su dificultad para desempeñar, a estas alturas, ciertos papeles, como ser el abnegado y desfasado líder de un escuadrón de élite?
Y es que ¡le viene grande!, ciertamente ya está mayor para jugar a polis y ladrones, siendo él una especie de Harry el sucio que lidera a su respetada banda; hasta Liam Neeson ha cedido ya en la interpretación de dichos papeles, esos de duro y héroe, porque reconoce que sería hacer el ridículo según se van cumpliendo años y es que..., la edad no perdona, el cuerpo no aguanta y la actuación se desgasta al vivir de una maltrecha andadura, que ya no porta el sello de esa atractiva y gloria suculenta de estos personajes.
Clásica constitución del equipo, que rueda según lo esperado, estereotipado argumento que no molesta ni desagrada, es acción básica, de trama fácilmente supuesta y anticipada en su resolución; lo sabes y lo aceptas con gusto pues quieres pasatiempo ligero, de diversión media, que ocupe el tiempo y no molesta a una razón que durante su consumo se da de baja, por falta de necesaria participación en ella, pero es que...,
..., cada vez que los ojos le ven moverse -al referido cabecilla- y los oídos recitar el texto, en ese papel de legítimo rompedor de las normas por su eficacia, bravura, contundencia y valentía, no puedes evitar pensar ¡ya estás mayor para esto!, ¡no se puede ejercer de un John Wayne urbano toda la vida!, que la carne cede y la postura !ya no es la misma!
Respecto al resto, sin novedad alguna, jovencitos en sus respectivas funciones chiché rodeando al abuelo para adornarle y hacer fuerza; su conspiración es elemental y sencilla, su malla no se extiende a complicadas argucias, se mueve con soltura y rapidez y ejecuta velozmente lo que no tiene mayor enredo ni desperdicio aunque, sigue pesando lo mismo en tu recuerdo..., ¡hay reno, que ya no estás para esto!
Buenos y malos, tiros y persecuciones, algún herido/algún muerto, un poco de situación familiar para entrar en calor, el colega fiel y el jefe plasta, gracia por aquí/fanfarronería por allá y ya tenemos el antigang, esa tropa de élite cuyo escuadrón es corriente y plano pero, tanto bullicio y colorido no quitan que el caudillo flaquea, y no voy a repetirme que cansa oír ¡que alguien ya está grande para ciertas tareas!, aunque a primera vista sea captación obvia.
El conjunto no está mal, aunque tampoco es una lumbrera; en el centro conformista está la clave.
Y el sol sale, y la noche llega, y los días pasan pero ¡uno ya no es el que era!..., perdón, pero no he podido resistirme a su reiterada mención.

Lo mejor; es acción ligera de distracción funcional.
Lo peor; Jean Reno no llega, se asfixia.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gurov and Anna
Gurov and Anna (2014)
  • 5,7
    31
  • Canadá Rafaël Ouellet
  • Andreas Apergis, Sophie Desmarais, Carlo Mestroni ...
6
Gurov and Anna
¿Ama a alguien o sólo juega?

No es muy original el argumento, ni rebusca mucho dentro de su propia idea; un profesor que se vuelve loco de obsesiva pasión por una de sus alumnas, hasta llegar a ese desquicio de arriesgarlo todo por un amor confundido, que resulta más bien ser juego seductor de enganche para la otra parte.
La juventud egocéntrica y manipuladora frente a la madurez cansada que dejó atrás sus sueños, tormento de una frustrante atracción que se trata de evitar a toda costa, hasta caer en la telaraña gustosa de quien gusta gustar y conocer el límite de dicha demencia; todo un juego de control y dominación envuelto en esa semejanza hacia la obra que se cita, The lady with de dog, como excusa para hallar el paralelismo con los personajes Gurov y Anna.
Suave, mimada, de melancólico ritmo para narrar esa tragedia de quien no sabe amar pero enamora a todos a su paso, colérica relación disyuntiva de fuerza y desventaja donde el pardillo cazado sufre, suplica, anhela y cae en esa verdadera oscuridad de la que no hay regreso, pues su cavidad es dolorosa y profunda.
Rafaël Ouellet, cámara en mano, centra su objetivo en esa mirada feroz e indemne, provocadora y astuta que reta a la sinceridad, deseo y angustia de quien le devuelve el placer de la vista para hablar sin comunicación, únicamente con la seducción de un iris penetrante e indagador y unos labios encendidos y ardientes, que cuentan lo que el habla no se permite expresar con palabras.
Incitación, aflicción y enorme daño emocional para una historia dual, a cuatro bandas, que camina y golpea sin excesivo estruendo; conmoción o coqueteo para un espectador que observa un clásico, decorado con aires intimistas, cálidos y arrebatadores que, aún con su pretendida voluntad de cercanía, devastación, desasosiego y socorro expositivo no levanta sugestión, querencia o reflexión más allá de ese estereotipo de alcanzar lo prohibido, para una vez poseído dejar de interesas y convertir, ese logro, en un maldito castigo de ofuscación que perturba y ahoga.
Andras apergis y Carlo Mestroni, más su buena sintonía en escena, correctos y adecuados para representar esa domesticación sumisa de quien es abstraído de su aburrimiento para volver a sentirse vivo y probar la agonía del infierno obtenido; estilizada fotografía, muy cuidada en los detalles y enfoques, constantemente arropada por una banda sonora que abraza el drama como introductor a esa esperada caída después de haber tocado el cielo pues, placer de minutos supone condena eterna para una cinta de sentimientos y relaciones inconvenientes que, dentro de su tradición escrita, no supera el umbral de una visión plana y cómoda que no excita, altera o acongoja al espectador con el protagonista.
Sufrimiento sin estallido, desazón sin suplicio, ligereza de alivio para una visión que no penetra ni vive al máximo la insensatez de su paranoia.
Y el pájaro herido vuelve a por más, hasta que extenuado, sus alas ya no pueden volar.

Lo mejor; la intimidad de sus personajes.
Lo peor; poca excitación o padecimiento para lo realmente pretendido.

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Supercondriaco
Supercondriaco (2014)
  • 5,3
    2.270
  • Francia Dany Boon
  • Dany Boon, Alice Pol, Kad Merad ...
5
Supercondríaco
Objetivo: deshacerse del pesado inoportuno.

Es divertida, mundana, animada y chistosa, te ríes con esa espontánea gracia de quien está pasando un rato agradable y relajado, sin pedirlo ni esperarlo.
Pasamos de un loco maníaco de las enfermedades a un demente enfermo que ya no tiene miedo de los microbios, terapia de choque que utiliza el humor y la ironía como armas combativas, para crear un entorno dicharachero y colérico que entretiene con simpatía, corazón y ese encantado cariño de quien, de poco y básico, encuentra compañía amena y distraída.
Nadie como Dany Boon para representar a ese amigo insoportable, eterno paciente incurable que agobia, desespera y por el que se siente una lástima dulzona de quien quiere olvidarse para siempre de él, pero no puede evitar preocuparse por su salud mental y esa anhelada felicidad espiritual que no le acompañan ni por asomo, cual gafe devoto a quien todo se le estropea.
La ley de Murphy, “si algo puede salir mal, saldrá mal”, si la tostada se cae lo hará por la parte de la mantequilla y, para el presente caso se puede decir que, de tanto estrellarse y volver a darse, nuestro involuntario héroe alcanza una magistral cura de quien, enamorado, hace y dice las fantasiosas memeces que hagan falta para cautivar y encandilar a la doncella, una altruista médica, con complejo de novia de James Bond, que acaba con un tarado cantinflas, de buen corazón, pero manos y pies muy torpes.
Es complaciente dentro de ese tiempo distendido del que no se espera gran cosa, oportuna en su motivo elegido para crear la comicidad y su burla; empieza con válidas ganas de charlotadas continuas, por su camino la energía bravucona de inicio se tuerce hacia la candidez de ese romance escondido, para proseguir con una aceptable unión de ambas partes en esa comedia romántica, de vulgar y corriente contenido, que sabe jugar bien sus comunes cartas para agradar a la audiencia, si ésta se deja, está por la labor y no dificulta la sonrisa facilona.
Producción francesa, dirigida y escrita por el nombrado referido actor, donde se van dando los pasos adecuados para diagnosticar un aneurisma que acaba explotando de forma benévola y dichosa; se alcanza la sana razón, pero se pierde toda lógica para un amor triunfante -¡hay, que sería de los bellos cuentos si en su final no comieran perdices!, aunque sea en ambulancia con la sirena en marcha- de galopantes baches, que sabe mezclar ínfimas dosis de unos ingredientes bien conocidos por el protagonista intérprete -es su especialidad- donde, para actuar y recitar lo de otro, mejor se invierte en uno mismo, que la experiencia va creando habilidad y manejo de dicho género y arte.
Mando funcional para situaciones, escenas, acompañantes y excusas ya vistas pero que continúan creando ese entusiasmo ligero y breve, de descanso y comodidad disfrutada; no arriesga, va a lo seguro, su éxito “Bienvenidos al norte” no se repetirá, pero es segura la aparición de esa carcajada generosa que, aún admitiendo la flojedad del argumento y su tontería, da en el clavo y..., confirmado, te ríes con esa espontánea gracia de quien está pasando un rato agradable y relajado, sin pedirlo ni esperarlo.
Exagerada y estrambótica, un desastre incompetente de líder, que en su negada utilidad produce un óptimo recreo.
Supercondríaco, tratamiento: dosis disminuidas de alegría, fuera preocupaciones y besos por doquier, cuantos más ¡mejor!

Lo mejor; cumple eficazmente su cometido de distraer.
Lo peor; se conforma con un argumento barato, de circulación acelerada, sin exprimirlo en su profundidad.

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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Capitán América: Civil War
Capitán América: Civil War (2016)
  • 6,8
    41.451
  • Estados Unidos Anthony Russo, Joe Russo
  • Chris Evans, Robert Downey Jr., Sebastian Stan ...
6
Capitán América: Civil War
Descontrolada justicia, para apaciguar personales víctimas.

Me preocupaba su visión, me apuraba un posible fraudulento consumo, es más, me acerqué a ella con miedo y cuidado después de pensarlo mucho, pues temía el desengaño de la anterior y una decepción, intuida por prejuicio anticipado, dado los daños colaterales sufridos con su mayor hermana que todavía pesan, con fuerza, en la memoria; pero no, estaba equivocada, por suerte para quien escribe esta crónica satisfecha, se lo han currado.
Han puesto empeño y buen trabajo argumental en ella, han tenido, en esta ocasión, más gracia, idea e ingenio para combinar a toda la trope vengadora; cierto es que la causa no es original ni nueva, se lleva mucho últimamente pensar en las víctimas inocentes de los superhéroes y en someterlos a supervisión y leyes manifiestas, tema por otro lado un poco absurdo pues, alguien que no es de aquí o posee poderes extra terrenales, veo difícil pueda ser sometido a la voluntad terrestre, aunque claro, se les supone una ética humana y un corazón sensible del que no pueden evadir la moral de su conciencia.
Pero, más allá del asunto, ya un poco reiterativo, de los daños, muertos y desperfectos y la responsabilidad sobre todo ello, está la cuestión de la acción, emblema que debe lucir por encima de todo ya que es su fuerza, etiqueta y exquisita tarjeta mayúscula de presentación, amén de ser, al tiempo, su posible talón de Aquiles; y aquí, momentáneamente y al inicio, se vuelca más hacia ese mencionado designio, corroborado por unas imágenes que no ocultan el torpe uso del ordenador para ciertas peleas, golpes y enfrentamientos; cierto también que, conforme entras en calor, ya de lleno, ésta mejora consistentemente y es un placer goloso observar y disfrutar de unos contra otros, de ese ingenio irónico, de combate entre amigos que se aman, respetan y creen fielmente en sus motivos para llevar a cabo sus actos, ¡vamos!, que olvidas rápidamente ese resquemor de principio.
La venganza pretende consumir a los vengadores, convertir lo mejor de ellos en justiciera voluntad que cada uno decide llevar a término por su cuenta, el grupo se quiebra, la amistad se pone en juego, el ego interior está en duda, lo personal se vuelve principal, lo demás es secundario, derribar un imperio por un corazón roto de alma herida, lo correcto, lo justo, lo propicio, conveniente..., la familia como núcleo clave de todo el andamiaje, pues siempre estará allí cuando se la necesita, no importa dónde, cómo o cuánto hace de su contacto, son hermanos y son fieles, no se abandonan/nunca defraudan.
Anthony y Joe Russo cuentan con un guión audaz y estoico, sabiamente sazonado para manejar a tanta estrella; saben coordinarlos con destreza, humor y gancho, candente motivación que se agradece y aprecia, al no limitarse a unir las piezas y hacerlas saltar y correr sin orden o aliciente más allá de la esperada taquilla.
Inteligente, divertida, serena y de combinación maravillosa, camina con talento, usa con desenvoltura su humor interno, acopla con suculenta delicia las artes y habilidades de cada particular héroe, razona, late, siente y vigoriza su espectáculo en aceleración progresiva, de aptitud generosa, hacia ese súmmum combate, colosal en estilo, articulación, bromas y enganche de adultos cabreados y peligrosos, pues todos creen tener la razón de su parte, más un inesperado crío, que habla por los codos, mientras alucina por codearse con las estrellas mayores.
La perspectiva social, económica y política, las rencillas sufridas, las intolerables pérdidas, la firmeza ante la presión, resistencia que obedece a una intuición basada en experiencia, deudas acumuladas en un guión fantástico que los hermanos Russo llevan con determinación, categoría y lucidez rica a la pantalla; se disfruta enormemente, se agradece la mejoría y borra el desaborido recuerdo de su antecesora, una era de Ultrón barrida por una Civil War vivida en imágenes, sentida en contenido, gozada en conjunto.
Con gran presión y responsabilidad en su nacimiento, espléndida.

Lo mejor; la mejoría de un guión maduro o reflexivo.
Lo peor; su inicio combativo deja señales del dirigido ordenador que hay detrás.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La venganza de Jane
La venganza de Jane (2016)
  • 5,4
    4.023
  • Estados Unidos Gavin O'Connor
  • Natalie Portman, Joel Edgerton, Ewan McGregor ...
5
La venganza de Jane
Sintonía que envuelve sin sobresaltos.

Empezamos directo al grano, para no perder tiempo en escenas de relleno, sin preámbulos ni rodeos vamos al asunto, nos preparamos para la defensiva venidera reservando dar explicaciones aclaratorias por el camino, conforme el roce y acercamiento despiertan a la memoria y se avanza en un relato de pasiones contenidas, de amarguras sufridas y de revelaciones que van poniendo cada pieza en su sitio, para que todo encaje y ofrezca ese armonioso puzzle de vista apta y competente, que no rebusca en el esfuerzo.
La fotografía en el género western es importante, es el dictatorial personaje que aporta el alma seca, árida y agria que con escozor viste y seduce, quien dispone el tapete sucio, arenoso y desvalido para jugar la parcial partida, siempre injusta en número de combatientes/sobrada de carácter y latente ofensiva; y aquí, el dibujo base para toda la jugada imaginada cumple con validez su cometido aunque, la verdad, más que una del oeste es un verdadero drama romántico, impera poderosamente la tragedia de sentimientos profundos y resentidos, añorados y revividos con fuerza e intensidad en su tiempo invertido, hasta que, por supuesto, se abre fuego, los disparos mandan y hablan por si solos.
Es entretenida la preparación del enfrentamiento, lo que se conoce y aporta a través de ella, simple y corriente no deja de ser un borrador o copia de hermanas más lustrosas; común historia donde tenemos a Natalie Portman que, sin apenas estropear su maquillaje y despeinarse sólo cuando ya no cabía remedio, capitanea el argumento con la valentía de una madre, el coraje de una esposa, la osadía de una quebrada prometida y la venganza de una mujer que no olvida, ni perdona y se ha reconstruido a si misma para sobrevivir y esperar ese ardiente y doloroso acto de poner a cada cual en su sitio.
Porque “la gente buena no se vuelve mala” pero si ajusta cuentas, aunque el débito se adivina de memoria, nada nuevo o interesante refleja; camino de huellas previstas que llevan a donde sabes, con esa adherencia e interés que te hace prestar atención a pesar de adivinar la lección por anticipado pues, no importa ya sepas destino, armas y pronostiques la función y su desenlace con descarada inocencia, te resulta agradable de oír, gustosa de ver y adecuada en conjunto, dentro de su ligereza de argumento y pobreza de contenido.
Tres hombres rodean a la heroína femenina, figura reivindicativa de moda que no logra grandes decibelios ni atronadores relámpagos, a pesar de la tirantez y nervio que la misma pretende; un disfrazado Ewan McGregor que vivió tiempos mejores, un poco participativo Noah Emmerich como rescatador oportuno y un poderoso Joel Edgerton, quien cubre sobradamente las demandas de la audiencia como herido y traumatizado, fiel y seguro compañero de corazón y revolver, que no duda y satisface en esa sobria actuación de príncipe destronado que, por una mala pasada del destino, vuelve para descubrir lo oculto y recuperar lo que es suyo.
Adalid de pistolas que cabalga en solitario para hallar a su pareja y marcar rumbo, describe correctamente sus pautas, no deja nada fuera pero tampoco aporta novedad alguna; se prescinde de una originalidad que hubiera dado alas, brío y ardor a este clásico, tan previsible y llano que su tradicional escrito no pasa de correcto, habitual y válido, como pasatiempo que no demanda grandes mareos al pensamiento.
Ella no excede en llegar lejos, en arriesgar, penetrar o en subir la cima de la colina, a lo más alto; tampoco lo hará una razón que permanece estable, acomodada, grata y concluyente en su veredicto: limitada en sus flashback temporales, distrae, ameniza, por momentos recuerda el placer y delicia de este género y cumple adecuadamente con su propósito aunque puede que, en su flojedad constructiva, según narra y busca la concordancia dichosa de sus inocentes golpeados, pierda parte de la ácida exquisitez y tormento atractivo que siempre envuelve a estos ave fénix que resurgen de sus cenizas y lo destruyen todo a su sonoro paso bendito.
Fácil de ver, no inspira-no molesta; deja fuera lo complicado, busca simpatizar con la concurrencia con un equilibrado relato.
Jane got a gun -la traducción española la dejamos aparte-, jane tiene un arma aunque, su ir a por todos escasea.

Lo mejor; su respirado ambiente.
Lo peor; ser recatada y modesta en su historia.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre perfecto
El hombre perfecto (2015)
  • 6,4
    3.794
  • Francia Yann Gozlan
  • Pierre Niney, Ana Girardot, Ludovic Berthillot ...
5
El hombre perfecto
Peligra el personaje, ante el acecho a la persona.

Que sepas lo que va a pasar y no haya sorpresas por su previsto camino ¿importa?, ¿o se ve con ganas a pesar de ello? Respuesta que determinará tu querencia por ella.
Y ya puestos, ¿no sería más fácil renunciar a la novia y su altiva vida, que toda la que lía?, pues su incidente, más solución y volvemos a la misma piedra ¡carece de creencia y éxtasis en su resolución!
Porque, a parte de la prisa que tiene y lo rápido que ejecuta para llegar, casi directo y sin escalas al engaño, las mentiras y el acorralamiento, no parece muy creíble ¡toda la que monta! y lleva a cabo sin preparación, de improviso y sin que nadie se de cuenta, un afortunado artista del ¡salvarme como pueda!, a quien todo, por milagro, le sale a la primera, ya sea robo, muertos, camuflaje o salir pitando para que no te vean.
Se supone vive de una tensión, agobio y misterio que provocan interés, incógnita, incertidumbre y deseos de seguir al pie del cañón, para capturar su inquietante letra, aunque ésta, como el libro protagonista arena negra, es falaz y usurpadora, pues pretende ocupar una posición de palabra que no es la suya en retribuida escena.
Sin arena movediza que te atrape, sin esa alma negra que te capture y seduzca, poco queda que no sea un mirar neutro y relajado, ausente de toda perspicacia o aliento por ella ya que, no es malo ser previsible siempre que seas correcto y adecuado -tarea que si realiza de buenas maneras y con servido gusto-, es que los hechos no estimulan ese emulado tormento que busca, esa tragedia moral que vierte hacia lo recóndito del ser humano, esa agobiada supervivencia al límite donde cabe todo y surge un desconocido monstruo, ambicioso, dispuesto a mantener lo obtenido, al precio que sea.
Ese perder el norte, la dignidad y la cordura de una asfixia letal que te transforme, manipula y oferta unos ataques de pánico, con sus horribles consecuencias, no llena ni intimida como debe y es únicamente un sobrio, elegante y mandatario Pierre Niney quien mantiene el nivel justo para que sea un entretenimiento medio, de validez oportuna, que bebe de Hithcock y otros imitadores, no rematando con excelencia la faena.
“Ellos no son tu familia”, ¡y tú ya no sabes quién eres!, deambulas a golpes para mantener un trono ficticio que tiene un alto precio, suplantar una personalidad que acabará destruyendo la tuya; descubrir de lo que eres capaz para ganar, hallar lo que harías por abandonar y poder descansar y respirar de tan loca intrepidez, una incesante noria de mucha abrupta escena, inverosímil en su perseguida sugerencia, que no logra la aceleración deseada, sólo ese termino casual, clásico y armonioso que une todas las piezas con encaje, pero sin excesiva intriga.
Curiosidad si/desvelo no, agraciada si/desazón suculento no, su reactivo escénico de tropiezos, dificultades y soluciones al momento no endulza, alarma o dispara con acierto al acicate de un espectador que ameniza su tiempo con unas ganancias equilibradas, que no permiten hablar de aburrimiento o desgana, pero tampoco de glucosa adictiva que sacia el requerimiento de apetito sabroso y “al dente” solicitado.
Su consumo y nutrición es razonable, que no impactante ni arrasador, por tanto “su violar la memoria de un muerto” son unas “falsas apariencias” donde el “escribir 2500 caracteres por día” de un admirado Stephen King de inicio, no aseguran la angustia y presión, amenaza y cerco de su verdugo protagonista.
Verdad es que su sorpresivo giro final le sube enteros pero, después de tanto desmadre ¿qué más queda?; la inteligencia del inspirador maestro se puede emular, copiar, que no reproducir con efectividad, no al menos para este cumplidor intento de Yann Gozlan que circula/no arrasa.
Ilumina más su estilizada y bella fotografía, que la barbarie que tiene lugar dentro de ella; ansiedad en las páginas escritas, neutralidad en las escenas absorbidas.
Un hombre perfecto que no saca todo su provecho.

Lo mejor; su trasladada esencia a otra época y cine.
Lo peor; su actuar con corrección no conlleva exquisitez argumental ni reflexiva.

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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corazón gigante
Corazón gigante (2015)
  • 7,0
    6.372
  • Islandia Dagur Kári
  • Gunnar Jónsson, Ilmur Kristjánsdóttir, Margrét Helga Jóhannsdóttir ...
6
Corazón gigante
Empezar a vivir y no, simplemente, sobrevivir.

¿Cuánto se puede soportar sin estallar?, ¿cuánto se puede dar sin esperar nada a cambio?, ¿cuánto cuesta obtener una porción de vida?
La soledad como coraza para alejarse de relacionarse con nadie, humillaciones y bromas pesadas soportadas, con resignación y silencio, por ser ese raro aparte que no encaja en la rutina costumbrista elegida por la mayoría; dolor y ausencia que se compensan con una comida que aplaca y enmudece a los posibles sentimientos, sufrimiento y decepción, desgana y conformismo como norma de vida cuya amargura, vacío y tristeza apenas se sienten, pues se ha convertido en la piel de uno.
Un personaje único, roto, paralizado, inválido emocionalmente, rodeado de una robótica rutina que cubre las horas y deja pasar los días; se evita pensar, se huye de la esperanza, la ilusión ni asoma la cabeza pues es opaco, está apartado, vive escondido, intenta pasar desapercibido sin esperar nada, sin pedir nada, sin desear nada, únicamente con la petición de que le dejen en paz y le permitan ser infeliz, pues nunca pretendió otra cosa.
Sólo que, un estúpido e inesperado acto, de generosidad no solícita, abre las puertas de ese enclaustrado corazón que, sin esperarlo, vuelve a latir con ganas y apetencia; se cambia el lugar de la comida, se modifica la estancia, ya no importan los hobbies propios, nuevos pensamientos agolpan la razón, el alma idea formas de contentar a la otra persona, los gustos ceden por esa intervención que interrumpe lo cotidiano, y controlado, y altera ese aburrimiento en un no-se-sabe-qué que apetece, agrada, permite ensoñar, configura inesperados anhelos y juega peligrosamente con el espíritu de un buen hombre que apenas ha vivido, sentido o disfrutado, únicamente sobrevive como puede.
Estupendo Gunnar Jónsson en esa encarnación del incomprendido maltratado, magnífico e ideal como receptor de atropellos consentidos/nunca contestados, que halla un trozo de alegría y ánimo en su quimera descubierta; Dagur Kári presenta una película lenta, desoladora e íntima, que se consume con esa exquisita paciencia de conocer a un solitario arrinconado, rechazado y marginado por ese mal mirar/peor juzgar de quienes nunca se molestan en preguntar, comprender o conocer a quien les rodea; entereza y aguante, desasosiego y malestar, un continuo desvelo de disgustos y desazón que, poco a poco, va virando hacia la animación y entusiasmo de cuidar y preocuparse de otra persona, y olvidarse de la inapetencia desaborida por todo lo nuevo o de fuera del círculo protector elaborado.
Fusi, un corazón gigante, de sensibilidad mayúscula, narrado con un cuidado, tacto, miramiento y aflicción que hacen las delicias e interés de ese peculiar espectador que goza con el encuentro de esa anónima joya que se centra en los pequeños gestos, en los ínfimos detalles, que apenas necesita de diálogos o palabras de relleno para crear una historia de madurez demorada de quien es bueno, amable y desinteresado, que vive según sus elecciones, al margen de la sentencia de una sociedad injusta e implacable que le golpea y azota sin piedad, mientras resiste y logra hacerse hueco entre tanta incomprensión y ataque despiadado.
Ser diferente, exclusivo, ir a la tuya y no importar nada excepto uno, soportar los tsunamis emocionales, levantarse tras ser arrasado..., cinta no apta para todos los públicos; a muchos parecerá aburrida, a tantos otros desnutrida, sin embargo, a un particular grupo, un placer la compañía de este enorme, de cuerpo y esencia, que camina con tolerancia y benevolencia y que, sin darse cuenta, obtiene, no lo imaginado, pero si lo suficiente para emprender marcha y hacer viaje pues, se hace camino al andar, y este caminante, sin pretender camino, iniciando su primer paso está.
Observar, sentir, absorber y digerir, dejarla reposar y reflexionar, requisitos que demanda Fusi, un corazón gigante, grande en todos los sentidos.

Lo mejor; su protagonista y la intimidad, calma y andadura de un guión diestro.
Lo peor; sensación anodina si no se logra envolver de su pausado aroma.

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13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mejor... solteras
Mejor... solteras (2016)
  • 4,8
    4.792
  • Estados Unidos Christian Ditter
  • Dakota Johnson, Rebel Wilson, Alison Brie ...
5
Mejor..., solteras
¿Avergonzarse de ser soltera?..., ¡visto lo visto!

La soltería está de moda, incluso se promueve; interesa al comercio por su economía inversora, apetece su libertad de opción gamberra, sea la que sea, gusta su individualismo de decidir cómo, dónde y cuándo hacer las cosas, tanto como si es lo contrario y se opta por vaguedad voluntaria de no hacer nada y desperdiciar el tiempo; amplio abanico donde estirar al máximo el síndrome de Peter Pan o, ignorarlo y hacer del uno una forma apetecible de vida, que tienta y gusta últimamente mucho al cine.
Se patrocina como diversión plena de juerga continua, colegial existencia de perpetua amistad y apoyo entre sus miembros, amplitud variada de elección y satisfacción de marcar el paso al son de la personalidad propia, independencia que no necesita el cuento de Cenicienta ni a ese príncipe decepcionante que la salve a una, pues la capacidad de carácter, esfuerzo, voluntad y energía posibilitan el camino orgulloso de quien se conoce y sabe lo que no desea.
Hollywood ha encontrado nueva gallina para poner huevos dorados de taquilla, pues ya sea en versión femenina o masculina tiene público dispuesto a este entretenimiento distendido que vende humor, coña, situaciones absurdas e hilaridad intercalada cuya alegría, debe ser muy torpe el guión para que no surja.
Nos situamos en Nueva York, cuna de Jessica Parker y su exitoso sexo a cuatro miradas de amigas eternas, ninguna casualidad dado el planteamiento del manuscrito aunque, no adelantemos ya que, con el añadido de la sombra de Bridget Jones y su posterior visión, la cosa cambia.
Porque es vacío, cansino y lelo todo ese discurso filosófico sobre la soltería, toda esa iluminada sabiduría emprendida para llegar a conocerse capitaneada por una sosa Dakota Johnson de moda, rodeada de una Rebel Wilson como molona estrafalaria y escandalosa que no hace gracia, por una Alison Brie de revuelta andadura que sale al paso y, una Leslie Mann más apagada que nunca y casi olvidada por una dirección que no explota, con sugerencia y acierto, su pretendida comedia.
Porque ese es el punto central; a tan barata doctrina sobre una misma y sobre hallar tu camino en la vida, se le añade el interrogante ¿tiene chispa?, ¿interesa o estimula?, ¿completa, aunque sea medianamente, su propósito de diversión ocasional y distendida, con lección metafísica entre medias?
“Un único momento de independencia absoluta”, afirma con claridad rotunda ¡y se queda tan ancha y lista!, a cuya réplica se le unen los reproches de que ni los discursos emprendedores valen la pena, de que ni la crisis existencial levanta atención digna, de que ni los momentos de ligoteo y lujuria seducen o embriagan, de que ni las conversaciones motivan o encantan..., de que todo el tinglado va perdiendo fuerza y carisma conforme avanza y descubres que su escrito se desinfla, que su desparpajo se anula, que su inteligencia nunca surge y que su resolución ya no importa demasiado, pues prestas más atención a tus palomitas que a esa concentración de adultos perdidos tratando de hallar respuesta a sus dudas.
Música festiva y jovial como envoltura de cuatro historias que pretenden e inician con posibilidad su andadura pero que no colman expectativas; tender a la frivolidad no produce carcajada, tender a la seriedad no logra fidelidad ni compañerismo y tender a la combinación de ambas, en una pretendida alegre comedia romántica, pone el punto culminante a una mirada que se distancia pues, la razón se aburre al no hallar alimento válido.
Christian Dittier filma una novela sobre las difíciles decisiones en un panorama social confuso, dinámico y muy cambiante, donde nada está claro y hay demasiado que no se dice o expresa con doble sentido, donde la honestidad es una virtud peligrosa por lo que entraña de herir o salir herida pero, tanta moralina, sermón, aptitud desenfrenada, anhelo de compañía, insustanciales veladas, duetos ocasionales, proyectos confirmados, posibilidades abiertas bla, bla, bla, avergüenzan de ser soltera, dada la indiferencia y dejadez por lo que se dice o hace.
Llevamos tanto tiempo sin una buena comedia romántica que empiezo a temer que tan gustoso género halla perdido toda su previsión y tengamos, sin más remedio, que resignarnos a ofertas baratas y falaces sobre lo que es y debe ser la actualmente maltratada.
De tan modernos y originales lo único que se logra es estupidez de palabra, ordinariez de escena, intrascendencia de contenido y nulidad de avance, dado el desapego de quien mira por acabar, y oye por no llorar en público.
Se confirma..., cualquier tiempo pasado, en la comedia romántica, fue mejor.

Lo mejor; intenta caer simpática y que la quieran.
Lo peor; la avanzadilla del manuscrito.

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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La conexión de los niños pijos
La conexión de los niños pijos (2015)
  • 5,4
    357
  • Estados Unidos Joseph Castelo
  • Sam Page, Lucy Fry, Thomas Mann ...
5
The preppie connection
Adaptarse, a lugar nuevo, nunca fue fácil..., ni gratis.

Todo circula como se espera, sin sobresaltos ni sorpresas, todo lineal/todo esperado, lo cual no es ni bueno ni malo, sólo muy previsto, aunque de una forma que no aumenta tu apetito por ella, simplemente te conformas con verla.
Basada en una historia real, la de un becario en colegio de alta cuna, que se convierte en la mula de sus ricos y aburridos compañeros para encajar y ser uno de ellos, donde tan acelerada travesura le hace pasar de ser un farsante fanfarrón a todo un especialista en el arte del contrabando de cocaína, para dejar de ser ese cobarde marica que no se atreve a probar la mercancía y alcanzar el trono de los que lucen y molan.
Los papeles están claros, los roles de cada uno bien distribuidos, no hay enigma, no hay suspense ni equivocación a la vista, voz en off del autor de los hechos para introducirte, guiarte y aclarar la lectura de las escenas descritas y dejar rodar la cinta, sin mayor percance.
Sin ser inapropiada, ni aburrida, deja la sensación de no obtener gran partido a esa diferencia entre el ellos-y-nosotros que tanto destaca y afronta, su huella no estimula ni impacta ni abre debate, se limita a una narración simple y correcta de lo sucedido a partir del testimonio de un chico de clase trabajadora, impulsado a codearse con la jet set y que supo como ser el rey de la fiesta, hasta que le pudo la codicia y bajo de la cima del mundo a la soledad en que siempre había estado.
Para el revuelo que supuso la noticia en su momento, la película apenas supone un bombón curioso y apetecible; su guión se preocupa más en ser, apuntador narrativo, que en verter imágenes locas y escandalosas del verdadero bullicio que tenía lugar en las habitaciones del campus.
Mediana y superficial, de rebaja en su saldo, establece conexión ligera con un espectador que la observa sin esfuerzo y la olvida antes de acabarse, admitiendo que su consumo ha empleado un tiempo muerto, sin demasiado beneficio, pero tampoco de gran desperdicio.
Cine para televisión, válido dentro de esa oferta que no pretende más que ocupar hora y pico de su programación y que la audiencia no desaparezca; no hay riesgo, es plana y de dirección recta.
Sam Page trabaja bien su papel de pillo cazado por ir de demasiado listo, su retumbante habla incesante, como comentarista explicativo, no martillea, se lleva con esa comodidad de seguir las instrucciones para llegar a montaje final; ni siquiera hay tensión sobre cuál será su desenlace pues, como noticia del telediario de su época, ya está todo sabido.
Lástima que no sean suculentos esos detalles personales del artífice de tan desquiciada cruzada, eran la salsa que hubiera transformado un plato común, de día rutinario, en un episodio interesante, de incidente gustoso.
“Te hace dejar de pensar”, y pasar ordinariamente el rato. Al pensar en mínimos, es exiguo lo obtenido, sin más.

Lo mejor; narra correctamente.
Lo peor; su pretensión es escasa.

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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Calle Cloverfield 10
Calle Cloverfield 10 (2016)
  • 6,4
    30.965
  • Estados Unidos Dan Trachtenberg
  • Mary Elizabeth Winstead, John Goodman, John Gallagher Jr. ...
6
Calle Cloverfield 10
No sabes si es lo que esperas, lo que querías y pretendías al elegirla, confusión atónita que no deja de indicar que has estado atenta a sus idas y venidas, a sus vueltas de noria donde, en todo momento la pregunta ¿le crees?, es algo que ronda tu cabeza, estímulo incesante que no acepta la explicación ofertada, para conformarse dados los indicios y retomar una postura inquietante y asombrosa, dado el descubrimiento y desenlace de los hechos.
La incredulidad del inicio, la angustia de la situación, el desquicio de lo habido, la devastación de lo conformado, la habitualidad de la rutina, la extrañeza de lo hallado, las sospechas de las mentiras, el estupefacto impacto, la barbarie de lo presenciado, la fuerza de la supervivencia, el coraje del intento y la lucha por buscar una salida, cantidad enorme de sensaciones que van cambiando según la situación y dinámica, volviendo loco a ese pensamiento que no cree, bueno, puede que si, ¡ves como era que no!, ¿entonces era que sí?, para un remate que succiona y destroza toda la perplejidad y sorpresa que has ido acumulando.
El despertar de la situación nueva no crea gran pánico, la asimilación de la información suena a incredulidad para unos oídos escépticos que desconfían, pruebas físicas certifican a los ojos la probabilidad de lo expuesto, aunque la razón sigue alarmada y recelosa, desazón anímico que se cerciora transformando la tranquilidad en tensas huidas a la desesperada, para ese colofón que ya destruye toda la anterior seguida.
Dan Trachtenberg presenta un escrito sencillo, al tiempo que enrevesado, sobre la veracidad o falacia de lo narrado, con un John Goodman magnífico en su papel de ángel salvador al tiempo que demonio carcelario; sin sentir una gran pasión o inquietud permaneces atenta a la pantalla, sin lograr un gran suspense o misterio te interrogas por su atmósfera.
Te envuelve sin apenas darte cuenta, te sugestiona a pesar de la nimiedad que validas estar observando, un argumento de giros continuos que trata de enredar al espectador en su ignorancia y que, sin acabar de aplaudir o abrazar con sobresalto lo que expone o narra, llegas hasta el final afectada por cuál será la respuesta a tanto marear la perdiz, sin enorme nervio o turbación, pero queriendo comprobar qué trae el escrito en su página siguiente.
No sobresalta ni desasosiega en exceso pero la consumes entera, con ese rostro desconfiado de su avance donde, poco a poco, vas haciéndote con ella, una evolución a más que no culmina en agitación emocionada pero ¡ahí que estás inquisitiva mirando!
Una estupenda banda sonora como acompañamiento, claustrofóbico escenario de base y la suposición de lo que hay dentro y fuera, jugar a verdad o mentira, bendición o castigo mientras se ofrecen datos que van liando la posible respuesta; un teatral mantel bien servido que no bulle efervescencia angustiosa, aunque posee el don de atrapar tu curioseo por saber hacia dónde vira y qué opción finalmente elige, termino en el cual ya se le va la mano y cambiamos completamente de ruta.
Entretiene con soltura, sobre la marcha cambias tu opinión sobre ella, lenta en sus claros y oscuros nunca se pierde la conexión, el interés permanece, explota la ambigüedad para tensar la cuerda del suspense, aunque su habilidad no es muy certera; verdad es que te intriga saber por dónde saldrá/falso es que sea angustiosa y deslumbrante en su pánico, más bien son golpes estratégicos de preguntas sin respuesta, para llegar a esa sabiduría conclusiva que ¡ya es la repera!
Calla Cloverfield 10, habitáculo creado para sobrevivir a un ataque externo, que no a un cataclismo interno aunque, tan diminuta estancia tenía una bonita cortina de baño, ¡fíjate y observa!
No es revolucionaria, ni impactante, es un pasatiempo psicológico cuyo thriller abre cotilleo, ese natural espionaje por saber del mismo sin sentir gran escozor durante su trayecto; aunque, mirar, nunca dejas de hacerlo.

Lo mejor; un fantástico John Goodman que logra no le pierdas de vista.
Lo peor; el agujero en el que termina.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Triple 9
Triple 9 (2016)
  • 5,6
    6.294
  • Estados Unidos John Hillcoat
  • Casey Affleck, Chiwetel Ejiofor, Kate Winslet ...
5
Triple 9
Un puzzle al que le faltan muchas piezas.

“¡Vamos a cazar algunos malos detectives!”, sólo que el tráiler y la sinopsis impiden disfrutes de la sorpresa de descubrir los mismos, pues revela parte de ese necesario asombro que debía provocar espasmo e interés en tu persona.
Y de ahí en avance la cosa no mejora, pues aún estoy intentando descifrar el papel de ciertos personajes, su relación con otros y el por qué de su planteamiento, al tiempo que observas el desfile de muchos de ellos, puro cliché ya visto y mejorado en cintas hermanas anteriores, e intentas decidir si los revestidos malos dan el pego, si los rusos tienen poderío e impacto, si con los judíos hacemos algo, si todo el tinglado montado sirve para más que marear la perdiz, sin mucho sentido ni efecto, con tanto gazpacho de criminales, polis y los que combinan ambas facetas ¡vete tú a saber por qué!, pues nada queda claro en un guión que parece saber lo que quiere, para perderse a medio camino, confundir peras con manzanas y acabar prefiriendo al olmo, del que no ha salido ninguna de ellas.
Cuánto mareo de identidad, poco clara, para una visión anodina donde, aún admitiendo la fuerza de las imágenes, el registro de tan privilegiado reparto, el carácter de la acción y validez de las escenas, no puedes más que admitir que se trata de un escrito de personalidad esquizofrénica donde, a falta de decidirse por una identidad de marcado camino, combina tantas opciones que se enreda, tropieza y acaba por ofrecer un desganado lío.
No hay nada peor que no saber qué elegir para fastidiarla en esa puesta en común, de todo lo imaginado y al alcance, para salir del atolladero de falta de ideas y así rematar y concluir lo que empieza, con buenas expectativas y deseosas ganas, pero no se sabe continuar; pronto, este corte de patrón de personajes ya conocidos -en manos de un excelente dueto Ethan Hawke/Denzel Washington- vira hacia el lugar de nunca jamás, pues no hay regreso de un batiburrillo que mezcla diversos hilos, sin pretensión de dibujo, excepto la de abarcar mucha tela y que salga un largo, no importa su contenido.
Decepción, desasosiego y aburrimiento que moderadamente se alivian con la intrepidez puntual de la explosión del momento y la idea general del conjunto, pero donde cada elemento por separado, aún después de su finalización, te hacen cavilar sobre su función y causa en tal intrincado, siendo consciente de que ni su autor lo tenía claro.
Buena dirección, planos cortos y un alma perturbada de corazón voluntarioso, relaciones difíciles de entender junto a una explicación nimia, que no se molesta en expandir lo que para ella está claro -yo sigo en una nube de tormenta aclaratoria- donde ¿de qué sirven tantas persecuciones, tiros y muertes si se te escapa de qué va el asunto? Bueno, corrijo, en términos abstractos captas el follón y su desenlace/en acotación particular, mejor no preguntes muchos que el propio guionista perdió su idea central y rellenó con lo que pudo.
Qué es un triple 9..., queda claro; que hay un novato recién llegado, que pagará los platos rotos aún por venir..., sencillo de asumir; que hay una Ángela Chaning, rubia y joven, portavoz de la mafia..., se da por aceptado, aunque hay mucha confusión de enlace; que hay polis corruptos..., volvemos a la claridad perdida; otros que lo fueron, pero ya no se sabe en qué andan..., volvemos a los nubarrones; que hay un niño usado de maleta chantaje..., puntilla clave que no se encuentra dónde colocarla; que hay una investigación por robo..., retomamos el hilo; la relación y filiación de su detective..., ya cansada admito que ¡abandono!
Ni si quiera puede decirse que entretenga dentro de su galimatías pues, justamente éste y la no resolución de su núcleo o adyacentes, impiden que disfrutes tranquila y distendidamente de su simple ejercicio de buenos contra malos, virtuosos contra manchados , rectos contra..., tal torcimiento de médula espinal que, vuelve y vuelve a cargar ese estropicio de continuación, anulando su favorable comienzo.
Triple 9, triple salto mortal, triple estratagema..., en realidad todo un triángulo de las bermudas que ha engullido todo lo que falta por esclarecer, hilvanar y conectar en lo mostrado, dejando en superficie los destrozos de una ocurrencia, que nunca logró perfeccionar ni completar lo que fuera que tenía en mente.
Sin más acepta lo que entiendas y no preguntes, se olvida fácilmente al terminar la misma.

Lo mejor; su plantel actoral y vigor de algunas escenas.
Lo peor; un guión rebuscado, que acaba en su propio perforado agujero.

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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tesoro
El tesoro (2015)
  • 6,2
    790
  • Rumanía Corneliu Porumboiu
  • Toma Cuzin, Adrian Purcarescu, Corneliu Cozmei ...
6
Comoara (El tesoro)
A la espera de oír el sonido de la creencia.

La película no engaña, van a la búsqueda de un tesoro; pero no esperes hallar a los Goonies, con su acción y jaleo, ni a un Nicolas Cage de tiempos mejores.
Aquí todo es tranquilo y reposado, llevado con paciencia, constancia e intercalados silencios, como la buena pesca, no todos entienden su gusto y diversión, menos su entretenimiento pero, tiene un público fiel que la valora y estima; aunque, en esta ocasión, el absurdo manda en la propuesta, amén de esa desesperación, inquietud y extrema necesidad económica que lleva a jugárselo todo a una carta y lanzarse al vacío pues, perder es algo ya conocido.
A pesar de su sencillez, o puede que por ella, sigues atenta con curiosidad a sus patéticos pasos, de acontecer rocambolesco; es franca, sobria, serena y pulcra, a la vez que ridícula y atónita. Dos adultos jugando a encontrar monedas para salir del atolladero y salvar la dignidad y su cabeza, al tiempo que cavan hoyos, de profundidad física y de palabras venenosas, que encierran un rencor de años de convivencia.
Ironía perpleja por el vacío honesto con el que expone y narra, caprichosa ocurrencia de un destino que se ríe al tiempo que elabora, sueño dorado de todo mortal, que elige la simplicidad y humildad como rostro de andadura de un relato directo y plano, que asumió unas infantiles ilusiones y se arriesgó a comprobar la validez de su certeza.
Corneliu Porumboiu parte del escepticismo, de una extravagante propuesta, para iniciar una irrisoria aventura que expone la realidad histórica y actual de una Rumanía, aún no en paz consigo misma y que tiene mucho que resolver todavía; diálogos picantes, abrasivos y feroces para escenas minimalistas y llanas que viven de la moderación, pero esconden pólvora entre sus rotos ingredientes, los cuales duelen y tensan un presente duro y áspero.
Y la maquinita pita que pita..., y el espectador atento a lo que encuentra, mientras se intercambian pausadas conversaciones hirientes de una superviviente sociedad que sigue maltratada por su presente y ácido recuerdo; locura y perspicacia para un argumento que retrata la tragedia humana con inteligente vis cómica, mediante esa moral que planea todo el tiempo como bufón quijotesco, de decisión complicada.
Frialdad estática para unos personajes herméticos que no muestran emociones, como tampoco lo hace el avispado jugador de póker, pues la debilidad se esconde, cara neutra es la señalada para esos golpeados rostros que resisten, esquivan y continúan en el juego, puede que para ganar, si por una vez la fortuna les socorre y no se equivoca el maldito aparato.
Lenta y concisa no hay más distracción que observar su marcha, investigar en su devenir y ver a dónde te lleva, descifrar su rastreo y saborear lo que las amargas palabras y rígidas actitudes encierran; no acondiciona ni aumenta de volumen, ni aporta hierro extra al asunto, pero la acompañas con ese gusto de escuchar y ver qué pasa.
Aguda e introvertida, un tesoro no por todos bien apreciado.
La modestia de decir, entre medias, y que se entienda.

Lo mejor; el talento de un modesto guión para presentar la realidad.
Lo peor; no apreciarla por ser llana y austera.

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3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Ave, César!
¡Ave, César! (2016)
  • 5,4
    17.942
  • Estados Unidos Joel Coen, Ethan Coen
  • Josh Brolin, George Clooney, Alden Ehrenreich ...
6
¡Ave César!
Un César de carisma, pero contundencia leve.

Cuando una película viene firmada por los hermanos Coen ya no te conformas con un aprobado, más si es de humor y todavía tienes en memoria el placer desternillante de mirar fijamente a sus cabras y anteriores parientes similares; de ahí que se les juzgue con exigencia y no se les permita, esa productividad cómica media, que complace si se refiere a otros autores.
Quieren hacer gracia, y en ciertos momentos lo logra con gran eficacia, el plantel de actores apetece y enamora, acudes con predisposición de pasar un buen rato, deseas que te guste y colme tus anticipadas expectativas..., puede que excesiva demanda sea la vertida en una cinta, que se vendió espléndidamente y ha resultado ser de absorción corriente, meritoria según aislados partes.
No pretende ir a parte ninguna, únicamente jugar con la fanfarronería, locura y extravagancia de Hollywood, de ese clásico de antaño que se movía con su propio estilo; unas cuantas pinceladas de sinsentido doctrinal, bobería escénica, elegante extravagancia, diversión textual, desmadre en conjunto y una sensación sincera de bonanza querida, colorido agradecido, bienestar receptivo que por momentos satisface/por otros decae bastante.
Se entretiene mucho con el espectáculo/poco con el contenido, combina diversas historias entrecruzadas que flojean en cuanto entran en materia; únicamente busca exponer/nunca matizar ni ahondar en ellas, con lo que el espectador se queda con esa sonrisa benevolente de gusto por la etiqueta, pero desabrida sensación por la recolecta completa.
Años 50, los estudios de cine, el comunismo, el capitalismo y la guerra fría, leves apuntes religiosos y de historia más mucha ironía argumental, en pletóricas sentencias, que lanzan dardos envenenados, de sarcasmo cómico, para relatar los diversos relatos; homenaje a una época y modo de hacer por parte de malabares escritores que saben crear afición y devoción por su esperado trabajo pero...,
..., este ¡Ave César!, no se salva ni se hunde, permanece en ese estado catatónico de quien, en medio de una reunión curiosa y apetecible, oye bromas, escucha anécdotas, percibe el ambiente festivo, intenta participar de la marcha, unirse a su entusiasmo y diversión aunque debe admitir que, aún estando muy a gusto, cómoda y atenta, como que ¡no acaba de cogerle todo el gustillo al asunto!
Es obvio que la pareja de directores se lo han pasado en grande, igualmente los actores -George Clooney disfruta dentro del sarcasmo interpretativo-, que el elenco ofrece grata bienvenida, que es amable su invitación, complaciente su compañía, un frescor su andanza y entretenida su performance pero..., todo su encanto, simpatía, brisa y armonía no reducen la sensación de que ellos se lo pasan mejor haciéndola que tú viéndola, lo cual no parece del todo justo pues, quedas relegada a una presencia alegre discontinua.
“¡Ave César!, los que van a morir te saludan”... no seamos salvajes que se trata de coña cariñosa, personajes torpes, irritante gente, sátira ideológica y una combinación superflua de enredos que no cuajan pues están inconexos; intercaladas risas y mutismo para unos originales creadores, a los que se admira por su ofensiva laboral aunque, sólo haya sido discreta la jocosidad recibida.
“Unas historias empiezan, otras terminan...”, con un anecdótico y perspicaz interior que no halla el vínculo pleno; ¡otra vez será!
Querida aunque poco penetrante; refleja con chispa y agudeza, se olvida de la unión y su remate.

Lo mejor; el alumbrado de los actores participantes.
Lo peor; ninguna historia desemboca en nada.

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Oda a mi padre
Oda a mi padre (2014)
  • 6,2
    614
  • Corea del Sur JK Youn
  • Hwang Jung-min, Kim Yoon-jin, Oh Dal-su ...
6
Oda a mi padre
La espectacular técnica deja el resto a medias.

La música y fotografía son calidad excelente siempre presente en estas cintas niponas, en esta ocasión de corea del sur; el cuidado de las formas, el impacto de los detalles, los extras que engrandecen la principal figura..., sólo que la parte emocional y humana te deja fría y ausente, incluso en ocasiones parece un mal chiste, una broma sin gracia entre tanta humillación y miseria.
Toda una vida de sacrificios, alegrías y penas relatada sin gloria ni entusiasmo respirado pues ver las correrías, aventuras y escenas dramáticas sin conexión, inquietud o ardor alguna, es simplemente desgana de absorción fallida; no hay fibra sensible que se implique, sensaciones que se alteren, sentimientos que se involucren, observas, escuchas, sigues atenta pero poco más que estar informada de su evolución y destino es lo que hallas.
“Surgirán dificultades pero funcionará”; no está claro que lo haga pues es demasiado sencillo evadirse, tentador distraer la mente con otra cosa a falta de esa esencia y consistencia que te hipnotice y te seduzca sin remedio.
Libre como un pájaro que no halla rama donde posarse por falta de apetencia, pasión o ánimo, tu mente reflexiona lo justo para no perder hilo pero lejos de ese deseo innato de que tu aislado espíritu se sienta desgarrado.
No es la gran novela dramática, de recuerdo enérgico y sensibilidad espeluznante, que abarca varias generaciones; técnicamente es loable, esforzada y meritoria pero, de poco sirve cuando su comicidad amable y lágrima buscada no te transmiten nada excepto, respeto por la habilidad de su método y práctica aunque, carencia en cuanto a su conmoción o impresión recibida.
Youn JK coloca, sin darse cuenta, un filtro aislador de la sensibilidad de su público; en versión contraria al rotundo refrán “en casa del herrero, cuchillo de palo”, se triunfa con contundencia en casa, pero se pierde la batalla con la audiencia extranjera quien mira pero no lamenta, ni se aflige, ni sufre; tampoco sonríe, se alegra o participa de esa experiencia de una difícil existencia que logra proseguir y completar su promesa.
La familia, quién sabe dónde y cuándo podrán reunirse, mientras tanto a resistir, esforzarse y no perder nunca la esperanza, al tiempo que se amplia con nuevos miembros solidarios y fieles que acompañan en el dolor y ayudan, cogiéndote la mano e intentando curar las heridas..., pero sigue presente la motivación esquiva.
“Esto no es un parque. No hemos venido a divertirnos. Cógete fuerte de mi mano”, y por fin lo logra, te toca ligeramente la piel en los últimos cinco minutos, con ese show televisivo, de espectáculo floreciente, en su labor de unión de desaparecidos que la guerra separó por circunstancias horribles.
Toda la tragedia anterior no alcanza grandes cuotas de sobrecogimiento, aprecio o devastación, se queda más bien en lectura tierna, de buenas intenciones, aunque demasiado suave y templada en su afectuoso recogimiento.
Oda a un padre, cuya alabanza y ovación queda neutra.

Lo mejor; su fantástica parte visual y acústica.
Lo peor; su guión no afecta ni colapsa la circulación de un corazón neutro.

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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rosewater
Rosewater (2014)
  • 5,5
    484
  • Estados Unidos Jon Stewart
  • Gael García Bernal, Shohreh Aghdashloo, Kim Bodnia ...
5
Rosewater
Un descafeinado martirio.

Es extraña la sensación que deja, opaca la sentencia estimada pues, es un caso verídico de secuestro y tortura de un periodista, pero narrado de un modo tan peculiar y ligero, agradable y reposado que aparcas, ese esperado desagrado y malestar, por una visión atenta, dócil, acomodada y confusa ante el dictamen de lo observado.
Sin duda alguna la película se sostiene gracias a la sobria y penetrante interpretación de Gael García Bernal quien, en todo momento, capta el interés de la audiencia y retiene su curiosidad por ella, por lo que tiene que contar; acicate por esa correlación de unos hechos cuya primera parte, previo al encarcelamiento, sirve de introducción para saber quién es el protagonista y qué hace, hasta la llegada de esa oscuridad indomable de quien, vendado y estupefacto dentro de su ignorancia, no puede más que quebrarse de asombro al saber de su acusación para residir indefinidamente en lugar tan tenebroso.
Jon Stewart rechaza la dureza e impacto, conmoción y lágrima de las imágenes ya vistas y conocidas por la mayoría gracias a documentales y telediarios y opta, sin embargo, por una vejación, aniquilación y acorralamiento mental más sereno, pulcro y estiloso pero que, sin duda alguna, deja clara la opresión, desquicio, locura y suplicio que supone estar en manos de radicales cegados, que sólo ven lo que les conviene e interpretan, a su gusto, los inocentes gestos y cómicas palabras de un encuentro distendido como excusa combativa para retener, etiquetar y vender al pueblo la falaz idea pretendida.
Inquietud y desazón con un toque de suavidad que reduce el impacto, recuerdos y añoranzas reflejados con encanto y mimo, congoja y temor que no alcanzan grandes decibelios, pero tienen el don de atrapar tu mirada y fisgoneo por ese evidente tormento que no altera ni sobresalta a un alma tranquila, que reposa su firmeza de convicción por la historia en esa mente que absorbe, consume y reflexiona con la sensación de aplauso, por la alternativa escogida para contar la crudeza y martirio de un aprisionamiento a ciegas y por la fuerza del sinsentido, pero con ese resquemor de flexibilidad y amoldamiento que evita surjan las emociones debidas y requeridas para tal caso.
Falta brío, escozor y pasión/hay entereza y solidez, voluntad de filmar lo ya presenciado de manera alternativa y original; no falla en su intento, se sale de la corriente dramatización de estos casos pero, tanta cortesía, quietud y consideración en las formas levantan un muro separador donde la aflicción, el escalofrío, la pesadumbre y su dolor envolvente se simplifican, perdiendo gran parte de su necesario efecto, en pos de una lectura amable, simpatizante y benévola que puede llegar a ofender, por su trivial retrato de tanta agonía sufrida en tales circunstancias.
El escrito ablanda y colorea un camino atroz, negro y espeluznante que nada tiene de cortés y risueño; no hay rechazo, se abraza con gusto de saber y estímulo de mantener la observación en ella, pero la percepción no es plena, se acoge con esa sorpresa del planteamiento y con esa apuntalada nota de no haber presenciado una hiriente y marcada tragedia, sino la anécdota de un periodista que tardó 118 días en volver a casa.
Confección tenue e insustancial para un asunto profundo e intolerable; se acepta pulpo como perro de compañía pero..., como que es historia de campamento, no portada de primera página del periódico.
Rosewater, agua de rosas, embriagadora esencia que destiñe y desfigura, endulza y minimiza el agrio olor de lo putrefacto; antiinflamatoria y relajante, alivia la producción de heridas y su posterior cicatrización..., tal vez demasiado para lo que hay en juego.

Lo mejor; Gael García Bernal.
Lo peor;: el escrito se perfume en exceso de agua de rosas.

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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El francotirador
El francotirador (2012)
  • 5,1
    1.108
  • Francia Michele Placido
  • Daniel Auteuil, Mathieu Kassovitz, Olivier Gourmet ...
5
Le guetteur
“Francotirador, ¡cúbranse!”

Todo un clásico, eficaz, conciso, productivo e influyente; no pierde el tiempo con adornos innecesarios ni aclaraciones pertinentes -y necesarias-, sencillamente sitúa los personajes justos para dibujar y crear la trama, relaciones viscerales para que todo quede unido y el misterio de quién traiciona, la verdad de quién es culpable más, esa dolorosa honestidad de afrontar las consecuencias que dejan unas huellas, sin inocencia, que asumen ese esperado momento de confrontación directa, para saber de qué se está hecho y si se es capaz de asumirlo, sea cual sea la respuesta.
Una pertinaz caza al malvado, que no siempre es el buscado pues, diferentes clases de maldad dan lugar a asesinos de variado grado, incluso a aquel difuso que de forma retorcida se respeta ya que, funciona según honorables reglas de obedecer a su conciencia.
Es sencilla en su ejecución, rápida en sus movimientos, con un planteamiento holgado que abre cuestiones que ella misma olvida o, simplemente pasa por ellas con una mera mención y una minoritaria explicación válida.
Se busca a un coleccionista de muertos y en ello se embarca la policía para capturar al susodicho, cuando surge un competidor en acumular cadáveres, de método mucho más personal y sádico, y se asoma el dilema moral de quién tiene preferencia en caso de que haya que elegir a cuál se persigue y atrapa.
Duda y debate que no llegan lejos, al igual que muchos otros preceptos morales que se dejan caer pero en los que no se profundiza, pues es mayor su afán y obsesión por correr y derribar piezas que en pararse, regodearse, presentar a éstas como cabe y comunicar la acción con esa contundencia de contenido que la ensalza y magnífica; en su lugar, coloca tibiamente los participantes y les confiere ese mínimo para que cumplan con su papel otorgado, sin pretender llegar más lejos que cumplir con el objetivo marcado.
Y ello lo hace, su misión es realizada con éxito, con satisfacción de entretenimiento adecuado, donde se intuye su minoría de edad al no querer crecer en su libreto y provocar esa rica sugestión de atrape hipnótico.
Aunque no hay desprecio ni nada que echar en cara, es pasatiempo eficaz para las pretensiones que marca, concisa en su objetivo de ir derribando peonzas hasta encarar la decisiva, productiva en su distracción media de tiempo ligero e, influyente en su recuerdo de cintas similares que discurrieron por mismo camino, pero con más arte en sus ingredientes; un menú diario con lo necesario para alimentar el estómago y seguir trabajando.
Siempre es un placer encontrarse en la pantalla con Daniel Auteuil, aquí bajo la dirección de un italiano, Michele Placido, en una producción de triple colaboración entre Francia, Italia y Bélgica; puede que por ello se aborden demasiados puntos sin disparar al blanco en ninguno de ellos pero, aún con su tenue intención de compás en su manuscrito aprueba, se disfruta y complace lo que dura.
Liviana y versátil, de cuerpo justiciero y fondo ético, por los que transita con presura y diligencia que ¡inmediatamente viene otro muerto! y hay que hacer sitio en la cinta; visión rauda, de expeditivo efecto y ¡a otra cosa!
“Como un lobo voy detrás de ti, paso a paso, tu huella (de poco impacto e intensidad) he de seguir”

Lo mejor; su intención de andadura.
Lo peor; insinúa pero no confirma.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Listen Up Philip
Listen Up Philip (2014)
  • 5,9
    470
  • Estados Unidos Alex Ross Perry
  • Jason Schwartzman, Jonathan Pryce, Krysten Ritter ...
4
Listen up Philip
Un codiciado lenguaje, del que permaneces ausente.

Tres personajes que empiezan y terminan en Philip, un ser egoísta, egocéntrico y cruel, de impacable palabra sincera, incapaz de disfrutar de su felicidad y gustoso de impartir, su temeridad angustiosa y sádica desdicha, a todos aquellos que le rodean y por los que no tiene sentimientos alguno excepto esa honestidad vanidosa de comunicarles lo indeseables, inapetentes e inútiles que son para él en su vida.
Frustrante y agotadora cinta en su inagotable, punzante, agresiva y directa cháchara, sobre la exclusiva personalidad de los genios escritores en su complicado proceso creativo, que les hace estar por encima de cualquier norma social o sensibilidad hacia aquellos que les rodean.
Duros y marcados personajes, de triste patetismo y decepciones aniquiladoras, que les hace vivir en una idílica nube donde su soberbia y altivez les hace dibujar esa demencia necesaria para crear y enfocar toda su decepción, tristeza y humillación a través de la escritura inventiva.
Todo su dolor, divagación, agresividad, rencor y malestar con el mundo, toda su verborrea en off y en primera persona, todos los brutales diálogos, de colérico misil expuesto sin piedad, todo el desarrollo de los mismos, toda su pedantería, idiotez y bobería, toda su soledad, brutalidad ofensiva, desvarío verbal, estancamiento creativo, permisiva estupidez personal, oscura comunicación pesimista etc, etc, etc..., no llama poderosamente la atención; aprecias el gran esfuerzo de un guión marcado por una devastadora franqueza, que no descansa ni un minuto, pero ¡es que Philip te da igual!
Y, ya no es que te caiga mal, que también, es que ni en su desagradable presencia, de agraviante estilo y carácter nocivo, te capta para querer saber de él y de su destartalado y doloroso caminar.
Un petulante y narcisista personaje atrae y suscita por su desparpajo y grosería, por su latente tenebrosidad, sin perdón ni excusa pero, todo el derrame narrativo de Alex Ross Perry por su adorada creación no aporta interés ni apetito, más allá de una pesadez para los oídos y una tortura para la aburrida mente.
Irritante en voz hablada, fatigosa en escena, su humor negro no resulta cómico, su cinismo compartido no osa ser estimulante, su descaro, dramático y sombrío, es absorbido en palabras honradas y espontáneas vertidas como bombas dañiñas y desbocadas que no importa a quién arrasen, pues no suponen acicate alegre ni motivante ya que ¡qué más da!, estás fuera de onda, hace rato que has desconectado y ninguna de las tonterías expresadas, con su destreza hiriente, de esa presuntuosa vanidad que no encuentra fin ni acomodo para vivir con la perpetua desgracia que siempre lleva consigo, te preocupa, te alienta o revive para retornar a esa historia, de la que hace tiempo te has perdido.
Destrucción y auto sabotaje hacia uno mismo que vira encarnizadamente hacia los demás, aislado y desconfiado mueve sus fichas según su autómata fatuidad, conducida con ese único propósito de ser yo el primero y última de la lista y, aún apreciando el enorme esfuerzo, ganas e imaginación concebida para un argumento tan laborioso y rico en su mordaz contenido, sencillamente ¡no escuchas a Philip!, no sientes nada que no sea parsimonia, de una ausencia comunicativa instalada hace ya rato desde que se dio inicio.
Será inteligente en su destreza, osadía y voluntad de recrear una comicidad aguda, perspicaz y corrosiva, que altera y virulenta a los más sensibles/gusta, divierte y es el gusto sarcástico de los más combativos; provocadora, incitadora y cautivadora en su maldad honesta, bla, bla, bla..., tu mente toma vacaciones de una sabiduría que no va contigo pues cansa y agota, aún a costa de repetirme, pues ¡se supone era una sabrosa cinta de ingenio y sagacidad ocurrente!, ¿y?, permaneces fatigada y marchita de tanto listillo arrogante, que no te provoca más que desidia y desdén.
Queda claro que no ha sido la compañía genial que esperaba, lo cual no quita sepa valorar sus atributos, tesón y ahínco; puede que tú tengas más suerte.
Esta clase de perspicaces inteligentes han negado mi entusiasmo, espero que tu disfrutes más de su avispada lengua.

Lo mejor; un guión que despierta el ánimo e interés por su personaje.
Lo peor; en su trayecto te abandona.

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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
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