Cerrado por asesinato (1961)

A veces queremos desprestigiar una obra por la época en la que se realizó, como si tuviera algo que ver que un profesional del cine en el ejercicio de su trabajo, sin más, tuviera culpa del estamento dictatorial que regía. Por desgracia, es muy común sobre todo en dinosaurios casposos de escasa inteligencia condenar un trabajo por ello sin que, como es en este caso, el tema aluda o glorifique las situaciones políticas del momento. Porque Cerrado por asesinato es de ayer como podía ser de hoy y nada más. Es como si por ver una obra de Vsevolod Pudovkin, que nadie ha visto, pero a lo que voy, si alguien la viera, la condenara sin más por estar realizada en la época dictatorial de Stalin, el genocida de polacos y de su sufrido pueblo. A lo mejor el Pudovkin ese era también buena persona y lo único que quería era hacer cine.

No obstante, Cerrado por asesinato siendo un film distraído y sin más pretensiones, incluye mensajes dirigidos a la sociedad del momento, mensajes que no sólo se daban aquí, sino que existían en todos los rincones del orbe y en algunos con mayor insistencia y vigilancia. Un matrimonio de clase media colocado en la escarpada Albarracín nos habla del desarrollo turístico de aquellos años y del objetivo por entonces de fomentarlo. La clara intención de abrir fronteras y mercados se refleja en la inclusión de personajes extranjeros tratados de la misma manera que al resto de personajes dentro del ambiente propicio.

La afición a las novelas policíacas de entonces es un detalle que se adjudica en este caso a la guapa mujer del funcionario, el personaje de más valor, que como mujer soñadora intenta ver aventuras y misterios en todas partes. Siendo también la mujer la que actúe como juez intransigente si hay que defender la honradez y la verdad.

Y la verdad es que la película es una sencilla obra en la que brilla con luz propia Rafael Alonso, actor hoy día aún para descubrir (nunca olvido su papel en El grano de mostaza del siguiente año). Obra distraída en valor suficiente, que como las del género, nos habla de la conciencia. Mejor dicho, que con la conciencia tranquila se vive mejor. Sí, algo así que suena a sermón pero que ahí está y no se puede quitar y ni falta que hace porque es una película sin más y muy válida.

Manuel Menéndez (Rafael Alonso), y su mujer Elena (Mara Cruz) son un matrimonio que están pasando las vacaciones en un pueblo de la provincia de Teruel (Albarracín y su sierra), el, un gris y sobrio funcionario, y ella, una ávida lectora de novelas policíacas con una fértil imaginación que la hace conjeturar en plan detective aficionado con lugares y personajes con los que se van encontrando; enamorados, y el apesadumbrado por no poder comprar con su sueldo esa casa que a su mujer la hace soñar en tan idílico paraje.

La muerte de la madura inglesa que se aloja en la habitación de al lado, un puñado de fajos de billetes que esta escondía, y Manuel y Elena en medio de todo ello, el uno presa de ambiciones, remordimientos y miedos por la culpabilidad que pudo tener en esa muerte, y el hecho de que si no fuera por las ansias detectivescas de la parienta, quizá el caso quedara cerrado como accidente, y la otra consiguiendo con sus teorías interesar a un apuesto escritor (Alfredo Mayo), y al inspector de policía (Félix Dafauce) amigo de este.

Sigue en spoiler por falta de espacio: