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Críticas ordenadas por:
Los abrazos rotos
Los abrazos rotos (2009)
  • 6,3
    26.333
  • España Pedro Almodóvar
  • Penélope Cruz, Lluís Homar, Blanca Portillo ...
4
Aburrida hasta para 'El País'
Hagan paso, que el salvador de la cinematografía española hace su entrada, por si no se habían dado cuenta. Qué mal le debe haber sentado a nuestro Pedro despertar el 18 de marzo, el día del gran estreno, con la lectura de El País, el periódico al que tanto homenajea en su última película y que tantos masajes le ha practicado a lo largo de su carrera. Una relación que permanecía idílica hasta que un buen día los mandamases de Prisa decidieron contratar a ese inconformista llamado Carlos Boyero y lo convirtieron en su crítico de cabecera. No contaron con que un día al señor le tocaría comentar al intocable y ha pasado lo que tenía que pasar. La sangre de Almodóvar habrá entrado en ebullición en cuanto haya leído en su amado diario un doloroso titular para su nuevo filme: “La única sensación que permanece de principio a fin es la del tedio”.

Suelo rendirme ante Almodóvar con la misma intensidad con la que tiendo a aborrecer la forzada rebeldía de Boyero, pero en esta ocasión no tengo más remedio que ponerme del lado del polémico crítico. Los abrazos rotos es un soberano aburrimiento. En el momento en que Almodóvar decide prescindir de los personajes pintorescos y de sus toques de humor surrealista, automáticamente convierte sus filmes en agotadores y pretenciosos metrajes.

Todo el reparto, incluida Pe, resulta afectado por un guión en busca de la profundidad pero sin lugar para el tratamiento de los personajes. El talento de Lluís Homar, de Blanca Portillo y de tantos otros queda deslucido por una historia encantada de conocerse a sí misma pero absolutamente lineal, interesante en su planteamiento pero bastante simple y previsible en su desarrollo. Los actores se convierten así en meras comparsas de un proyecto presuntuoso y con poca alma.

En contados momentos aparecen los toques genuinamente almodovarianos que tan buen resultado dan a sus obras. Ni siquiera en esta ocasión la banda sonora adquiere el protagonismo de antaño. Pero en cuanto aparecen esos tópicos del manchego que algunos tanto detestan es precisamente cuando la película suma sus puntos. El plano en que las manos del ciego acarician la pantalla es de una gran belleza pero resultaría más eficaz encajado en una historia donde los sentimientos florecieran.

Cuando el drama y la sensibilidad fracasan, el humor se convierte por tanto en la única salvación del filme. Consciente de ello, Almodóvar reserva sus minutos finales para un homenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios en el que Carmen Machi se convierte en la más sobresaliente del reparto. Dos minutos tronchantes que para algunos serán suficientes, pero que no compensan un filme en el que termina echándose de menos la aparición estelar de un travesti con la boca muy suelta o de una maruja con los nervios a flor de piel. Almodóvar pierde de nuevo frescura cuando se acerca a la grandilocuencia visual y se olvida del costumbrismo surrealista que tan buenos ratos nos ha hecho pasar.
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259 de 377 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ciegas
A ciegas (2008)
  • 6,3
    22.932
  • Brasil Fernando Meirelles
  • Julianne Moore, Mark Ruffalo, Danny Glover ...
8
Ensayo sobre la humanidad
La recreación de un mundo sumido en el caos tras caer todos sus habitantes en una inexplicable ceguera blanca es meritoriamente realista. De bien seguro que Saramago se quedó corto al suponer la degradación a la que puede sucumbir un ser humano en estado de emergencia, sin orden ni control. Aún así, el relato representa una visión muy pesimista, aunque seguramente real, sobre el género humano. Robos, saqueos, chantajes, violaciones, asesinatos. Todas las miserias que afloran en las situaciones límite quedan reflejadas en el filme y, aún así, pese a su extrema dureza, se quedan cortas en comparación con el libro.

Cuentan que a Saramago se le soltaron las lágrimas cuando visionó la película por primera vez. Y no es para menos. Pocas veces la adaptación de un best seller consigue una recreación tan fiel en su traslado a la pantalla. De principio a fin se mantienen las escenas que plantea la novela, con un principio de impacto y un desarrollo casi terrorífico. Es quizá en el desenlace donde el cariz reflexivo de la novela queda un poco más desdibujado, debido en parte a la escasez de una voz en off reveladora.

Algunos momentos que en la novela quedan minuciosamente descritos rozan el ridículo cuando se reducen a unos cuantos segundos de metraje, como por ejemplo la entrada en fila india de los ciegos al recinto en el que serán recluidos. De nuevo, la máxima de que una imagen vale más que mil palabras se incumple en aquellos casos en los que el poder de la letra escrita y de la imaginación pueden más que la explicitud.

Aunque A ciegas falle, como no podía ser de otra forma, a la hora de reflejar el trasfondo filosófico de la novela, su contenido no se aleja en ningún momento del espíritu de Ensayo sobre la ceguera. La descripción de una humanidad en plena decadencia no queda alterada en su traslado a la pantalla, gracias también a la aportación de una Julianne Moore apoteósica. La escena que protagoniza a la salida de un supermercado, aferrándose a sus bolsas repletas de comida frente a ciegos hambrientos, es la más evocadora del filme.

No sucede lo mismo con Gael García Bernal, con una interpretación de chiflado que es quizá la que más se aleja de su personaje de papel, algo que en cambio sí consigue el viejo que lo acompaña y que ya era ciego antes de la epidemia. Su maldad no conoce límites ni escrúpulos, convirtiéndose en el mejor exponente de una sociedad vacía de valores y con pensamiento único que un buen día pierde el control. Más que un ensayo sobre la ceguera, A ciegas constituye todo un estudio sobre la humanidad.
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Julia
Julia (2008)
  • 6,4
    1.135
  • Francia Érick Zonca
  • Tilda Swinton, Saul Rubinek, Aidan Gould ...
6
La mala vida
Tilda Swinton, además de ser la encargada de concederle a nuestra Pe el histórico Oscar a la mejor interpretación secundaria, es también una brillante actriz no reconocida del todo por el gran público. La gratificación le vino el año pasado de la mano del tío Oscar como compañera de reparto del mismísimo George Clooney en Michael Clayton, pero ni aún con esas ni encarnando a la amante rusa de Benjamin Button, sin duda la interpretación más destacable de la película, ha logrado esta mujer hacerse un hueco en el olimpo de las estrellas.

Puede que esta situación la beneficie, ya que la fama no siempre permite papeles tan arriesgados como el de Julia. Una mujer borracha, que se despierta cada mañana sin saber con qué tío se metió anoche en la cama y sin ninguna ambición más en la vida que un vaso de vodka con tónica no es precisamente el personaje que más guste a los fans de una estrella de Hollywood. En cambio, pocas actrices de las mediáticas serían capaces de proporcionar a Julia la verosimilitud y la entrega de esta pelirroja de armas tomar.

La escena inicial de la película promete un relato desgarrador sobre la degeneración humana, sobre el pozo sin fondo al que toda persona puede llegar. Julia se tambalea, cubata en mano, por la pista de baile. Con un vestidito de veinteañera, pasea su madurez de hombre a hombre, con la conciencia y la dignidad usurpadas por el alcohol. Cuando amanece y la resaca asoma, apenas recuerda a su acompañante, generalmente un apestoso personaje en busca de un polvo fácil. Es el momento más claro del día, cuando la realidad la golpea con toda su fuerza y la copa vuelve a ser la única válvula de escape posible.

La entrada de un niño en escena y de su secuestro cambian por completo el sentido de la trama y el objetivo del filme. Ya no estamos frente a una radiografía de la degradación humana sino ante el camino hacia la reparación. El chico parece el método revulsivo que Julia necesitaba, pero de nuevo el avance del metraje y, sobre todo sus minutos finales, modifican el rumbo de la película y la convierten precisamente en una película sin rumbo.

Del drama más costumbrista pasamos a la acción más delirante, y lo que parecía una road movie de manual termina dejando al espectador sin la justificación de sus dos horas y media de viaje. Tras concederle cada plano y cada minuto, Zonca se olvida por completo del personaje de Tilda Swinton en su final. Flaco favor para el que es el único estimulante de Julia. Su alargado y desigual metraje se convertiría en somnífero si no fuera por la sólida presencia de Swinton, capaz de mantener abiertos los párpados del personal. Si su interpretación en esta película, a pesar de ella, no es meritoria de premio, por encima de estilosas actrices de labios carnosos, que baje Oscar y lo vea.
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Slumdog Millionaire
Slumdog Millionaire (2008)
  • 7,7
    137.414
  • Reino Unido Danny Boyle, Loveleen Tandan
  • Dev Patel, Freida Pinto, Madhur Mittal ...
9
La fobia al cuento
Los cuentos son reiteradamente denostados por la crítica. Parece que el cine no pueda tener un lugar para las historias que desembocan de forma inevitable en un final feliz, como si el espectador no tuviera derecho a soñar o como si la vida equivaliera siempre a una cruda realidad. De ahí que Slumdog millionaire, por todos los inverosímiles sucesos que acontecen a su protagonista, sea introducida por la vía directa en ese saco de filmes tramposos al que tanto recurren los críticos más sesudos.

Es evidente que el filme manipula la realidad para adecuarla a un relato de sucesivas desgracias que culminan en un utópico desenlace. El espectador tiene bien claro que las preguntas de Quien quiere ser millonario coinciden con las vivencias del protagonista gracias a la pericia del guionista de Full monty, Simon Beaufoy, y que muchas de las situaciones son forzadas casualidades. Sin embargo, la mayoría parece acogerlas con gusto, sobre todo teniendo en cuenta que no será la primera ni la última película que esquiva por momentos la verosimilitud para ofrecer una visión más optimista de la vida.

Puede que el límite entre la bondad y la maldad sea muy forzado o que el destino de algunos personajes, como el de Latika, resulte demasiado previsible, pero la película no pierde en ningún momento el sentido del ritmo. La belleza formal de imágenes como la de la lavandería más grande del mundo junto al vertiginoso montaje conforman un filme ágil que no da pie al aburrimiento. Pero reducir Slumdog Millionaire a un mero producto de entretenimiento sería desafortunado. La película constituye un canto a la amistad y al amor pero también una crítica a las desigualdades sociales de la economía actual o a la hipocresía del turismo occidental.

Sobre la tortuosa historia de amor de Jamal y Latika y el porvenir del chico en el programa de televisión, desenlaces excesivamente forzados para algunos, sólo haría hincapié si resultaran lo más destacable de la película. El final feliz era sólo una alternativa, acertada para mi gusto, de una historia que prefiere la sonrisa al llanto, el cuento por encima de la tragedia, pero que en su planteamiento despierta sentidos y mantiene expectante. ¿Que Boyle usa trucos baratos para vender la cinta? Pues hagamos igual que con los magos: sentarnos, soñar y dejarnos llevar.
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Reader (El lector)
The Reader (El lector) (2008)
  • 7,2
    50.168
  • Estados Unidos Stephen Daldry
  • Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes ...
10
La joya más preciada de Stephen Daldry
Tan difícil como que se alineen los astros es que un director logre reunir todos los elementos necesarios para orquestar una obra maestra. Y más complicado todavía, por no decir inaudito, es que una misma persona repita la hazaña en tres ocasiones seguidas. Sus tres primeras ocasiones, nada más y nada menos. Stephen Daldry ha completado de nuevo un filme del que apenas puede destacarse nada porque todos y cada uno de los engranajes que lo conforman están perfectamente diseñados. Nada chirría y todo contribuye a engendrar la que ya es, de sus tres joyas, la más perfecta.

La base del filme ya es todo un acierto. Bernhard Schlink, abogado y casi desconocido escritor alemán, salió de su anonimato en 1995 gracias a una novela parcialmente autobiográfica en la que el nazismo se planteaba desde uno de los pocos prismas que sobre esta barbarie todavía quedaban por explorar. El libro situaba al lector en la tesitura de empatizar con la guardiana de un campo de concentración acusada de crímenes de guerra. La adaptación a la pantalla realizada por Hare no sólo no ha ignorado tan espinoso planteamiento sino que ha presentado el dilema de forma muy elegante e inteligente.

Los que opinen que 'El lector' tiene un posicionamiento claro a favor del nazismo han obviado deliberadamente los pasajes que hacen de este filme una obra seria, madura y, sobre todo, respetuosa. Sorprendente es que no se muestren imágenes del campo de concentración en pleno apogeo ni que se recurra al flashback para recalcar los horripilantes hechos de los que la protagonista formó parte. Sorprendente y de agradecer, porque por primera vez el holocausto judío en el cine se trata más con la cabeza que con el corazón.

Donde los astros sí parecen haber jugado de forma determinante es en la elección final de la actriz que ha dado vida a Hanna Schmitz. Si no hubiera sido por un inesperado contratiempo, Nicole Kidman y sus toxinas botulínicas encabezarían el cartel de la película. Decisión que hubiera resultado contraproducente para un papel ávido de matices. Sólo Winslet, con su innata naturalidad para interpretar, podría impregnar al personaje de las miradas y de los gestos que requiere para conmover al espectador.

La relación de Hanna Schmitz y el jovencísimo Michael Berg que ocupa la primera parte del filme se trata con tan absoluta delicadeza y naturalidad que apenas puede despertar rechazo en la platea más reaccionaria. Ni siquiera los desnudos integrales, de tan bellos, pueden herir sensibilidad alguna. En todo caso, si por algo se caracteriza esta exquisita obra es por hacer florecer los sentimientos del espectador. Una obra que remueve por dentro y que nos planta justo delante del perdón, eso que a los humanos tanto nos cuesta reconocer. Por ‘El lector’, y toda su excelencia de principio a fin, y por sus dos joyas anteriores, Stephen Daldry se sitúa de forma directa en lo más alto del podio de mis directores favoritos.
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21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
El curioso caso de Benjamin Button
El curioso caso de Benjamin Button (2008)
  • 7,2
    124.382
  • Estados Unidos David Fincher
  • Brad Pitt, Cate Blanchett, Taraji P. Henson ...
6
El planteamiento desaprovechado de Benjamin Button
La historia de un hombre que comienza su vida con el deterioro físico de un octogenario y que culmina sus días entre sollozos y gorgoritos se antojaba interesante. ¿Cómo afrontar el paso del tiempo a contracorriente del resto del mundo? La premisa de un protagonista que rejuvenece con los años prometía grandes dosis de reflexión en torno al tiempo y su gran influencia sobre nuestra vida y sobre nuestra muerte. Si además venía acompañado de una historia de amor destinada a ser una de las más hermosas del celuloide, la película tenía todos los números para convertirse en una multipremiada obra maestra.

Una vez estrenado el filme, en el momento en que los vaticinios han dado paso a los hechos, es cuando se han producido las opiniones radicalmente opuestas y cuando la previsible lluvia de premios ha devenido simplemente en llovizna. Para muchos, David Fincher aprueba con matrícula su primera incursión en el género romántico, proporcionando al espectador una joya cinematográfica destinada a formar parte de la historia del cine con mayúsculas. Para otros, entre los que me incluyo, El curioso caso de Benjamin Button ha supuesto una notable decepción. Todas las expectativas, toda su ambición, se han visto incumplidas por un filme desmedido que no ha sabido aprovechar el filón de una propuesta más que interesante.

El relato se detiene demasiado tiempo y en demasiadas ocasiones en retazos de la vida de Benjamin para luego pasar por encima de otros de manera acelerada y superficial. Mientras la niñez-vejez del personaje se nos muestra con todo lujo de detalles, el filme nos resume sus últimos días en apenas unos minutos, cuando resulta mucho más interesante a nivel dramático conocer su vejez desde la juventud. Fincher no nos deja tiempo para asimilar la decadencia del protagonista, para entender la desazón de su amada ante su chocante senilidad en el cuerpo de un niño. Por el camino, ha perdido el tiempo en prescindibles batallitas y en alardes técnicos que sólo sirven para engrosar el metraje de un filme descompensado (véase el momento submarino en plena contienda mundial).

Los actores tampoco contribuyen a hacer más profunda El curioso caso de Benjamin Button. Tras las incalculables capas de maquillaje no encontramos ningún momento para la posteridad en las interpretaciones de Cate Blanchett y Brad Pitt, tan insípidas como frías, ni tampoco en la también nominada al Oscar Taraji P. Henson. Sólo los académicos sabrán los criterios mediante los cuáles decidieron obviar a Leonardo DiCaprio en Revolutionary road en favor de Brad Pitt. O el motivo por el que la película menos fincheriana de David Fincher acapara nominaciones en detrimento de sus trepidantes predecesoras, que jamás lograron ninguna. En todo caso, se manifiesta la división de opiniones en torno a un filme que busca agradar pero que no siempre lo consigue.
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El desafío: Frost contra Nixon
El desafío: Frost contra Nixon (2008)
  • 7,0
    16.660
  • Estados Unidos Ron Howard
  • Frank Langella, Michael Sheen, Rebecca Hall ...
8
Otra excelente lección sobre periodismo
Frost contra Nixon constituye un digno punto y seguido de Todos los hombres del presidente. Si en la película de Alan Pakula se radiografiaba al milímetro la investigación que Bernstein y Woodward llevaron a cabo para desentrañar todos los entresijos del caso, en esta ocasión Howard ha decidido resaltar otra hazaña periodística relacionada con el Watergate bastante menos conocida, la que protagonizó David Frost con Richard Nixon.

El primero era un presentador de variedades inglés sin ningún tipo de credibilidad en el sector más sesudo del gremio periodístico. El segundo saltó de la Casa Blanca a La Casa Pacífica, un envidiable retiro en California, con un indulto presidencial y sin ningún tipo de represalias judiciales. En el momento en que Frost manifestó su deseo de entrevistar al presidente caído, sus colegas se apresuraron a mirar por encima del hombro. Mientras, los asesores de Nixon se frotaban las manos ante semejante oportunidad de limpieza de imagen.

La autenticidad en Frost contra Nixon viene de la mano de Frank Langella, que logra igualar e incluso superar a su colega Anthony Hopkins con una encarnación del presidente Nixon más costumbrista y matizada (sus diálogos con Kevin Bacon sobre los zapatos italianos de Frost no tienen desperdicio). Michael Sheen tampoco se queda atrás. Después de ponerse en la piel, casi literalmente, de Tony Blair, vuelve a transmutarse en personaje real con igual eficacia.

Pero si en algo conviene destacar Frost contra Nixon es en su cualidad divulgadora de una profesión, la del periodismo, bastante ignorada y tergiversada por el cine. El filme nos acerca a las entrañas de la comunicación, desde los procesos de negociación para una entrevista de envergadura, con intermediarios, productores, pactos y mucho dinero de por medio, hasta la fase de documentación para un buen cuestionario.

La hazaña de David Frost, con todos sus altibajos, constituye una excelente lección sobre géneros periodísticos tan degradados en la actualidad como el periodismo de investigación o la entrevista. De la misma forma que muchas facultades de comunicación incluyen Todos los hombres del presidente como película obligada, puede que a partir de ahora deban incorporar también Frost contra Nixon en sus programas, al menos para que los nuevos profesionales entiendan que las entrevistas no son masajes, que existe vida más allá de la cámara oculta y que las exclusivas, tan sobadas y desprestigiadas por el gremio, pueden lograrse mediante métodos más honestos.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revolutionary Road
Revolutionary Road (2008)
  • 6,9
    47.152
  • Estados Unidos Sam Mendes
  • Leonardo DiCaprio, Kate Winslet, Kathy Bates ...
10
Hay que ser valiente para llevar la vida que uno quiere
Cualquiera que disponga de recursos limitados se sentirá en algún momento identificado con April, el personaje al que da vida Kate Winslet en ‘Revolutionary Road’. Ella es la frustración, el sueño no cumplido, la utopía. Y su pareja en la ficción, Frank Wheeler, encarnado por un Leonardo DiCaprio insuperable, es el alter ego de la mayoría de occidentales, la atadura de pies y manos, la impotencia, la sumisión.

La película supone una bofetada tan inmensa a nuestra conciencia que puede herir gravemente la sensibilidad de algunos espectadores, sobre todo la de aquellos que prefieren girar la vista hacia otro lado. Sin embargo, para los que alguna vez tuvieron una aspiración mayor que la rutina les supondrá el relato más crudo y realista que jamás se haya hecho sobre el estilo de vida occidental.

Ya no estamos ante un filme que facilita su digestión mediante la sátira y que pone su punto de mira en la siempre criticable sociedad norteamericana. No señores, esto no es ‘American beauty’, por mucho que se esfuercen en compararla. Aquí la reflexión no llega por la vía humorística o mediante personajes caricaturados. Lo criticable no es el ‘american way of life’ sino el camino que el sistema nos obliga a elegir. En esta ocasión, cada frase del guión, cada gesto o mirada de los protagonistas e incluso cada plano da que pensar, y no de una manera implícita sino de la forma más sincera y valiente posible.

La hipocresía, la superficialidad y la falta de empatía de nuestra sociedad vuelven a inspirar a un Sam Mendes que pasará a la historia por radiografiar a la perfección nuestros defectos, sobre todo con una obra, ‘Revolutionary Road’, que no tiene complejos en mostrar al espectador aquello que más le incomoda. Un personaje secundario que encarna al loco más cuerdo, interpretado por un brillante Michael Shannon, es quien se ocupa de escupirnos a la cara las verdades más duras, mientras que una frase lanzada por April en una de sus múltiples disputas con Frank es la que mejor resume el mensaje del primer film sobresaliente del año: “Hay que ser muy valiente para llevar la vida que uno quiere”.
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi nombre es Harvey Milk
Mi nombre es Harvey Milk (2008)
  • 7,0
    32.574
  • Estados Unidos Gus Van Sant
  • Sean Penn, James Franco, Emile Hirsch ...
8
Los gays y su burbuja de cristal
Todo el contenido de Mi nombre es Harvey Milk, de principio a fin, es conveniente, no tanto para los concienciados heterosexuales que deciden acercarse al cine para verla sino para los gays que gozan en la actualidad de un entorno aparentemente más favorable del que viven los personajes de la cinta. Los homosexuales quizá ya no serán marginados en el trabajo por acostarse con hombres, puede que ya no sean detenidos brutalmente en redadas policiales, pero lo que está claro es que su plena integración en la sociedad sigue siendo una utopía.

Van Sant no sólo consigue con Mi nombre es Harvey Milk una película aleccionadora, sino que también logra desprenderse del lastre alternativo, casi surrealista, que había tomado su filmografía. Puede que Elephant o Last days sean obras de culto, pero bienvenido sea su cine más comercial cuando viene acompañado de un guión accesible, pero no por ello con menos valor, y un sentido del ritmo mucho más digerible que en sus anteriores propuestas.

Una fotografía absolutamente acorde con el contexto setentero y la mezcla entre la ficción y la realidad, en forma de documentos visuales de incalculable valor, son una de las grandes bazas del filme. Las declaraciones de la cantante Anita Bryant, una especie de fanática religiosa obsesionada por comparar a los homosexuales con el diablo, parecerían de ciencia ficción si no fuera porque forman parte de la acertada documentación de la película, a la que también se suma la redada policial que da comienzo a la cinta y su excelente epílogo.

El gran acierto de Mi nombre es Harvey Milk lo encontramos sin duda en la aportación de Sean Penn, sin cuya interpretación el personaje correría un serio riesgo de histrionismo, pero también en otros papeles como el de James Franco y otros secundarios de lujo como el entrañable activista al que da vida Emile Hirsch (Hacia rutas salvajes).

Todos ellos conforman un biopic arrastrado en determinados momentos por los vicios habituales del género (música grandilocuente, ensalzamiento del homenajeado, posibles pasados oscuros obviados) pero no por ello menos necesario. Los sermones políticos de Milk no sólo contribuyen a refrescar la memoria sino que también sirven para recordar al colectivo gay, cada día más banal, cada día más esnob, que no todo está ganado. Más allá de las leyes, todavía queda pendiente una batalla mucho más difícil de conquistar, la de las viejas costumbres.
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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Australia
Australia (2008)
  • 5,8
    37.488
  • Australia Baz Luhrmann
  • Nicole Kidman, Hugh Jackman, David Wenham ...
6
Las manías de Baz
Baz Luhrmann se ha tomado su tiempo para regresar a la gran pantalla. Siete años después de Moulin rouge, el director australiano ha querido rendir homenaje a su tierra con una gran superproducción de tintes épicos. Sin embargo, siete años son demasiados como para que el realizador no decidiera hasta última hora el final de su historia. Las críticas negativas de esos atentados contra el arte llamados pases previos provocaron que a última hora se optara, 48 horas antes de su estreno oficial en Sydney, por un happy end que contentara a todos los públicos. A todos, quizá, menos al propio Baz, que con sus dos obras previas denota una predilección mayor por las grandes tragedias románticas.

Luhrmann es un autor de ideas fijas. Primera prueba de ello la encontramos en sus castings, en los que suele repetir actores de nacionalidad preferentemente autóctona. Nicole Kidman y su segundo papel como protagonista son el mejor ejemplo de este criterio más patriótico que artístico. En todo caso, los dos protagonistas de Australia, evidentemente australianos, pasan el examen con un aprobado raspadito. Tanto Hugh Jackman como la propia Kidman pecan de excentricidad y sobreactuación, seguramente por culpa de unos papeles tan desdibujados y planos.

El inicio del largometraje no puede ser menos prometedor. La llegada de Sarah al muelle de la ciudad de Darling y su encuentro con el vaquero Drover conforman una de las escenas más penosas del filme. El espectador, totalmente desorientado, no sabe si se encuentra ante una parodia o ante una comedia, para luego descubrir que la película no evolucionará ni hacia la una ni hacia la otra. Australia desembocará en un drama romántico en toda regla, algo que también sucedió nuevamente con Moulin Rouge, cuyo inicio también resulta bastante desalentador.

El empeño del director australiano por las técnicas del videoclip, con planos frenéticos y panorámicas astronómicas, otorgaron a Romeo y Julieta un cariz original, aunque discutible, y jugaron un papel determinante en Moulin Rouge, convirtiéndola en una obra maestra dentro del género musical. Sin embargo, esas vistas aéreas a lo Guerra de las galaxias sobre el rancho de Faraway o la rapidez de los planos en determinados momentos no juegan a favor de una película que requiere de un ritmo más sosegado para ganar seriedad. Solamente una escena merece mención por su complejidad técnica: la de una trepidante estampida protagonizada por 1.500 cabezas de ganado de camino al desierto.

Por lo demás, todo el batiburrillo de tramas posterior resulta absolutamente descompensado. Pero no caótico, de forma que Australia ofrece al espectador ávido de grandes historias lo que esperaba: acción, acción y más acción. Lástima que el espectador sea el responsable, incluso, de determinar un desenlace hecho a medida. Los finales trágicos son, además de imprevisibles, mucho más románticos.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
My Blueberry Nights
My Blueberry Nights (2007)
  • 6,6
    24.524
  • Hong Kong Wong Kar-Wai
  • Norah Jones, Jude Law, Natalie Portman ...
7
El beso que vale más que mil palabras
My blueberry nights ha llegado con escandaloso retraso a nuestras pantallas, lo que suele implicar dos cosas: que la distribuidora no confiaba para nada en la película y que los espectadores no la situaremos precisamente entre las más vistas. Si en algunos casos es lo que se merecen productos de medio pelo, en éste resulta de lo más injusto. El último filme del tan particular director Wong Kar-Wai merece destacar en taquilla por múltiples motivos.

El primero, y más importante para mí, es que Norah Jones, además de regalarme siempre los oídos con su música, logra también regalar la vista del espectador con su primera y más que decente interpretación de toda una protagonista. Era mi principal inquietud con My blueberry nights y, desde luego, la cantante supera con nota su papel de una Elizabeth en busca del destino. Desde luego, no es la que más destaca en pantalla. Es más, sus compañeros de reparto se la comen con patatas. Pero se trata, sin duda, de un excelente debut ante las cámaras.

Después de un inicio en el que destaca más la belleza formal de los planos que la trama, en el que predomina la filosofía, en algunos casos barata, sobre la vida y sobre el amor y en el que, sobre todo, abundan minutos innecesarios, la película traslada la acción a otros derroteros mucho más interesantes. Tras recibir un mazazo amoroso y dejar en ascuas a Jeremy, el propietario de un bar neoyorquino en el que siempre sobra la tarta de arándanos (Jude Law), Elizabeth decide embarcarse en un viaje sin rumbo fijo, sin meta alguna y sin destino.

La historia alcanza su clímax gracias a una irreconocible, tanto física como interpretativamente, Natalie Portman al más puro estilo Sharon Stone. La actriz abandona la inocencia a la que nos tiene acostumbrados para interpretar a una mujer con coraza de tipa dura. Su adicción al póquer y su personalidad arrolladora conducirán a Elizabeth hacia el significado de su viaje, que termina justo donde comenzó, en un pequeño bar de Nueva York.

La grandilocuencia y la excesiva trascendencia con las que Wong Kar-Wai suele tratar un tema tan universal como el amor y la búsqueda forzada de la belleza visual a base de planos imposibles se ven superadas por la sencillez de un beso en ángulo cenital al final del metraje. Aquello que con tanto ahínco busca transmitir, con rebuscadas imágenes y frases lapidarias, únicamente logra traspasarlo al espectador con un sencillo plano. Quizá será que en la sencillez está el truco para despertar sentimientos y, sobre todo, para convertir un buen filme en un filme redondo.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo quiero caminar
Sólo quiero caminar (2008)
  • 5,6
    4.310
  • España Agustín Díaz Yanes
  • Ariadna Gil, Diego Luna, Victoria Abril ...
2
Sólo quiero que termine
Agustín Díaz Yanes ha decidido echar mano de su personaje más emblemático, la Gloria Duque de 'Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto', para vendernos un nuevo concepto de película que el director ha prohibido denominar como secuela. Y no es para menos. Aquello de segundas partes nunca fueron buenas se queda corto con 'Sólo quiero caminar'.

La primera escena es perfecta para describir las dos horas siguientes de largometraje. Un montaje acelerado en el que se superponen varias acciones a la vez con el sonido de una clase de flamenco de fondo puede resultar curioso una primera vez. Pero cuando el montaje se alarga varios minutos y cuando la fórmula se explota en demasiadas ocasiones, como ocurre en este filme, el espectador termina sumido en un estado de auténtico sopor.

Es evidente que Díaz Yanes ha querido emular con esta 'Kill Bill' a la española el estilo cinematográfico de Tarantino. Imágenes de vértigo, estética de videoclip, importancia de la banda sonora, diálogos casi surrealistas y, sobre todo, una violencia que no entiende de corrección política son algunas de las peculiaridades que mejor definen al director y que Yanes ha perseguido con esta cinta. Sin embargo, lo que en Tarantino funciona como reloj suizo y roza la excelencia por su poder de atracción, en el realizador español bordea el ridículo.

Victoria Abril, por ejemplo, resultaba mucho más convincente taladrando sin miramientos el suelo de un piso para robar en una peletería que intentando perforar una caja fuerte al estilo Ocean’s eleven. Las balas que va soltando a la ligera Diego Luna parecen menos serias que las que disparan John Travolta o Samuel L. Jackson en 'Pulp fiction'. Por no hablar del salto mortal que protagoniza de nuevo Gloria Duque contra un cristal hacia al final del metraje. Hay que asumir que los yanquis son expertos en plasmar la violencia en pantalla y que en nuestra cultura audiovisual no resultan nada creíbles las burdas imitaciones.

En 'Sólo quiero caminar' desconocemos absolutamente todo acerca de los personajes. Qué mueve a una funcionaria como la que encarna López de Ayala a meterse en tales fregados o por qué el malvado que interpreta Diego Luna parece arrepentirse en determinados momentos de lo que hace.

Díaz Yanes falla de nuevo en su intento de lograr una superproducción made in Spain. Ya desperdició una gran ocasión con ese despilfarro de presupuesto llamado 'Alatriste' en el que no faltaba ni uno sólo de los actores que dan nombre a nuestro cine. Esta vez no ha sabido aprovechar las virtudes de su ópera prima, que eran muchas, y se ha dedicado a explotar de forma un tanto presuntuosa las más fallidas. Resultado: dos horas de hipertensas imágenes de violencia a la española que no por veloces se convierten en menos tediosas.
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41 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Transsiberian
Transsiberian (2008)
  • 5,8
    12.569
  • Reino Unido Brad Anderson
  • Woody Harrelson, Emily Mortimer, Kate Mara ...
5
Una 'rail movie' sin rechazos ni pasiones
Ambientar una película en el Transiberiano es casi tan acertado como hacerlo en el Titanic. Más que medios de transporte, constituyen auténticas leyendas de la cultura popular y que por tanto arrastrarán de bien seguro a miles de espectadores atraídos por el aura de misticismo que los rodea. Aunque la ruta ferroviaria más famosa del mundo, al contrario que el fatídico buque, nunca ha derivado en tragedia, sí que mantiene en común esa esencia del más difícil todavía que durante siglos ha apasionado a la raza humana. Obras faraónicas e inabarcables que siempre despertarán la curiosidad de los mortales.

Añadir a los 9.288 kilómetros de una ruta legendaria que atraviesa ocho zonas horarias una historia de misterio y suspense parece entonces la fórmula perfecta para un triunfo asegurado. Sin embargo, el thriller ha debutado en nuestro país situándose en la sexta posición en taquilla. ¿Qué ha fallado?

Transsiberian defraudará y entusiasmará a bien pocos porque es una pura previsión. Por un lado reúne todos los requisitos de una película de suspense con drogas de por medio. Traficantes desalmados, métodos de tortura, giros más o menos inesperados y, sobre todo, unos protagonistas descaradamente inocentes. En la película, los rusos siguen siendo lo malos, los latinos unos salidos y los norteamericanos unos tontos de remate. De ahí que la Jessie que encarna de manera muy notable Emily Mortimer no sospeche en ningún momento ni de la evidencia.

Por otro lado, en esta especie de ‘rail movie’ con origen en Pekín y destino a Moscú, se incluyen las mismas cualidades que caracterizan al género sobre ruedas. Personajes que entran, personajes que se van, paradas, interrupciones, cambios de ruta, contratiempos. En las películas, los viajes nunca salen como uno los había planeado y en el caso de Transsiberian no podía ser menos. Como siempre, los protagonistas aprenden, reflexionan y maduran con la experiencia.

La película despunta en determinadas secuencias, como el agonizante momento en que Jessie lucha por deshacerse de una mochila repleta de matriuskas, pero también fanfarronea en exceso a la hora de hacer desaparecer, como si de David Copperfield se tratara, vagones y pasajeros del Transiberiano. Un filme que equilibra de forma tan eficaz méritos y deméritos, que provoca en el espectador reacciones tan neutrales, sólo puede calificarse, del 1 al 10, con un 5 pelado.
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4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Camino
Camino (2008)
  • 7,2
    42.983
  • España Javier Fesser
  • Nerea Camacho, Carme Elías, Mariano Venancio ...
9
Camino al cielo
“El Opus Dei ha utilizado para sus fines el calvario de una niña”, ha declarado en una carta abierta el director de Camino, Javier Fesser, ante las previsibles críticas de la organización ultrarreligiosa. Una visita a la página web dedicada a Alexia González-Barros (www.alexiagb.org) es suficiente para corroborar su afirmación y para aplaudir la existencia de una película como esta. Vídeos, fotografías, testimonios e interpretaciones de lo más tergiversadas conforman un completo site para fanáticos de Dios y sirven a su vez para sustentar los pasajes del filme que causan más perplejidad.

El eslogan escogido para promocionar el filme puede parecer de lo más inapropiado. ¿Quieres que rece para que tú también te mueras?, extraído totalmente fuera de contexto, no es más que una frase de mal gusto pensada por un ingenioso publicista con el único fin de provocar revuelo, que siempre vende. Sin embargo, en la película adquiere un sentido filosófico cuando Camino se la plantea a su devota hermana. Si tan envidiosa estás de que me vaya al cielo, ¿por qué no te vienes conmigo? venía a decirle la inocente chiquilla ante tan incomprensible contradicción.

Precisamente en la edad de la pequeña se encuentra el punto más estremecedor de la película. En esa etapa de descubrimientos que su amiga nombra tan alegremente como preadolescencia, Camino se ve obligada a cuestionar la fe ciega de su madre por las penosas circunstancias que le sobrevienen. La fe que le ha impedido leer, vestir, pensar y amar como le dé la gana, ahora le dictamina también cómo debe llevar su sufrimiento, como debe asimilar que sus últimos días se los pasará postrada en una cama. El único camino que le queda, con el miedo recorriéndole las venas, es encomendarse al Dios que lleva mamando desde que nació. De ahí que resulte tan estremecedor que desde la macabra página web que lleva su nombre manifiesten de forma tan simplista que la niña supo llevar su enfermedad “con paz y alegría”.

Cada uno de los personajes de Camino simboliza una idea, un estado de ánimo, una actitud ante la vida. La madre, magistralmente interpretada por Carme Elías, es la metáfora viva de la venda en los ojos, de las frustraciones vertidas en los hijos. Su marido, la impotencia. Manuela Vellés, la exótica belleza de Caótica Ana, consigue expresar con Núria la nulidad y la sumisión, mientras que su hermana Camino, una Nerea Camacho sobrenatural, representa la inocencia ultrajada. Don Luis y su séquito son el poder, la manipulación. Y Mr. Meebles, ese viejo enano con traje verde, es el que lo sabe todo sobre todas las cosas pero que sin embargo tiene un grave problema. No existe.
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88 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Happy: Un cuento sobre la felicidad
Happy: Un cuento sobre la felicidad (2008)
  • 5,9
    5.002
  • Reino Unido Mike Leigh
  • Sally Hawkins, Alexis Zegerman, Eddie Marsan ...
6
Happy. Una crítica sobre la normalidad
Poppy es una tipeja insoportable. La típica solterona con personalidad rara que no encajaría ni aún queriendo en nuestra encorsetada sociedad. Su felicidad no es la de una chica inocente y optimista tipo Amélie, en cuyo mundo no tiene cabida la adversidad. Poppy intercala payasadas con idioteces con tan pasmosa facilidad que es lógico que obtenga como respuesta un cierto rechazo social. Y cierto rechazo puede que logre también una película con una protagonista tan arriesgada como la de Happy. Un cuento sobre la felicidad.

Hay que reconocer el mérito de Sally Hawkins a la hora de encarnar a Poppy (de hecho ya se lo tuvieron en cuenta concediéndole el último Oso de oro de Berlín a la mejor actriz). No debe resultar nada fácil interpretar el papel de una persona que puede generar tantas filias y tantas fobias en la platea. Al histrionismo y la gesticulación más propios de Mr. Bean, con todo lo bueno y lo malo que eso puede implicar, Poppy le añade una verborrea agotadora capaz de sacar de las casillas al más paciente de los mortales.

Sin embargo, tras un personaje tan descaradamente antisocial como el de Poppy, el director de la película, Mike Leigh, ha querido camuflar algunas reflexiones sobre nuestra sociedad occidental, cada vez más plagada de seres alicaídos y anodinos. Cuando el filme se centra en el mundo de una chica tan extravagante y tan fuera de lo común, uno termina cuestionando al resto de personas supuestamente normales. ¿Es normal evitar un saludo? ¿Ignorar a la persona que tenemos a escasos metros en la sala de espera de una consulta? ¿Someterse a la esclavitud de la vida cotidiana?

La hermana de Poppy, su antítesis, es la que mejor refleja esa idea de que la estabilidad equivale a rutina y equivale a sumisión. Embarazada, con un marido sometido y acobardado y una hipoteca a sus espaldas, tiene la osadía de acusar a su alegre hermana de ser una infeliz. Mientras ella se obsesiona con las plantas de su jardín y con que nadie le manche el suelo de parquet, a Poppy parece ilusionarle mucho más convertir las bolsas de papel en disfraz de pájaro para sus alumnos.

Con independencia del personaje, Happy. Un cuento sobre la felicidad’ esconde algunas perlas muy recomendables. Comenzando por una interesante reflexión entre varias profesoras sobre el papel de los padres (y de las videoconsolas) en la educación de los hijos y terminando con una desternillante clase de flamenco en la que brilla más el talento de la desconocida Karina Fernández que el de la propia Hawkins. Es probable que para algunos Happy no sea precisamente un cuento y les termine provocando el efecto contrario a la felicidad, pero en todo caso se trata de una arriesgada radiografía, por momentos desequilibrada, por momentos lúcida, de una extraña en su propio hogar.
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83 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
El niño con el pijama de rayas
El niño con el pijama de rayas (2008)
  • 6,9
    63.010
  • Reino Unido Mark Herman
  • Asa Butterfield, David Thewlis, Vera Farmiga ...
7
Modesta adaptación con final brillante
No era tarea fácil. Adaptar un libro con un enfoque narrativo como el de El niño con el pijama de rayas a la gran pantalla ya suponía de antemano renunciar a algunos de los aspectos que hacen brillar a la novela. La mirada inocente de un chiquillo de ocho años que tantas sorpresas nos depara en la lectura era imposible de trasladar a la imagen y a su poder de explicitud. El primer plano de la película, por ejemplo, es el de una bandera nazi ondeando a lo alto de una plaza berlinense, contexto que en el libro no se nos desvela hasta bien avanzada la trama. Gran parte de la magia de la novela se pierde, por tanto, por el camino.

La elección de un director casi novel como Mark Herman, con siete películas a sus espaldas y casi ninguna de ellas conocida, tampoco parece la opción más acertada para repetir en taquilla el éxito de ventas de un best-seller como El niño con el pijama de rayas. Aunque un nombre con más reconocimiento no siempre equivale a mayor calidad (véase el caso de Ron Howard con El código Da Vinci), sí que suele arrastrar inversiones más generosas en la producción.

Herman opta por seguir al pie de la letra el argumento original, olvidándose que todas y cada una de las anécdotas toman sentido en el libro gracias a la aportación de Bruno, el niño sin pijama de rayas que ejerce de hilo conductor. Sus impresiones son el leitmotiv de la novela y obviándolas, quizá, lo único que consigue es una mayor frialdad. Una voz en off, con los comentarios pertinentes, habría contribuido de bien seguro a mantener el espíritu del relato de John Boyne y a conectar mejor con sus lectores.

Tampoco parece razonable desechar del todo el resultado final de esta adaptación, sobre todo si tenemos en cuenta el trabajo de sus intérpretes. En ellos, y en Asa Butterfield más que nadie, parece recaer el peso y el logro de la película. Ya que los pensamientos de Bruno no tienen cabida en el filme como en el libro, los ojos azules del pequeño actor que lo encarna sirven al menos para expresar más que las palabras.

Todos los puntos flacos sobre el filme que uno pueda ir generándose se disipan por completo a medida que se acerca el final. Un crescendo en el que se suceden imágenes de insoportable intensidad dramática, perfectamente orquestadas con una eficaz banda sonora a cargo de James Horner. El desenlace de El niño con el pijama de rayas es quizá el único momento en el que uno le encuentra el sentido a esa necesidad imperante de trasladar en imágenes el poder evocador de un buen libro.
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2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vicky Cristina Barcelona
Vicky Cristina Barcelona (2008)
  • 5,8
    66.462
  • Estados Unidos Woody Allen
  • Rebecca Hall, Scarlett Johansson, Javier Bardem ...
6
¡Visca Cristina Barcelona!
Mientras se suceden en la pantalla imágenes idílicas de Barcelona, en las que es posible pasear en bicicleta como si de Amsterdam se tratara o en las que las prostitutas sonríen a cámara sin temor al guardia urbano o al proxeneta de turno, el ciudadano de a pie tiene que apechugar con el cinismo del departamento de turismo del Ayuntamiento de Barcelona. Es evidente que la ciudad es preciosa, moderna e intercultural, pero ni turistas ni locales compartirán de bien seguro esa imagen de postal que obvia la construcción desaforada, el abuso, la suciedad, el conflicto étnico o la evidente falta de infraestructuras.

Más allá de esa imagen de marca que la película de Woody Allen quiere potenciar, suponemos que con un abultado cheque de por medio, la historia que narra el triángulo amoroso, luego convertido en cuadrado, entre dos turistas norteamericanas y un bohemio pintor español es poco más que simple. La sucesión de diálogos interminables entre los protagonistas esconde una absoluta vaciedad de contenido, así como la improvisación con la que seguramente fue ideando su guión el director neoyorquino.

Como el único requisito del convenio era el de promocionar Barcelona, Allen decidió no exprimirse demasiado el cerebro. Con un entorno tan amable como el de la ciudad condal, unos actores de semejante talla y una cuota de público ya ganada de antemano, ¿para qué esforzarse en diseñar una trama mínimamente interesante? ¿Para qué, si hasta la machacona canción de ‘Barcelona’ le cayó directamente desde el cielo a su habitación del hotel Arts?

Sin embargo, aunque la historia no sea precisamente para tirar cohetes, ‘Vicky Cristina Barcelona’ contiene algunos elementos que la convierten en aceptable. Uno de ellos provoca que la cinta incluso roce la excelencia, y no es otro que la aparición en escena de María Elena, la exnovia del pintor al que da vida Javier Bardem. Penélope Cruz provoca por primera vez carcajada limpia en el espectador, gracias a ese regalo en forma de diálogos ingeniosos que le brinda Woody Allen. Su conversación con Scarlett Johansson sobre el idioma chino no tiene desperdicio y puede considerarse como la mejor escena del filme.

‘Vicky Cristina Barcelona’, en definitiva, viene a satisfacer a aquéllos que desembolsaron la pasta. El cartel de la película les ha servido de excusa para promocionar la ciudad más allá de sus fronteras (con anuncio a toda página en ‘The New York Times’), el continente ha pesado en el filme bastante más que el contenido y todos los esfuerzos por traer al astro en horas bajas han obtenido su respuesta en taquilla. Gritemos todos juntos, ¡visca Barcelona!
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mamma Mia! La película
Mamma Mia! La película (2008)
  • 5,8
    39.351
  • Reino Unido Phyllida Lloyd
  • Meryl Streep, Pierce Brosnan, Colin Firth ...
6
Podría haber sido mucho peor
Por lo que yo sé, que es más bien poco, existen dos tipos de musicales: los que componen un conjunto de letras basadas en una historia y los que, por el contrario, adaptan el argumento a un conjunto de canciones ya conocidas, generalmente pertenecientes a un grupo de gloria pasada. Es el caso de ¡Mamma mia!, que no ha querido desaprovechar el tirón popular que todavía tiene ABBA a nivel mundial.

El problema está, y ya viene de origen, cuando a un grupo no se le ocurre otra cosa que componer un conjunto de temas inconexos que apenas puedan encajarse en una historia. Por entonces, los suecos no eran tan espabilados como ahora, Ikea todavía no había nacido, y a nadie se le ocurrió la idea de que, ya que estaban puestos, no estaría mal ponérselo fácil a los guionistas de una posible adaptación teatral de su repertorio.

De esta manera, Anni-Frid, Benny, Björn y Agnetha compusieron temas sin ton ni son, desde Waterloo y Money, Money, money a Take a chance on me, pasando por The winner takes it all. Faena tuvieron las guionistas de este tinglado para encontrar un mínimo hilo argumental. El resultado es esta historia en la que una chica a punto de casarse en una esplendora isla griega busca a su padre entre los tres amantes de su pendona madre. Y sorprendentemente, el resultado, al menos en forma de película, no resulta tan patético como amenazaba con ser.

Tener a Meryl Streep como cabeza de cartel es, sin duda, el gran privilegio con el que ha contado Phyllida Lloyd, la directora del musical en teatro y que ahora debuta en la gran pantalla. Su interpretación de la hippie trasnochada Donna no sirve sino para confirmar que esta mujer puede con todo. Streep no sólo es capaz de dar credibilidad a un personaje bastante inverosímil sino que también demuestra contar con una portentosa voz. Salir airosa de este embolado en el que se metió por capricho es todo un mérito, algo que no puede decir, por ejemplo, su compañero de reparto Pierce Brosnan. A su eterna y superficial sonrisa se le suman ahora unas increíblemente desafinadas cuerdas vocales.

El resto de actores asumen a la perfección su función en esta película: formar parte de ese mundo tan artificialmente feliz que sólo los musicales logran recrear. Desde la joven y bella Amanda Seyfried hasta la más veterana Christine Baranski, espléndida y graciosa en su papel de menopáusica devora hombres. Hasta los secundarios, ataviados como típicos griegos, añaden de forma eficaz esa pequeña dosis de sátira que todo número musical necesita. Sólo así se consigue no caer en el ridículo cuando una de las coreografías emerge de repente del mar en forma de un montón de chavales con gafas y aletas de buceo.
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6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posdata: Te quiero
Posdata: Te quiero (2007)
  • 6,3
    25.118
  • Estados Unidos Richard LaGravenese
  • Hilary Swank, Gerard Butler, Lisa Kudrow ...
2
PD: ¡no te olvides de esconder el micro!
Los espectadores que suelen fijarse en esos detalles, y los que no también, se llevarán las manos a la cabeza en cuanto comprueben la cantidad de veces en las que aparece en pantalla el micrófono de ambiente y demás artilugios cinematográficos en ‘Posdata: te quiero’. Cuando el micro casi se convierte en un personaje más de la película uno termina por plantearse si en realidad nos estarán colando la cinta del ‘Así se hizo’ en vez de la original.

Es sólo una muestra de hasta que punto esta producción se toma en serio a sí misma y, por consiguiente, al espectador. El argumento y los diálogos terminan de corroborarlo: nadie creía en ‘Posdata: te quiero’ y la única forma que han tenido de salvarla es mediante una impresionante campaña de publicidad. La misma que tuvo la cortesía, o la desfachatez, de invitarme a su preestreno, cuando en realidad la invitación debería ir bien acompañada de un cheque en blanco.

La gran pregunta que plantea esta película es quien demonios sobornó a Hilary Swank para que interpretara el papel principal. La actriz que ha logrado dos Oscars con los brillantes personajes de ‘Boys don’t cry’ y ‘Million dollar baby’ no tiene nada que ver con la escuálida jovencita de prominente dentadura que aquí nos presentan. Encarnando a la pobre viuda Holly, Swank desmerece su talento y se aproxima al nivel de actrices más comerciales, y mucho más idóneas para este tipo de filmes, como Jennifer Garner.

Ni los esfuerzos en vano de Lisa Kudrow por deshacerse de su papel de Phoebe en ‘Friends’ ni el interesante cambio de registro de Gerard Butler tras su fibrado paso por ‘300’ logran sacarle la punta a un guión más flojo que el de la media de comedias románticas al uso. Si la intención de la película era demostrar, tal como reza su eslogan, que el verdadero amor nunca muere, su argumento plasma justamente lo contrario: más vale morir sin amor que con este tipo de demostraciones crueles. Y es que sólo a un sádico retorcido se le ocurriría martirizar a su novia, todavía recuperándose de la pérdida, con mensajes de voz y cartas diarias.
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11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sexo en Nueva York: La película
Sexo en Nueva York: La película (2008)
  • 5,3
    17.340
  • Estados Unidos Michael Patrick King
  • Sarah Jessica Parker, Kim Cattrall, Cynthia Nixon ...
6
Empacho de Carrie
Lo que algunos seguidores de la serie puede que no lleguen a comprender, entre los cuáles me hago un hueco, es cómo ha sido posible un estiramiento tan desmesurado de este chicle ya mascado y que tan buen sabor de boca supo dejarnos. Uno de los productores de la serie y director del filme, Michael Patrick King, ha condimentado 'Sexo en Nueva York, la película' con tantos guiños al fan que ha rozado peligrosamente el empacho.

Sabíamos que Carrie era pija a morir pero no hasta el punto de meterse en la cama con un pedazo de collar de perlas. Conocíamos su gusto por la moda y los manolos de 300 dólares pero no tanto como para presagiar que en el futuro necesitaría un armario del tamaño de mi piso. El colmo de la perplejidad nos llega cuando la protagonista contrata a una asistenta nada más y nada menos que para abrirle los mails! Todo un despropósito que convierte a la nueva Carrie en una parodia de lo que en su día fue.

Ni siquiera Samantha, la que da mayor sentido a Sexo en Nueva York, parece la misma. Si sus hazañas con los hombres eran protagonistas día sí y día también a lo largo de toda la serie, en esta edulcorada versión su talento humorístico se reduce a una única escena con el ‘sushi’ como protagonista. Si en toda la película lo único descojonante que sale de su boca es un comentario sobre la depilación de Miranda, apaga y vámonos. Su talento habrá sido desaprovechado.

Y es que el toque humorístico que tan bien encajaba en la serie por sus comentarios ácidos y sin tabúes apenas está presente en la versión para la pantalla grande. Los dilemas sobre el sabor del esperma de la nueva conquista de Samantha se sustituyen aquí por los problemas gastrointestinales de Charlotte, uno de los pocos momentos tronchantes de la película pero, no nos engañemos, tan poco sexual como sofisticado.

'Sexo en Nueva York, la película' explota tanto los clichés por los que es conocida (y criticada) la serie que termina dando la razón a los que la consideraban banal y superflua. La moda es reducida a cuatro tópicas marcas, la elegancia y sofisticación son confundidas con el ridículo y la idiotez y el sexo es disminuido a la nada. Con tales méritos, el filme lo único que consigue es hacernos añorar aquellas sesiones de 25 minutos en las que humor, inteligencia y sexo se daban la mano.
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9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
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