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Adiós, muchachos (1987)

Adiós, muchachos
104 min.
7,8
15.591
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Trailer (FRANCÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
Invierno de 1943. Durante la ocupación alemana de Francia, en un internado católico para chicos, Julián, un muchacho de trece años, queda impresionado por la personalidad de Bonnet, un nuevo compañero que ingresa en el colegio después de iniciado el curso. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Amistad Infancia Años 40 II Guerra Mundial
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Au revoir les enfants
Duración
104 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Francia-Alemania-Italia;
Links
Premios
1987: 2 Nominaciones al Oscar: Mejor película extranjera, guion original
1987: Globos de Oro: Nominada Mejor película de habla no inglesa
1987: Premios Independent Spirit: Nominada a mejor película extranjera
1987: Festival de Venecia: León de Oro - Mejor película
1987: Premios Cesar: 7 Premios incluyendo mejor película. 9 nominaciones
Louis Malle demuestra, una vez más, la diferencia entre sensibilidad y sensiblería. Esta obra maestra posee la primera a raudales sin acercarse siquiera a rozar la segunda. Las relaciones entre los jóvenes de un internado durante la Segunda Guerra Mundial le sirven al director para trazar un bellísimo retrato no sólo de la adolescencia, sino también de conceptos tales como la fidelidad o la traición. Bellísima.
[FilmAffinity]
"Sutil, hermosa, compleja, dura, tierna y honesta"
[Diario El Mundo]
12
12
Positiva
0
Neutra
0
Negativa
9
Julien y Jean
Dirigida, escrita y producida por Louis Malle, fue la primera de las cuatro películas que realizó tras su regreso de los EEUU. Nominada a dos Oscar (película extranjera y guión), ganó el León de Oro de Venecia, siete Cesar y otros premios.

La acción tiene lugar en el internado del colegio de los Padres Carmelitas en Fontainebleau, entre octubre de 1943 y enero de 1944, durante la ocupación alemana. Narra la historia, autobiográfica, de amistad y lealtad entre Julien Quentin (Gerard Manesse), un muchacho católico, de 13 años, hijo de padres parisinos acomodados, y Jean Bonnet/Jean Kippeinstein (Raphael Fejtö), hijo de padres judíos, separado de la familia y oculto en el internado. La obra, sutil y compleja, propone diversas líneas de reflexión. Explica el desarrollo de una relación de amistad entre dos adolescentes que encuentran motivos de encuentro en la lectura en común, la música al piano que interpreta Jean, los juegos y en el descubrimeinto por parte de Julien del secreto de Jean, que guarda celosamente en silencio. Revela el trauma de unos chicos judíos, sin familia, ocultos bajo una falsa identidad, inmersos en la práctica de unos ritos religiosos que no son los suyos y en la enseñanza de unas creencias que no comparten. La narración no contiene juicios de valor explícitos e intencionados: no contiene ni elogios ni condenas. Los hechos hablan por si mismos. No se pueden evitar, sin embargo, ni el contraste entre los uniformes, visualmente perturbadores, de los soldados alemanes y los hábitos sobrios y austeros de los carmelitas, ni las diferencias entre las amabilidad verbal de éstos y los gritos áperos del jefe de la Gesapo. No se oculta el colaboracionismo de compatriotas, con sus secuelas de delaciones, traiciones y venganzas interesadas. Son escenas destacadas del film la despedida de la madre en la estación de París, la lectura nocturna que los dos chicos hacen de una escena de amor, los juegos de guerra en el patio, la furtiva y rápida mirada pedófila en la sala de duchas y las magníficas escenas finales.

La música recoge solos de piano tomados del "Movimiento musical nº 2" de Schubert y del "Rondó caprichoso" de Saint-Saëns. La fotografía, con predominio de colores neutros, resalta el dibujo mediante contrastes de tonos y un excelente movimiento de cámara. El guión, del propio director, muy trabajado y bien construído, pone el acento en la descripción de la inocencia, ternura y sinceridad de la infancia. La interpretación de los dos protagonistas brilla por la naturalidad y espontaneidad. Debuta en cine Irene Jacob con un breve papel de maestra de piano. La dirección imprime a la acción un ritmo atenuado y equilibrado, que subraya la emotividad del relato en una progresión magistral.

La película marcó el inicio de la consagración internacional del autor. Constituye una invitación a favor de la inocencia, tolerancia y amistad y una denuncia contra de la barbarie del racismo.
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133 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Au revoir, mes amis
Muchos han sido los que han subrayado una y mil veces la sutil emotividad de esta peli. Aún así, considero que no está de más reincidir nuevamente en ella porque esta es, sin lugar a dudas, su cualidad más eminente y peculiar. Entiendo y comprendo también, sin embargo, a todos los que echan de menos en “Au revoir, les enfants” un tono algo más dramático e intenso. Los entiendo y los comprendo porque yo tampoco me tengo precisamente por un embajador de la sutileza y porque -para que nos vamos a engañar- a mi lo que me pone de verdad es el drama, la épica y la pasión. Supongo, en cualquier caso, que Malle optó por adoptar esa postura sobria y contenida para intentar abordar de la forma más honesta y veraz posible una obra cuyo cariz autobiográfico así lo requería. Obviamente, lo consiguió.

Es más, en lo que a mí respecta, Malle consiguió retrotraerme a mi infancia en los Padres Carmelitas de Terrassa. Y así, a medida que la peli iba avanzando, multitud de imágenes, sonidos, olores y sabores se agolpaban en mi mente: el griterío ensordecedor de doscientos niños jugando incontables y simultáneos partidos de fútbol en la misma pista, el inconfundible tufillo a tigre en clase después de la hora de recreo, el persistente sabor del regaliz en los labios, los despiadados tirones de oreja del Padre José, los impresionantes fajos de cromos repes que trajinaban algunos privilegiados... Pero si algún recuerdo sobresalía por encima de los demás era el de mi insobornable complicidad con Jeremías o Roberto, mis compañeros del alma. Algo que Malle, mediante Jean y Julien, logra plasmar en “Au revoir, les enfants” con una naturalidad insultante. Y cuando una peli consigue hurgar en la nostalgia con tanta espontaneidad, sin afectación ni artificio alguno, es que tiene algo especial. Llamadlo guión, dirección, fotografía, ritmo narrativo, manejo de cámara o lo que queráis. Yo lo llamo magia.
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77 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
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