Inferior a la primera entrega en todos los aspectos. El humor se hace repetitivo y es demasiado tonto. Los efectos especiales han envejecido regular. La villana carece de carisma, interpretada por una sosa Lara Flynn Boyle que lo único que hace es presumir de cuerpazo. Will Smith y Tommy Lee Jones tienen su gracia pero sus personajes han perdido frescura. Rosario Dawson y Rip Torn están correctos como secundarios de bobalicona hilaridad. Los numerosos extraterrestres que se pasean por pantalla son los que más ayudan a mantener la comicidad.

Pese a que todo es peor, no llega a ser terrible. Es una película olvidable pero pasable, corta, que entretiene una tarde sin ningún problema. Debajo de su boba capa sigue escondiendo cierta profundidad, esta vez reflexionando sobre la soledad de los soñadores que miran a las estrellas en busca de un significado que no encuentran en la cotidianidad diaria. También recupera la idea de lo insignificantes que somos en el universo y lo poco que sabemos de él, aún cuando creemos saberlo todo.

Es estúpida, tanto como pensar que nuestro mundo podría no ser más que la taquilla de un alienígena, pero ese absurdo pensamiento no deja de tener su gracia.

Muy divertida. Esta comedia fantástica de ciencia ficción da un vuelco original a las películas de extraterrestres y nos adentra en una agencia secreta encargada de lidiar con los problemas intergalácticos que amenazan a la Tierra. Los alienígenas están por todas partes, disfrazados, y no todos tienen buenas intenciones.

Los agentes no solo se limitan a salvar a la humanidad a diario, sino que lo hacen con estilo, molando, siendo los putos amos. Will Smith y Tommy Lee Jones hacen una pareja carismática e hilarante, Linda Fiorentino pone el toque femenino como la forense que lo ve todo solo para olvidarlo, mientras Vincent D'Onofrio se marca una interpretación memorable encarnando a un inolvidable villano.

Los efectos especiales han envejecido de forma notable, aunque lo que destaca de verdad es el maquillaje del malo, deliciosamente grotesco. Danny Elfman pone la música redondeando el conjunto.

La película se permite el lujo de desarrollar un humor que enmascara pensamientos más profundos de lo que parecen. La nimiedad de nuestra existencia, la verdadera importancia de la vida, la idiotez de la masa social contra la inteligencia del individuo. Al final, para vivir, lo que hay que hacer es disfrutar, quitarle hierro al asunto y hacer aquello que nos gusta, siempre molando, porque no somos más que puntos minúsculos en galaxias que los alienígenas utilizan para jugar a las canicas.

Estimable muestra de ciencia ficción de los 90, con un estilo clásico que puede recordar a aquellas cintas de invasiones silenciosas en blanco y negro, cuyo argumento vuelve de vez en cuando a la gran pantalla, porque siempre funciona una buena historia de conspiraciones mundiales sobre extraterrestres que nos están conquistando sin darnos cuenta.

La película es entretenida, tiene mucho ritmo, se mueve entre momentos de gran suspense, acción frenética, toques de terror y ciencia ficción seria. Es una cinta familiar, para todos los públicos. Consta de cierto trasfondo ecologista, criticando la falta de interés del ser humano por cuidar el planeta. El argumento es un poco predecible, pero no es algo que le pase factura. Charlie Sheen es el protagonista absoluto y está ligeramente sobreactuado, lo que en verdad no queda mal, pues le otorga al personaje un aire de fanático conspiranoico medio loco bastante simpático. Buena realización, maravillosos escenarios y sólido guion. Tiene, por cierto, uno de los intentos de asesinato más originales y absurdos que yo haya visto (el de la bañera).

Si te gusta la ciencia ficción no deberías perdértela. Puede que no deslumbre pero cumple su cometido de alumbrar una tarde a esa gente que cree que la verdad está ahí fuera.

Es cierto que la historia está narrada con frialdad, pero a diferencia del dictamen popular, esa siempre me ha parecido una característica positiva. Me siento más a gusto adentrándome en un relato observado con el ojo clínico de la lejanía, que paseando por obras que buscan el sentimentalismo y la emoción. Puede que sea porque soy una persona fría.

Sin embargo, veo esta película y puedo entender el conflicto interno del personaje principal, esa contradicción de hacer algo egoísta y al mismo tiempo sentirse atormentado por sus acciones, la lucha entre la frialdad y la emotividad, el querer ayudar pero decidir no hacerlo porque quiere terminar la maldita historia, ser consciente de que eso lo convierte en una persona horrible, la pesadumbre de frivolizar en público sobre un tema en el que se ha adentrado demasiado personalmente, risas entre conocidos se transforman en solitaria depresión. El personaje interpretado magistralmente por Philip Seymour Hoffman es gris, cae bien pero no cae bien, mientras desprende un magnetismo que consigue, de alguna forma, que todos giren a su alrededor, incluso los espectadores. ¿Era así el verdadero Truman Capote? Tiene pinta.

La película no lo abandona en ningún momento, por lo que el resto de personajes quedan fuera del foco, aunque el argumento también se para en hacernos entender un mínimo la mente del asesino, si es que podemos aspirar a tal cosa. La dirección es más que correcta y el guion despunta.

No es un biopic al uso, sino una incursión en los tormentos de una persona tan falsa y ególatra como sensible e inteligente. Merece la pena.

Partiendo de que es otra secuela mediocre tan innecesaria como prescindible, lo cierto es que personalmente me lo he pasado bien, mejor que con la anterior, la cual no era más que un copia y pega de escenas vistas a lo largo de la franquicia.

Esta entrega tiene ciertos aspectos positivos, al menos para los que aún seguimos aquí visionando infinitas secuelas absurdas de nuestro ‘psycho killer’ favorito. Veamos:

- Muertes numerosas, variadas e incesantes.
- Un poco de análisis social mediante el uso de la metáfora, pero sin perder de vista la simpleza necesaria en un slasher. No me ha disgustado ese intento de desarrollar el tema del mal y el miedo, usando a Michael como el catalizador de la liberación de la verdadera naturaleza humana: el salvajismo, el odio, la maldad. Michael no solo es el mal, incita al mal. David Gordon Green dirige con torpeza, pero es el primero desde John Carpenter que entiende la naturaleza del personaje.
- Banda sonora potente, actualizando la mítica música y llevándola hacia lo electrónico o el rock.
- Y para rematar, aunque este punto puede ser discutible que sea positivo, la película es una parodia. No tengo claro si esa es su intención, probablemente no, pero lo es, y yo me he partido el culo viéndola desde ese punto de vista. Resulta complicado creerse que gran parte de las escenas pretendan ser serias, es que no me entra en la cabeza, por eso dudo. Me cuadra mucho más que hayan sido pensadas como números cómicos.

Si no fuese porque se hace un poco larga, por las lamentables interpretaciones, porque Laurie es un simple reclamo comercial que no pinta absolutamente nada en la trama, por los diálogos artificialmente explicativos, porque revisita el pasado para traer personajes que a nadie le importaron nunca, y porque en el fondo es una ridiculez, la hubiese aprobado.

En el spoiler cito algunas de las escenas más graciosas.

Coñazo. Esa es la mejor palabra para definir este exasperante trabajo de Scorsese. Aplicar el ritmo contemplativo del cine independiente más cargante y monótono a una historia propia de un thriller (va del enriquecimiento de unos pocos a base de la confabulación y el asesinato) está tan fuera de lugar que solo hay dos posibilidades: o el director sufre demencia senil o está llevando a cabo un experimento para poner a prueba la paciencia del público, demostrando que se traga cualquier cosa.

Más de tres horas dura, vaya tela. Escenas interminables, artificialmente alargadas, se cargan cualquier género posible. No hay intriga, no hay acción, no hay western, no hay drama, no hay interés. Su único propósito es llegar a la meta lo más lentamente posible, a paso de tortuga.

Eso sí, a nivel técnico es la bomba. Impresionantes localizaciones, escenarios, sonido, planos, fotografía… Nada que reprocharle, o sí, porque casi resulta más irritante ver que el tío que dirige esto sabe lo que hace y aún así jode el resultado final con sus caprichos.

Si algo puede salvar un poco la pesadez reinante es el reparto, cuyas interpretaciones se merecían un producto mejor. DiCaprio, que se mete en la piel de un paleto pusilánime cada vez más atormentado por sus acciones, realiza una actuación brillante, creíble, incluso llegas a compadecerte de él, cuando el personaje es a todas luces ruin.

Pero ninguna interpretación ni plano bonito justifican soportar la tortura fílmica que supone el visionado. Por si fuera poco al final sale el propio Scorsese a hacer un monólogo encima de un escenario, lo que me lleva a mi cuestión inicial: ¿Será la edad o se estará riendo de mí?

La serie es perfecta para ver en medio de una crisis existencial, pues nos habla de personas rotas, de la búsqueda de un propósito en la vida, del duelo, de como el ser humano se tira de cabeza al absurdo solo para llenar el vacío interior. Un ser humano repleto de contradicciones, que quiere tener una familia pero odia tenerla, que quiere ser feliz pero no sabe lo que eso significa, que quiere vivir y quiere morir. Y así avanza el tiempo, un círculo de superación y destrucción, de ilusiones y decepciones.

La historia tiene una fuerte carga religiosa, mostrando como en tiempos de crisis los humanos recurren una y otra vez a creencias que superan la razón, que otorguen un poco de significado a un mundo caótico, y que proporcionen el alivio de pertenecer a una comunidad. Creer es llenar el vacío, pero a riesgo de caer en el delirio.

La familia es el otro tema central. Su ruptura y resurgimiento es una constante. Reconforta tener a alguien con quien estar cuando el mundo se desmorona, y es en esos momentos donde la familia se reúne. Pero cuando pasa la tempestad vuelve la soledad. La trama se mueve entre dos ideas sobre este tema: “La familia lo es todo” y “No hay familia”. Curiosamente ambas tienen sentido, depende del momento.

La serie lleva la firma de Damon Lindelof y se nota, para bien y para mal. Usa un estilo de narración muy ameno, donde cada capítulo tiene un protagonista diferente, repleto de detalles, simbología, metáforas… Y aún formando parte de un todo, cada episodio funciona por sí mismo, relatando personales odiseas emocionales. Grandiosas interpretaciones de un reparto entregado consiguen, junto al guion, personajes sufridores que enamoran a la audiencia. Y claro está, los misterios. Innumerables pequeños enigmas que dan rienda suelta a toda clase de teorías… infructuosas.

E aquí viene lo malo: La serie está plagada de detalles sobrenaturales, misterios y demás movidas incomprensibles que no se explican para nada, y eso convierte parte de la historia en tramposa, pues mantiene enganchado al personal con argucias argumentales irrelevantes. Y no, no forman parte de la trama, ni siquiera vale lo de “ciencia contra fe” y decir que a lo mejor es que damos significado a cosas que no lo tienen, que éramos creyentes cuando deberíamos haber sido científicos. No, porque esos misterios no son ambiguos, y por tanto hay un río sobrenatural de sucesos inexplicables metidos para engañar y adornar.

¿Y qué pasa? Pues que terminas y los sentimientos son dos muy diferentes: Por un lado has visto una tragedia existencial que te ha llevado hacia la catarsis… Pero por otro no puedes abandonar la sensación de que ha sido una estafa. Además la serie se descontrola argumentalmente, demasiada ambición. Comenzaba siendo una exploración del duelo y la fe, usando como contexto un mundo con ciertos rasgos de distopía, para expandirse e intentar hacer un retrato de la humanidad a través de los tiempos, meterse en el más allá, el surrealismo, una nueva religión… La mitad de los personajes son abandonados a medio camino, y no hablemos sobre intentar dar una conclusión a semejante delirio inabarcable de fantasmas, locos que saben cosas, misiones en la tierra de los muertos, sectas que llevan a cabo acciones cuya importancia se desvanece, milagros imposibles, frases premonitorias, resurrecciones arbitrarias… Y todo así.

Misterios los crea cualquiera, el verdadero arte reside en resolverlos, o como mínimo dar las piezas necesarias para ello. Por cierto, el último episodio explica el misterio inicial de las desapariciones, paradójicamente el único que no necesitaba ser resuelto. Damon Lindelof tiene imaginación para crear historias pero es pésimo a la hora de rematarlas.

La decente dirección de Juan Carlos Fresnadillo junto a la solvente interpretación de Millie Bobby Brown consiguen hacer entretenida una historia de fantasía medieval que peca de simplista y previsible.

La historia bien podría ser la de una princesa Disney en carne y hueso, porque tiene todos los elementos para ello. No atesora mucha emoción pero sí que consta de buen ritmo y una gran puesta en escena. Visualmente es bella, buscando en todo momento deslumbrar con planos que evoquen aroma a fantasía, tiñendo los escenarios de luz u oscuridad con tonos naranja y azul (fuego y agua; quemadura y curación).

El dragón tiene un diseño atractivo y los escenarios asombran, se nota que hay presupuesto para los efectos especiales. Ahora bien, el hedor a pantalla verde no se va en ningún momento.

A ver, la película está bien realizada, no tiene nada malo ‘per se’, es solo que no va más allá de ser una producción para pasar el rato y luego olvidar. Pero si es eso lo que buscas, adelante, no todo el cine tiene que ser complicado o aportar algo. Matar el tiempo con una trama sencilla narrada con refinamiento a veces es lo único que se necesita, y muchas otras veces más de lo que se obtiene.

¿Necesitas ver la película para ver la serie? No. Cero conexiones.
¿Si has visto la película te aportará algo la serie? No. Es la misma idea narrada en muchas más horas y con menos encanto.
¿Pero la puedes ver? Por supuesto. Cada cual puede perder el tiempo como más le guste. La serie es lo mismo que la película adaptada al formato televisivo y ambientada en un universo similar, que no el mismo. Aristócratas que esconden bajo sus terrenos imperios de la droga para mantener su estatus, en un mundo de personajes parlanchines y una trama de enredos.

El reparto, bien. La imagen, bien. El ritmo, no tan bien. El estilo de Guy Ritchie en una serie se hace pesado, repetitivo, no tan ameno como en la gran pantalla. A eso hay que añadirle que no está haciendo nada nuevo, que nadie se engañe con la publicidad, esto es un remake de una película que solo tenía 5 años, y contra la que sale perdiendo en todos los apartados.

Yo me he aburrido. Mucho diálogo elegante y mucha cara bonita pero poca chicha. Ese rollo de la selva, el zoo, leones y lobos con piel de cordero es una temática diluida en verborrea vacía. Encima todo es demasiado tópico y predecible, sin emoción, intensidad, intriga… Todo muy lineal, general, vulgar… Por no hablar de que el monstruo de la corrección política ha engullido a Ritchie.

Innecesaria serie del montón.

Enésimo reinicio de la franquicia, que esta vez decide hacer una continuación directa (a la basura) de la película original, lo que a efectos prácticos solo es una excusa para poder traer otra vez a Jamie Lee Curtis, a la cual parece no importarle hacer el ridículo. Bueno, también significa que Michael y Laurie no son hermanos, algo que por algún motivo daban por sentado todas las secuelas cuando fue un invento melodramático incoherente de la segunda parte.

La película es un monstruo de Frankenstein que toma vida cosiendo escenas anteriores de la saga, mayoritariamente de la primera película. Es lamentable, no tiene ni una escena original. Se las amaña para recrear casi todos los momentos del filme de 1978 sin un ápice de vergüenza, estando las muertes fusiladas de ahí o de otras secuelas. Los patéticos giros argumentales, vistos; la carrera por el bosque, vista; la fuga de Michael, vista; el final, visto. Qué vergüenza, de verdad, reciclar todo lo anterior por la puta cara sin molestarse en pensar algo nuevo, aunque solo fuesen las muertes. Qué vergüenza.

En fin, que una Laurie anciana se enfrenta a un Michael Myers anciano 40 años después, lo que de por sí ya suena irrisorio. Laurie lleva todo ese tiempo en una casa en medio del monte desarrollando una filia por los maniquíes y disparando a cosas, preparándose para cuando Michael vuelva a por ella en silla de ruedas. Michael, por su parte, estaba encerrado hasta que deciden trasladarlo en la noche de Halloween porque sí, y no parece tener nada mejor que hacer que volver a por la vieja. Lo típico.

Por momentos parece una parodia. A la Curtis se la sopla todo y habla directamente al espectador cuando le da la gana, con frases como «Feliz Halloween» o «Mirad, este es el nuevo Loomis». Unas risas me he echado.

Las pobres criaturas somos nosotros, que vamos a ver cine y nos entierran en una montaña de estiércol. Estoy hasta la coronilla de los directores que van de adalides de la moral, escudándose en el arte y la libertad para restregarnos sus delirios ideológicos aleccionadores, mientras dan rienda suelta a fantasías enfermizas salidas de una mente perturbada.

La película es de mal gusto. Su estética es horrible. El sonido está usado para molestar aposta. Emma Stone y Mark Ruffalo hacen un ridículo espantoso comportándose como auténticos subnormales. Los personajes son desagradables. Los diálogos son pretenciosos. Está plagada de planos feos rollo fantasía onírica deforme que dañan la vista. Yorgos Lanthimos ha pasado de hacer interesantes obras de autor a convertirse en un lunático extravagante insufrible, y lo peor es que la gente le ríe sus pueriles bufonadas.

El argumento es basura. Un panfleto del empoderamiento y la libertad del individuo tan pasado de rosca que el mensaje se degrada hasta convertirse en una apología de la prostitución y la pedofilia. La protagonista es literalmente un bebé en el cuerpo de una adulta, a ojos de los demás una simple retrasada mental, y todos tienen sexo con ella. Al parecer tener sexo desde niño con todas las personas que conoces es la mejor educación, la mejor forma de descubrir el mundo y fortalecer la mente. Los adultos que copulan con menores en realidad son profesores impartiendo cultura. Y esa cultura no es otra que la del libertinaje, abogando por la total satisfacción de los deseos personales. ¡A las normas de la sociedad que les den! ¡Me oprimen! Si quiero insultar, pegar o robar a alguien estoy en mi derecho, si quiero escupir la comida o mearme en medio de un restaurante estoy en mi derecho, y si me entra el apretón me subo a la mesa y planto un pino allí mismo. La nueva educación es no tener educación y la nueva igualdad consiste en que todo el mundo sea igual de imbécil.

Detestable porquería. Comparable a comerse un plato de mierda.

La película es una historia de viaje al origen. El origen de la soledad, el origen del amor, el origen del universo. El personaje principal es un astronauta en una misión que busca estudiar un fenómeno espacial desconocido. Cuando está llegando a la zona de influencia comienza un viaje interior durante el cual revisita su pasado en busca del motivo de su soledad autoinfligida, reflexiona sobre una relación amorosa que ha llegado a su fin, sobre la relación con su padre, sobre la decisión de perseguir el conocimiento en lugar de la felicidad, y sobre si todo ello ha valido la pena.

Si dicho viaje es una alucinación provocada por las partículas de la nube misteriosa o si realmente el cosmonauta ha hecho contacto con una araña alienígena psicóloga da lo mismo, el núcleo temático es la introspección del protagonista.

Visualmente es atractiva, con imágenes cautivadoras del espacio y el interior de la nave. Adam Sandler se defiende aunque se le nota un poco perdido.

Todo pinta muy bien pero el resultado es fallido, porque la película se explica demasiado. Una cosa es hacer reflexionar al público y otra diferente es reflexionar por él. La araña no deja de hablar un solo momento, se hace pesada de cuidado con su filosofía masticada. Los dramas que se plantean son de andar por casa y su resolución es facilona. El recorrido espiritual no logra alcanzar la profundidad requerida en un pretendido drama metafísico, permaneciendo en el camino de la superficialidad. Para rematar, el punto de vista de la tierra (la novia y el contacto de la misión) sobra, el foco no debería haber abandonado la nave más que en recuerdos, pues no aporta nada lo que sucede en otro lugar.

Se puede ver, la temática es interesante, pero fracasa en su intento de alcanzar las estrellas.

‘Dune’ no es una historia de ciencia ficción sobre un profeta del futuro. ‘Dune’ es una historia sobre la humanidad.

La religión fue creada para darnos algo en lo que creer, algo por lo que vivir y morir. La fe. La devoción. La espiritualidad. El paraíso. La comunidad. El sacrificio. La salvación. Su poder es inconmensurable. De la religión surge el fanatismo. Los devotos a la causa harán lo que sea por la misma. Si deben dejar de comer y beber por ella, lo harán. Si deben sacrificarse, lo harán. Si deben ir a la guerra, lo harán. De la religión nacen los ídolos. El mesías. Dios. Los devotos esperan su llegada, y lo seguirán sin cuestionamiento cuando llegue el momento. El mesías, de hecho, exista o no, sea o no, tendrá que asumir ese papel. Uno no elige ser el elegido, lo es. El héroe. El salvador. El líder que guiará al pueblo hacia la liberación y conseguirá la conversión de los infieles. La guerra santa. Una vez consagrado, todo lo que haga o diga será visto como un acto divino, sin discusión. Oremos.

La política fue creada para asumir el poder. Gobernar al pueblo. Planear estrategias. Conquistar. Hacer crecer la economía. Defender el territorio. Traer la paz mediante la guerra. Complots dentro de complots para adquirir más poder o evitar perder el que ya se tiene. Es así como se crean los imperios, es el tiempo el que los convierte en decadentes, y es la revolución de una nueva facción la que definirá la nueva política.

La venganza fue creada para satisfacer el sentido de la justicia personal. Disculpar los medios usados para el fin. Canalizar el odio del individuo hacia una causa necesaria para apaciguar su espíritu. El derecho de defender su honor y reclamar lo que le fue arrebatado. Ojo por ojo.

Esas tres fuerzas de la humanidad están intrínsecamente relacionadas. Todas coexisten, se retroalimentan entre sí y se funden en una órbita de maquinaciones a gran escala que hacen caer y levantar imperios.

‘Dune’ habla de todo eso, y más. Los acontecimientos que presenciamos parecen estar orquestados desde hace mucho tiempo. Las profecías parecen ser minuciosas manipulaciones planificadas a lo largo de los siglos. El elegido es prácticamente forzado a serlo. Su adquisición de la omnisciencia, la divinidad a priori sobrenatural, es en realidad alcanzada mediante la ciencia. Eso nos hace replantearnos todo el sistema y reflexionar sobre las bases de la sociedad humana.

A su vez hay una clara analogía con oriente medio. Desde el habla hasta las vestimentas, pasando por las construcciones interiores que asemejan templos de culto religioso o la banda sonora de Hans Zimmer, todo evoca a la cultura árabe. La especia es una clara alusión al petróleo, mientras la revolución santa contra la tiranía es la yihad.

Villeneuve ha conseguido plasmar en pantalla una obra de gran complejidad. Le ha quedado un poco larga pero ser es todo un espectáculo imponente, trasladando todas las cuestiones de la novela sin sacrificar el ritmo narrativo. Se entiende la evolución del personaje principal y se plasma con acierto esa paradoja de ser un mesías planificado, un (no) héroe, un (no) villano. Junto a él, la transformación de la madre y su hija nonata, que dan todo el mal rollo, justo lo que requerían. El líder del culto religioso que sutilmente pasa de creyente a fanático también cautiva. Ni que decir tiene que son los tres personajes mejor interpretados.

Algunas escenas para el recuerdo: la secuencia en blanco y negro de la casa Harkonnen, metáfora de una dinastía decadente que ha perdido el color, o que ya no puede ver al resto, casi como si perteneciese a otro plano de la realidad; el agua de la vida llegando al feto; la lágrima derramada por obligación para la resurrección; cadáveres cayendo del cielo; el mesías caminando entre la muchedumbre que lo venera.

Oremos juntos, como humanos, rindamos culto a los gusanos.

Tal vez no debería comparar esta versión con la mutilada de David Lynch, pero voy hacerlo, desde lo negativo hacia lo positivo.

- Mientras a la de Lynch le faltaba metraje, a la de Villeneuve le sobra. De hecho, a la de Lynch le faltaba metraje en la segunda parte de la película, la primera (que es el segmento que adapta la de Villeneuve) te la contaba en poco más de una hora perfectamente.
- La versión de Lynch transmite sensaciones, te inquieta, te fascina. La versión de Villeneuve no transmite nada, es fría, aséptica.
- La de Lynch graba imágenes perturbadoras en tu retina, especialmente en lo referente al grotesco Barón Harkonnen (sus terapias medicinales, su sadismo afrodisíaco, el escupitajo…). La de Villeneuve pasa sin pena ni gloria por delante de tus ojos. Carece de impacto.
- La de Lynch sorprende por su apartado artístico, mientras la de Villeneuve no deslumbra en ese aspecto, siendo más convencional, aunque eso sí, visualmente intachable.
- El diseño de los gusanos es mejor en la de Lynch.

- La de Villeneuve tiene mejores interpretaciones, entre las cuales emerge Rebecca Ferguson.
- Es más creíble esta versión, trayendo la parte mística de la obra a lo racional, más cercana a la ciencia ficción que a la fantasía. La de Lynch se perdía en visiones metafóricas.
- La de Villeneuve es más espectacular, tiene mejores efectos especiales y no abusa de ellos, tiene mejores coreografías de acción y en general destaca por su parte técnica.
- A Villeneuve le gusta la ciencia ficción y a Lynch no, y eso se nota en las formas. Lynch se lleva la historia a su terreno onírico terrorífico, se nota su mano incluso siendo una obra comercial y fallida, se nota que es uno de esos directores que pertenecen a otro mundo. Sin embargo, en el caso de ‘Dune’, una epopeya galáctica que se podría definir como un juego de tronos romano en el espacio, alguien como Villeneuve entiende mejor el contenido y sabe tratarlo con el tono adecuado, el de una ciencia ficción seria, épica y gris.

Esta primera parte no es tan fácil de contar con la visión sobria de Villeneuve , porque es la que prepara el desértico terreno, presenta los personajes, deja caer información velada cuyo significado pasará desapercibido para quien pise estas arenas por primera vez… Plantea ciertos misterios de forma muy acotada, buscando a la vez funcionar como inicio de una gran saga y como historia individual. Dicho de otra forma, no necesita más entregas para otorgar coherencia a esta o resolver intrigas, y esa es una cualidad infravalorada (odio eterno a las películas que se creen episodios de televisión). Sin embargo todo ese esfuerzo tiene un efecto secundario: en su afán por evitar meter enigmas sin resolver o información innecesaria para este tramo argumental, la historia carece de algo esencial, complejidad. Así que al final cae precisamente en lo que intenta evitar, ser una obra que está un tanto coja sin una continuación que le de otorgue una razón de ser.

Con todo esto sobre la mesa, y observándolo como lo que es, cine comercial formal, adulto, que busca una inmersiva toma de contacto con el universo Dune, me parece un trabajo encomiable pero inmaduro. Al igual que Villeneuve, a mí también me gusta la ciencia ficción, por lo que me dejo encandilar sin dificultad por su versión, pero no puedo obviar que la frustrada versión de Lynch deje más huella.

No termino de pillar la valoración tan positiva de esta entrega. ¡Pero si el argumento no tiene puto sentido! Que si unos terroristas se inmolan en un centro comercial… Que si hay que iniciar una guerra secuestrando a una niña… Que si luego les ataca gente que ni sabes quienes son… Que si narrativas americanas y operaciones surrealistas en México… Buena paja mental. Trama totalmente deshilachada, dudo mucho que el director o el guionista tuviesen claro lo que querían contar, porque esto es una sucesión de eventos aleatorios inconexos y superfluos.

No solo es un completo desastre en el argumento. Lo es en todo lo demás. Los personajes de Benicio del Toro y Josh Brolin no tienen nada que ver con los de la primera película, han pasado de lobos sanguinarios a superhéroes tópicos. Villeneuve nos había narrado una historia sombría de grises personajes y Sollima la ha transformado en las andanzas del justiciero vengador que camina por un mundo de buenos y malos. Hay errores de continuidad evidentes y ya no hablemos de la cantidad de chorradas sin credibilidad que nos intentan colar sin parar.

Subproducto intrascendente, mediocre, innecesario y prescindible que aprovecha la calidad y fama de la anterior para venderse. Mala película y una pérdida de tiempo. Me paso al spoiler a enumerar parte de las pendejadas.

Mentiría si digo que no he esbozado alguna que otra sonrisa viendo esta encantadora comedia de terror juvenil con aroma a Tim Burton.

Es una película adornada con muchos detalles. Hay numerosas alusiones al cine mudo: El “Viaje a la Luna” de Georges Méliès es una constante; Lisa comenta que su director favorito es “Pabst”, refiriéndose a Georg Wilhelm Pabst; El personaje de Cole Sprouse no habla, expresándose como un personaje del cine silente…
Junto a las anteriores, otras tantas referencias más a directores, películas, marcas… entre las que voy a destacar una que me ha gustado y no es tan obvia: en la escena final, el atuendo que lleva La Criatura es un guiño a Mork, de la serie televisiva “Mork & Mindy”, que fue el inicio de la carrera de nada menos que Robin Williams, que resulta ser, a su vez, el padre de Zelda Williams, la directora de la película.

La cinta en sí tiene un estilo que mezcla los 80 más coloridos con toques góticos. Consta de un humor negro ligero pero agradable, un tono adolescente desenfadado y una pareja protagonista simpática. En verdad no es gran cosa, de hecho es bastante boba, pero recuerda a esa serie B fantástica ochentera destinada a jovenzuelos raritos del instituto que preferían colarse en el cine a ser el popular de la fiesta, y esa fragancia es entrañable.

Vibrante thriller, simple y complejo al mismo tiempo, como mirar la hora de un reloj para luego adentrarse en el funcionamiento de sus engranajes. Cada pieza tiene su trabajo, cada movimiento significa algo. Denis Villeneuve construye con oficio el entramado diseñado por Taylor Sheridan dando como resultado, siguiendo con la analogía, el reloj más preciso.

El suspense se apodera del ambiente según avanzan los minutos. Como público, nos ponemos en el punto de vista del personaje de Emily Blunt, recién reclutada para una operación especial que solo es capaz de vislumbrar, y junto a ella asistiremos a los acontecimientos desde la oscuridad… hasta que llegamos a la claridad del conocimiento, y entonces nuestro punto de vista cambia al del personaje de Benicio del Toro. Ese manejo de la perspectiva tan sutil como efectivo es digno de elogio. Ambos realizan interpretaciones de oro.

Hay un buen puñado de escenas que impresionan, colocándote al borde de la butaca. La tensión se respira en un inocente atasco de tráfico, recorre tu cuerpo cuando atraviesan el túnel y te asfixia en el clímax que se encuentra al otro lado.

La temática va un poco más allá de una historia de lucha contra el narcotráfico. Plantea un debate sobre la moralidad y deja en el espectador la duda de si acaba de presenciar el punto de vista de los buenos, o si tan siquiera los hay. En un mundo de salvajes organizados a gran escala el bien y el mal parecen difuminarse, aplastando el espíritu de quien aún cree en la ley y el orden. En la tierra de los lobos o eres parte de la manada o parte de su comida. Pero lo más confuso y sombrío es que esa tierra no es, en el fondo, una batalla entre manadas, sino una colaboración. Al fin y al cabo, todas las piezas y engranajes trabajan entre sí para que el reloj siga funcionando.

Un gran prólogo nos introduce en la historia que continúa esta intergaláctica saga de juegos de poder, religión, política, traiciones y tiranos que antaño fueron héroes.

La miniserie a veces consigue desprender el aroma de la grandilocuencia, algo que la anterior no llegaba a conseguir, pero en su mayor parte sigue narrando los hechos sin mucha gracia, haciéndose pesada por momentos y con unas interpretaciones que, en general, dejan que desear. Es la riqueza de la trama la que la sostiene, no cabe duda. Se habla de la guerra santa, de como toda revolución trae muerte, y todo imperio se construye sobre cadáveres. Regentar el poder a menudo requiere convertirse en aquello que se intentaba destruir. El pasado y el futuro se repiten, todo cambia y todo sigue igual. Conocer el futuro, lejos de ser un don, es una trampa. Y mientras intentas andar tu camino, la gente te tiende una mano mientras agarra un puñal con la otra. En un mundo de lealtades cambiantes, soledad y odio, es fácil caer en la locura y la crueldad.

Es muy interesante el universo Dune. Aquí se adaptan las novelas ‘El mesías de Dune’ e ‘Hijos de Dune’, quedando así completa la trilogía inicial, y aunque las miniseries no tengan una gran calidad, dan ganas de seguir viendo más.

Los efectos especiales están mejor en esta secuela, más creíbles, tanto los gusanos como las ciudades, las naves espaciales o el efecto de los ojos. Lo mismo se puede decir de la banda sonora. Por desgracia esa mejora no se aplica al maquillaje, inexistente, ni al vestuario, deficiente. Se hace muy raro ver una historia que abarca varias décadas con personajes que no envejecen nada. Que la especia retrase el envejecimiento no implica que lo elimine, hubiese estado bien que los rostros reflejasen el paso del tiempo, ya que no reflejan emociones… Pero bueno, es lo que hay.

Se deja ver y para lo que es, una adaptación televisiva de bajo presupuesto, está bien. Sabe sacar partido a la trama al centrarse en los tejemanejes palaciegos, relegando al segundo plano escenas de ciencia ficción y acción. Aunque a veces caiga en algún ridículo o la historia se haga un poco densa, es una obra loable, y el esfuerzo se agradece.

Como miniserie televisiva de bajo presupuesto no está mal. Poco más necesita que su interesante historia para lograr mantener la atención y soportar un visionado completo sin aburrir. Tiene tiempo (3 episodios de 90 minutos cada uno) para desarrollar con calma los acontecimientos, profundizar en los numerosos personajes y plasmar en pantalla el conflicto político y religioso de un futuro galáctico de emperadores y esclavos, venganza y revolución, desierto y arena.

‘Dune’ no deja de ser una historia mesiánica, como las que se encuentran en libros religiosos, y de hecho tiene una gran influencia del islamismo y oriente medio. Esta miniserie aprovecha ese parecido y utiliza un estilo similar al de dichas historias cuando son adaptadas con bajo presupuesto, lo que se traduce en poblados de barro que contrastan con palacios de reyes, vestuarios humildes usados hace miles de años por la clase baja en contraposición a estrafalarios disfraces de la aristocracia, una puesta en escena casi teatral, enseñanzas espirituales, etc. Le quitas la parte de la ciencia ficción y colaría perfectamente como uno de esos relatos árabes de profetas y pueblos liberados de sus cadenas.

Los efectos especiales son los que son, pobres, no se puede pedir mucho más. Dentro de lo malo se pueden aceptar, se intenta no tirar mucho de ellos, centrando más la cámara en los interiores que en los gusanos o las naves espaciales, para que no sea un festival de la obsolescencia digital. En muchas ocasiones para los grandes escenarios o planos de las ciudades se utilizan dibujos o proyecciones de fondo, como en el cine más clásico. Teniendo en cuenta el tipo de producción que es, se hace lo que se puede.

Para compensar y dar un poco de vida visual a la imagen, lo que se hace es bañar secuencias en diferentes tonos de color. Naranja para indicar el calor del desierto, azul para el frío nocturno o rojo intenso identificando el mal.

A la serie le falta intensidad, mejores interpretaciones, mejores escenas de combate, no causa sensación. Se limita a narrar los hechos con parsimonia, sin emoción. No es una obra desechable, va entreteniendo, es una adaptación curiosa, para ver un fin de semana por la tarde, pero ahí se queda.

Me imagino a Rob Zombie totalmente drogado masturbándose con imágenes de cadáveres mientras escribía esta basura. La película es mierda enfermiza incoherente, una apología del sadismo por y para pirados. ¿Michael Myers? No. Ni Myers, ni Halloween, ni nada, esto no tiene nada que ver con la saga, el título y los nombres de los personajes solo son usados para llamar la atención y vender el material sin ningún tipo de vergüenza.

Lo que tenemos que soportar aquí son casi dos horas de desvaríos oníricos inexplicables y sádicos asesinatos. Es una película visualmente fea, rollo explotación de serie Z, de mal gusto, horrible en todo, edición, iluminación, encuadres… y lo que es peor, probablemente esté hecho aposta.

Interpretaciones lamentables, personajes repelentes, argumento inverosímil… La única nota que se merece es un cero.

Salto al spoiler pero vamos, no me voy a parar mucho más. Porquería fílmica.