Charlie Cullen admitió los asesinatos de 29 pacientes de los hospitales en los que trabajó durante 16 años. Se sospecha, no obstante, que el número real de víctimas puede sobrepasar incluso las 400.
El ángel de la muerte es un recuento de la historia del asesino, y muy especialmente de su amistad con otra trabajadora, Amy Loughren, que fue clave para poder detenerlo y finalmente juzgarlo y condenarlo. La película navega con pericia entre las aguas del thriller y el drama, y aunque le falta algo más de suspense en lo primero, es enormemente eficaz en lo segundo. En parte es gracias a la excelencia de un Eddie Redmayne que clava cada mirada e inflexión de voz de Cullen, un tipo aparentemente inofensivo, cariñoso y empático. Y, sobre todo, es gracias al superlativo trabajo de Jessica Chastain, en el papel de una Amy enferma, frágil, asustada, pero aun así valerosa y decidida a desenmascarar a su amigo (vean por ejemplo su última conversación con Cullen en el dinero). El guion también les permite a los dos brillar, pues está muy bien escrito e impide el aburrimiento del espectador.
No es una obra maestra del cine, desde luego, y probablemente será olvidada (como el 95% del cine que se estrena, por cierto...), pero merece la pena verla.

Lo mejor: Redmayne y Chastain, soberbios, y la seriedad del guion.
Lo peor: Le falta suspense y creerse más su valía.

El Inmortal pintaba muy bien.
Y es una buena serie, sin duda, o por lo menos un producto notable. Su factura es sencillamente excelente, impecable, muestra una vez más del superlativo nivel que están alcanzando, o han alcanzado ya, las ficciones españolas. La historia mueve al espectador a continuar hasta el final y proporciona buen entretenimiento.
Además, los actores están fantásticos. Álex García vive una suerte de época dorada, gracias a trabajos como Antidisturbios o La Novia, y aquí se echa todo el peso a la espalda sin ningún problema. Francis Lorenzo, pese al odio que ha suscitado durante años, suma otro gran personaje a su galería, está vez además en un registro muy diferente al que nos tiene acostumbrados. Y Emilio Palacios sigue demostrando que es un torrente de naturalidad y de talento, y que no hay personaje que se le resista.
Sin embargo, quizá por sus similitudes con la magistral Gigantes o quizás porque sencillamente deja sensación de no poner toda la carne en el asador, El Inmortal termina siendo notable, pero no excelente. Correcta, pero nunca espectacular, como podría haberlo sido.
Una lástima, pero aun así merece mucho la pena disfrutarla.

Lo mejor: Su factura, impecable, y sus actores (atención a Álex García, Francis Lorenzo y sobre todo Emilio Palacios).
Lo peor: Promete más de lo que da.

El éxito de Deep Impact y, sobre todo, Armaggedon propició una nueva moda de ciencia - ficción en los últimos 90 y primeros 2000.
Planeta rojo, hasta la fecha única película como director de Anthony Hoffman, fue una de ellas. Más o menos a la vez tuvo que competir con la muy similar y también muy superior Misión a Marte, de Brian de Palma, pero sus problemas principales son otros.
Planeta rojo es lo de siempre: Tierra moribunda busca colonia en Marte, y guapos y heroicos astronautas americanos tienen que ir allí a encargarse de proceso. Hay rivalidades, hay mucha presión psicológica, hay bichos (digamos todos juntos: Alien forever. Gracias, Alien), hay un romance absurdo y muy pegote (ver el final) y, sobre todo, hay cero sorpresa y cero riesgo. Todo lo hemos visto ya y lo hemos visto mejor.
Carrie -Anne Moss, recién salida de Matrix, da el tipo acompañada de un buen reparto de secundarios, y la película es entretenida, pero da la sensación de que no se han esforzado nada en el guion y todo es un refrito de otras cosas.

Lo mejor: Entretiene, y Carrie -Anne Moss siempre es un placer de ver en pantalla.
Lo peor: No sorprende, no emociona y no tiene un buen guion.

Candilejas fue la última película en Estados Unidos de Charles Chaplin, antes de volver a Inglaterra.
Y seguramente se trate de una de las películas más hermosas jamás rodadas, una carta de amor de un genio al oficio que ama, a los escenarios y sus candilejas, a la danza y la comedia, y a las relaciones que se establecen entre los que suben a las tablas.
Si único problema es que es demasiado larga, sin duda, y extiende demasiado algunas tramas secundarias, pero por lo demás es una obra de arte de un artista único (¡y acompañado por Buster Keaton, entre otros!) y, como decimos, una película preciosa, muy muy hermosa.
No se la pierdan. Clásico absoluto.

David Cronenberg se prodiga por la gran pantalla con poca frecuencia (hacía 8 años de su anterior película, la muy reivindicable Maps to the starts), pero cuando lo hace da que hablar. O por lo menos lo intenta, ya que Crímenes del futuro ha pasado un poco desapercibida. Algo normal también, teniendo en cuenta que las salas de cine son algo reservado ya casi en exclusiva para superhéroes y grandes blockbusters.
Crímenes del futuro es body horror, sin duda. Es desagradable, sangrienta, perturbadora y, desde luego, no para todos los públicos ni para todos los gustos. Pero también es una extraña distopía, avisando de lo que podría depararnos el futuro respecto a la alimentación, la evolución humana, los avances médicos y su ética cuestionable (a veces) o el medio ambiente, incluso, a la vez de la alienación del espíritu humano y el sacrificio del individualismo y la intimidad física y emocional. De todo eso habla Crímenes del futuro, tras el disfraz de ese "perfomance art" que haría titubear incluso a Marina Abramovic. La película es puro riesgo, es algo salvaje, que no se deja dominar por las convenciones del cine actual, y ya sólo por eso debería ser considerada entre lo mejor y más original del año, porque sencillamente lo es. Tiene más agallas que todo el cine de superhéroes visto este año, y se envuelve en la bandera de la provocación y la transgresión para no dejar indiferente a nadie. Y vaya si lo consigue.
Esto no quita para que haya muchas cosas mejorables, como ciertos detalles del guion que vienen cogidos con hilos (¿cómo se explica el sufrimiento de Tenser si se supone que el dolor ya no es un problema para los humanos?), y el hecho de que queda la sensación de que, más allá de su interesantísimo fondo y su capacidad para provocar, no había realmente una auténtica historia que contar, y el tono detectivesco de la parte final no termina de funcionar.
Pero hay otra cosa que debería estar fuera de toda duda, y es la fabulosa interpretación de los tres protagonistas que Cronenberg pone frente a la cámara. Por un lado, tenemos a Viggo Mortensen, ya veterano del cine del realizador, que no tiene nada que demostrar ya a estas alturas, y aun así sigue empeñado en mostrar al público que es un actor todoterreno, sin miedo a nada, y muy poco interesado por moverse en los círculos comerciales cuyas puertas se le abrieron tras el éxito de El señor de los anillos. Está sencillamente fabuloso en un personaje muy complicado que fácilmente podría haber caído en el ridículo. A su lado, Léa Seydoux, otra intérprete que podría haberse dejado caer suavemente en multitud de comedias románticas y cine de acción sin mucho cerebro, pero ha preferido optar por el riesgo de los márgenes. Aporta también aquí no sólo una química brutal con Mortensen, sino muchísimo histrionismo y misterio. Y en el tercer lado del triángulo, Kristen Stewart, en un personaje muy diferente a otros en los que se la ha podido ver, que requiere mucho más trabajo de ojos y cuerpo, y que la galardonada actriz de Spencer borda sin despeinarse. Ojalá de una vez se termine el prejuicio "crepuscular" contra ella, porque lleva años labrándose una carrera impresionante y demostrando que puede con lo que le echen.
Este es el cine de David Cronenberg. Siempre arriesgado, siempre polémico, siempre sobrio, siempre sorprendente. Y, por supuesto, nunca para todos los paladares y gustos.

Lo mejor: El trío protagonista, sublime, y la innegable valentía de David Cronenberg. Ya no se hace cine tan arriesgado.
Lo peor: Hay cosas del argumento que quedan cogidas con hilos, y no parece haber mucho más detrás de su transgresión.

Un tema como la obsesión humana con alcanzar las cumbres más altas del planeta, aún a riesgo de perder la vida, merece una buena película que aún no ha llegado. Una película que no es La cima.
Ibon Cormenzana hace un buen intento, pero no es suficiente. Los medios y los dos actores (Javier Rey, siempre maravilloso) dan lustre a la propuesta, pero falta emotividad y una mejor historia. Y sobre todo, falta esa trascendencia que tiene el tema del hombre contra la naturaleza, la insignificancia del hombre ante "lo sublime", como decían los románticos decimonónicos, y en eso la cinta no está a la altura.
Aún así, aceptable y entretenido intento.

Ehmmm...
¿De verdad esto se tuvo que proyectar en países con la luz encendida en la sala porque la gente tenía mucho miedo? ¿En serio?
Pues, para quien esto firma, The medium es casi una comedia encubierta. Ya sólo al ver las caras de "posesión" de la protagonista hay que aguantar para que no se escape la risa, y ni siquiera el formato de falso documental a lo Bruja de Blair aporta algo de interés, porque la historia y los personajes son sencillamente malos.
No pierdan el tiempo.

Franka Potente, protagonista de la icónica Corre, Lola, corre, y recordada también como la novia de Jason Bourne en sus primeras aventuras, debuta en la dirección de largometrajes con Hogar, una historia ambientada en el medio oeste americano (pese a que ella es alemana, y la película se presenta también bajo bandera germana).
El principal problema de la cinta es precisamente ese, que ya nos suena poderosamente. ¿Cuántas veces hemos visto ya la historia del ex-presidiario tatuado y con mala pinta que vuelve a su casa (casi siempre ese ambiente redneck y white trash de ciertos estados americanos) buscando redención y recuperar su vida pasada y sus relaciones con amigos, novia y familia? Cientos de veces, si no miles. Ya no nos sorprende, y no se diferencia mucho de otras tantas películas que ya hemos visto con el mismo argumento.
Sin embargo, la buena noticia es que la fórmula funciona. La cinta es sencilla, sí, pero emociona y logra identificar al público con Marvin, a quien da vida un excelente Jake McLaughlin, visto en su momento en En el valle de Elah en un personaje en cierto modo similar a este. A su lado, un buen grupo de secundarios entre los que destaca la siempre magistral Kathy Bates, en el personaje más emotivo y dramático de la función.
En definitiva, una película muy tópica, pero que consigue ser entretenida e interesante.

Lo mejor: Jake McLaughlin, perfecto para este personaje, Kathy Bates y la sencilla pero eficaz emoción de su trama y desarrollo.
Lo peor: Esta historia la hemos visto ya mil veces antes.

Ainbo es nuestra guerrera.
Obviamente, la animación no se puede comparar con la que vemos en Disney y Pixar, o en la excelente animación española, pero aun así es un diseño agradable, fresco, muy colorido y con esas paletas de colores y contrastes muy trabajados.
Además, los personajes son encantadores y carismáticos, y la aventura es entretenida a la par que comprometida. Su mensaje ecologista y en favor de la independencia de las tribus aisladas resulta impactante para el espectador.
Una película muy dulce e importante en su mensaje, y en su papel como embajadora de la animación peruana, claro que sí. ¿Por qué no?

Antonio del Real, cuya filmografía esconde joyas como Trileros, La mujer de mi vida o Desde que amanece apetece (esperamos que se entienda la ironía tras la palabra "joyas"), acertó de pleno, sin embargo, con Cha-cha-chá, una película que sigue al pie de la letra la fórmula de la comedia romántica estadounidense de los 90, a su vez deudora, obviamente, de las comedias de Billy Wilder, por supuesto.
Con secundarios de lujo como Elisa Matilla, Marta Belaustegui o Gabino Diego, del Real pone en pantalla una clásica historia de amigas y novios, enamoramientos ocultos que no pueden salir a la luz, y dilemas de jóvenes veinteañeros que, como decimos, es comedia romántica de la de toda la vida. Eso ofrece, y eso da, con lo que su objetivo se ve cumplido y nadie puede sentirse engañado. Además, María Adánez es perfecta para este tipo de personajes y de historias, Ana Álvarez está fantástica en el rol más serio de los cuatro protagonistas, y Eduardo Noriega y Jorge Sanz hacen lo que mejor hacían los dos en los 90: uno de galán más clásico, más novio perfecto, y el otro algo más canalla y de andar por casa.
Buena comedia romántica a la española, pero perfectamente podría haber sido una cinta taquillera hollywoodiense con Cameron Diaz como protagonista, por ejemplo. Notable.

Lo mejor: Su reparto, y que da lo que promete. Es pura comedia romántica.
Lo peor: Quizás le falta ser más divertida y tener mejores golpes cómicos.

La principal virtud y el principal defecto de La Casa del Dragón es su parentesco con Juego de Tronos.
Explicación: las dos últimas temporadas de la adaptación de Canción de Hielo y Fuego supusieron una decepción para muchos fans, primero porque la guerra se hacía ya demasiado larga y segundo porque... pues porque fueron malas temporadas, sin paliativos. Porque, una vez se sobrepasó a la mano escritora de George R.R. Martin (cosa lógica, por otra parte, teniendo en cuenta que va a libro cada quince años), se convirtió en un fanfic que no satisfizo a nadie.
La Casa del Dragón tiene la ventaja de que vuelve a ser lo que enamoró y enganchó a base de bien a los fans de Juego de Tronos. Esta historia de la guerra civil de los Targaryen, la llamada "Danza de Dragones", recupera esa esencia de intrigas palaciegas, rivalidades políticas, Manos del Rey jugando a tener más poder que la propia familia real, hermanos con ansias de poder, matrimonios, amantes, violencia y, por supuesto, dragones. Es en esas aguas en las que la serie se maneja perfectamente y da lo que promete, utilizando de forma magistral el cliffhanger y los giros de guion de esos que dejan al espectador con la boca abierta. Al igual que en su serie hermana, mejor no encariñarse con nadie y mejor no pensar que ya sabemos por dónde van a ir los tiros. La serie siempre sorprende, y además va de menos a más.
Pero, como decíamos, esa gran virtud que es parecerse a Juego de Tronos se convierte también en su principal tara, porque, al final, es un cuento que ya nos conocemos. No porque la trama no sea sorprendente, que lo es, como ya hemos dicho, sino porque este juego de tronos, de familias y de poder ya nos suena y, la verdad, los personajes no terminan de ser tan carismáticos como eran los Stark, los Lannister y demás habitantes de Poniente en siglos posteriores. Quizás sólo Daemon Targaryen, a quien da vida un excelente Matt Smith, y el propio rey Viserys (un excepcional Paddy Considine al que la gente está descubriendo ahora... próximo paso: ver En América) están a la altura de Tyrion y compañía, y en general el conjunto es menos adictivo y menos completo.
Notable, sin duda, y hecha por y para los más fans de lo que era en un principio Juego de Tronos.

Lo mejor: Da lo que promete, y tiene un reparto inmaculado.
Lo peor: Es demasiado parecida a su hermana mayor.

Difícil lo tenía Amazon Prime Video con esta serie, pese a contar con el presupuesto más alto de la historia y con gente como J.A. Bayona detrás de las cámaras.
Difícil porque la trilogía fílmica fue una obra maestra (no tanto la otra trilogía, El Hobbit), y difícil porque el fan de Tolkien es exigente a muerte y no le vale cualquier cosa.
Sin embargo, es curioso ver la abismal diferencia que ha habido entre la recepción de la crítica y la del público en general, lo que demuestra que, cada vez más, críticos y espectadores están casi siempre en ligas distintas y ven las producciones desde prismas totalmente diferentes.
Que Los anillos de poder es una fantasía a nivel visual está fuera de toda duda. La distancia entre televisión y cine en este aspecto (y en casi cualquier otro) es cada vez más pequeña, por no decir inexistente, y se nota cada dólar invertido en que la producción luzca maravillosa, los efectos visuales sean espectaculares y el aspecto sea el que todo fan espera de la Tierra Media. Además, la controversia sobre el casting y la raza de algunos actores es totalmente absurda, sobre todo cuando la serie tiene otros problemas mucho más graves.
Sin duda, el más acusado de dichos problemas es algo que resulta muy sorprendente, y no precisamente para bien, y es la total frialdad de la narración. No hay ninguna emoción en lo que se está contando, muy al contrario de lo que sucede con la trilogía de El señor de los Anillos de Peter Jackson y con algunos momentos de El Hobbit, hasta el punto de que en muchas ocasiones da totalmente igual lo que les esté ocurriendo a los personajes. La trama de los Hairfoots molesta prácticamente en todos los episodios, y una serie en la que el principal misterio es ver quién de todos los personajes extraños que van apareciendo va a ser Sauron, hasta el punto de que se convierte en meme de redes sociales, tiene un problema.
Bien hecha, con muchos y excelentes medios, pero con un guion bastante flojo y que deja totalmente frío. Eso sí, hay espacio para la esperanza. Podría ser perfectamente que, en las próximas temporadas, podamos estar hablando de una grandísima serie, pero, desde luego, no es eso lo que tenemos ahora con esta primera temporada.

Lo mejor: Su aspecto visual, impecable, y el potencial que tiene para mejorar a partir de la segunda temporada.
Lo peor: Es de una frialdad que asusta.

Legítima defensa, como buena adaptación de John Grisham, maestro indiscutible del thriller legal, sigue todos los parámetros de este tipo de historia: abogado idealista, enfrentados a otros letrados sin escrúpulos, una causa justa que defender, un proceso penal agotador, multitud de piedras en el camino... y un final que tendrán ustedes que descubrir viendo la película.
Francis Ford Coppola dirige con mano maestra a un reparto absolutamente impresionante (Matt Damon, Danny DeVito, Jon Voight, Mickey Rourke, Claire Danes, Danny Glover, Virginia Madsen, Roy Scheider... poca broma) que da lo mejor de sí en una historia emotiva y llena de fuerza, con un alto grado de denuncia social. El ritmo es bueno, en general, aunque es cierto que la cinta se va a más de dos horas de duración, por lo que en ocasiones hay altibajos, pero en general es una cinta notable a la que se le pueden sacar bien pocos fallos, dentro de su género y su estilo. Es el tipo de cinta que da gusto ver en una sobremesa, esta sí.
Una de las mejores adaptaciones de John Grisham, y la última película "normal" de Coppola, antes de que empezase a hacer cosas raras.

Lo mejor: El reparto y la combinación entre denuncia social y entretenimiento.
Lo peor: Es muy convencional y se hace algo larga en ciertos momentos.

David E. Kelley vive una especie de nueva edad dorada, tras sus éxitos noventeros como Ally McBeal, El bogado o Chicago Hope. Esto se debe, sobre todo, al fenómenos que resultó la maravillosa Big Little Lies y, en menor medida, también con The Undoing.
En esta ocasión, el cónyuge de Michelle Pfeiffer nos sorprende con un drama legal con toques de thriller que escarba en los más bajos fondos de la alta política británica, poniendo el dedo en la llaga con la investigación y juicio de un doloroso caso de violación que salpica al ministro del Interior y, por supuesto, a todos los que lo rodean: su mujer, el propio Primer Ministro, la supuesta víctima y también la fiscal a quien se encarga el proceso judicial, que parece tener algo personal contra el acusado... ¿o quizás no? ¿Quizás la clave sea una tal Holly Berry a quien nadie parece conocer, pero que está siempre presente?
La historia funciona, la narración funciona, los personajes están bien perfilados y desarrollados, y, como no podía ser de otra forma tratándose de una ficción británica, hay lujo y elegancia por los cuatro costados. Además, los intérprete están fabulosos, especialmente Rupert Friend y Sienna Miller, que hacen las que podrían ser perfectamente las mejores actuaciones de sus respectivas carreras (ver cuando él intenta defenderse en el juicio explicando su "robustez sexual" juvenil, o cuando ella se enfrenta finalmente a Kate sobre quién es realmente), y por supuesto una Michelle Dockery que es dueña y señora de la pantalla cada vez que aparece, y cuyo personaje es el más complicado por lo que calla. No conviene olvidar tampoco a Naomi Scott, que ojalá se centre en este tipo de producciones más serias y deje de lado los intentos tipo Ángeles de Charlie.
Sin embargo, la narración es sorprendentemente fría. El espectador nunca termina de entrar en el juego, y la miniserie se ve bien porque es entretenida, pero el tono es poco apasionado y no impacta como sí lo hacía Big Little Lies, con la que guarda ciertos paralelismos argumentales.
Una lástima, porque podríamos estar hablando de una miniserie sobresaliente, pero esa frialdad en el tono es un gran lastre que la obliga a quedarse en el notable. Aun así, recomendable.

Lo mejor: Los actores, y la manera en que se va desgranando el misterio. Y, por supuesto, su compromiso absoluto con las víctimas de violencia sexual.
Lo peor: El tono es excesivamente frío y no termina de involucrar al espectador.

Seamos serios.
Hoy en día, Bararella sería apaleada, y con razón, por crítica y público. Un fracaso de los que hacen historia.
Y si a día de hoy se sigue recordando es únicamente por Jane Fonda, que saltó a la fama por este filme, una película (vamos a llamarla así) cuya única razón de ser es explotar el innegable sex appeal de la hija de Henry Fonda.
No hay historia, no hay buenos medios (es todo tan cutre que da risa), no hay absolutamente nada, y lo poco que hay está, como decimos, al servicio de la presencia física innegable de una actriz que tuvo que esperar para demostrar que realmente sí sabe actuar (recordemos que ha ganado dos Oscar, por Klute y El regreso, y acumula otras cinco nominaciones). Aquí desde luego no era eso lo que se esperaba de ella.
Da mucha vergüenza ajena, en general. Vista a día de hoy, no vale absolutamente nada, más allá de su protagonista.

Las ilusiones perdidas fue la gran vencedora en su edición de los César galos, los premios más importantes del cine francés. No hay que ser un lince para darse cuenta de por qué.
Adaptar a un titán como Honoré de Balzac, con sus no menos titánicas novelas dentro de ese proyecto monumental que fue La Comedia Humana, no es fácil. Xavier Giannoli lo consigue con creces, gracias a una producción francamente espectacular y cuidada al milímetro (atención al vestuario y los decorados) y un reparto inmaculado en el que destaca el joven Benjamin Voisin. Da una vitalidad a Lucien de Rubempré que engancha al espectador, pese a que no es fácil conectar con la frivolidad y decadencia de la sociedad francesa que retrata Balzac. Además, la película es sin duda demasiado larga y el ritmo lo nota y se resiente.
Aún así, una producción muy digna, elegante y que recupera las grandes adaptaciones de novelas para el cine.

Floria Sigismondi ha rodado videoclips para, atención, artistas como Christina Aguilera, Justin Timberlake, Sam Smith, Dua Lipa, Rihanna, David Bowie, Björk o Marilyn Manson. Como cineasta, sólo había dirigido una película antes de esta, que fue The Runaways, un biopic sobre el popular grupo femenino que dio a conocer a Cherie Currie y Joan Jett.
Da la impresión de que, con Otra vuelta de tuerca, a la pobre Sigismondi la engañaron. Seguramente le dijeron que esta iba a ser la película definitiva que la consagraría como cineasta fuera del videoclip, que es un hábitat natural. Lo tenía todo para triunfar: un reparto con dos estrellas emergentes y muy reconocidas (un Finn Wholfard que apenas se esfuerza en un personaje que no dista mucho de los que ha interpretado en It y Stranger Things, y una Mackenzie Davis que es sin duda lo mejor de la cinta, pese a que el producto no está a la altura de su inmenso talento), ambientación gótica que nunca pasa de moda, y por supuesto la base de "Otra vuelta de tuerca" de Henry James, una de las piezas narrativas más adaptadas de la historia.
Sin embargo, aunque visualmente el resultado es bueno y la buena de Mackenzie hace lo que puede (que ya es mucho... personifica perfectamente la paranoia de la protagonista), el problema de esta vuelta de tuerca es que se ha querido apretar tanto que la tuerca ya no gira más. El guion es sencillamente malo, ambiguo hasta un punto ridículo (ese plano final...), no cierra nada de lo que plantea y sencillamente no está a la altura de lo que se podía esperar, sobre todo teniendo en cuenta que cada poco tiempo se hace una adaptación nueva de esta historia inmortal de fantasmas.
¡Ah, por cierto! El próximo intento de Sigismondi en el cine será The silence of mercy. Veremos si a la tercera va la vencida.

Lo mejor: El estilo visual, y la interpretación de Mackenzie Davis.
Lo peor: El guion es un desastre, sin paliativos.

Sinceramente, no se entiende muy bien por qué Los extraños ha conseguido un cierto estatus de culto a lo largo de los años.
Que la premisa da mal rollo está claro, que el comienzo, con las preguntas insistentes sobre la tal Tamara, es inquietante también está claro. Que el final (el momento en el que más se ve la similitud con el caso de la familia Manson y los "Tate murders" en que se inspira la película) desprende desesperanza y resignación a raudales, es absolutamente cierto.
Sin embargo, la cinta de Bryan Bertino adolece de los defectos típicos de este tipo de películas de pobres personas acechadas por psicópatas. Especialmente sangrante es que la pareja protagonista escoja siempre la peor opción, la que más peligro entraña para ellos, algo muy habitual en este tipo de cine. Y el plano final, por ejemplo, es directamente infumable. Entra dentro de la tradición más clásica del cine de zombies, por ejemplo, pero resulta facilón y da al traste con el muy sobrecogedor dramatismo que estaba teniendo la conclusión hasta ese momento.
Una película aceptable, más o menos entretenida y siniestra, pero en modo alguno una joya del cine de terror. Y ha dado para secuelas y todo. En fin.

John Lee Hancock está teniendo una carrera peculiar.
Es un poco como James Mangold, pero faltándole el nivel al que ha terminado llegando el director de Logan: es decir, un director de esos comodín, que vale para todo, para cualquier género y estilo. Su cinta más lograda hasta la fecha es sin duda la sensible Al encuentro de Mr. Banks, pero, así, tal cual, ha probado también el cine histórico (El Álamo), el thriller policiaco- histórico (Emboscada final) o el drama familiar (The Blind Side).
Con El teléfono del señor Harrigan, el director se adentra en los siempre pantanosos terrenos de las adaptaciones de Stephen King, que o salen muy bien o salen muy mal. No suele haber término medio. En esta ocasión, sí podríamos decir que la cinta no es ni muy buena ni tampoco tan mala como se está diciendo. Está bien rodada, luce estupenda y se pasa en un suspiro, que es lo que se pretendía. Además, está Donald Sutherland, que a sus 87 años sigue teniendo una vitalidad, un carisma y una presencia en pantalla que ya quisieran muchos más jóvenes. Su química con el joven Jaeden Martell (a quien ya vimos en It, la sensacional adaptación de la novela de, sí, Stephen King) es, por si faltaba algo, excelente, y da momentos de mucha emotividad (ver cuando Craig explica al señor Harrigan que pude consultar las noticias al minuto a través de Internet, mientras que con el periódico las lee con un día de retraso). Un Martell que, por cierto, hubiera sido un excelente Harry Potter, si las películas se estuvieran haciendo en la actualidad. Es perfecto para este tipo de personajes de buen chico algo inadaptado, pero con madera de héroe.
Sin embargo, es verdad que la historia tampoco es nada del otro mundo, por lo menos como nos la han querido contar en la película, y sobre todo, que no produce ninguna inquietud o miedo. ¿De verdad esto tenía que ser una historia de terror? Más bien es un drama con todas las de la ley, aderezado con algunos toques de suspense.
Correcta, muy entretenida, bien rodada y con un buen estilo visual por parte de John Lee Hancock, pero poco o nada inquietante y algo escasa de contenido.

Lo mejor: Jaeden Martell y Donald Sutherland, excelentes y con mucha química, y lo entretenida que resulta.
Lo peor: Si se supone que esto era una película de terror... pues va a ser que no.

A Barbra Streisand no le bastó con ser una de las mejores voces de la historia de la música, una cantante superventas y una actriz de lo más solvente. También tiene alma de cineasta, y lo demostró dirigiendo tres películas (hasta la fecha): Yentl, El amor tiene dos caras (que hasta ahora es la última en que se ha puesto detrás de la cámara) y la que nos ocupa, El príncipe de las mareas, sin duda la más laureada y apreciada de su filmografía.
Llama mucho la atención cómo en esta película es el personaje masculino el que necesita salvación. Él es el atormentado, el que sufre por una infancia y adolescencia traumáticas, el que tiene todo tipo de problemas familiares, conyugales y laborales. Normalmente suele ser la mujer la que tiene una vida desarreglada y necesita que el hombre la salve, pero en esta ocasión es el personaje de Nick Nolte el que se aferra al de la propia Streisand como una valiosa tabla de salvación. La relación entre ambos amantes es emotiva y sincera, y la directora hace un trabajo excelente dirigiendo a los actores, cuidando los diálogos y apostando sin pudor por la fórmula más clásica del drama romántico. Cortesía, además, de la novela en que se inspira, el final sin duda no es lo que el espectador pudiera esperar, y aporta un toque de esperanza y de madurez de los personajes que se agradece mucho.
Bonita, sincera y notable.

Lo mejor: Nick Nolte, excelente, el trabajo como directora de Barbra Streisand y su apuesta sin ambages por el drama romántico puro y duro.
Lo peor: Es algo larga, y sin duda un poco ñoña.