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Lejos de los hombres
Lejos de los hombres (2014)
  • 6,4
    3.333
  • Francia David Oelhoffen
  • Viggo Mortensen, Reda Kateb, Djemel Barek ...
6
Lejos de los hombres
“Si te roban tus granos, mueres”, tan sencillo como eso, más si tienes toda tu familia a tu cargo, pero al tiempo complicado y sin escapatoria pues estás entre la espada y la pared, si te defiendes malo, sino mismo resultado, la única cuestión es si eres hombre de palabra y honor, de coraje incuestionable para poner fin a la cadena de vendetta de sangre que, sin remedio, se emprende y que ésta finalice en ti ya que, “no se puede escapar de la ley”, sentencia firme y categórica imposible de evitar, la única diferencia son las consecuencias que de ello se deriven según sea quién aplique la ley, la oficial de los franceses o la tradicional de la tierra argelina.
Dos únicos personajes, unidos a la fuerza, con un único objetivo a la vista, llegar a Tinguit y no padecer por el camino, ruta directa a la muerte elegida porque, se quiera o no, morir es lema claro y evidente -la libertad como posibilidad lejana que no acaba de consolidarse-, tiempo por delante para conocerse y ver a la persona, al digno y valiente hombre que se esconde tras su nombre, hazaña heroica que se toma su tiempo para ser y existir, para desarrollarse, historia de respeto y amistad, nacida de la nada, pero afianzada con la propia vida y la violencia de su supervivencia.
Fotografía exquisita, admirable toma de los paisajes desérticos, de las rocosas montañas, de esas deslumbrantes puestas de sol que hechizan y enamoran pues muestran su belleza más solemne en medio de tanta guerra, destrucción y enfrentamiento, rearfirmando la paz y serenidad de observar su presencia, como descanso y tiempo muerto entre tanto sin sentido y barbarie.
De vastos espacios y abrupta consistencia, su andar no resulta pesado, todo lo contrario, te adhieres a su emprendida caminata, de arriesgada aventura y propósito venerable, con facilidad pasmosa y ánimo firme de saber de ellos y acompañarles hasta el fin de su expedición tortuosa, magnífica complicidad de Viggo Mortensen y Reda Kateb, con la gratitud de sus sentidas interpretaciones, donde la modestia y expresividad de sus gestos y actos aporta sobriedad al perpetuo silencio, espléndida captura de primeros planos faciales, donde el endurecimiento del rostro y la sinceridad de la mirada lo dicen todo ante la ausencia de palabras, explicaciones las justas para apreciar, admirar y considerar hermano a quien, hasta hace poco, ni existía.
Contundente aspereza que se muestra delicada y atractiva en su respiración sólida, devastadora y escueta población que se rige por linajes de antaño y un costumbrismo arcaico que configura inamovibles injusticias, austera comunicación que se abre paso entre la degustada y leal integridad compartida, confianza de corazón puro que expresa su verdad y dolor sin tapujos, para un libre y limpio entendimiento a partir del conocimiento mutuo.
Con envoltura de clásico western, se observa un desolador pueblo lleno de riquezas humanas y territoriales que se distorsionan por la brutalidad del combate y la obligación de elegir bando, humilde, discreta, de marcado paso, te asimila para deshojar, uno a uno, sus secretos no confesados, esa primorosa intimidad que necesita de su pausa y tranquilidad para emerger y aspirarse con sutil grandeza.
Cálida dentro de tanta ruina y estrago, habla de sacrificios sinceros y castos que no esperan nada a cambio, lo mejor del ser humano, esa renuncia por generosidad innata, que ni solicita ni demanda entre tanta pelea y revancha que no permite vivir, ni crecer, ni madura como ser, como persona.
Robusta, conmovedora e interesante, todo en uno, que unido a su desesperación y tensión de andadura, conforman un producto de grato y complaciente consumo, sorpresa que implica y penetra, emociona más de lo que, en principio, esperas.
Las vergüenzas de la tradición rotas por el corazón del hombre, bravo y resistente escenario que batalla por alcanzar una vida digna.

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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El coro
El coro (2014)
  • 5,8
    1.807
  • Estados Unidos François Girard
  • Garrett Wareing, Dustin Hoffman, Kathy Bates ...
5
El coro
Un hijo secreto, que por la conveniencia de seguir siéndolo, tiene la oportunidad de vivir una experiencia única.
Y al final de la misma, sólo falta que diga “basada en hechos reales”, para que el cuento sea ¡perfecto!
Porque no deja de ser una fábula cálida y preciosa de lo que ya conocemos, suavidad y dulzura para esa hazaña heróica de quien supera los baches, desgracias y vicisitudes de la vida en favor de la enseñanza, el progreso, el bienestar de la rectitud y la gratitud de no despreciar ni malgastar su talento.
Porque, aunque no se sienta con devoción plena, con fanatismo estimulante, aquí el objeto de deseo es el don de la voz primeriza, el sonido celestial de quien todavía es mancebo puro de cuerdas vocales, ese breve periodo, de paso prestado, que te permite alcanzar agudeza suprema pero que, a la que te descuides, habrá mudado por el paso de etapa a nivel mayor, temporalidad que tiene la suficiente grandeza de oído y sonido para componer este modesto relato que no alcanza grandes cuotas y se mantiene como un miembro más del coro, sin destacar ni sobresalir de la media.
Porque su nivel es estándar, menú corriente de conocida ruta, principio de rebeldía y amargura, domesticación de la fiera y los frutos a recoger por ser buen chico y seguir las notas; sólo que aquí, su tema principal, esa magnífica potencia de una soberbia dicción lírica, no levanta grandes pasiones ni excita en demasía, menos anima a unirse con fervor a la fiesta.
Este mismo relato de común planteamiento ha sido plasmado en baile, fútbol, gimnasia, atletismo, patinaje..., y muchos otros sectores que seguro se me olvidan, pero justamente la delicadeza, espiritualidad y finura de los vocablos, con acompasada melodía que se une al canto, como que no te levanta de la butaca ni logra que muevas tus pies al son de su banda sonora, perdón, logra encadilar tu sentido auditivo o gesticular tus labios repitiendo la letra de lo cantado, ¡si es que puedes!
Dustin Hoffman como padre adoptivo temporal, tutor a quien impresionar, de quien ganarse su respeto, mano férrea segura que sirve de guía, la Lidia de “Fama” pero sin bastón, sin tan alentador y emocionante sermón y con escasa fuerza y carácter en su personaje, más una encubierta joya, Garrett Wareing, cuyo rostro, incluso cuando va de malo ¡malote!, es más angelical que el mejor de los arcángeles, en una unión efectiva, de cómoda visión, que busca agradar con esa perspectiva dulzona, entrañable y tierna del cuento de cenicienta, de quien es recogido y rescatado de la mala fortuna, en versión nueva, tampoco tan original como se piensa.
El chico del coro, traducido como “El coro”, no vaya a ser que se confunda con “Los chicos del coro” y pensemos que François Girard ¡ha sacado su idea de allí!, buenachona, lineal, predecible y con mínimo temperamento; ¿lo bueno?, el susodicho actor estadounidense sigue vivo, laboralmente, y en aceptable forma conformen pasan los años -cosa nada sencilla en la meca de Hollywood- y no tienes que preocuparte en exceso por ir al baño y perderte algo, tu mente podrá rellenarlo fácilmente; ¿lo malo?, que no te importe distraerte y desviar tu atención y la vista, pues eres consciente de no extraviar ni echar en falta gran cosa.
“Sabes cantar ¿no?”, pues aprende esto de memoria..., “buscáis la fama, pero la fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a pagar, ¡con sudor!”, ¡vamos!, ¡no tanto!, que son chavales y críos aún en edad temprana, ¡no se busca tanto ímpetu y euforia!, sólo moderación para narrar la parábola de ese jovenzuelo, marginal y desafortunado, que gracias a la ventura, bien aprovechada, de una mano amiga, firme y severa pero afectiva, logra encauzar su vida y crearse un destino provechoso, hacia delante, en la vida.
¡Qué bonito que los buenos deseos se cumplan!, ¡que los planes salgan bien! y que coman ¡perdicen para siempre!, en esa querida sintonía de familia feliz.
Un aplauso y en pie; no da para lágrimas, pero si para ternura, velada grata y un abrazo.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo, él y Raquel
Yo, él y Raquel (2015)
  • 7,1
    13.706
  • Estados Unidos Alfonso Gomez-Rejon
  • Thomas Mann, Olivia Cooke, RJ Cyler ...
6
Yo, él y Raquel
Lo de siempre, madurar con dolor a través de la ausencia y pérdida, aunque con intento de toque distintivo que le aporte un característico sabor.
La película tiene su propia personalidad, identidad exclusiva complicado de clasificar, lo cual significa paciencia, tiempo y atención pues lleva su tiempo conocerla y hacerse con ella.
Chico tímido, invisible, “cool” en su versión autodañina, que trata de sobrevivir a su pubertad a pesar de no encontrar ninguna facultad propia degustativa que sobresaltar, nada que motive esa apetencia por si mismo más que ese gusto por despreciarse y desvalorar todo lo que hace, con amigo peculiar igual de inconexo que él en el mundo que le rodea, con padre estrafalario que va de comprensivo e innovador y madre pesada que no respeta su privacidad, un instituto dividido por sectas a las que renuncia pertenecer pero con las que tiene que tratar, con simulación de apego y conocimiento por ellas, y un único profesor válido, drogata, que sirve de apoyo y refugio de tanta selva neurótica y andadura sin interés que le rodea; a ello se le suma la repentina vecina con leucemia, con la que nunca ha hablado, y a la que es forzado a visitar por compasión mísera de unos progenitores que tratan de dirigir su vida.
Y en esta voltereta de noria que lleva su propia marcha, accedemos al mundo sugestivo de quien nos narra su loca experiencia de los últimos seis meses, que le cambiaron por siempre y marcaron su camino hacia destino, sin vuelta atrás.
Y el espectador sigue sus pasos según va relatando, un poco expectante al principio, mínimamente motivado conforme avanza, más interesado según acelera y nos permite acceder a su interior y, ya totalmente integrado y emocionado cuando deja de interpretar ese papel ficticio con el que se cubre y muestra al joven sensible, inspirador, gran amigo y excelente compañero de diversión, aún más excelso cuando se está en los malos momentos de bajón y grave dolor.
Por tanto, vas a finalizar entusiasmada de su compañía, sintiendo enorme aprecio y estima por el mozuelo protagonista, por su fanfarronería, delicadeza, preocupación y fascinación por alegrar los días de su inesperada amiga, no sin antes atravesar por los baches de poca gratitud, menor encaje y escaso disfrute, desbarajuste que se elimina al llegar el amor, la devoción y su ternura, desorden y confusión como parte de esa micro-sociedad en la que vive y crece este chaval que reclama autonomía de acción, respeto por sus ideas y derecho a pasar de todo y cagarla...,
..., pues “supongo que soy un ratón modesto” y como tal, aparezco y me escondo por trazos, corro y me detengo según peligros y trato de pasar, inúltimente, inadvertido hasta comprender que has sido lo más importante y bello para una persona en los últimos meses de su vida, aunque sea descubierto tras su muerte, ya que hasta después de fallecido se pueden aprender cosas nuevas de quien se ha amado.
Conmovedoras y complacientes interpretaciones para un trío reflexivo, agridulce y intimista según escenas, divertido y cínico según otras, la secundaria y sus problemas reflejado con ingenio e inteligencia por Alfonso Gómez-Rejón, que sabe hacer una lectura locuaz, fresca y activa, ácida y suave a la vez, que huye de prototipos y de sueños de princesa para el baile.
Fantástico guión, de diálogos pensativos, que ofrecen la maduración y crecimiento de quien sale al mundo, toma riesgos, aprende de ellos y se involucra en la querencia de su propia existencia, fase de despunte y realización llevada con suficiente originalidad y encanto que lleva su tiempo procesar y digerir pues, al final sólo sabes que te ha gustado y emocionado a pesar de que, durante la misma, has pasado por sensaciones varias de aprehensión, de barullo, de simpatía, de distancia y de posterior cálida cercanía.
Proceso enriquecedor que exhibe la fuerza, calidad y sabiduría de un argumento que va, toma a toma, de menos a más hasta formar esa genialidad de puzzle, esa sensacional inventiva en forma de película personal que te dice, sin guarecerse ni silenciar nada, quién es esta nueva ardilla, inquieta e ilusionada, que va de rama en árbol con mucho que andar y relatar.
Personajes extravagantes para una ambientación colorida, de comicidad sutil y tragedia serena, película indie que busca singularidad e innovación de planteamiento para sorprender y cautivar a su audiencia, cuyo relato en el fondo no cuenta nada nuevo, únicamente esa evolución de ratón modesto a decidida ardilla gracias, de nuevo, a la presencia de una enfermedad horrible que se cruza de por medio, chillón escaparate que intenta recrear alternancias alrededor de este insignificante adolescente, que acaba significando la vivacidad resuelta de quien reemprende, a buen ritmo, su despistada marcha.
Con todo, lo importante es que, al final y en conjunto gusta, complace y agrada, aunque no sepas muy bien definir por qué; supongo que por eso es atractiva e interesante, ¿no?

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1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fiesta de despedida
La fiesta de despedida (2014)
  • 6,6
    2.292
  • Israel Tal Granit, Sharon Maymon
  • Ze'ev Revach, Aliza Rosen, Levana Finkelstein ...
6
La fiesta de despedida
La vejez y sus achaques, ¡hay quién tuviera una varita mágica o a su hada madrina!
Un tema difícil y peliagudo, más cuando tanta tristeza y desolación se intentan llevar con leves toques de ironía y acidez, cuyo humor negro resultante llega a crear un verdadero clima sádico, complicado de manejar y disfrutar pues, la sonrisa que emerge, está rodeada por excesivo dolor y sufrimiento que nadie, en una sociedad digna, debería llegar a padecer en sus carnes.
La frontera donde situar el límite de la soportable vida y de una merecida muerte que otorge sereno descanso final, esa bienvenida al paraíso decidido de voz propia, un botón y ¡adiós! al padecimiento de un moribundo cuerpo que se consume sin remedio, respiro para un alma que por fin puede partir, donde quiere que vaya -incluso si es a ninguna parte-, y olvidarse de la tortura de una agónica existencia, ya sin sentido.
No creo que abra debate sobre la eutanasia pues la pena, condena y aflicción observadas son suficientes para relegar dicha cuestión al cajón de los asuntos a resolver más tarde, a cambio de una humanidad compasiva que se intenta exponer con esa ocurrencia y gracia, que alivia los momentos más amargos, donde el abatimiento y la desesperanza se adueñan de la situación completa, ese sagaz contraste entre lo dicho y lo visto, entre lo sucedido y la situación ridícula que le precede, o aquella esperpéntica que le sucede, todo para un relax incómodo y tirante donde se expresa, con fascinación y agudeza, “el Señor no puede ponerse porque está en el baño”.
“¡Ayúdame a terminar con esto!”, desfalleciente grito de súplica que encabeza esta peculiar historia israelí, atrevida y valiente, que vende en tono de comedia y sarcasmo, la gran tragedia que tiene lugar cada día cerca de nosotros, provocación inteligente y osadía incisiva para plantear lo que nadie desea, tenues risas que no se atreven a ser descaradas por la solemnidad e inconveniencia del acto, un argumento que valora, hablar y exponer con veracidad, la complicada situación que viven y atraviesan sus personajes sin olvidarse de que, en los espacios más serios y dramáticos es donde la carcajada natural surge con mayor reclamo y vehemencia.
“Por dentro son como niños, sólo el cuerpo a envejecido” y esa es la gran desdicha que se sufre con la longevidad, una mente joven y sana, con ganas de proseguir, aplastada por una materia corporal que se devalúa y extingue a cada día, a cada paso, cada vez más insoportable de llevar, con esa infructuosa resistencia férrea que ya no posee ánimo ni futuro; dos puntos de vista, el del enfermo, sin poder llevar a cabo su no-escuchada voluntad, y el del exasperado familiar que convierte, en posibilidad presente, ese deseo y ansia manifiesta por terminar con el tormento, más esos secundarios que transitan por vidas, tan derrumbadas y al límite, como paseantes ignorantes que prefieren no saber pero, en cambio, juzgan con facilidad pasmosa e inapropiada dureza.
Sensible y emotiva en los sentimientos que genera, resistente y sólida en el contenido que trata, perspicacia para plasmar ambos lados con sabio abrazo, firme resolución y una destreza de planteamiento que envuelve y no te suelta; vas a estar pendiente de estos cabales abuelos, de sus actos y maniobras, de su ansiedad y comprensión, de su astucia y maquinación para conseguir, por cuenta propia, esa urgente ayuda que nadie se quiere molestar en conceder, pues parece que todos tengan más derecho que ellos a decidir sobre su propia muerte; ternura para con los amigos, cobijo para con los desconocidos, amparo mutuo en situación de necesidad extrema que, a pesar del aspecto cómico y divertido con el que se disfraza, duele en el alma por su caminar fúnebre y siniestro.
Según tu sensibilidad y afecto del momento, de ese delicado tiempo de su consumo y digestión, la cogerás con más fervor o menos, reconociendo, siempre y por todas, que es un relato audaz y arriesgado que expone, sin tapujos ni vergüenza, una realidad cercana y consabida, muy presente en la memoria.
Buenas sensaciones y un merecido aplauso para Tal Granit y Sharon Maymom.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Regresión
Regresión (2015)
  • 5,3
    25.550
  • España Alejandro Amenábar
  • Ethan Hawke, Emma Watson, David Thewlis ...
5
Regresión
Los miedos sugestionan, ciegan y confunden, comen y se alimentan de nuestra debilidad y duda; este juego de verdadero o falso no, con facilidad se olvida.
¡Hay Amenabar!, tan gran campaña publicitaria para una historia regular, pobre en esencia, ausente en complicidad y fusión para con el espectador.
¿Por qué?, porque está correctamente rodada, dirigida con esmero, meticulosidad de escenas, perfección de encuadre, mimo detallista de sobrado aprecio pero, ¡Alejandro!, no se siente el corazón de la historia, el diablo no perturba el alma, no hay intriga, ni inquietud ni curiosidad por su misterio, sólo una locura regresiva que invita a una peligrosa sugestión que no alcanza para gran incógnita o tormento, pausada lentitud de andadura, cuidada con gracia y progreso que no llega a los altares de la iglesia, se queda en nimio espectáculo que no abarca para envolver ni motivar al oyente.
“Eso es lo que da más miedo, que nos lo creímos”, tras cinco años de espera, tu recepción era ansiosa, anhelo por indagar y saborear tu esfuerzo y trabajo pero, ¡has vuelto a la audiencia agnóstica!, ¡ésta desea creer pero no puede!, querencia que se evapora conforme pasan los minutos y el avance no es tan fructífero ni instructivo como se esperaba, para una crónica de ilusionado inicio, acoplado final pero ¡desganado centro!
“El diablo hará todo lo que pueda para hacernos olvidar que existe”, sólo que aquí parece más bien un cuento infantil que otra cosa, nunca llegas a participar del teatro ni te subes a su noria obsesiva, relajada observas a un entregado Ethan Hawke, moverse con disciplina y talento, haciéndole un gran favor al director español al actuar en su cinta, pues otorga una consistencia y deseo de veracidad -que nunca se confirma, pues es artificiosa- que de otra manera, sin él, no tendría ni comienzo ni cuestionada interrogación.
Porque la dirección es magnífica, pero el guión queda lejos de tal altivo adjetivo, y no porque no esté desarrollada con acierto, delicadeza y creencia en sus embaucadores opciones, sino porque, aún con ese logro de escritura, análisis y presentación, ésta no cautiva, ni impresiona ni logra abrir apetito; “la mente es todo un universo” y es evidente que eclipsó e ilusionó al capitán de este navío, su entrega, investigación y minuciosidad son claras y obvias pero, de nada sirven para un cortejo que no seduce ni enamora.
“¡No soy uno de vosotros!” grita el protagonista, sumido en su pesadilla ensoñada o en su realidad tormentosa, evidencias que toman vida, lógicas hipótesis que cobran sentido, todo bien preparado/mejor ejecutado pero, sigues cómoda, poco integrada, apenas motivada por la búsqueda, por el supuesto mal y su víctima.
La fiesta terminó, ya no hay más circo, los integrantes se disolvieron cada uno a lo suyo, “..., la próxima vez que oiga la voz de Dios ¡no nos llame!”, me parece bien pues, esta llamada ¡ni siendo de Satanás! alcanza grandes decibelios; magistral en sus componentes resulta modosa, tenue y comedida en su efecto, suave decepción, que no llega a mayor profundidad por la simpatía y bonanza que se siente hacia el referido patrón chileno-español, pero que, con honestidad de quien oye su voz interna -sin sugestiones ni regresión-, tiene que admitir que la tensión se quedó en su mente, la inspiración en las hojas de su relato, la histeria colectiva en su imaginación; en nosotros, la audencia, poco quedó, y lo poco, sin excesivo sabor.
El espectador aprecia la labor de conjunto, su oscuridad ambiental y su envolvente clima pero ¡ahí quedas!, sin suspense ni estímulo ante la corrección de un filme insulso, que resulta sintético e indiferente, cuento de viejas para noche donde, repentinamente se va la luz, y quedas a la espera nerviosa de ese relato espeluznante que te haga gritar de miedo; sólo que, no hay nervio, no hay grito, no hay escalofrío ni susto ni preocupación, hay entretenimiento ligero, pasajero que no penetra, que no cala.
Evita, con pesar y disgusto, alterar tu tranquilidad o molestar tu descanso; respetada la realización, su consumo es deficiente.

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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dulces criaturas
Dulces criaturas (2014)
  • 4,8
    2.872
  • Estados Unidos Jonathan Milott, Cary Murnion
  • Elijah Wood, Alison Pill, Rainn Wilson ...
3
Cooties
Un “Walking dead” de primaria, liderado por Elijah Wood, estridente, lleno de tacos, con exceso de sangre y personajes excéntricos para recrear una escuela circense, alocada y vuelta del revés, donde huir de los alumnos monstruitos que no quieren ir a clase y les da por atacar y comerse a los profesores.
“Hay que esperar hasta las tres de la tarde...”, horario de fin de la jornada escolar donde, por fín, aparecerán los malditos padres, de estos descabellados mocosos, para hacerse cargo de sus insoportables y hambrienta descendencia.
Al cargo del grupo de supervivientes y exasperados maestros, un lelo McGiver de las ciencias, con dificultades para relacionarse por tener medio cerebro tocado, un profesor de gimnasia mas necio que el susodicho y un canijo héroe que, en realidad, no debería estar allí pues es novelista, o mejor dicho, eterno aspirante -también eterno fracasado- a escribir una novela de terror que deslumbre al mundo, de la que no sabe cómo pasar del capítulo uno y de su varado barco protagonista.
Cuenta con momentos hilarantes, otros espeluznantes, muchos desagradables y otros tantos sombríos y penosos, un despropósito de película que intercambia -supuesta- comicidad, idioteces, tragedia, carreras con excesivos gritos, tonterías a tutiplén y mucha banalidad sin sentido ni gusto, tristeza de conjunto que únicamente pretende actuar con celeridad y estropicio para entretener con gamberradas y chifladuras de crios infectados por un virus extraido del pollo.
“Tenemos algo que ellos no tienen, ¡el impulso de ganar!”; representación teatral cuyas bufonadas ridículas van por turnos, ideal para tarde tonta con amigos, para estar de guasa, reírse de todo y no tomarse nada al pie de la letra, seriedad de adultos humillados jugando a ser campeones contra come-cuerpos infantiles que se vengan de todos los suspensos y castigos recibidos.
El grupo es patético, si no te da por el humor y la congoja, no la soportarás, oportunidad única para pegarle ese deseado tortazo al crío coñazo y cabroncete de la clase y que nadie pueda decirte nada, limpieza vengativa de todo lo soportado durante semanas y meses por esa selva infernal de mocosos en que pueden convertirse las aulas.
Una pandemia de terror y locura ha invadido la ciudad, la provincia y el país, la culpa es de los infectados nuggets, se necesita una vacuna o la población adulta desaparecerá; los niños han tomado el poder, ya no obedecen, ya no aceptan órdenes, sólo quieren tu sangre y devorarte hasta acabar contigo, muchas vísceras a mansalva y el infierno de una revuelta infantil hecho presente, más el permiso para disparar y darles una paliza, con entusiasmo y ganas.
Se supone estas cintas son para distraerte, desconectar del momento y descojonarte -perdón, deternillarse, que es protagonizada por menores- del absurdo; yo no lo he logrado aunque, admito, va dirigida a un público devoto en concreto. He intentado colarme entre ellos, como tentempié de recreo pasajero pero, no ha funcionado. No obstante, reconozco la vulgaridad sana de su presentación y oferta.
Memez escandalosa y colorida, abundante en chillidos tortuosos, una pantomina descerebrada que a unos divierte, a otros horroriza; sólo tú sabes a qué grupo perteneces, yo me confundí temporalmente.

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12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
American Ultra
American Ultra (2015)
  • 5,1
    5.636
  • Estados Unidos Nima Nourizadeh
  • Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Connie Britton ...
4
American ultra
Parece un caso Bourne de segunda mano, de broma y cachondeo, pequeños emulando lo que hacen los mayores, aficionados jugando a imitar a los verdaderos profesionales, disparos, carreras y más disparos y el joven Jason -Jesse Eisenberg- esquivando las balas y matándolos a todos, más un caprichoso crío -Topher Grace- al mando de la operación, de rabieta porque no se sale con la suya, y la cándida Kristen Stewart, de dura y feroz intentando proteger a su amado polluelo.
Ridículas y absurdas conversaciones de un cerebro atorado, que no recuerda quién fue y que confunde quién está siendo en este momento, a su supervisora en cubierto, mezcla irreverente e irrisoria para un cuadro peculiar del bobo de la tienda, que fuma y dibuja cómics y, entre medias, mata a gente con una simple cuchara y sus manos.
Bondad sincera, ingenuidad latente y considerada comprensión de un efectivo terminator que abandona, forzado, su somnolencia y activa su mecánico entrenamiento de supervivencia, para poder pedirle a su novia matrimonio como es debido, a ser posible; inocentes cabezas huecas, en cuerpos adiestrados, para no pensar y obedecer que desfilan cual reparto de cupones para ser el siguiente en la lista a fallecer.
Intenta tener su propia personalidad -aunque es copia disparatada de muchos originales-, su punto de fanfarria, de bufonada cómica con gracia incorporada por su estrambótico estilo de presentación -otra cosa es que lo consiga-, borricada de teatro de un cachorro que adquiere confianza y empieza a caminar solo, para convertirse en el nuevo James Bond de la C.I.A. después de intensos numeritos de explosiones y golpes, un despropósito de humor y coña que presenta una versión divertida y amena del prototipo tantas veces visto en cinta, ex-agente, recluta voluntario que no sabe dónde se mete, acosado y perseguido, que sobrevive para ser invitado -suavemente forzado- a volver a filas.
Una tarde de aburrimiento, de ligera inspiración, a Nima Nourizadeh le dio un ¡telele!, y una idea surgió en su mente, una parodia de homenaje y guasa a ese héroe de acción, el McGiver de los utensilios de cocina como armas mortíferas, que entretiene, cumple medianamente y hace pasar un buen rato, hora y media de distensión, de “poc trellat”, de desfachatez con buen sabor de boca que logra contentar, parcialmente, con su incesante escaparate de tonterías continuas, un sin sentido cuya intención es recrear, con estilo alternativo, lo ya conocido para llegar a buen puerto y desembarcar después de una tarde de risas, juerga y compañía grata.
No llega a película de culto, se excede en los muertos y la sangre, gamberrismo juvenil de caras familiares que se mueve con soltura dentro del refrito que oferta, mueve cartas, ninguna de cosecha propia, para mano que pretende distraer y ambientar, jamás ganar; no vende faroles ni se saca ningún as de la manga, sólo es jarana para ocupar el tiempo y relajar la mente.
¿Cutre?, si, ¿divertida?, por espacios alternos; no la analices, no la tomes en serio y acepta la invitación de estos “superfumados” a su loca fiesta de espías del gobierno norteamericano; no da para mucho, suficiente para la duración que otorga.
Memez que te puede valer si te dejas llevar por la estupidez de su ánimo; ahora, si tu espíritu no está en sintonía, mejor olvídala y ¡a otra cosa!

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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Negociador
Negociador (2014)
  • 5,9
    5.081
  • España Borja Cobeaga
  • Ramón Barea, Josean Bengoetxea, Carlos Areces ...
5
Negociador
“Si no se puede preguntar qué vas a hacer, está muy claro lo que vas a hacer”, aunque realmente sea difícil hallar su definición, esa designación que te oriente hacia dónde vira la película o instruya sobre cómo te hará sentir la misma.
Porque es historia los hechos que narra, formalidad específica de una época muy dura en cuanto a asesinatos y muertos, porque lo hace en tono de comedia que no acaba de despuntar, genialidad de indagación que no proporciona los frutos previstos, con tintes trágicos por el dramatismo de lo que hay en juego, en ridiculez de teatro como sintonía media, atrevida apuesta para un tema peliagudo que pocos se atreven a tocar, mucho menos a extraer la ironía y desfachatez de la posible situación dada, pero que aquí, ya puestos, no se adentra hasta donde se desearía, no extrae todo el humor negro al que daba juego la partida, ni profundiza en la extravagancia del escenario y la mofa de los pasos en tal pantomina de actuación.
Porque, negociación o diálogo, es embrollo atascado de nomenclatura que, como niños adultos con poder en sus manos, ninguno da su brazo a torcer aunque, acudiendo al diccionario o a su posible traducción para el mediador, no haya diferencia pues es palabra única fuera de nuestras fronteras, riqueza semántica de un idioma como impedimento para un acuerdo que parece más, el cachondeo nefasto de reunión de la empresa del pueblo, que asuntos de política mayor.
“Para hablar siempre hay tiempo, para olvidar nunca hay suficiente” o cualquier otra frase notoria, aunque sea de película de la noche anterior, que pase a los anales de ese documento escrito cuya firma vale la unión y paz de un pueblo, estrafalaria representación hipotética que logra la mueca y carcajada por la valentía del cuadro confeccionado aunque nunca llega a risa, a plena comicidad por la falta de intensidad y fuerza.
Borja Cobeaga se maneja estupendamente dentro de la tragicomedia, esas situaciones tensas donde todo se decide de manera inepta y absurda, se mueve mejor dentro de la corta duración, planos comedidos, sencillos y veraces, escenas cotidianas cuidadas en su enfoque humano donde la expresividad del rostro dice mucho más que la palabra dicha, quien despuntó barbaramente con “Pagafantas” y, a pesar del aplauso de la propuesta y su ocurrencia de formato, se queda muy distante de lo que se esperaba recibir; no puedo, por más que quiera apoyar la idea y su osadía, echar de menos sentir, con mayor vivacidad, la torpeza del relato montado.
Si vas a hacerlo, si ostentas hacer burla, contar con descaro hechos tan sensibles y serios, de calado tan hondo y complicado, tírate del todo a la piscina y exhibe el incisivo espectáculo que tú sabes crear, no te conformes con rozar las mieles y ¡ya está!, porque la audiencia se queda con ganas de más, con apetencia y hambre de mayor calado y consistencia.
Gags de irrisoria composición, actores familiares, buena disposición de ánimo, asumida disponible voluntad y, con todo, no llega a esa potencia que permita abrazarla completamente.
Excelente la idea, pasable el resultado.

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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la pista del enemigo
Tras la pista del enemigo (2014)
  • 5,2
    82
  • Francia Rachid Bouchareb
  • Forest Whitaker, Harvey Keitel, Brenda Blethyn ...
4
Two men in town
¿El ser humano evoluciona o tropieza siempre con la misma piedra?
Cuida tanto lo fotografía, se esmera tanto en la composición estética de las escenas que se olvida de afianzar el contenido, de darle carácter y consistencia a los personajes, de poner más énfasis y acción en los consabidos pasos a relatar.
Porque sabes, desde el principio, lo que va a pasar, lo que va a suceder, el rol y papel de cada uno está claramente identificado, sólo hay que dejar transcurrir el tiempo y que vaya cubriendo, cada vez, más espacio en la señalada ruta pero, ¡es que se toma tanto tiempo, calma y tranquilidad para llevarlo a cabo! que impacienta tu buena voluntad, irrita tu espera, consume tus ganas.
Su juego entre el deseo de paz y libertad, de hacer las cosas correctamente y conseguir una vida sencilla y, la amenaza constante de quien tienta y pone en peligro dicho sueño, carece de tensión, inquietud o congoja, a esa lectura de que hagas-lo-que-hagas-no-puedes-evitar-tu-destino le falta fuerza y le sobran minutos; el mal se abre camino a pesar de la voluntad y resistencia, la tentación de la ira y la justicia, no otorgada, tomada por las manos como panfleto de que, no se puede cambiar lo que se lleva dentro por mucha confianza, lealtad y sacrificio que se ponga en ello, es sermón fácil de adivinar desde el minuto uno que perfora, aún más si cabe, en su obvia espaciosidad y dilación de presentación, ralentizando lo que, ya de por si, iba a cámara lenta.
Quiere crear momentos de sentida espiritualidad, de reflexión, de análisis del alma humana, de aprecio por una segunda oportunidad, de apoyo por la rehabilitación del condenado para descubrir sus verdades en una última jugada donde, las cartas no son tan malas. aunque éstas se salten la ley pues, en ocasiones, hay más injusticia dentro de ella y más equidad y resolución efectiva si se deja de lado y resuelve, uno mismo, el conflicto que acecha sin descanso...,
..., sólo que llegas a esa deseada mano final agotada, vencida y cabizbaja, resignada por no poder disfrutar de ella como debiera, sosegada por observar tanta religiosidad, misticismo y bonanza de corazón emprendedor expuesta sin el refuerzo argumental y dialéctico requerido, únicamente miradas a la hermosa lejanía, evaporados pensamientos que se conmueven con el atardecer, refugio de una puesta de sol para parar la recóndita furia acosadora e imágenes incesantes de esa lucha interna de quien busca y elige el bien, pero el demonio le acosa sin tregua, que motivan poco/seducen menos pues no logra transmitir su genio y personalidad, se queda en simple bosquejo que ni nutre ni alimenta.
Forrest Whitaker de nuevo en el papel sangrante de quien vive un dilema íntimo, tortuoso y sufridor, lleno de reproches y con un pasado castigador que no le olvida ni perdona, siempre cumple, siempre se agradece su presencia aunque, en este film en concreto, no sea aliciente suficiente para afirmar su degustación ¡ya no plena!, no se pide tanto sino, simplemente, parcial o por fracciones.
Rachid Bouchareb no infunde energía al círculo de personajes que presenta, los coloca en pantalla en su sitio pero sin solidez ni hambre de ser engullidos, los dos hombres de la ciudad no dan la talla, aburren y agotan, les concedes tu apoyo, fe y esperanza para que tomen vitalidad y nervio, para que ¡salten chispas!, aunque sean efímeras pero, es un triste y conclusivo ¡nada de nada!
Siempre hay un mañana para hacer las cosas bien, para rectificar los errores de antaño, preparación para el despertar de un nuevo día pero, "no se puede descender dos veces por el mismo río, pues cuando desciendo por segunda vez, ni yo ni el río somos lo mismo", se puede retrasar lo inevitable pero, tarde o temprano te alcanza.
La narrativa de esta cinta no provoca sensaciones y percepciones suficientes para suscitar su estimulo y querencia; excesiva duración, de escaso material, para una historia conocida y vieja cuya compañía es poco inspiradora, de incentivo pobre.

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Adultos a la fuerza
Adultos a la fuerza (2014)
  • 4,4
    500
  • Estados Unidos Ross Katz
  • Rose Byrne, Nick Kroll, Bobby Cannavale ...
4
Adultos a la fuerza
“Yo soy feliz, ¿eres tú feliz?”, respuesta también afirmativa que se une al tándem sólo que, ninguno de los dos parece sincero, una estancada relación de consanguinidad, hace tiempo dejada, que necesita coger forma, volver a ponerse en marcha, actualizarse urgentemente pues ambos necesitan a alguien que les haga compañía, que les haga sentirse mejor, con eso cuentan, eso esperan y ¡para qué sirve un hermano si no es para esos momentos en que todo se derrumba y nada parece tener lógica ni freno!
Bien confeccionada, mejor retratada, no sobresale pero acierta en todo lo que expone, entereza de un argumento que muestra la recomposición de una relación familiar, un encuentro breve, forzado por las circunstancias que se alarga en el tiempo permitiendo la recuperación de esos sentimientos olvidados por la rutina, las prisas y la impuesta obligación que parece no tener fronteras ni límites.
Sacar una sensación fructífera de algo imprevisto y no deseado, emotividad de vuelta por los buenos tiempos y los muchos que quedan por delante, la estructura familiar y su firmeza como pilar de avanzadilla de un guión que se mueve a ritmo adecuado, sin fatigar pero tampoco excediendo en entusiasmo, pequeña porción de unas vidas que se necesitan y que se hallan un tanto perdidas en cuando a la cuestión de la felicidad y la consecución de su dicha.
Porque en torno a ello gira todo el entramado, ese bienestar, comodidad y confianza que otorga quien te conoce de toda la vida, y no únicamente porque se comparta apellidos y sangre, sino porque a padecido, disfrutado y esquivado las mismas desgracias, alegrías y golpes, porque perdona y es perdonado, porque aunque lo matarías, también le darías un abrazo, porque cuando le miras ves reflejada algo de ti y reconoces, al tiempo, lo mucho que él te ha influenciado, porque no sabe nadar pero salta a una piscina para que tu hijo aprenda a hacerlo, porque es importante, único y especial, porque es tu hermano y ¡es lo que hay!
Es suave en su alcance, lo expresa todo como debe sin acometer incisión profunda que se recuerde con vehemencia, atractiva y simpática tampoco llega muy lejos en sus emociones, lo mínimo para dejar claro el planteamiento y camino pero sin penetrar en la dureza, amargor y decepción de lo presentado, prefiere la vía grata de la calidez y bonanza, leve toque de desilusión y reprimenda que no da para una tragedia homérica o para un gran acto shakespeariano pero, cubre las demandas y necesidades del momento, amenos y bienavenidos sus protagonistas, conjunción agradable y duración acorde pra la soltura de lo que quiere contar.
Es un drama que no pretende dramatizar en demasía, que opta por la facilidad del perdón y que nunca se pierda la sintonía del grupo, abre frentes pero luego dispara bolas de fogeo, puede que porque Ross Katz se quedará sin material que expresar o porque nunca fue su pretensión ir más lejos.
Fina y leve muestra de principiantes de adultos que, a la fuerza deben correr y darse prisa, pues la edad no perdona, el tiempo no espera y hay que estar aquí y ahora valorando lo que se tiene, apreciando lo que se ha recuperado; no es especial, no es inolvidable pero gusta y es entrañable, de sereno interior, su sustancia no rompe corazones ni hace temblar al alma, no pretende impresionar, no aspira a cautivar, únicamente a narrar.
Nacimos del mismo vientre, crecimos en el mismo lugar, sufrimos las mismas pérdidas pero desde otro lugar, eres y serás parte de mi aunque no se pueda explicar..., mi hermano.
Válida para ocasional recreo.

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La visita
La visita (2015)
  • 5,9
    28.545
  • Estados Unidos M. Night Shyamalan
  • Olivia DeJonge, Ed Oxenbould, Deanna Dunagan ...
5
La visita
“Hay que reír para encerrar a la oscuridad en una cueva”, una oscuridad no tan negra ni horripilante como se esperaba, entregada de forma comedida y ralentizada, tomándose su tiempo y sin caer en la precipitación de aventurar los hechos, serenidad de pausa donde, cada inhóspito nocturno imprevisto, encuentra su posible racional explicación a la luz del amigable día para llegar a esa fatídica última noche donde, nos dejamos de juegos, y la verdad toma posesión de la velada a manos de unos peculiares abuelos cuya cabeza no parece estar en su sano juicio, ni en su correcto sitio.
M. Night Shyamalan toma posesión del arte innovador, a estas alturas excesivamente explotado, de poner la cámara en manos de sus personajes e incluir, al espectador, como un participante más de toda la loca revuelta, indagar dia a día, con esas noches extrañas y espeluznantes, quiénes son estos desconocidos yayos recién descubiertos, toda una semana por delante conducida con tiempo y sutilidad, ofreciendo gotas de esas rarezas subyacentes que desaparecen con la claridad y protección del alba y que, vuelta la penumbra nocturna, atacan y obsesionan por no enteder su por qué ni confiar, del todo, en la aclaración dada.
Terror psicológico suave, humilde y muy escaso, que siempre deja a la audiencia a la espera de hacer cumbre, de ese estallido de gran explosión que nunca llega y que, cuando lo hace, apenas sacia, dosis esparcidas que se saborean gustosamente a primer relámpago pero cuya apetencia se desinfla por no seguir su estela, por moderarse y frenar la marcha; muestra y corta instantáneamente intentando que se acumule el interés y desasosiego del asistente hasta ese resolutivo acto final, propósito que logra en parte pero no con el carisma e ímpetu debido pues no da pavor ni escalofrío, la duda crea expectación por ver por dónde saldrá, leves sustos esporádicos que no aportan sensación mayor, ni adrenalina añadida.
Esa seguridad de revelación conclusiva donde se destapan las cartas, quitan las caretas y cada cual actúa según su papel, da para interés descriptivo adecuado y conciso -según ese cierre emotivo de enseñanza a recordar- pero ¡tampoco es la panacea del mencionado terror!, de lo desconocido e irracional, más bien se une a la lógica desvariada de quien se mueve según su perturbada mente.
“Nunca guardes rencor a nadie”, sermón instructivo de una arrepentida madre a su inocente hija, modestia y recogimiento de relato, sencillez de composición, veracidad de conclusión para la última incursión de un director que tiene tantos éxitos como fracasos, espléndidos aciertos como logrados fiascos; en esta ocasión, no hay pánico ni miedo ni entrecortada respiración, sólo curiosidad por descubrir que lleva a estos dos ancianos a comportarse como dementes chalados; acompañas, durante cinco días, a estos hermanos en sus vacaciones esperando, con insistencia, un poco más, ¡bastante más!, de espanto y atrocidad que colme tu necesidad no cubierta.
Prudente, esquiva y pudorosa, enseña poco para que tu imaginación crezca y contribuya a crear las restantes expectativas, atenta discreción que no tiene en cuenta tu escasa colaboración para con tal arte, no dejas de observar, de caminar junto a la joven pareja pero, su tránsito de la bendita ignorancia al sufrimiento de la realidad revelada no confirman ese deseo, no saciado, de asustar e intimidar.
Como constante pensamiento, que se instala en tu cabeza, tenemos la afirmación “¡están como una cabra!”, lejos del sentimiento de estupor y horror buscados, distancia marcada por provenir de rutas de origen distinto, una reflexiva/la otra emocional; te instalas en la primera/apenas rozas la segunda, se consume con ánimo e incógnita de lo que solventará pero ¡poco más!
Es cómoda y breve, llana en su intensidad, alicientes que dan para pequeños sobresaltos de una historia cuya aventura resulta inofensiva, su inquietud no alcanza grandes decibelios ni se adentra, en demasía, en la perversidad, nunca llega ¡al colofón! que se presumía y vendía.
Pasatiempo que, ocasionalmente, afina su puntería provocando turbulencias espontáneas que, en conjunto, no cubren la demanda.
La visita, en su maldad, no ha resultado incisiva, absorbente ni complaciente; vale como complemento anecdótico, no como gran historia de terror y suspense.
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Irrational Man
Irrational Man (2015)
  • 6,4
    23.230
  • Estados Unidos Woody Allen
  • Joaquin Phoenix, Emma Stone, Jamie Blackley ...
5
Irrational man
Repetición, infértil y sin entusiasmo, de lo ya acaecido en otras ocasiones, que se salva por el arte y mérito de su actor protagonista.
Si a Woody Allen le falla su escrito, si flaquea en su guión, entonces mata a la mitad de su criatura, se carga su pasión y esencia, elimina su encanto y atractivo, deja al espectador cojeando, triste y desamparado por lo endeble e insulso de lo observado, un anodino teatro existencialista donde el asesinato es remedio sano para la depresión, donde la pérdida de motivación por la vida, y de valores por su desganada realidad, toman coraje y vitalidad gracias al objetivo de jugar a transgredir la ley y no ser pillado, de ser rey y dios entre analfabetos ignorantes.
No es la primera vez que el director neoyorquino saca a colación el asesinato como salvación de la desidia, así como tampoco es novedoso el planteamiento del astuto azar y su rocambolesco modo de actuar y encajar las piezas -las cuales igual apuestan a favor que en contra-, en esta ocasión reforzado y decorado por un montón de teoría metafísica, que se expone gratuitamente para dar consistencia y potencia a su personaje, para resaltar y afianzar ese paso crucial desde el abandono y la desolación a la juventud de la ilusión, al respirar de la querencia, al empuje por existir y a la nueva perspectiva de proyectos por delante.
“Gran parte de la filosofía es una gran paja mental”, “hay que confiar en los instintos”, “hay que actuar en lugar de observar” y un montón de baratijas similares, para unos diálogos que carecen de la chispa e ingenio que es la característica habitual de su firma y estilo, en el agudo intercambio camunicativo, en la esperada fructífera e irónica charla ha perdido su fuerza y sabiduría, su poder y revestimiento seductor; ésta adormece, apenas revive o alimenta tu espíritu o mente, el comandante de su historia no provoca emoción o intriga, devoción o inquietud, es más, ni siquiera supone originalidad respecto otras creaciones anteriores de sus cintas, un conjunto insustancial, exiguo y poco nutritivo, decepcionante teniendo en cuenta quién firma la cinta; simplemente cumple con mínimos, en un producto mediocre, recopilación rumorea de previos ya vistos y de aportación muy pobre para con la audiencia.
Según una de las perlas, del melancólico y devastado profesor Abe Lucas -un excelente Joaquín Phoenix, respetado actor que siempre se vuelca al máximo en sus trabajos-, maestro de filosofía que ya no cree en nada ni por nadie se molesta, dice “Kant aduce que la humanidad se agobia por cosas que no entiende”, aparte de la cita indiscriminada de un cúmulo de autores más, al uso abusivo, para darle carisma y entereza a una sinopsis que, expresada en palabra recitada, en voz alta, carece de todo rastro de la misma, simpleza de refutación discursiva y expresiva para quien ni se ha esforzado ni se lo ha currado.
La muerte como alimento de la vida, la obsesión como despeje de la obstrucción creativa, la osadía de intervenir y solucionar como musa del inspirar, escribir y recitar, bla, bla, bla..., pero, en el fondo, únicamente hay un desfile de individuos poco apetentes, nada sugestivos, sin deseo por ellos y ni rastro de su peculiar mordacidad, de su talento labial, de su desparpajo andante, de su personalidad única e inolvidable; trivial mano a mano cuya partida no tiener fervor ni misterio, que ni incita ni alienta.
Ligera, pasajera, sin conflicto ni profundidad, se pasa por ella por imperativo categórico de ser fan confeso que espera mejore, esta evidente rebaja, en su próxima entrega; mantiene su don para la recreación, el vestuario, la música y la perfección detallista de las escenas, agradecido cuidado y esmero que se evapora al no dispensar su usual y esperada ocurrencia y agudeza en ese manuscrito, que debe ser su pilar firme de sustento.
Un hombre irracional, con la calculada lógica de su parte, cuya luz para resurgir y volver a la vida activa le lleva a enfrentarse con su yugo destino, tránsito del más venerable encaje a la más catastrófica locura que no supone un gran aliciente, más bien una desaborida desilusión, un pasivo desengaño por la escasez de empeño y propósito, por la familiaridad de lo observado y por la ausencia de ánimo y acicate para sentirse satisfecho y fascinado por ella, contrariedad que no anhela el alma, desencanto que golpea al corazón, más una razón que sigue a la espera de ese ansiado suculento alimento, que no llega.
Defrauda.

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Girlhood
Girlhood (2014)
  • 6,2
    2.408
  • Francia Céline Sciamma
  • Karidja Touré, Assa Sylla, Binta Diop ...
6
Bande de filles (Girlhoood)
Guía experimental, sin antecedente previo excepto la propia vivencia construida a base de golpes, riesgo y enorme voluntad.
"¡No quiero esa vida!", ¿y qué vida quieres?, ¿dónde quedaron tus sueños?, ¿mantienes intactas tus ilusiones y esperanzas?, pues hasta tu fortaleza y vigor empiezan a flaquear, sólo se mantiene constante la soledad y esa necesidad imperiosa de cariño, de marcar tu camino y llegar a destino sin tener idea de cuál será o cómo llegar; aunque, claro queda lo que no será, lo que no te vale ni deseas por duro y doloroso que sea dejarlo y rechazarlo, potente, enérgica sabe defender pues la respalda un argumento sólido, eficaz y productivo en su desarrollo, evolución desde la inocencia de lo correcto, de la buena fe de ser y portarse bien a la aparición de carácter y formación de la personalidad donde valen más los errores infructuosos propios que toda la servidumbre, maltrato y humillación de esos otros llamados familia, que poco o nada de cobijo dan.
Sustituir lavar platos por llevar navaja, dejar de lado preocuparse por las hermanas por preferir ganar la batalla, ese enfrentamiento físico de la juzgadora calle que establece rangos y posiciones, sólo que la victoria de hoy dura únicamente 24 horas, pues a la mañana siguiente, puede que seas derrotada y avergonzada por la nueva candidata a liderar el grupo y poseer la corona, sin descanso, sin pena, desbarajuste de andadura que voltea de lado a lado concluyendo que sola estás y que continúas con esa necesidad imperiosa de cariño y amistad, de un abrazo y sentido amor que no comprometa, que no demande, que no juzgue, que no hiera.
"Quiero ser normal, quiero ser como los demás", sólo que no lo eres, tarde es ya para eso, una lección arduo difícil de aceptar, ser adulto cuando eres una joven sin adolescencia cuya aceleración de crecimiento no es voluntaria sino forzosa, decidir sin vuelta atrás con el único apoyo de esos breves y efímeros momentos de dicha y felicidad, de risa y hermosura perfecta que se desvanecen tan rápido que la resistencia y rigidez deben volver a emerger, las lágrimas se lloran en casa, sea dónde sea que dicho cuarto, que no hogar, establezca su lugar.
Consistente guión que muestra la vilolencia y el abuso a diferentes niveles y en variadas formas, todas con el mismo propósito de dominación y sometimiento, esclavitud social de la que escapar cómo sea o subsistir si ya se ha caído en ella, alegría rodeada de penumbra, ritmo contagioso donde refugiarse de la opresión, esta banda de chicas, pandilleras de amistad y lealtad en el complicado camino hacia la feminidad elegida, que no impuesta, cierra la trilogía "Los lirios del agua" y "Tomboy", las tres con ese toque veraz y auténtico de espíritu risueño y soñador que por dentro llora, duda y es confusión completa de quién ser y a dónde dirigirse.
"You're beautiful like a diamonds in the sky", canta una enérgica y vibrante Beyonce para un diamante sin pulir, lleno de aristas e imperfecciones, desconcierto que le lleva a ir de mano en mano en busca de valoración y amparo, lealtad y hermandad en los momentos de frescura que se comparten con otros sombríos de desprecio, ausencia y represión, sumisión y obediencia u orgullo de enfrentarse y buscar tu trayecto, naturalidad, jovialidad, dolor y amargura para la severidad de madurar sin afecto ni ternura ni protección, a velocidad apresurada.
Céline Sciamma ofrece un retrato de la juventud a ras de suelo, de castigado barrio, esencia que emprende ruta con severidad, rigor y fuerza para descolocar todas las fichas y perderse por el mar de la duda que la propia protagonista sufre y padece, pues complejo es caminar con nostalgia, indecisión y en desamparo ya que, si algo no logra sacudir de su herida alma, de su dañado corazón es la soledad e imperiosa necesidad de cariño, que emerge una y otra vez, en diferentes momentos y niveles de intensidad, pero con la misma agónica demanda y presto solicitud.
Marginalidad, abandono, desestructuración familiar, tormentos, injurias, malos y buenos ratos..., "..., no es lo mismo ser que estar, no es lo mismo estar que quedarse ¡qué va!, tampoco quedarse es igual que parar, ¡no es lo mismo!..., conformarse o pelear no es lo mismo, ¡es distinto!...,léeme los labios ¡yo no estoy en venta!", sólo que, salvo esa bendición de paraíso de la banda de chicas, espléndido girlhood, y la única norma de que hagas lo qué hagas, vayas dónde vayas nunca te detengas, sigues en soledad y con esa necesidad imperiosa de cariño ¡que sí es lo mismo!

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A cambio de nada
A cambio de nada (2015)
  • 6,4
    13.991
  • España Daniel Guzmán
  • Miguel Herrán, Antonio Bachiller, Luis Tosar ...
5
A cambio de nada
Un viva-la-vida a quien se le fastidia el viva y tiene que afrontar la vida.
"Yo no quiero volver a mi casa", en cualquier lugar antes que el infierno discursivo de hogar en el que vivo, peleas, discusiones e incesante mal rollo, y yo en medio, harto y perdido porque ambos son mis padres, a los dos quiero y no puedo elegir ni decantarme a favor de ninguno, de modo que, mejor me largo y busco mi camino.
Accedentada y pedregosa adolescencia con la que lidiar donde, a falta de familia unida y protectora, se busca refugio acogedor donde sea, en la dureza de la calle cuya lección marca y deja huella, supervivencia extrema de cogerse a lo que venga, de aceptar lo que aparezca e inventarse lo que no esté al alcance, sagaz pillería de quien tiene empuje, sonrisa y labia para lograr premio, picaresca de quien encuentra recurso de subsistencia para vivir una aventura de golfillo avispado que narrar a los nietos en la vejez o relatar, en el presente, a las tías para camerlarlas y que algo caiga.
Porque, para este verano, no tan azul -aquella pandilla veraniega, que se lanzaba a las calles, era más virginal e inocente- se nos presenta el quijotesco imitador de el vaquilla, que tiene problemas parentales de comunicación nula, pocas ganas de estudiar y muchas de mentir y buscarse el papeo, con su más fiel escudero, un calcadito Sancho Panza; dueto entretenido, que no cautivador ni fascinante, que se lanzan a la aventura, por la vís rápida y efectiva, disponible ¡ya!, del hurto a pequeña escala para pasar a delito mayor cuando se de el caso, y todo a cambio de nada pues parece fácil, al abasto de la mano, sin consecuencias que lamentar, rutina de ese nuevo costumbrismo por el que los chavales, reforzados por la excusa de la marginalidad, no afrontan los problemas, prefieren atajar y directamente ser millonarios dentro de esa fantasía de montaje que llevan en la cabeza pues, no hay otra forma de esquivar la cutre realidad.
Daniel Guzmán escribe, produce y dirige, se implica durante años, en la configuración final de un relato callejero, de la vida, común entre esa juventud anexa a la ciudadanía media que no les llega, diálogos veraces, de ras de suelo, de ese lenguaje conocido que se absorbe con conocimiento sabido, como dos colegas de clase que hacen peña y luego fardan de sus correrías, el público de la clase les sigue con interés y curiosidad de la siguiente torpeza y tontería a realizar, pasos desmadrados que intercalan en viviendas y lugares varios, huyendo de la propia, para acabar en peor muestra.
La rebeldía generacional proveniente de conflictos domésticos, de falta de apoyo, comprensión y cariño expuesto de forma humana, cercana y empírica aunque sin insistir en los temas propuestos, superficialidad de visita que expone pero no incide, deja concisos planos de montaje acertado y muy logrado, realismo argumental, empatía visual y magnífica elección de los intérpretes pero no supera el estandarte tópico de un relato sobre adolescentes metidos a delincuentes, por aburrimiento y queja de unos padres divorciados, que disputan sin parar, y colocan al hijo en la encrucijada de optar por uno u otro.
Buenas intenciones, agradecida acogida por su esforzada voluntad, simpática y cordial, se deja ver con la frescura de sus lozanos movimientos pero se echa en falta más contundencia, atrevimiento y firmeza, una circulación más arriesgada y potente y no un simple viaje, corriente, cómodo, que no ofrece nada nuevo.
"Yo, soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha tratado con amor, porque nadie me ha querido nunca oír", Jeanette era cándida y suave, Darío es más chulesco y osado, misma pena y sufrimiento, queja protesta que no explota todos sus recursos, posee convicción, que no enérgica andadura y contundente resolución.
Válida experiencia para primer trabajo de este novato, talentoso en la dirección y escritura, a la espera de frutos venideros cuando coja recorrido, destreza y veteranía; a cambio, el respeto y aplauso del público, que nada, precisamente ¡no es!

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Lugares oscuros
Lugares oscuros (2015)
  • 5,4
    3.133
  • Reino Unido Gilles Paquet-Brenner
  • Charlize Theron, Nicholas Hoult, Chloë Grace Moretz ...
4
Dark places
Parentela, dictamen hereditario inevitable que hay que soportar como se pueda, llevarlo con entereza o disfrutar de ellos si la dicha es buena; aquí, su tormentoso pesar no causa profundos desvelos ni tensas emociones, es, en general, laxa.
"¿Qué pasó realmente aquella noche?", aunque la verdadera cuestión es ¿hasta qué punto te interesa?, ¿supone un gran aliciente saber la verdad?, ¿es diestro y apetitoso su avance y resolución?, pues observas a Charlize Theron, con su perpetua gorra como equipaje decorativo en un intento de simular aislamiento, reclusión, confusión y protección de todo, escondite que juega con el tiempo para plasmar una investigación de asesinatos, rompecabezas no resuelto con justicia para el club kill, que procura abrir una ventana a la curiosidad del espectador para que se añada y camufle como un miembro más, sólo que tú nunca llegas a compartir su entusiasmo y vigor por descubrir lo ocurrido, por asignarle a otro candidato la tan cuestionada culpabilidad ya que, según se plantean los hechos y sus interrogantes, ésta puede ser asignada a quien se quiera con la excusa que en ese momento tercie y se acople mejor al flojo dramatismo, con evidente ausencia de sentimientos envolventes, de un misterio, por fín, ventilado.
"Estás tan presa como yo", encerrada en mi cueva emocional vendiéndome al mejor postor por dinero, refugio insano de una sociedad que hace espectáculo de mi dolor, que cotillea y se entretiene con la maldad de mi interior, contagiada sangre que nada bueno ofrece y cuyo pesado recuerdo no permite descansar ni vivir en paz.
"Tú mentiste, yo mentí, estamos a mano", pues dos negativos hacen un positivo aunque sea con 28 años de retraso, historia basada en la novela de Gillian Flynn, producida por la propia protagonista, que no logra arrancar tu inquietud o debate sobre quién será el diablo o el santo sacrificado, estropicio de motivación que pone en peligro todo el resto, ese conjunto de lugares oscuros que no poseen tanta penumbra ni reclamo como deberían ya que, su indagación en tan fatídico día y sus horas previas, desde el devastado presente que no logra ni perdón ni redención, ni propio ni ajeno, es de estímulo ajustado, limitado gancho que permite ese mínimo desgarro e incitación para no perderla de vista pero que tampoco incita a ofrecerle tu atención completa.
Tormentosa familia del medio oeste rodeada de un ambiente de fanatismo por satán y su vendida ideología, a partir de ahí asesinatos, víctimas, culpables y acordados giros, moderadas aclaraciones, poco convincentes, que no elevan en demasía la temperatura; si sacamos la gran baza de la actriz intérprete, no deja de ser un telefilme de sobremesa cuyo camuflado thriller no requiere gran esfuerzo para digerirse y demanda poca actividad a la razón, a lo cual tampoco se puede alegar ingrata sorpresa pues los libros de la referida novelista cojean de ello, parsimonia de recorrido, débil engaño, apenas enrevesado y facilidad de resolución, a lo que se une un Gilles Paquet-Brenner que tampoco allá la clave para transformar tal ordinariez en algo exquisito digno de activar tu pensamiento y cuestionar tu duda.
Historia de un crimen cuyo escrito no da para el espíritu de Jessica Fletcher ni para el recurrido Colombo, pues su humo alcanza poca incógnita y sus pasos y movimientos transfieren desidia en progresivo aumento más que su necesario camino inverso.
Le otorgas minutos y esperanza para ver dónde te lleva, para que aliente tu curiosidad y desconcierto pero pronto surge la decepción de un nivel medio que no osa ni pretende esquivar, se rodea de accesorios poco incisivos, de baches nada tentadores y de un alargar, lo que se puede solucionar ya, innecesario que tampoco ayuda a darle puntos favorables.
La respuesta a ese enigmática pregunta "¿qué pasó realmente aquella noche?" se acerca más al famoso "francamente, querida, me importa un bledo" que se lleva el viento que a una verdadera investigación sólida, consistente y sabrosa que te quite el sueño y te indague a preguntas.
Las lagunas mentales de Libby se contagian, mucho más, que su miedo por descubir la veracidad de aquella trágica noche pues, es tan ligera y tenue su incertidumbre y misterio, que la mente va y viene, se toma vacaciones cognitivas respecto la presente narrativa ya que, ésta no demanda ni solicita excesivo esfuerzo.
El negocio de la lástima se ha terminado, la recaudación de las almas bondadosas se ha secado, tú desgracia ya no conmueve ni interesa, ¡habrá que sacar efectivo de dónde sea!, ¿qué tal aficionados jugando a ser detectives que persiguen descubrir la verdad oculta?, ¡si pagan...!

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El desconocido
El desconocido (2015)
  • 6,2
    24.588
  • España Dani de la Torre
  • Luis Tosar, Javier Gutiérrez, Goya Toledo ...
5
El desconocido
“El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”..., y tres, y cuatro, y cinco, y ¡las que haga falta!
La pregunta es ¿logra crear tensión, emoción e inquietud?, ¿el guión es bastante intenso, cautivador y penetrante?, ¿te lo crees y lo asumes al instante, lleva su tiempo o nunca llega a ser aguda su incertidumbre?
La respuesta es un contínuo, evolución que progresa de menos a más, siendo su última media hora la que la salva de juzgarla como poco apasionante y escasamente meritoria pues, su previo pone a prueba tu paciencia e inspiración por ella, guión dialéctico de mínimos que se apoya mucho en la capacidad interpretativa de su protagonista, un experimentado, siempre soberbio y gratamente cumplidor, Luís Tosar, que cubre y saca adelante las carencias comunicativas de un endeble escrito para con la atención del espectador.
Su comienzo es de ínfimo aliciente, de pobre arrebato, el cual apenas toma mejor cariz y robustez conforme progresa, siendo el susodicho magistral actor quien salva la papeleta, hasta ese tercer tramo donde ya adquiere fuerza propia y es capaz de valerse por si misma, momento de coincidencia con el atrape del público y la confesión oportuna del por qué de todo el numerito montado.
“Papá, pero ¿qué has hecho?, pregunta una angustiada hija a su desesperado padre, al tiempo que el vidente recibe la información que despeja tanta incógnita, excusa vengativa, muy de los tiempos actuales, y muy acorde con la frustración del ciudadano medio por cómo es tratado por los mandamases que controlan el poder económico, y sus respectivos directores, que deciden a quién reparten parte del pastel y quién se queda fuera.
“Joder, papá, ¡no te acordabas de ellos!”, limpieza mental que sigue con la estratagema de mentir y salvar el culo hasta el final pues, si como dice el proverbio “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”, éste miente muy bien, sin cojear, por costumbre y rutina de experiencia hasta que, se equiparan los golpes y ambos, acosador y acosado, se hallan al misme nivel de vergüenza, desolación y servidumbre.
“¿Qué se siente cuando te lo quitan todo, Carlos?”; para entonces ya estás metida de lleno en la trama, parte emocional sentida con pulsación vibrante que tarda en aparecer y hacerse contigo, ¿suficiente para cubrir y perdonar la espera?, si porque el recurso aportado, como motivación de tanto daño y desastre, es familiar y cercano, conocido de todos los días a través del telediario, lo cual permite que te involucres con facilidad y rapidez para terminar, con un disfrute, más amplio de lo previsto dado su desconectado inicio.
El desconocido, con diferentes nombres pero, todos conocemos alguno, la cuestión de lo justo, de lo comprensible, de si te parece pertinente ya es a consideración personal y subjetiva, justicia tomada por uno cuando falla la del Estado, debate muy antiguo donde la norma conductual es “la letra con sangre entra”, y el dinero escuece donde no padece el alma; el objetivo es herir a quien a herido, ojo por ojo-diente por diente, cumplir la ley del Talión pues, por lo visto, ya quedó claro hace años que, Hammurabi, no se equivocaba.
Su adrenalina no es constante e incesante, deberás esperar a los postres para ello, pero su presentación es noble y loable, con un correcto y adecuado ensamblaje, potente por espacios su trama carece de novedad, buena dirección y montaje de Dani de la Torre, no tanto el guión de Alberto Marini.
Válido thriller español, imitador de la tirada en serie que produce la meca hollywoodiense cada año, con un evidente y acreditado esfuerzo, que tampoco hay que elevar a los altares por el coste productivo que supone para nuestro cine; buen trabajo, aplauso, palmadita en la espalda pero, ¡a seguir con la labor!, que se puede perfeccionar en estilo y carácter.
Quiero concentración, de mirar la pantalla fijamente y no poder respirar de la presión y angustia, los 102 minutos de la película, ¡no únicamente treinta!, y dejar de sentir esa condescendencia de quien mira, desde abajo, trabajos similares y superiores; vamos por buen camino pero, podemos hacerlo mejor y ¡más completo!

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2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
The D Train
The D Train (2015)
  • 4,7
    924
  • Estados Unidos Jarrad Paul, Andrew Mogel
  • Jack Black, James Marsden, Kathryn Hahn ...
5
The D Train
"Cuando te mientes a ti mismo, mientes al mundo entero"; hacer algo a lo grande, lograr impactar para ser recordado, ¡por fin triunfar!, sin saber ni darse cuenta de que ya lo estás realizando.
La clave de la película, su atractivo enganche es su protagonista, su honestidad narrativa y su contagioso y ligero ritmo, y no me refiero a Jack Black, también productor de la misma que deja sus acostumbradas bufonadas e interpreta ¡para variar!, si no a ese compañero de colegio o facultad de quien decimos “hubiera hecho cualquier cosa por ser su amigo”, idealizada figura, prototipo de la perfección a conseguir que, tras años y una vida recorrida, sigue perpetuo e indemne en ese pedestal de nuestra archivada memoria, protegida de las desilusiones del día a día y a salvo de la decepción de lo que soñaba con ser y acabó siendo.
Hermosa figura de cristal que se rompe y deja de brillar si te acercas demasiado, embelesada estatua de hielo que se derrite al establecer contacto, al hacerlo humano e intentar obtener algo de calor y afecto del mismo pues “no significó nada para mi” es su emblema de vivencia para lucir una existencia, increíble y molona, ¡a tope! hasta que se quita las gafas, se sincera y muestra sus cartas, sus fracasos y penas y comienzas a ver al hombre perdedor, estrellado -que no estrella-, y empiezas a apreciar lo que tanto esfuerzo te ha llevado y tan poco has valorado, tú y todos aquellos que rodean y aman a tan importante persona.
Es divertida y alocada, esa parte funciona bien, armónica pareja la formada por el guapo de la clase y su compinche inesperado de juerga que amenizan con placer, credibilidad y osadía la aventura ocurrida en L.A.; sigue el plan previsto de entretenimiento y curiosidad tras su desembarco en pequeña ciudad de inolvidable cuadro de antaño, esa postal de añoranza de tiempos pasados donde todo se recuerda con sonrisas y abrazos, la función esquizofrénica de quien era el amigo exclusivo del rey/ahora olvidado y relegado a uno más conserva el apetito mantenido durante todo el recorrido de la cinta -lástima que no incurriera más a lo “Carrie” y únicamente insinuara la presencia de su espíritu-; el sermón final, de piedra filosofal descubierta tras tropezar y caerse en ella, malogra parte de la buena sintonía establecida hasta el entonces.
Porque el discurso de Oprah Winfrey “agradezcan lo que tienen y tendrán aún más; si se concentran en lo que no tienen, jamás en la vida tendrán suficiente” de remate espiritual, que abre los ojos y sanea el alma, empobrece el ameno apetito del argumento mantenido hasta entonces -amén del personaje del hijo, que flaquea por todos lados- pues, en un principio, tenemos un guión difícil de clasificar ya que vende comedia, drama, humor negro y vergüenzas propias, todo envuelto en candidatos tópicos de cliché estudiado pero que se comportan con alevosía e intrepidez y, exhiben un atrevimiento inusual para este tipo de trabajos.
Los 40, la edad cumbre para una crisis recordatoria de lo que somos, lo que vendemos ser y lo que insinuábamos con vivir y experimentar, la excusa de la reiterada reunión de ex-alumnos y Jack Black actuando y dejándose de tonterías, en excelente camaradería con un seductor y fascinante James Marsden, más una soltura dialéctica que expresa momentos de veracidad sorprendente y una mezcolanza de tiempos actuales y clásicos que, como el propio actor, del gran anuncio nacional que todo lo pone en marcha,alude y confiesa: “..., pruebo un poco de todo, sin definirme por nada”
Ciertos puntos emocionales los clava, en otros se queda cojo de ideas y eficiencia pero, en general, posee un encanto y deslumbramiento que te lleva a seguirla con devoción y a difrutar de sus pasos con excelentes ganas, incursión en la que, aún certificando sus reparos donde se estanca y no progresa, su dictamen es de abrazo grato, valoras su resultado con ese optimismo de salir contenta y haber pasado un buen rato.
¿Sobre definirla?, creo que es mejor ir directo a verla, como el buen gazpacho tiene ingredientes varios, la base es fija y luego añades tantas novedades como quieras incorporar según gustos y apetencias pero, el veredicto es unánime, apetece su sabor, el conjunto gusta.
Llegar a cumbre, acariciar la gloria durante un instante para darse cuenta de que sólo era humo envolviendo y adornando la tristeza de su presente; dejar de ser un seguidor, de mendigar por un amigo para reforzar el carácter.
Sobria, narra con desparpajo, sin desarrollar todo su potencial pero, marcando el paso con la firmeza de dejar huella.
“The D train”, seudónimo de hombre modesto y corriente de atributos dignos y decentes; no fuel el rey del instituto pero, por fin ¡lo es de si mismo!
Enamora brevemente.

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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pride (Orgullo)
Pride (Orgullo) (2014)
  • 7,2
    15.356
  • Reino Unido Matthew Warchus
  • Ben Schnetzer, Monica Dolan, George MacKay ...
6
Pride (Orgullo)
La unión hace la fuerza, unidos jamás seremos vencidos, lema por el que se conduce esta simpática y cordial historia, basada en los hechos reales que tuvieron lugar entre 1984 y 85 cuando, dos grupos oprimidos y golpeados por el gobierno de Margaret Tatcher, se unieron en solidaridad mutua para conseguir el respaldo y apoyo de la sociedad, de cuantos más mejor.
Choque de mentalidades, supuestamente opuestas e incompatibles, que saben unirse en idealidad y fuerza para sacar lo mejor de ambos y ganar todos en su aspecto positivo; por supuesto, como toda merecida hazaña heroica, tiene su bruja y detractores, sus momentos de tensión y traición pero, si algo reina es la simpatía, jovialidad, frescura y talante grato que te hace pasar, con extrema facilidad, por sus momentos de risa, drama, cariño y tragedia con afecto, dulzura, alegría y un generalizado bienestar contento, como estado de ánimo, que hace que te relajes, sonrías, te emociones tenuemente y disfrutes de todo su formato.
Porque lo que ofrece es orgullo de estrechar manos, manos unidas en confianza que vale de respaldo, refuerzo, respeto y dignidad mutua, seguridad de hallar un inesperado amigo cuando estás en plena batalla contra un gigante, porque aquí, David no vence a Goliat, pero reconoce el esfuerzo y valor de su compañero de armas, por tanto, cuando es requerido, el favor es devuelto con sinceridad y conciencia de que todos los grupos, minorías reprimidas sufren el mismo dolor y represión y luchan por los mismos derechos.
Tierna, amable, de aroma acogedor y aire encantador, aporta amas de casa en club de lesbianas, mineros bailando en la pista de un bar gay, homosexuales desfilando por Gales, con todos los mirones escandalizados, y mucha camadería de abrazos y buen rollo, mezcolanza de vida, creencia y existencia que comparten la dureza y dificultad del camino, porque cuando se violan los derecos apoyándose en una inmoral ley da igual seas minero, esposa, lesbiana o gay, el azote es el mismo y la lucha igual de compleja e injusta.
Festividad y alegría, aceptable humor y ofuscado empeño para revivir a este grupo, el movimiento L.G.S.M. -gays and lesbians support the miners- que, con fondo de gran corazón, retrata un momento exacto de la historia de Gran bretaña que, en su momento, causó gran impacto.
Un "Jardín de la alegría" en calles urbanas y sobre asfalto que busca la misma afinidad y complicidad en el público, gustar, entretener y ser querido y recordado con apego y gratitud de pasar un tiempo risueño y ameno, que te da a conocer un hecho verídico de trascendencia humana y social, y cuyo recuerdo será agradecido y satisfactorio gracias a su confortable esencia y espíritu social.
Expresiva en su interpretación, no deja de presentar típicos clichés entre los miembros de sus filas, prototipo esperado de apariencia y evolución pero, poco importa cuando, Matthew Warchus, sabe ganarse al espectador para que saboree el momento y observe a estos "Full monty", que desnudan sus almas y exponen todo su corazón, para plasmar la buena fe y productividad del ser humano cuando se deja de prejuicios y ataduras y, simplemente, sustenta y da soporte a otro ser humano, hermano de sufrimiento, pena y esperanza de una vida próspera y digna.
Como flecha solitaria pueden fácilmente doblegarte, muchas flechas unidas serán sólidas, impactantes e inolvidables, "en las cosas necesarias la unidad, en las dudosas la libertad, y en todas ellas la caridad"; respeto por lo conocido, interés por lo nuevo, comprensión por lo diferente y fiesta, carcajadas a pares, jolgorio incesante cuando se pueda, solidaridad emocional y ¡más fiesta!, siempre fiesta pues "hay que tener orgullo, vivir con orgullo que la vida es corta, es muy corta..."

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Refugiado
Refugiado (2014)
  • 6,3
    465
  • Argentina Diego Lerman
  • Julieta Díaz, Sebastián Molinaro, Marta Lubos ...
6
Refugiado
Un niño, testigo silencioso que todo lo ve, todo lo oye, de todo se entera, presencia que pasa desapercibida pero todo lo devora, perenne esencia volteada como maleta sin equipaje a quien nadie pregunta, todo en su cabeza, engullido y mezclado, difícil saber qué piensa, cómo se siente realmente, lo único claro es lo que le hace daño, lo que le perjudica, lo mucho que no entiende y lo poco que sí sabe, que su papá pega a su mamá, que su mamá llora, que no puede volver al colegio y que se perderá los cumpleaños de sus amigos, que siente mear la cama y que está cansado de correr, que promete portarse bien y que quiere volver a casa, que todo sea como antes, antes de que papá pegara a mamá y mamá no dejara de llorar..., círculo vicioso que parece no tener final en el que se encuentra sumida y encerrada una desesperada y asustada madre que no deja de caminar, de moverse, que no sabe dónde esconderse y que, con todo, aún duda si ha hecho bien, si debería pensarlo, si debería perdonarlo, si realmente es sincero cuando se disculpa, le pide que vuelva y le dice te quiero.
Diego Lerman retrata con maestría y veracidad de sentimiento absorbido el caos mental, el revoltijo emocional, la confusión constante que reina en la cabeza de un crío que es cogido de la mano y arrastrado de lugar a lugar, entre gente nueva que va y viene, que desaparece y nunca vuelve y donde todas sus cosas están en su habitación a la que no entiende por qué no puede regresar, con sus devoradores ojos fijos que atraviesan tu pena, con su mirada pasiva que todo lo indaga, con sus dedos aburridos que no tienen con que divertirse, con sus lágrimas ausentes -pues ya llora bastante su madre- en un cuerpo cansado, con su rebeldía ocasional que ya no aguanta, protagonista exclusivo de cómo afecta a un vástago el comportamiento de los padres, esa herencia de crecimiento no elegida que toca sin jugar boleto y que marcará quién seremos, cómo sentiremos, cómo nos comportaremos, educación familiar a base de disgustos, golpes, chillidos y ausencias, incomprensión en las manos de un crío que debería estar jugando a fúlbol en el patio del colegio pero que va de ambulancia a hospital, de comisaría a albergue, de juzgado a calle ¡ya no sabe dónde!, durmiendo por las esquinas, comiendo dónde se puede, ocultándose si ven algo extraño, agonía de vida que nadie merece, menos un criatura inocente que debería estar rodeado de amor, alegría y abrazos.
Es dura e intransigente por lo que narra, perpleja sinceridad y doliente conformismo con la que se expresan y aceptan, los retoños, lo vivido, cruel lenguaje para voz tan temprana e infantil que ya ha pasado por situaciones horribles de despiadada emoción que se van acumulando en esa caja fuerte de memoria que, aunque a simple vista no lo parezca, causa estragos y desolación en tan sensible y tierno corazón.
Te involucra, te afecta, implica a tu sensibilidad y convoca comparecencia de tu alma, reunión afectiva de tus sentidos que siguen a esta víctima, sin protección ni amparo, con preocupación y desaliento de qué está haciendo, de dónde le llevan sus pasos, de esa angustia de solicitar y rogar por un refugio donde sentirse a salvo y criar a su hijo.
Humana, social y conflictiva, el maltrato a la mujer y a unos niños que, desconcertados, sobreviven y asumen la nueva situación, violencia de género como fondo de un argumento sólido y conmovedor, que no abusa de la explotación atroz en imágenes, que se desentiende de las escenas humillantes, que nunca muestra al maltratador -ni necesidad de ello hay-, pues la cara de terror de las víctimas ya lo expresa todo.
Drama inteligente y severo, cuyas pocas palabras engrandecen la indispensable unión madre e hijo, emotiva, cálida y acelerada, camina con firmeza en su loable retrato natural de una realidad que nos rodea, impregna y con la que se convive.
Excelente Julieta Díaz y Sebastián Molinaro en una destreza de guión que incomoda y revuelve tu tranquilidad, tensión e incertidumbre de quien es presa de un incógnito cazador nunca visto/siempre sentido, golpea y hiere en su proceso evolutivo de buscar cobijo, no deja indiferente, su habilidad práctica impresiona y perturba, su reflejada pericia escénica te adopta y consume.
"En la vida todo tiene solución excepto la muerte", pero ¿qué clase de vida es la que se vive con incesante miedo, constante duda y valor siempre firme, pero agotador por el escaso rendimiento que aporta a tan desgarrador sacrificio, que merece mayor recompensa?
Refugiado, amarga tristeza de quien necesita asilo urgente, aún no sonríe pero va camino de hacerlo.

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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mia madre
Mia madre (2015)
  • 6,5
    2.564
  • Italia Nanni Moretti
  • Margherita Buy, Nanni Moretti, John Turturro ...
4
Mia madre
¡Qué fiasco!, ¡qué descontento!, ¡qué desilusión!, observas como la protagonista está viviendo un momento horrible en su vida ante la evolución de la enfermedad de su madre, deterioro que le lleva a su definitivo final, miras su estoico andar, su entero caminar ocupada en su artístico trabajo mientras la profesión sentimental va por dentro, las queridas alusiones que se agolpan en su memoria, la aguda pena que envuelve su presente, un incesante devenir del hospital a casa mientras todo se desmorona y como, aún con todo, la serenidad y calma dirigen sus pasos pero..., ¡te aburre, cansas y agotas!, ante tanta placidez ¡llegas a rogar por la muerte de la matriarca!
Difícil hallar complicidad con ella, con su pesadumbre y sufrimiento, esa grata y apetecible afinidad que te permita acompañarla en su dolor con aptitud y esmero, entusiasmo de interés por apreciarla y quererla en su desconsuelo, su desasosiego y tristeza se miran que no aspiran, no transmite pesar emocional la visión de sus terribles días, el desmoronamiento de la realidad presente por la pérdida de una madre, sencillamente, no tiene encanto.
Y, tras está concluyente sentencia, triste y amarga, todos los halagos, sin duda merecidos, al diestro director italiano, un Nanni Moretti que ofrece una obra de detalles cuidados y excelencia meticulosa para cada uno de los personajes, un círculo exquisito de delicada combinación donde reina la inteligencia de su acople y la sabiduría de su comunicación, sólida en su contención y firme en su procesión aunque, con la fatiga de que, toda esta suculencia de realización, sea vista desde una distancia afectiva y seguridad sensitiva poco conmovedora que no causa congoja ni embebe el alma, sólo hacia su final, por fin, llega a tocar e impresionar al corazón.
"Yo voy a verla, voy a visitarla pero no se cómo ayudarla", pues lo mismo me pasa contigo, la invitación a conocerte, a saber de ti y de la dureza de perder a una madre, de la inestabilidad e impotencia que crean en tu realidad establecida, no me supone un gran tormento emotivo ni un penetrante desgarro sensible cuando, es evidente que tú, te encuentras sumergida de pleno en ella, en una desoladora y tormentosa rotura y, a partir de ahí, todo análisis reflexivo, positivo y loable por otra parte, pierden enteros ante la incapacidad de capturar la esencia de un espectador que no participa ni se integra, que no se une al padecimiento y angustia, comedida y espléndida en pantalla, pero ausente e ineficaz en su práctica.
Porque de nuevo volvemos a esos casos en que su radiografía teórica es magnífica, señales obvias de un cine de calidad y gran dirección, talento de todos sus actores intervinientes que, llegado el momento sentencioso de su consumo, no provoca el gran efecto esperado, anulada seducción reina sobre gran parte de la narración provocando desafecto y desapego no querido ni solicitado, al tiempo que la mente divaga en busca de otros pensamientos con los que entretener a un asistente que no encuentra satisfacción en lo recibido pues no logra afectar al alma, al sentimiento, pasa leve, sin consecuencias, por la dormida sensibilidad que nunca alcanza.
"Mia madre", la mujer más bella del mundo, la que me dio la vida, respetada y venerada por sus hijos y nietos, abrigo acogedor en los malos momentos, maravillosa felicidad compartida en un tiempo precioso e inolvidable, ahora abrumador lamento sin consuelo ni descanso ante su pérdida irreparable, el duelo no es un paso fácil, aniquila y devora lentamente las ganas de vivencia, pues ya no estás a mi lado, y debo conformarme con el recuerdo que un día fue realidad hermosa..., sólo que, no sabe fascinar al alma, ni encandilar al espíritu, ni alimentar la aflicción del vidente con ganas e intención de integrarse en el drama, y no deja de ser frustrante estar de acuerdo con todas las alabanzas escritas y dichas sobre ella y ¡no sentir nada!
Servida polémica con la que desearía no tener que lidiar pero, presente está, y no voy a fingir lo que no ha logrado emocionar.

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10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
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