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El milagro de Morgan Creek (1944)

El milagro de Morgan Creek
98 min.
7,1
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
La tranquilidad de un pequeño pueblo de Estados Unidos se ve alterada después de un baile al que asistieron algunos soldados. Trudy Kockenlocker (Betty Hutton), una hermosa chica, aparece al día siguiente borracha, con un anillo de casada en el dedo y embarazada de un hombre del que sólo conoce el apellido. Había seis soldados, pero no recuerda quién es el padre. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Romance Comedia romántica Comedia screwball
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Miracle of Morgan's Creek
Duración
98 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1944: Nominada al Oscar: Mejor guión original
1944: Asociación de Críticos Norteamericanos (NBR): Nominada a Mejores películas del año (por orden alfabético).
8
¡Chiribitas! ¡Chiribitas!
Veamos: la casquivana y alocada hija del poli local de una ciudad del Medio Oeste, un tipo viudo y más bien irascible y autoritario, acude, sin el permiso de su padre y gracias a la ayuda de un atolondrado amigo, enamorado de ella desde la infancia (algo así como Milhouse Van Houten), a una fiesta en honor a los soldados que parten hacia la guerra. Tras una noche desenfrenada, regresa a su casa como una cuba y casada con un soldado cuyo nombre no recuerda. Para colmo, unos días después descubre que está embarazada. A la búsqueda infructuosa del soldado le sigue la imposibilidad de romper el matrimonio y la necesidad de encontrar un padre para la criatura.
No es extraño, cuando se para uno a pensar en el argumento de esta película, escrita y dirigida, no lo olvidemos, en una época de profunda estrechez ideológica y mientras se libraba la guerra más devastadora que recuerda el mundo, que el gran novelista, guionista y crítico de cine James Agee dijera tras verla que daba la impresión de que Preston Sturges hubiera violado al código Hays mientras este dormía. Y no una, sino varias veces, añadiría uno humildemente. No parece, desde luego, muy sensato que nadie pudiera en aquella época atreverse a tratar tan a la ligera temas como los que aborda esta película y salir de ello indemne. Y sin embargo, Sturges lo logra. Su secreto parece radicar en la presencia de dos discursos paralelos, uno devastadoramente cómico y enloquecido, que pisotea las convenciones sociales y cinematográficas de la época como un elefante a la carrera, y otro que se detiene y se remansa en los sentimientos de unos personajes que si bien en el carril cómico de la vía están dibujados más como caricaturas que como seres humanos, se matizan y perfilan en estos momentos de sosiego y adquieren, en consecuencia, mayor hondura emocional.
Tras un arranque demoledor, la película avanza, de este modo, combinando y dosificando con gran habilidad ambos discursos, de modo que la mezcla de situaciones hilarantes, sostenidas tanto sobre el ingenio verbal como en recursos más propios del “slapstick” (caídas, tropezones, gritos y golpes: hay, en mi opinión, un exceso, como si Sturges quisiera asegurarse de hacer reír a la gente recurriendo a valores supuestamente seguros del humor), y situaciones más tiernas y sentimentales, logra que el ritmo apenas decaiga a lo largo de todo el metraje, hasta el brutal acelerón final, en que la acción enloquece como en los primeros minutos y alcanza su cénit en un caótico paritorio de hospital, donde tiene lugar el “milagro” del título, que, por supuesto, no vamos a desvelar. Baste decir, para que lo sepan quienes no han visto todavía esta peli, que el susodicho milagrito provoca la ira de Hitler y la dimisión del mismísimo Mussolini. ¡Chiribitas! ¡Chiribitas!
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19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
En una noche loca
Sin ser la mejor película de Preston Sturges, pues a veces resulta algo irregular, creo que en esta ocasión cae en la tentación de la caricatura grotesca, descuidando una cierta entidad en sus protagonistas, pero como siempre, construye ingeniosas situaciones jocosas apoyado en unos personajes disparatados en una perfecta simbiosis, poco que envidiar de los aclamados Lubitsch, Wilder o Hawks, manteniendo escenas de alta comedia. Sturges construye su película en función, de las elipsis que a la manera de un puzzle, van recomponiendo el enigma de una agitada noche festiva. Efectivamente, una velada de desenfreno es el detonante de esta divertida y delirante “screwball comedy” (comedia loca) que es cómo se denominaba este tipo de historias, narradas con un ritmo frenético y desternillante, plagada de diálogos mordaces y malévolos contra todas las instituciones sociales.

Pese a resultar creíbles, con otros actores de comedia más acertados, el film hubiera alcanzado mayores cuotas de efecto cómico, porque hay que reconocer que Eddie Bracken y Betty Hutton, no eran lo mejor de la “huerta”. Por otra parte, Sturges no se olvida de lanzar envenenados dardos contra aquella sociedad, tan feroces aquí (los hay contra los políticos, el ejercito, la burguesía provinciana, los banqueros, las fuerzas del orden y hasta con el matrimonio), como en sus mejores films (Los viajes de Sullivan, Las 3 noches de Eva, Un marido rico). Se trata de una comedia que explicita los prejuicios sociales que lleva dentro el ser humano, el comportamiento de unos personajes lastrados por los tabúes tratados de forma amable y divertida. De las consecuencias perversas que acarrea la libertad individual. Así, el padre cascarrabias, el novio cándido, la novia casquivana, la pragmática hermana procaz y los militares simpáticos, forman un variopinto y armónico paisaje donde apreciamos sus vergüenzas.

El arranque del film es lo más brillante, en mi opinión, presentando al poder político como una organización de facinerosos, con una puesta en escena en la que los apreciamos como en una tarima, más altos que los demás e intentando sacar tajada política del sensacional acontecimiento que les comunican desde un modesto diario local que luego averiguaremos. No faltan escenas y elementos del típico “Slapstick” que critican la incongruencia de los hábitos sociales. Mención especial merece ese novio atolondrado, al que todos denominamos, “El tonto del pueblo”, generalmente suele ser el más ingenuo o noble, no siempre bien entendido por los estúpidos y altaneros paisanos que nos creemos superiores en inteligencia, cuando quizás somos nosotros los tontos por despreciar los sentimientos limpios de cualquier bajeza moral. Ya lo decía el inefable Forrest Gump: ”Tontos son los que dicen tonterías...”.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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