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Críticas ordenadas por:
Nosotros
Nosotros (2019)
  • 5,7
    21.673
  • Estados Unidos Jordan Peele
  • Lupita Nyong'o, Winston Duke, Elisabeth Moss ...
5
Nunca me han ligado (5.0)
Jordan Peele pretende colárnosla como thriller social, pero cede en demasía a los peores convencionalismos del slasher. Empezando por la completa falta de lógica de los ligados de la familia Wilson, que dan más rodeos que la televisión de Texas a la hora de perseguir un objetivo que, en realidad, es muy claro y fácilmente alcanzable, como demuestran el resto de sosias; continuando con los chistecitos y chascarrillos para aligerar tensiones, que anulan la poca relevancia que hubieran podido tener las escenas de casquería y persecución; y terminando con unas innecesarias, incoherentes y ridículas explicaciones sobre el origen y motivaciones de los dobles —casi preferiría no haberme enterado de dónde han salido, que se hubiera tratado el tema desde una perspectiva completamente surrealista.

Claro, queda la buena factura técnica... el ritmo, ¿no? ¿A eso os agarráis los fans del género? Joder, me lo decís como si el resto de cintas que nos llegan tuvieran un diseño de producción de mierda. Lo cierto es que, en pleno siglo XXI, con presupuestos como este, habría que ser muy inútil para hacerlo mal en este apartado. No lo compro, no lo veo como justificante válido.

Lupita Nyong’o es lo único que podríais tratar de meterme como destacable, previo unte de vaselina. Cumple bien, aunque tampoco está para tanto premio como le han dado.

En estos últimos años, todavía se vienen escapado pequeñas “joyitas” innovadoras del cine de terror, pero Jordan Peele no es responsable de ninguna de ellas. Sin ser una autoridad en la materia, os listo algunas de mis favoritas: The Witch (2015), El extraño (2016), Llega de noche (2017), Hereditary (2018).
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historias lamentables
Historias lamentables (2020)
  • 6,2
    9.201
  • España Javier Fesser
  • Chani Martín, Laura Gómez-Lacueva, Alberto Castrillo Ferrer ...
6
Inimitable, pero mejorable (6.4)
Vuelta del director a los modos del corto, pero en forma de historias entrelazadas en un largo. No se puede decir que el producto no sea fesseriano; te podrían enseñar un sólo fotograma y sabrías inmediatamente que pertenece a su filmografía, incluso suponiendo un ejercicio de cierta modernización estilística dentro de ella. Sin embargo, algo no termina de encajar tan bien como en los mejores delirios de sus comienzos; hay mucho secundario, pero no es tan coral, se centra en unos pocos personajes que se repiten mucho y durante largo tiempo; se estiran sin justificación varios discursos (sobre todo en la historia de entrada); algunos de los actores no terminan de pillarle el punto a sus papeles; pero, donde más se nota la diferencia, es en la selección musical, donde se echa de menos más presencia de ese big-band style vitalista, de esos temas retro de sus inicios que le iban como anillo al dedo a la estética y al ritmo alocado (“amos”, no me compares la modernidad electrónica predominante en este score con los Skokiaan, Down By the River Side, Return to Sender…).

Me ha quedado un primer párrafo muy negativo, quizás demasiado. No considero que verla haya sido una pérdida de tiempo; tiene virtudes también: Chani Martín, Matías Janick, Laura Gómez-Lacueva y Alberto Castrillo lo clavan construyendo unas caricaturas costumbristas muy bien conducidas por el guión, hay tres o cuatro ocurrencias y giros argumentales que arrancan carcajadas, y te queda la sensación de haber visto algo diferente, de unas formas "marca de la casa" que vuelven a ser muy, muy difíciles de imitar.

P.D.: Mira que el acento "mañico" se escucha poco en el cine, con lo que mola.
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13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
In My Room
In My Room (2018)
  • 5,7
    303
  • Alemania Ulrich Köhler
  • Hans Löw, Elena Radonicich, Michael Wittenborn ...
6
¿Somos ya los urbanitas unos inútiles sin remedio? (5.8)
Es muy probable que los fans del género «post-apocalíptico», entendido en su vertiente más norteamericana, se dejen seducir por los reclamos publicitarios destinados a esta cinta, que siempre sacarán a relucir comparaciones absurdas con las adaptaciones de «Soy leyenda», y cometan el error de esperar las correspondientes dosis elevadas de suspense, aventura... y zombis (o sucedáneos).

A Ulrich Köhler se le incluye dentro de la denominada Escuela de Berlín, así que lo que realmente puede esperarse es muy distinto. En esta corriente no se siguen dogmas políticos, formales ni temáticos, sino que el denominador común es una inquietud generacional centrada en los problemas de adaptación del ciudadano moderno en épocas de cambio.
En esta película en concreto, se nos presenta a un adulto alemán inmaduro, poco responsable, un tanto aislado socialmente, que un día despierta y encuentra que todo humano a su alrededor ha desaparecido. Tras un breve shock, descubre que el cambio tampoco le resulta tan inoportuno y decide mudarse al campo para vivir de la tierra. El personaje y su situación van evolucionando a un ritmo muy sosegado, pero con algún interés si el espectador decide poner bastante de su parte (quizás se le exija demasiado) y aceptar las invitaciones a las reflexiones que sutilmente se le proponen: ¿no estaremos los urbanitas acomodándonos excesivamente, perdiendo un contacto vital con la naturaleza?, ¿estaríamos capacitados para volver a un estilo de vida rural en caso de necesidad?, ¿o ya somos unos inútiles sin remedio, acostumbrados a estar sobreprotegidos, de mentalidad estancada en una adolescencia despreocupada y egoísta, sin la seriedad ni la sensatez suficientes para asumir plenamente y sin ayudas responsabilidades tales como la paternidad, ni aunque la supervivencia de nuestra especie dependiera de ello?

Aclarado lo anterior, sólo cabe preguntarse si aporta algo nuevo o relevante, en fondo o forma, al género social o al de ciencia ficción. La respuesta es un rotundo NO.
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Borat, película film secuela
Borat, película film secuela (2020)
  • 5,8
    11.834
  • Estados Unidos Jason Woliner
  • Sacha Baron Cohen, Maria Bakalova, Dani Popescu ...
7
Risotadas y sartenazos contra el COVID (7.0)
Echaba mucho de menos a Borat. Entre las pandemias y los encorsetamientos sociales (no sólo relacionados con el virus) a que estamos siendo sometidos últimamente, agradezco el regreso de la gamberrada tosca, de la incorrección política, de la sátira zafia, del humor negro grotesco, de la ofensa gratuita… del estilo Sacha Baron Cohen. Alcanzar el éxito internacional con chistes inteligentes y elegantes hubiera sido demasiado fácil para este genio de la comedia, al que parecen irle los retos y la desmesura, pues no duda en jugarse el pellejo para mostrarnos abiertamente las vergüenzas de personajes políticos poderosos, y además en vísperas de elecciones en Estados Unidos (¿se puede ser más audaz?).

No pretendo engañar a nadie: novedades, hay pocas (ahí su principal inconveniente, le falta el efecto sorpresa); carcajadas, sufrí muchas (más o menos las que podríamos esperar los que ya éramos fans de la primera parte).
En cualquier caso, hay que destacar el enorme mérito que supuso tener que reajustar el guión debido a la llegada del coronavirus, que pilló ya iniciado el rodaje. Está bien encajado, es de justicia mencionarlo, sobre todo en el desenlace final. Quizás tuvieron que quedar fuera muchas de las inocentadas que tenían planificadas, y por eso, quizás, haya quien perciba cierto cambio en la cadencia y en la estructura con respecto al modelo original.
También tenía yo mucha curiosidad por ver cómo abordaban el tema de la cámara oculta, ahora que la cara de Sacha es conocida en todas partes. La respuesta: usando disfraces más recargados, reduciendo el número de este tipo de sketches y ficcionándolos casi todos (es evidente que hay complicidad y actuación de la mayoría de las víctimas de las bromas, salvo un par de caras de desconcierto que parecen reales), y también dando más protagonismo a una trama que cuenta con un nuevo personaje, el de su hija, bien interpretado por Maria Bakalova.

En conclusión, me salen las cuentas: hay puñados de chistes por minuto y el ritmo es bueno, con algún breve bajón, pero pudiendo destacar bastantes momentazos, es decir, escenas durante las que es recomendable no estar comiendo palomitas o bebiendo el refresco para no atragantarse por el ataque de risa: el baile de la luna sangrienta (mucha gente me ha dicho que es de mal gusto, pero yo tuve que pausar para recuperar el aire), la solicitud de aborto, el sillón forrado de piel humana, las correrías con el capirote del Ku Klux Klan, la trampa a Rudy Giuliani y el final shyamalanesco. ¿Coincidís con esta "sibarítica" selección?

P.D.: No podrás decir que has visto al auténtico Borat hasta haberlo escuchado con su voz genuina, en su versión original.
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16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El infierno más bonito que conozco
El infierno más bonito que conozco (2017)
MediometrajeDocumental
  • España Pep Bonet, Cesc Mulet
  • Documental
9
Los contrastes de la vida (8.8)
“En el Chad, primero come el padre. Después, la madre. Y, si sobra comida, comerán los hijos, de mayor a menor edad.”

Si tuviera que elegir una única palabra para definir todo lo que se nos cuenta en este documental, esa sería “RESIGNACIÓN”. La de las madres de mirada perdida que tienen que seguir amamantando a unos bebés anémicos, desfallecidos, ya condenados; la de los pediatras voluntarios que tienen que asumir que los niños llegarán a ellos como último recurso, cuando ninguno de los “remedios” de los chamanes, que a veces estropean más de lo que arreglan, haya surtido efecto; la de las ONG que desean ayudar, pero sin inmiscuirse demasiado en las arraigadas tradiciones chadianas que traban sus esfuerzos.

Todo lo que se muestra es real. Los bebés con SIDA, llenos de heridas que no sanan, son reales. Las flácidas pieles azabache que se pegan a sus diminutos huesos, son reales. Las moscas que caminan sobre esos ojitos negros que no tienen fuerzas ni para parpadear, son reales. Las historias que nos cuenta la voz en off, sobre la ablación de la úvula para “curar” la amigdalitis, el uso del pegamento como cicatrizante o el abandono de niños enfermos en el campo para que las serpientes decidan su destino, también son reales.

En mi opinión, debería ser de visión obligada en todas las escuelas de España. Y también debería serlo el pasar unos mesecitos de voluntariado en África, en lugar de tanto programa de intercambio, tanta beca Erasmus y tanto despendole. No es que desee hundir anímicamente al personal de los países más desarrollados, ni que nos sintamos completamente culpables —es un cúmulo de muchas cosas, no se puede señalar sólo a los ricos, o sólo a los modelos económicos competitivos, o sólo a una cultura anclada en tiempos pasados—; se trata de educar a futuros adultos empáticos, capaces de priorizar lo realmente importante en la vida, capaces de colaborar para buscar soluciones...
Ya, muy ingenuo por mi parte este último comentario, ¿verdad? Lo dicho: resignación.

P. D.: Me temo que no soy tan positivo ni tan vitalista como Jorge Muñoz cuando nos pide que miremos a la Luna para transmitir energía, cuando habla de "infierno bonito". Se necesita más gente como él y menos como yo.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
On the Bowery
On the Bowery (1957)
Documental
  • 7,6
    458
  • Estados Unidos Lionel Rogosin
  • Documental
8
El Bowery de los años 50, antesala del inframundo (8.2)
Seguramente, muchos de nosotros hayamos pasado por esta calle al visitar los Little Italy y Chinatown de Manhattan, y, seguramente, la mayoría no hemos sido conscientes de su singular historia. Para serlo, tendríamos que habernos cruzado antes con documentos como éste, porque el barrio, cuyos orígenes se asocian a los primeros inmigrantes holandeses del siglo XVII, ha ido cambiando mucho a lo largo de las décadas, pasando de extremo a extremo. Alguien llegó a decir: “El Bowery ha sido pobre, rico, violento, culto, exclusivo y oprimido, todo al mismo tiempo”.

Entre los años de la gran depresión y los 70, la zona se empobreció especialmente, siendo considerado el barrio más bajo de Nueva York entre los 40 y los 50, cuando el tren elevado formaba parte, aún, de su paisaje y en las aceras se concentraban alcohólicos, rateros y vagabundos —condiciones humanas que no son mutuamente excluyentes, sino, más bien, lo contrario—. Por aquellos años, quería empezar a luchar contra las injusticias —así, en general, en abstracto— un joven idealista llamado Lionel Rogosin, desencantado con el capitalismo e impactado por los conflictos raciales que observó en Sudáfrica en sus viajes de año sabático tras la SGM. No tenía mucha experiencia en el cine, más allá de la amateur, pero estaba tan influenciado por el neorrealismo italiano y los documentales de Flaherty que mandó al traste su empleo como ingeniero químico en la empresa familiar y, con lo poco que había ahorrado, decidió financiarse un documental contra el apartheid. Cambió de planes debido al bajo presupuesto y decidió centrarse en algo más cercano, la marginal calle que nos ocupa. Entabló amistad con algunos residentes que le contaron las vivencias con las que construyó la breve línea argumental e, incluso, participaron como actores en la parte de pseudo ficción, que se entremezcla con escenas filmadas subrepticiamente con cámara oculta para mostrar peleas en los bares, indigentes durmiendo a la intemperie y borrachos que apenas podían mantenerse en pie. El trabajo final fue, sorprendentemente, notable, gracias a que se fueron incorporando al proyecto, poco a poco, profesionales con más experiencia que aconsejaron muy bien al joven director novel, rebajando sus ambiciones y aterrizándole a un proyecto humilde y sencillo, pero que terminó resultando muy revelador, tanto como para conseguir nominación al Oscar. El resto, es historia, y otros usuarios ya han listado por estos lares su coherente filmografía.

El espectador normal percibirá con mirada conmiserativa los personajes que se le presentan. Habrá, también, quienes sientan desprecio hacia ellos —de todo tiene que haber en la viña del Señor.
Yo soy incapaz de mirar a estos desheredados por encima del hombro, les entiendo demasiado bien. Quizás sea porque su misma debilidad la llevo en los genes: mi abuelo paterno y sus amistades pasaban las noches entre barricas y los días durmiendo la mona, allá en los pueblos manchegos de finales del franquismo, seguramente porque nada fue lo esperado ni lo deseado en sus vidas. De momento, sigo siendo abstemio, aunque ni yo mismo sé de dónde saco las fuerzas, porque cada vez comprendo menos el mundo y el alcohol me parece una ayuda tan válida como cualquier otra para hacer tiempo mientras se espera la llegada de la Parca. Creo que aguantaré así mientras siga pudiendo jugar al fútbol, mi particular droga.
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
There It Is (C)
There It Is (1928)
Cortometraje
  • 6,6
    21
  • Estados Unidos Charles R. Bowers, Harold L. Muller
  • Charles R. Bowers, Kathryn McGuire, Melbourne MacDowell ...
7
El caso del fantasma de cara peluda (6.8)
El redescubrimiento de algunas de las cintas surrealistas perdidas de Charles R. Bowers es de las mejores cosas que me han pasado en los últimos años. Tras ver algún fragmento de su técnica en stop-motion, quedé maravillado, y ahora estoy haciendo lo imposible por ver todas las versiones restauradas.

En esta historia, un agente de Scotland Yard (al parecer de alguna delegación escocesa inventada, ya que este cuerpo policial siempre ha pertenecido a Londres, al menos hasta donde yo sé) es enviado a Estados Unidos a investigar el extraño caso del Fuzz-Faced Phantom, un fantasma que parece la reencarnación del profesor Bacterio y tiene como afición asustar a los inquilinos de una mansión de las formas más insospechadas: montando en patinete por los salones, atravesando las paredes, tocando el contrabajo… El agente se embarca emperifollado con el traje escocés más tradicional posible, con su gaita, su kilt (que se pondrá incluso sobre el pijama), su sporran..., y se lleva a su inseparable asistente MacGregor, un minúsculo ser que vive en una caja de cerillas, también con su faldita y su lupa en miniatura.
Curiosamente, no destaca por su componente de animación, en comparación con otros cortos de Bowers, sino por los chistes que se hacen sobre tópicos y diferencias culturales.

Lo primero que pensé al ver a tanto personaje pintoresco reunido es que podría montarse todo un merchandising alrededor. Pero se me han adelantado: ya hay una página con pines y productos varios relacionados sólo con este corto —que se venden a unos precios abusivos, por cierto.

Me reservaré críticas más apasionadas para otros de sus trabajos, que tienen aún más capacidad de generar asombro, gracias a su imaginación y perfeccionismo, incluso vistos hoy en día.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas
No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas (2016)
  • 4,1
    5.939
  • España María Ripoll
  • Verónica Echegui, Álex García, Alba Galocha ...
5
Mucha tontería en la cabeza (5.0)
Sé que voy a parecer un amargado por lo que voy a decir, pero, cada vez que estrenan una película de este género, me pregunto qué opinarían al verla un guardabosques africano o una campesina china. "¿De verdad que en las grandes ciudades del primer mundo los principales motivos de preocupación en la vida son estos? ¿Las chicas sólo van detrás de los cantantes? ¿Los mamporreros y los sexadores de pollos están condenados, entonces, a la soltería? Cuánta tontería en la cabeza tiene esa gente."

El caso es que sí, hay mucho pijerío aquí, mucha inmadurez y mucha frivolidad. La prueba es el éxito que tuvo la novela “No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas”, una comedia de enredos amorosos en una ociosa y acomodada familia madrileña.
Pero ni siquiera el gran problema de la película radica en esa falta de profundidad, sino en que todo pivota alrededor de Verónica Echegui, una actriz sin demasiada vis cómica (ni dramática) que, al menos por el momento, no ha alcanzado el nivel interpretativo ni la versatilidad suficientes para soportar el protagonismo que se le demanda. He visto propuestas similares que me resultaron mucho más agradables e interesantes (ej.: “Tras bodas de más”, con Inma Cuesta, que ya es otra cosa muy diferente esa mujer; o “Kiki, el amor se hace”, más coral, con actores de más empaque y con mejores caricaturas).

A pesar de que les reconozco los esfuerzos por hacer un producto de buena calidad técnica, no formo parte del público objetivo. Me siento muy fuera de lugar como espectador de esta cinta. No me identifico con casi nada, y eso que he tenido que lidiar con ex novias de perfiles similares a los aquí descritos. Pero ni por esas entiendo lo que aquí se cuenta, ni cómo se cuenta. Nada me hace gracia, y lo peor es que no creo que sea culpa mía, sino incapacidad de transmitir por su parte, ya que últimamente tengo predisposición a reírme de cualquier cosa.
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre del brazo de oro
El hombre del brazo de oro (1955)
  • 7,3
    4.756
  • Estados Unidos Otto Preminger
  • Frank Sinatra, Eleanor Parker, Kim Novak ...
8
Todo por un "último" chute (8.3)
Otto Preminger enfrentando tabúes, por enésima vez, con sus tomas prolongadas, sus cuidados guiones realistas, su sencilla puesta en escena, seca pero fluida, que le permite mantener su tan característica perspectiva observacional. Esta película se ha ganado la fama de ser la primera producción de Hollywood en mostrar explícitamente y sin pretensiones moralistas los efectos del consumo de drogas duras. Ya antes se había rodado alguna cinta de serie B centrada en estos temas, más buscando el morbo comercial que el auténtico compromiso moral, pero, en los grandes estudios, o bien se recurría a un matiz cómico en chistes puntuales —recuerden «Tiempos Modernos», de Chaplin, y la escena de la cocaína en la cárcel—, o bien, sobre todo tras la entrada en vigor del código Hays, se hacían referencias indirectas, muy sutiles, principalmente en el cine negro y en el bélico de posguerra.

Acabo de comentar que no existen aquí pretensiones moralistas. Es cierto, pero que no se confunda esto con hacer apología de las drogas. La intención del director era mostrar una realidad del momento, sin juzgar negativamente al yonqui, pero evidenciando su dolorosa degradación.
Estar en la misma habitación que alguien que pasa por el síndrome de abstinencia, como nos hacen experimentar Preminger y un fantástico Sinatra —éste es el verdadero papel de su vida—, debería bastar para que se le quiten a uno las ganas de probar la heroína. Pero no es tan sencillo, y aquí se presentan varios perfiles corrientes candidatos a entregar su voluntad a una sustancia con tal de evadirse de su realidad: veteranos de guerra —muchos de los reincorporados de la SGM se enganchaban a cualquier cosa para superar los terrores que arrastraban—; cualquiera de nosotros que tenga sueños, aspiraciones en la vida que no se vean cumplidas; cualquiera que sufra el azar de nacer en un barrio pobre con extorsionadores como vecinos y “amigos”; cualquiera que se vea envuelto en una relación sentimental tóxica... Para nosotros, perdedores, en la barra del bar estará siempre doña tentación, aproximándose a un palmo de nuestra cara, susurrándonos al oído que nos invita al próximo chute.

La desintoxicación y posterior reinserción es posible, pero no tarea fácil. Esta película puede entenderse también como un manual de lo que no debe hacer un rehabilitado. No se debe volver al mismo entorno que originó el problema —regla número uno—. No se deben mantener los lazos, por mucho que duela romperlos, con cualquier buitre que pueda arrastrar de nuevo a las andadas —regla número dos, con mucha dificultad para reconocer a estos elementos perniciosos, ya que a veces son quienes menos se espera—. No se debe dejar de buscar a alguien como la bondadosa Molly de Kim Novak —regla número tres, la más difícil de cumplir, puesto que está demostrado científicamente por la Tanned Balls University que el ADN del ser humano está diseñado para que seamos más malos que el baladre, y las rarísimas excepciones son fruto de mutaciones genéticas no hereditarias.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la vida al plato (Serie de TV)
De la vida al plato (2020)
SerieDocumental
  • 6,6
    118
  • España Xevi Aranda, Raul Vaquero
  • Documental, (Intervenciones de: Juan Echanove)
7
Volver a las raíces, sin abandonar la vanguardia (6.8)
El controvertido Echanove recurre a muchos de sus contactos, a las amistades que ha hecho con su faceta de gourmet, para organizar una temporada sobre los orígenes de ocho de los restaurantes gastronómicos más importantes de España, todos ellos con alguna estrella u otra distinción importante en la guía Michelin.
Algo, pero muy poco, se verá sobre técnicas culinarias y metodologías de trabajo de la alta cocina. Se trata más de una propuesta sentimental sobre la vida y dificultades por las que han tenido que pasar los cocineros que actualmente dirigen cada uno.

Cuenta con un presupuesto generoso, por lo que son muy destacables e importantes la banda sonora, la fotografía y el trabajo de edición: aportan elegancia, insuflan dinamismo y refuerzan eficazmente la sensiblería en aquellos momentos que más se prestan a la lágrima.
Pero lo realmente interesante y novedoso está en que es capaz de hacernos entender, una vez vistos todos los capítulos, que las personas, partiendo de diferentes orígenes, contando con cualidades humanas heterogéneas y siguiendo caminos divergentes, pueden llegar a alcanzar destinos muy similares.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo inventarse una guerra
Cómo inventarse una guerra (2019)
  • 4,4
    75
  • Reino Unido Rudolph Herzog
  • Katherine Parkinson, Lily Newmark, Jay Pharoah ...
5
Promete más de lo que finalmente da (5.5)
Apenas tarda un minuto en ir al grano. Su escena inicial se salta toda presentación pausada y hace intuir que todo tendrá un ritmo frenético. Pero los ochenta y cuatro minutos se le hacen muy largos, se notan a la legua los orígenes televisivos de todos los profesionales aquí involucrados y su incapacidad para adaptar las formas, el tempo, el nivel de esmero que se debería poner en cada toma, al formato de largo. No trasciende más allá de la simple idea, de la sucesión de sketches; el interés que ponen en sus propios personajes es prácticamente nulo.

Lo que hace Lily Newmark roza directamente lo bochornoso. Creo que no miento cuando digo que los amigos del barrio, aquí en Móstoles, tenemos cortos de adolescencia donde poníamos más ganas en nuestras interpretaciones amateur.

Lo único que la salva es su estatus de comedia. Se le perdonan muchas cosas, más de las que se merece, sólo por eso, y también por alguna buena caricatura que hace del mundo del hip hop ("hope is dope, motherfucker!").
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo
Solo (2019)
Documental
  • 6,6
    75
  • Francia Artemio Benki
  • Documental, (Intervenciones de: Martín Perino, Federico Bustos) ...
8
Que se vaya el prodigio. Que quede el niño. (7.7)
La cámara mira, pasiva pero íntima, el ensimismamiento de Martín Aníbal Perino, uno de los pianistas latinoamericanos más virtuosos de los últimos tiempos, quien ha tenido que superar un brote psicótico sufrido hace cuatro años.
La cámara observa su porfía por volver a la "normalidad” —si es que se puede hablar de normalidad al referirnos a alguien que antes de los 20 años ya había tocado en el Teatro Colón de Buenos Aires, considerado como uno de los tres mejores teatros líricos del mundo.
La cámara muestra sus reflexiones, sus intentos por auto convencerse de que tiene por delante una segunda oportunidad de reinsertarse en la sociedad.
La cámara siente su dura lucha interior. No sabe si culpar de todo a la presión por alcanzar la perfección que sufrió en su infancia, o si había algún tipo de predisposición genética a la esquizofrenia. No sabe cómo salir del aislamiento; le consumen aún sus miedos, sus adicciones, sus obsesiones. Sólo sabe componer y tocar el piano, y hacer que sus oyentes, incluidos los espectadores de este documental, se estremezcan. —Habréis asistido a muy pocas improvisaciones como las suyas, eso seguro.

Cuántos casos habrá habido a lo largo de la historia de prodigio asociado a locura, depresión, drogadicción… Pareciera que la genialidad estuviera reñida con la felicidad.

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Y vos, en pocas palabras, ¿qué sentiste al escuchar a Martín?
Algunas respuestas de la gente:

«Una dura negociación con la realidad.»
«Algo como un golpe que no duele.»
«Un turbio oasis tras una larga travesía por el desierto.»
«¡Qué barrrbaro!»
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
All for My Mother
All for My Mother (2019)
  • 6,0
    75
  • Polonia Malgorzata Imielska
  • Zofia Domalic, Maria Sobocinska, Malwina Laska ...
7
A veces se me olvida la suerte que he tenido (7.3)
Te voy a decir lo que no es: no es una comedia, no es un musical, no es un romance; no es Hollywood, no es el mundo del “happy ending”; no es complaciente con el espectador, no es cómoda de ver, para nada; tampoco es la enchufada Angelina Jolie haciendo el ridículo en 'Inocencia interrumpida'; no es de candidatura al Oscar, ni puñetera falta que le hace.

Esto es un dramón de los más crudos que nos van a llegar a lo largo de este año. Desagradable hasta decir basta. Helador como un navajazo, no por distante, sino por el gris escenario y los tristes acontecimientos. Preocupante porque se hace eco de realidades aún actuales, que tienen a la mujer como sufridora y al hombre como impune torturador.
Nos habla de la soledad y de obsesiones autodestructivas, de huérfanos que no entienden ni asimilan que sus padres se hayan desentendido de ellos, de sociedades que protegen a sus violadores y maltratadores, que no dejan margen de maniobra a madres solteras.

Seguramente habrá quien le atribuya el epíteto de misándrica a la película, ya que el protagonismo femenino aquí es absoluto y los pocos secundarios masculinos que aparecen tienen un perfil machista intenso —salvo dos excepciones cuyas apariciones no sumarán más de cinco minutos en total—. El resquicio que deja hacia la esperanza en mi género (o sexo) es mínimo, pero es que estas cosas que cuenta están pasando, nos guste o no verlo. Sospecho que Imielska no quiere tanto ser abanderara feminista como hacer dar las gracias por no haber pasado por algo así a quien pueda darlas.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abou Leila
Abou Leila (2019)
  • 6,2
    366
  • Argelia Amin Sidi-Boumédiène
  • Slimane Benouari, Lyès Salem, Azouz Abdelkader ...
8
«La culpa es de quienes creen que el resto pueden aguantar lo mismo que ellos» (7.8)
1994. Argelia está sumida en plena guerra civil, en plena Década Negra (o Década del terrorismo, o Años de Plomo). El país es un gran manicomio. La violencia se ha convertido en algo cotidiano. «La televisión enseña constantemente cuerpos desmembrados pero censura las tetas.»

El director nos presenta, en forma de road movie, su particular reflejo de lo que está pasando, no tanto del trasfondo político como del impacto social. Tras un incierto acto terrorista, dos amigos, casi hermanos, emprenden un incierto viaje: incierto motivo, incierto objetivo, incierto desenlace; sólo está claro que algo muy gordo va a pasar. La forma en que va presentando a los personajes, dosificando la información con cuentagotas, genera unos niveles de expectación y desasosiego en el espectador muy remarcables. Llegan momentos en los que no puedes esperar más para ensamblar todas las piezas del rompecabezas.
Luego, poco a poco, va tendiendo, casi sin darse uno cuenta, hacia terrenos surrealistas, terminando por precipitarse abruptamente en ellos. Es entonces cuando comienza una especie de trance, de pesadilla de la que no ves el momento de despertar; hay traumas reprimidos, hay violencia descontrolada, y redobla su fuerza terrorífica gracias a que se te permite mantener un ancla con la realidad. ¡Oh, sorpresa!, es por todo el simbolismo de esa recta final que uno empieza a encontrarle sentido a toda la historia.

Además de la formidable escena de las “cabras” carnívoras, hay otra cosa que me da miedo aquí, y es el exagerado talento que se atisba en Amin Sidi-Boumédiène (38 años, éste es su primer largo). Asusta que pueda llegar a aflorar en todo su esplendor en trabajos futuros. Ha demostrado una maestría a la altura de los mejores tanto en los modos clásicos como en los vanguardistas, y todo en una misma película, y lo ha conseguido con un presupuesto ínfimo. Pienso seguirle la pista como gran promesa que es, como promesa prioritaria.

Creo que es mejor entrar en esta cinta sabiendo de antemano todo lo que que os acabo de contar, no sea que alguien vaya con la idea de ver a Michael Landon en «La casa de la pradera» o a Gene Kelly marcándose un zapateado. Yo he conseguido conectar totalmente con la propuesta. De verdad que me ha impresionado.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Saturday Fiction
Saturday Fiction (2019)
  • 6,2
    243
  • China Lou Ye
  • Gong Li, Mark Chao, Jô Odagiri ...
5
¿Uno de los ejercicios más pretenciosos y vacuos del año? (5.0)
No sé si es que el director vive en su mundo y no ha sido capaz de explicarse bien, o si es problema mío, que soy tonto del culo por no saber reconstruir todo el hilo argumental tras el desenlace. Tampoco sé si realmente hay algo que reconstruir. Sólo sé que quería que terminara de una vez. Para mí ha sido un suplicio.

La apruebo porque su fotografía hace bonito en un festival. Y por Gong Li, que me da "penica" lo desaprovechada que está en ocasiones. También porque asumo mis limitaciones intelectuales (soy de esos que no ha hecho nunca un test de inteligencia, no sea que mi entorno descubra el pastel).
Afortunadamente, la naturaleza humana es variada y cada película tiene su público. En las secciones a competición ha triunfado, así que está claro que el problema debe ser mío.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Little Joe
Little Joe (2019)
  • 6,1
    2.540
  • Austria Jessica Hausner
  • Emily Beecham, Ben Whishaw, Kit Connor ...
7
Un mundo feliz (6.8)
Película en realidad juguetona, mucho más sugerente de lo que aparenta por la narrativa lánguida de su realizadora. Posiblemente entre mucho mejor en la propuesta el espectador que tenga muy presentes las referencias de clásicos como “El pueblo de los malditos” o “La invasión de los ultracuerpos”. Está claro que es otro enfoque, más femenino y menos académico, sobre la misma idea.

Tiene mucho cuidado de aprovecharse de las elipsis y de unos personajes ambiguos para crear incertidumbre, para permitir que el espectador pueda elegir entre dos interpretaciones de todo lo que está ocurriendo. Se podrá ver como la reacción negacionista de una madre ante la desconexión con su hijo, o bien como si el destino de la humanidad se estuviera decidiendo en el jardincito de la abuela. O mucho me equivoco, o la mayoría de nosotros sacará a relucir su perfil más conspiranoico. Quizás alguien con más inquietudes que las mías en el campo de la psicología profesional se decante por lo contrario.

Indirectamente, plantea muchas preguntas interesantes. ¿Podría ser la felicidad la pérdida de todo sentimiento humano? ¿Importaría tanto perder nuestra identidad, convertirnos en hormigas zombie esclavas de su pulgón? ¿Acaso no estamos ya buscando eso con las drogas, los videojuegos, las redes sociales… los radicalismos políticos? No son cuestiones nuevas, ni baladíes, pero nunca está de más replantearlas.

El problema que puede tener es lo extremo de su desarrollo estético y narrativo. La imagen salta bruscamente entre lo aséptico (el centro de trabajo) y lo colorido (el hogar); la música entremezcla el sonido suizen japonés con ladridos de perros y un soniquete parecido al chiflo del afilador ambulante (decir “arriesgado” es lo mínimo que se me ocurre); los sentimientos de la protagonista, que se debate entre su maternidad y su profesión, entre destruir el trabajo de una vida o reconocer su probable locura, podrían haber aflorado intensamente en muchas escenas, pero se ven constantemente coartados por la directora (algo claramente intencional). Si alguien le cuelga el cartel de inaccesible a Hausner, puedo llegar a comprenderlo.
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19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nocturnal
Nocturnal (2019)
  • 6,6
    591
  • Reino Unido Nathalie Biancheri
  • Cosmo Jarvis, Laurie Kynaston, Sadie Frost ...
7
No subirás a un coche con un desconocido… ¿o sí? (7.5)
Películas “indies” como ésta es lo que ansío ver en los certámenes como el actual D'A de Barcelona. Soy el tipo de espectador al que van destinadas. Debe ser la empatía del perdedor, del metepatas habitual, del incoherente redomado (entenderás lo que quiero decir cuando conozcas a Pete).

La directora tiene la suficiente madurez como para no convertirse en la protagonista, como para no creerse el ombligo del mundo (cosa rara en las nuevas promesas que suelen ser seleccionadas para los festivales). Se limita a hacer muy bien su trabajo, es decir, mostrar, sin renunciar a cierta sofisticación visual, un paisaje áspero y desalentador, una ciudad costera británica en la que la exigua vida pasa como las ráfagas de viento que mueven esos molinos que vemos al fondo, un escenario en el que los protagonistas se agarrarán a un clavo ardiendo con tal de encontrarle sentido a sus existencias.

La historia, que siempre debería ser lo más importante (ese es mi convencimiento, y ninguna mujer atractiva, ni siquiera una nazi apuntándome con una Luger a la cabeza, conseguirá hacer que me retracte), se desarrolla en dos partes, girando en torno a una idea central muy perversa que han pergeñado hábilmente las dos guionistas.

Recomendaciones para afrontarla como se merece: no leer críticas antes (ni siquiera deberías estar leyendo ésta, pero, ya que has empezado…); tampoco intentes jugar a adivinar lo que va a pasar, podría suceder el improbable infortunio de que acertaras, lo cual sería un problema para la interesante arquitectura narrativa, que se vendría abajo como un castillo de naipes; si además eres capaz de perdonarle alguna trampichuela que hace, serás testigo de uno de esos giros argumentales antológicos, de los capaces de dejarte en estado de shock durante un buen rato.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un blanco, blanco día
Un blanco, blanco día (2019)
  • 6,2
    1.515
  • Islandia Hlynur Palmason
  • Ingvar Eggert Sigurdsson, Ída Mekkín Hlynsdóttir, Hilmir Snær Guðnason ...
7
Un blanco día… de furia (6.7)
Tiene un comienzo algo lento, con los peores vicios estilísticos de los autores que en el fondo tienen poco que contar. Eso no le hace a uno esperar nada bueno, pero, afortunadamente, va cogiendo cuerpo poco a poco, a medida que itera sobre tres ideas / sentimientos: pérdida (de su mujer), amor (incondicional hacia su nieta) y odio (el inherente a un anciano que se siente con los huevos muy tocados). Y mejora muchísimo cuando la acumulación de rabia estalla y el viejo (un impecable Sigurdsson) pierde los papeles, una recta final en la que brotan unas cuantas escenas de un humor negro que no le vendría nada mal al director adoptar como bandera en sus trabajos futuros, siendo la mejor de todas ellas la sesión virtual con el psicólogo que no quiere escuchar a su paciente.
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14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Roubaix, une lumière
Roubaix, une lumière (2019)
  • 6,2
    493
  • Francia Arnaud Desplechin
  • Roschdy Zem, Léa Seydoux, Sara Forestier ...
6
Roubaix, el barrio más peligroso de Francia, a vista de pájaro (6.5)
La película se divide en dos partes claramente diferenciadas. La primera sirve como presentación de los personajes, el entorno y varias subtramas relacionadas con pequeños casos que van surgiendo en la comisaría. Lo más interesante en ella es que se acerca a la gente de la calle y que Roschdy Zem perfila con mucha delicadeza a su policía. La segunda parte, algo más convencional, se centra en los interrogatorios y reconstrucción de uno de los casos, perdiendo el foco en todo lo demás; las dos actrices principales superan la mera corrección y centran aquí todas las miradas.

Desplechin imprime un tono siempre pausado, aunque interesante. Tiene sentido, ya que trata de llevarnos por los cauces profesionales del comisario Daoud (su alter ego), de orígenes argelinos, criado en el barrio que ahora vigila; inteligente perro viejo, conocido y respetado por todos; de métodos sutiles, muy psicológicos; amante de la compostura, de aires elegantes pese a su origen humilde. Para ello, huye de todo efectismo. Ni siquiera se le ve interesado en conseguir una atmósfera opresiva, tan adecuada a estos géneros; en su lugar, muestra salas de interrogatorios diáfanas y claramente iluminadas. Sólo se permite el "lujo" de acercar la cámara a los actores y mostrar un par de viviendas cochambrosas para crear la necesaria empatía.
El director y guionista se muestra comprensivo con todos sus personajes, especialmente con los delincuentes, aunque sin llegar a justificarlos. Al fin y al cabo, se crió allí y parece comprender las dificultades que entraña sobrevivir en esas circunstancias.

Vamos con los puntos negativos. La narración me parece anticlimática, de intensidad dramática demasiado constante, sin apenas crescendos. De vez en cuando viene bien darle una sacudida al espectador, y no creo que esto haga desmerecer la siempre loable búsqueda de realismo (la vida común también las tiene).
¿Es cosa sólo mía o la música descuadra un poco? Sólo me encaja en los pasajes más íntimos del comisario, no en esas calles, no en esos interrogatorios.

A veces coquetea con el cine social, el noir, el buddy cop, el criminalístico… pero debe considerarse, fundamentalmente, como un policíaco detectivesco. Podría haber sido un buen capítulo piloto de serie televisiva que nos mantuviera a la espera de más y mejores momentos por llegar. Deja la sensación de que no nos hemos adentrado finalmente en la realidad del barrio que da nombre a la cinta, el más pobre de Francia y actual refugio de yihadistas.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gon, the Little Fox
Gon, the Little Fox (2019)
MediometrajeAnimación
  • 7,5
    206
  • Japón Takeshi Yashiro
  • Animación
9
Madera y poesía (8.8)
Puede una persona entregar su vida a una profesión por dos razones: dinero o vocación. Takeshi Yashiro pertenece, clarísimamente, a la estirpe de cineastas alentados por la segunda.
Tras graduarse en Bellas Artes, empezó a trabajar, sin demasiado entusiasmo, en una compañía de realización de anuncios comerciales, donde dirigió gran cantidad de ellos, la mayoría de acción real. Por petición de algunos clientes, tomó un primer contacto con el stop-motion, y, a partir de ahí, no pudo parar de investigar sobre las diferentes técnicas relacionadas. Poco a poco, las fue incorporando en su trabajo, llegando a tal perfección que abrieron un pequeño departamento de unas 10 personas dedicado sólo a eso, que supervisa a tiempo completo actualmente y en el que compagina los anuncios con la realización de cortos (llevan 4 hasta el momento).
Takeshi es un “hombre orquesta” que se involucra personalmente a todos los niveles: dirección, producción, escritura del guión, diseño de personajes, storyboard, construcción del atrezzo y figuras en miniatura, montaje del set, grabación, animación manual… Entiendo su obsesión perfectamente, siempre me ha parecido que esta especialidad es de una exigencia máxima, que supone un reto enorme, ya que requiere la integración de más departamentos de arte que el resto de animaciones… y disciplina, y paciencia, y mucho mimo… y un pulso a prueba de bombas —aquí, un pequeño tropiezo puede suponer días de retraso, o semanas−. Además, el contacto directo de las yemas de los dedos con tus personajes parece crear un vínculo especialmente fuerte; de tu sensibilidad depende todo lo que seas capaz de transmitirle al espectador.

“Gon, the Little Fox” rezuma delicadeza por todos sus poros. Tiene el aroma de los productos cocinados a fuego lento, concretamente durante dos años, que es el tiempo que han estado trabajando en él.
Adapta la obra maestra de Niimi Nankichi —mundialmente conocido como el Hans Christian Andersen japonés—; y éste es, también, el mejor de los cortos de Takeshi hasta el momento. Es una opción ideal para ver en familia, niños y padres juntos; no me atrevería a anticipar quiénes lo disfrutarán más. Podría describirse la sensación que produce como estar dentro de un diorama vivo, formando parte de esa fábula, cuya moraleja se ha interpretado tradicionalmente en Japón como la equiparación de la madurez con la aceptación del destino, pero a la que yo saco otra lectura adicional relacionada con el peligro de los prejuicios basados en las apariencias.

Casi tan interesantes como la película son las conferencias del director en los festivales, muy centradas en los aspectos técnicos. Suele contar que empezó animando plastilina, pero que ha terminado por preferir la madera y el látex por la textura artesanal que consigue con ellos. Reconoce que con esos materiales se complica y ralentiza mucho todo el proceso, ya que no se pueden hacer moldes y se debe tallar cada pieza individualmente; además, transmiten rudeza y limitan la expresividad, obligando al personaje a mantener casi la misma personalidad desde el principio hasta el final. Afortunadamente, se sirve de pequeños trucos para paliar esos inconvenientes: diseña las caras pensando en encuadrarlas desde diferentes ángulos y con diferentes iluminaciones para variar las emociones, usa la música como elemento conductor clave, ajusta las historias y sus desarrollos a los recursos y no a la inversa.
En una de las charlas (creo que está colgada en Internet) me desarmó con una humilde autocrítica en el epílogo: como buen inconformista, le gustaría pasar a un formato de mayor duración, pero es consciente de que tendría que renunciar a sus materiales y técnicas predilectos, buscar sistemas más ágiles que le permitieran acelerar el trabajo sin perder la calidad. Al final, es lo que hacen Laika y Aardman, que juegan en ligas de otro nivel productivo. Será interesante ver si lo consigue algún día. Su estilo, desde luego, tiene una carga poética y un lirismo que ya los quisieran para sí las grandes compañías.

Tengo envidia de muy poca gente, pero sí de este tipo de artesanos que consiguen ganarse la vida trabajando con sus manos las artes plásticas. Lo dice todo el mundo que me conoce, que de pequeño me pasaba días enteros encerrado en mi cuarto, con la plastilina, creando películas imaginarias. Ahora, adulto, trabajo con computadoras. La gente está encerrada en casa con lo del coronavirus que se sube por las paredes, y yo casi ni noto la diferencia entre un día de confinamiento y otro de mi vida normal. ¡Maldita informática! ¡Quién fuera inmortal para no tener que comer! ¡Quién pudiera alimentarse de sus propias ilusiones!
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16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
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