Fred Rogers fue un icono de la televisión estadounidense, creador y presentador del show infantil ‘Mister Rogers’ Neighborhood’, fue además compositor, educador y ministro de su iglesia, parte de su vida y obra puede ser conocida gracias al documental de 2018, ‘Won’t You Be My Neighbor?’ de Morgan Neville, y ahora su figura se magnifica gracias a ‘A Beautiful Day in the Neighborhood’, película que dirige la notable directora Marielle Heller.

La de Heller no es precisamente una biopic o película biográfica al uso, sino que parte de un hecho real reflejado en el artículo “Can You Say…Hero? “, que Tom Junod escribió para la revista Esquire, a partir de sus encuentros con Rogers y el impacto que éste causo en su vida personal.

Para los efectos de la ficción que hoy nos ocupa, el relato se centra en la figura de Lloyd Vogel (Matthew Rhys), un periodista, casado y que ha sido recientemente padre de familia, que en la boda de su hermana termina a los golpes con su padre (Chris Cooper), con quien no se veía desde varios años atrás y con quien mantiene una nula relación.

Pero cuando su jefa en la revista Esquire le pide escribir un artículo acerca del presentador infantil Fred Rogers (Tom Hanks), su mirada respecto a la vida y su entorno familiar empezará a cambiar a partir del efecto que Rogers ejerce en su persona.

Siendo Rogers un personaje peculiar, un tipo demasiado amable y bondadoso, de ese tipo de personas que ven siempre el lado positivo de las cosas, podría suponerse que una película sobre su vida sería una muy cursi, llena de golpes bajos, aleccionadora y totalmente manipuladora. Afortunadamente, la responsabilidad recayó en Marielle Heller, una directora que con apenas 3 películas ha consolidado una filmografía poderosa.

Heller parte de la estética de los programas televisivos de Rogers, introduciéndonos a ese particular mundo y de ahí nos lleva a conocer la historia del periodista Vogel, dejando de lado lo que las típicas películas biográficas hacen, recorrer los momentos más importantes en la vida de su personaje, sino que la decisión de los guionistas Micah Fitzerman-Blue y Noah Harpster recae en mostrar el efecto de una persona como Rogers en toda una familia, lo que vuelve la experiencia mucho más contundente, pudiendo así el espectador tener una mirada mucho más profunda del personaje en cuestión.

Y Heller lo hace esquivando con las mejores armas cualquier posibilidad de golpe bajo o efecto manipulador, sino por el contrario, con un relato inteligente, noble y enormemente emotivo, que lleva de la mano al espectador a vivir una experiencia por demás conmovedora.

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El realizador William Eubank se ha enfocado en sus películas previas en historias ambientadas en el espacio, ciencia ficción con ciertas notas filosóficas en películas donde no abunda el presupuesto. Ahora se sumerge a lo más profundo del mar, en una historia de supervivencia, monstruos y tensión pero carente de reflexión.

Sin mayor preámbulo que algunos datos que aparecen a la par de la secuencia de créditos, Eubank no desperdicia demasiado tiempo y ubica al espectador en el centro de la acción, en una plataforma submarina en donde la ingeniera mecánica Norah (Kristen Stewart), mientras asea su boca ayuda a una pequeña araña no morir ahogada en el lavabo, único momento introspectivo porque una fuerte sacudida sacará a Norah de sus pensamientos, quien con rapidez reacciona para activar las alarmas y tratar de poner a salvo a sus compañeros.

Seis serán los tripulantes que sobreviven al impacto inicial, poniéndose a las órdenes del Capitán (Vincent Cassel), quien les comunica que la única posibilidad de salir con vida es salir y caminar por la superficie del mar durante un kilometro y medio para llegar a otra plataforma en mejor estado y allí abordar las cápsulas que los lleven a la superficie, sin saber que algo los acecha en las profundidades del mar.

Por un lado se agradece que Eubank prescinda de mostrar una innecesaria introducción y nos lleve directamente a la situación principal, a sabiendas de que con ello será difícil profundizar en los diferentes personajes, pero accionando desde el primer momento el pretexto que lleva al espectador a ver este tipo de películas.

La película recuerda a muchas otras, presenta situaciones ya muy conocidas y los personajes no son más que estereotipos y uno fácilmente puede adivinar su destino, sin embargo el director se las arregla para crear algo de tensión (si bien se percibe que pudo hacerlo mejor), y generar una atmósfera propicia para la adecuada presentación de la verdadera estrella de esta película, una criatura submarina bien lograda.

Así, ‘Amenaza en lo profundo’ consigue algunos momentos efectivos y presenta a una Kristen Stewart en estado de gracia, quien toma el espíritu de Ripley de ‘Alien’, y se pone el relato al hombro y logra así mantenerlo a flote, no sin dificultades, pero a pesar de los abundantes lugares comunes y salidas fáciles, consigue sostener cierta tensión e interés.

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‘La cara oculta’ es una coproducción colombiano-española dirigida por Andrés Baiz y estrenada en el año 2011, un thiller psicológico con una poderosa premisa pero con un guion no lo suficientemente robusto que tiene ahora una versión mexicana a cargo de Jorge Michel Grau (Somos lo que hay, 7:19).

La historia es en esencia la misma, salvo algunas pequeñas adaptaciones que no modifican la anécdota principal. En este caso se narra la historia de una joven pareja que se muda a la ciudad de México, él, un joven músico radicado en Colombia, Eric (José María de Tavira) quien es contratado para dirigir la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, y su esposa, la arquitecta colombiana Carolina (Paulina Dávila), que trabaja en la remodelación de su propia casa en Colombia.

Pese a las comodidades de su gran residencia en el Desierto de los Leones, Carolina no se encuentra del todo bien, y un día, ante las ausencias de su marido y sus constantes coqueteos con mujeres, desaparece dejándole un vídeo, Eric pronto encuentra consuelo en los brazos de la joven e ingenua Fabiana (Cristina Rodlo), quien sin problema se apropia de la casa, pero todo se complica cuando sonidos extraños alteran su aparente calma.

La realización de esta nueva versión mexicana es impecable en todos los rubros, visualmente es atractiva, la locación principal es imponente y el trabajo de sonido es efectivo, lo que posibilita generar una atmósfera por momentos inquietante, pero, lastimosamente, padece de los mismo vicios de la original, un guion débil, plano en su primer acto, y con forzados y sobre justificados giros posteriores, el inentendible paso del tiempo dentro la historia, y flojas actuaciones que no permiten que este thriller se eleve más allá de ser una entretenida y efectiva película.

Anton Goenechea, guionista de este remake, trata de dotar de un poco más de profundidad a los personajes sin lograrlo, apenas agrega un poco más de información pero los mantiene igual de unidimensionales que en su versión colombiana, además, cuando se presentan los giros, se añaden pequeñas situaciones que no son más que justificantes de algunas cosas que suceden, pero no trasgrede en absoluto al original, ni añade posibles nuevas lecturas más allá de lo que vemos en pantalla, y, contrario a la desafortunada campaña publicitaria, decide ignorar el contexto de la desaparición de una mujer en un país donde este es uno de sus principales problemas hoy en día.

Las interpretaciones de José María de Tavira, sobreactuado, y Paulina Dávila, inexpresiva, poco aportan a una película que si que consigue generar cierta tensión, apoyada por la inquietante banda sonora de Enrico Chapela, lo más rescatable, pero que no aporta nada nuevo a la versión original, desaprovechando las diferentes temáticas posibles (el juego de espejos, la desaparición de mujeres, los juegos perversos y de seducción, etc.) quedándose apenas como una correcta versión cuyo interés y factor sorpresa se pierden si el espectador conoce la versión original. Una oportunidad perdida.

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El estrenó de ‘A Current War’ se vio accidentado al quedar en medio de la polémica por las acusaciones en contra de Harvey Weinstein por abuso sexual, por lo que al desaparecer su compañía The Weinstein Company dejó en el limbo el estreno comercial de la película de Alfonso Gomez-Rejon, que había sido presentada en el Festival de Toronto, con un corte propuesto por el productor Weinstein. La versión que llega ahora a los cines es la autorizada por su director.

Para ello, Gomez-Rejón se vio en la necesidad de volver a filmar algunas secuencias, editar todo desde el principio y volver a trabajar en la banda sonora, con la intención de borrar las primeras malas impresiones, luego de que la película quedó encharcada en medio del escándalo tras el movimiento #MeToo.

La historia narra el momento histórico en que Thomas Alva Edison (Benedict Cumberbatch), tras inventar la bombilla, pretende ser el primer proveedor para iluminar las grandes ciudades de los Estados Unidos con su corriente eléctrica continua, lo que terminaría en la llamada “guerra de las corrientes” o “guerra de las patentes”, en la que terminó compitiendo contra George Westinghouse (Michael Shannon) y su corriente alterna, quien termina aliado con Nikola Tesla (Nicholas Hoult), en lo que terminaría siendo una guerra sin cuartel e incluso, desleal.

Los conflictos a los que se tuvo que enfrentar su director durante y después de la filmación terminaron por rebasarlo, y todo ello termina influyendo en la película, la que desaprovecha una potente premisa por medio de un guion mal estructurado y recargado de información.

La sensación que transmite el filme es el de estar viendo lo que pudo haber sido una gran película, con una historia rica, grandes personajes y una tercia de actores de primer orden, que termina siendo por momentos demasiado didáctica, pero a la que le falta esa chispa emotiva que la eleve a donde ese momento de la historia merecía.

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Siguiendo la tendencia del Hollywood actual, se estrena una nueva versión de un éxito conocida, una historia nacida como una historia de televisión que dio paso a un par de películas en los inicios de los 2000 protagonizadas por Cameron Diaz, Drew Barrymore y Lucy Liu, ninguna medianamente memorable pero tremendamente simpáticas.

No es el caso de esta nueva versión, la cual ha sido dirigida por la también actriz Elizabeth Banks, directora de la musical ‘Pitch Perfect 2’, quien ha conformado una película en la que se ha priorizado dejar en claro su impronta feminista, mal aplicada, sin poder cohesionar un relato en que se equilibre la comedia con las secuencias de acción.

Esta nueva versión deja bien claro desde su primera secuencia por donde irá la cosa, una secuencia de presentación de dos de las Angels las muestra más que empoderadas, no solo en la acción sino desde la palabra, y esto no será sino la constante de una película más preocupada por dejar bien en claro su mensaje de empoderamiento femenino desde todas sus trincheras, dejando de lado la posibilidad de hilar un relato con algo de congruencia en lo que se narra.

Banks, que además de directora es coautora del guion y cumple con uno de los roles secundarios de más peso dentro de la trama, confunde las intenciones del movimiento feminista y opta por poner en todos los roles importantes a mujeres, simplemente sustituyendo a los masculinos sin mayor justificación, y lo peor, enfoca su mensaje más como una confrontación contra todo lo que represente al sexo masculino.

Así, la película está plagada de diálogos en los que los personajes femeninos atacan al sexo opuesto mientras que la historia avanza a trompicones, con bromas no muy inspiradas y secuencias de acción inentendibles y que nunca llegan a emocionar, dejando en claro que la directora ha puesto el foco en el lugar equivocado.

Casi todo en esta nueva versión es fallido, desde el cast, donde la química entre Kristen Stewart, Naomi Scott y Ella Balinska es inexistente, y la historia en la que, mientras se ejecuta una misión se recluta a una nueva angelita, nunca funciona, en una película mal ejecutada, donde la comedia no fluye y la inoperancia de sus secuencias de acción la vuelven un producto prescindible y olvidable.

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Siete años del estreno de ‘Dino King’, animación coreana que narraba la transición de un dinosaurio hasta convertirse en un adulto, llega ahora su secuela, dirigida por el mismo director, Han Sang-ho, y con mejor calidad técnica.

Aquel dinosaurio ya es un adulto, el tarbusaurio Speckels, quien sale a recorrer su territorio en compañía de su pequeño hijo, Speckels Jr., a quien trata de enseñarle a enfrenarse solo al mundo, cuidarse y obtener comida.

Pero son atascados por un grupo de feroces velociraptors, quienes secuestran al pequeño y lo llevan hacia la Montaña de Fuego, Speckles se decide a ir en rescate de su pequeño, sorteando una serie de aventuras junto a su nuevo amigo y torpe amigo y otra mamá dinosaurio que va en busca de su pequeña hija.

Si bien se nota una mejora en la calidad técnica y visual en este secuela, el resultado está lejos del alcanzado por otros estudios que lideran hoy día el mundo de la animación, léase Pixar, sin embargo, pese a tal carencia, esta secuela de ‘Dino King’ consigue ser digna gracias a su narrativa, una historia que mantiene el interés y a lo noble de su realización.

La película se torna en un tono por momentos bastante oscuro que, si bien todo parece ser dirigido a un público infantil, la aparición de algunos personajes siniestros y momentos por demás inquietantes, muy posiblemente asusten a los más pequeñitos.

De ahí en más, se trata de un producto noble, bien narrado y realizado y sorprendentemente entretenido, con algunas salvedades, pero una buena oportunidad para llevar a los chicos al cine.

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A sus casi 90 años, el director Clint Eastwood sigue engrosando su filmografía, la cual en la década que está por terminar se ha concentrado en narrar historias basadas en hechos reales que conforman la historia reciente, siendo el caso de esta su película número 38 la de un atentado sucedido en los Juegos Olímpicos celebrado en 1996 en a ciudad de Atlanta.

El protagonista de la historia viene señalado desde el título mismo, Richard Jewell (Paul Walter Hauser), un hombre treintañero, regordete y retraído, con un alto nivel de patriotismo que sueña con convertirse en un policía de su ciudad.

Aprovechando que las Olimpiadas se desarrollarán en Atlante, Jewell se inscribe en el programa de voluntarios siendo seleccionado como uno de los asistentes de seguridad, quien una noche se convirtió en héroe al descubrir un artefacto explosivo en un evento multitudinario, pero pronto pasó a ser el principal sospechoso para el FBI y la opinión pública.

El relato permite al espectador acercase íntimamente a Jewell, gracias al guion de Billy Ray, desplegando la historia del protagonista a profundidad, lo que da oportunidad de conocer bien su ideología, sus sueños y gustos, las armas, por ejemplo, y su forma de vida, para después concentrarse en el hecho del atentado y el posterior desarrollo del caso judicial, donde se destaca el gran trabajo en la composición del abogado que consigue Sam Rockwell.

Eastwood narra como pocos y lo hace a la manera más clásica, con toda la solidez que le otorga una filmografía poderosa e intachable dando forma a un relato incisivo y atrapante, cuestionador y reflexivo, generando grandes actuaciones en su reparto, donde sobresale además de Hauser en su primer gran papel y Rockwell, una enorme Kathy Bates, todos en personajes entrañables.

La película de Eastwood pone la mira en el trabajo de las instituciones oficiales que ante la presión por lo hechos no se detienen ante nada para conseguir cerrar el caso, sin importar tergiversar los hechos, también cuestiona el papel de los medios en la divulgación de noticias sin confirmar, lo que ha colocado a Eastwood ante ciertas críticas, hecho extra cinematográfico que no le resta a otra muy buena película del gran Clint.

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Tras irrumpir hace apenas 4 años atrás con una poderosa primera película, ‘La bruja’, un riguroso relato en el que Eggers logra plasmar una inquietante y perturbadora historia. Ahora presenta su segundo trabajo, que presenta algunas conexiones con su debut y que lo confirma como uno de los nuevos directores a seguir.

En su segunda película, Eggers narra una historia con solo dos personajes, quienes llegan a una pequeña isla en Maine a inicios del siglo XX a trabajar como fareros, uno es un hombre experimentado (Willem Dafoe) y el otro su joven ayudante (Robert Pattinson).

Lo convenido es por cuatro semanas, y lo que inicia como una convivencia tranquila de a poco se va transformando en otra cosa, cuando una enrarecida y siniestra atmósfera se apodera del lugar y un poco de los dos hombres, entre desolados paisajes y reminiscencias a relatos mitológicos que vuelven hostil la relación entre ambos.

En un formato cuadrado de 4:3 y un portentoso blanco y negro que por momentos remite al expresionismo alemán, Eggers confecciona una película que se sustenta en su poderosa puesta en escena en la que se destacan las atmósferas opresivas en las que se desenvuelve este conflictivo y enfermizo vinculo.

El relato transita por diversos estados, resultando un inquietante thriller psicológico que, como sucedía en su ópera prima, no se ajusta necesariamente a las características del género, basándose en los pesadillescos pasajes hasta llevar a sus personajes a caer en un espiral de locura interminable.

Pero lo más destacado de esta sólida película es la monumental actuación de sus actores, Dafoe y Pattinson se lanzan a un impresionante duelo cara a cara, un duelo lleno de intensidad que desborda del incomensurable talento de este par de tremendos artistas.

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Una madre de familia y su hija adolescente salen de un pueblo de Oaxaca con rumbo a la ciudad de México, pues la señora ha conseguido un buen empleo como trabajadora doméstica en la casa de una familia adinerada que le provee además del sueldo, techo, comida y la posibilidad de que su hija Guie´dani viva con ella.

Todo parece ir bien para la señora, feliz de las comodidades y de un buen trabajo, pero su hija no parece del todo contenta, pues ella tiene algo bien claro en la vida, no desea terminar siendo una sirvienta como su madre.
El debut de Xavi Sala se desprende de todos los lugares comunes de este tipo de relatos que muestran las luchas de clases, tan recurrentes en el cine nacional, despojándose además de la típica mirada condescendiente para la clase más desprotegida.

La película de Sala termina siendo un relato incómodo, sin recurrir a excesos dramáticos, con actuaciones justas y una mirada objetiva para sus personajes, sin ensañarse con ninguno y dotándolos de la profundidad necesaria.

Sala no idealiza ninguna relación ni personaje y lleva el relato de la manera más justa posible, con diálogos precisos y una puesta en escena y la incisiva mirada que aporta el tremendo personaje que interpreta la joven Sótera Cruz, todo un descubrimiento y la piedra angular de esta maravillosa película.

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Abby Johnson (Ashley Bratcher) es una joven mujer, madre de familia, que ha tenido una brillante trayectoria como ejecutiva de una de las clínicas más famosas de planeación familiar, lo que le ha permitido llegar a la dirección de la misma, en cuya trayectoria se han realizado más de 22mil abortos, que Abby defiende a capa y espada, hasta que un día algo sucede y la convierte en una de las más feroces luchadoras anti-aborto.

La película no esconde sus intenciones y solo busca ser un obvio panfleto que busca influir en la población para que no sea legalizado el aborto en los diferentes países que se pelea por la causa.

La película no presenta ninguna cualidad cinematográfica y solo se circunscribe a mostrar de manera unilateral los perjuicios que un aborto puede provocar, llamando a una supuesta lucha por la vida y derechos de los no nacidos, siempre de manera parcial.

Todo lo que se ve en pantalla está puesto para que sirva como un elemento a favor de la propaganda detrás de este filme, que solo busca manipular utilizando al cine para encontrar adeptos a sus ideales. Una película detestable por todos los costados.

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A la creativa mente de Daniel Farrands se le ocurrió la idea de hacer del trágico hecho real, como fue el asesinato de la actriz Sharon Tate a manos de seguidores de Charles Manson, una película de terror. La película es tan mala como la idea misma.

Farrads recrea los últimos días de Tate, interpretada por la cantante y actriz Hilary Duff, tomando como punto de partida una frase adjudicada a la fallecida actriz, quien habría soñado meses antes de los hechos, que era asesinada por miembros de un culto satánico.

Con ese punto de partida la película toma el camino del terror, pero lo hace de manera desafortunada, sin ingenio, con ideas recicladas y haciendo mal uso de todos los lugares comunes y obvio del género.

A diferencia de ‘Once Upon a Time in Hollywood’, de Tarantino, la película de Farrands no propone nada positivo ni del personaje ni de la situación, solo busca generar morbo del tristemente célebre hecho y sacar réditos de ello.

El resultado es una fallida película, que más allá de su deshonesta premisa, ejecuta torpemente una historia mal planeada sin saber generar nunca un ápice de tensión. Una película que nunca debió rodarse.

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Hacer una película acerca de Pedro Infante con Omar Chaparro como protagonista no parecía una buena idea, la cosa parecía prometer un poco cuando se dio a conocer que Chaparro no haría específicamente el rol del ídolo de Guamúchil, sino el de un imitador, la película se filmó y se estrenó ya en Netflix.

Pedro Infante, como bien se sabe, murió a los 40 años en un accidente aéreo, la película inicia con él buen Pedro (Omar Chaparro con mucho maquillaje) en una especie de limbo, ya que por la vida desordenada que llevó (básicamente por ser mujeriego), no se le permite el pase al cielo.

Lo extraño es que han pasado más de 60 años y el pobre Pedro lleva todo ese tiempo penando en ese limbo, de pronto, ante tanta queja del fallecido cantante, un par de ángeles (o algo así) que andan completamente desnudos se apiadan del buen Pedro y deciden darle una segunda oportunidad, 60 años después pero más vale tarde que nunca, por lo que deciden ponerle una prueba para que por fin logre acceder al cielo, lo mandarán durante una semana a ocupar el cuerpo de un imitador que tiene varios meses en coma, Pedro Guadalupe (Omar Chaparro con menos maquillaje), quien como él, es un mujeriego, por lo que deberá llevar un buen comportamiento (traducido como serle fiel a la esposa, interpretada por Ana Claudia Talancón), para pasado el plazo de una semana, Infante por fin acceda al reino de los cielos.

La premisa, sospechosamente similar a la de ‘Here Comes Mr. Jordan’, y sus diferentes versiones, plantea una serie de cuestionamientos que la película nunca se tomará el tiempo de responder, así, Pedro Infante regresa durante una semana en el cuerpo de su imitador y llevará durante la mayor parte del tiempo, una vida presuntamente bastante similar a la que llevó el gran ídolo del cine nacional, muchas mujeres, canciones y alguna pelea de box para meter alguna referencia a ‘Pepe el Toro’.

El nivel de la realización es bastante disparejo, mientras algunos planos se notan algo cuidados, en otros hay un desorden visual que apabulla, con un trabajo muy deficiente en el manejo de las luces que la hacen parecer un capítulo de una mala serie de televisión, y un desnivelado trabajo actoral en el que apenas se salvan un par de intérpretes, mientras la historia es narrada de manera caprichosa según convenga, y si no se justifica la gran cantidad de años de la muerte de Infante y su regreso, menos lo hacen con el personaje de Chaparro, el imitador, que tiene *Spoiler Alert* un desafortunado desenlace del que nadie parece por lo menos sorprenderse.

La película carece de gracia, y su comicidad no consigue algún momento memorable, más bien parece anticuada y su humor caduco, ni siquiera los momentos musicales que son varios y ninguno se destaca, Chaparro puede ser simpático, pero está a años luz de la magia que poseía Infante, su interpretación se queda en apenas un intento de imitación sin más, definitivamente a este Pedro Infante le faltó mayor altura.

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Para su debut cinematográfico, el director Koko Stambuk elige una historia presumiblemente real, de un hecho un tanto insólito, pero medicamente posible, de una mujer que queda embarazada al mismo tiempo de dos hombres, el resultado es por demás fallido.

Cristina (Maite Perroni) y su novio Javier (Gustavo Egelhaaf), son una pareja divertida, gustan hacer simulaciones de escenas famosas de películas y disfrazarse como parte de su vida sexual, ellos están próximos a contraer matrimonio y esa noche es la despedida de soltera de Cristina, quien sale a divertirse con la promesa de volver temprano y continuar con sus peculiares juegos.

Cristina se encuentra con su mejor amiga, Catalina (Verónica Jaspeado), con quien pasa una noche de exceso de alcohol y quien en todo momento la incita a relacionarse sexualmente con alguien más, en ese momento se aparece en el bar el ex novio de Cristina, Felipe (Matías Novoa), un millonario que se ha convertido en una especia de gurú espiritual, con quien Cristina pasa al noche. Pasadas algunas semanas después, ella descubrirá que está embarazada, que espera dos bebés, y lo peor, no sabe si el padre es Javier, Matías, o los dos…

A pesar de la situación que se narra, la película elige en todo momento plantear su relato en el formato de una comedia juvenil, mostrando personajes acartonados y estereotipados que se manejan de acuerdo con los tópicos de las comedias, pero con la salvedad de que el director no encuentra nunca el tono adecuado.

La película busca ser propositiva desde lo visual, apoyándose en su mayoría en el uso del color, en este caso el amarillo, el cual está presente en prácticamente todo, el vestuario, los vehículos, las fachadas, todo, pero sin tener una justificación dramática de peso.

Las actuaciones están desbordadas, algunas situaciones se encuentran en el límite de lo burdo y lo fantástico y la comedia es ineficiente, como consecuencia de una mala ejecución de una inexistente puesta en escena, reservando lo peor para el final, un giro forzadísimo en la trama que no embona nunca con la pretendida comedia que quisieron contar.

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Los Blue Sky Studios presentan su más nueva creación, luego de alcanzar el éxito másivo con la saga de ‘La era de hielo’, y otro más discreto con las dos entregas de ‘Rio’, presentan ahora una colorida historia de espías y aves.

Walter Beckett (con la voz de Tom Holland), es un chico prodigio, que busca realizar los mejores inventos para facilitar el trabajo de su madre, quien es policía, y así asegurar su regreso a salvo a casa, pero pronto una fatalidad sucede, por lo que Walter crece con la deuda personal de mejorar sus inventos.

Ya siendo adulto, trabaja para una exclusiva agencia de espías y una noche recibe los reclamos de Lance Sterling (voz de Will Smith), el mejor espía del mundo, por lo que es despedido, pero cuando Lance se da cuenta que se encuentra en medio de un complot que busca inculparlo, recurre a Walter quien accidentalmente le da su más nuevo invento, lo que convierte a Lance en una paloma, lo que le sirve para esconderse de quienes le persiguen, por lo que ahora con la ayuda de Walter deberá buscar la solución al caso que lo involucra.

Tomando como punto de partida el muy interesante cortometraje animado ‘Pigeon: Impossible’, de apenas 6 minutos dirigido por Lucas Martell, los directores Troy Quane y Nick Bruno crean una entretenida y colorida historia que cuenta con ideas ingeniosas y diálogos ligeros pero que narrativa no fluye en todos los momentos.

Lo que la hace destacar es el abrazar en todo momento el tono de comedia que se mezcla con la buddy movie, el tipo de historias en el que una pareja dispareja deben aprender uno del otro para resolver algún caso, sobresaliendo el gran trabajo que tanto Holland como Will Smith les imprimen a sus personajes.

Y si bien la historia y la narración de pronto se empantanan y los personajes no son tan desarrollados como en una animación de Pixar, la película cuenta con suficientes momentos (sobre todo en la interacción con las peculiares aves), para hacer pasar un divertido momento.

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La dupla formada por los escritores y realizadores Jon Lucas y Scott Moore crearon películas como ’21 & Over’ y las dos entregas de ‘Bad Moms’, además de, entre otras, los guiones de la saga ‘The Hangover’, todas comedias, algunas mejor logradas que otras, pero todas con cierta gracia o encanto.

No es el caso de su más reciente creación, ‘Jexi’, una especie de relectura en clave de comedia burda de ‘Her’, la película de Spike Jonze con Joaquin Phoenix, en la que al igual que Jonze, buscan hacer una crítica a la sociedad que busca refugiar su soledad en un teléfono inteligente, quedandose apenas antes de mitad de camino, al abrazar antes todos los lugares comunes de las comedias románticas menos logradas.

Phil (Adam DeVine) es adicto a su teléfono, esto ha sido desde que, siendo pequeño, sus padre se lo daban para mantenerlo ocupado, ahora se ha convertido en un adulto solitario, sin amigos, que pasa el tiempo encerrado en su departamento con su teléfono celular, y solo sale para trabajar.

Cuando su teléfono se estropea se ve obligado a comprar un equipo nuevo, el cual incluye un sistema operativo, Jexi, que se encarga de todo, y que busca hacerle mejor la vida a su dueño, pero en un momento, Jexi (con la voz de Rose Byrne), se enamora de Phil hasta llegar a obsesionarse, por lo que hará todo de su parte para alejarlo de Cate (Alexandra Shipp), una chica a la que Phil ha conocido y ha invitado a salir.

La comedia tiene un arranque un tanto simpático, pero esto no dura demasiado, pues la pretendida crítica a la sociedad actual dependiente de la tecnología es muy blanda el guion no es lo suficientemente ingenioso ni divertido y la historia romántica no llega nunca a cuajar ni a volverse medianamente interesante.

Pero lo peor es la carencia de humor en la mayor parte del metraje, el cual es apenas tolerable para un público adolescente desaprovechando la buena premisa con la que se cuenta, y todavía peor, una comedia que desaprovecha de tal manera a un tipo como Michael Peña, al grado de mostrarlo hasta ridículo, no merece demasiada recomendación.

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Creador de obras descomunales como ‘Mother’, ‘Memories of Murder’, ‘The Host’ y ‘Snow Piercer’, el coreano Bong Joon-ho demuestra una vez más su maestría como narrador en su más reciente película, ganadora de la Palma de Oro en Cannes, ‘Parásitos’, una demoledora mirada a la lucha de clases.

Una familia liderada por el padre Gi Taek (Song Kang-ho), vive en una especie de medio sótano, en un barrio carenciado, son cuatro los miembros de esta familia que viven todos apretujados, comiendo lo que pueden y sin por lo menos poder acceder a un servicio de wifi, por lo que deben robarlo de sus vecinos, generando sus pocos ingresos doblando cajas para una pizzería del barrio.

Pero cuando el hijo de la familia, Gi Woo (Choi Woo-sik), ingresa como suplente de un amigo para trabajar en la casa moderna y adinerada de la familia Park como maestro particular, los alejados mundos de estas dos familias se acercan de la manera menos previsible gracias a las falsedades y mentiras que la familia de Gi Taek irán construyendo.

Como en muchas de las anteriores películas de su director, el conflicto entre clases es un tema que regresa en ‘Parásitos’, ahora en una poderosa historia que es narrada en una particular mezcla de géneros y tonos, que van transitando desde una comedia puntillosa que se va tornando negra hasta llegar al thriller y acercarse de manera tremenda al terror más desconcertante.

La historia está construida desde el enfrentamiento de dos realidades opuestas a cargo de dos familias que se encuentran en las antípodas del escalonamiento social, una llena de carencias y falta de oportunidades y la otra excedida en privilegios y comodidades, cuando ambas familias conviven por completo, empiezan a florecer esas diferencias de maneras particulares, pero precisas, usando, por ejemplo, el olor de los pobres como una irrefutable muestra de esas tantas diferencias.

Todo ello conlleva de manera irremediable y sin muchas sutilezas de por medio, a una descarnada violencia que es registrada en una poderosa y virtuosa puesta en escena, donde Joon-ho encamina su relato de manera desmesurada hasta volverlo una impiadosa y crítica mirada a la marcada desigualdad imperante no solo en Corea del Sur sino en el resto mundo y puntualmente, en nuestros países.

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El musical ‘Cats’, es uno de los más legendarios de la historia, creado en 1981 por Andrew Lloyd Webber, está basado en la obra “Old Possum’s Book of Practical Cats” de T. S. Eliot. Y alcanzó tanto éxito que fue representado durante más de 20 años en Londres, mientras que en Broadway estuvo por 18 años, más representaciones en una gran cantidad de países alrededor del mundo. Tras haber sido editada la obra en video dentro de la serie Great Performances en 1981, ahora llega su versión cinematográfica, o un intento de eso.

La historia sucede durante una noche, en la que una tribu de gatos, los Jellicle o Jelicals, se reúnen para conocer la que será la decisión más importante del año, transmitida por la voz de su líder, Old Deuteronomy, o Gatusalém (Judi Dench), quien nombrará a uno de ellos para trascender a una vida mejor.

Así, cada uno de los gatos irá presentándose como candidatos para ser elegidos, pero entre la oscuridad de la noche está el malvado Macavity (Idris Elba), quien buscará boicotear a cada uno de ellos para así manipular la situación y resultar él como elegido.

Con apenas unas pocas variaciones respecto de la historia teatral, la película del oscareado Hooper carece de una adecuada adaptación al lenguaje cinematográfico, tomando casi al hilo la estructura de la obra, por lo que la película lo resiente al mostrar un primer acto larguísimo al que de pronto le llega la resolución, así nomás.

Donde más pierde esta versión para el cine es en el plano visual, la caracterización de los personajes es grotesca, en algunos casos rozando lo ridículo, por lo que los intérpretes terminan perdidos e inexpresivos entre el maquillaje y el excesivo uso del CGI. Mientras que lo que parecía la parte que garantizaría algo de calidad, lo musical, es también un punto débil, ninguno de los números musicales contiene la fuerza necesaria para contagiar al espectador, ni siquiera la versión de la celebrada y conocida “Memory” consigue ser lo emocionante que debería, y así, ninguno de los musicales llega a ser mínimamente memorable.

La película muestra una falta total de rigor, lo que lleva a actores de la talla de Ian McKellen a mostrarse rozando lo patético, mientras que, en uno de los cambios más importantes dentro de la historia, como es mostrar una versión femenina del líder de los gatos en la figura de Judi Dench, la actriz termina por componer una interpretación plana que se esconde detrás de su caracterización, volviendo a esta ‘Cats’ un gran desperdicio de talento, llegando a ser apenas una desangelada adaptación a la que le falta nervio y corazón.

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Reunir en una misma película a Helen Mirren y Ian McKellen es una oferta que se antoja sin duda alguna, esto sucede en la más reciente película del irregular realizador Bill Condon, que teniendo a McKellen como protagonista ha realizado sus dos mejores películas a la fecha, ‘Gods and Monsters’ y ‘Mr. Holmes’.

La historia inicia con dos carismáticos ancianos que se han conectado a través de una página de contactos, por lo que han quedado para cenar y así conocerse. El encuentro se da y se presentan, ella, Betty McLeish (Helen Mirren), una viuda adinerada, y él. Roy Courtnay (Ian McKellen), un experimentado estafador que prepara su gran golpe.

Parece que todo marcha sobre ruedas, Betty se nota emocionada ante la posibilidad de un nuevo amor, mientras Roy sigue montando pequeñas farsas que terminan por cansarlo, por lo que se decide ir por todo el dinero de la bella viuda, iniciando una serie de mentiras que terminan por empañar la realidad.

La película inicia con cierto encanto narrando el encuentro de estas dos almas que buscan compañía, pero en cuanto se presenta la motivación real de viejo Roy todo pasa a depender exclusivamente del enorme talento de sus protagonistas, que logran sobreponerse a un guion que de a poco se va desmoronando.

Condon deja todo en manos de sus intérpretes y son ellos los que mantienen el barco a flote hasta que el relato se vuelve insostenible, las vueltas de tuerca se presentan de manera bastante forzada y lo que queda es el enorme placer de disfrutar de dos actores en plenitud, lo que no es poco.

Así, la película de Condon termina dependiendo en absoluto de la magia de sus protagonistas, mientras el relato se sucede de manera convencional y sin sorpresas, y así llega a su tramo final, ya sin gracia y sin poder transmitir emoción alguna, en una película floja a la que sus enormes actores la elevan un poco.

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Una tercera versión de una película no muy conocida no genera demasiada expectativa, sobre todo porque la segunda versión fue un verdadero desastre, aun y cuando la original marcó el camino a seguir por muchos slashers que aparecieron posteriormente.

Lo interesante de esta nueva versión son algunos cambios puntuales en la historia, que, si bien en esencia es la misma, adiciona situaciones que buscan enriquecerla, si bien el resultado final no es del todo logrado, la película contiene algunos momentos interesantes.

La historia, como ya se dijo, es similar a las anteriores, se ubica en la universidad Hawthorne College en navidad, un grupo de chicas deben pasar las fiestas en la residencia escolar, mientras un grupo de ellas preparan un número musical que presentaran en una fiesta en una fraternidad, una de sus compañeras que viajaría a su casa desaparece.

Después de ello, las chicas empiezan a ser acosadas por un hombre con una misteriosa máscara negra, algunas desaparecidas son confirmadas como asesinadas, mientras las sospechas recaen en algunos estudiantes de la universidad, pero las chicas no están dispuestas a seguir siendo víctimas.

La directora Sophia Takal consigue darle la vuelta a una historia ya muy vista, empodera a sus personajes y consigue sostener el interés en la historia, a pesar de lo previsible que pueda resultar lo que se cuenta, aunque al final algunos momentos no logran mantener el tono y la tensión y todo se vira peligrosamente a la sátira, poniendo en riesgo el verosímil previamente conseguido.

A pesar de esas fallas, lo mejor logrado de esta nueva versión es lo bien conseguido que está la introducción del discurso feminista dentro de la historia, el cual se muestra de manera orgánica dentro del relato, demostrando que es posible hacerlo de manera correcta y sin necesidad de subrayados incesantes e innecesarios.

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Figura de vital importancia de la Nueva Ola Francesa convertida en una sensacional artista y documentalista con una muy partícula mirada sobre su entorno, Varda resume el legado de su obra en la que es su última película.

Varda, radicada en París pero nacida en Bélgica, se despide desde el inicio mismo de su último documental, en el que analiza a profundidad su larga trayectoria, desde sus primeros trabajos de ficción hasta su paso al cine documental, charlando con algunos de sus cómplices y enriqueciendo el material visual con anécdotas llenas de vida y cine.

Varda supo construir una filmografía como pocas, arrancando con ‘La pointe courte’, en el que se mezcla la ficción con el registro documental, poniendo en marcha lo que tiempo después sería conocido como la “Nouvelle vague”, realizando ficciones donde la mirada femenina se ubica en una posición poco común para la época, y documentales acerca de lo que conoce, rodea e incentiva, ya sea en la calle de su casa en París o en California.

Sin seguir la cronología de sus películas, Varda indaga en cada una de ellas ya sea charlando con colaboradores, recordando anécdotas o reflexionando acerca de su obra, abarcando no solo la fílmica sino las diferentes instalaciones y material fotográfico en el que ha volcado su mirada y talento.

Si bien Agnès ya había realizado una especie de despedida en su monumental ‘Las playas de Agnès’, ahora lo hace desde otro lugar, con más certeza de la cercanía del fin, con más pasión también y mucha lucidez, invitando a su público a ser observadores de su entorno, y a los jóvenes a documentarlo con los medios disponibles.

Oportuna para aquellos que desconoces su obra para acercarse por primera vez, pero también para los que han seguido y disfrutado su trabajo, ‘Varda por Agnès’ es un recorrido íntimo y en primera persona a la obra de una de las artistas más grandes de nuestro tiempo.

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