Enemigos íntimos (2015)

Maravilloso. Contrapone las figuras rivales de Buckley y Vidal y, a pesar de las apariencias, se centra en las similitudes, más que en las diferencias, para lograr esbozar un concepto: el del debate político e ideológico moderno.
Nótese que este no es un documental acerca de la dimensión ideológica de los protagonistas ni de lo dicho por ellos durante los debates, sino de lo "no dicho" durante los mismos; un estudio sobre la dimensión pública de dos intelectuales que no son el "qué" sino el "cómo", un caleidoscopio a través del cual observamos la complejidad ética y política del debate de las ideas.
Sino fíjense: hacia el final del documental Gordon y Neville nos lanzan un silencio; silencio que nos pregunta "¿No es esto lo que queríais?", silencio que juzga a Buckley, pero también a Vidal, a las "networks" americanas y a nosotros, la audiencia. Ninguno de los implicados nos sentimos cómodos con la realidad que entre todos hemos creado.
Al fin y al cabo, "Best of enemies" es un ahondamiento en la genealogía de un fenómeno que inunda todas las televisiones, públicas o privadas, de EE.UU. y de todos los países del mundo. Ahondamiento que desemboca en las figuras fundacionales que, en la opinión de los autores, dieron el pistoletazo de salida a la tendencia vigente. La visión no está despolitizada, ni desideologizada, por supuesto; pero el análisis es riguroso, compasivo e impasible en sus dosis adecuadas, y nos permite dar un repaso a la zona gris y nebulosa que nos une y nos separa; ideológica y éticamente hablando.

Muy recomendable.

En 1968 la cadena ABC, ansiosa por subir las audiencias, programa una serie de debates entre dos intelectuales que representan ideologías contrarias: Gore Vidal y William F. Buckley Jr.

Los contendientes son cultos, se manejan bien ante las cámaras, se muestran rápidos de reflejos, hábiles para tejer argumentos y desmontar los del adversario, expresan modélicamente sus convicciones, lanzan dardos envenados y encajan sin inmutarse los golpes. Por encima de todo, se odian.

Ambos protagonizan una serie de enfrentamientos encarnizados, un espectáculo diferente que atrapa a la población. Más allá de la afinidad que uno sienta por las ideas de cada cual, ninguno de ellos despierta excesivas simpatías, precisamente por ese odio latente que circula en el aire y que acaba por explotar en unos segundos de ira desatada, de emoción desnuda, emitidos en directo.

Son esos instantes que marcan la vida de los enemigos, magníficos oradores, quienes, incapaces de olvidar, regresan a su duelo una y otra vez. Y son esos instantes los que marcan el futuro de la televisión, que ha vislumbrado oro puro y repetirá incansablemente la fórmula, sólo que con participantes de menos nivel, ya con todos los ingredientes de una farsa.

Estados Unidos ardía, las protestas inundaban las calles. En medio de esa atmósfera, dos ilustres personajes, caballeros de altos ideales, de elevados valores, se enzarzaron en una agria discusión que casi acaba a puñetazos. Hicieron historia.