Después de haber visto una película tan divertida como “Ocho apellidos vascos”, resulta complicado abordar la crítica de un film como “El gran hotel Budapest”, de este director en alza llamado Wes Anderson, a quien no conocía y que prometo seguir a partir de ahora.

Si la película española es de risa y divertimiento constante, la obra de Anderson se mueve entre la sonrisa y la reflexión. Hay que reconocerle, vaya por delante, una muy buena ambientación de la época de entreguerras y un gran labor actoral, ya que el director suele contar con el mismo elenco de actores para sus películas, lo que parece todo un acierto.

Más que las sonrisas arrancadas de fino humor, que muchas no son, lo que más me ha gustado ha sido esa recreación ficticia de una época; y digo ficticia porque, en realidad, y esto es sin duda lo mejor, no recrea fielmente una época, sino que el director crea un mundo paralelo al nuestro y que no se rige por los mismos códigos que los nuestros. Por eso, si se acepta esto el film resulta encantador, y si no, resulta tan solo relativamente divertido. Personalmente, me quedo a medio camino.

Sería injusto acabar sin mencionar al protagonista, y como hay dos, especificaré que me refiero al rubio, expresión así utilizada en la obra; ¡qué personaje tan impagable y tan ético!, lo dicho, procedente de un universo paralelo al nuestro.

Aprovechando mi paso ocasional por Málaga, aproveché y fui al cine. ¡Qué lujo que tienen allí! Resulta que hay un cine, que es histórico, llamado Albéniz, que todas las películas que proyecta lo son en versión original, en sus cuatro salas. Aproveché para ver en francés la última película de ese director francés cada vez más en boga llamado François Ozon.

La historia que cuenta de una adolescente de 17 años que sin saberse muy bien porqué se prostituye no deja de ser llamativa y terrorífica. Tengo una hija de la misma edad, y puedo entender perfectamente la frustración y rabia de esa madre, bien acomodada, que pega una serie de cachetes con la mano abierta y en la extremidades de su hija recubiertas de ropa cuando, de repente, se entera de lo que hace su hija, un niña a quien no le ha faltado nada desde pequeña. Rápidamente se pone en marcha para tomar las medidas necesarias para salvar a su hija; me llama la atención, porque aquí, en España, algunos, tan apegados ellos al discurso de lo políticamente correcto, la habrían quitado la custodia por malos tratos, ¡qué paradojas!

Sobre el discurso moral que plantea la película, la verdad sea dicha que no lo tengo claro. Siempre me ha parecido que la prostitución es el dominio del fuerte y adinerado sobre un ser débil y necesitado, -y no me sirven excusas legalistas de tres al cuarto, de que cada uno vende lo que quiere-; y más lo parecería en este caso, que es sobre una casi niña que ejerce la prostitución con hombres ya entraditos en años de muy buena posición; ahora bien, viendo la película, al final no sabes si es ella la que, aún pudiendo ser dominada puntualmente por un hombre, domina en general a los hombres, así dicho, en plural, como si estos se comportaran como borregos babeando por sus encantos.

En fin, que nos encontramos ante una buena y ambigua película, rodada con pulcritud francesa, aunque más bien de vuelo bajo, sobre un personaje atípico, o quizás no tanto, vete tú a saber.

Creo que resulta curioso que haya visto esta película sobre las andanzas de un andaluz por el corazón abertzale de las tierras vascas, encontrándome en África, concretamente en esa hermosa ciudad española llamada Melilla, ejemplo histórico de mezcla de culturas, en el contexto de mi primer viaje a dicha ciudad, que cuenta, por cierto, lastimosamente con un único cine, afortunadamente bastante concurrido en la sesión a la que asistí.

La película de Martínez-Lázaro es una comedia que los americanos llamarían una “screwball comedy”; es decir, un comedia alocada, casi sin descanso para la risa. A partir de unos tópicos tanto vascos como andaluces, vamos asistiendo en un metraje contenido, a toda una serie de escena muy graciosas y, sobre todo, muy bien hilvanadas, con la única pega, quizás del personaje algo estridente de Carmen Machi.

Habría sido muy fácil haberse ido por los cerros de Úbeda, andaluces ellos, por cierto; pero no, el film mantiene un pulso firme y derecho, desgranando todos los tópicos posibles hasta la carcajada constante, sin molestar, que ya es mérito, y sin por ello desvariar o mostrarnos una comedieta de feria, con todos mis respetos; es más, la obra te deja un poso de alegría en el cuerpo que se va acrecentando con los días.

En definitiva, que con buena voluntad se puede convivir a pesar de las diferencias, aunque, eso sí, con amor es mucho más fácil. Para acabar, tan buena o quizás mejor, que ”Bienvenidos al Norte”, que ya es decir.

Con esta película da gusto. Es comedida en todos los sentidos, en su duración, en la interpretación de los actores, y en la expresión de los sentimientos. Podría haber pecado de sensiblona, pero lejos de eso, es contenida, aunque con brotes de ira. Los hechos que denuncian son terroríficos; ocurrían cuando yo, por ejemplo, era un crío que crecían juntos a sus padres pensando que todos lo harían de igual manera.

La denuncia del film de Frears sobre la institución católica en Irlanda capaz de mutilar el futuro de una jóvenes madres, tan solo porque sucumbieron al poder de la carne es estremecedora; por no hablar de la gran interpretación de Judi Dench, encarnando a una señora ya mayor capaz de perdonar, aunque no sepamos si lo hace por exceso de bondad o porque las monjas le metieron su ideología tan profundamente que es incapaz de actuar de otra manera. No lo sabemos, y no lo sabemos porque en la vida no todo es blanco o negro. En definitiva, gran película, muy por encima de otras muchas candidatas a los oscars.

Lo diré brevemente, Nebraska es un estupendo retrato de la América profunda. Aquella que se concentra en los Estados de Nebraska, Montana, las dos Dakotas, Colorado, etc…. Un espacio físico que fue colonizado por gente venida de Alemania y Escandinavia, y que, quieras o no, conserva los rasgos típicos de los países de mente luterana o calvinista; muy alejadas de la alegre Costa Oeste californiana o de la variopinta Costa Este, llena de irlandeses o italianos. Unas relaciones familiares basadas en el silencio y en la inexpresividad de los sentimientos, en un espacio físico duro y aislado, como sus habitantes.

Ahora bien, otra cosa, es la película Nebraska como historia del hijo samaritano que ayuda a padre, antigua bala pérdida, a realizar el sueño imposible de cobrar un premio para engañabobos. Se deja ver, pero poco llama la atención en esa relación, quizás, eso sí, el sacrificio del hijo por su padre ingrato. La historia familiar está bien, pero no alcanza, ni mucho menos, el retrato social que comentaba al principio, ni por supuesto la obra maestra de Lynch, como muchos quieren hacer ver. En definitiva, una buena película del director de “Los descendientes”, que quizás pretenda más de lo que consigue.

La Historia con mayúsculas suele ocultar que detrás de ella se esconden muchas historias con minúsculas. La de este film es un más, pero no una de tantas. En plena Segunda Guerra Mundial, en el corazón de la Alemania Nazi, era posible, como no podía ser de otra manera, que la vida siguiera su curso, aunque, eso sí, un curso que la Historia con mayúsculas podía torcer para bien y casi siempre para mal.

Es esta una película llena de personajes entrañables, que te reconcilian con la vida. Dejando para final a sus protagonistas, ¿cómo no sentir un ataque de cariño ante esos padres adoptivos?, él, un buenazo, ella, casi tan buena, pero disimulando; ¿cómo no sentir cariño ante ese niño enamorado desde un primer momento de la protagonista?, y que es capaz de meterse en un río de aguas frías con tal de satisfacerla. Y qué decir de la protagonista, alejada de sus padres comunistas y obligada a vivir en casa ajena; los libros fueron su salvación, en todos los sentidos

Quizás le sobren unos cuantos minutos, o tal vez un mejor concreción de sus intenciones, o a lo mejor tener más pretensiones; pero sea como sea, nos encontramos ante un buen film de época, muy bien ambientado, y que nos reconcilia con la vida, en una época donde la vida valía muy, pero que muy poco.

La verdad es que esta crítica me está costando de encarar. Tengo especial cariño a Scorsese por su quehacer desde hace tanto tiempo. Se puede decir que lo sigo casi desde el principio, y si cada una de sus películas difícilmente no llegan a la maestría tampoco bajan de una altura en calidad muy elevada.

Por eso, con esta película, que me ha dejado relativamente decepcionado, no encuentro las palabras a la hora de escribir la crítica. El film contiene numerosas escenas que por si mismas serían cortometrajes magistrales. Parece ser que la duración inicial iba a ser de cinco horas; es difícil imaginar cuantas buenas escenas nos hemos perdido, quizás haya que esperar al DVD. La interpretación de Leonardo es magistral, no hay palabra que lo defina mejor. La presencia de MargotRobbie es realmente perturbadora.

Ahora bien, dicho todo esto y de todo corazón, el film de Scorsese no es creíble, así de claro. Vayamos a los hechos. La película está basada en la biografía escrita por un antiguo y triunfador, con métodos ilegales, bróker de Nueva York. Es como si Bárcenas, a otro nivel, escribiera su biografía una vez salido de la cárcel. El film incurre en numerosos momentos que hacen el film increíble, en el sentido que no te lo crees y acabas desconectando un poco. Pondré los ejemplos en la zona spoiler....

.....(salgo ahora de la zona spoiler)

Así pues, y para ir acabando, el resultado final del film es la historia de un bróker delicuente, que purga tres años en la cárcel jugando al tenis, porque guarda mucho del dinero que amasó y el dinero es el que manda; y que ahora se permite escribir un libro para que todos veamos lo listo que fue, y para que todos lean su libro y luego veamos su película y sigamos viendo lo listo que es, ahora que es un ciudadano honrado. Y todo esto, lo graba Scorsese sin ningún tipo de distancia moral, planta su cámara, observamos y ya está. Pues no, maestro, esto no me basta, por lo menos ahora; como decía Godard, un travelling es una cuestión moral; y añado yo, todo un film aún lo es más, y debería estar eticamente por encima de la podredumbre que cuenta de forma tan magistral.

Esta es una historia más de las muchas que no se escribieron o filmaron. La historia de un músico con talento o parecido que no triunfó, que no tuvo la suerte de cumplir el sueño americano. Cuando llevas media hora de película, estás deseando o esperando que ocurra algo que dé un giro a la historia; en esta película, en cambio, los hermanos Coen no van a lo fácil o esperable. Sencillamente, se limitan a contar una historia, como otras muchas, de un “homeless” que duerme en sofás ajenos; y se trata de una historia centrada en unos pocos días y localizada entre Nueva York y Chicago.

Y lo hacen con el buen nervio que nos tienen acostumbrados. No estamos ante una de sus mejores películas, ni siquiera ante una gran película, pero sí ante un producto diferente en una época en que salirse de lo normal con cierta holgura y sentido es casi una proeza. En definitiva, buena película, aunque dirigida a los que creen que el cine es algo más que un arte pensado para hacernos más bonita una existencia gris.

Lo reconozco, me saca justo medio año y cuando pone la cara seria no se puede decir que sea gran cosa; pero cuando sonreí, la cosa cambia y mucho. La sonrisa de Julia Louis-Dreyfuss es una sonrisa que llena la pantalla de punta a punta. No la conocía, a pesar de haber visto algún episodio de la serie Seinfeld, donde estuvo muchos años, y aunque nunca es tarde si la dicha es buena, creo que he tardado demasiado. Con otros matices bien diferentes, tampoco conocía, aunque sabía de él, al reciente fallecido James Gandolfini en la Italia de sus padres; gran actor, en todo caso.

La película es como se suele decir una película de actores. No tiene un guion muy ocurrente ni parte de una idea muy original, pero hay que reconocer que estos tiempos de comedias pasadas de rosca, de efectos especiales sin sentido, una comedia comedida como esta es un pequeño placer dirigido al público de mediana edad, que suelen ser los que más llenamos los cines. En definitiva, que esta historia de dos cincuentones divorciados, con hijas a punto de irse a la Universidad, es una pequeña, pero agradable historia que merece la pena ser vista.

Tendré que esperar a ver la segunda parte para poder opinar y escribir realmente la crítica, esto que ahora escribo será un esbozo. Por lo que respecta a la primera parte, que es la única que por ahora se puede ver, diré que la encuentro en exceso lineal y quizás demasiado repetitiva en los números y explícitos encuentros sexuales de la insaciable protagonista; aunque si desde una moral muy estricta el film es excesivo, el metraje lo es mucho más. ¿Cuándo aprenderán los directores de cine actual que el cine es precisamente el arte de la síntesis? Para duraciones más largas ya están las series y las miniseries, digo yo.

No por todo ello, no se deja de intuir que estamos ante un film diferente, arriesgado y rompedor como suele ser norma y la polémica en los obras del director danés; a veces le salen obra maestras como "Dogville" o casi bodrios como "Rompiendo las olas",

Así que quedo a la espera, a ver qué nos depara la próxima y definitiva entrega, pero no acabaré sin dejar constancia de lo curioso que resulta que la actriz que hace de Joe de joven, es decir de la protagonista, y que tanto arriesga, resulte tan ignorada en internet, ni siquiera tiene artículo propio en inglés en la wikipedia, cuando su menudo cuerpo, carente casi de la formas femeninas, es fundamental para este film de Von Trier. Su nombre: Stacy Martin.

Y con que tenga su gracia yo ya me conformo, sobre todo, en los tiempos que corren. No estamos ante una gran película, de aquellas que guardaremos en el recuerdo o compraremos en deuvedé, pero sí que mantiene en todo momento el interés y el humor de una historia de una bióloga especializada en langostas que asiste a boda tras boda de antiguos novios, mientras que no sabe muy bien qué hacer con su vida sentimental.

Todos los actores están bien, pero destacaría a Berto Romero; las pocas escenas en que sale él son las mejores, y me refiero principalmente a la primera a secuencia, en la que, en un plano cerrado, aparecen él y su novia hablando de sus intimidades sexuales. Cuando el plano se abre, nos damos cuenta de que están sentados en un mesa colectiva en la que el resto de comensales asisten atónitos a esa conversación privada; sencillamente, entre genial y realmente cómico.

Quizás no sea lo más relevante del film que ahora comienzo a comentar, pero la utilización constante que hace de la desnudez como forma de humillación llama bastante la atención por varias razones. Antes que nada diré que en el film se obliga en diversas ocasiones a los esclavos negros a desnudarse cuando son vendidos o cuando se les inflige un castigo.

No deja de ser curioso que en una sociedad coetánea y reflejo en muchas de sus formas de la victoriana, tan puritana ella, se muestre a los ojos también de las mujeres y niños, su ningún pudor, los cuerpos completamente desnudos de unos seres que por mucho que no lo quisieran reconocer los dominadores blancos son lo más parecido a un cuerpo blanco desnudo. La paradoja es máxima, porque esos esclavos negros provenían de culturas africanas, no muy alejadas en el tiempo, donde la desnudez era algo bastante normal, y, sin embargo, en ese momento, la perciben como algo indigno, porque la indignidad no está en el desnudo, sino en la situación en que se produce. Se dirá que está claro que para el propietario blanco el cuerpo negro es tan solo una cosa, pero aun así no deja de ser paradójico.

También puede resultar paradójico que en un mismo país puede haber puntos de vista tan diferentes. En el civilizado Norte, los negros son contemplados, en teoría, como iguales; en el embrutecido Sur son considerados como mera mercancía, en una extrema cosificación. ¿Cómo es posible que blancos procedentes de la Europa occidental y septentrional y que emigraron un siglo antes, llegando casi al azar a las tierras norteñas de Nueva Inglaterra o a las sureñas de Virginia, hubieran podido desarrollar unas ideologías tan diferentes? La respuesta es fácil: la Economía. El Sur necesitaba de mano de obra barata que soportara condiciones laborales durísimas, y los negros de la África occidental se la proporcionaba. Es triste, pero en mucha ocasiones, la ideología se adapta a los intereses económicos. De todas formas, hay que matizar que solo el 5% de la población libre del Sur tenía esclavos; los otros no tenían, pero, aunque pobres, ansiaban distanciarse de la población negra

El film de Steve McQueen refleja muy bien todos estos aspectos que acabo de comentar: la indignidad que supone el sometimiento de una persona a la voluntad de otra; la diferencia del pensamiento entre el Sur y el Norte, que se refleja en el carpintero encarnando por Brad Pitt; o ese antiguo capataz convertido en mano de obra barata y dispuesto a traicionar a su compañeros negros con tal de escalar socialmente.

De todas formas, “12 años de esclavitud” no es un film redondo por mucho que refleje los desmanes de los propietarios de explotaciones algodoneras contra sus esclavos. Es cierto que el hecho que estos se produzcan con un esclavo que nació y vivió libre, alcanzando una gran cultura, los hacen más llamativos, aunque no más injustos, pero el film es excesivamente plano o, si queremos, descriptivo. Me habría gustado que fuera más narrativo, aunque quizás la historia no daba para ello; aunque para esas cosas está el talento de quien lo cuenta, digo yo. En definitiva, un honesto, entretenido e instructivo film que quizá podría haber alcanzado mayores cotas dramáticas a tenor del intenso dramatismo de lo que cuenta, y aseguro que no es un juego de palabras.

Ya hace tiempo que pienso que una película debe justificar minuto a minuto su metraje. Cuando este pasa de los 100 minutos, creo que lo debería justificar segundo a segundo. “Los juegos del hambre: en llamas” dura casi dos horas y media. Se podría pensar que todos ellos hacen avanzar la trama, que hay lo que se dice una progresión temática. Pues no, de hecho, no la hay casi en ningún momento. Estamos ante un film calcado a su predecesor; con una primera parte que sirve únicamente como introducción a la batalla campal que supone la segunda parte del film.

Si en la primera entrega de la saga se podía apreciar cierta novedad, siendo no muy estrictos, en esta, la novedad pasa a repetición, y repetición alargada en exceso. No por todo lo dicho quiero decir que te aburras; de hecho, pasas un rato ligeramente entretenido hasta que ves que ya has tenido bastante y que con ver a Jennifer Lawrence no hay suficiente. Lo peor: que por lo visto no hay dos sin tres, ¡qué le vamos a hacer!

Las películas basadas en hechos reales cuentan con una ventaja; te cuenten lo que te cuenten, te lo tienes que creer. Pero eso para mí nunca ha sido excusa suficiente para perdonarle a un mal film un mal guion o una mala dirección. No es el caso de “Capitán Philips”. Desde un principio todo lo que se nos cuenta es verídico y creíble. Desde el momento en que el barco zarpa, el momento en que los piratas son reclutados o el instante del abordaje, que se cuenta de forma muy emocionante.

Todo se hace con un rigor y una credibilidad admirable, debido, en parte, al buen oficio de Tom Hanks. Quizás la mayor pega del film es que es en exceso largo, ya que particularmente creo que la última hora podría haber sido resumida, en especial la parte del bote; si la realidad fue tal cual se cuenta, habrá que echarle un poco de imaginación, ya de eso se trata el cine. Sin embargo, estamos, ya para acabar y que quede claro, ante un buen film, de esos de otras épocas en que se buscaba un entretenimiento sano y para adultos.

Woody Allen está de racha; en concreto, lleva unos cuarenta años en racha. Lo mire por donde lo mire no veo donde está el bajón en la producción, como muchos afirman. Si nos referimos a los últimos diez años, tenemos maravillas como: “Medianoche en París”, “Si la cosa funciona”, o “Matchpoint”, sin querer ser exhaustivos.

No me molesta en absoluto que sea tan prolífico; de hecho llevo casi treinta años esperando su film anual, y lo que tengo seguro que el peor de sus films es bastante mejor de muchos de los que veo a lo largo del año.

En su nueva obra, Woody Allen crea para Cate Blanchett uno de los papeles, femeninos o masculinos, más interesantes de los últimos años, y lo afirmo sin temor a equivocarme. Por una vez, el maestro de Manhattan deja su Nueva York querido y se traslada a la otra punta de Estados Unidos para situar la historia en la ciudad más europea de las norteamericanas, San Francisco

Las cuitas de una ricachona repentinamente empobrecida debido a los negocios turbios de su marido es motivo más que suficiente para que la pluma cinematográfica de Allen vaya dibujando un papel lleno de aristas y contradicciones, digno de los mejores protagonistas de las novelas decimonónicas de los grandes escritores, rusos o franceses, por ejemplo. En fin, Woody, por lo que a mí respecta, no te jubiles, no nos lo podemos permitir.

A veces ser un gran director no supone dirigir grandes películas; quizás para hacerlo tienes que sentirlas tuyas, digamos que te las tienes que apropiar. Kenneth Branagh es un gran director cuando cree en el proyecto. Está claro que en su versión de Thor no creyó en ella, y poco pudo hacer más que poner decorado a su musculoso protagonista.

En la versión última del Dios de los germanos, un director mucho más discreto, Alan Taylor, de escasas ínfulas, consigue con menos bastante más. Estamos ante una película entretenida, donde pocas veces miramos el reloj, entre otras cosas porque no se pasa con el metraje. La trama es casi la de siempre: un viejo enemigo que se creía vencido y que despierta de su letargo, pero que encontrará una dura oposición en el Dios del Trueno, un héroe que, para colmo de males, tendrá que enfrentarse a su padre, y aliado esta vez, aunque parezca mentira, con su endiablado hermano. En fin, una obra que algunos tildarían de menor, pero que no lo es tanto, y en cierta medida, gracias a la presencia siempre gratificante de Natalie Portman.

La película de David Trueba es una película encantadora, la mejor del año del cine español. La radiografía que hace de la España de los 60 es certera y eficaz, hecha con muy pocos elementos, y lograda gracias a su protagonista: un protagonista lleno de humanidad dibujado con maestría, el profesor que todos quisimos tener y que nunca tuvimos, interpretado por un inmenso Javier Cámara. Por lo visto, se basa en un personaje que existió y que todavía vive.

La recreación de la época es muy real, cosa nada fácil, teniendo en cuenta que al estar tan cerca de nosotros se corría el riesgo de muchos errores. El papel secundario de Ramón Fontserè haciendo de un dueño de un bar de la costa almeriense de origen catalán es una auténtica joya. Con muy pocas palabras y días consigue una complicidad y autenticidad con el protagonista que muy pocas películas consiguen.

Hay muchas escenas dignas de mención, diré tan solo una, -sin dejar de mencionar el momento de cuando hace bajar al chico del coche por preferir a los Rolling a los Beatles-. Me refiero a esta: después de haber bebido, el protagonista le pregunta a la chica si se casaría con él, y añade que él sí lo haría. A la mañana siguiente y después de haber dormido la mona ya casi no recuerda; decían los romanos: in vinum veritas.

Las películas que viajan en el tiempo siempre han sido de mi agrado, aunque una vez vistas, las dudas que me plantean son tantas, las incongruencias que veo son tan importantes que dudo a veces de que hayan merecido la pena.

No es el caso de “Una cuestión de tiempo”. Aquí el viaje en el tiempo es limitado a la experiencia personales del protagonista. Puede volver a un momento de su pasado, pero no a otro. Si lo cambia tendrá que asumir las consecuencias. Su viaje al pasado, que nunca al futuro, es una manera de borrar recuerdos a los otros, y generarles unos nuevos.

Como no podía ser menos, hay bastantes incongruencias, por muy bonito que sea volver a tu pasado y dejar de decir esa tontería que dijiste casi sin querer, o precisamente decirla porque dejaste de hacerlo. Nada en la película se dice de quedarte instalado en ese pasado, quiero decir que no se sabe el tiempo que puedes pasar en él, y qué pasa con tu otro yo en el tiempo presente.

Como son cuestiones irresolubles, no pediré respuestas. Me quedo, en todo caso, con este film de perfecto corte de cine británico, que nos enseña de manera amable y simpática que quizás sea mejor vivir el momento presente tal y como es, por mucho que nos parezca mejorable, que seguramente lo es.

La verdad es que la película que ahora comento me ha gustado aunque en grado menor al que me esperaba y su nota auguraba. El argumento del film se puede resumir en un padre que pierde a su hija en un secuestro y su lucha por recuperarla sin importarle infligir la ley, ya que no confía en la policía. La duración del argumento es quizás excesiva, en la senda de la manía actual de alargar las tramas. No se hace pesada, no obstante; aunque se agradecería un metraje más ajustado.

La interpretación de Hugh Jackman está muy bien, aunque echo en falta que hubiera más tensión en la decisión que toma y que podría acarrear tantas consecuencias. En definitiva, un denso e interesante film, quizás un poco sobrevalorado.

La historia es sencilla. Una familia argentina se traslada a la Patagonia y en el viaje conoce a un médico alemán; sin saber que es uno de los asesinos más grande de la Historia, Joseph Mengele; el médico de Auschwitz que aplicó terribles experimentos a los judíos que tenía a su disposición.

El film, además de muy contenido en minutos, es bastante sencillo. Mengele se interesa por la familia argentina y se queda en su hostelería porque lo que realmente busca es poder hacer sus experimentos con la hija bajita de la familia y los gemelos por nacer, a pesar de contar con la oposición del padre, pero de la madre que es de origen alemán.

Exactamente no hay un trama muy elaborado; se podría decir que es un episodio recreado del deambular del asesino nazi por la América del Sur, sabiéndose perseguido por los israelitas, pero intentando seguir con sus experimentos. No hay grandes pretensiones en el director, quizás que detrás de cualquier alma caritativa que nos ofrece su ayuda puede haber escondido el rostro más malvado.