Si bien no me disgusta el Hoffman como nuevo Jigsaw (es básicamente lo mismo pero sin el delirio moral absurdo) y valoro el esfuerzo por intentar dar algo de sentido a las incoherencias del pasado, la película no hay por donde defenderla. Es una sucesión de tonterías a cual mayor, especialmente en lo relacionado con las trampas. La mitad de la película son reinvenciones de los sucesos pasados, mostrando lo que pasaba entre bastidores, donde resulta que Hoffman ayudaba desde el principio de todo, aprendiendo del maestro moribundo. Muy pillado con pinzas.

Interpretaciones lamentables marca de la casa. Más cortes de escenas que de cuchillas mortales. Guarida sucia repleta de letales mecanismos enrevesados elaborados por superdotados genios expertos en todos los ámbitos de la vida: ingeniería, construcción, psicología, electricidad, investigación, fuerza… Un guion encargado de que todo salga a pedir de boca, luchando contra el sentido común. Y un desenlace supuestamente sorprendente, pero que ya no cuela.

No faltan tampoco cosillas metidas por ahí con el único propósito de hacer otra secuela más. La mujer del viejo, por ejemplo, lleva ya unas cuantas películas paseándose en plan misterioso y con rostro serio. Y me ha puesto especialmente nervioso el detective de esta entrega, que se pasa el tiempo en una habitación llena de informes diciendo obviedades cada 15 minutos, como si fuese tontito.

En fin, basura.

A partir de esta entrega comienza el cachondeo con los ayudantes de Jigsaw, que salen de debajo de las piedras. Esta película es una copia de la tercera entrega con el giro sorpresa de la primera, pero en versión ridícula. Más ridícula, quiero decir.

El personaje principal va siguiendo las cintas y superando pruebas en las que debe decidir si salvar o no a las víctimas. Lo gracioso es que no está encerrado en un edificio ni nada, el tío sigue el juego por toda la ciudad, sin pedir ayuda y sin una justificación racional. Cero sentido. Y bueno, si resultaban disparatadas las mansiones selladas mortales repletas de cacharros mecánicos estrafalarios, no te cuento lo de ir montando las trampas enormes, pesadas y de mil engranajes en habitaciones de motel o aulas de una escuela, acompañadas de un despliegue de cámaras y pintadas de sangre por todas partes. Nadie descubre nada, nadie ve nada… es increíble. Bueno, la policía por supuesto de nada se entera, llegan tarde siempre y rozan el retraso mental, es una de las características de la franquicia.

Las trampas en esta ocasión mucho menos vistosas, poca sangre para lo que veníamos viendo. El momento más gráfico es una autopsia, ya me contarás. Lo que no falta es el montaje horripilante, videoclipero, cansino, cutre, así como las interpretaciones de telefilm barato de media tarde.

Ah, y Jigsaw no pinta nada en la historia. La mitad de la película son flashbacks gratuitos donde se inventan chorradas de su pasado, que eso ya parece una telenovela. ¿Peso en los sucesos del presente? Ninguno.

Muy mala.

La anterior entrega empezaba a desvariar con el argumento y esta cuarta parte abraza definitivamente el despropósito. Se les ha ido la pinza completamente. Mira que era sencillo tirar de una trama normal, solo había que hacer una película de guerrillas de la mafia, con el Rey Vagabundo liderando la resistencia junto a John Wick como brazo ejecutor contra la Mesa de los huevos, y ya está, sin complicaciones. Si la original iba sobre un tío que se vengaba de los que le habían matado al perro, por Dios.

Pues no, la historia de esta entrega es tan enrevesada, tan excesiva, tan extravagante, que no te enteras de nada, disparate tras disparate. De repente ponen de villano a un marqués de la puta nada que representa a la Mesa o algo así, y la trama gira sobre derrotarlo para conseguir la libertad. ¿Pero qué libertad? ¿No era el problema la Mesa y sus miembros que lo dominaban todo? Nada, se olvidan de eso sin más. El Rey Vagabundo aparece por ahí de vez en cuando aportando cero. El Wick hace visitas gratuitas a sus amigos para que los maten, porque otro motivo no se me ocurre. De casi 3 horas que dura la tontería, 2 y media son de relleno, subtramas hacia ninguna parte.

El tema de las normas se ha descontrolado. Hemos pasado de tener una única ley en la principal, la de dejar el trabajo fuera del hotel, a 200 millones de absurdas obligaciones en esta entrega. Que si pertenecer a familias, no sé qué mierdas de un blasón, duelos al amanecer, las marcas de sangre… Joder, que tienen más leyes que el propio Estado, estamos de coña. Se las inventan sobre la marcha, a mí que no me engañen.

Luego están los personajes, a cual más intrascendente y ridículo que el anterior, pero hay uno que se lleva la palma. El ciego. Madre mía, el ciego. El puto ciego cargándose a 666 personas con disparos en la cabeza, luchando con espadas, esquivando balas, volteretas… Estupefacto me hallo. Y luego hacen como que tiene que usar el bastón para caminar para no chocarse con las cosas jajajajajajajajajajajajajajaja. Es increíble. A quién se le ocurriría la movida del ciego, porque vaya tela.

El otro personaje clave es el propio John Wick. Su evolución a lo largo de las 4 películas es para hacérselo mirar. Comenzó siendo un tipo duro clásico, de pocas palabras y letales acciones, y poco a poco se ha convertido en un adulto con síndrome de Asperger. No parece comprender nada de lo que lo rodea. A lo mejor los 400 millones de atropellos sufridos lo han dejado tonto. Tiene sentido.

Y nada, acción y muertes sin descanso, como en las anteriores. Al menos hay algo más de variedad en eso, aunque termine hastiando. Del hecho de que 200 personas anden a tiros en medio de discotecas o la puta calle y el resto de la gente siga su vida como si nada mejor ni hablar. El duelo en plan western, por cierto, bochornoso.

Solo recomendada a personas que deseen tener dolor de cabeza.

En esta ocasión el viejo terminal que no es capaz ni de respirar por sí mismo asienta su guarida de terror en el típico edificio abandonado, el cual convierte en un laberinto mortal de trampas mecanizadas para seguir torturando y asesinando de las formas más horribles a todo el que se encuentra por delante, pero defendiendo sin pudor que en el fondo desprecia a los asesinos, él es otra cosa, el inventor de la moral, un científico de la naturaleza humana. Son experimentos, no asesinatos. Cada uno se engaña como quiere.

A su lado Amanda, aprendiz de profeta torturadora. La prueba viviente de que lo que hace el viejo da resultado. Para nada parece una joven trastornada por estar rodeada de muerte y sangre a la que se le ha ido totalmente la puta pinza.

En las instalaciones no puede faltar una experta cirujana que te arregla cualquier dolencia con un taladro y unas pinzas. Y las víctimas, por supuesto, pues hay que entretenerse viendo a gente morir de las formas más gráficas posibles para pasar el rato.

Se revisita el pasado para recordarnos incoherencias anteriores y convertirlas en incoherencias aún más estúpidas. El montaje a lo videoclip gore con 2000 cortes y cambios de plano ahí está, como debe ser. La sorpresa final ni es sorpresa ni final, pero mantiene la seña de la franquicia de intentar colar que todo estaba pensado y calculado al milímetro, repitiendo frases aleatorias pronunciadas a lo largo de la película y tal.

Es tan inteligente la cinta que se puntúa sola: Saw 3.

La película cumple como secuela de Saw. Es lo mismo pero con más de todo, más trampas, más muertes, más sangre, más víctimas, mutilaciones… Un juego más grande. Es explícita con las torturas, una seña de la saga, aunque no de la original.

Ambiente malsano, tonos amarillentos, Jigsaw diciendo tonterías sobre valorar la vida, un rompecabezas con sorpresa final… Tobin Bell resulta inquietante. El resto del reparto horrible. El montaje es mareante, con muchos cortes, recortes, cambios y recambios. Trucos baratos para confundir y ofrecer una falsa sensación de alto ritmo narrativo. En verdad la primera también hacía un poco eso, pero no abusaba tanto de ello.

Por otra parte, lo de hacer la vista gorda con el argumento, eso se ha terminado. En la primera entrega lo pasamos un poco por alto, pero es que en tan solo otra película los despropósitos se han descontrolado, las piezas del juego son estupideces a cual mayor. En serio, si te pones a analizar lo que te están contando, es que no hay por donde agarrarlo.

Como comedia involuntaria gore resulta bastante divertida.

Es la hora del spoiler.

Quien se acerque a la primera película de Saw descubrirá que carece de los elementos que han hecho famosa a la saga. No muestra torturas, no es gore, y Jigsaw, el asesino, tampoco es la encarnación de la moralidad retorcida que siempre da opciones de salvación.

Lo que es Saw es un oscuro thriller detectivesco, donde seguimos la investigación policial sobre un asesino en serie macabro a la par que presenciamos la angustiosa lucha por la supervivencia de dos de sus victimas. Todo ello envuelto en misterio, mentiras, juegos mortales, personajes más relacionados de lo que parece… Un rompecabezas intrigante.

Jigsaw es un asesino original, de esos que tienen parte de razón, por eso resulta sobrecogedor. Pero no es cierto que siempre de a sus víctimas una posibilidad de vivir, eso son mitos de las secuelas. En esta película Jigsaw mata por supervivencia y sin miramientos, algunas de sus víctimas son usadas como carnaza del juego de otros, y cuando realmente otorga una oportunidad, la misma se torna remota e improbable. Es un cabrón que odia a la gente que no valora su suerte en la vida y se divierte creando juegos mortales para ellos. Eso sí, si alguien consigue sobrevivir, lo deja libre.

Ambientación malsana, sucia, agobiante. Tiene un giro argumental en su desenlace que resulta tan sorprendente como tramposo e inverosímil. De hecho el juego sale bien gracias a un cúmulo de casualidades forzadas por el guionista. Es cierto que tienes que entrar al juego sin prestar demasiada atención a los detalles, porque las piezas del puzle se caen en el momento que las miras con detenimiento.

Por mi parte me dejo llevar porque me parece un buen ejercicio de terror, pese a los agujeros. Atención al uso de la música, que poco a poco va aumentando el volumen hasta llegar al plano principal en los momentos finales.

Irregular tercera parte de esta exitosa saga, inferior a las anteriores a pesar de mantener cierto grado de espectacularidad. Le veo dos problemas principales:

- Es repetitiva. Para tratar sobre un asesino profesional conocido por matar de formas rocambolescas a cientos de personas, resulta un poco decepcionante la falta de variedad en sus métodos. A la primera entrega también le pasaba un poco esto, pero no cansaba tanto porque bueno, era la primera, mientras la segunda sí que mostraba diferentes formas de morir. Aquí vamos por una tercera parte y solo vemos disparos, más disparos y algún cuchillo. Apenas hay un par de muertes originales en el acto inicial (con un libro y con un caballo, nada mal), pero es un destello que no vuelve a producirse. Por otra parte, el clímax es una fotocopia de la segunda entrega: batalla orgiástica en el interior de un edificio repleto de espejos y cristales. Es que no cambian ni el escenario, no me jodas.

- El argumento se les ha ido de las manos. No me refiero a las incoherencias, pues la franquicia siempre ha carecido de credibilidad navegando entre simplezas de tópicos, sino a la complicación que le han puesto a este mundo, con los niveles y las leyes y demás gilipolleces que ni quedan claros ni te importan un carajo. Fijaos que en la original solo había una regla, simple: el Continental es un lugar neutral. En la segunda añadieron otra norma, la de los pactos de sangre, y te dicen literalmente que esas son las únicas normas. Bueno pues ahora ni se sabe las normas que hay, te venden que la Alta Mesa no es solo una organización de criminales sino La Organización de Criminales, la que gobierna el mundo, todo y a todos. Y luego que si nadie puede ayudar a un excomulgado, que si no hay libertad en el negocio, que si no existen organismos independientes, que si no puedes matar a alguien de la mesa, ¿pero es que no se pasan el día matándose entre ellos? No sé, es todo un puto sinsentido. Vamos, que hemos pasado de matar a quien se quiera mientras no sea en el hotel, a no poder matar a nadie, ni ayudar, ni casi cagar, sin consentimiento de a saber qué organismo inventado al que todos rinden cuentas. Una chorrada. Y no contentos con eso te meten luego que por encima de la mesa hay un trono único, ocupado por lo que parece ser un tío aleatorio que vive en medio del desierto. En fin.

Para mí esos dos puntos se cargan la película. Por lo demás sigue un poco la línea de las anteriores, acción exagerada y vistosa en un mundo alternativo donde todos tienen una resistencia 200 veces mayor a la de un humano del nuestro. John Wick en esta entrega está muy perdido en la vida, no tiene ni idea de a quién jurar lealtad, es usado por todos a su antojo, el tío parece un paralítico mental. Normal que luego siempre se quiera vengar de la gente, es que es un imbécil, carne de traición. Me ha gustado más el personaje de Ian McShane, que se pasea por ahí con una copa de vino en la mano, maquinando sus argucias para salir victorioso del caos. También el de Laurence Fishburne, carismático y con principios propios, el único que muestra tenerlos.

En definitiva, se deja ver, puede entretener, pero también aburrir e irritar. Demasiadas deficiencias como para llegar al aprobado.

Si la primera entrega bebía de Matrix, la secuela ni te cuento, parece ambientada en algún módulo de una realidad virtual, porque real desde luego que no. Agentes persiguiendo al elegido por todas partes. Si consigues aceptar el nivel fantasmada donde absolutamente todo carece de credibilidad, entonces sí, la película es entretenida, y mejor que la anterior.

Yo me he divertido, por el humor más que otra cosa, porque doy por hecho que esas absurdas escenas de acción están realizadas con una finalidad cómica, y unas cuantas risas me he echado. A destacar entre todas la secuencia donde Wick y el protector de la mafiosa se están disparando mientras van caminando entre la gente… ¡caminando! Así, con disimulo, para que nadie se de cuenta, vaya tela jajajaja. Entra en el top 5 de momentos ridículos de cine de acción de todos los tiempos, sin duda, y el duelo tiene un desenlace a la altura, que parece confirmar que estamos viendo una realidad paralela donde la gente no se muere por los métodos habituales, al contrario, clavar cuchillos y realizar disparos en zonas mortales te salva la vida. Un espectáculo del disparate.

Por otro lado se han mejorado las localizaciones. Las calles y galerías de Roma resultan de lo más atractivas, y la mansión del villano, o museo o lo que sea, es un extravagante habitáculo formado por escaleras flotantes y laberintos de espejos que da su juego, aunque para juego las reglas del Continental. Resulta cuanto menos simpático ver como la gente se está matando entre sí pero ahí dentro paran a tomarse una copa y charlar tranquilamente, entre puñalada y disparo. Una pena que no lo respeten del todo, malditos guionistas perezosos.

Otro punto superior son las muertes, las han variado un poco, lo que es de agradecer, porque tanto disparo en la cabeza se hace repetitivo. La mejor, sin duda, la de la jefa mafiosa. Poesía macabra.

El argumento es una tontería sin sentido, pero eso era de esperar. Como espectáculo cumple, satisface y entretiene durante sus dos horas de duración.

Típica película de acción a lo videoclip, vistosa y efectista, de argumento simple y que entretiene en todo momento gracias a un ritmo sin pausa, lo que ya es bastante.

Donde destaca respecto a otras producciones similares es en el protagonista. Keanu Reeves encarna un tipo duro de la vieja escuela. Apenas dice media docenas de frases en toda la película, se cura las heridas con bourbon y no se anda con tonterías. Mata a quien le toca los huevos, le falta al respeto o se mete en su camino, sin miramientos, pero sin por ello prescindir de cierto sentido del honor.

Ahora bien, la película es un compendio de todos los tópicos modernos de este género. La acción es exagerada e inverosímil. Wick es el mejor sicario de la zona pero no por estratega o inteligencia, sino porque básicamente es Neo fuera de Matrix. El tío se pilla un par de pistolas, entra en edificios con 200 mafiosos armados hasta los dientes y se los carga a todos, ya me contarás. Y así una y otra vez. Espectacular puede, pero absurdo y repetitivo también. Los villanos son lamentables, sin faltar el niñato imbécil que la lía parda con sus borracheras de niñato imbécil, y el capo de la mafia que habla mucho, y que por supuesto cuando tiene la ocasión de cargarse al protagonista decide dar rodeos, se pone a contar su puta vida y rebusca la forma del asesinato, el cual ni siquiera se molesta en presenciar. Por supuesto ya sabemos como termina eso.

Eso sí, está bien rodada. Me ha gustado la idea del hotel de asesinos, administrado por un Ian McShane breve pero magnético y misterioso. También aparece por ahí Willem Dafoe, un tanto desaprovechado.

El rato se pasa.

Ingredientes:

- La invasión de los Ultracuerpos.

- La guerra de los Mundos.

- Señales.

- La dimensión desconocida.

- 1950, pero en 2020.

- Hombrecillos grises.

- Profundidad dramática.

- Aventura. Terror.

- Un buen personaje protagonista.

- Una buena interpretación principal.

Preparación:

Mezclar con cuidado, sin prisa pero sin pausa. En silencio, por favor.

Degustar tranquilamente, saborear cada bocado. Descuide, cada trozo sabrá mejor que el anterior, siendo la última parte la más sabrosa de todas. Su paladar quedará satisfecho.

Extravagante filme, una burlesca fantasía psicosexual de personajes perturbados, muerte, violencia, religión y posesiones en una ciudad de aspecto gótico medio futurista. Provocadora, onírica, extrema y con escenas de tal poder visual que quitan el aliento. Y aunque parezca increíble, pese a todo ello se basa en una historia real, la cual adapta de forma bastante fiel. Sin duda un trabajo sorprendente, único, una rareza de gran calidad la que consiguió aquí Ken Russell.

La historia en la que se basa es la de las endemoniadas de Loudun, un famoso caso de posesión diabólica colectiva en un convento de monjas allá por 1634 que se convirtió en todo un evento, con espectáculos de exorcismos públicos y acusaciones de brujería hacia el sacerdote Grandier, eje central de todo el asunto, un mujeriego con una gran personalidad que le hacía ganarse enemigos en todas partes, enemigos que harían todo lo posible para derrocarlo. Por si alguien no se sabe la historia real, no contaré más.

La película es una locura, me ha resultado muy entretenida. Tiene una calidad en la dirección digna de elogio. Numerosas escenas a destacar, desde las visiones/fantasías de la madre superiora, sexualmente morbosas, hasta la carnavalesca orgía en la iglesia de las monjas, con los exorcistas, el Cristo, la gente mirando enmascarada, el rey Luis XIII… Y pasando por otras de gran horror, los cuerpos putrefactos amontonados por las calles, esqueletos ensartados en ruedas en ruedas que coronan estacas gigantes, el apabullante acto final, rematado con una secuencia que evoca múltiples emociones, terror, tristeza… mientras admiras su tétrica belleza.

Oliver Reed está magnífico, menuda interpretación. Es imposible no terminar rendido a los pies de su personaje, fascinado por su magnetismo, desde luego un hombre que levanta a su alrededor tanta adulación como odio. Todo el reparto me parece muy correcto, incluso en los momentos de esperpéntico surrealismo. Destacaría también a Vanessa Redgrave, con esa risa de puta loca, la lujuria, sus gestos de jorobada… Una demente de manual.

Luego la ambientación es desconcertante, pues supuestamente se ambienta en el siglo XVII pero lo que nos encontramos es una ciudad de murallas blancas que llegan al cielo e interiores de estilo gótico, con gente disfrazada por las calles, mujeres desnudas por todas partes, laceraciones, experimentos tortuosos… Una sensación de aislamiento de la realidad, un lugar reservado a las pesadillas.

¿Temática? Mucha cosa. La película habla de conspiraciones políticas, de las consecuencias de discrepar con el pensamiento del momento, de una sociedad enferma y reprimida que saca lo peor de sí cuando se libera. Perversión, promiscuidad, lujuria, falta de valores, fanatismo, odio, amor, rencor… No deja títere con cabeza en esta farsa que es el mundo.

Tal vez por eso resulte incómoda y deje un poso de horror en el cuerpo tras su visionado, porque en su locura irreal de sadismo retrata a la humanidad con un acierto inquietante.

Por supuesto la película fue prohibida, calificada X, censurada, recortada y duramente criticada, lo que con el paso del tiempo solo hace que levante mayor interés.

Si no te gusta tu vida, cámbiala. Al carajo las apariencias, lo normal y las opiniones de la gente que no se atreve a hacer nada con su desdicha y queda atrapada en el bucle de la rutina eterna. Facturas, tareas de la casa, maridos que trabajan todo el día hablando y actuando con superioridad, hijas insufribles que ya están más que criadas… A la mierda con todo. Una vida libre es una vida sin arrepentimientos. ¡Viva el egoísmo! Además ser una bruja suena bastante exótico.

Las películas de Romero siempre tratan temas interesantes, directa o indirectamente, es sin duda su mayor virtud, y en esta película lo único que la hace un poco potable, pues a pesar de la sugestiva trama de corriente feminista que aborda el ocultismo tangencialmente como catalizador de la liberación del ser reprimido tanto social como sexualmente, la película es un puto coñazo, así te lo digo.

Es lenta, es fea, no tiene ritmo, es cutre, está mal dirigida, mal interpretada… Es mala y ya está. No ayuda para nada el estilo visual sucio, amarillento, horrible, de película de explotación semiporno, pero sin serlo. Muy cuestionable esa elección estética. Se salva como mucho la inquietante pesadilla que abre la película y las ideas que transmite, pero no compensan ni de broma la tortura sufrida.

Para liberación la experimentada cuando el bodrio termina. Decepcionante.

Sabes que está ahí porque ves los síntomas, aunque nunca lleguen a mostrarla. Sientes que hay algo más. ¿Una simple historia de fantasmas? Puede, pero usada para esconder otra materia subyacente.

Antes de pasarme al spoiler, así como comentarios generales, la película es entretenida, es de ese estilo de ouija, posesiones, apariciones… tiene un ambiente con cierto aire a terror añejo. No busca el sobresalto fácil sino la creación de una atmósfera inquietante, algo que solo consigue a ratos, pero que es de agradecer. Consta de buen ritmo y, como ya dije, suficientes detalles como para buscar un significado oculto en el relato.

Las interpretaciones, bueno, cumplen sin más. Sandra Escacena es la jovencita protagonista, carga con todo el peso del filme, y aunque no brilla tampoco desluce. Consuelo Trujillo destaca al encarnar un personaje de toque siniestro, La Hermana Muerte, aunque puede que sea más por la caracterización que otra cosa.

Se basa en una supuesta historia real sobre la cual los más curiosos indagarán, y que resulta uno de esos sucesos en los cuales la naturaleza de los hechos depende de a quién realices las preguntas. Al final todo se reduce a querer creer o no, pues la verdad es un concepto relativo, personal y subjetivo, como bien exponía Kurosawa en su ‘Rashomon’.

Tan perturbador resulta este documental de 1922 que pasó a la posteridad como una película de terror imprescindible del cine mudo.

La obra se inspira, entre otros, en el «Malleus Maleficarum», la guía que usaba la Inquisición para encontrar, juzgar y sentenciar a las supuestas brujas durante ese delirio enfermizo y vergonzoso que supuso la época de la caza de brujas, en las cuales se asesinó a saber cuantas mujeres, hombres y niños, pero sobre todo las primeras.

Pero no solo de esa época trata el asunto, aunque puede que sea en la que más tiempo pasa. Se recorre la evolución de las creencias, temores, leyendas o relatos de la humanidad sobre el cielo y el infierno, sobre los demonios y sus adoradores, desde el origen de los tiempos hasta la actualidad.

Se nos presentan imágenes y documentos reales, descritos en detalle, confesiones de supuestas brujas, historias populares… para luego recrear esos siniestros acontecimientos, sin tapujos, dando lugar a toda una sucesión de escenas surrealistas, terroríficas, eróticas, esperpénticas, absurdas… no puedes más que caer presa del embrujo de las imágenes.

Nos adentramos en el día a día de una humilde bruja, con sus pócimas y conjuros. Observamos las apariciones tentativas del diablo, siempre grotesco. Viejas y feas se juntan con jóvenes y guapas en el aquelarre lujurioso. Nos paseamos por la salvaje Edad Media y la no menos sangrienta Edad Moderna, haciendo un alto en el camino para contemplar los artefactos de tortura utilizados en las confesiones, escalofriantes. Cualquiera confesaría lo que sea al verse en esos artilugios del dolor. Avanzamos a la Edad Contemporánea, proponiendo ahora un análisis racional del asunto, a la par que examinamos como esas supersticiones siguen presentes. A su vez vemos la evolución del pensamiento a lo largo de toda la historia. Un poco parece que hemos mejorado, aunque, ¿de verdad lo hemos hecho? Tal vez solo hemos cubierto el sadismo con una capa de falso civismo. Bueno, al menos ya no quemamos gente en la hoguera.

El propio Benjamin Christensen es el encargado de interpretar al Diablo. Su dirección es soberbia. Las recreaciones parecen cuadros escenificando pesadillas. Caracterizaciones sobrecogedoras.

Los minutos se pasan volando, resulta fascinante, hipnótica. Una poesía macabra que indaga en la historia de la brujería con ojo analítico y neutral. Si inquieta ahora, imagina a principios del siglo XX.

En 12 minutos Georges Méliès relata una aventura de fantasía de estructura clásica, de brujas, héroes y doncellas en apuros, muy imaginativa. La historia va de un trovador que visita a una bruja para conocer su futuro, la cual le muestra a una joven doncella que parece estar destinado a rescatar. Para ayudarlo en su misión, le vende un trébol mágico de 4 hojas, pero el trovador engaña a la bruja y en lugar de pagar sus servicios, le da un saco lleno de arena. Comienza así el viaje del supuesto héroe, enfrentándose a numerosas amenazas, desde rocambolescos monstruos a lúgubres espectros, con la bruja pisándole los talones. Se plantea cierta ambigüedad moral, pues la sensación que deja es que la hechicera sufre sin merecerlo, mientras el protagonista triunfa gracias a un poder robado. Los papeles de buenos y malos parecen intercambiados.

Los escenarios mezclan elementos reales con dibujados. Es uno de los trabajos del director que se pueden encontrar coloreados, un proceso que se hacía a mano, y que resulta especialmente estimulante, una maravilla cromática. Tiene un gran despliegue de efectos especiales la mar de decentes. El propio Méliès es el encargado de interpretar a la bruja.

El estilo es el de espectáculo teatral, con mucha gesticulación y rupturas de la cuarta pared (recordemos que aquí aún no hay intertítulos explicativos, por lo que la historia se debe contar únicamente con imágenes en movimiento).

Como curiosidad, esta película fue un encargo de los grandes almacenes Dufayel, con el propósito de que los niños se entretuviesen mientras los padres hacían sus compras, y al parecer fue todo un éxito.

Roger Corman adaptando a Lovecraft libremente, cruzándolo con el estilo Poe. Guion de Charles Beaumont y Francis Ford Coppola. Vincent Price en un doble papel protagonista, la bella Debra Paget como la sufridora mujer y nada menos que un mítico (aunque ya consumido) Lon Chaney completando el cartel. ¿Qué más se puede pedir?

La película pertenece claramente al subgénero gótico, a pesar de jugar con la brujería, la venganza o el horror dimensional. Destaca sobre todo una ambientación tenebrosa, angustiante, repleta de sombras en una noche eterna apenas iluminada por farolas, candelabros, el fuego de la chimenea y los rayos de la tormenta. La niebla nunca se levanta en un pueblo condenado, donde poco más parece haber que una lúgubre taberna, un bosque marchito, un cementerio y un castillo de laberínticos pasillos, pasadizos secretos y enormes mazmorras plagadas de telarañas.

La música es buena, tétrica, con mucha fuerza. La historia es retorcida y misteriosa, pero también hay que decir que su estructura clásica la convierte en predecible, con una parte final bastante común.

Elogiable resultado partiendo de un bajo presupuesto. Entretenimiento breve a la par que eficaz.

Divertida serie b, cutre, de argumento rebuscado al juntar computadoras con satanismo un poco de aquella manera, con interpretaciones más malas que un demonio, pero sin duda curiosa y cumplidora con lo que venimos buscando en un título como este: Casquería, muertes variadas, desnudos, violencia, un clímax demoníaco gore, ambiente de los 80 y un toque de informática.

Está protagonizada por un joven Clint Howard al cual el papel le queda muy bien. Es básicamente un pringado víctima de burlas y vejaciones por parte de todo el mundo; en estas que encuentra un libro sobre satanismo en latín y empieza a traducirlo en la máquina, y la verdad es que mentiría si digo que me enteré de lo que pasaba en ese proceso, si es que el pc se volvía adorador de Satán o un experto en misas negras, poseído o a saber, pero de la nada empieza a dar instrucciones de rituales, a dibujar pentagramas de píxeles y a repetir palabras clave como “Sangre” y “Sacrificio”. Inverosímil pero gracioso.

La banda sonora es sorprendentemente buena para un producto de este tipo. Rollo ocultismo, cantos siniestros en latín, adoradores del Maligno… Claramente influenciada por la de “The Omen” .

La película fue fuertemente censurada, no se consiguió una versión sin recortar hasta más de 20 años después, y aún así, según el propio Howard, el montaje original que realizara el director Eric Weston era aún más bestia que dicha versión, con más violencia, desnudos y gore, siendo las escenas más perjudicadas las del clímax final y el ataque de los cerdos a la chica.

Como curiosidad, supuestamente esta era una de las películas favoritas de Anton LaVey, fundador de la Iglesia de Satán.

El pacto con el Maligno lo debió de hacer Jacqueline Bisset para alcanzar tal grado de belleza. Guapísima. Y el sacrificio que ofreció a cambio fue el del don de la interpretación. La actriz no cambia de semblante en ningún momento, es increíble, es tal la ausencia de expresiones que en parte se carga la película. Supongo que no se puede tenerlo todo.

La historia en sí no está mal. Suspense y terror psicológico con un ambiente inquietante de pesadillas, pentagramas y magia negra. El meollo del asunto lo tenemos muy visto, pero en 1971 resultaba novedoso. Es retorcida y macabra.

Ahora bien, me repito pero es que la actuación de Bisset es horrorosa y te expulsa del escenario, incluso da la sensación de que a la historia le falta algo. Da igual lo que le echen, tragedias insuperables, descubrimientos espeluznantes, enfermedades, perros enrabietados, cadáveres, placer, obsesión… Siempre tiene la misma cara. Queda muy raro.

El final también resulta extraño, narrado de forma un poco torpe, pero la idea es perversa, me ha gustado. Aceptable título menor del cine diabólico de los 70.

Pruebas a favor:

- La mezcla de cine judicial con la intriga sobrenatural es curiosa.
- La interpretación de Charlize Theron, apuntando maneras.
- La mansión del jefe, exotismo urbano.
- La mitad de la película es entretenida.
- Erotismo perverso.

Pruebas en contra:

- El cóctel de géneros no sabe bien.
- La verborrea de Al Pacino cansa, y su personaje de putero elitista avergüenza.
- Le sobra media hora como poco.
- El final es una puta mierda.
- Los mensajes sobre la humanidad o la abogacía se diluyen en palabrería.
- Ha envejecido mal.

Veredicto:

- Suspenso.

NOTA: Diez años antes se estrenó una película con ciertas similitudes, al menos estructuralmente, con Mickey Rourke de protagonista y Robert De Niro de Diablo, “El corazón del ángel”. Esa es la que hay que ver, un sobresaliente en todos sus aspectos, que deja a la birria rodada por Taylor Hackford hundida en el infierno.

Publicidad invasiva, en todas partes y a todas horas.

Gente retrasada.

Comida Basura.

Ciudades hechas un estercolero.

Montañas de mierda.

Gente retrasada y obesa.

Lenguaje basado en insultos, desprecios, obscenidades, faltas de respeto.

Escritura plagada de faltas de ortografía y abreviaturas.

Escritura directamente sustituida por pictogramas.

Control social totalitario.

No existe la privacidad.

Gente retrasada en el gobierno.

El GPS marca el camino, interpretar mapas es la prehistoria.

Entretenimiento basado en humor físico. Patadas en los huevos.

La película más vista del año consiste en la grabación de un culo.

Grandes corporaciones dominan el mundo.

Gente retrasada dirige las grandes corporaciones.

Pornografía indirecta por todas partes.

Noticias estúpidas y repetitivas. Telebasura.

Las bebidas energéticas han sustituido el agua.

Gente retrasada usando armas de fuego.

Todos calzan “crocs”, el calzado más ridículo, estúpido y feo posible.

No existen los hombres y las mujeres, solo los gilipollas.

Sofisticadas máquinas se encargan de todo, aunque nadie sepa cómo funcionan.

Globalización. Homogeneización del pensamiento, moda, gustos e intereses.

El más apto es el más idiota. La ley del más ignorante.

Los imbéciles no saben ni en qué año viven, se creen que están en 2505.