Con el tercer reencuentro de esta agrupación nos topamos en la red con un ejercicio fílmico dudoso de visionar, que con diez años transcurridos se da uno idea de lo que han rodado y entregado tanto al público, como al género, con respecto al quehacer cinematográfico en el cual no hay mucha oportunidad para trascender en él.

No es un biopic, en casi todo momento se nota la ausencia de claridad sobre lo pretendido. En cambio, se percibe una notoria falta de experiencia sobre lo qué es hacer cine —por lo menos entretenido. Timbiriche se tropieza con sus mismos vicios que desafortunadamente las mayorías les han señalado en cada reunión, esa falta de querer abandonar la añoranza y seguirse encumbrando a través de ella, en tiempos donde la generación X se ve desplazada con rapidez por los nuevos movimientos y géneros que han encontrado su nicho y sin miras a que pasen con prontitud de las estaciones radiales y mucho menos del gusto de los jóvenes que hoy las consumen.

A modo de road movie se escucha una vez más los éxitos de la agrupación, así como un acercamiento un tanto estéril a sus integrantes que negados a abandonar el personaje del escenario y acentuarlo con el ego, el interés que podría haberse sembrado no termina por cosecharse y sí encausarla como película exclusiva para los fans. Y es que contrariamente con lo expuesto en diferentes medios por Sasha Sökol y la trascendencia de la música sobre sus integrantes resulta contradictorio, al captar a la cantante entre lágrimas por situaciones un tanto pueriles e incluso irrisorias, que dejan al descubierto esa terrible necesidad de ser insustituible —aun cuando ella fue la segunda en abandonar el grupo. Pero el ejemplar de la hoguera de las vanidades no concluye ahí y se va hacia a la ahora caída "Chica dorada" y su característica arrogancia en la que demanda la realización de su propio documental y dejar en claro que este es un negocio de mucho engreimiento, y poco o nada tiene que ver con cuestiones de entrega y complacencias a su público.

Como era de esperarse este docu-road-movie quedó en el olvido, se postra a la crítica más severa de los conocedores y resulta un trabajo más de exploración, que de argumento en forma. Las preguntas serían: ¿habrá alguien decidido a filmar la cara B, esa que se han empeñado en olvidar?, ¿habrá quien se anime a llamar a los ausentes obligados y sin invitación, a alinearse a un proyecto fílmico que supere los egos o aspectos económicos?, ¿podrán bajar del pedestal a las encumbradas en la fama y que con desdén a su vez les niegan su presencia a estos seis en cada reunión?, ¿se llegará hablar de la parte ríspida o del influyentismo para ser parte del mejor negocio de Televisa en la música? Dichas cuestiones se dan por razones donde la parte más esmerada ha sido la más recurrente, aunado a que ni son todos los que están, ni están todos los que son.

Con un Marcovich que se autojustifica en todo momento, se connota el inexistente interés por encausar un documental más digno y representativo de la agrupación. Para ese momento Timbiriche tropezó no con "la misma piedra", sino con otra de palabras mayores, la del cine; en este momento son reiterativos al ser excluyentes y volver hacer una entrega similar y de pocas variantes en repertorio a reencuentros previos, digo yo...

Justine acaba de ingresar a la carrera de medicina. Ella tiene entre sus compañeros, en algún grado mayor a su hermana, quien ha superado las novatadas y debe aplicarlas a los de nuevo ingreso. Supuestamente con hábitos alimenticios estrictos, la sospecha se viene abajo cuando una de las pruebas es comer carne cruda; desde ese momento la joven incipiente notará su gusto por el inadvertido y a la vez dislate plato fuerte.

Con una escena por demás impactante, “Voraz” abre una premisa sobre un drama, que a la larga resulta parsimonioso y poco expresivo. Sus personajes parecen demasiado contenidos durante los 98 minutos de duración, el desconcierto nunca abandona la gestualidad de Justine, y la saña necesaria para originarlos es insuficiente para hacer una película notable.

Lo que a simple vista es monstruoso, por momentos la directora da una idea de no tomarlo tan en serio con un sentido de humor negro que desentona con el drama asumido por la joven al adentrarse en las vejaciones para ser aceptado por los pupilos de dicha facultad. La exposición del entorno y vivencias de la chica no sólo alcanza sus inicios como estudiante de veterinaria, sino también se adentra en los excesos adjudicados por los jóvenes, aunado a la parte sexual, la cual es fugaz y que advierte de alguna forma el deseo mordaz sobre el otro, una alegoría de la juventud de hoy por comerse unos a otros e ir por el próximo.

Nada sorprendente, tal vez brille por no llevarlo al plano del horror y entablarlo más como un drama del individuo, perdido en una sociedad sorda.

En el mundo de las apariencias —en cual todos nos vemos inmersos y a disposición forzosa—, la sociedad también establece quien puede pagar con denominaciones poco comunes, así como quien debe levantar sospechas.

De este modo, la trama de "1000 Rupee Note", establece de protagonista a una anciana en circunstancias precarias, ella recientemente ha sufrido la pérdida de su hijo, y uno de sus vecinos le propone asistir a un evento político —con fines de distracción, pero también benéfico. Ahí la mujer, sin esperarlo, encontrará la fortuna impreso en un billete de 1000 rupias. La bondad de la mujer hará que con el dinero intente adquirir algunos artículos, pero sin saberlo lo único que obtendrá serán penurias —ante lo inverosímil que les resulta a los demás, la obtención del dinero.

El joven director realiza un drama sin caer en el tremendismo, incluso por momentos se le imprime cierto óptica entusiasta ante las desventajas acarreadas por la protagonista. Expone claramente la desigualdad social, donde para variar el corrupto es quien ha escalado los peldaños sociales y los menos afortunados se encuentran estancados ante la falta de oportunidades.

Drama social de un país con alto rezago económico, donde las etiquetas están sobreentendidas en el cotidiano.

En pleno siglo XXI, la condición del género femenino lo predispone a la desventaja con respecto al nuestro, y en algunos sitios es exacerbado —al parecer Pakistán es otro de los países en el cual la misoginia es un habitual que no parece vaya a cesar—, y el destino les compromete para enrolarlas como esposas sin voz y mucho menos voto.

“Hija”, trata de ello. El poderío del filme no va del todo en la narración del sometimiento de éstas, sino de llevarlo a una road movie de persecución, por el árido Pakistán, cuando una madre se decide a no permitir que la menor sea arrebatada de su tutela y ser empleada como moneda de cambio, todo con el fin de preservar la paz en la región. Ambas mujeres en huida, tendrán que flirtear con la desventaja y angustia de saberse acechadas por un pueblo que tiene al alcance todo para encontrarlas.

La película se origina de un drama y la cineasta —de grata sorpresa saberlo—, lo conduce por momentos hacia el género de acción y thriller, y da muestra de otra manera de presentar la vulnerabilidad y simultáneamente la sublevación de ésta ante circunstancias totalmente injustas.

Filmografía escasa, pero éste es un ejemplar con talante.

Como es bien sabido, en México los primeros días del mes de noviembre se llevan a cabo desde ceremonias o ritos dedicadas a los difuntos, ya sea con visitas al panteón —palabra de gran arraigo en México—, o con las famosas ofrendas en la mesa de cada hogar, donde podemos encontrar en la parte central fotografías de la persona o personas a quienes se les rememora. Aquí las veladora, el Cempazúchitl, los platillos y frutales de los cuales gustaban son parte de una tradición negada a morir y que a la vez fortalecen el vinculo afectivo de los vivos a los muertos.

La lente de Álvaro Gutiérrez en «Todos están muertos» capta la belleza de la tradición, desde España —país con el se tiene una conexión indiscutible por el idioma—, pero donde la belleza de las creencias aflora, sobre todo por la devoción con que la compatriota Angélica Aragón en esta cinta ha mostrado, replanteando toda la analítica que ha opacado lo espiritual de su servidor en años.

La protagonista Lupe —el nombre, otra reminiscencia de mi país—, fue una estrella de rock, que tras un hecho traumático abandonó su carrera y se ha refugiado en su apartamento a lado de su madre e hijo, con quienes la convivencia es cerrada y errática. Por lo que Paquita (la madre) en desesperación por sacar a su hija adelante, recurre a métodos poco comúnes y relacionados con el ocultismo y los alucinógenos, para hacer de su pequeño círculo familiar algo más llevadero.

Beatríz Sanchis realiza un filme de realismo mágico correcto, donde expone temas como el amor, la admiración, el rechazo, los duelos y esa negación de sucesos que se presentan y no tenemos el control a nuestro alcance.

Sencilla y discreta.

Después de aquélla cinta titulada "La nana", salta en la oferta del streamline otra chilena un tanto más artificiosa, sin embargo no por eso menos efectiva. Un thriller bien conformado argumentalmente, que va en sincronía y no permite jamás que el espectador sepa del todo bien que terreno pisan los protagonistas, ni que rol juegan.

La historia está dividida de acuerdo a diferentes meses relacionados con la segunda gestación de Diana, una madre que debe lidiar con su primogénito, quien padece autismo. Un día común, ella y el niño salen de compras, pero un evento desafortunado hará que se topen con Luz, una mujer de origen filipino que logra estabilizar los arranques del chico, quien logra entablar comunicación en su idioma y no en español como desearía quien ahora la ha contratado para cuidar de él y recibir toda la atención que erróneamente ella no ha sabido ejercer.

Como pocos thrillers que involucran a una pequeña y acomodada familia, donde las verdades aflorarán en momentos clave, que dejan en claro el egoísmo de las clases acomodadas y la opresión ejercida por ésta sobre las menos favorecidas. La generosidad viste con piel de cordero, los plazos tienen vencimientos; un duelo de clases, razas, intelecto y carisma.

Recomendable.

En los últimos tiempos se han producido muchos filmes basados en la obra "A puerta cerrada" de Jean Paul Sartre, donde un grupo de personas ha sido reunido incidentalmente, en determinado lugar y obligados a permanecer por tiempo indefinido, con algunos detonantes que propicien los diferentes estados emocionales y lograr la salida del llamado súper "yo" que cada uno guarda y no se permite dejarlo ver con la facilidad en el acontecer diario.

"El bar", el nuevo filme de Álex de la Iglesia no puede dejar de referir a dicha obra, —que por la hora en la que se han reunido estos personajes corresponde más a una cafetería que a un sitio de bebidas, si se contextualizase en México—, acostumbrado a reunir a la casi misma plantilla de actores de reparto, se da a la tarea de continuar su exposición sobre la vorágine social, dispuesta ahora a salvaguardarse sin miramientos y echar por delante al de junto.

Los guionistas recobran de la situación de España —conforme al terrorismo— esa psicosis colectiva, muy funcional en el principio del filme, que aunada con la incertidumbre, es de lo más efectivo que el español vuelve a propagar no sólo entre sus personajes, sino en los espectadores, que con suficiente enganche irá atando cabos sobre lo ocurrido en las afueras del sitio, que deja en claro el rol mediático, así como las medidas extremas de gobiernos atrancados en el absolutismo.

Contrariamente a lo que los críticos han escrito sobre las constantes de la filmografía de Álex, puede que se escriba ya con cierto desdén sobre el trabajo del cineasta, sin embargo y aunque no ofrece nada nuevo en el panorama, "El bar" cumple con un buen nivel técnico, artificiosa sí, pero que no deja indiferente a quien va a una sala al entretenimiento puro.

Lograda, recomendable, muy en la tónica de la afamada "La comunidad", su más grande aportación al cine hispano.

Bajo la producción de Teleset para los emporios Telemundo y Televisa aparece discretamente en México "El Dandy", un serial de 72 episodios, transmitido por canal 5 a eso de la media noche, con mucha pinta de melodrama, pero camuflado por el nuevo nombre del formato, teleserie. Para esta nueva propuesta la manera de encarar la temática boom —el narco—, sólo se percibe el pretexto de acaparar la atención de la audiencia y explotar al máximo la tendencia sin que haya de por medio un fondo real, bien escrito y estudiado para el análisis.

Con dirección de Chava Cartas, protagonizado por Alfonso Herrera y el experimentado Damián Alcázar, "El Dandy" se centra en la amistad entablada por un agente de la policía y un ingenuo mafioso que sin saber más allá de su comparsa, lo introduce en el ámbito delictivo entre mafias, cabecillas, peces gordos y todo una red de corrupción que involucra a los ya sabidos altos mandos de la policía.

La producción televisiva no se enfrasca sólo en el thriller como carta de presentación en el cual muchos de los personajes se ven inmiscuidos, se adereza en efecto con melodrama y comicidad, donde el personaje de Pepé —el infiltrado—, se le ha delegado las escenas donde los valores ético - familiares serán puestos en juego para salvaguardarse tanto él, como los suyos; por otro lado "El chueco", es un personaje bonachón, creyente de la amistad y lealtad, quien sin el estereotipo de sujetos que integran estas bandas, se ha dispuesto a afrontar el error más grande que representó la amistad entre él y al que consideraba su amigo.

"El Dandy" desde su arranque nunca supera el categórico del entretenimiento debido a una falta de esmero a la hora de estructurar la trama con sucesos que si no sorprendentes, por lo menos mejor sincronizados para enganchar de lleno al televidente. Hoy, el reparto actoral, aunque fortalecido no sólo por Alcázar, siempre se percibió corto, con líneas pulcras, responsabilidad de los libretistas y una dirección contenida, incapaz de imprimirle ese realismo necesario para inmiscuirnos de lleno en lo que están proponiendo. Lo anterior se percibe a través de acartonadas escenografías —montadas en —, locaciones que dan sólo idea de ubicarse en los sitios mencionados —sobre todo, el famoso barrio de Tepito—, y el machacón mensaje final sobre el sentido de la justicia, el cual todo mexicano se resiste a creer.

Sin mucho sentido todo el proyecto en general.

La muy afortunada filmografía Argentina primeramente rastreada por su servidor y hoy a la vista y de fácil acceso para quienes gustan del cine internacional, Netflix se anticipa al estreno de “El Patrón, radiografía de un crimen”, una película elocuente sobre el miedo, abatimiento y culpabilidad ante el abuso perpetrado de quien alevosamente tiende la mano para beneficiarse sin reserva.

Hermógenes es un hombre llegado de provincia y ha encontrado la oportunidad para laborar en una carnicería como tablajero, la desfortuna vivida por su antecesor —a simple vista—, le beneficiará sin prever que las supuestas oportunidades ofrecidas por el ahora “Patrón” serán el grillete que lo sujete a un entorno penumbroso y mal oliente al que también tendrá que adaptarse para conservar para conservar su empleo.

El poder de la imagen que registra mayoritariamente la interacción de tres personajes al interior del local que sirve de negocio y la vez de morada es de un sórdido, que encajona a Hermógenes —ahora llamado Santiago— a una serie de vejaciones toleradas gracias a las etiquetas que marcan la vida de quien sin cuestionar las asume.

Aunque el film no innova en su estructura narrativa, pero la capacidad del director por mostrar sin tremendismo los alcances del abuso logra la indignación por este tipo de hechos que prevalecen ejecutados por listillos carcomidos por la codicia.

Sin duda un título que pauta la carrera de este novel director en ficción, me refiero.

Conectadas las historias incidentalmente, sin incurrir la una con las otras, Run habla de soledad, incomprensión, intolerancia, inmigración, diversas formas para subsistir en un país donde la vida no parece de ensueño, es agreste y sobre todo muy fría y distante la interrelación de los ahí presentes.

Esta serie se centra en la historia de una madre, dos inmigrantes y un indigente, todos con disyuntivas diametralmente opuestas y que van encontrando salidas balanceadas entre lo socialmente incorrecto y lo etico. La primera protagonista es una mujer madura, madre de dos jóvenes que la llevarán a tomar una determinación que como madre nunca será sencilla; Ying es una inmigrante dedicada al comercio informal, con una deuda que debe pagar a menos que asuma ella o sus familiares las consecuencias al no hacerlo; el tercero es un indigente decidido a recuperar a su hija, no obstante la adversidad y sobre todo su adicción a la heroína son sus principales obstaculos a vencer; la cuarta y última es Kasia, otra extranjera que ha perdido a su marido y ha quedado sin nada con que poder darle sepultura al difunto.

Cada capítulo relata sin artificios las disyuntivas de cuatro personas trastocadas por la hostilidad del entorno. Cuarenta minutos ideales para visionar que lo interesante y a la vez complejo de las historias se puede topar a la vuelta de la esquina.

Natural y sin obligar la conexión de los hechos.

Adrián Caetano junto con Julian Apezteguiam —su fotógrafo— (Crónica de una fuga, 2006), vuelven a la carga con una historia que por momentos podría caer en un trivialismo insuperable y en consecuencia los espectadores más impacientes podrían desesperar, no obstante, la pausada narración y sus detalles sirven preámbulo en la construcción de un thriller bien estructurado, donde los móviles de Duarte y Cetarti —ese inexpresivo forastero incapacitado para la conmoción—, sorprenderán por lo atroz y repulsivo de sus acciones.

Y es que "El otro hermano", es un proyecto rico no sólo por sus figuras centrales, sino por un entorno polvoriento y precario capaz de oprimir al más entusiasta, dada la lejanía y la miseria acechante que se encuadra desde distintas perspectivas, sin contemplar la arista digna que nos permita el respiro.

Cetarti es un hombre desempleado que ha recibido la noticia de ir a reconocer los cuerpos de su madre y hermano —ambos brutalmente asesinados—, con quienes no tenía ningún tipo de vínculo. Al llegar al pueblo donde se ha suscitado la desgracia, se topará con las cortesías de un hombre llamado Duarte, quien se presentará como alguien que puede facilitarle el cobro de un seguro a cambio de un porcentaje del mismo además de otros favores donde "la guita" es primordial para cualquier movimiento.

Con actores de trayectoria, el director le apuesta con un formidable Sbaraglia, quien polifacético no deja de sorprender en la interpretación de un sujeto calculador y de sangre fría, Duarte, quien ha perdido los escrúpulos está dispuesto a seguir apoderando más y más, conforme su habilidad para los negocios turbios se lo permita. Por otro lado la aparición de Ángela Molina, en un papel desesperanzador da esa pauta para sumergirse en un thriller que va sobre dos líneas que tarde o temprano terminarán por unirse.

Caetano exigente, cuidadoso, sin defraudar, un director garante del cine argentino.

Doce episodios conforman el serial Million Yen Women, un thriller sombrío y centrado en un novelista con talento pero con poco reconocimiento, al que le acompañan cinco desconocidas, cada una convocada de manera anónima y repentina para vivir en su casa y así recibir de ellas a manera de renta un millón de yenes. No obstante, la incidencia de las cinco mujeres va más allá de una retribución económica, y en el transcurso se irá develando el perfil, la historia y el significado de su estancia en la morada de Shin Michima.

Con un ritmo paulatino de los acontecimientos y con el soporte de los flash-backs como recurso, nos irán adentrando en el tormentoso pasado de los ahí presentes, quienes a través de un misterio bien planteado, siembrarán el interés suficiente entre los televidentes para concluir los veinticuatro minutos de duración de cada episodio. Además los cuestionamientos sobre el reconocimiento, la fama, su precio, el hedonismo y la competencia implícita entre los artistas por ganar adeptos, son constantes, donde los costos se estipulan de forma velada y sean acogidas para convertirse en el centro de atención —tarea interminable en la que la sociedad actual incurre desmedidamente, en busca de la aprobación de las mayorías.

"Million Yen Women", es un trabajo minucioso en la elección del soundtrack, el trabajo en la ambientación y la efectiva fotografía reiteran la lúgubre psique de cada personaje; un proyecto que vale la pena seguir desde los primeros minutos.

Se dice que psicológicamente en el grupo social quien lo encabeza transmite el ejemplo a seguir, y en efecto en un país como México —el cual se encuentra por quinto año sumido en la impunidad avalada por el dinero y el influyentismo—, el mando en silla presidencial se encarga cínicamente de reiterar con acciones ya sea propias o de los integrantes de su gabinete aquella idea acerca del estado "donde todo se puede, con dinero", al aceptar con discursos redactados con suficiente torpeza que la corrupción es un "asunto cultural" entre los mexicanos.

Y es que si la cabeza en turno se permite comprar a las autoridades y evitar al máximo la transparencia en el manejo del gasto público, aunado al enriquecimiento espontáneo en cargos gubernamentales, socialmente el mensaje resulta atroz; los grupos sociales intentarán beneficiarse a su manera y en el momento oportuno sobre el verdadero poder que tiene el dinero sobre las leyes, la ética y la moral pública. Las clases privilegiadas no son la excepción y se ven trastocadas a permitirse dichas licencias y evitar represalias de sus actos en perjuicio de quien no tiene la misma oportunidad de corromper al sistema.

La burguesía mexicana ha sido expuesta en últimas ocasiones sobre sus excesos y ocios; no existen diferencias de género o edad, todos a su manera creen y corroboran al evadirse de la ley a través de la corrupción. Dicha exposición va desde los registros de video-aficionados de gente que trasgrede las normas, hasta la de profesionales que dan forma a estos hechos a través del cine como expresión crítica y de denuncia.

"Los herederos", un film sobrio, puntual y desafortunadamente certero con la actualidad que va de un grupo de jóvenes de clase acomodada, en el cual su ocio es precursor de entretenimiento con adrenalina. Así es que a través de ciertos retos, se aventuran a la búsqueda de esas emociones, sin reparo sobe la violencia que lleva implícita y en perjuicio de terceros, aunado al arrebato. Los chicos se irán adentrando hasta el punto de cometer actos con consecuencias y donde lo lógico es evadir cualquier tipo de responsabilidad

El guion tiene un desarrollo calmoso que a través de Coyo se va dilucidando. El entorno que aunque juvenil se torna desafiante, donde cada uno marca los límites a su manera. La pareja de mozalbetes conformada por Máximo Hollander y Sebastián Aguirre tiene el registro más logrado, en comparación con el resto del elenco, quien no da tantos indicios sobre sentires o preocupaciones; por lo tanto, esto podría ser un indicio de que hubo falta por desarrollar un tanto más el entorno familiar y la interacción de los adultos con el protagonista.

Aun así vale la pena su visionado.

Película india que reúne varios géneros para relatarnos algunos pasajes de la vida de Silk Smitha, una bailarina que gracias a sus expresiones sensuales logró destacar —a su manera—, en esa industria fílmica de los años 80. Con algo de comedia que combinado con drama y a la vez romanticismo, los resultados desembocan en un film entretenido en el que de entre sus múltiples mensajes, el más destacado es aquel sobre la doble moral en una sociedad consumista de cierto cine y se niega a reconocer cabida al cine destinado al mero entretenimiento.

Vidya Balan da vida a Seda, una mujer de escasos recursos que va sumergiéndose en el cine como mero atractivo visual, quien es captada por vez primera en una escena de baile —la cual fue omitida en el estreno por el director de la película. No obstante la decisión del productor al volver a revisar las escenas excluidas la pone en la mira para reintegrarla al film, así como la decisión de volver a ubicarla gracias a la respuesta del público que esperaba ansiosamente su aparición para cautivarse con sus sensuales movimientos.

Calificada de vulgar, sucia y recurso trapero del cine comercial, la mujer logró ser la sensación muy a pesar de los críticos y ciertos directores inconformes que al estar en el otro extremo, tienen que ser lo suficientemente talentosos para generar el interés necesario para llevar a la gente al cine, sin valerse es estrategias a la fecha presentes en todos lados.

La película no se concibe como un biopic solemne y precisamente la inclusión de la comedia romántica hace que no te la tomes tan en serio.

Viernes 1 de julio, Cinéteca Nacional. Es claro que el cine de Michel Franco flirtea con el cine comercial y sin decidirse por esa tendencia al momento del rodaje y sin duda en la post-producción, deja entrever que también le interesa pertenecer al llamado cine de autor, ese que lo vuelve a colocar entre los reflectores al ser galardonado dentro de la sección "Una cierta mirada" del festival de Cannes en 2017, por esta nueva entrega, Las hijas de Abril.

Clara y Valeria viven junto a la playa en una casa de Puerto Vallarta, ambas se encuentran en la etapa del embarazo de la menor de ellas, quien no tiene claro cómo afrontará la nueva condición de madre junto a su novio, quien está dispuesto a asumir la responsabilidad. Sin embargo Clara, ha tenido que llamar a su madre, quien reside en España —interpretado por la magnífica Emma Suárez—, llegará y de alguna manera romperá los estándares al interior del hogar que conforman sus hijas.

Michel Franco intenta dirigirse hacia la visión de los jóvenes y su latente despreocupación en perspectivas de vida, aquí la maternidad inesperada y la indiferencia como respuesta a esa condición serán de las cartas más fuertes del proyecto, aunado a la negación del paso del tiempo en la que los roles sociales asignados recalcitran el ímpetu juvenil de quien se empeña en mantenerlos de manera desmedida.

El filme aunque pausado, su primera parte está bien lograda, genera el interés necesario que nos conduzca a un clímax propio de lo inicialmente planteado, sin embargo el guion adolece en el giro argumental y hace que el proyecto sucumba entre lo risible e inverosímil, donde lo siguiente ya es inconexo y uno de los personajes saca esa voracidad al acecho hasta de quien podría ser la tercera hija de Abril.

Se dice que es un paso atrás en la filmografía de Franco; hay quienes aseguran que sigue enfrascado en entregar la miseria humana; otros que el manipuleo fácil del espectador es otra de sus tendencias; pero habrá que ver una nueva entrega y notar si realmente le importa la crítica o prefiere continuar cosechando a través de los premios antes mencionados, que en entredicho, dejan de ser garantía.

"Bala loca", un serial de 10 episodios que marca la represión contra el periodismo de denuncia en un país que padece el mismo sistema putrefacto de sus vecinos, desde Tijuana hasta la Patagonia, donde los crímenes hacia reporteros y articulistas se encuentra cercados por el poder y la corrupción, que desechan a todo aquel que va en contra de sus intereses.

Un serial con todo el ímpetu de denuncia, pero débil en su estructura narrativa. Con diversos temas —a la par que la denuncia central—, podrían ser suficientes para diez episodios mejor elaborados, sin embargo Godoy y Díaz no han logrado que el espectador se tome en serio "Bala loca", donde escenas con más dinamismo son escasas.

Series chilenas en catalogo streaming continúan quedando en deuda con el espectador.

A nueve años del estreno de este fabuloso documental, dirigido por Yulene Olaizola y protagonizado por su abuela, se viene a la mente el impacto de un metraje tan efectivo e interesante como lo es “Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo”. Dichos nombres pertenecen no sólo a los grandes autores de la literatura, sino a la esquina conformada por dos calles en la colonia Anzures en la Ciudad de México y donde se ubica la casa de Rosa Elena Carbajal y quien también rentaba una de las habitaciones a distintos inquilinos.

Documental efectivo donde la relación existente entre la directora y la entrevistada sirve de camaradería, para encontrar esa elocuencia necesaria para el espectador, y en el que a manera de retrospectiva sirve a la mujer para relatar sus vivencias con uno de los ocupantes de ese espacio destinado para la renta.

Jorge Riosse, se hacía llamar, un hombre con cierto talento para la pintura que encontró en ella un vinculo de amistad y a la vez afectuoso, dada la interacción cotidiana de ambos, donde frases halagadoras fueron parte del encantamiento de la arrendadora; no obstante y con el transcurrir del tiempo, ella veía e intuía algo no del todo correcto con la personalidad de él, quien actuaba de manera extraña y sin mencionarle algo, lo que despertaba en la mujer una intranquilidad no del todo expresada abiertamente.

Para enriquecer el proyecto, Yulene hace uso de los recursos que tiene a la mano para aprovecharlos estratégicamente y que su película jamás decaiga. Con una entrevista a Florencia, quien ha vivido con Rosa Elena y también co-protagonista de los relatos vividos por la ahora narradora y Jorge, se dispondrán a recorrer con cámara por los rincones de la casa, donde aun prevalecen algunos objetos y mensajes propiedad del entonces morador.

Documental poderoso que cualquier persona podrá visionar sin que se anteponga la etiqueta “cine de autor”. Por desgracia escasamente disponible, pero que si llegase a estar en línea o transmitido por televisión no debe omitirse.

Con dos antecedentes malones de Gerardo Herrero ("Que parezca un accidente" y "El corredor"), la que hoy corresponde parece ser la más asertada de un director muy irregular —las notas lo revelan—, es un trabajo que requería de mayor detenimiento a la hora de escribirlo, existen incosistencias, y aunque la crítica es severa aún así tiene su parte rescatable.

Todo se enmarca en algún hotel de las playas colombianas, Enrique Zavaleta le llegan todo tipo de turistas, mas sorpresivamente recibe la visita de Román, quien viene a cobrarle una deuda. El dueño del hotel le paga menos de lo acordado, el exconvicto toma la plata sin estar del todo de acuerdo y más tarde opta por ser uno más de los inquilinos del lugar. Aunque guarda perfectamente la plata en su habitación, la presencia de seis personajes se convertirán en sospechosos de haberla tomado e inesperadamente de la desaparición de uno de ellos. Un policía español llega al lugar de los hechos y comienza la indagatoria.

Uno de los mayores desaciertos del director es imposiblitarle al espectador ser participe de su película, lo resuelve inmediatamente, lo cual es imperdonable tratándose de un thriller. Otro de los fallos es la incursión de Carmelo Gómez con un personaje, vacilante, dudoso entre la solemnidad y lo cómico; la actriz Ana Bolena, a quien se le asume como el atractivo visual, sin explorar de lleno un personaje que resulta muy pueril. En contraste los colombianos a la cabeza se sienten más acorde con lo que desean proyectar —Abello-Hoyos.

Poco que decir de esta nueva entrega de Herrero, al parecer las puntuaciones le van en mejora para películas posteriores a esta colombiana, habrá que ver.

Después de su primer largometraje —con mayores logros—, Diego Cohen hace dos entregas más en género de terror, el presente aun más convencional, básico y repetitivo, como caracterísitica de los denominados "metrajes encontrados", donde los protagonistas se aventuran en la filmación de hechos paranormales en sitios abandonados en los cuales se perderán a consecuencia de la angustia y poca lucidez que el encierro genera.

En la estructura Cohen sigue paso a paso —como manual para realizar un mokumentary— el desarrollo de cada episodio, la tensión jamás es efectiva, se nos premedita al arrancar los primeros minutos del film; no existe nada innovador con excepción de la ausencia de infrarrojos en la fotografía.

El protagonista, quien realiza su tesis de cine —intenta corroborar la existencia de hechos de fenómenos inexplicables— no es convincente, se percibe acartonado, con humor ramplón y al que deseas aventarle la cámara transcurridos los minutos ante la incapacidad de ser empático. Otro aspecto que no le favorece es la duración, ya que a falta de sucesión de escenas impactantes, el trabajo se vuelve sosegado y realmente cuesta concluirlo.

Considero que los primeros títulos de este subgénero al ser la novedad cumplieron bastante bien, pero al que no se le ha encontrado esa perspectiva que lo eleve a relevante en categoría.

"Showroom", en absoluto trata de una comedia, es más bien un drama personal donde los giros en la vida de las personas se dan sin previo aviso, la mayoría de las ocasiones te sacan de la zona de confort y te someten a nuevas realidades que te harán ajustarte obligadamente a concebirlas o de lo contrario negarlas.

Diego Peretti interpreta a un desempleado modesto que inicialmente ha perdido su empleo y por ende los recursos para el sustento de la casa que habita al ser de alquiler. Por azares del destino, entrará en el negocio de las bienes raíces de un conjunto habitacional destinado a gente con mayor poder adquisitivo, por lo que Diego contrasta su realidad y la de su familia con la de sus clientes, lo cual internamente le afecta y externa con actitudes de desgane que vive habitualmente.

Tal y como en cartel se presenta, detrás del protagonista ha un pendón a todo color inconexo con el panorama real de mucha gente que encuentra en monocromático su diario acontecer, al no poder pertenecer a los privilegiados y quienes sus preocupaciones no van acorde al terminado de pisos, muros y tantas otras cosas que no entran en las necesidades de primer orden.

Película fluida, sin mayores complicaciones.