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El inútil (1960)

El inútil
88 min.
6,8
105
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Sinopsis
La primera película de Yoshida trata de la vida de unos jóvenes estudiantes en un contexto de jazz, vacío espiritual y aburrimiento. La trama es sencilla: un inútil (good-for-nothing) de un barrio pobre se enamora de la joven secretaria del padre de un rico amigo suyo. La mujer siente simpatía por él y trata de llevarlo por el buen camino. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Adolescencia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Rokudenashi
Duración
88 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
6
Reinterpretar
Son cinco los años que han pasado desde que vi por primera vez «À bout de souffle» de Jean-Luc Godard. Aquella película rupturista que sigue dividiendo de forma injusta a los espectadores se trata de una obra importante por multitud de razones. Al igual que otros trabajos de su director, la cinta protagonizada por Jean-Paul Belmondo es considerada una reinvención –o más bien una reinterpretación– del cine negro en la que, de una forma parecida a lo que haría Jim Jarmusch en «Los límites del control», el autor construye una película tomando una serie de elementos asociados comúnmente al género al tiempo que elimina por completo otros de la ecuación.

Lejos, muy lejos, ese mismo año, Yoshishige Yoshida hace su debut como director con un drama de tintes románticos que, curiosamente, guarda algunas semejanzas llamativas con el trabajo del galo. Ignorando la existencia de una escena final de un parecido sorprendente, es inevitable reparar en el hecho de que ambas películas, en esencia –y entre otras muchas cosas–, buscan llevar a cabo una revisión de las historias «negras» en la clave dramática y estilística que les interesa. Sin embargo, aquello que las une es lo mismo que las separa, pues Godard, cineasta eminentemente intelectual, escoge un camino opuesto al de Yoshida, mucho más centrado en la química de las sensaciones.

Así, al tiempo que el francés selecciona, introduce o ridiculiza elementos del cine negro, el japonés recoge el sentir del género y lo incorpora de forma subliminal en la obra. El inteligente movimiento de Godard llama la atención porque juega de manera evidente con la semántica –en otros momentos con la sintaxis– del lenguaje cinematográfico. Sin embargo, el discreto acercamiento de Yoshida pasa desapercibido porque el cambio se produce en esencia, no en la superficie.

Este enfoque, en mi opinión mucho más interesante, suma junto a la frescura y modernidad de la obra y la elegancia de su dirección razones de sobra para reivindicar, ya desde un inicio, a su olvidado autor.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
"Pronto acabará el verano...y así nuestra triste juventud"
Como sucede muchas veces, una sola frase puede resumir la esencia y el espíritu de una historia.
El hastío, la melancolía, el anhelo angustiante de mimetizarse con la nada más absoluta, es lo que cada una de esas palabras pronunciadas alberga...

Revolución, rebeldía, rupturismo, que se viene intuyendo desde mediados de la década anterior; el continente europeo es la cuna de esta "nueva ola". Godard nos regala "Al Final de la Escapada", Reisz "Sábado Noche, Domingo Mañana" y Fellini "La Dolce Vita", obras que influenciarán, cada una a su estilo, a las nuevas generaciones. En Japón se imita este fenómeno, y los jóvenes directores empiezan a hacerse notar, incluso en Shochiku, donde dan sus primeros pasos algunos de los más importantes nombres del movimiento en suelo nipón.
Oshima (que empezó un año antes), Shinoda y Yoshishige Yoshida, una trinidad de la revolución, a su particular modo. Éste último nació y cursó estudios en Fukui hasta que él y su familia se convierten en víctimas del conocido bombardeo sobre la ciudad durante la 2.ª Guerra Mundial; sin hogar se mudan a Tokyo, donde el chico prosigue sus estudios, y en esos años escolares, como muchos de su edad, descubre el cine europeo, en especial el francés. A él, que ha entrado en la Facultad de Tokyo y muestra interés en filosofía, se opone al deseo de su padre de convertirse en diplomático; en su lugar sigue su pasión.

Así entrará en Shochiku, la más tradicional de las productoras y entonces muy perjudicada por el éxito de la televisión y el rechazo del público a sus ideas tan tradicionales (no olvidemos que su figura estrella era Ozu). Kinoshita le instruye y en pocos años es alentado a probar como director; en 1.960 (como Shinoda) y con un guión de su puño y letra comienza su carrera, sin tener idea de lo convulsa que será. A partir de una apertura incómoda y desagradable (el hijo del jefe de una gran empresa, un bala perdida, engaña y asusta, junto con sus tres homólogos amigos, a la secretaria de éste), el joven Yoshida establece el tono de su debut.
Principalmente, y al igual que Oshima, Kurahara, Nakahira, Suzuki y otros compatriotas, exalta no sólo la rebeldía juvenil, sino el sinsentido que es enfrentarse con esa edad a una sociedad como el Tokyo de la recuperación, cuya idea básica para vivir es amoldarse al capitalismo y el consumismo; y contra esta depredación, la depravación y la diversión. El relato de "Rokudenashi" nace de las vicisitudes del cuarteto protagonista y se construye a dos niveles: el de los ricos (Toshio y Fujieda) y el de los pobres (Morishita y Jun); la secretaria (Ikuko) es la instigadora del conflicto.

Podría ser esta una versión más sombría de "Historias Crueles de Juventud" con la mirada puesta en la modernidad europea, pero Yoshida demuestra madurez (sobre todo a nivel técnico) y prefigura lo que será su estilo unos años después. Ya empieza a colmarlo absolutamente todo de una sensación asfixiante de amargura, y sus personajes están tocados por la apatía, terca y detestable, y la distancia emocional. La fría y flemática Ikuko es un ejemplo temprano del modelo femenino que ocupará su cine a partir de "Una Historia escrita con Agua"; también hay una negrura que invade el espacio (provista por la excelente fotografía de Toichiro Narushima) y que subyace a los propios sentimientos de los protagonistas.
Así que la rebeldía de Yoshida es más críptica y simbólica que violenta y radical. No obstante aún debe pulir sus habilidades de narrador, pues esa obstinada apatía y frialdad ahoga la trama y la priva de una verdadera pasión, además de hacer que los personajes conduzcan sus actos en base a razonamientos incomprensibles, alimentados por su tremenda idiotez (desde luego las decisiones de Ikuko carecen de lógica alguna). Es increíble que por culpa de esta atmósfera tan deprimente el "episodio" de la escapada a la playa resulte tan poco satisfactorio.

Al otro lado está el entorno urbano, cuyas normas, pautas e instituciones se observan con pesar y desprecio; el padre de Jun (símbolo del cinismo y la cobardía nacidos de la avidez capitalista) y Shinichi y Hisako (símbolo del hastío y la insatisfacción nacidos de la tradicional unión del matrimonio) como perfectos ejemplos...y aun así logran ser más interesantes que cualquiera de los protagonistas, incluida esa Ikuko encaminada a un romance del cual se sabe que es la crónica de una muerte anunciada. Melodrama y crítica social se dan de la mano con algún que otro toque propio del "noir" moderno, pero a través de los peculiares gustos del nativo de Fukui.
Pareciera que éste, encarnado en el violento Morishita, se revelase contra su propio discurso y estilo regalándonos un tramo final realmente intenso donde mejor consigue dejar su impronta, su nervio tras la cámara, y donde mejor cristalizan las influencias de la "nouvelle vague" (con la mirada puesta por entero en "Al Final de la Escapada"). En cuanto a su plantel, sólo captan verdadero interés (al menos en opinion de un servidor) Shoji Yasui y Kakuko Chino y un fantástico Masao Mishima. Ni Masahiko Tsugawa ni Hizuru Takachiho, ambos irritantes, desesperantes, lo consiguen, sólo pudiendo aspirar a llevarse el repudio y el rechazo total del espectador.

La Ikuko de ésta última, tan gélida, misántropa y segura de sí misma, evolucionará y encontrará más adelante el bello rostro de Mariko Okada, dando vida de mejor manera a este personaje femenino tan típicamente "yoshidiano". Sí es digno de elogio el trabajo de fotografía, la dirección artística y la estimulante música, toda "jazzística" de Chuji Kinoshita.
Así, con una postura triste y lúgubre con respecto a la sociedad y las interacciones entre sus individuos, inicia su camino el director de 27 años, donde todo será trágicamente cínico, glacialmente masoquista, tétricamente sórdido, pero más pulido y elaborado. Empezará a dejar patente su maestría a raíz de su segundo largometraje: "La Sangre Seca".
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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