Mediocre e inverosímil cinta de acción protagonizada por Harrison Ford, que tiene que hacer frente al secuestro, por parte de un grupo terrorista, del avión presidencial.

Air Force One es una americanada en toda regla, esto es: lógica inexistente, los malos son malísimos pero torpes e infructíferos frente al macho anglosajón, que parece indestructible.

La cinta, a la par de blockbuster rutinario y de manual, resulta tan anacrónica y lamentable como cabía de esperar en un producto más propio del inefable Steven Seagal que de Harrison Ford: EEUU saca músculo y se lía a hostias con los malos malosos de la aldea global, que no pasan de un cursillo intensivo de ruso nivel A1 en el puticlú: sólo saben decir “Da” y “Davai”.

El guion parece perpetrado por una panda de chimpancés pasados de speed y con un Harrison Ford incapaz de mutar ese rictus facial más propio de un rigor mortis que de un héroe al uso: a estas alturas, y viendo sus malas pulgas fuera del plató, lo más probable es que el tío se interprete así mismo.

No olvidar la histérica interpretación de Glenn Close, que tras las calabazas de Michael Douglas en "Atracción Fatal", no ha hecho más que repetir el mismo papel película tras película.

Mención especial a la partitura compuesta por Jerry Goldsmith que aquí se deja llevar por el nivel general de elenco, guion y montaje: diégesis hiperbólica al servicio de la fanfarria más hueca y ultranacionalista, a años luz de sus joyas más bernardherrmannianas como “Alien”, “Instinto Básico” o “La Profecía”: cero suspense, una pena, siendo de obra y cuño del de Pasadena.

Estoy seguro que el fenecido Tom Clancy reventó sus slips caribeños con una erección al ver semejante estofado de patriotismo, gónadas harrisonfonianas y esputos contra el vil bolchevique.

Comedia de bajos vuelos dirigida por el entrañable Harold Ramis y que es a su vez es un remake de otra cinta del 63' aunque en el fondo, Harold Ramis se autoplagia así mismo con "Atrapado en el Tiempo", (1993): el personaje de Fraser, al igual que el de Bill Murray en "Atrapado en el tiempo" se ve atrapado en un bucle de siete deseos que el Diablo, (encarnado por una olvidable Elizabeth Hurley) le ofrece para conquistar a la chica de sus sueños, (Frances O'Connor)

Lo mejor: las dotes cómicas de Brendan Fraser que se ve envuelto en rocambolescas situaciones y supera a una histriónica e sobreactuada Hurtley que pagafantea a un simple mortal.
Lo peor: ese aire a peli MTV tipo Little Nicky y basura similar.

Cinta vulgar y naive en su trasfondo pagafantístico.

"El Exorcismo de Emily Rose" es una víctima más de su propio marketing: se vendió como la cinta más terrorífica y chunga sobre demonios y exorcismos desde la colosal "El Exorcista", (1973, William Friedkin) para luego caer en una vulgar explotation del género de posesiones y juicios.

Y aunque habrá quien defienda ésta cinta argumentando que no se pueden comparar ambas cintas, lo siento pero es que es inevitable, es como cuando ves "Tiburón", (Steven Spielberg, 1975) y luego te pones a ver cualquier subproducto posterior. Pues aquí sucede lo mismo sólo que al director y guionistas se ven ahogados en esa vorágine de propaganda ultra católica chunga donde se yuxtapone una inenarrable alianza entre el relativismo moral posmodernista, (el fiscal y la picapleitos) fe religiosa absoluta, (el cura) frente al despotismo de la lógica y el empirismo, retratados sucintamente como fríos y dogmáticos.

En el fondo todas estas películas fracasan por la sobredosis de censura, moralidad y buenismo que se quiere hacer transmitir para conseguir la autorización de Clasificación por Edades lo más amplia posible para hacerse con el botín en taquilla, ¿Qué sucede? El Efecto contrario: cintas sin alma ni personalidad que acaban olvidadas a las dos semanas.


Perfectamente olvidable.

A día de hoy, Michael Jackson's Estate, (la fundación que se encarga de administrar en fideicomiso los derechos de autor de Jackson) es una máquina de hacer dinero: sus canciones siguen sonando en la radio, Spotify y las nuevas generaciones parecen abrazar el icono Jackson como si del propio Elvis se tratase.

Sin embargo, cabe señalar que Michael Jackson sufrió un socavón de credibilidad cuando en pleno año 1993 es acusado de abuso sexual, a partir de ahí los escándalos y bizarradas varias se sucederían sin cuartel, (su amañado matrimonio con la hija de Elvis) o su continuo deterioro de imagen tanto física como de credibilidad, llegando a pleno año 2000 con su disco "Invincible" rodeado de polémica, fracaso y ruina. En el 2003, vuelve a estallar el segundo escándalo por acoso a menores que se resolvió con la total exoneración del Jackson: era inocente pero el daño ya estaba hecho. Para esa época, la figura y marca de Michael estaba tan deteriorada que el mismo se recluyó y evitó hacer giras. Durante la década de 2000 a 2009 se vino a certificar lo que ya se veía vaticinando décadas atrás: el otrora Rey del Pop no era ni una sombra de lo que fue: su cadavérica estampa, su mirada perdida e inflada a base de barbitúricos, sedantes y drogas varias... De ahí que el anuncio de una nueva gira con 50 shows en Londres impactara al mundo, ¿Sería capaz Michael Jackson de llevar a cabo semejante gira en su actual estado físico?

A raíz de los informes forenses y de su variada dieta diaria de opiáceos, cabe reseñar que Michael no estaba para muchos trotes, pero las millonarias deudas del cantante, (500 millones de dólares) cerraban cada vez más el círculo vicioso en el que se había sumido el cantante. Por esta razón, Jacko decidió apostar su última carta a la poco realista cifra de 50 shows.

Jackson, cada vez más carcomido por la histeria, adicto al Demerol, Midazolam y Propofol finalmente sucumbió justo antes de iniciarse la gira. Y es aquí cuando nace el infame docu-musical llamado "This Is It": una suerte de clips de ensayos malavenidos que vienen a alimentar el morbo por ver cómo se desenvolvía Jackson justo unas semanas antes de fallecer.

El interés musical, artístico y cinematográfico es nulo ante la escasa calidad del material que parece montado en la misma sala del forense del cantante: carece de ritmo y la propia calidad de sonido da un tufillo a documental “low-cost” amateur que viene a empañar la estampa de una leyenda que se gastaba millonadas en faraónicos videoclips buscando siempre la perfección y suntuosidad más kitsch.

Su éxito, (el del documental) se debió a la conjunción de varios factores: morbo, mitomanía y fanservice. Y contribuyó a enmendar parte de las deudas que se terminaron de pagar con la venta de los derechos del catálogo de los Beatles a Sony.

Por tanto, podemos decir que Michael Jackson, el de verdad nació y murió con Thriller, todo lo que vino después fue un canto de cisne megalomaníaco enterrado en un paupérrimo documental para alimentar a las hienas.

"Moonwalker" es una especie de collage donde Jerry Kramer y Collin Chivers se limitan a rellenar minutaje a base de versiones extendidas de los video-clips de la época de "BAD" y sketches sin sentido a mayor gloria del protagonista, que se interpreta así mismo en una oda egotrípica de megalomanía nunca antes vista y sólo superada por ese abominable, cutre y hasta cañí teaser-trailer del documental de la gira "History", (Rupert Wainwright, 1995) parodiado hasta en Los Simpson.

Si en 1986 Francis Ford Coppola confeccionó un interesante corto en 3D para una de las atracciones de Disneyland, llamado “Captain EO” que al menos guardaba el tono de musical sin caer en el divismo, “Moonwlaker” es todo lo contrario.

La cinta se encuadra dentro del género "Documental Musical" pero en el fondo es una mala película de ciencia ficción construida a base de retales y descartes videográficos de la promoción del álbum "Bad".

Protagonista y directores se escudaron diciendo que si Led Zepelin podían incrustar imágenes de temática medieval en su cinta "The Song Remains the Same", (Peter Cliffton, 1976) Jacko y el dúo calavera llevarían esa idea al límite del paroxismo.

A día de hoy y a doce años de la muerte de Michael Jackson, podemos contemplar sin rubor la metamorfosis física, estilística y hasta conductual que Jacko sufrió tras el mega éxito "Thriller": cada álbum debía suponer una transformación física y de actitud sin parangón alguno, con Prince como némesis y la vez rémora sobre la que circunscribir la ya de por si circunspecta estabilidad mental de Michael: giras mastodónticas, álbumes y videoclips multimillonarios recargados a lo rococó sin nadie que le dijera: ¡Para!

Y por eso Moonwalker fascina y aterra a partes iguales: es un producto más sin alma, con un presupuesto y un estilo tardo ochentero a lo Canon que en nada ha ayudado al filme a aguantar el paso del tiempo.

Y que, de alguna forma, sobreexpone al cantante aún más en la diana de las burlas por su falta total de mesura y contención al perpetrar un vehículo de lucimiento gratuito e innecesario para un artista ávido de atención que lo tenía todo menos seguridad en si mismo.

Mortuary, (1983) es un clásico menor del género slasher tan en boga en los 80's, estos: jóvenes que se ven acechados por algún villano sediento de sexo y sangre a partes iguales.

Los ramalazos son todos los mismos:

1. Panda de adolescentes, (o no tan adolescentes) sedientos de fiesta y sexo.
2. Ente maníaco que se va cargando uno a uno a las incautas hormonas con patas.
3. Gore, sexo y situaciones ridículas.

Tomando como base estos tópicos de género, entenderemos mejor la propuesta de un efímero Howard Avedis que se encarga de presentar ante el mundo a un jovencísimo Bill Paxton, (mítico actor secundario de películas como Terminator I, Aliens el Regreso o Mentiras Arriesgadas).

La cinta carece de alicientes para su consumo, esto es: más allá de su "villano" y de alguna escena bien ambientada, la película es totalmente predecible y alargada innecesariamente en su último tercio. Ya que, por un lado, intenta abarcar algo del cine de sectas, (pésimamente rematado) así como la psicopatía sexual de su villano, que utiliza un catéter, una capa y maquillaje como señas de identidad.

El problema es lo ya dicho: villano, argumento y escenas muy previsibles y que sólo tienen gancho por ver al joven Bill Paxton protagonizar una película de serie z.

Al igual que James Cameron con Terminator II, Spielbeg con Indiana Jones y la última cruzada logró cerrar la saga con broche de oro y matrícula de honor: era imposible superar la última entrega de la trilogía, que se remontaba nada más y nada menos que a 1989 y la nueva entrega se estrenaba en el 2008, en pleno auge y resurgimiento del cine de aventuras clásico con "Los Piratas del Caribe" arrasando entrega tras entrega en medio mundo. A ello había que añadir que la carrera de Ford hacía aguas tras los fiascos de K-19 y Hollywood Departamento de Homicidios.

Por eso, aun sin llegar a destruir la franquicia del mítico arqueólogo como sufrió la saga Terminator tras su segunda entrega, Indiana Jones 4 patina por varias razones.

Huelga aquí que la cinta está bien rodada, tiene ritmo es entretenida y, objetivamente, es una buena película. Su máximo error es haber nacido: hay que tener en cuenta que Indiana Jones y la última cruzada, (1989) se planteó como el colofón final, crepuscular de la saga y además lo hizo de una forma tan contundente y perfecta que sólo un loco podía plantearse resucitar la franquicia a expensas de ser masacrados por crítica y el público nostálgico que jamás perdonaría ningún desliz.

Sin embargo, la cinta no es mala, te mantiene enganchado y el personaje de Shia LaBeouf no resulta ni tan siquiera la mitad de repelente que el de Willie, (Cate Capshaw) en el Templo Maldito: de hecho, Shia hace un buen papel a sabiendas de que era su carta de presentación en Hollywood y cagarla hundiría su carrera.

Tampoco desentona Cate Blanchett o Karen Allen el problema real es la falta de personalidad de la cinta, intenta copiarse demasiado así misma, siendo una especie de compendio entre las tres anteriores, pero con un Macguifin, (las calaveras de cristal) que no resultaban igual de interesantes y atractivas que un grial o el arca de la alianza.

A ello hay que añadir el insoportable personaje de William Hurt y los lamentables némesis del arqueólogo: si antes Indy se jugaba el cuero repartiendo hostias con nazis, ahora se enfrenta a espías rusos. Lo que pasa es que, los nazis, por si mismos ya eran adversarios universalmente asimilados como malévolos y eran fácilmente hipercaricatulizables, sin embargo, los malos de ahora, aunque como vertiente natural de la etapa histórica en la que se desarrolla la cinta, (finales de los 50's) no lo son tanto porque no resultan tan atractivos ni memorables: en las anteriores nos molaba ver a Indy dar palizas a sucios nazis, pero no es así ahora con los "sucios" comunistas: nos dan y no sentimos esa necesidad de redención frente al villano de turno, por eso el personaje de Blanchett no termina de funcionar: sabemos que es mala pero poco más.

A pesar de todo esto e incluso perdonar la clase de esgrima en mitad de la jungla o la sección tarzán. Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal ofrece momento memorables: como el saqueo de las tumbas, la secuencia de persecución en moto, la muy criticada escena de la nevera y la bomba atómica, etc, etc.

En definitiva, Indiana Jones 4 sólo puede ser criticada porque es muy posterior a la inalcanzable "Última Cruzada" y eso tanto actores, productores y directores lo sabían. Intentaron relanzar la franquicia a través de un starlet Shia LaBeouf que les salió rana, (posteriormente se volvió un paria en Hollywood criticando al mismísimo Spielberg)

Pero bueno, la cinta está ahí y si se sabe analizar objetivamente: es una pieza disfrutable, culpablemente, pero disfrutable, al fin y al cabo.

Steven Spielberg llegó en pleno año 1989 encaramándose como el rey absoluto del cine comercial familiar de todos los 80s, su garras lo tocaban todo, (desde Poltergeist hasta Regreso al Futuro o los Goonies) y como Rey Midas, lo transformaba en oro.

Es imposible entender el cine de los 80s sin Spielberg o Lucas: los dos moldearon o reformularon la forma clásica de contar historias a través de antihéroes que aproximaban historias y situaciones inverosímiles al común de los mortales: los niños de los Goonies, Han Solo, Indiana Jones, todos ellos iconos intergeneracionales.

Pero Spielberg venía de dos grandes fracasos personales: El Color Púrpura y El Imperio del Sol fueron dos estrepitosos fracasos artísticos y comerciales, (lo que contrastaba con su exitosa carrera produciendo cintas ajenas) así como la descapitalización sufrida tras su divorcio con su primera esposa, a la que le tuvo que dar 80 millones de dólares, y así, por fin, poder casarse con la que era su pareja desde 1984: Kate Capshaw.

Spielberg debía despedirse de los 80's a lo grande para poder ir con una buena carta de presentación en la siguiente década de los 90's.

Y así llegamos, a la que es por muchos, considerada la mejor película de la trilogía: Indiana Jones y la última cruzada.

Tras el fiasco de "Indiana Jones y templo maldito" tocaba redención e ir a por todas, por eso productores, director y guionista decidieron apostar por una buddy movie de verdad: sentar a padre, (Sean Connery) y a hijo, (Ford) juntos para ofrecer el perfecto contrapunto.

Volvemos a la fórmula clásica de cine de aventuras pero ya en clave crepuscular, (no en vano, la cinta fue considerada el colofón final de la saga hasta la muy posterior y prescindible El Reino de la Calavera de Cristal) con todo lo mejor del cine de acción preñado de personajes y situaciones míticas. Pues ahora el Macguffin es de verdad, y el espectador no sólo se siente atrapado ante la idea de "búsqueda" de algo ignoto, (el grial) si no que la fórmula seguida lleva más allá el sentido del ritmo de "El Templo Maldito": la cinta es vertiginosa como aquella, pero da pulmón a la historia y personajes, el espectador se identifica desde el primer momento con cada escena, que aquí está llena con dos colosos, Ford y Sean que ofrecen momentos épicos, divertidos y memorables.

La cinta fue criticada ésta vez por sus múltiples licencias e incongruencias historiográficas así como los bloppers típicos de cintas de acción.

Aun con sus fallos, la cinta terminó de consagrar al icono Indiana Jones, a su actor principal, su director y guionista, que no volvería a realizar una cinta tan redonda jamás.

Así, Indiana Jones y la última cruzada, es para muchos, la última y verdadera película dedicada al mayor cazatesoros del celuloide y no es para menos: sí Clint Eastwood logró poner la guinda del pastel con su homenaje al western "Sin Perdón", Spielberg logró lo mismo con la tercera entrega: es la cinta de aventuras de corte clásico definitiva.

De "Indiana Jones y el Templo Maldito" se ha escrito de todo: desde que es netamente inferior a su predecesora, que la cinta es un cúmulo hilarante de escenas inconexas hasta que la cinta fue una mera excusa de Steven Spielberg para marcarse un gran Gatsby y montar todo el tinglado para conquistar a la hiperoxigenada Kate Capshaw.

No es para menos que tanto Lucas, (guion) como Spielberg (dirección) trataran de expiar sus demonios internos, (ambos sumidos en dos divorcios millonarios y brutales del que el director no lograría zaparse hasta la friolera de 1989, no sin antes soltar 80 millones de dólares a su exmujer) a través de una cinta totalmente atípica y contrapuntística en comparación a la sobria y excelsa, "En busca del Arca perdida", (1981).

Rodada como una especie de precuela de su predecesora y como una buddy movie a lo James Bond, nos presentan a un Indiana Jones hipercaricaturizado, casi inmortal, capaz de enfrentarse a cualquier situación, que por imposible que parezca, salir siempre airoso. A ello hay que sumarle el tono oscuro, casi por momentos, de película de terror con su némesis, el líder de la secta Togui, el temible Mola Ram.

Cinta, director y guionistas fueron masacrados por la crítica y el público, ya que la cinta carecía de la profundidad narrativa clásica de su predecesora, en mor de ofrecer una especie de Theme Park, esto es: un cúmulo de situaciones, a cada cual más pintoresca, alocada e inconexa: desde el número musical “Anything Goes” en el club Obi One de Shaghai, pasando por los rápidos entre la India y China, explorando palacios ignotos, grutas sectarias, alocadas persecuciones y el colofón final del puente y los cocodrilos.

Curiosamente lo que más se critica es ese carácter vertiginoso de la cinta o "non-stop" que dicen los americanos pero en cierta medida, si la película no gozó del beneplácito de su predecesora, es por dos razones: el aparente ritmo frenético no lo es tanto cuando las escenas están alargadas en exceso, (secuencia del templo Togui, persecución en las minas) y por supuesto, la insoportable screamer girl Kate Capshaw: el director, en un ataque de pagafantismo absoluto, cede gran parte del protagonismo a una Kate Capshaw que resulta irritante e insoportable por momentos, siendo el inestimable "Tapón", (Jonanthan Ke Quan) el que consigue enmendar las escenas. Por no mencionar la absoluta falta de química entre Harrison Ford y Capshaw: es difícil intentar generar algo de tensión sexual con la actriz que se está intentando calzar tu jefe, Spielberg.

A pesar de estos defectos, es imposible hoy por hoy no disfrutar de una cinta atípica, con escenas memorables y su naturaleza "tres-en-uno", (película musical, terror y aventuras entres tramos bien diferenciados) que parece dominar todo el rato en la cinta. Por eso, son legión aquellos que la defienden a capa y espada, porque afortunadamente, estamos hablando de Lucas, Spielberg y Ford en la primera parte de los 80s, aun les quedaba mucho que decir. Estaban en plena forma.

Indispensable.

Hablar de Steven Spielberg e Indiana Jones, es hablar del Rey absoluto de los 80's: La dupla Lucas-Spielberg contribuyó de manera decisiva a moldear lo que sería el cine de aventuras y comercial por antonomasia de la década de los ochenta.

A Spielberg se le critica su incapacidad de ofrecer innovación narrativa y de reciclar las "b movies" de los años 30's y 40's pero si hay algo indiscutible, es que su pulso narrativo es icónico, sus innegables dotes tras las cámaras le han brindado pingües réditos comerciales y artísticos.

Al director de Tiburón, se le presentó la ocasión de oro cuando su mejor amigo, George Lucas le ofreció dirigir su guion sobre un cazador de tesoros que se juega el cuero en cada escena sin perder nunca la pose socarrona de antihéroe definitivo interpretado por un espléndido Harrison Ford.

Por eso hablar hoy por hoy de Indiana Jones: En busca del arca perdida, es hablar de cine clásico con mayúsculas donde lo que se pretende es contar una historia de corte clásico, (héroes, villanos, princesas y tesoros) pero en clave netamente made in 80s: su personaje principal es un antihéroe que resuelve la mayor parte de las situaciones con su ingenio, suerte y, a veces, los puños.

Película, actores y director dieron el pistoletazo de salida definitivo de lo que sería a partir de entonces el cine comercial de los 80s para todos los públicos: tras ésta, vinieron Regreso al Futuro, Gremlins, ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Ésta casa es una Ruina, Los Goonies... Cine comercial de calidad que hoy día unen varias generaciones, (igual que Star Wars)

Por eso "En busca del arca perdida" aun sin inventar la pólvora, resulta una cinta cautivadora, fresca, entretenida y divertida a manos llenas.

Simplemente, brillante.

Se suele citar mucho a Benito Pérez Galdós como el narrador oficial de la tragedia española moderna desde Trafalgar. Nada más lejos de la realidad: sus Episodios Nacionales son un coñazo preñados de literatura barata incapaz de taxonomizar nuestros males más vetustos y castizos que un chulapo madrileño: Garrote vil, Inquisición, Autarquía, Nacionalcatolicismo, cainismo, Envidia, Folclore y Catetismo... Qué en plena posguerra guerra civilista y en pleno apogeo de la dictadura franquista, (aun estaba caliente la tinta de los Pactos de Madrid con el "hamijo" americano) surgiera un genio como Berlanga para reírnos de nuestro propios demonios, constata algo muy nuestro y latino: el autoflagelo y el chascarrillo frente a la adversidad, (ríase usted del stiff upper lift anglosajón) para expiar la culpa.

Recientemente, la prensa de derechas, (y la de izquierdas también) se han estado flagelando ante el "correveidile" que se marcó nuestro presidente, el señor Pedro Sánchez, buscando desesperadamente sobar el lomo del "hamijo americano", un octogenario que pasaba olímpicamente del mamporrero, algo que ha indignado a la plana mayor de cuñados que pueblan la península. Nuevamente, autoflagelo y búsqueda del homínido humor para regodearnos en nuestras propias miserias, (resumen de la mal llamada Generación del 98´ o mejor dicho, la Generación de Amargados)

Hace 70 años, Berlanga supo retratar nuestra querida España y cómo se las gastaban los americanos: el pueblo se engalana para recibir a las autoridades americanas que vendrán con el maná a curar el hambre de una sociedad desgajada pero haciendo alarde de su costumbrismo más prosaico.

Hoy por hoy, "Bienvenido, Míster Marshall" es una cinta de nuestra universal idiosincrasia, de esa España como crisol de vanguardias, diferente y a la vez europea que no puede entenderse así misma si no es a base del chiste y charanga, capaz de lo mejor y de lo peor pero siempre lúcida. La excusa del evento que sacudirá los cimientos de Villar del Río, (la visita de la comitiva Plan Marshall) es perfecta para sacar a los personajes típicos de la España posmoderna: el alcalde, el guardia civil, el médico, el cura, el procurador... Todos ellos sacando pecho para recibir al "hamijo" americano.

Predecesora de las muy posteriores pero excelsas: "La Vaquilla" o "Amanece que no es Pronto". "Bienvenido, Míster Marshall" es el baile de jotas de una sociedad rota pero estoica en su ostracismo occidental y occipital.

Lo dicho, al igual que España y los españoles, de no existir ésta película: habría que inventarla.

La camada de actores, directores, guionistas salidas de las alcantarillas estatales se dedican a esparcir su inmundicia una vez más a costa de subvenciones pagadas por todos.

Poliamor pretende ser una comedia romántica tardo franquista, de esas del buenismo moderno, cañí y cayetano per se: a saber, youtuber de poca monta busca llamar la atención de una choni que justifica su incontinencia sexual con palabros baratos de libros de autoayuda.

Este tipo de cine nos retrata como sociedad miserable, simple, de orangutanes que busca la risa fácil en mor de tapar la indigencia cultural. Somos una deformación grotesca de la civilización occidental, el alumno torpe que no aprueba ni copiando en los exámenes y que aun así arrima el morro a ver si puede mamar de la teta, caiga quien caiga, pues ya se sabe: el pobre puede ser tan hijo de puta o más que el rico y si encima es analfabeto, no dudará en sacar partido de la picaresca para pasar por encima de quien sea con tal de no hincarla y vivir a costa de los que sí se lo curran.

Pagar por este tipo de cine es fomentar que la casta de piojosos, chupópteros y trileros que componen nuestro bastardo gremio cultural, espantan la meritocracia, que se tiene que ir al extranjero para poder medrar en un país de mediocres.

Revenge (2017) no ha de ser confundida con el clásico menor de Tony Scott interpretado por Kevin Costner, (Revenge, 1990) pues a pesar de que ambas tienen varios puntos en común, (celos, sexo, violencia y venganza) la película franco-belga cae en derroteros mucho más prosaicos.

Revenge no busca reformular el cine de intriga ni acción, por contra, se busca ofrecer un producto de entretenimiento repleto de fantasmadas, idas de hoya, ultraviolencia y sexo sin cuartel.

A saber: tres ricachones se van de caza a algún país del tercer mundo y el macho alfa de la manda se lleva consigo a su lolita. Sin embargo, uno de los amigos, incapaz de refrenar sus instintos más abyectos, mancillará a la ingenua amante del líder y de ahí, a la perdición.

Coralie Fargeat ofrece primeros planos protípicos del cine de Francés: para mostrar la monstruosa personalidad del elenco de malnacidos, tira de primeros planos a lo Bacon. Siendo un recurso ya muy cascado a la hora de dibujar a los malos malosos.

No obstante, Matilda Anna Ingrid Lutz se enfrenta al trío calavera de forma implacable... Algunos jocosamente comparan su personaje con el de DiCaprio en el Renacido por las diversas situaciones límite a las que se enfrenta, pero no tiene nada que ver.

Estamos ante un producto de entretenimiento ultraviolento cargado de personajes lamentables que aporta algo de suspense y su único interés reside en tratar de digerir situaciones rocambolescas, cuando no, carentes de total verosimilitud.

Pasable.

"Leyendas de pasión" (Eduard Zwick, 1994) podría formar parte del catálogo de cualquiera de las editoras de cine para adultos del recientemente fallecido Larry Flynt de no ser porque cinta, elenco y realización van pasadas tanto de presupuesto como de edulcorantes artificiales.

La cinta es un producto hecho para reventar las bragas de medio planeta con la, por aquel entonces, emergente mega estrella Brad Pitt.

A saber, historia coral dramática con Pitt como leit motiv machacón: media barba, melena al viento, montando a caballo y torso desnudo. Primeros planos a cámara lenta y planos secuencia de tragedias más que predecibles y resobadas.

En si misma, encandilará a las femme fatales adictas a los manuales de autoayuda y a las casposas novelas de Corin Tellado. El resto de planeta desfallecerá ante tanta cursilería, moñerísmo y falta e vergüenza ajena... Bueno, tampoco debemos olvidar que también está ese subtipo de público masculino más cayetano, cañí y borjamariano capaz de espetar que ésta y Gladiator son las mejores películas de toda la historia del cine.

Nos queda poco como civilización antes de convertirnos en Morlocks.

Lo que en 2005 vino a ser una revelación, (Hostel, 2005 Eli Roth) apadrinada por Quentin Tarantino, descarriló estrepitosamente en la prescindible "Hostel II", (Eli Roth, 2007) y ya, en pleno 2011, nos brindan la posibilidad de retorcernos una vez más, en otro prescindible slasher de realización totalmente televisiva.

Hostel Part III, dirigida por Scott Spiegel, nos cuenta lo mismo que las dos anteriores entregas pero ambientado en Las Vegas. Dicha elección, (aunque totalmente comprensible: el tema de recónditos pueblos cepillándose a imberbes americanos ya estaba muy quemado) empantana la misma licencia, que poco o nada tiene que ver con su obra seminal y que viene a ser el último clavo en un ataúd que tenían gran potencial de convertirse en otra saga mítica a lo SAW.

Sin embargo, aunque el desastroso inicio de la película de la impresión de ser infumable, lo cierto es que la cinta ofrece entretenimiento a golpes y giros de guion totalmente efectivos. No así son los desastrosos efectos especiales ni la elección de casting: al contrario que en las dos entregas anteriores, nos importa un comino lo que les pase. Siendo su único atractivo ciertas escenas gore y los citados giros de guion.

Por lo demás, secuela prescindible, sólo recomendable para curiosos de la saga original y una verdadera pena ver a todo un Thomas Kretschmann, (protagonista de Stalingrado, 1993 o el Hundimiento) verse involucrado en semejante producto de serie Z.

Es un secreto a voces que la industria del cine está mutando, que los cines de barrio van a desaparecer, (servicios streaming, restricciones pandémicas) y que la calidad del cine hollywoodiense es deplorable, (remakes, cintas de superhéroes) siendo las series de televisión, el nuevo filón donde encontrar un lugar de esparcimiento de calité gafapastil.

Por esta razón, que una cinta como Godzilla vs. Kong vea la luz ahora mismo, no es sólo una declaración de intenciones, la cinta de Adam Wingard se lo monta bien y a lo grande, como en los buenos-viejos tiempos: un blockbuster de manual para disfrutar, regurgitar y defecar como todo placer culpable.

No es extraño el denodado éxito que ha tenido a lo largo del mundo, y es que sus muchas virtudes son: dejarse los manuales de autoayuda en el retrete a la hora de configurar personajes con alguna tara psicosomática, tirar la casa por la ventana en cuanto a fuegos de artificio y lo más importante: no pretender fingir lo que no se es. Gozilla vs. Kong es eso: una genuina montaña rusa de efectos especiales, acción, explosiones, argumento más escueto que el de una cinta porno y dos personajes principales adorables, iconos pop creepygafapasta del cine trash que ahora son cool y hasta intelectualoides: King Kong y Godzilla.

Por éstas razones y muchas más hay que defender a ésta clase de cintas: las que mueven a la masa, dan de comer a los cines de barrio y hacen que el populacho levante el trasero para llevar a sus hijos a ver una película o simplemente rescatar la juventud disfrutando de un espectáculo sin ínfulas filosóficas de cartoné.

Kickboxer 2 es una secuela directa de Kickboxer 1, (1989) que, a diferencia de su predecesora, no cuenta con Van Damme.

El testigo lo toma el actor de orígen ruso Sasha Mitchel, experto en artes marciales que trató de salvar una secuela a todas luces innecesaria.

Si bien es cierto que el argumento de estos productos es prácticamente una excusa sin argumentos ni interés alguno más que dar paso al violento coso donde volarán quijadas y costillas, en éste caso el argumento es delirante: sin caer en spoilers, nuevamente el clan Sloan tiene que vengar su honor y aun amigo, (ver spoiler)

La película tiene un tufo a telefilme de bajo presupuesto que apesta a varón dandi: realización parca, netamente televisiva y con actores de tercera regional.

Sin embargo, de alguna forma, Sahsa Mitchell nos vuelve a enganchar para redimir nuestra sed de venganza. Sea esta o no una causa noble, lo cierto es que nos brinda la excusa perfecta para contemplar un espectáculo brutal y apocalíptico de hostias sin cuartel: nuevamente Tong Po hace acto de presencia para desgracia de éste desdichado mundo, triturando a su contrincante despiadadamente: es ahí donde la cinta gana, en la excelente puesta en escena de los combates, realistas, (dentro de las propias licencias que el delirante argumento permite) y sumamente sádicos y brutales.

Gracias a esa visceralidad en los combates, la cinta que aspiraba a poco más que rellenar la estantería del videoclub, se convirtió en un clásico televisivo y de barrio.

Entre los años 88' y 91´Jean-Claude Van Damme alcanzó sus cotas de popularidad máxima: Bloodsport, (1988), Kickboxer, (1989) Soldado Universal, (1992) a partir de ahí, la carrera del belga iría de más a menos, siendo quizás su último canto de cisne Street Fighter, (1994).

No está nada mal para un inmigrante que había hecho de todo, (lavaplatos, chófer, preparador físico personal, portero de discoteca...) antes de lograr su máximo sueño: emular a su ídolo Bruce Lee.

El cine de acción del subgénero "yo sólo contra el barrio" hacía estragos en las taquillas y videoclubes de medio mundo con sendos machos alfas departiendo filosofía de tugurio after.

Kickboxer cimentó definitivamente la meteórica figura de Van Damme porque supo aunar lo mejor de un héroe atípico, (matón pero simpático) con la de un villano implacable y sanguinario: Tong Po.

La cinta funciona como una especie de secuela espiritual de "Contacto Sangriento", ya que el mismo Tong Po está encarnado por el actor, ( y amigo personal de Van Damme) al que le rompen la pierna en "Contacto Sangriento". Sólo que aquí su papel es estelar, bien contruído y violento: desde las patadas a las vigas hasta la pelea ceremonial con los guantes impregnados de cristales rotos, Tong Po dio al público excelentes dosis de crueldad y sadismo.

Por consiguiente, Kickboxer, sin gozar de la frescura de "Contacto Sangriento" es una cinta plenamente recomendable, muy entretenida y que demuestra por qué Van Damme alguna vez fue una mega estrella de Hollywood.

Siguiendo la estela dejada por cintas como Karate Kid, el género de acción y peleas tomaba una vertiente más "adulta" y violenta: Bloodsport (Contacto Sangriento)

Jean-Claude Van Damme alcanzó la fama gracias a esta cinta: en principio su personaje está basado en el campeón real Frank Dux y el relato que se hace del mismo es promisorio, vivo y directo.

Estamos ante una cinta con dotes francamente discutibles si, pero también hablamos de puro entretenimiento: la película no decae en ningún momento y nos agasaja con una manada de hostias bien rodadas. La cinta es cierto que está estereotipada hacia los extremos: por un lado, los antagonistas son asiáticos, malos rozando lo visceral, siendo Chong Li, (encarnado por un clásico del género: Bolo Yeung) la dupla máxima a abatir con momentos fulgurantes como cuando le parte la pierna al luchador Suan Paredes, (encarnado por el actor Michel Quissi y amigo personal de Van Damme que un año después encarnaría al temible Tong Po en Kickboxer) o con entrañable Donald Gibbm, (encarnado por el actor Ray Jackson, Ogro en el clásico "La Revancha de los Novatos").

A destacar también las increíbles tomas de Hong Kong y la banda sonora de Paul Hertzog: a su cariz netamente ochentero, hay que añadir los toques orientales tecno-pop que adornan las coreografías en las peleas.

Por todo ello, "Contacto Sangriento" es un clásico del género eclipsado injustamente por su secuela espiritual, (Kickboxer) que aun siendo un flagrante vehículo de lucimiento para el belga, no hay nadie que se plante frente a la tele a verla y no sucumba a las dosis de demencial y excitante plantel de freaks dispuestos a partirse el cráneo por el kumite.

Allá por el 94' un emergente Hugh Grant, (era el actor británico de moda) logró consagrar y encasillar su carrera al unirse al director Mike Newell y el guionista Richard Curtis, (posterior director de "Love Actually": secuela espiritual de la cinta que aquí nos ocupa) para elaborar una comedia romántica en clave británica.

La película fue un categórico éxito y no es para menos: por un lado tenemos a un torpe y cínico solterón, (Hugh Grant) y por otro lado a una cautivadora Andie MacDowell, la americana liberal, impredecible y misteriosa que marca el punto de inflexión en la vida de Charles: durante las 4 bodas y el funeral, se emplazará al espectador a una sitcom de personajes a cada cual más estrafalario y divertido, siendo el letimotiv de la cinta el juego del gato y del ratón entre los personajes de Grant y MacDowell.

La cinta contó también con una banda sonora a cargo de la boy band-new wave ochentera WET WET WET, versionando el clásico de Reg Presley que también gozó de éxito mundial.

En definitiva, "Cuatro bodas y un funeral" es una comedia romántica atemporal, repleta de buenos momentos y personajes entrañables y dos protagonistas irrepetibles: Gran y MacDowell.