Guapa, ardiente y peligrosa (1968)

Sin desmerecer a la pareja protagonista que hace lo que puede con esta tontorrona comedia, hubieran estado mejor en esos papeles Alfredo Landa y Mónica Randall, o Emma Cohen. El film sería más movido y con algo más de gracia porque es indudable la influencia de la fuerte corriente landista en esta producción italiana.

No falta la música hortera acompañada mortalmente por las "la-la-las", persistente e implacable, el compadreo policial, la escena en paños menores y una acción realizada a trompicones con un argumento repetitivo que no se cree ni el apuntador. Más que la búsqueda de la amable sonrisa, intenta encandilar con el cebo de los protagonistas y unos paisajes que tampoco son para señalar, porque no sirven para nada.

A veces cualquier justificación parece adecuada para que dos rutilantes estrellas de la pantalla compartan reparto pero esa fórmula no es siempre garantía de éxito.
Ni siquiera tratándose de R. Hudson y de C. Cardinale en aquel remoto 1968.
El argumento es gracioso pero el guión no consigue imprimir la cadencia y la garra narrativa requeridas para convertirse en una historia atractiva.
Tras la voluntad de presentar un producto cómico se oculta un sentido del humor poco convincente que apenas es capaz de despertar, de vez en cuando, una leve sonrisa.
Y así transcurren los minutos.