Amor en venta (1931)

Melodrama de contenido social que cuenta la historia de la ambiciosa Marian, trabajadora en una fábrica, que huye del ambiente chato y sin expectativas de su pueblo a Nueva York donde entablará relación con un importante abogado, Mark Whitney, reacio a casarse por lo que, tras unos años de convivencia, su posición se hace cada vez más difícil en especial cuando él quiere emprender la carrera de gobernador. Melodrama “precode” un poco anticuado -pese a que las relaciones prematrimoniales se muestran sin moralinas- que permite a su director Clarence Brown narrar con gran naturalidad y madurez esta historia de ambición, amor, honor y sacrificio –siempre femenino- que cuenta con alguna que otra escena donde demuestra una gran habilidad expresiva, como el momento en el que ella es testigo de la reunión desde la terraza acristalada en que tratan de convencer a Gable para ser gobernador. Clark Gable y Joan Crawford protagonizan este melodrama de muchacha enérgica, una de las grandes especialidades de la Crawford, que será dirigida en seis ocasiones por Brown con papeles semejantes. Igual número de veces trabajo Gable para Brown y ambos actores coincidirían en otra película de Brown “Chained” (“Encadenada”,1934). Setenta y ocho minutos de buen cine clásico algo ajado por el tiempo pero más que digno para su revisión.

Excelente historia debida a la pluma del prolífico E. Selwyn que denota ingenio y facilidad para la descripción psicológica de los personajes. Pero lo que realmente llama la atención es ese soberbio guión -L.J. Coffee- capaz de trasformar el argumento en una película poderosa y vitalista que C. Brown sabe dirigir con extraordinaria sutileza.
La historia cobra visos de realidad y la excelente interpretación a cargo de C. Gable y de J. Crawford siembra en la pantalla una magia etérea, pero tangible, que convierte al espectador en partícipe de lo que se presenta ante sus ojos.
La película se estrenó en 1931 pero su madurez cinematográfica, su factura técnica, su dominio de los tiempos y de la intensidad narrativa demuestran una evidente anticipación a su época.
Sólo el desenlace, que parece forzado y filmado con cierta premura, resta a la película el punto de la excelencia.