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España España · Barcelona
Voto de polvidal:
4
Drama. Romance Cuando el escritor Mateo Blanco (Lluís Homar) viajaba con Lena (Penélope Cruz), la mujer de su vida, sufrió un accidente de coche que lo dejó ciego. Harry Caine es el pseudónimo con el que firma sus trabajos literarios. Como director de cine usa, en cambio, su nombre real. Harry Caine vive de los guiones que escribe gracias a la ayuda de Judit García (Portillo), su antigua y fiel directora de producción, y de Diego (Tamar Novas), el ... [+]
18 de marzo de 2009
259 de 376 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hagan paso, que el salvador de la cinematografía española hace su entrada, por si no se habían dado cuenta. Qué mal le debe haber sentado a nuestro Pedro despertar el 18 de marzo, el día del gran estreno, con la lectura de El País, el periódico al que tanto homenajea en su última película y que tantos masajes le ha practicado a lo largo de su carrera. Una relación que permanecía idílica hasta que un buen día los mandamases de Prisa decidieron contratar a ese inconformista llamado Carlos Boyero y lo convirtieron en su crítico de cabecera. No contaron con que un día al señor le tocaría comentar al intocable y ha pasado lo que tenía que pasar. La sangre de Almodóvar habrá entrado en ebullición en cuanto haya leído en su amado diario un doloroso titular para su nuevo filme: “La única sensación que permanece de principio a fin es la del tedio”.

Suelo rendirme ante Almodóvar con la misma intensidad con la que tiendo a aborrecer la forzada rebeldía de Boyero, pero en esta ocasión no tengo más remedio que ponerme del lado del polémico crítico. Los abrazos rotos es un soberano aburrimiento. En el momento en que Almodóvar decide prescindir de los personajes pintorescos y de sus toques de humor surrealista, automáticamente convierte sus filmes en agotadores y pretenciosos metrajes.

Todo el reparto, incluida Pe, resulta afectado por un guión en busca de la profundidad pero sin lugar para el tratamiento de los personajes. El talento de Lluís Homar, de Blanca Portillo y de tantos otros queda deslucido por una historia encantada de conocerse a sí misma pero absolutamente lineal, interesante en su planteamiento pero bastante simple y previsible en su desarrollo. Los actores se convierten así en meras comparsas de un proyecto presuntuoso y con poca alma.

En contados momentos aparecen los toques genuinamente almodovarianos que tan buen resultado dan a sus obras. Ni siquiera en esta ocasión la banda sonora adquiere el protagonismo de antaño. Pero en cuanto aparecen esos tópicos del manchego que algunos tanto detestan es precisamente cuando la película suma sus puntos. El plano en que las manos del ciego acarician la pantalla es de una gran belleza pero resultaría más eficaz encajado en una historia donde los sentimientos florecieran.

Cuando el drama y la sensibilidad fracasan, el humor se convierte por tanto en la única salvación del filme. Consciente de ello, Almodóvar reserva sus minutos finales para un homenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios en el que Carmen Machi se convierte en la más sobresaliente del reparto. Dos minutos tronchantes que para algunos serán suficientes, pero que no compensan un filme en el que termina echándose de menos la aparición estelar de un travesti con la boca muy suelta o de una maruja con los nervios a flor de piel. Almodóvar pierde de nuevo frescura cuando se acerca a la grandilocuencia visual y se olvida del costumbrismo surrealista que tan buenos ratos nos ha hecho pasar.
polvidal
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