Asesinato en el acuario (1932)

Con un inesperado toque de humor que termina convirtiéndose en protagonista, la macabra historia escrita por S. Palmer ofrece una interesante trama que permite a G. Archainbaud demostrar sus cualidades en el uso de la cámara para presentar siempre el ángulo adecuado y la perspectiva idónea.
Pero, sobre todo, le da la oportunidad de revelarse como un vigoroso narrador, sutil, ingenioso y atento a la precisión minuciosa en los detalles.
Hay que destacar que la sabia utilización, sobria pero eficaz, de la fotografía en blanco y negro es capaz de descubrir en todo momento la belleza de los distintos matices del gris.
Excelente interpretación de E.M.Oliver y de J. Gleason.

Gerald Parker (Guy Usher) es un desagradable y poco escrupuloso corredor de bolsa que ha provocado una fuerte pérdida al director del Acuario, Bertrand Hemingway (Clarence H. Wilson). Éste es informado anónimamente que su esposa, Gwenn Parker (Mae Clarke), se ha reunido en el acuario con su antiguo novio Philip Seymour (Donald Cook). Cuando Parker les localiza se produce una reyerta en la que Seymour da un puñetazo a Parker y le traslada, inconsciente, hasta un lugar escondido y elevado. Más tarde Parker cae muerto desde allí al estanque de los pingüinos. Hecho que presencia Miss Hildegard Withers (Edna May Oliver) una profesora solterona que visita el museo acompañando a unos niños. A partir de ahí se iniciará una investigación que dirige el Inspector Oscar Piper (James Gleason) y en la que participa tanto Miss Withers como el abogado de Geween Parker, Barry Costello (Robert Armstrong).

La escasísima calidad de la película no se justifica por ser de las primeras realizadas por George Archainbaud, un director de larga carrera sin éxitos brillantes. Ni tampoco por estar realizada en un lejano año 1932, porque ya entonces el cine había alcanzado niveles notables de calidad. El argumento no puede ser más endeble, cercano a lo ridículo. A lo policíaco se pretende superponer, en pretendida clave de humor, una figura patética como es la de una profesora que mete las narices en la investigación de una forma atrabiliaria superponiendo su actuación a la de un inspector no menos deplorable.

No parece haber forma de mencionar algún aspecto destacable de la película. Incluso la música de Max Steiner se pierde en la mediocridad general.