Fuego (2022)

Claire Denis lleva generando pasiones y odios desde prácticamente sus inicios a finales de los años 80, gente que adora su estilo y gente que no lo soporta. Yo, tengo que reconocer, hasta ahora me he mantenido bastante templado hacia su filmografía. Sus películas me suelen gustar, pero no enamorar, siendo la musculosa y escultórica Beau travail, en mi opinión, su mejor trabajo con diferencia y en el que mejor cristaliza su visión autoral. Pues bueno, ha llegado Fuego y con ella ya tenemos la que, para mí, es la primera patinada importante de Claire Denis.

Fuego nos cuenta cómo se desenvuelve el triángulo amoroso entre Sara, Jean (su marido) y François (ex novio de Sara y antiguo amigo de François). La película nos hace aterrizar, desde la primera escena, en un montaje de Sara y Jean compartiendo un baño en la playa y besándose y acariciándose apasionadamente. Bueno, "apasionadamente". Porque mi principal problema con Fuego es que no me creo nada de lo que sucede en pantalla. Todo me parece artificial. El amor sublimado, Sara en el ascensor agarrándose el pecho con enorme teatralidad mientras suspira "FRANÇOIS", lo que se dicen los unos a los otros, lo que se dice Sara a sí misma ante el espejo, los gritos, las discusiones, las muecas... No me creo nada. Y como no me creo nada, nada me conmueve y nada me interesa.

Hay ciertas subtramas y decisiones narrativas que tampoco creo que jueguen a favor de la historia. El no conocer la historia de amor previa entre Sara y François más allá de lo que nos cuentan un par de líneas de diálogo me impide conectar con ellos y con lo que siente Sara hacia él. Toda la subtrama de Jean y su hijo, monólogo sobre lo importante que son los estudios incluido, no aporta nada a la trama principal y no se siente integrado. Es como si de vez en cuando cogiéramos el coche y nos fuéramos a una película distinta, y lo único que se consigue es alargar y diluir una propuesta que tal vez con quince o veinte minutitos menos habría sido más fácil de tragar. Por último, el hecho de que Sara sea una protagonista insoportable tampoco ayuda. Que mirad que a mí me encantan los personajes imperfectos y grises, pero es que a esta mujer no hay quién la aguante, y sus problemas de intensita privilegiada me importan entre cero y una mierda, si os digo la verdad.

Visualmente, tampoco es una película que me convenza demasiado. Es bastante consistente con el estilo de Denis, que nunca es que me haya vuelto loco, pero al menos en otros trabajos había cierto vigor en sus imágenes, una sensación de plasticidad en su forma de enmarcar y moldear a sus actores. Aquí, Denis está tan obcecada en recurrir a los primerísimos primeros planos que sus posibilidades expresivas se reducen bastante, y si a eso le sumas lo estridentes que son sus personajes, pues ya apaga y vámonos. Nada es bonito. Y ojo, que la fealdad puede ser una decisión estética perfectamente válida, pero aquí la conclusión que saco vuelve a ser la misma: que falta honestidad y sobra afectación.

En resumen, no puedo decir que haya disfrutado de Fuego. Ni de sus imágenes, ni de su historia, ni de sus personajes. Los actores hacen lo que pueden y están, a menudo, por encima del material con el que trabajan (aunque a mi amada Juliette Binoche le he visto mil actuaciones mejores, tiene huevos que en San Sebastián hayan decidido homenajear a una de las mejores actrices del mundo con uno de sus peores trabajos), pero no son suficiente para levantar un producto tan excesivamente amanerado y estridente como este. Strike uno, Denis.

Calificación: Mala/Insuficiente

En su demoledora disección del “El viejo y el mar”, de Hemingway, el legendario crítico Dwigth McDonald le acusa de editorializar emociones. “Soy un hombre extraño” le dice el viejo al niño. Y MacDonald le azota con esta frase: “¡No lo digas, viejo, demuéstralo!”.

Ese es quizá el principal valor de “Fuego”, de Claire Denis. No nos explica, no nos “editorializa” lo que les ocurre a sus personajes: se limita a mostrar con toda crudeza y detalle el comportamiento de una mujer poseída por el deseo, atormentada por los sentimientos contradictorios que eso le provoca, confusa, doliente, y que proyecta su dolor interno en su pareja, a la que como a nosotros, le cuesta entender lo que está pasando.

Claire Denis nos convierte en voyeurs del drama de una mujer desgarrada entre el deseo carnal por François, que le devora las entrañas, y su lado racional, me atrevo a decir que incluso su amor, pues creo que Sara sigue queriendo a Jean. Normal que cause confusión en nosotros pues la misma esencia de “Fuego” consiste en mostrar descarnadamente y sin filtros ni explicaciones los efectos que su conflicto interior producen en Sara. Como dice el título original, “Avec amour et acharnement”, “Con amor e implacabilidad”. Por cierto, otra ocasión perdida para los distribuidores en español de no continuar con su inveterada costumbre de ser patéticamente creativos y j**** el título que le pone el autor…

Ademas de mostrárnoslos cuando están juntos, “Fuego” acompaña a los protagonistas, Sara y Jean, en escenas de su vida cotidiana, en el trabajo o en la compra, y esa vertiente hiperrealista de “Fuego” entronca con el voyeurismo de Warhol en “Blue Movie” e incluso con secuencias de “Blow Up”. No que pretenda comparar a Denis con Warhol o Antonioni pero hay una conexión en el lenguaje, en la forma de mostrar la realidad con una perspectiva propia, que es una de las esencias del cine como arte.

Recuerdo pocas escenas tan realistas de un conflicto de pareja como algunas de las discusiones entre el personaje de Sara y el de Jean: esas argumentaciones sin sentido, ese desvío del tema en el que caemos inconscientemente cuando no queremos discutir un tema incómodo (“No me has mirado en toda la noche” - “¿Es que tengo que mirarte toda la noche? ¿Desde cuando es obligatorio mirarse?”)

“Fuego” no es una obra maestra, tiene debilidades, quizá la más evidente un ritmo no del todo mantenido a lo largo del transcurso de la película (ya sabemos que es lenta, y tiene que ser así, pero hay muchas formas de manejar esa lentitud), y algunas divagaciones innecesarias en la historia del hijo de Jean.

Qué decir de las interpretaciones: Juliette Binoche está magistral, excelsa: soporta los primerísimos planos transmitiéndonos con una fuerza espectacular su conflicto interno, tanto su rostro como su lenguaje corporal aportan al personaje todo lo que la directora buscaba, y más aún.

Vincent Lindon borda su personaje, un ex jugador de Rugby que lo ha perdido casi todo y que conserva un coche que no puede mantener, tiene un hijo al que no sabe cuidar, y vive con una mujer a la que ama apasionadamente y a la que ve escapársele entre los dedos.

A Grégoire Colin le toca el personaje en mi opinión menos conseguido, François, al que apenas dibuja Denis Claire. En François no hay conflicto, tiene claro lo que quiere y pide a Sara explícitamente que deje a Jean. Quizá lo más forzado del argumento son sus intentos de manipulación y su visita final a Jean para convencerle de que Sara le está siendo infiel.

Una película francesa hasta la médula, difícil, intensa, que nos fuerza a ser espectadores, queramos o no, de los destructores efectos del deseo sexual incontrolado, y a la que me resulta fácil perdonar sus defectos. Un merecido 8.

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