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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Drama Invierno de 1943. Durante la ocupación alemana de Francia, en un internado católico para chicos, Julián, un muchacho de trece años, queda impresionado por la personalidad de Bonnet, un nuevo compañero que ingresa en el colegio después de iniciado el curso. (FILMAFFINITY)
26 de noviembre de 2009
77 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos han sido los que han subrayado una y mil veces la sutil emotividad de esta peli. Aún así, considero que no está de más reincidir nuevamente en ella porque esta es, sin lugar a dudas, su cualidad más eminente y peculiar. Entiendo y comprendo también, sin embargo, a todos los que echan de menos en “Au revoir, les enfants” un tono algo más dramático e intenso. Los entiendo y los comprendo porque yo tampoco me tengo precisamente por un embajador de la sutileza y porque -para que nos vamos a engañar- a mi lo que me pone de verdad es el drama, la épica y la pasión. Supongo, en cualquier caso, que Malle optó por adoptar esa postura sobria y contenida para intentar abordar de la forma más honesta y veraz posible una obra cuyo cariz autobiográfico así lo requería. Obviamente, lo consiguió.

Es más, en lo que a mí respecta, Malle consiguió retrotraerme a mi infancia en los Padres Carmelitas de Terrassa. Y así, a medida que la peli iba avanzando, multitud de imágenes, sonidos, olores y sabores se agolpaban en mi mente: el griterío ensordecedor de doscientos niños jugando incontables y simultáneos partidos de fútbol en la misma pista, el inconfundible tufillo a tigre en clase después de la hora de recreo, el persistente sabor del regaliz en los labios, los despiadados tirones de oreja del Padre José, los impresionantes fajos de cromos repes que trajinaban algunos privilegiados... Pero si algún recuerdo sobresalía por encima de los demás era el de mi insobornable complicidad con Jeremías o Roberto, mis compañeros del alma. Algo que Malle, mediante Jean y Julien, logra plasmar en “Au revoir, les enfants” con una naturalidad insultante. Y cuando una peli consigue hurgar en la nostalgia con tanta espontaneidad, sin afectación ni artificio alguno, es que tiene algo especial. Llamadlo guión, dirección, fotografía, ritmo narrativo, manejo de cámara o lo que queráis. Yo lo llamo magia.
Taylor
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