Las ilusiones perdidas fue la gran vencedora en su edición de los César galos, los premios más importantes del cine francés. No hay que ser un lince para darse cuenta de por qué.
Adaptar a un titán como Honoré de Balzac, con sus no menos titánicas novelas dentro de ese proyecto monumental que fue La Comedia Humana, no es fácil. Xavier Giannoli lo consigue con creces, gracias a una producción francamente espectacular y cuidada al milímetro (atención al vestuario y los decorados) y un reparto inmaculado en el que destaca el joven Benjamin Voisin. Da una vitalidad a Lucien de Rubempré que engancha al espectador, pese a que no es fácil conectar con la frivolidad y decadencia de la sociedad francesa que retrata Balzac. Además, la película es sin duda demasiado larga y el ritmo lo nota y se resiente.
Aún así, una producción muy digna, elegante y que recupera las grandes adaptaciones de novelas para el cine.

Floria Sigismondi ha rodado videoclips para, atención, artistas como Christina Aguilera, Justin Timberlake, Sam Smith, Dua Lipa, Rihanna, David Bowie, Björk o Marilyn Manson. Como cineasta, sólo había dirigido una película antes de esta, que fue The Runaways, un biopic sobre el popular grupo femenino que dio a conocer a Cherie Currie y Joan Jett.
Da la impresión de que, con Otra vuelta de tuerca, a la pobre Sigismondi la engañaron. Seguramente le dijeron que esta iba a ser la película definitiva que la consagraría como cineasta fuera del videoclip, que es un hábitat natural. Lo tenía todo para triunfar: un reparto con dos estrellas emergentes y muy reconocidas (un Finn Wholfard que apenas se esfuerza en un personaje que no dista mucho de los que ha interpretado en It y Stranger Things, y una Mackenzie Davis que es sin duda lo mejor de la cinta, pese a que el producto no está a la altura de su inmenso talento), ambientación gótica que nunca pasa de moda, y por supuesto la base de "Otra vuelta de tuerca" de Henry James, una de las piezas narrativas más adaptadas de la historia.
Sin embargo, aunque visualmente el resultado es bueno y la buena de Mackenzie hace lo que puede (que ya es mucho... personifica perfectamente la paranoia de la protagonista), el problema de esta vuelta de tuerca es que se ha querido apretar tanto que la tuerca ya no gira más. El guion es sencillamente malo, ambiguo hasta un punto ridículo (ese plano final...), no cierra nada de lo que plantea y sencillamente no está a la altura de lo que se podía esperar, sobre todo teniendo en cuenta que cada poco tiempo se hace una adaptación nueva de esta historia inmortal de fantasmas.
¡Ah, por cierto! El próximo intento de Sigismondi en el cine será The silence of mercy. Veremos si a la tercera va la vencida.

Lo mejor: El estilo visual, y la interpretación de Mackenzie Davis.
Lo peor: El guion es un desastre, sin paliativos.

Sinceramente, no se entiende muy bien por qué Los extraños ha conseguido un cierto estatus de culto a lo largo de los años.
Que la premisa da mal rollo está claro, que el comienzo, con las preguntas insistentes sobre la tal Tamara, es inquietante también está claro. Que el final (el momento en el que más se ve la similitud con el caso de la familia Manson y los "Tate murders" en que se inspira la película) desprende desesperanza y resignación a raudales, es absolutamente cierto.
Sin embargo, la cinta de Bryan Bertino adolece de los defectos típicos de este tipo de películas de pobres personas acechadas por psicópatas. Especialmente sangrante es que la pareja protagonista escoja siempre la peor opción, la que más peligro entraña para ellos, algo muy habitual en este tipo de cine. Y el plano final, por ejemplo, es directamente infumable. Entra dentro de la tradición más clásica del cine de zombies, por ejemplo, pero resulta facilón y da al traste con el muy sobrecogedor dramatismo que estaba teniendo la conclusión hasta ese momento.
Una película aceptable, más o menos entretenida y siniestra, pero en modo alguno una joya del cine de terror. Y ha dado para secuelas y todo. En fin.

John Lee Hancock está teniendo una carrera peculiar.
Es un poco como James Mangold, pero faltándole el nivel al que ha terminado llegando el director de Logan: es decir, un director de esos comodín, que vale para todo, para cualquier género y estilo. Su cinta más lograda hasta la fecha es sin duda la sensible Al encuentro de Mr. Banks, pero, así, tal cual, ha probado también el cine histórico (El Álamo), el thriller policiaco- histórico (Emboscada final) o el drama familiar (The Blind Side).
Con El teléfono del señor Harrigan, el director se adentra en los siempre pantanosos terrenos de las adaptaciones de Stephen King, que o salen muy bien o salen muy mal. No suele haber término medio. En esta ocasión, sí podríamos decir que la cinta no es ni muy buena ni tampoco tan mala como se está diciendo. Está bien rodada, luce estupenda y se pasa en un suspiro, que es lo que se pretendía. Además, está Donald Sutherland, que a sus 87 años sigue teniendo una vitalidad, un carisma y una presencia en pantalla que ya quisieran muchos más jóvenes. Su química con el joven Jaeden Martell (a quien ya vimos en It, la sensacional adaptación de la novela de, sí, Stephen King) es, por si faltaba algo, excelente, y da momentos de mucha emotividad (ver cuando Craig explica al señor Harrigan que pude consultar las noticias al minuto a través de Internet, mientras que con el periódico las lee con un día de retraso). Un Martell que, por cierto, hubiera sido un excelente Harry Potter, si las películas se estuvieran haciendo en la actualidad. Es perfecto para este tipo de personajes de buen chico algo inadaptado, pero con madera de héroe.
Sin embargo, es verdad que la historia tampoco es nada del otro mundo, por lo menos como nos la han querido contar en la película, y sobre todo, que no produce ninguna inquietud o miedo. ¿De verdad esto tenía que ser una historia de terror? Más bien es un drama con todas las de la ley, aderezado con algunos toques de suspense.
Correcta, muy entretenida, bien rodada y con un buen estilo visual por parte de John Lee Hancock, pero poco o nada inquietante y algo escasa de contenido.

Lo mejor: Jaeden Martell y Donald Sutherland, excelentes y con mucha química, y lo entretenida que resulta.
Lo peor: Si se supone que esto era una película de terror... pues va a ser que no.

A Barbra Streisand no le bastó con ser una de las mejores voces de la historia de la música, una cantante superventas y una actriz de lo más solvente. También tiene alma de cineasta, y lo demostró dirigiendo tres películas (hasta la fecha): Yentl, El amor tiene dos caras (que hasta ahora es la última en que se ha puesto detrás de la cámara) y la que nos ocupa, El príncipe de las mareas, sin duda la más laureada y apreciada de su filmografía.
Llama mucho la atención cómo en esta película es el personaje masculino el que necesita salvación. Él es el atormentado, el que sufre por una infancia y adolescencia traumáticas, el que tiene todo tipo de problemas familiares, conyugales y laborales. Normalmente suele ser la mujer la que tiene una vida desarreglada y necesita que el hombre la salve, pero en esta ocasión es el personaje de Nick Nolte el que se aferra al de la propia Streisand como una valiosa tabla de salvación. La relación entre ambos amantes es emotiva y sincera, y la directora hace un trabajo excelente dirigiendo a los actores, cuidando los diálogos y apostando sin pudor por la fórmula más clásica del drama romántico. Cortesía, además, de la novela en que se inspira, el final sin duda no es lo que el espectador pudiera esperar, y aporta un toque de esperanza y de madurez de los personajes que se agradece mucho.
Bonita, sincera y notable.

Lo mejor: Nick Nolte, excelente, el trabajo como directora de Barbra Streisand y su apuesta sin ambages por el drama romántico puro y duro.
Lo peor: Es algo larga, y sin duda un poco ñoña.

Réplicas es un documental en tres partes (o una serie documental, como se quiera llamar) sobre la terrible avalancha que hubo en el Campamento Base del Everest justo después del terremoto que sacudió Nepal en abril de 2015. Dicha avalancha acabó con la vida de 22 personas.
En realidad, la avalancha se originó en el Pumori, un pico de 7161 metros a 8 kilómetros del gigante del Himalaya, pero el resultado fue, desgraciadamente, el mismo. El documental recoge testimonios de los supervivientes que estaban allí y pudieron volver para contarlo, aportando valiosos testimonios e imágenes impactantes, contando además la historia de muchos de los que no pudieron sobrevivir.
Lo más valioso del documental es, sin duda, que pone de manifiesto cómo muchas veces el deseo del hombre de superar retos para los que no está preparado y poner a prueba a la naturaleza, termina saliendo mal, o incluso muy mal. Son tremendas las imágenes que, antes de que se desate la tragedia, se nos muestran de lo penosa que es la ascensión y los mil y un peligros que acechan al escalador en cada paso del camino, y muy especialmente en la cascada de hielo Khumbu, donde el peligro de ser aplastado en cualquier momento por un serac o una avalancha es muy real, con terremotos o sin ellos.
Un documental que nos recuerda la importancia de tener siempre un enorme respeto por la naturaleza, especialmente en lugares donde el hombre no es, en absoluto, el ser dominante.

La hija es una apuesta de Manuel Martín Cuenca por el cine de género, concretamente el thriller.
Su problema es que la duración es excesiva, y eso hace que la trama acumule giros innecesarios. Una lástima, porque el final es potentísimo y lleno de tensión. Las interpretaciones son excelentes, algo normal tratándose de Javier Gutiérrez y Patricia López Arnaiz, y el director maneja muy bien el suspense y los diálogos. Sin duda, se trata de un retrato brutal de las miserias humanas y de la cara más oscura de maternidad y paternidad, entendidas ambas como un acto de egoísmo y abuso.
Notable, valiente, pero podría haber sido excepcional.

Lo mejor: Su apuesta clara y valiente por el thriller puro y duro, y sus actores.
Lo peor: Se extiende demasiado.

Rakel está embarazada. Rakel no quiere el bebé, o más bien la responsabilidad que conlleva. El aborto ya no es una opción, así que no le quedará otra que seguir adelante y aprovechar los meses que quedan hasta el alumbramiento para buscar una solución, ya después de la llegada al mundo de su Ninjababy, como ella lo bautiza en las páginas del cómic que dibuja.
Este es el curioso punto de partida de la película de Yngvild Flikke. Historias sobre el paso definitivo a la madurez ha habido muchas. De hecho puede recordar un poco al Lío embarazoso de Judd Apatow, pero lo que hace especial a esta cinta es sin duda su mezcla de comedia, incluso un tanto gamberra, con la obvia reflexión sobre la imperiosa necesidad de convertirse en adulto de una vez por todos y asumir las consecuencias de los propios actos.
Por desgracia, el final no termina de quedar del todo claro (y sí, nos referimos al epílogo), pero la excelencia de la interpretación de Kristine Thorp y los secundarios que la acompañan, y sobre todo la ternura y humor del guión, convierten la experiencia en algo de lo más agradable y trascendente para el espectador.
Notable.

Lo mejor: La protagonista y lo divertido y tierno a la vez que es el tono.
Lo peor: El final está poco claro.

Damsel deja sorprendido al espectador, de eso no hay duda.
A ratos parece una comedia gamberra, a ratos un western y a ratos parece que se pueda convertir en una especie de remake Oeste no declarado de Algo pasa con Mary. Porque sí, todos los hombres quieren a Mia Wasikowska. Es una cosa tremenda el sex appeal de su personaje. También es estupenda su química con Robert Pattinson, y ambos actores acaban siendo lo mejor de la excéntrica función, pese a que el nuevo Batman no es quizás el actor más indicado para este personaje, y aún así lo borda (ver su reacción cuando por fin se declara a Penelope y lo que ocurre después).
Sin embargo, Damsel no sabe muy bien qué quiere ser. De esa comedia bizarra y gamberra pasa finalmente a ser una suerte de alegato feminista en favor de una protagonista rodeada de hombres a cada cual más estúpido o limitado.
Extraña y poco memorable.

Lo mejor: Mia Wasikowska y Robert Pattinson, estupendos y solventes, como siempre.
Lo peor: ¿Qué han querido contar?

No es casualidad que Elvis y Blonde sean dos de las mejores películas de lo que llevamos de 2022.
Ambas tratan (de forma ficcionalizada; no olvidemos que Blonde no es una biografía oficial de Marilyn Monroe) la vida de los dos mayores iconos pop del siglo XX, dos mitos, amados, admirados, deseados, ricos, famosos, todavía hoy recordados y omnipresentes. Y, aún así, dos personas absolutamente desgraciadas en sus vidas personales, abusadas por una industria sin escrúpulos, maltratadas, exprimidas, dependientes de las drogas para soportar la presión, y que se marcharon demasiado pronto.
La Marilyn que nos muestra Blonde es una mujer al límite, desde su complicada niñez con esa madre perturbada y maltratadora, hasta sus poco felices matrimonios con Joe DiMaggio y Arthur Miller, y, por supuesto, el abuso al que fue sometida por la industria y la sociedad (absolutamente brutales las escenas de su "audición" con Zanuck y, sobre todo, su encuentro, por así llamarlo, con Kennedy. Una de las escenas más repugnantes y bestiales del año). Una mujer que no se reconoce en la pantalla, que nos repite una y otra vez que Marilyn Monroe no es ella, sino un personaje. Ella es Norma Jeane, y Norma Jeane tuvo una de las vidas más tristes del show business.
Pero, sobre todo, ella es Ana de Armas. Si hay justicia, la hispano-cubana tiene que estar nominada a todo, porque lo que hace es sencillamente impresionante. Qué poco queda ya de la titubeante intérprete de Hispania o El internado. La preparación que ha tenido de Armas en los últimos seis años ha dado su fruto, y aquí está, dando vida al mayor icono de Hollywood de una forma que se clava en el alma del espectador. Cómo mira, cómo clava cada inflexión de voz, cada movimiento, cada lágrima, cada grito... Es simplemente espectacular. Cuesta encontrar palabras para definir lo que ha hecho la protagonista de Puñales por la espalda. El trabajo más valiente y poderoso del año. Bravo, Ana.
Acompaña a su actriz Andrew Dominik con el estilo reposado y el ritmo contemplativo que ya perfeccionó en la magistral El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, y el parentesco entre ambas películas se nota. Un estilo, además, que le va como anillo al dedo a este retrato de la fama, de sus luces y sombras (que es lo que era también Jesse James), y que confirma al neozelandés como uno de los cineastas más profundos e introspectivos que existen ahora mismo.
Durísima, implacable, polémica, como no podía ser de otro modo, pero imprescindible.

Lo mejor: El tono de la propuesta, el estilo totalmente reconocible de Andrew Dominio y el monumental trabajo de una excepcional Ana de Armas (ver cuando negocia su salario por teléfono en Los caballeros las prefieren rubias).
Lo peor: Es quizás demasiado larga, y se podría haber aligerado el ritmo en algunos momentos.

La verdad, es una lástima que el tándem Guillermo Arriaga - Alejandro González Iñárritu se separara. Porque vaya tres películas nos regalaron: Amores perros, 21 gramos y Babel.
Es descomunal el maltrato vital, físico y psicológico al que los cineastas mexicanos someten siempre a los personajes, y por ello está claro que estas películas no son para todos los paladares. La dureza es extrema. Pero por otro lado, es precisamente ese tono el que resulta excepcional y hace que la película sea una joya. Los personajes están maravillosamente perfilados y trabajados, y es innegable la capacidad de director y guionista para transmitir al espectador todas las emociones de la historia, que son muchas.
Entre los actores, brillan especialmente Naomi Watts y Benicio del Toro. Y hay que ser muy bueno para que un titán como Sean Penn no sea quien más destaque. Del Toro está soberbio, en el personaje que mejor representa la moralidad, y Watts (desgarrada, frágil, al borde del precipicio) hace uno de los mejores trabajos de su carrera, si no el mejor.
Magistral. Casi perfecta.

Lo mejor: Todo, y especialmente los maravillosos personajes y la interpretación de Watts y del Toro.
Lo peor: Es, como todo lo hecho por Iñárritu y Arriaga, de una intensidad emocional que abruma a ratos.

Ay, cuántas malas películas hizo el gran Viggo Mortensen antes de El señor de los anillos...
American yakuza es una prueba más. La historia es la de siempre: intrépido agente se infiltra en mafia criminal y la cosa se pone muy malita. No busquen profundidad alguna ni personajes desarrollados, ni buenos diálogos ni originalidad, porque no van a encontrar nada ni parecido.
Por suerte, por lo menos el público se entretiene medianamente, y el bueno de Viggo siempre es un placer de ver en cualquier proyecto.
Flojita.

No estaba muy fino últimamente Ryan Murphy en sus producciones televisivas (ni cinematográficas, porque The Prom pasó sin pena ni gloria), pero Dahmer es fantástica. De hecho, no sé entiende la tibieza de las críticas que está recibiendo.
Dahmer cuenta la historia del ínclito Jeffrey Dahmer, y lo hace de forma muy inteligente, manejando la línea temporal a su antojo (pero sin que el espectador se pierda en ningún momento), poniendo el foco tanto en el asesino como en sus víctimas, sin olvidar a sus perplejos familiares, y cómo todas las piezas encajaron, como suele suceder, para que no policía ni conocidos pudieran hacer nada para salvar a las víctimas de Dahmer (ver la extraordinaria secuencia en que Dahmer convence a la policía de que una de sus futuras víctimas es su novio y lo único que le ocurre es que está borracho). Se ayudan Murphy y sus directores de una fotografía excelente, con esos tonos amarillentos, que le da un aire enfermizo y peligroso a todas las escenas. Además, el relato es soberbio e incluso conmovedor en muchos momentos (ver la escena en que Dahmer y su víctima sorda hablan mediante notas manuscritas), y por supuesto ahí está Evan Peters para realizar una excepcional interpretación. No tomando nunca partido la narración por Dahmer (estaría bueno), el premiadísimo intérprete de Mare of Easttown se las arregla para hacer humano al asesino, sin renunciar a lo turbio y lo escalofriante.
Es perfectamente entendible por qué ha creado controversia y por qué es muy difícil encontrarse esto para las familias de las víctimas, pero como miniserie es un regalo. Excelente.

Lo mejor: La fotografía, excepcional, la originalidad de la narración, y la fabulosa interpretación de Evan Peters.
Lo peor: Algún episodio es menos interesante o tiene un ritmo algo más flojo.

Great freedom pone el foco en una terrible realidad. Después de ser liberados (los que sobrevivieron) de los campos de concentración y exterminio nazis, muchos homosexuales alemanes siguieron sufriendo persecución y cárcel en la posguerra, ya que la homosexualidad era delito y estaba penada en Alemania, también después del nacionalsocialismo.
Se trata de un tema importante, sensible, y Sebastian Meise lo sabe. Sin embargo, Great freedom no consigue resultar todo lo relevante que debería. Quizás sea el ritmo, que es algo pesado, o quizás sea simplemente que no es una obra maestra, sin más.
Aun así, una película interesante con una denuncia importante y una historia de amor de las que hacen época.

Once upon a time in Norway es un documental que nos narra la historia de la banda noruega Mayhem, contada por los propios miembros de la banda. Bueno, los que siguen vivos, claro.
Aunque realmente no es un documental, y ese es el principal problema de este trabajo. No se trata realmente de cine, sino más bien de fragmentos de entrevistas pegados unos con otros sin ninguna edición. Con lo sumamente jugosa que es la controvertida y sangrienta historia inicial de Mayhem y todo el black metal noruego, y se pierde la oportunidad de hacer algo bastante épico. Hay vídeos en YouTube más trabajados y más emocionantes que este documental.
Sin embargo, no cabe duda de que lo que se cuenta en Once upon a time in Norway interesará a los más fans de la historia, ya que son los propios Necrobutcher, Manheim y otros ex-miembros y amigos de la banda los que desgranan detalles de las quemas de iglesias, la personalidad suicida de Dead (que finalmente se quitaría la vida en 1991), lo que era realmente y lo que significó para el black metal la tienda Helvete, el crimen de Faust y, por supuesto, el asesinato de Euronymous a manos de Varg Vikernes.
Valiosos testimonios, pero pobre arte cinematográfico.

Lo mejor: Los testimonios, especialmente de Manheim y Necrobutcher.
Lo peor: No es realmente cine.

Huston. Bogart. Hepburn.
¿Qué puede salir mal?
El realizador de El tesoro de Sierra se sacó de la manga otra maravilla de aventuras, dotada además de mucho humor, y dominada de principio a fin por el arrollador carisma y talento de una pareja protagonista de esas que marcan época: por un lado, un Humphrey Bogart que pocas veces ha estado mejor y más relajado, y que ganó un muy justo Oscar por esta interpretación; por el otro, una Katharine Hepburn que, pese a ser considerada en vida como veneno para la taquilla, era la mejor actriz de su generación y sigue siendo hoy una de las mejores de la Historia del Cine, una todoterreno que hacía todo y todo bien.
Pero es que además, como decimos, La reina de África es de lo más divertida, entretenida y romántica, y no cuesta ver su influencia en multitud de cintas posteriores de aventuras clásicas, como la saga Indiana Jones o incluso las primeras entregas de La momia.
Una obra maestra. Para revisar una y otra vez.

Cinco lobitos es una maravilla.
Alauda Ruiz de Azúa tiene garantizado el Goya a la mejor dirección novel, y ya veremos qué ocurre con los premios "gordos" a mejor película o mejor guion. Da la sensación de que la balanza se va a inclinar más hacia la también excelente Alcarràs, de Carla Simón, pero, para quien esto firma, Cinco lobitos es todavía mejor.
Con un guion maravilloso, Ruiz de Azúa reflexiona de forma totalmente sincera y sin ambages de las dificultades de la maternidad, de la necesidad de tiempo propio, del agobio que muchas veces se siente al tener a cargo a un bebé y, por supuesto, del amor incondicional y eterno por el vástago. Pero, por si esto fuera poco, la directora da otra bofetada de realidad a sus personajes y al espectador, y es que, efectivamente, no por ser madre se deja de ser hija. Cinco lobitos es también uno de los retratos más bellos de la relación entre una hija y sus padres, y cómo ese es un amor que, también, es eterno e incondicional.
Y qué decir del reparto. Laia Costa está sencillamente soberbia, magistral, con una capacidad inagotable para la emoción y para despertar la empatía y la cercanía del espectador. Cómo mira, cómo respira, cómo siente, es una experiencia casi religiosa para el espectador. Susi Sánchez y Ramón Barea están fabulosos también, y no extrañaría que ganaran los respectivos Goya. Barea, en concreto, hace algo extraordinario, especialmente en el último tercio de la cinta.
La mejor película española del año, y quizás la mejor película del año, a secas. Sencillamente, una película excepcional a todos los niveles.

Lo mejor: Su extraordinaria sensibilidad y el trabajo exquisito de los actores, especialmente Laia Costa y Ramón Barea.
Lo peor: Nada. Quizás no es demasiado original en su giro de la trama.

Una familia que viven como colonos en Marte se ven asaltados por un criminal y, sorprendentemente, desarrollan un enorme síndrome de Estocolmo hacia él.
Esto es Sobreviviendo en Marte.
Vestida de ciencia-ficción (absurdo, porque esta historia podría haber ocurrido en cualquier lugar y época; no tiene mucha importancia que los personajes estén en Marte), la historia no es demasiado comprensible, ni los personajes resultan cercanos. Al contrario, hay hermetismo total sobre cómo piensan o por qué hacen lo que hacen. O lo que no hacen, porque, como decíamos, lo que aguantan esa madre y es hija... en fin, poco o nada comprensible.
Se salvan las actuaciones de los actores, sobre todo la argelina Sofia Boutella y el portorriqueño Ismael Cruz Cordova (muy en boga ahora gracias a su polémico elfo de Los anillos de poder), pero la película en sí es difícilmente digerible, y además el ritmo es bastante lento.

Resulta curioso comprobar, con una breve conversación, el desprecio que genera en una gran parte de la comunidad LGTB, y especialmente mujeres lesbianas, una obra maestra como es La vida de Adele, por ser supuestamente la visión heteropatriarcal de un hombre sobre las relaciones entre mujeres. Por contra, Habitación en Roma goza de mucho predicamento entre esta misma parte del colectivo. Algo incomprensible, teniendo en cuenta que no hay color entre una y otra a nivel cinematográfico.
Habitación en Roma es pretenciosa, muy pretenciosa. A ratos miramos una pared, a ratos miramos Google Earth para todo (¿?), a ratos pasa un camarero del hotel y las protagonistas le atienden sin ropa, y el resto del tiempo es sexo, sexo, sexo y más sexo. Sexo, está vez sí, visto desde el prisma de Julio Medem, que reproduce sin pudor una serie de clichés totalmente rancios. Miren el personaje de Elena Anaya, la típica lesbiana militante, "con pedigrí" (las mujeres sáficas entenderán a qué nos estamos refiriendo), extrovertida, lanzada y cuyo objetivo en la vida parece ser cambiar de acera a mujeres hetero, o "heterocuriosas", como el personaje de Natasha Yarovenko. Un topicazo bastante insultante para la mujer lesbiana, o así debería ser.
Además, ¿se supone que el espectador debe sentir simpatía o empatía por estas dos mujeres tan inmaduras, infieles a sus parejas y de escasa moral? ¿Y por qué la película es tan aburrida y tan sumamente pretenciosa? Se cree que está diciendo cosas interesantes, y la verdad es que no dice nada.
Un ejercicio de tedio de Julio Medem, pensado para dudoso placer de quienes quieran dedicarse a las manualidades, cortesía de la incuestionable belleza de sus protagonistas.

Lo mejor: Hay imágenes bonitas, y la fotografía es ciertamente hermosa.
Lo peor: Es aburrida, pretenciosa y un paraíso para el baboseo de ciertos espectadores.

La pandemia ha causado tanto impacto en nuestra vida que empiezan a existir ya películas o series que nacen directamente de la experiencia.
En Juntos, el gran Stephen Daldry (Billy Elliot, Las horas, El lector, etc) pone en pantalla a un matrimonio que, durante el confinamiento, pone a prueba sus fortalezas y debilidades, en un examen honesto sobre su capacidad como padres de su hijo y sobre el estado de la pareja.
Es cierto que cansa un poco tanto monólogo y tantra ruptura de la cuarta pared, y a ratos recuerda al Woody Allen más mareante de diálogos eternos, pero es una propuesta fresca y sincera, con dos intérpretes soberbios.
Y atención a ese final emocionante al ritmo del Wellerman de Nathan Evans, himno tiktoker por excelencia del confinamiento. No podía ser de otra manera. El signo de los tiempos.

Lo mejor: Su frescura y la interpretación de James McAvoy y Sharon Horgan.
Lo peor: Abusa demasiado de ciertos recursos.