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297 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
Dellamorte Dellamore
El insoportable peso de la vejez, la corrupta pátina que otorga el tiempo, la vida resistiéndose a sucumbir ante la llegada de la decadencia, Peter Pans refugiados en temas de Rafaella Carrá e inyecciones de bótox, desertores del reino de las sombras fingiendo felicidad en decrépitos banquetes, el cinismo, la muerte. La grande bellezza no es sólo un brillante ejercicio formal por parte de su director, el napolitano Paolo Sorrentino, también es un retrato, a veces mordaz, a veces henchido de belleza, de una ciudad y sus gentes, de una Roma que niega su agonía buscando en la gloria de su pasado un antídoto a lo efímero del presente, la Roma del Panteón de Agripa y de la Capilla Sixtina, sí, pero también la Roma de las tetas operadas y de Berlusconi, esa Roma entre dos mundos que se mezclan en la figura de Jep Gambardella (excelente Toni Servillio) cronista, bebedor, atesorador de recuerdos, re dei mondani, con su terraza de fiesta perpetua colgada sobre el Coliseo, toda una metáfora de lo que pretende el film. Un film que quizás por esa necesidad de redención a través de lo artístico construye las imágenes más bellas de Roma nunca vistas en cinta alguna.

Sorrentino construye su edificio cinematográfico de la misma manera que lo hacía con el de Il divo, biografía fragmentada de ese oscuro personaje (¿acaso alguien no lo es en la política italiana?) llamado Giulio Andreotti, un collage de recuerdos e impresiones que huye del relato lineal, del camino trillado por el biopic al uso. Y es que el cine del director trasalpino parece responder a la lógica misma del proceso mental, al modo en como nos persiguen nuestros recuerdos: es, en definitiva, tan caprichoso y tan poco sometido a la lógica como éste. Habrá pues quien acuse (y de hecho lo hace) a su cine de cierta intermitencia e irregularidad, de ser caótico en su estructura sin tener en cuenta que dicho caos forma parte de la esencia misma de su estilo, que es una elección consciente por parte del autor. Sí, Sorrentino es napolitano y en su cine palpita la vorágine y el desenfreno de la metrópoli del sur.

Dicho todo esto resulta en parte comprensible que el Jurado de Cannes 2013 se olvidara de mencionar La grande bellezza entre los galardonados, de incluir su nombre en el Palmarés. La del italiano resulta quizás una apuesta demasiado arriesgada en su arrebatadas formas, en su desinterés por la narrativa tradicional. Algo que, por cierto, compartía con otra de las películas que más polémica y opiniones encontradas causó en su paso por el Palais de festivals, la muy radical Only God forgives. Ambas fueron obviadas por otros relatos más convencionales en su sintaxis narrativa (los riesgos de La vie d’Adele van por otros lados) en lo que supuso una decisión coherente por parte de Spielberg y compañía aunque algo conservadora a nuestro entender. Esto nos llevó a plantearnos si debíamos recomendar el film de Sorrentino universalmente aún siendo nuestro favorito de esta edición del Festival, la respuesta es un absoluto sí. Sí porque creemos en el poder de fascinación que emana de sus imágenes, sí porque entendemos que forma y contenido alcanzan una conjunción sobresaliente, sí porque pensamos que muchos de los que nos leen sienten, como nosotros, la necesidad de comulgar con un código visual dotado de un valor propio, sí finalmente porque consideramos la osadía y el riesgo como una virtud universal. No sabemos si en el ilegible mapa de la distribución nacional La grande bellezza tiene su espacio reservado pero por el sagrado enlace de las Mamachicho y Miguel Ángel que vamos a reclamarlo, son ustedes testigos.
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327 de 406 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Un hermoso canto a Roma y a ciertos zangolotinos que la pueblan
El comienzo (de hecho, la primera hora y pico) es un arrollador poema visual, oda a la belleza de una ciudad inigualable y homenaje a todas las apologías de esa ciudad eterna que la han precedido en el cine. Es un retrato magnífico y arrollador, lleno de vértigo y locura, entre el ridículo y lo felliniano. Pero luego la película se dispersa, disgrega, repite y acaba por dejar indiferente pese a tan espectacular comienzo.

También es un canto – como “Ciudadano Kane” – a lo que se perdió y que nos impide, de alguna forma, alcanzar una vida plena y satisfactoria, dejándonos deslizar por la pendiente de un lento deterioro anímico y espiritual que parece no tener fin. Esta espiral de nostalgia y pérdida ilumina, a ráfagas, a destellos, toda la cinta, pero acaba un poco sepultada entre tanto oropel y tanta virguería estéril, siendo más un bosquejo de lo que pude ser y no fue… como la vida misma de su protagonista.

La belleza y originalidad de las imágenes es incuestionable, el tono premioso es voluntario y retrata con valentía el lento ocaso de una vida ociosa echada a perder pese al talento inicialmente mostrado… pero el conjunto deja entrever una película que pudo ser y no es, quizás por un exceso de indulgencia, por una falta de autocrítica, por una falta de límite, muy acorde con los temas que aborda la cinta. Pero el conjunto resulta insatisfactorio pese a sus muchas virtudes y su radiante factura: hay demasiado y la desmesura cansa, aun cuando se reconozca cierta originalidad y varios logros.

Bella, torrencial y melancólica… deja un regusto amargo y cierto poso de insatisfacción.
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208 de 282 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Bella y tediosa vacuidad
Constrasta la gran riqueza visual con la enorme pobreza espiritual de los personajes retratados. “Soy rica”, dice una de las mujeres a la pregunta de Jep sobre qué hace en la vida. Y así es, vive la vida sin preocupaciones y sin sustancia más que ella misma; se dedica de hecho a hacer fotos de ella que cuelga en Internet y que recibe buenos comentarios de sus “amigos de Facebook”.

Jep está cansado de este mundo, pero a la vez no sabe, no quiere salir de él. Queda entonces el cinismo, esa venganza irónica que nos tomamos sobre las cosas que no queremos en el fondo eliminar.

La primera parte (digamos, la primera hora y media) cautiva por la fotografía, esa luz ocre y cálida que baña los edificios y monumentos de la Ciudad Eterna. Los restantes 60-70 minutos sobran, pues resultan una repetición de lo anterior: fiestas, happenings, tugurios y diálogos huecos sobre la vida. Ciertamente, este es el tema de la película (la vacuidad, cierta nostalgia, la desidia, la pereza, la lujuria…), pero no se puede hacer una historia sobre el aburrimiento aburriendo a la gente. En realidad, ese es el dilema de Jep, a quien le gustaría escribir un libro sobre la nada, ¿pero cómo hacer algo con la nada si nada es? Nada mejor que revestir esa nada con ricos ropajes, a modo de lo que hacen los personajes de esta curiosa fauna.

Sin embargo, el exceso de oropeles mostrado satura y no aportan nada más a la narración, demasiado lineal y carente de frescura. Es decir, la vacuidad acaba siendo atribuible tanto a los personajes descritos, como al film mismo. ¿Adónde nos quiere llevar?

La narración se basa de hecho en un barrido de la ciudad y sus gentes, o mejor dicho, algunas de sus gentes, una clase que vive en otro mundo, siempre en terrazas (arriba) o en sótanos (algunos de los locales), pero nunca a pie de calle, con la gente “normal”. Gente que deambula por la noche, por “su” noche, pues al igual que los nobles que se alquilan a sí mismos para asistir a fiestas, el resto de los personajes vive en ese microcosmos que ha creado y del que no quieren/saben salir.

Vienen a la mente varios paralelismos en el cine: Amarcord, Casanova… por su lado excesivo; también de Fellini La dolce vita, por el personaje central, también un periodista, pero en este caso, al final de su carrera. El vientre del arquitecto (Peter Greenaway), que deja su impronta en imágenes bellas y rebuscadas.

Así con todo, deja un regusto de amarga melancolía, como si sintiéramos pena de tanto desperdicio de vidas inútiles.
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168 de 233 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
‘La dolce vita’ del Siglo XXI
He aquí la historia del autor atrapado, de aquel que desea olvidarse del pasado y queda encerado en esa tela de araña que conforma el recuerdo. De aquel que trata de ser el cronista de la Ciudad Eterna y acercarse como si fuera la primera vez a los monumentos que la componen… pero queda confinado en sus propios recuerdos. Ya sea el primer amor, ya sea Fellini, ya sea por adentrarse en la dicotomía de lo sagrado y lo profano. Es normal que “La gran belleza” lleve la etiqueta (que no título) de ser “La dolce vita” del Siglo XXI pero considero que Paolo Sorrentino da la impresión de establecer un diálogo entre Marcello Rubini y Guido Anselmi en la figura de Jep Gambardella, en traer la melancolía y sus anécdotas personales para sacar a relucir la nostalgia que habita en el cinismo y el la crónica de lo mundano. Pero, aparte del recuerdo y la obsesión por el sentido de la vida entre una lluvia de fugaces planos en constante movimiento, brota la espiritualidad avocada a la ironía en toda esa puesta en escena religiosa. Como si las monjas, cardenales y santas fueran en sí mismas una evolución en las preguntas más profundas que se plantea el personaje principal. Y el fondo es el gran escenario: Roma, la belleza, la gran belleza… sobre la que tratan de amoldarse sus terrenales habitantes. Aquella belleza que permanece imperturbable y silenciosa, testigo de las oportunidades perdidas durante las generaciones desde que fue alzada.

Y en ese punto es un escritor decepcionado por su vida aquel que descompone su deprimente entorno carnal sobre otro eterno muerto de fondo pero, al mismo tiempo, con más vida por ser una constante sobre esos entes variables. El choque de esa miseria humana respecto a la inalterable e inamovible belleza forma parte de ese ‘aparato humano’ y extasiada burguesía que se esconde en la mascarada de la orgiástica y hedonista fiesta para evitar enfrentarse a sí misma, a su vejez y al recuerdo de una biografía cada vez más condenada a ser una simple hoja en blanco. Todo el teatro vital que conforma “La gran belleza” queda empequeñecido por el conflicto de la vulgaridad latente y de una ciudad que, en realidad, parece distanciada de sus propios habitantes. Es la chispa de ese primer amor la única luz entre esa oscuridad que viene y va, como las olas de un mar malogrado de falsa eternidad. De un sueño inexistente sobre la cabeza del autor que ha sido devastado por su propia insolencia, por ese mundo repleto de fama, dinero, mujeres, fiestas y drogas para rellenar un vacio inabarcable.

El viaje a la imaginación que propone Sorrentino abarca desde la desilusión a la fatiga dentro de ese final que ejerce la muerte, el fin del camino y experiencia. Pero, antes, Jep Gambardella se replantea su vida… bajo esa membrana que palpita por el ruido y los murmullos, por los sentimientos y el silencio, iluminados por la belleza frente a la miserable observación. Porque más allá, efectivamente, está el más allá… nos recuerda en sus líneas finales el propio Gambardella, como parte de una crónica de un circo de excéntricos y de la vida como truco por encima del sueño. Y desde la cita de apertura de Louis-Ferdinand Céline la ilusión se torna en un viaje del día a la noche, en el que la propia película se convierte en monumento y el espectador en un turista que aprecia la (gran) belleza de la obra con vocación de ser eterna y productor de interminables infartos y desvanecimientos.
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96 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
¿La gran bellaz? ¡il grande tosttone!
Suelo tener una buena intuición para detectar películas que resultan verdaderos tostones en el cine (a los cuales el cine italiano ha contribuido grandemente, sobre todo con las películas más apreciadas y valoradas). No es infalible (a veces me trago alguno infumable capaz de adormecer hasta a las vacas) pero no me suele dar falsos positivos (cuando pienso a priori que una película me causará más somnolencia que el tour de Francia tumbado en el sofá después de comer raramente me equivoco).

Esta película me daba mala espina desde el principio: lo tenía todo para entrar en la categoría olímpica de los tostones y en condiciones normales no hubiese perdido más de dos horas de mi vida viéndola por mucho Oscar a la mejor película extranjera que tuviese. Sin embargo me animé a verla porque ya había visto antes otra de Paolo Sorrentino, su director. Se llamaba Un lugar donde quedarse y, aunque era rarita, tenía su punto con el alucinado de Sean Penn interpretando a una decrépita estrella del rock.

Así que, pese a todo, me puse a ver esta...

... y mis peores temores se hicieron realidad.

Ya desde el principio la cosa empieza mal: hay una escena con un coro cantando y un grupo de turistas disparando sus cámaras, uno de los cuales cae desplomado (supongo que muerto tras darle un telele). Hay una escena interminablemente larga de un grupo de puretas y cacatúas bailando en una discoteca al ritmo de un remix de Rafaella Carrá mientras un calvo con gafas no para de decirle “Te voy a follar” a un tipa que baila en plan go-gó,... y así sucesivamente.

¿De que va esto entonces? Pues más o menos es la indolente vida de un grupo de snobs, puretas, decadentes, ricos y –supuestamente- muy cultos aunque yo diría más bien que muy pedantes, mientras asisten a fiestas y a happenings supuestamente artísticos o culturales, y discuten entre ellos en veladas y cenas en los palacios de Roma en donde viven.

Lo de los happenigns culturales no tiene precio: la artista conceptual con la bandera de la URSS pintada en el coño cuyo arte consiste en correr en bolas hacia un acueducto y pegarse un trompazo, o la niña prodigio que pinta arte abstracto lanzando cubos de pintura sobre un gran lienzo mientras grita cual si fuera la niña del exorcista y embadurna su obra y ella misma con las manos... y así sucesivamente.

Eso si, con muchos monumetos y obras de arte, con ópera sonando de fondo en bastantes ocasiones, con monjas (no se que pintan exactamente, pero este tío parece tener una cierta predilección por ellas) y –eso sí- con una bonita fotografía: ¡mal vamos! Cuando os digan que una película tiene una maravillosa fotografía, huid de ella como de la peste bubónica o de un zombi de Walking Dead. Probablemente sea verdad (lo es) y la fotografía sea espléndida, pero normalmente si eso es lo que le viene a la mente al personal a la hora de destacar algo de una película (y a veces lo único) es que estás ante un caso claro di grande tosttone.

Se supone que la película lo que cuenta (o mejor, lo que critica) es la decadencia de ese grupito de personajillos, tal como los ve el protagonista, Jep Gambardella, un escritor que no escribe (bueno escribió sólo un libro cuando era joven cuarenta años atrás) y que ahora se dedica a hacer de periodista haciendo entrevistas para un periódico dirigido por una enana. Aunque lo que realmente hace es vivir la vida loca: la misma de sus amigos, que son el resto de los personajes.

Porque de hecho no se de donde saca el personal que critica esta vida y a estos personajes, porque él es un uno de ellos, pero más cínico. Y la película está tan vacía como las vidas que retrata, y tiene el mismo brillo y glamour también. O sea que fondo y forma coinciden plenamente: es nadería rodada de forma muy bonita que cuenta precisamente eso: naderías muy bonitas. Es parecido a calificar a una película bélica como de antibelicista.

Pero lo peor es que es larga (2 horas y 20 minutos) y aburridísima. Y decía que mejor que contar lo que hace es criticar, o mostrar porque esta película no cuenta nada. No esperéis narrativa aquí: el argumento, si lo hay, importa una mierda.

Hay una escena con un cardenal aficionado a predicar sus recetas de cocina y con un cura con sotana columpiándose... Hay una escena con una girafa en unas ruinas romanas... Hay una escena con unos flamencos (las aves, no los bailaores)... y todo de ese estilo.
¿Por qué? Porque queda bonito, supongo. ¿Aportan esas escenas algo a la trama? No ¿Tiene algo que ver con el argumento? Pues si es así que alguien me lo explique...

No le pongo un 1 (la mínima puntuación de filmaddinity) porque la verdad es que el protagonista, interpretado por un actor con cara de desnortado (¿dónde ve la gente las grandes dotes interpretativas de este tipo?) tiene algunos diálogos salvables, ácidos y corrosivos, como este:

- Estafanía, pero que tonterías dices. ¿Sabes que la máxima ambición de Flaubert era escribir una novela sobre la nada? si te hubiera conocido tendríamos un gran libre. ¡que pena! ¿no?
- Eres un misógino.
- No quieras ser siempre el centro de atención. No soy un misógino, soy un misántropo.
- ¡Muy bien! cuando se odia hay que ser ambicioso al máximo.

En fin, al que le guste este tipo de cine que la disfrute con salud. Yo no podré recuperar nunca las dos horas de mi vida que perdí viéndola. Los demás: “corred insensatos”.

Eso si, ruego al personal que la califica de obra maestra, excelente, la mejor película que he visto en mucho tiempo y demás lindezas que se ponga en contacto conmigo y me diga que es lo que fuma o bebe, que yo quiero probar un poco de eso también.

Más en: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es/2014/04/la-gran-belleza-il-grande-tosttone.html
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100 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Roma
La gran belleza es una película que habla de lo que significa para Jep Gambardella (Toni Servillo) ese frío y mundano universo de la alta sociedad en el que la riqueza puede ser el mayor capítulo de miseria. Fiestas chic, círculos intelectuales ahogados en copas de Martini, diálogos demoledores forjados con pluma de acero, inspiradoras estampas de la exquisitez de una silenciosa Roma con intenso aroma a Fellini que se erige como el mejor ejemplo del auténtico significado de la belleza, y cuyos caminos y rincones transitados por sus protagonistas suponen un deleite visual prodigioso…

Me he enamorado de esta película, en la que mi muy admirado Paolo Sorrentino (El amigo de la familia, 2006) se gusta más que nunca, se disfruta como nadie y arroja sin reparos contra el guión (escrito junto a Umberto Contarello, de Un lugar donde quedarse, 2011) y ante la cámara todo su potente despliegue de imaginación y atrevimiento, con ese buen manejo del ritmo que viene demostrando a lo largo de toda su filmografía. Ha vuelto a servirse de su mejor actor, Toni Servillo (Il divo, 2008, Las consecuencias del amor, 2004), para adentrarse en la historia de un antaño novelista, hoy periodista de reputada tinta en publicaciones artísticas y culturales, que recorre con parsimonia e incredulidad todo ese cielo de estrellas artificiales en el que se ve representado lo más selecto de la società.

Pero la cinta, una profunda y continua espiral de contrastes con fuerte arraigo filosófico, es más que Jep Gambardella aunque éste sea el hilo conductor de todo el argumento. Es la amistad, el amor, la religión, la vida. Un plano de todo ello. Son las intensas sensaciones que compone el entramado de una preciosa película de la que no quise desprenderme hasta el último crédito final. Un paseo a través de los parajes más bellos de Roma, atravesando las puertas de los lugares más prodigiosos de la capital italiana (a esto, en exclusiva, se dedica una monumental escena), en los que se filman toda una serie de secuencias memorables y sobre las que fluyen unos estupendos diálogos que dan lugar a la reflexión, pero que también divierten por lo que hay escrito en esas líneas que son pronunciadas por un exquisito reparto, encabezado por el siempre magistral Toni Servillo (enorme en su papel) y continuado por figuras como un extraordinario Carlo Verdone (Manuale d’amore, 2005), entre otros muchos.

Todo aquí es lo que el propio nombre de la película indica, pero la belleza podría resultar empalagosa si ésta fuera la única protagonista del film. Para que la belleza sea posible debe existir su contrapunto, y en la última creación de Paolo Sorrentino, pese al riesgo de quedar embelesados con los ambientes preciosistas que como en un lienzo son aquí trazados, la belleza siempre está cercada, amenazada desde no muy lejos, por la indigencia moral y carencia de humanidad de muchos de sus personajes y circunstancias, situados en el otro extremo de algunos roles tristes, solitarios y apagados que también se dan cita en La grande bellezza y por los que acabas sintiendo una tremenda simpatía.

La gran belleza es una obra maestra que navega a través de secuencias que transmiten una cautivadora y envolvente sensación hipnótica por la que te sientes atrapado, engalanada por un mundo de luces, colores y sombras perfectas —maravillosa fotografía de Luca Bigazzi—, un prodigioso guión y una banda sonora que, fusionados todos estos puntos, se generan los contrastes de los que nos quiere hablar Sorrentino. Y esto se hace mostrando sus situaciones a través de choques visuales, de armonía y de emociones que reflejan ese mundo explorado por el director napolitano y mostrado desde diferentes perspectivas. Una película para disfrutar sintiendo y para sentir disfrutando en la que Sorrentino se la juega siendo más él mismo que nunca (se permite el lujo de cortar una celestial secuencia inicial amenizada por un coro, con la estruendosa pero trepidante y disfrutable intrusión de una fiesta de más de seis minutos a ritmo del “Far l’amore” de Carrà remixado por Bob Sinclar, con más significado del que aparenta) para firmar la que para mí es la mejor película de este maestro, la mejor que he visto de 2013 y, sin duda, la más inspiradora en mucho tiempo.
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75 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Todo tiempo pasado fue mejor
Dirigida por Paolo Sorrentino, “La gran belleza” es con toda seguridad una de las mejores películas del año 2013. Una obra que rescata aquel cine italiano clásico, extraño, fellinesco y magistral. Son muchas las virtudes de esta obra, que profundiza con éxito en temas complejos como la vida, las apariencias, la nostalgia, los recuerdos y logra transportarnos, como espectador, a un estado de hipnosis profundo, principalmente por la belleza de sus imágenes y la fuerza sutil de su guión.

Una historia que contrasta el pasado con el presente en todo ámbito de cosas. El protagonista, dueño de una vida acomodada y fácil en lo material, pero carente de sentido y motivaciones en lo espiritual. Es un escritor que busca respuesta en personas y lugares equivocados. Dueño de una vida que trata de conectar el pasado, sus raíces, con el presente y más importante aún, con su futuro. “La gran belleza” combina, además, un guión que es rico en detalles y buenos diálogos con una dirección que resulta extraña, pero efectiva para sumergir al espectador en un cúmulo de emociones, donde la nostalgia es el invitado de honor.

En cuanto a lo visual, el director aprovecha al máximo la ciudad eterna, para rodar escenas increíbles y memorables, aprovechando el espacio en cada momento. Ese aprovechamiento se refleja en el contraste entre lo moderno y lo antiguo o clásico. La niña pintando un cuadro abstracto con muchos colores, contrapuesto a ese recorrido por la Roma eterna, abundante en esculturas y pinturas de los grandes maestros de las artes. La música, presente en toda la película, contrasta también en escenas en que se utilizan clásicas melodías para convertirlas en música electrónica, adorno necesario para aquellas fiestas en que lo banal, lo superficial y las apariencias maquillan una realidad a nivel individual muchas veces distintas. Situación que el protagonista percibe y se niega a aceptar al comienzo de la película esbozando aquella frase: “Yo estaba destinado a la sensibilidad”.

En definitiva, dudo que el inexorable paso del tiempo, le perjudique dejando en el olvido a “La gran belleza”. Es una obra llena de calidad, profundidad, precisión y hermosura. Construida como un poema visual, la cinta avanza con una seguridad inigualable a un final que no decepciona en absoluto, dejando al espectador con una sensación amarga por el desarrollo y el mensaje de la película, pero paradójicamente, con la sensación de satisfacción por haber visto cine de alta calidad.
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53 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Italian Beauty
¿Alguna vez te has parado a pensar en todo aquello que estás perdiendo por el simple hecho de pertenecer a una sociedad que no mira atrás ni para coger impulso? Trabajamos concienzudamente en buscar lo que nos hace sentir bien. La inspiración que nutre nuestros deseos. Pero ponemos demasiado empeño en ello y obviamos el ahora. Nadamos en una corriente que impide alcanzar la meta porque de eso se trata. Una vez alcanzado el logro, éste de disipa por arte de magia y arranca una nueva pantalla. Queramos o no, estamos sometidos a esa sociedad que juega con nosotros sin delicadeza y de poco sirve la nostalgia pues las modas imperantes despejan cualquier acercamiento a la melancolía y ahí es donde camuflamos nuestra verdad. Lo artificial, el cinismo y la hipocresía en un aquelarre que no deja ver la luz al verdadero yo.

La gran belleza, lleva a cuestas todo este pesimismo. Alberga el aroma de la derrota, de la corteza del tiempo y sin embargo uno no deja de maravillarse ante semejante ejercicio artístico. Porque la magia del cine no sólo radica en trasladarnos a universos lejanos. Sirve también como doctrina y cuando toca los palos que zarandean la conciencia del individuo, el golpe se hace más duro. A lo largo de sus poderosas dos horas y media de metraje, el filme invita a la reflexión de lo que somos, fuimos y nos queda por ser, hurgando en la herida de nuestros miedos. Una ceremonia en la que la soledad y la cuenta atrás lucen en el frontal de un altar en el que Sorrentino despliega con lucidez una feroz crítica a la impostura del arte contemporáneo y a las capas de maquillaje que cubren el vacío. Contundente análisis de la sociedad ferviente en la ciudad eterna que aquí se exhibe más bella que nunca aún reflejando la decadencia en su mayor esplendor.

Jep Gambardella, un novelista de antaño, forma parte del circo de esa nueva aristocracia. Ha escondido sus sueños de juventud en los saraos nocturnos, incapaz de encontrar la belleza que siendo un muchacho distinguió en un acantilado y que le sirvió como fuente de inspiración. Ahora no es más que un sesentón forrado dispuesto a tirarse a cualquier cincuentona con media neurona y a pasar sus últimos días rodeado del fariseísmo imperante de las nuevas masas. Una vacuidad que contamina su talento. Con él vamos tanteando la belleza en sus diversas formas, adentrándonos en las empedradas callejuelas de una Roma que se niega a marchitar, para descubrir, a través de diversos personajes con los que no es difícil empatizar, su cara verdadera, sus crisis, su talento, y su verdad. Una realidad consciente en este cínico don nadie al que da vida un estupendo Toni Servillo.

Es evidente que en La gran belleza resuenan los ecos de Fellini y no se esfuerza en disimularlo. La superficialidad actualizada de las altas esferas de entonces son objeto del látigo de Sorrentino. También la filosofía sobre el existencialismo propio de Bergman y los encuadres de Visconti o Kubrick. Sin embargo, con todo ello el filme del napolitano tiene el carácter y personalidad suficientes para encumbrar a La gran belleza a ser uno de los estrenos más potentes del año. Su hipnótica fotografía sobre la que se cuentan escasos pestañeos, su excesivo guión en forma de dardo de la que no escapa la religión de ayer ni la Italia berlusconiana de hoy, sus contrastes musicales en cuestión de minutos y sus magistrales interpretaciones dirigidas por un maestro de ceremonias en su mayor esplendor, consiguen que suframos de Síndrome de Stendhal como el turista estupefacto que destapa esta joya.

Para aquellos que entiendan el cine como una lección de vida.

Lo mejor: su invitación a la fiesta de la reflexión.
Lo peor: que sus excesos puedan despistar hasta el punto de tropezar y no ver más allá.
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50 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
La grande plasta, li grandi cognazzo, la trimenda cagatta y el trimendissssimo trugnazzo
Escena 1ª : Un turista japonés está haciendo una foto en Roma, de repente le da un yuyu, se cae al suelo y los otros turistas que van con él lo flipan.

Escena 2ª : Una panda de pijos cincuentones desfasados bailan en una disco mientras se pillan tremenda papa y se miran los unos a los otros como con curiosidad mezclada con algo de mala hostia.

Escena 3ª : Una enana sube a una terraza y se ve un anuncio de Martini al fondo.

Escena 4ª : Una tía desnuda con la cara tapada mira unas ruinas, luego echa a correr toda follada hacia ellas, se pega un tremendo testarazo y se abre la cabeza. Luego se levanta, dice "Os odio a todooooos", y un montón de público aplaude.

Escena 5ª : Una charla típica madre-hijo. "Mamá, cuando te veo me ruborizo". - "Pero Andrea, hijo, estás loco?" - "Nooooo, mamaaaaaaá, no estoy locoooooo; tengo problemaaaaaaas"

Escena 6ª : Un señor pasea por la noche en Roma con una señora y dialogan amigablemente. "A qué te dedicas?" "Pues soy rica".

Escena 7ª : Unas monjas bajan por unas escaleras y miran de reojo al señor que paseaba antes con la señora y ahora pasea solo. Una de las monjas se sube a un árbol a otear el horizonte mientras el señor le mira los bajos del hábito.

Escena 8ª : Una madre busca a su hija: Francesca, Francesca! Francesca pasa de su madre mientras charla con un viejo verde que debe parecerle mucho más interesante que mamá.

Escena 9ª : Un señor charla con su asistenta al modo habitual en que los señores hablan con sus asistentas: "El señor está triste?" "No, Clotilde, el señor está raro".

Escena 10ª : Un amigo habla con otro amigo: "Alguna vez has contado las mujeres con las que te has acostado?". "No soy bueno con la aritmética, pero sí sé con las que te has acostado tú. Son seis y todas te las pasé yo porque pasaba de ellas".

Escena 11ª : Un médico inyecta botox a sus pacientes, que están en fila esperando su turno, mientras el público entusiasmado aplaude y una diligente enfermera pasa la factura a los botulimizados.

Escena 12ª : Un imbécil le pregunta a una pedazo de bailarina de striptease: "Cree que todos los hombres que se le acercan solo quieren acostarse con usted?"

Escena 13ª : Una tía que está viendo en su casa una peli premiada con un Oscar, un Globo de Oro, un BAFTA y cienes de David di Donatello, coge el mando a distancia y dice "Ya está bien, hasta aquí hemos llegao". La mandíbula descuajaringada, los párpados en caída libre, la cabeza peligrosamente vacilante y la mala leche hirviendo por sus venas.

Escena 14ª : Una tía harta de bodriazos hiperpretenciosos y multipremiados se mete en el ordenador hecha un basilisco, abre su blog y se caga antes de irse a la cama en to la nación de un tipo que se llama Paolo Sorrentino, orgulloso artífice de este inmenso bodrio, y de otro llamado Toni Servillo, cuya cara de pijo desfasado difícilmente podrá olvidar jamás. Sorrentino y Servillo, suerte tenéis que los premios en el cine los dé gentuza sin ningún tipo de criterio ni escrúpulos ni ética ni nada. Conmigo tendríais que dar!
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106 de 182 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Trabajo sublime
Me llevé una sorpresa enorme y grata al cruzarme con esta película en el cine, máxime teniendo en cuenta el lamentable trailer.
Desde el primer segundo de metraje se aprecia una minuciosidad en el trabajo que deja boquiabierto. Una fotografía bellísima, una escenografía cuidada al milímetro, una estética casi poética que acompaña el retrato de la frivolidad extrema propia de una alta sociedad desconectada de la realidad que en este caso se ubica en Roma (ciudad que también se convierte en protagonista).
Notable además la revisión de Fellini que se lleva a cabo. Un gesto de honra, de reinterpretación, de reconocimiento, de actualización, con un resultado capaz de dialogar de tu a tu con los mejores filmes del propio Fellini y que conduce a degustar más si cabe la película.
Absolutamente recomendable. No dejéis nunca de verla en versión original.
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50 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Sólo es un truco
Más de cincuenta años después, la Roma de vestigios de otras eras y de noches descocadas que Fellini legó en "La dolce vita" renace en un esplendor tan excéntrico como extrañamente atrayente, adaptado a la estética del siglo actual.
Aquí el argumento es la propia Roma y la infructuosa búsqueda que un ex-escritor a las puertas de la vejez lleva cuarenta años realizando.
Desde su terraza junto al Coliseo, en lo más florido de una de las ciudades más veneradas del mundo, Jep Gambardella, que acaba de cumplir sesenta y cinco años, contempla la vida en un desfile de fiestas donde todo el que tiene dinero o se cree alguien en la ciudad baila al son de los ritmos discotequeros en boga y se evade a través del alcohol y las drogas, sin límites de edad.
Jep es un noctámbulo sensible, simpático y honesto observador de la clase alta romana que asiste a múltiples eventos tanto en su calidad de periodista como de irónico voyeur. Pero la vida, por mucho que lo haya desencantado, le reserva todavía momentos fugaces en los que casi palpa esa gran belleza que está buscando para poder volver a escribir. Captar la esencia de lo sublime. Entre una sociedad superficial y hastiada que aparenta una ampulosa fachada para ocultar el vacío interior, el ridículo y la falta de respuestas (esposas y madres frustradas, maridos infieles, hijos infelices, amantes no correspondidos, inadaptados con taras físicas o psíquicas, ex-beldades en horas bajas, mediocres que se creen artistas, solitarios de toda condición, religiosos que sólo saben hablar de recetas de cocina, santos de rara dignidad rodeados del delirio de la publicidad...), Jep encuentra sin embargo escenas que todavía son capaces de conmoverle. Pinceladas de ese gran lienzo de Dios o del azar que nos dejan imágenes inolvidables, sin un por qué, sin explicación, sin conexión. Escenas sueltas que atesorar, porque son todo lo que quedará cuando ya la nostalgia sea el único consuelo de los que no creen en el futuro.
Como cuando Jep era joven y conoció el amor junto al mar, en la pincelada más hermosa de su vida, tan breve, y que no ha vuelto a recuperar.
Tal vez la búsqueda no marcha hacia adelante, sino hacia atrás, hacia un instante perdido. Siempre creemos que lo mejor está por llegar, y tal vez ya lo tuvimos en la palma de la mano y se nos escapó.
Es duro admitir que todo se va. El tiempo. La juventud. El amor. La vida.
La belleza.
No se pueden atrapar, sólo podemos dejarlos marchar.
Todo es un truco, una ilusión. Lo vemos, ya no lo vemos.
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37 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Basura con buen olor
No, no y no. Seré yo señor que no entiendo este tipo de ¿cine?. Fiesta, snobs por doquier, cocaína, vividores y mas fiesta. ¿Qué pretende esta película? No entiendo a qué viene mostrar un sinnúmero de personajes decadentes, viejos y aburridos existencialmente. Nunca entendí hacia donde va la trama. El argumento es insulso: un viejo escritor (que escribió un sólo libro!!) al que sus amigos artistas le rinden pleitesía ve pasar la supuesta decadencia de sus cercanos con el decorado de la ciudad de Roma. Película cargada de escenas que dan vergüenza ajena, simbolismos de poca monta (Qué alguien me explique la escena de los flamencos) En el fondo es una película para masturbarse mentalmente creyendo que asistió a la última joya del cine arte. Basura en un envoltorio de glamour, nada más y nada menos.
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105 de 187 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Muy sobrevalorada
Todas las tomas del paisaje son una belleza lo único bueno que tiene la película, a la media hora ya me estaba quedando dormida.
Intentan mandar un mensaje para ganarse al público de una manera demasiado sencilla, una trama que viendo una película que ponen los fines de semana de antena 3 me hubiese aportado lo mismo.
Directores de cine que buscan cualquier excusa para destacar y meterse en la zona de 'culto', poco más que añadir.
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23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
"La belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad" Simone de Beauvoir
Acabo de ver "La Gran Belleza" (26 de enero, 2014) película del director Paolo Sorrentino, sorprende por sus matices y un impecable manejo del tiempo, ritmo y técnicas narrativas.

Marca el renacimiento internacional del Cine italiano con fuerte personalidad local y un eje universal.

Tiene un sabor, entre otros, a un homenaje a Fellini en La Dolce Vita.

Su banda sonora coincide en cada giro con el complejo carácter del personaje y la fotografía posee una estética que en ocasiones conmueve. Es una película que provoca volver a ver.
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30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Ni en silencio conseguí sacar algo positivo.
De verdad que a veces no entiendo nada, ya me ha pasado con alguna que otra película, por poner algún ejemplo: "El árbol de la vida".

Críticas impresionantes, opiniones fascinadas..., de verdad no entiendo que han visto, pero a buen seguro que el raro seré yo.

Sólo decir que esforzándome muchísimo conseguí llegar a los créditos finales.

Por salvar algo, la buenísima fotografía.
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52 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
No es para tanto
La película es vistosa y llamativa, pero está muy lejos de Fellini. Es larga, reiterativa, pretenciosa y con ínfulas. Su impactante fotografía nos hurta el cálido romanticismo de Roma, y sus diálogos y chistes son mucho menos agudos, originales y sutiles de lo que pretenden.
Y sin embargo, me enganché a la impostada melancolía y a las andanzas del repeinado y elegante protagonista, a la musica y las coreografías de las fiestas, y al desfile de atractivas mujeres maduras, y vi la película con interés hasta el final.
En cambio, la mujer que me acompañaba en el cine se aburrió. Le comenté que a pesar de todo a mí me había entretenido. "Eso es porque es una película para hombres", contestó.
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40 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Un auténtico tostón.
Parece que va a ser una película singular e importante, con sitios de gran belleza, pero al cabo de poco tiempo, empiezas a cambiar de idea y a mirar el reloj. El estruendo musical es cargante, los personajes van perdiendo interés, todas las situaciones son predecibles y la música sigue atronando. Me pareció pretenciosa y aburridísima.
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40 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Es un truco. Y de los malos.
Primera escena: un japo turista muere mientras suena un coro de fondo. Segunda: Rafaella Carrà toma el relevo al coro. Saltamos a la fiesta de cumpleaños de nuestro protagonista, Jep. Gogos y un deplorable espécimen cincuentón repitiendo sin cesar “Te voy a follar”. Y en estas ya llevamos casi 15 minutos de película en los que no ha pasado absolutamente nada salvo un cambio de escena totalmente incongruente. Y así seguiremos hasta el final (si conseguimos resistir delante de la pantalla, lo cual ya es ciertamente meritorio)

La película es una de las mayores basuras que jamás he visto en mi vida. Un fiel reflejo de la vida de Jep: aburrida y totalmente vacía. Eso si, estamos ante un bodrio muy bien disfrazada de película intelectual.

Multitud de escenas bien realizadas y con numerosas citas recalcables que, si bien por si solas podrían ser de nota, una vez montadas conjuntamente forman un embrollo tremendamente incoherente y pesado. He visto mierdas pinchadas en un palo con mejor estructura.

Enfocas una jirafa, una terraza llena de flamencos o la cara desdentada de una monja anciana; le pones la musiquita adecuada; lo juntas todo amenizándolo con unas cuantas escenas de fiesta y desfase en las que los personajes muestren la superficialidad y vaciedad de sus vidas y... voilà, ya lo tienes: nadie entenderá nada (probablemente porque no haya absolutamente nada que entender), pero todo aquel que quiera hacerse el interesante podrá pajearse mentalmente.

Y a pesar de todo ello diré que hasta la mitad de la película, la cosa no iba ni tan mal. Ahora bien, de la última media hora prefiero ahorrarme los calificativos para que mi crítica no sea censurada. Lo mejor de todo el filme, sin ninguna duda, los créditos finales.
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33 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
La gran belleza?
Escogí esta película engañado por un vídeo de 5 minutos que hay en Youtube, en el que se muestra una conversación entre cincuentones en una terraza de Roma el cual encontré sumamente inteligente y agudo, al estilo de la francesa "El nombre", gran película. Sin embargo al acabarla, me di cuenta de que había sido engañado como cuando ves el típico trailer que te hace esperar lo mejor y cuando ves la película al único que te dan ganas de felicitar es al que ha hecho el trailer por su habilidad para esconder la gran bazofia que acabas de ver.
Pues así fue, se me hizo extremadamente larga, incluso al punto de estar pensando en salir de la sala y meterme a otra (cosa que no he hecho en mi vida). He leído críticas por ahí que la ponen por las nubes, llegando a plantearme que es posible que no haya captado su estética poética, o que simplemente no haya entendido el mensaje. De acuerdo, lo puedo aceptar. Pero a mi humilde entender, lo que me ha transmitido esta película es desilusión, decadencia, relativismo, hedonismo,... en pocas palabras, el ideal del hombre light que describe Enrique Rojas.
Entiendo que haya una parte de esta sociedad inmersa en el tipo de vida que describe la película, entiendo que el director haya querido realizar una crítica a ese tipo de vida (que no me ha quedado claro si lo que pretende es criticarla o simplemente decir que es lo que hay), pero lo que no entiendo es la forma en que lo ha querido expresar. Hay momentos inconexos, en los que nada tiene pies ni cabeza. Es larga hasta la saciedad, dando la sensación de que no avanza, de que los acontecimientos se suceden unos tras otros sin que haya un final. No hay una trama bien definida ni un hilo conductor. A mí personalmente me ha aburrido bastante.
El personaje principal me ha caído simpático, como muchos otros (sobre todo el de: "TE VOY A FOLLAR!!!!"), pero están tan vacíos y carentes de virtud que no hay en ellos nada que me motive a querer saber sobre su vacua vida.
Da pena pensar que realmente haya gente que se gaste su dinero de fiesta en fiesta, destrozándose la cara y el cuerpo a base de botox, habiendo tantísimas personas en este mundo que vivirían más de un año con lo que ellos gastan en una noche. Se echa de menos un mensaje positivo, que ilusione y motive, y no tanto pesimismo y conformismo.

Lo mejor, algún diálogo como el de la terraza, y alguna secuencia poética como la que se queda ensimismado observando las fotografías diarias, sobre todo por el precioso violín que acompaña.

Lo peor, la excesiva duración, la cantidad de personajes sin que aporten demasiado, el mensaje pesimista que ofrece. Recomiendo al terminarla ponerse a Emilio Duró para contrarrestar los efectos.
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18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Coñazo a la italiana
Primero voy a decir que me he puesto a escribir ésta crítica sin leer ninguna otra, lo haré después. En la funda del dvd (de la biblioteca, si fuese alquilado o comprado ahora mismo ya me habría suicidado) pone: La mejor película del 2013, ja ja ja ja, menudo chiste. A mi me parece todo lo contrario. ¿Que coño es la gran belleza? ¿Eso es cine, en serio? Pero si cualquier peli de Steven Seagal parece una puta obra maestra al lado de "eso". Yo pensaba que el cine era contar una historia, así de simple, no divagar durante mas de dos putas horas con personajes y situaciones absurdas y sin sentido. Vale vale que todos y cada uno de los minutos de metraje tienen un sentido y significado que te cagas, lo que pasa que un inculto como yo no lo pilla, sí, debe de ser eso. Que le vamos a hacer a mi me ha parecido lo más aburrido que he visto últimamente, y es que no puedo permitir que una cinta me aburra desde el minuto 1, haya recibido los premios que haya recibido (la mayoría de ellos no significan una mierda) y sea comercial o no comercial. No os confundáis no soy de los que ve cine para distraerse sin más. Me gusta que me cuenten una buena historia, si puede ser que me conmueva y sobretodo que no me aburra y a mi humilde modo de ver "La gran belleza" no cumple ninguno de esos requisitos.
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34 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
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