El origen de un imperio es la segunda entraga de la saga 300, cuya primera película se convirtió en un clásico al instante debido a su gran calidad pero, sobretodo, a su cuidadísima estética.

Noam Murro dirige esta segunda entrega y su trabajo no está, ni de lejos, al nivel que mostró Zach Snyder, su predecesor en tal cargo. Amiguismos a parte, la elección de Murro para este cometido no tenía ni pies ni cabeza en principio, pero visto el resultado final, ha resultado no ser una mala elección. Como digo, está lejos de Snyder, pero no está nada mal. Sus pecados son el buscar siempre la escena perfecta, el querer siempre la frase lapidaria, el ansiar siempre la imagen insuperable y, en general, el hecho de intentar hacer lo que en la primera película resultaba efectivo. El error es que la primera película estaba en el límite de la genialidad y, si pasas de ahí, corres el riesgo de caer en un pequeño ridículo. Es por eso, por la falta de genialidad (que no de calidad) de Murro, por lo que El origen de un imperio va, en ocasiones, más allá de la delgada línea que separa esos conceptos. Sin embargo, no hay que quedarse con lo malo, pues en la película encontramos cosas buenas. Muchas, además. Las escenas navales, que ocupan gran parte del metraje, son una maravilla tanto tecnológica como por parte de Noam Murro a la hora de concebirlas. Los combates cuerpo a cuerpo, aunque no tan impresionantes como en la anterior entrega, siguen siendo una verdadera pasada. Y el sello de identidad de 300, esa imagen teñida de blanco y negro con fuertes contrastes causados por colores vivos sigue presente.

Sullivan Stapleton está soberbio, pero convivirá siempre con la alargada sombra de "sustituir" a Gerard Butler. El problema está en que su personaje, Temistocles, no está a la altura de Leonidas ni en carisma, ni en liderazgo ni en capacidad de discurso, algo de lo que el actor no tiene culpa pero que significa, para él, una losa demasiado pesada. Eva Green parece haber nacido para interpretar este papel y diría que, a nivel de relevancia, ella es la Gerard Butler de esta segunda entrega. Su mirada, sus manos y su nervio físico hablan tanto como sus palabras. Rodrigo Santoro vuelve a estar sembrado como uno de los grandes villanos del cine moderno, y hace de la rabia contenida, de nuevo, su mejor arma. Lena Headey también repite y, de nuevo, su labor es absolutamente brillante. Callan Mulvey, Hans Matheson y Jack O'Conell completan el reparto principal con trabajos más que notables.

Resumiendo: El origen de un imperio es una buena película. Cine comercial de mucha calidad que gusta ver. Aunque aguantar el peso de 300 es casi imposible, esta segunda entrega consigue su propio equilibrio sin dejarse aplastar por la alargada sombra que la precede. No es tan increíblemente buena como la primera, pero su nivel es altísimo.

REC 3 Génesis es la tercera entrega de la saga de zombis española. Y quien dice de zombis dice de poseídos, o posesos, o lo que coño sea. Enfocada como comedia al 100%, significa un cambio radical respecto a sus dos predecesoras.

Paco Plaza se queda solo en esta tercera entrega (Jaume Balagueró también dirigirá él solo la cuarta) y pasa olímpicamente del terror. En lugar de buscar el nervio, Plaza decide mantener una tensión relativa y hacer una mezcla explosiva entre humor y terror. Plaza deja que la película pierda calidad, robándole el tema de la cámara al hombro casi de forma definitiva. Empieza con ella, pero pronto se excusa con un diálogo entre dos tipos que (no tan) curiosamente llevan cámaras en la mano y a partir de ahí, REC 3 pasa a ser una película sin medias tintas. En mi opinión, Plaza y Luis Berdejo (que trabajó en la anterior REC) se equivocan bastante con el guion, sin conseguir brillar en ninguna de las dos facetas, aunque consigan que la suma de ambas sea bastante notable. En el apartado humorístico, apenas hay un par de picos (aunque sí hay momentos de carcajada corta) y, en lo referente a la tensión, encontramos demasiadas interrupciones como para conseguir sufrir de verdad. Plaza no consigue arreglar eso tras las cámaras tanto como debería y la incosistencia narrativa, tanto a nivel visual como a nivel de historia, acaban pasando factura. Además, no explotar el boom final que supone el nacimiento de "la Ash española" es de pena capital.

Leticia Dolera está soberbia, siendo la mejor del reparto muy, muy de lejos. Se queda totalmente sola, aislada, como si no hubiera nadie más en la película, algo mitad culpa de su personaje y mitad culpa suya. Brillante, su trabajo. Diego Martín es de ese tipo de actores que sabes que en una comediate siempre te va a funcionar medianamente bien y que te saca el trabajo con buenas maneras, por lo que su elección aquí es una apuesta segura. El reparto termina ahí, más o menos, aunque se podría rescatar, por tiempo en pantalla, tanto a un notable Ismael Martínez como a un simplemente cumplidor Xavier Ruano.

Resumiendo: para disfrutar de REC 3 hay que olvidarse de las dos películas anteriores. Aunque forma parte de la misma realidad y sucede al mismo tiempo que las otras, es una historia (casi) totalmente independiente y una película absolutamente distinta. Si logramos olvidar el edificio de la niña de Medeiros, quedaremos satisfechos con esta Génesis.

¿A quién ama Gilbert Grape? adapta una novela del escritor Peter Hedges. Una historia con el melodrama de fondo y un toque de humor negro para dar realismo.

Lasse Hallström dirige ¿A quién ama Gilbert Grape? a partir de un guion obra de Peter Hedges, autor de la novela que se adapta. No voy a entrar en valoraciones de cómo adapta el escritor de Iowa su propia historia a otro media como es el cine, pero sí puedo decir, desde la perspectiva de la película, que hay algunos errores bastante importantes que salen a colación tran notables contradicciones en la personalidad de los personajes, ya que rebasan la línea de la falsa ambigüedad (base de cada personaje) y se colocan ya como errores de bulto. Hallström, por su parte, trabaja el producto de manera fina, con un estilo bien definido en todo momento y con las ideas claras para formar una película con estilo personal. El director sueco logra que, lo que podría haberse convertido en redundante, sea algo ameno, y esa es para mí la gran virtud de ¿A quién ama Gilbert Grape?. El trabajo con los personajes es bastante notable, pues desde la falsa (de forma pretendida) ambigüedad que nos muestra el carácter de cada uno, Hallström logra hacer que le demos caña a la cabeza, pensando en el qué, el cómo y el por qué de muchas de las cosas que pasan y que vienen provocadas por alguno de los personajes.

Johnny Depp, en uno de los papeles más conocidos de su carrera sin contar aquellos en los que va extracaracterizado hace un trabajo más que digno, notable tirando a excelente, por ponernos ya a valorar en plan máximo. A mi juicio, Depp hace uno de sus dos o tres mejores trabajos dentro de personajes "normales". La estrella es, sin duda, un joven Leonardo DiCaprio que da todo un recital y que deja a los que dicen que el chico está en el cine gracias a Titanic como auténticos gilipollas, con perdón. No, qué, coño, sin pedir perdón: como auténticos gilipollas. Juliette Lewis, una chica que siempre tiene unos dejes muy extraños en la expresividad facial, va en plan montaña rusa, con momentos de mucha calidad y otros casi ridículos. John C. Reilly es un tipo cuya aportación siempre engrandece el total, y aquí no encontramos la excepción. Darlene Cates está muy bien en su sometido personaje, especialmente en un par de escenas al final en las que se ve liberada. Mary Steenburgen cierra el reparto principal aportando las gotas de calidad que normalmente lleva consigo.

Resumienod: ¿A quién ama Gilbert Grape? es una película bastante sincera que juega con el "¿por qué?". Ambientada de forma excelente y narrada con fluidez, su capacidad para tratar con el debido humor negro las situaciones más dramáticas y su habilidad para volverse seria de repente hacen de la película una experiencia de lo más interesante.

REC 2 es la segunda entrega de uno de los mayores fenómenos del cine español tanto dentro de nuestras fronteras como fuera de ellas. Ideada con valentía y con riesgo, es menos brillante que la anterior, pero sigue siendo cine de calidad.

Jaume Balagueró y Paco Plaza repiten como dúo tras las cámaras en esta secuela. En esta ocasión, es Paco Díez quien les ayuda en un guion más desarrollado que el anterior en lo referente a la historia y, como mínimo, igual de bueno en el desarrollo. Lo más destacable, y eso que hay muchos aspectos excelentes, de REC 2, es la valentía de sus creadores para dar una vuelta de tuerca total a la historia, cambiando el contenido de la película pero manteniendo el formato. Otro de los grandes aciertos es el de contar la historia desde varios puntos de vista, jugando con los tiempos y con la posibilidad de ir ofreciendo la información con cuentagotas para crear un interesante puzzle. A mi entender, REC 2 es menos tensa que su predecesora, tal vez porque era inevitable abarcar el tema desde un punto de vista más de tiros y muertes violentas o tal vez porque es menos cruda en lo referente a la naturalidad que vimos en aquella. Podría decirse que REC 2 es una película con todas las de la ley, mientras que REC cumplía más con su función de falso documental. El apartado técnico es de nuevo brillante, destacando nuevamente un trabajo de sonido de una calidad inmensa y añadiendo trucos digitales tan ligeros en potencia como bien traídos en la historia.

Jonathan Mellor es uno de los múltiples protagonistas de la película y encarna a su personaje regalándole la seriedad y laperseverancia que requiere. Óscar Sánchez Zafra, sin embargo, no está tan acertado, pecando de lo que pecan muchos de los secundarios de la película, que es acelerar la respiración de forma demasiado mecánica, restando veracidad a su tensión. Manuela Velasco ve reducida su aparición en pantalla, pero no por ello pierde relevancia. Su trabajo, espléndido en los primeros minutos y un poco menos acertado en los instantes finales. Pablo Rosso repite en la película, aunque en este caso sí podemos verle en pantalla y su trabajo, así como el de Ariel Casas y Alejandro Casaseca es muy bueno.

Resumiendo: hay que tener muchísimos cojones para dar un giro tan brutal a la temática que nos presentaba REC, sobre todo teniendo en cuenta la gran acogida que había tenido por parte del público. REC 2 mantiene el modelo pese a todo e incorpora varios añadidos de calidad, por lo que criticarla simplemente por haber dado un nuevo enfoque a la historia que creíamos sabes tras la primera película me parece, y esto es algo totalmente personal, una soberana gilipollez.

REC es una de las películas más importantes del cine español moderno. El motivo no es ninguna tontería: consiguió situar a españa en el mapa más allá de Almodóvar, Amenábar y la posguerra, dejando claro que podemos ser originales incluso haciendo un cine que, por tradición, no nos pertenece.

Jaume Balagueró y Paco Plaza dirigieron la película de Operación Triunfo tiempo atrás de forma conjunta. Nada hacía presagiar en ese momento que, años después, nos asombrarían con una auténtica maravilla como es REC. El guion, en el que además de Balagueró y Plaza participa también Luis Berdejo, está medido desde la primera hasta la última acotación. El mérito del realismo brutal de REC es combinar dicho guion, de una inteligencia bárbara, con una dirección tan precisa y meticulosa como espectacular en su búsqueda (y consecución) de tensión, verdad y terror en estado puro. Los movimientos bruscos de la cámara al hombro representan una curiosa paradoja si se tiene en cuenta que la palabra que mejor define el trabajo de la pareja de directores es firmeza. No hay nada dejado al azar, cada elemento está colocado con extrema minuciosidad. REC es una coreografía de manual en la que los cortes de cámara son tan precisos que logran una sensación de caos absoluto, lo que consigue meter, más si cabe, al espectador en la película. La edición de sonido es otra de las maravillas que nos deja REC, demostrando que se puede ser ruidoso sin ser estridente. Lo único de lo que peca, y es perdonable puesto que aquí el fin sí justifica los medios, es de echar mano de la causalidad en varias ocasiones, haciendo que sucedan cosas en momentos en los que la película así lo requiere.

Manuela Velasco se merece un monumento por REC. Soy de la opinión de que la sobrina de la gran Concha Velasco es una mujer nacida para interpretar papeles como estos, con más tensión que drama interpretativo y con mucho nervio, y sinceramente creo que debería huir de algunos papeles en televisión en los que se le exigen ciertas aptitudes que se encuentran más entre sus carencias que entre sus muchísimas virtudes. Pablo Rosso ejerce de segunda espada de la película y, sin necesidad de salir en pantalla, nos demuestra que siempre se puede interpretar de forma correcta adaptándote a lo que piden de ti el personaje y la película. El tercero en discordia es Ferrán Terraza, que está sembrado y que carga con más parte de la película sobre sus hombros de la que pueda parecer a priori.

Resumiendo: REC es, además de un fenómeno cinematográfico de la hostia, una muy buena película, aunando dos términos que no siempre van de la mano. Los americanos se enamoraron de REC y la compraron para remakearla, pero no consiguieron, ni de lejos, el resultado que logró la película de Plaza y Balagueró. REC demuestra que no necesitas inventar una historia nueva para contarla de forma novedosa.

Al diablo con el diablo es el remake de una película británica de 1967 de título idéntico. Adaptada a la época actual, la película es una comedia con la que pasar el rato sin demasiadas pretensiones.

Harold Ramis, director de la notable Atrapado en el tiempo, se encarga de dirigir esta comedia facilona que es Al diablo con el diablo. El guion corre a cargo del propio Ramis, en colaboración con Peter Tolan y Larry Gelbart, basándose en el que escribió Peter Cook para la película original y añadiendo sus propias ideas, algunas más acertadas que otras. La historia es bastante simplona y previsible casi desde su arranque. Aunque Ramis, en su faceta de director, aporta algunos detalles llamativos en la realización, no consigue levantar la media de la película, que se estanca en la repetición de un mismo gag y deja patente su falta de mala baba, algo que le habría venido muy bien a una historia como esta y que queda reducido a su mínima expresión, sobre todo tras un final buenrollero que destruye a lo único aceptable que hay en el guion: el personaje del diablo. Pese a que hay momentos, muy puntuales, en los que se arranca una pequeñísima carcajada al espectador, la excesiva inocencia con que se nos presentan los acontecimientos, deriva en que, quienes vemos la película, nos cansemos de ella bastante rápido, por lo que es de agradecer que el metraje no sea excesivo.

Brendan Fraser protagoniza la película y está brillante cuando más comicidad le pide su personaje, consiguiendo meterse en su piel. Aunque el protagonista es Fraser, la verdadera estrella de la película es, sin ninguna duda, Elizabeth Hurley, una mujer de descomunal sensualidad y abrumadora belleza que aquí se enfunda el apretado vestido rojo del diablo para divertirse de forma lujuriosa con un personaje que al sector masculino de los espectadores no le parece tan malo si hay que pasar la eternidad con él. Frances O'Connor es, en un muy segundo plano, la tercera pata de la mesa y su trabajo, más que definirlo en términos de bueno o malo, puede describirse como indiferente, pues ni aporta ni roba nada.

Resumiendo: Al diablo con el diablo es una comedia desaprovechada en la que tanto el guion como la dirección pecan de conformistas y de querer tener al público demasiado cerca. La premisa (que viene de la película original) es brillante, pero su desarrollo es bastante mediocre y desaprovecha el suculento producto del que dispone. Como película para pasar el rato no está mal, pero a mí me encanta pensar que alguien, algún día, hará una comedia auténtica bajo un punto de partida como el que tenemos aquí: chico con pocas luces a muchos niveles y diablo sexy y cabrón. Pero espero que el chico con pocas luces no sea listo según conviene y que, el diablo, sea un cabrón de tres pares de cojones... porque superar la sensualidad y sexualidad de Elizabeth Hurley se me antoja misión imposible. Y si no lo es, yo quiero verlo.

Gru, mi villano favorito es otro producto más de la fructífera factoría Pixar. Lejos de estar pensada para convertirse en súper clásico, es un entretenimiento para pequeños y mayores que no tiene nada que se le pueda reprochar.

Pierre Coffin y Chris Renaud dirigen el guion de Ken Daurio y Cinco Paul a partir de la historia del español Sergio Pablos. De la pareja de directores, es Renaud el que mayor prestigio se había ganado dentro de Pixar por ser uno de los responsables de un maravilloso cortometraje de Scrat, la famosa ardilla de Ice Age. Coffin venía de trabajar en productos europeos en los que el resultado no era tan positivo como el de su compañero. Sea del modo que sea, en Pixar decidieron ponerlos a ambos al frente de Gru y su trabajo es verdaderamente bueno. La película sustenta gran parte de su éxito en un humor a medio camino entre la comedia ligera y la excentricidad de clásicos de animación como, por citar un ejemplo muy evidente, el Coyote y el Correcaminos. A nivel de guion, la comedia ligera con gotitas de melodrama es la que organiza la película, apoyándose en unos personajes principales que están ahí para dar sentido a la historia pero que, por sí solos, no tienen demasiada chicha; a nivel de dirección, son los minions, creados en la mente de Sergio Pablos y desarrollados en el guion, los que cobran más fuerza para convertirse en las verdaderas estrellas de Gru. Más allá de que las escenas estén cuidadas para resultar lo más accesibles posible al público infantil con cambios de plano sencillos, lo verdaderamente importante está en meter a los minions a la mínima oportunidad, puesto que son ellos los que hacen reír a los pequeños y hacen que los que ya no lo somos tanto nos descojonemos vivos. La unión de estos pequeños seres amarillos con tres huerfanitas, un ogro de buen corazón, un cienfífico chiflado y un villano patoso es suficiente para sostener la película.

Resumiendo: Gru no es una de las grandes películas de Pixar, ni mucho menos. Pero sí es una de las películas más bienintencionadas, alegres, divertidas y agradecidas con el espectador que yo puedo recordar. Con unos personajes principales estereotipados pero con gotas de color para cobrar vida y con un ejército amarillito de simpáticos seres, los minions, que sí serán eternos, más incluso que la película, nos queda un producto muy notable.

Arrástrame al infierno es una comedia de terror en la que se ofrece al público nuevo una versión actualizada de un género que pareció desaparecer hace ya algún tiempo.

Sam Raimi vuelve a sus orígenes con Arrástrame al infierno. Desde el primer momento y hasta que la película concluye, su firma está por todas partes. La narración de la historia es pretendidamente atolondrada y Raimi no se preocupa en ningún momento por intentar sorprender al espectador por ahí. En lugar de eso, lo que hace es convertir la película en un exceso absoluto que muestra su buen estado de forma y que este autohomenaje que es Arrástrame al infierno no tiene más pretensión que la de divertir, bien sea con la carcajada más sonora, bien con la imagen más grotesca posible o, por qué no, también con algunos sobresaltos, sustentados mayormente en los efectos de sonido, realmente bien preparados. A nivel visual, nos encontramos con un producto moderno, comercial, cargado de luz y de color incluso cuando hay ambiente sombrío, eso es lo que utiliza Raimi como escaparate para las nuevas generaciones y no le funciona nada mal el experimento. La combinación de un terror físico, explícito y chocante con la imagen cargada de tonos vivos y luces potentes le sirve al director para ser fiel a sus primeros fans y ganarse otros que lo conocían solamente por Spiderman.

Alison Lohman no es la actriz a la que la mayoría contrataríamos para nuestra película. Tiene carencias graves, y es demasiado moderada incluso cuando se le exige exageración. Sin embargo, es mona y eso casa con la apariencia externa que quiere proyectar Raimi y, por extensión, la película entera. Con Justin Long pasa un poco lo mismo y además, aquí, su personaje es casi una cabeza con algunas frases prefabricadas que no tiene la necesidad de pensar por sí misma. Lorna Raver, cuya única función es abrir la boca y lucir el espléndido trabajo que hacen con ella los del equipo de caracterización, es la auténtica estrella de la película y eso, como digo, sin tener casi nada que hacer.

Resumiendo: Arrástrame al infierno es un producto fresco que, gracias a su capacidad para adaptar un género clásico a un tiempo moderno, se gana la etiqueta de original. Si lo que quieres es pasar auténtico miedo, te equivocas de sitio, no es tu película. Sin embargo, si buscas diversión y encontrarte con una parte de tu vida que quedó sepultada cuando este tipo de cine empezó a desaparecer, Arrástrame al infierno es un regalo de la leche.

Superman y Batman: Enemigos públicos es una película de animación que adapta uno de los cómics más interesantes, para muchos, de aquellos que mezclaban al hombre de acero con el murciélago.

Sam Liu dirige la película y, sinceramente, no ofrece nada. Liu es un especialista en películas de animación que adaptan cómics, jugando con DC y con Marvel a dos bandas, y parece que la confianza en él es infinita. En esta ocasión, el director no aporta demasiado y deja sin chicha una historia que tiene un potencial notable. El guion tampoco acaba (y casi que ni empieza) a explotar la historia que tiene entre manos y que, a buen seguro, en el cómic será bastante más interesante. Yo, que soy más de Marvel que de DC (los personajes me interesan más, así como el universo detallado que forman), no tengo mucha idea de si la película se acerca en algún momento al cómic o si no lo hace, del mismo modo que no sé si la animación es una maravilla o una mierda, puesto que es un campo en el que me muevo totalmente a ciegas. Sin embargo, sí puedo opinar de lo puramente cinematográfico (o al menos me gusta tomarme esa licencia) y en ese aspecto la película es un rotundo fracaso. Liu empieza con garra, mostrando un par de escenas más que interesantes y haciendo que sus personajes se muestren misteriosos, por lo que atraen nuestra atención. A partir de ahí, empieza el despliegue de superhéroes y la coronación maligna de un presidente villano que queda ridículo en según qué momentos.

Una película con Batman y Superman merecía mucho más.

La decisión final es la tercera entrega de X-Men, algo así como el final de la trilogía original. Como toda película que forme parte de una saga de superproducciones, busca superar el espectáculo de sus predecesoras.

Brett Ratner toma el relevo de Bryan Singer. Ratner tiene maneras, pero puede tener idas de olla bastante grandes, también. Aquí, en esta tercera entrega de X-Men, Ratner aborda con determinación la acción pura y dura y, en ese apartado, el resultado es sobresaliente. Sin embargo, aunque el guion intenta darle potencia emocional, eso es algo de lo que el director pasa olímpicamente o, tal vez, simplemente no está capacitado para plasmar. Una de las grandes bazas de la saga ha sido el hecho de hacer que el espectador se involucre moralmente en la guerra ética que se nos presenta y eso, aquí, se pierde totalmente. A cambio, lo que encontramos, no son más que frases que buscan conseguir que cada escena sea épica, lo que lleva a un punto de indiferencia por parte del espectador, que asiste a los desesperados intentos del director por conseguir que las palabras de sus personajes hagan de sus emociones una experiencia más intensa. Una de las consecuencias es que los personajes principales pierden parte de su personalidad y, en momentos muy puntuales, se tornan un tanto patéticos. Ratner, al final de la película, nos confirma que lo que quería era un boom boom puro y nos regala unos minutos finales auténticamente maravillosos y rodados con calidad.

Hugh Jackman vuelve a encabezar a los X-Men y lo sigue haciendo de putísima madre. Patrick Stewart, con menos espacio en pantalla pero mucho más peso en la historia, está brillante. Ian McKellen es, posiblemente, el más perjudicado por el director Brett Ratner, que desvirtúa a su personaje de forma insultante, aunque el veterano actor sabe llevarlo a flote. Famke Janssen cobra especial protagonismo y su interpretación está, sin duda, a la altura que se requiere. Anna Paquin, parte importante en la película, hace una muy buena labor, así como un casi testimonial James Marsden y una Rebecca Romijn-Stamos que se muestra de nuevo tal y como es, sin maquillaje, aunque durante un corto espacio de tiempo. Shawn Ashmore también gana protagonismo y responde bien, igual que Aaron Stanford. Kelsey Grammer y Ellen Page, aparecen para dejar su huella de calidad. Vinnie Jones es otra de las caras conocidas que aparecen en la película y salda su trabajo con buena nota.

Resumiendo: X-Men: La decisión final es, seguramente, la más floja de las tres primeras películas de la saga, esas que muchos consideran como componentes de la "trilogía original" y entre los que me incluyo. Sin embargo, es un espectáculo grandioso de acción y efectos especiales y, aunque pierda fuelle narrativo si la comparamos con las dos películas anteriores, sigue siendo igual de disfrutable.

Segunda entrega en la gran pantalla de los X-Men y segundo éxito rotundo en lo referente a aceptación por la crítica y a taquilla. Superproducción en toda regla, con su reparto ya conocido y con un nuevo villano.

Bryan Singer dirige esta segunda entrega y lo hace tan bien como con la primera. Una de las cosas más sorprendentes que encontramos en la saga X-Men es que nos hace pensar, no hasta rompernos la testa, pero sí reflexionar sobre hasta qué punto el "bien" es en realidad el que lleva a cabo las acciones correctas. Eso, que parte del guion, lo lleva Singer hasta su máxima expresión gracias a la perfecta construcción de las escenas y a cómo suponen, al encajarlas, un engranaje sin baches. En esta ocasión, los buenos y los malos se unen para hacer frente a un enemigo común y, aunque es cierto que se echa en falta un poco más de interacción entre los personajes de ambos bandos, hay que decir que la única escena en la que se le da relevancia a eso es una auténtica maravilla, mostrando el respeto que se tienen los personajes pese a sus diferencias. Eso es algo que Singer plasma con una eficacia bárbara. En el apartado visual y sonoro, poco que decir, el dinero está bien invertido y los efectos especiales son de sobresaliente.

Hugh Jackman sigue siendo el cabecilla y sigue en estado de gracia. Patrick Stewart ve cómo su personaje le exige menos que en la anterior entrega, con lo que gracias a su gran talento, no necesita demasiado para interpretarlo a la perfección. Ian McKellen vuelve a estar espectacular, con un toque cómico muy bien escenificado. Brian Cox se introduce en el reparto con un trabajo irregular, con buenos aportes pero también con momentos poco acertados. Rebecca Romijn-Stamos vuelve a ser una de las grandes estrellas de la película, en la que además la vemos por primera vez con su apariencia humana. Anna Paquin, con esa fragilidad tan encantadora, maravilla con su aportación. Famke Janssen y Halle Berry ponen sus talentos, tanto interpretativos como visuales, a disposición del espectador. James Marsden, que cierra el reparto principal, tiene un momento bastante bochornoso en el tramo final, lo que unido a su corta aparición, convierte su trabajo en el más flojo del reparto con mucha diferencia.

Resumiendo: X-Men 2 es más X-Men. Tras la introducción al mundo mutante que fue la primera película, la segunda entrega nos adentra en un mundo en el que los enemigos se difuminan en función de quién sea el que lleva la voz cantante. Eso, a mí, me parece interesantísimo.

X-Men lleva a la gran pantalla uno de los cómics más conocidos de la factoría Marvel. La película fue pionera en bastantes aspectos del cine de superhéroes y ahora, ya con unos añitos desde su estreno, sigue siendo un referente del buen cine de entretenimiento.

Bryan Singer se pone al mando y su trabajo es correcto en todos los aspectos. Singer nos presenta una película cargada de acción, con unos efectos especiales sublimes y unos picos de tensión bien conseguidos en la que, sin embargo, lo más importante es la presentación de algunos de los personajes más emblemáticos de la patrulla. Del mismo modo, los villanos, capitaneados por ese genial personaje llamado Magneto, están construidos para que encajen a la perfección en el engranaje. Aunque solamente vemos algunas pinceladas de muchos de los personajes, el acierto de Singer al seguir de cerca a Lobezno y de ir soltando gotas de la relación entre Xavier y Magneto hacen que, incluso el espectador no aficionado a los cómics, entienda la naturaleza del relato. Ese es, a mi entender, uno de los grandes "booms" de Singer: consigue que cualquier espectador logre olvidarse de que se trate de una película de mutantes y se pregunte sobre la relación entre los personajes, sobre lo que piensan o, incluso, lleguemos a intentar tener nuestra perspectiva respecto a la situación que se plantea y sobre quién tiene razón, más allá de los medios que usen ambos bandos para llegar a conseguir sus objetivos.

Hugh Jackman es cabeza de cartel interpretando de forma soberbia y gracias a un gran acierto del casting a Lobezno. Patrick Stewart es un actorazo, algo que ya sabíamos, y el papel del siempre misterioso profesor Charles Xavier encaja con él a la perfección. Ian McKellen, un intérprete puro, que lo mismo te hace Hamlet que a un supervillano amante del metal, está sobradísimo dando vida a un Magneto muy atractivo. Anna Paquin, protagonista encubierta, realiza un trabajo cándido y concienzudo con muy buen resultado. Halle Berry, una Tormenta perfecta; James Marsden, un cíclope bien construído; Rebecca Romjin-Stamos, una Mystica sensual y peligrosa y Tyler Mane, genial como Dientes de sable. No falta el cameo de Stan Lee, por supuesto.

Resumiendo: X-Men es la primera de una larga entrega del grupo de superhéroes más reconocible, así de primeras, del mundo del cómic. Una película entretenidísima y elegante hasta cierto punto que, pese a tomarse sus licencias con respecto al cómic, no supone ninguna herejía.

Días del futuro pasado es la quinta entrega de X-Men y, para muchos, la mejor hasta la fecha. Yo no sé si me atrevo a colocarla por encima del resto, puesto que la regularidad es una de las grandes bazas de la franquicia, pero sin duda afirmo que es tan buena como la mejor.

Bryan Singer regresa a la saga X-Men tras dirigir las entregas primera y segunda. Contando con el maravilloso guion de Simon Kinberg, que utiliza su componente de mínima lógica y lo exprime para que parezca más inteligente de lo que es (y lo consigue), Singer compone una sinfonía perfecta en la que el movimiento entre pasado y presente contribuye sobremanera a que entendamos, más que nunca, a los personajes y entendamos, también, hasta dónde están dispuestos a llegar para defender sus ideales. La narración es fluidísima, sin dejar que el espectador se tome un respiro nunca, bien sea con conversaciones que superan por mucho en interés a la media de las películas de este estilo o bien sea con escenas de acción trepidantes, de vertiginosa y medida coreografía. El marco histórico se utiliza con inteligencia para que los personajes interactúen con él y esa mezcla de ficción y realidad, aliñada con un sinfín de cameos de personajes de los cómics (algunos ya vistos, otros nuevos) hacen que la película sea interesante incluso cuando se toma un respiro.

Hugh Jackman se hace con el mando de la saga definitivamente gracias a que su personaje es el mejor hilo conductos (por motivos evidentes) de cualquier historia que empiece tiempo atrás. El trabajo de Jackman es perfecto. A su lado, James McAvoy se crece muchísimo y nos deja un trabajo memorable, igual que Michael Fassbender, que está sensacional y se convierte en un Magneto legendario. Patrick Stewart e Ian McKellen, interpretando la versión presente de los mismos personajes que McAvoy y Fassbender respectivamente, están superlativos. Nicholas Hoult da un paso adelante brutal y se gana su gran espacio en el positivísimo resultado final. Jennifer Lawrence está brillante de todas, todas, con una convicción sobrehumana. Ellen Page, en su no demasiado exigente trabajo, lo borda.

Resumiendo: X-Men: Días del futuro pasado es, sin duda, una buena noticia. Una señal más de que el universo Marvel está en forma en el cine y que tiene cuerda para rato y, además, a un grandísimo nivel. Una película fantástica y un entretenimiento soberbio. Nada que envidiar a las grandes películas de Marvel.

Carmina o revienta es un falso (y no tan falso) documental combinado con ficción absoluta. Un producto singular y fresco que rompe moldes y que puede gustar o disgustar, pero a nadie dejará sin una oopinión bien definida.

Paco León debuta en el largometraje y lo hace con muy buenas maneras. Durante los primeros 15 minutos de película, el espectador se pregunta si vale la pena que se le cuenten las aventuras y desventuras de la protagonista, si realmente son interesantes. Es entonces cuando se despierta en nuestro interior la sensación de que lo que importa no es el qué, sino el cómo, y ese cómo ya ha calado dentro de nosotros. Carmina ya nos tiene enamorados. Paco León demuestra una gran inteligencia a la hora de aprovechar las oportunidades que él mismo se crea. Las carcajadas potentes están destinadas a momentos puntuales y, durante el resto del metraje, se combina la sonrisa con boca pequeña con los labios torcidos del humor negro y el absurdo combinados con una elegancia difícil de definir. En lo referente a las cámaras, León la pone frente a su madre durante la mitad del metraje y, durante la otra mitad, se dedica a perseguirla con ella. El I Will Survive del final, además de un gran acierto, sirve de marco para un clímax brillante.

Carmina Barrios es Dios. Su desparpajo para contar sus anécdotas, unas totalmente ficticias y otras con mucha parte de verdad (los gases con sorpresa en el coche tienen una base sólida) es para exluirla de cualquier premio porque está por encima del bien y del mal. María León, correctísima y tirando de la naturalidad de quien trabaja con su madre, con su hermano, con muchos de sus conocidos de toda la vida y sin rendir cuentas ante ninguna subvención. Paco Casaus cierra, con brillantez, el reparto principal.

Resumiendo: Carmina o revienta es una genialidad. Para otros, supondrá una mierda. Todo depende de hasta dónde logre uno entenderla, lo que no tiene nada que ver con la inteligencia de cada cual. Lo único que me preocupa sobre el cine de Paco León es que, muy probablemente, se base en un estilo con una fecha de caducidad no muy lejana. Si sabe innovar, habrá que tenerle en cuenta. Mucho.

El mundo oscuro es la segunda entrega de las aventuras de Thor. Una superproducción bastante diferente a la que supuso la carta de presentación del tipo del martillo.

Alan Taylor tiene una gran reputación por su trabajo en reconocidas series de televisión y, en Thor, se presenta su primera gran oportunidad a escala mundial en la gran pantalla. Su trabajo es brillante en algunos aspectos y un poco carente de inteligencia en otros tantos. Taylor logra unos 20 minutos finales de muchísima calidad y consigue que los villanos, pese a su poca expresividad y a su modus operandi en plan ejército clon de Star Wars, logren ser efectivos y carismáticos. Con Thor logra que veamos más de cerca al héroe, algo que logra también con Loki, al que explora sin apenas tocarlo. Por contra, Taylor se deja llevar cuando viaja a Asgard y consigue que la Tierra sea mucho más divertida, algo totalmente contrario a lo que busca. Asgard se convierte en un planeta de época en el que las formas pierden relevancia y todo lo demás, destinado a impresionar, se queda a las puertas de lograr su objetivo.

Chris Hemsworth se adueña por completo del personaje y, si en la película anterior no me atreví a decir que su trabajo era impresionante, en esta ocasión sí puedo hacer tal afirmación. Hemsworth logra meterse en cada centímetro del semidiós. Natalie Portman sigue brillando con solo aparecer en pantalla, pero es que además despliega un punto cómico junto a Kat Dennings (brillante) que da mucho juego. Anthony Hopkins, caballero que no necesita presentación, disfruta de su papel de "padre de todos" dando rienda suelta a una autoridad bárbara en su discurso. Tom Hiddleston sube muchísimo su nivel respecto a la primera entrega y confirma que su elección para el papel de Loki fue un aciertazo. Idris Elba, brillante en su serenidad, completa el reparto junto a un Stellan Sakrsgard siempre excepcional (incluso en calzoncillos) y a un Christopher Eccleston que eleva su papel de villano hasta casi la máxima potencia. En un plano más secundario, destacar el buen hacer de Rene Russo.

Resumiendo: Thor: El mundo oscuro es, para mi gusto, mejor película que su predecesora. Carece de algunas cosas que tenía la primera y se echan en falta, pero construye una mentalidad conjunta mucho más compleja que ayuda a la comprensión de los actos de cada personaje.

Lobezno inmortal es la segunda película del mutante de las patillas alejado de los X-Men. Cuenta la historia de lo que le pasa a Logan después de los sucesos de X-Men 3 y supone, como producto, un fiasco importante.

James Mangold, director conocido por su tremenda irregularidad, hace en Lobezno inmortal gala de por qué lleva esa etiqueta a hombros. El guion nos cuenta una historia en la que trata de sorprendernos desde el principio, intentando que apartemos la mirada de un final que se convierte en evidencia desde el principio. El espectador va siempre varios pasos por delante del guion, con lo que un buen trabajo de Mangold, entreteniéndonos al menos en el apartado visual, sería crucial. El caso es que Mangold deja las escenas inacabadas, como sin el broche necesario para tener sentido al menos por separado, ya que como conjunto no funcionan en ningún momento. Mangold empieza bien, con una ambientación acertada y un Lobezno atractivo, pero pronto se decanta por automatismos sencillos con los que convierte al personaje en una caricatura de lo que en realidad es, privándonos de todo interés. Por otra parte, los villanos son un poco palurdos, lo que siempre resta méritos al héroe y, en una película de estas características, eso es pecado capital.

Hugh Jackman es Lobezno y, como lo es, pues lo borda, no hay más. Famke Janssen está muy bien en el pequeño espacio que le concede la mente de Logan. Tao Okamoto, comedida y muy centrada en un personaje al que el director castiga mentalmente mucho menos de lo que debiera. Rila Fukushima es, junto a Jackman, la verdadera estrella de la película gracias a que consigue inocular calidad a su personaje, que por sí mismo es casi una hoja de papel en blanco. Brian Tee, de forma inexplicable, sigue consiguiendo trabajo en el cine. Cada vez me cae peor (y todo por su falta de talento) el actor de nariz sin hueso. Svetlana Khodchenkova, actriz y modelo rusa, tiene un apellido que espero no tener que escribir muchas más veces lo que, gracias al escaso talento mostrado, puede que llegue a resultarme sencillo. Hal Yamanouchi da muchísimo más a su personaje de lo que éste requiere, aunque eso siempre se agradece.

Resumiendo: Lobezno inmortal es una cagada bastante gorda. Ineficaz como película de acción, mal contada como historia personal y francamente aburrida como historia colectiva. Un cúmulo de trabajos malos por separado que desembocan en un mal trabajo colectivo, del mismo modo que las malas escenas por separado acaban siendo, por lógica, una mala película cuando se unen.

Desde que el cine se empezó a quedar sin ideas de forma exagerada y los cómics se convirtieron en una de las mayores fuentes de "inspiración" para los creadores del séptimo arte, Los vengadores era la película que teníamos en mente todos aquellos que conocemos un poquillo por encima a los personajes de la factoría Marvel.

Joss Whedon dirige de manera ejemplar. Es muy difícil juntar en una única película a personajes que, por separado, han protagonizado las suyas. Whedon consigue el equilibrio perfecto, dejando que destaquen todos por separado y que sus señas de identidad no se pierdan. Además, como grupo, Whedon aporta mucho a la química de un grupo que, mal organizado, podría haber resultado extremadamente irregular, lo que no haría ningún favor a Marvel en el cine puesto que desmerecería algunos de sus productos. Whedon dirige con eficacia la acción, imprimiendo calidad por momentos y, además, logra fluidez en el relato. Sin embargo, algo que juega en su contra es un diseño de la catástrofe un poco torpe. Eso se debe a un villano sin carisma y a que Whedon se centra tantísimo en su grupo protagonista y en lo vistoso de la película que descuida bastante ese apartado. Pero bueno, no se puede hacer todo perfecto... ¿O sí?

Robert Downey Jr. está fenomenal interpretando a un Iron Man que siempre llevará su sello. Chris Evans, correctísimo como el Capitán América y muy atinado en los matices. Mark Ruffalo, un actor brutal, va sobrado interpretando a un Doctor Banner que no se descubre del todo como personaje por culpa, en parte, de las dos películas que se le han dedicado a Hulk con un resultado bastante mediocre. Chris Hemsworth, como un muy moderno Thor, se acopla a la perfección a esa rigidez que pide el tipo del martillo. Scarlett Johansson está brillante y no debería quitarse nunca los ropajes del SHIELD (o sí). Jeremy Renner, acertado como Ojo de Halcón. Samuel L. Jackson está acostumbrado a dirigir sociedades secretas y cosas así, de modo que Nick Fury es el colofón a esos papeles que tanto ha interpretado. Cobie Smulders, con poco trabajo pero resuelto con eficiencia y Clark Gregg, del que se podría decir exactamente lo mismo, cierran SHIELD. Tom Hiddleston está mucho mejor que su personaje, un Loki bastante descafeinado.

Resumiendo: Los vengadores es puro espectáculo. Entretenimiento, diversión, hostias como panes, efectos especiales chulos... Es lógico que a nivel de taquilla rompiese todos los récords. Muy recomendable.

Iron Man 3 es la tercera entrega del hombre enlatado y, de lejos, la más espectacular de todas. Los americanos, y más ahora con las grandes sagas sacadas de comics, son muy de ir cada vez más a lo grande: aquí lo logran.

Shane Black toma el relevo de Jon Favreau y su trabajo es impecable. Un altísimo porcentaje de lo que vemos en Iron Man está creado por unos tipos delante de ordenadores y esos hombres se han ganado ya su pensión con esto. Pero es que Shane Black dirige a la perfección. En los momentos humanos, deja que los actores hagan su trabajo y, cuando los trajes vuelan, las explosiones se suceden y las cosas se derriten, nos deleita con una coreografía de pasos vertiginosos que acaba derivando en un espectáculo brutal. Aunque lo fácil es tachar al blockbuster de superficial, no se puede poner ningún pero cuando lo superficial alcanza el nivel que vemos en Iron Man 3. La secuencia final es, y lo digo sin ningún tipo de miedo a ser discutido por los más puristas, el mayor espectáculo que he visto en mi vida dentro del cine de acción. No tiene la calidad de muchos otros (el tiroteo en Heat es insuperable) pero navega por tantas aguas y se plasma todo tan, tan bien, que uno se queda sin palabras ante semejante maravilla. Como adaptación, se carga a uno de los villanos más atractivos del universo Marvel, algo que jode bastante, pero que se le perdona por ser, como es, en favor de la película.

Robert Downey Jr. vuelve a estar brillante, incluso un poco más que en las dos entregas anteriores. Gwyneth Paltrow, a la que su personaje exige un paso al frente, lo da con una seguridad incontestable. Don Cheadle está también soberbio, nada que añadir. Guy Pearce es, con permiso del "mecánico" Downey Jr., la estrella de la película, haciendo crecer a su personaje y llevándolo a un nivel inesperado. Rebecca Hall trabaja su papel con inteligencia y el gran Ben Kingsley utiliza el 1% de su talento y con eso le basta para estar de matrícula de honor. Mención especial a Jon Favreau, que es el alma de la fiesta al principio de la película.

Resumiendo: Iron Man 3 no es ni de lejos una gran película si la miramos con la lupa del cine puro. Sin embargo, es de las mejores en su género y tiene varias escenas legendarias. Un auténtico placer de producción. La demostración de que un blockbuster puede estar repleto de calidad. Bravo.

Frozen: El reino de hielo es un nuevo regreso de Disney a sus orígenes. Adaptando a su manera la novela de Hans Christian Andersen, la película se convertirá, con casi total seguridad, en un clásico infantil de esta generación.

Aunque en temas de animación intento no meterme porque no tengo ni puta idea y no está la boca del gato para ladrar, diré desde mi humilde opinión que los responsables de Frozen han hecho un trabajo descomunal. Los colores son finísimos y no hay que esforzarse para encontrar los matices. Las formas están definidas con un esmero descomunal y los escenarios, creados con gloriosa magia. Los personajes recuerdan a los del Disney clásico, esos ojos y bocas grandes con movimientos rudos y una expresividad hasta cierto punto limitada.

Chris Buck y Jennifer Lee dirigen. Para Lee, Frozen es su salto a la gran pantalla; para Buck, su confirmación en el mundo Disney. El guion corre a cargo de la propia Jennifer Lee y está claramente enfocado al público infantil. Lee capta la esencia del cine Disney de toda la vida y la plasma con soltura tanto en las situaciones puntuales como en el desarrollo. Sin embargo, tanta magia deja desbordado el tazón de la lógica mínima exigible y encontramos en Frozen bastantes gañanadas no deseadas. Los personajes son los mismos de siempre, con la diferencia de que en esta ocasión pasan frío, no hay mucho más. La simpatía recae en un particular muñeco de nieve que sueña con el verano y que es, en realidad, lo mejor de la película en términos de entretenimiento. Lo cierto es que Buck y Lee consiguen un musical dinámico y agradable, pero Frozen como película tiene mucha menos sustancia que los grandes clásicos. Como he dicho, la mayoría de sus componentes son los mismos que los de la época dorada del cine Disney, pero al final queda un ligero tufo a imitación. Conseguida, sí, pero imitación.

Resumiendo: Frozen encantará a los niños y divertirá a los mayores por momentos. A mí, personalmente, me enamora su aspecto visual y soy ya mismo fan de Olaf (el muñeco de nieve), pero no puedo quitarme de encima la sensación de ligero timo, de intento de Disney un tanto fallido que ha encontrado en la crítica una respuesta positiva más movida por la melancolía que por el rigor. Frozen gusta, sí, pero no es para siempre. Y los clásicos lo son.

La vida secreta de Walter Mitty es una adaptación libre de una novela de James Thurber. Mezcla de fantasía, comedia y despliegue de medios visuales y sonoros, la película acaba funcionando como entretenimiento solamente a medias.

Ben Stiller había dirigido hasta ahora comedias locas, películas basadas casi por completo en el gag casual y que estaban lejos de tener una gran base. En La vida secreta de Walter Mitty, el guion de Steve Conrad sí que tiene unos cimientos sobre los que construir y, aunque no son ninguna maravilla, al menos enfrascan la historia en un recipiente derivativo que se mueve por su propia lógica sin faltar al respeto al cerebro del espectador, algo muy de moda hoy en día. Ben Stiller trabaja con esto creando un personaje (desde fuera y desde dentro) que encuentra su camino cuando más parece haber perdido el norte y eso es algo que el espectador comprende en todo momento. No obstante, no se puede decir que la película sea exactamente divertida pese a que no llegue a aburrir, puesto que el ritmo que se le imprime dificulta por momentos una fluidez que se antoja necesaria. Lo que verdaderamente destaca en La vida secreta de Walter Mitty, y la auténtica base de la película, es su estilo visual, con colores vivos, una imagen impoluta, unas líneas definidas a la perfección y un movimiento que se antoja totalmente natural. A eso hay que sumarle un trabajo de sonido bárbaro.

El propio Ben Stiller protagoniza la película y sí, no está tan gracioso como en otras ocasiones. Pero, ¿es lo que se le pide? No, obviamente. Aunque no es que la carga dramática del personaje sea la de varias toneladas, lo cierto es que es su punto fuerte a nivel de construcción interna. Para mi gusto, y lo digo con total sinceridad, es uno de los mejores trabajos de Stiller como actor. Kristen Wiig está comedida y se ajusta a su personaje con elegancia y entendiendo su cometido. La gran Shirley MacLaine, esos maravillosos ojos rodeados de un talento incontenible, sigue demostrando que su presencia es más que suficiente y que la interpretación es algo que lleva tan adentro que la ejecuta a la perfección cuando quiere y donde quiere sin que le cueste el mínimo esfuerzo. Sean Penn, en su corto papel que es algo así como el motor de arranque de la película, está perfecto. Por último, Kathryn Hahn maneja con solvencia su escaso protagonismo y Adam Scott aporta el toque de humor que se le pide.

Resumiendo: La vida secreta de Walter Mitty es una maravilla visual. Una producción concebida con el fin de enamorar al espectador por los ojos. Como Avatar o La vida de Pi, por ejemplo. La diferencia es que aquí lo visual, pese a ser la base, se utiliza a modo de camino y no de meta. El talento debería ser siempre una forma de conseguir algo y no la definición de ese algo que se ha conseguido.