Creo que todos estamos de acuerdo al afirmar lo que supone Alberto Sordi para el cine italiano, se trata de uno de los nombres propios más importantes, de los más grandes. Su reconocimiento es justo y ningún cinéfilo debería rechazar la posibilidad de ver cualquier película que caiga en nuestras manos. Tal cual sucede con "Un americano... de Roma", un título en el que el protagonista absoluto es Sordi y cuyo argumento es lo de menos: sale él y hay que verla.

No voy a extenderme, la película es floja tirando a mala por mucho Sordi que le pongamos, la historia del niño adulto que pretende ir a los Estados Unidos y la lía allá donde va no da para más que para un rato, pese al despliegue de recursos de Sordi, que lo da todo como en él es habitual. Poco más que algún momento original pero en general no da para mucho, incluso creo que por mucho afecto que le tengamos al actor aquí se puede hacer cansino y aburrido. Hay más, mucho más en la filmografía de Sordi, sus aportaciones a la comedia italiana son mucho mejores y más dignas de lo que vemos aquí.

¿Cómo puede un cinéfilo llamarse como tal y no haber visto nunca un clásico como el de Víctor Fleming?; yo mismo levanto mi mano, yo mismo me acuso, yo mismo afirmo no haberla visto nunca por pereza, porque en general odio los musicales y porque siempre que puedo huyo del cine familiar y de las historias orientadas al público infantil. ¿Algún otro cinéfilo con estas características?; qué más da, al final caes, porque es historia del cine, porque aunque te caiga mal la Dorothy desde antes que empiece la película a veces hay que hacer ciertos esfuerzos.

Son más de ochenta años de la película del arco iris y de sus pegadizas canciones, con un colorido impactante y unas sobreactuaciones que entiendo que echen atrás a muchos. Pero hay que rendirse ante las evidencias y no pasa nada por reconocer que vale la pena, tampoco lo gritaré a los cuatro vientos, pero la verdad es que la cosa va a más cuando llegan a ese castillo al que se le olvidaron colgar el cartel en la puerta avisando que la campana no funciona. Y sí funciona. La campana y la película.

De los tres personajes no me quedo con ninguno, y con Dorothy menos aún. Yo soy más de Oz, que para eso da nombre al título. Un verdadero personaje para no olvidar.

No creo que pase nada por decir que la mayoría del cine español de los años cincuenta (y más allá) es de una calidad discutible. Lejos de esa presunta mediocridad destaca un director, José Antonio Nieves Conde, cuyas filias políticas nos deberían dar igual puesto que aquí venimos a hablar de cine. En un país que era gobernado por un dictador y cuyo funcionamiento de la administración no hace falta recordar, ser director de cine y hacer películas alejadas de la línea general merece todo nuestro elogio.

Así pues ya sabemos que José Antonio Nieves Conde destaca por encima de la mayoría, sabemos que es una lástima que no tenga el reconocimiento que merece y unos pocos sabemos que en películas como "Todos somos necesarios" demuestra una capacidad asombrosa en las labores propias de un realizador. En interior, en exterior, con un guión bien armado, queda claro que por encima de todo está el objetivo de hacer cine de calidad.

No es una película perfecta, no es una obra maestra, ni falta que hace. Cuenta con una historia sencilla que planta ante nosotros prejuicios, miserias interiores y una redención que cada uno acepta de mejor o peor forma. Actores que brillan y una maravillosa puesta en escena, Y todo en menos de noventa minutos. Una pequeña joya que destaca muy por encima del panorama que la rodeaba, con la dignidad propia del cine de calidad.

Intentaré explicar por qué me ha parecido mala una película tan aclamada en su momento y que a día de hoy sigue teniendo buenas críticas pasados tantos años de su realización.

Es obvio que alguien que entienda el castellano (o español) se va a topar con un muro porque aunque ellos digan que hablan el mismo idioma que en teoría tú dominas no vas a enterarte de nada. Y cuidado, porque eso no la hace mejor o peor, es un dato interesante y una realidad que los personajes que vemos en pantalla parece que hablan otro idioma. Verla sin subtítulos es perderte más de la mitad. Pero se entiende el mensaje, se entiende el contenido, y entre "mi amor", "pues", "usted", "gonorrea" y alguna palabra que sí pillamos la película avanza entre colocón de pegamento y unos primeros planos que dan miedo.

Es una Colombia urbana brutal que muchos entienden que sea necesaria y que atención, por muy buenas intenciones que lleve implícitas, tampoco la hacen mejor. Lo que sí da es dolor de cabeza, tanta ida y venida por esa noche violenta y caótica, tanta mala leche de todo Dios que se cruza ante la cámara y tanto mal rollo. La ves y te dan ganas de olvidarla, me han dado ganas de bajar a la calle y abrazar a quien sea, apreciar que el aire que respiro es sano y que no hay basura a mi alrededor, que no hay nadie que me vaya a meter un tiro o darme una paliza o robarme el reloj.

La peli es mala porque es previsible, porque es una redundancia, porque los malos rollos ya los conocemos y puestos a mostrar violencia prefiero una historia mejor contada tipo la de las favelas de 'Ciudad de Dios'. Es mala porque son unos cansinos con tanta decrepitud y tanto drama. Y ya por último, conocer todo lo que fue de los actores, sus vidas lejos de la pantalla, tampoco la hace mejor. La mayoría se interpretaban a ellos mismos, ya ves...

Siempre se ha dicho que visitar el sur de Italia es como ir a otro país distinto del norte, son gente distinta con otras peculiaridades y nos guste o no, con una tendencia al machismo arraigada que en los años sesenta debía ser mucho mayor. ¿Qué más dará?; el caso es que Marcello Mastroianni interviene en cada escena con una arrogancia que inclinan a la película minuto a minuto hacia una comedia satírica cada vez más acentuada. La altivez propia de su rango nobiliario y el mencionado machismo queda caricaturizado de tal manera que sólo podemos dar las gracias al maravilloso guión con el que está edificada una película redonda.

Pobre Carmelo, que vuelve de la guerra después de tantos años dado por muerto y acaba siendo la bisagra que va a hacer girar la historia de manera fulminante. "Divorcio a la italiana" va del divorcio cuando no existía, que quede claro ya desde el inicio cuántas iglesias hay en el pueblo, de manera que eso de casarse (por la Iglesia, evidentemente) suponía una condena de la que era imposible escapar. Al menos hasta que la muerte los separe. Humor inteligente, humor negro, ironías en cada rincón, una sátira maravillosa y escenas memorables que sólo pueden salir de mentes lúcidas y versadas en esto del cine.

En Italia, después de dejar atrás el neorrealismo, en esto de hacer comedias fueron unos maestros.

No sé si será cierto algo que leí no hace mucho acerca de las actuales Chequia y Eslovaquia acerca de un movimiento muy serio que apoya una unión entre ambos países para volver, tal vez con distinto nombre, a ser un único estado. Puede que sea política ficción, el caso es que la antigua Checoslovaquia no existe pero existió, y en cuanto a cine que es lo que nos interesa y bajo la etiqueta de 'Nueva Ola Checoslovaca' se llegaron a filmar una cantidad enorme de películas que destacan por su calidad.

Porque cualquier país en cualquier momento puede producir y producir, pero lo que sucedió en Checoslovaquia en esa etapa es algo difícil de explicar porque hay mucha calidad. ¿Por qué motivo?; ¿quién puede explicar qué factores intervinieron para que ese cine checoslovaco llegue a día de hoy fresco y original?; la libertad y la imaginación al poder, sin censuras, sin límites. Llegarán los de siempre, los comunistas, los rusos, y se cortaron las alas a la cultura. Milos Forman por ejemplo, obligado a emigrar...

¿Qué decir de estos bomberos imposibles?; una película sencilla y fresca, con un humor y una ironía que pocas veces se ve, con mucho de Berlanga y esos escenarios poblados de secundarios que entran y salen, aparecen de forma natural como si no fuera con ellos, como si no hubiera cámara. Todo fluye en una gran fiesta de humor negro en el que lo imposible se vuelve real a nuestros ojos. Una película más de ese país que no existe, con unos bomberos locos... y un concurso de belleza innombrable para no olvidar.

Se hace raro ver una película de alguien que no sabes quién fue pero que lo conocen millones (muchos millones) de personas. La motivación es bien distinta, tras una trayectoria larguísima de este presentador de televisión se sabe todo, sus buenas intenciones, su inmaculada moral y absoluta entrega por el beneficio de los menores, por educarlos y por entretenerlos. Y yo sigo sin conocerlo. ¿Quién es?; ¿qué hacía?; ¿a qué dedica el tiempo libre?; ¿existe alguien tan sano, tan amable y tan bueno?; y la mejor de todas las preguntas: ¿no es empalagoso?

Arranca la película con una canción que hasta la vamos a escuchar de forma espontánea en el metro, unas escenas que, lo admito, tienen mucho mérito, valen mucho la pena. Pero luego está la moralina del padre y el hijo, lo que está bien y lo que está mal y la moral cristiana zumbando por los aires y colándonosla queramos o no. No es una película de un cura, pero casi. Y eso es muy molesto.

Interesa, mucho más que lo que aporta el personaje de Hanks, el conflicto que sufre el personaje que interpreta Rhys, que malvive con unos demonios en su interior con los que no es fácil seguir adelante, y menos cuando acabas de ser padre. Pero en realidad, ¿tan buena es?; ¿vale tanto la pena?... Creo que es muy justita...

Poco importa si se afeita el bigote o no Alain Delon, queda claro ya desde que lo vemos deambular por la carretera que va a traer problemas a quien se cruce con él porque es atractivo. Si fuera una mujer diríamos que es una femme fatale, pero como no lo es y no se me ocurre nada en masculino que se le acerque simplemente apuntaré que queda claro desde el minuto uno que ese hombre traerá problemas. Al otro lado tenemos a la maravillosa Signoret, mujer sufridora enfrentada con su familia política que necesita más que nadie el afecto y el cariño que nunca ha tenido. Que no le hablen de dolor, de soledad o de amor...

La película es bastante sencilla y fluye sin cambios bruscos, todo se hace demasiado evidente, lo cual no sabría decir si es más virtud o defecto. En todo caso no es ningún desastre, vemos delante nuestro a dos grandes nombres propios del cine francés, tampoco sabría decir si pertenecientes a generaciones distintas ya que él en ese momento tenía 35 años y ella 50. Sea como sea no es poca cosa verlos coincidir delante de nosotros, es cine minoritario absolutamente alejado de lo que nos toca vivir en el siglo actual, así que permanecerá ahí en un rincón, pero creo que es una historia que vale la pena conocer.

Por lo visto Hideo Gosha forma parte de ese numeroso grupo de cineastas japoneses que en cierto momento y de manera inevitable quedaron lejos de la vanguardia y no se consideraron ni los más populares ni los más comerciales, algo que sigue vigente a día de hoy cuando uno escudriña en la historia del cine japonés. Ya en los años setenta, por lo que dicen, el cine de yakuzas andaba en declive y el género vivía un ocaso en la industria, por lo que no es de extrañar encontrarse con una película como "Los lobos (The Wolves)", de aspecto claramente crepuscular.

Gosha debió agradecer mucho la presencia de Nakadai, quien clavaba este tipo de personajes melancólicos que arrastran un pasado que parece que les supera y les condiciona. No en vano la película arranca saliendo de la cárcel y renunciando a ser el número uno de su grupo. Se pone en bandeja de plata entonces una serie de enfrentamientos entre bandas con pactos condicionados, traiciones, mucha mala leche y cuando toca y se tiene que desatar la violencia, una buena cantidad de sangre fruto de esas armas blancas tan bien afiladas.

Deambula pues Nakadai por un peligroso jardín en el que cabe preguntarse si merece la pena ser fiel a una banda, si eso del honor no será algo ya caducado que nadie mantiene. Y sobresale forzosamente Gosha, al que debemos etiquetar como creador de un cine de retaguardia que no tiene nada que envidiar a sus más conocidos coetáneos. No decepciona, ni "Los lobos (The Wolves)" ni ningún otro título suyo, por difícil que sea encontrar. Hablamos de cine muy minoritario, de ese que tanto atrae a tan poca gente y que sin embargo valoramos mucho más.

Mención especial, no podía acabar sin decirlo, las asombrosas escenas en la playa. Una delicia. Acércame el babero por favor, ya ves que se me cae la baba...

Al querer homenajear a Trintignant, que recientemente nos dejó, es difícil escoger sólo una película. Acudir a su filmografía es entrar en un universo inmenso en el que hay títulos para dar y regalar, de manera que quedar satisfecho con un sólo título es imposible, o como en este caso sentir que el homenaje es suficiente. Recuerdo no hace mucho, antes de su fallecimiento, haber visto un western muy loco en el que interpretaba a un personaje absolutamente demencial. Quiero decir con esto que Trintignant hizo de todo, era un trabajador más y aunque se le conozca por unos cuantos títulos realmente en sus más de cien películas hizo de todo.

Aquí, en este más que correcto "El tren" de 1973, ciertamente interpreta a un personaje con el que creo que se identifica buena parte de sus papeles. Hizo de todo, pero Trintignant es conocido como un actor que interpretaba a gente corriente, a hombres comunes que no destacaban por nada especial, reales como la vida misma. Al lado de la bella Romy Schneider hasta parece normal que se enamoren, aunque sea declarado impedido para la guerra por su condición de miope. Todo lo que sucede en ese tren y posteriormente, podría ser real, debemos entender que pudo ser real y nos lo creemos. Esa es el gran mérito de la película y su mayor virtud. Se enamoran y te lo crees. Están juntos y nos lo creemos. Pase lo que pase no parece fuera de lugar.

Y ese amor duele porque el contexto es el que es. Trintignant se siente en deuda, vive oprimido durante una ocupación alemana que no es lo de menos. Él la echa de menos. Y no nos extraña. Y a nosotros también nos duele algo por dentro por ellos.

Otra película semiolvidada. Otra más de Trintignant haciendo bien las cosas. Descansa en paz compañero.

Conozco un poco el mundo del ajedrez y su mundo, poblado de seres normales como cualquier humano, con dos piernas y dos brazos como los de cualquiera. Es cierto que como en todo gremio, también existen lunáticos que se desviven de manera loca por su actividad, algo que depende más de los conflictos interiores de la persona afectada por esa obsesión insana. Lo que no se ve, lo que queda dentro de cada uno, es lo complicado de hacer ver en el cine, a Luzhin le persigue una infancia convulsa y una relación destructiva con su profesor, mánager o lo que sea que es ese personaje que le va detrás y lo invade para hacer de él lo que quiere y limitar su voluntad y su libertad.

Sea como sea Luzhin es un inadaptado, no sirve para la vida. Un genio ante el tablero, de eso tampoco hay duda, pero no pasa nada por decir que en "La defensa Luzhin" lo que menos importa es el ajedrez y sus movimientos, poco importa sus reglas, las aperturas, el medio juego y el final, a su directora Marleen Gorris le da igual si un peón y un caballo pueden defenderse de la reina oponente en una esquina cuando el rey está en la columna H o si el enroque se hace hacia adelante o hacia detrás. Una pena.

A Marleen Gorris le interesa más el personaje de Emily Watson y su posesiva madre que la posición de ataque del rival del maestro Luzhin. Una pena para los que seguimos y nos gusta el ajedrez. Las malas (malísimas) lenguas dicen que es porque la directora es una mujer, yo creo que eso es pasarse, pero sí es cierto que aparte de la dejadez absoluta por el ajedrez la película es muy justita y apenas la salva la sí excelente interpretación de Turturro. Lo demás, pese a los bienintencionados flashbacks es poca cosa. La historia de amor es absurda y la actitud del maestro es en muchos momentos de lo más lamentable.

Se trata de una película tan rara, tan surrealista y tan difícil de describir, que no me extraña que genere una aversión dura e implacable. El público probablemente recuerda sus títulos más aplaudidos y tiende a la comparación, de tal manera que "¿Qué?" queda en mal lugar en una filmografía que es ciertamente espectacular. Entiendo los comentarios que desaprueban los desnudos gratuitos de la protagonista, pero a la vez me pregunto si eso hace peor a la película, ¿por qué?, ¿por ver desnuda a una mujer?, en realidad a mí me parece incluso un acierto, uno más en una película que no tiene límites ni censuras, se trata de una película libre y maravillosa.

Cada vez que aparece Mastroianni es para morirse de risa, o no, tal vez no sea exacto lo de reírse pero es impactante, te descoloca, es sublime y extraordinario. Esa casa inmensa, esa mansión, está poblada de seres extravagantes, incluido el propio Polanski, que interpreta a un personaje inclasificable. Bueno, es que realmente inclasificables son todos, incluida la protagonista, que tal como aparece cierra el círculo para dejarnos en un final tremendo.

Le doy las gracias a Polanski, por sus obras maestras y por sus obras menores, un tío sin complejos que en esta italianada se desata como pocas veces. Se trata de una película que está muy lejos de ser un desastre, es fresca, irreverente, libre y única. Mucho mejor de lo que dicen, una lástima que se encuentre tan infravalorada y olvidada. Yo me lo he pasado genial.

¿Es reprobable afirmar que los únicos criterios que tengo para considerar de notable "Otra ronda" son una canción y ese apoteósico final?; sin soltar ningún spoiler, que no hace falta, aunque ya ves, llego más de dos años tarde y me acabo de enterar que ganó el Oscar a la mejor película extranjera. A estas alturas todos saben de qué va "Otra ronda", a qué me refiero (sin escribirlo) señalando una canción y el final y además, caramba, es una película bien planteada y bien ejecutada. Y mis criterios son mis criterios, al menos los de hoy.

Entiendo que sea una película que genera (generó) mucho debate, puesto que el alcoholismo no es una cuestión fácil de tratar si no se hace desde el drama y la tragedia. Está lejos de ser una comedia, eso es cierto, pero el alcohol es aquí un instrumento que se usa para alcanzar un estado de plenitud real que aporta beneficio personal. O al menos esa es la teoría, o la hipótesis. ¿Funciona?; cada uno sabrá lo que le conviene, el alcohol está aceptado socialmente, de eso no hay discusión, y no pasa nada por afirmar que si te bebes unos vinos con tus amigos, unas cervezas, unas copas o lo que quieras, te olvidas de todo, eres feliz, te sientes bien y no te importa cómo estarás dentro de cinco minutos...

¿Cosas que valen la pena en esta vida?; el vino y el cantar... Si es buen vino mejor, porque al que canta no lo podemos cambiar...

Es posible que la película sea una excusa para el lucimiento personal de la estrella del momento, Jean-Paul Belmondo, por lo que se entiende que haya cierto sector crítico con ese protagonismo. Su fiabilidad con los puños, al volante y cuando le da al piquito pueden producir un efecto contrario al deseado, puede caer mal, por no hablar del evidente machismo que destila. Omar Sharif por otro lado empieza cayendo mejor de lo que acaba siendo al final, aunque antes de que acabe la película habremos presenciado una espectacular persecución por las calles de la ciudad, puede que no aporte nada, pero es tan larga y con tantos trucos que no queda otra que rendirse a su efectismo, pura fascinación, pura admiración por quien estaba detrás de las cámaras, que es a quien quiero elogiar con mayor objetividad.

No he visto todas las películas de Henri Verneuil, tampoco he visto pocas, y de momento jamás me ha decepcionado. Aquí, en esta lamentablemente mal traducida del original "El furor de la codicia" ("Le casse"), la película destaca por el enfrentamiento entre los dos protagonistas. Antes de que acabe sabemos que Belmondo ganará la partida, no es un spoiler, son cosas que se saben, igual que sabemos que la persecución no aporta nada a la trama, pero ¿dónde está el problema?; y esas preguntas: ¿conoce el límite de velocidad?; ¿sabe a qué velocidad iba?; ¿no es una maravilla en los años setenta y en la actualidad?; ¿y esa cena en la que el policía le cambia el filete con patatas por algo mucho mejor?

De acuerdo, los fans de Belmondo, que también los hay, quedarán encantados. Yo quería poner por delante al director por una vez, que detrás de las cámaras era un maestro.

De todas las películas en las que apareció Trintignant ha caído a mis manos "Un hombre y una mujer" para homenajearlo, puesto que no hace mucho nos dejó. ¿Qué se puede decir de un actor que participó en más de cien películas y que podemos ver en prácticamente todos los géneros?; lo mismo un western que una comedia, cine político, drama de todas las formas y lo que nos interesa aquí, en una historia de amor bastante corriente que su director usa para experimentar con una narrativa que no a todos gustará.

Yo llegué aquí por Trintignant, pero tendré que referirme también a su pareja en la ficción, una Anouk Aimée que está a la altura de las circunstancias y con quien forma una pareja a quienes les une un amor que nace casi por casualidad, quizás como la vida misma, con la misma naturaleza que los seres humanos de carne y hueso. Ambos son viudos y sus vidas se nos son contadas con esa especial narrativa que Lelouch usa, cambiando el color, usando una maravillosa banda sonora y siempre, siempre, sin prisas y a un ritmo pausado. Incluso cuando todo debería ser pasión, cuando deberían aparecer los reproches y las quejas, la calma sigue imperando en cada minuto de película.

Habrá quien quede harto, yo creo que es una película que pretende explotar al máximo la experiencia visual relacionada con la poesía, porque esto es amor de verdad, del que duele, del que se siente en cada poro de tu piel. Por eso creo que es una buena película, está lejos de ser un desastre. Y además aparece Jean-Louis Trintignant, que es a quien quería ver de verdad. Descansa en paz compañero.

Hablar de que una determinada película sea atemporal a veces está bien, no es fácil encontrar esa fórmula y que funcione siempre, sea cual sea el momento en el que te pones a verla. Atemporal suena a trabajo bien hecho, y su director puede estar orgulloso. ¿Qué pasa con el resto?; ¿con la mayoría?; ¿qué pasa con lo que no es excepcional y que queda anclada a su época y que incluso unos pocos años después de ser rodada casi ya queda anticuada?: ¿qué pasa con películas como "La jauría del vicio" que se apuntan a un tipo de moda, o corriente, o línea de mercado y sencillamente pierde el interés más allá de su momento?

Los cinéfilos debemos estar orgullosos de este tipo de cine anclado a su momento, así descubrimos exactamente lo que fueron esos principios de años ochenta del pasado siglo. Las calles están sucias, en cualquier esquina se puede presentar un navajazo, un estirón de bolso, la chusma se concentra en tugurios en los que se fuma y se droga cada uno con lo que puede y por supuesto los tarados y psicópatas parece que son mayoría...

No es mala película "La jauría del vicio"; representa una época y un lugar determinados y tiene su interés más allá de la historia del chulo, la fulana y el poli de cara cartón. ¿La realización es cutre?; ¿el montaje podría ser mejor?; desde luego, tiene sus defectos y si nos ponemos tiquismiquis hasta es un desastre. Pero no, tiene mucho interés y es buena en su justa medida.

Hace casi veinticinco años todos éramos más jóvenes. ¿Éramos?; ¿hay alguien que 'no era'?; probablemente...

La cuestión es que hace veinticinco años se filmó "Lock & Stock" y es un huracán de película, con un guión de esos que demuestra que en este planeta hay evidentes signos de inteligencia y no todo es un desierto de esterilidad mental. Hay cine monocromático y previsible, que en el corriente siglo es mayoría absoluta, y luego hay excepciones que te hacen que mantengas la esperanza y no caigas en la desmoralización más honda, ves la luz, queda demostrado que las cosas a veces se pueden hacer bien, se puede entretener con historias que nacen de la inteligencia y, como es el caso de esta película de gamberros y de profesionales del crimen, se crea una fascinación alrededor de los personajes que no te deja parpadear.

La verdad que hablamos de gente muy mala y chunga que viven al margen de la ley y que sin embargo producen simpatías. Son ingleses, son gente especial, macarras desastrosos a menudo a los que la fortuna se les es negada en cada esquina. ¿Merecen un golpe de suerte realmente?; ¿no merecía haberla visto en su momento cuando era joven?; ¿no es una película de diez o de casi diez?; ¿no entretiene una barbaridad y te deja sin aliento?; ¿son demasiadas preguntas?

Mierda de tiempo... Maldito...

Hace veinticinco años...

No es un desastre absoluto, pero queda muy lejos de lo que podría haber sido. Y ojo, que se habla mucho de Juan Marsé y sus letras, que si la literatura, la adaptación y si he leído o no la novela y sé de qué va o no, pero lo que importa y a lo que hemos venido es a hablar de cine y ceñidos al objeto directo que nos interesa, la película "Si te dicen que caí" no hay por donde pillarla.

Todo empieza en una gran mirada para atrás desde la mesa de un médico forense, estamos en la Barcelona de los años setenta y nos vamos a la inmediata posguerra. El contexto no podía ser más atractivo, y además la ambientación sí es una maravilla. Sin embargo, Vicente Aranda, que es quien nos interesa y no el novelista, fracasa de forma estrepitosa porque no sabemos qué leches nos quiere contar, todo queda tan lamentablemente deslavazado que al final sólo hay desinterés y desmotivación por parte del espectador. No ayudan la mayoría de los actores, que tenían (y muchos siguen teniendo) unos problemas de dicción asombrosos. Yo he tenido que verla con subtítulos porque sino no me entero de la mitad, y eso es grave, y es un problema de dirección, no de sonido.

En fin, que caes aquí y la ves, pero cuando empieza a acabar ya la has sentenciado si eres un poco objetivo.

Puede que a la película le falte algo que el director, por lo que sea, no supo encontrar para acabar de darle el empujón necesario para situarla más allá de donde justamente se encuentra. Una vez vista la sensación es que podría haberse convertido en un título más aclamado, no sé muy bien qué es lo que falla pero como espectador de sofá me quedo tan ancho asegurando que en otras manos estaríamos ante una película de culto.

Los ingredientes son ideales, porque si hay algo que siempre funciona es la imagen de una buena pandilla de jovenzuelos que topan contra la sociedad, sienten la necesidad de insubordinarse y poco importa si son rebeldes con o sin causa, si son nihilistas, anarquistas o sus actitudes son justas y sus actos razonables. La esencia del ingrediente es el mismo, y suele funcionar en el cine con bastante acierto. Observar cómo unos adolescentes verifican lo que es correcto o no y asumen según su ética si merece la pena hacer una cosa u otra, como enfrentarse a la policía, a los padres, drogarse o realizar actos vandálicos.

Los chavales tienen que responder de una manera u otra a su crecimiento como seres humanos, pasar de ser niños a no serlo, eso es en esta película y en la vida real. ¿Podría funcionar mejor?; desde luego, los actores son poco menos que los que encontraron en la misma calle y no lo hacen mal, le da frescura, otra cosa son los excesos de las escenas finales y la actitud del departamento de policía. Y que el drama se podría desatar de forma exagerada y no lo hace. Una pena, aunque tampoco es ningún desastre.

Creo que Edgar Wright se lo pasó como un cochino haciendo esta película, aunque tal vez es mejor afirmar que en toda su filmografía se intuye una actitud del tipo de gente que hace las cosas que le da la gana (porque puede y porque le dejan) sin pensar en lo que dirán los demás, especialmente la crítica. Aquí en estas noches en el Soho hay mucho homenaje a cierto cine cuyas referencias son evidentes, pero sin peloteo, Edgar Wright tiene su propia manera de hacer las cosas y en especial, en lo referente a la cuestión estética, es un desmadre.

Puesto que en este mundo hay muchísimo crítico que no es capaz de ser positivo, a una película como la de Wright es muy fácil meterle mano para rajar de ella, cuando en mi opinión merece todo el respeto porque entretiene una barbaridad. Entiendo que a estas alturas es difícil crear una atmósfera de terror real, situaciones incómodas que generen mal rollo de verdad en el espectador. En esto del cine ya está todo hecho, es cierto. Pero "Última noche en el Soho", sin ser una obra maestra, consigue subir unos peldaños más que la mayoría y se sitúa a mi juicio muy por encima del resto.

Al aparato estético hay que sumarle un guión que evidentemente tiene sus fisuras, pero está lejos de ser un desastre. Te puede gustar o no su inventiva, pero aquí hay mucho trabajo, nada es porque sí. Así que más que aceptable, dicen por ahí que Wrigth es un cachondo y no me extraña esa afirmación.