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Historias peligrosas (1972)

Historias peligrosas
95 min.
5,0
304
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Sinopsis
Mickey King, un escritor de historias policíacas, recibe una jugosa y misteriosa oferta económica para que relate la vida de un desconocido como si se tratase de una autobiografía. (FILMAFFINITY)
Género
Intriga
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
Pulp
Duración
95 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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4
Michael Caine en su piscina de vodka
Si hay que dar crédito a lo que cuenta en sus memorias, Michael Caine dedicó varios años de su vida a nadar día y noche en una piscina llena hasta los bordes de vodka. Eso explicaría que demasiadas veces a lo largo de su carrera participara en bodrios muy por debajo de su talento, porque es de suponer que entre brazada y brazada no debía de pasar mucho tiempo leyendo los guiones que pudieran ir cayendo en sus manos. Alguien tenía que pagar las facturas del vodka, digo yo, y si estampando una firmita en un papel tenía el bueno de Michael para ir pegándose sus buenas juergas, echarles una ojeada antes de hacerlo sería una tonta pérdida de tiempo.

Lo curioso del caso es que en esta ocasión Michael Caine tenía motivos sobrados para confiar a ciegas en el tipo que le ofrecía el guión. Mike Hodges había dirigido un año antes “Asesino implacable”, un memorable y brutal thriller en el que Caine había dejado para la posteridad una de sus mejores interpretaciones, la del inmisericorde vengador Jack Carter, y en el que Hodges dejaba entrever un talento que presagiaba futuras proezas que nunca llegaron a ver la luz. Pero Caine, que además de ir de cogorza en cogorza se había encoñado de Shakira Baksh, una belleza medio india con la que acabaría casándose, no estaba en condiciones de sospechar nada de eso, de modo que aceptó trabajar a las órdenes de Hodges, autor él mismo del guión, esperando repetir el éxito artístico de “Asesino implacable”. Como el rodaje tenía lugar en la soleada Malta, aprovechó además para llevarse allí a Shakira, que logró lo inimaginable: que Caine dejara para siempre el vodka.

Es de imaginar la sorpresa que debió de producirle al sobrio Caine la visión de este espantoso delirio sin pies ni cabeza que pretende ser una parodia de las pelis de detectives y se queda en una vacua e interminable sucesión de gags y chistes sin gracia, apenas redimida por la presencia siempre imponente de Sir Michael y de algunos secundarios más que dignos, como Lionel Stander (el chófer patilludo de “Hart & Hart”), la olvidadísima Lizabeth Scott o Dennis Price, que hacen lo que pueden para salvar a la peli del naufragio.

Algunas escenas aisladas parecen estar a punto de hacer que la peli remonte el vuelo, pero todo es inútil, porque a su tono presuntuoso de metarrelato para iniciados, a su estética anclada en lo peor de los 70, a su trama confusa y descerebrada, se le une la peor de las maldiciones con las que tiene que cargar una película, la que responde al nombre de Mickey Rooney. Como las desgracias nunca vienen solas, aquí, además, tendremos ración doble de Rooney, ya que, en uno de los muchos bucles absurdos del guión, Rooney se interpreta a sí mismo interpretando a alguien parecido a James Cagney. Si ya es duro aguantar a Rooney con un solo cuerpo, verlo reflejado en varios espejos a la vez resulta más bien traumático. Lo raro es que Michael Caine no saltara de nuevo a su piscina de vodka. O, mejor aún, que ahogara a Rooney en ella.
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15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
El piano ha estado bebiendo, no yo
Gracieta pop estrictamente coyuntural, “hard boiled” paródico, comedia del absurdo y juguete metalingüistico que termina por resultar fastidioso y más pretencioso que simpático. La historia (o así) del encargo para escribir la biografía de una vieja gloria del cine (Mickey Rooney autoparodiándose y caricaturizando a Cagney de paso) que recibe un escritorzuelo de novelas baratas y las estrafalarias complicaciones que lo acompañan, dentro de una trama que se comenta así misma y referencias constantes al estilo de los “bolsilibros”, aderezada con guiños al genial “Mister Arkadin” de Welles, dobles de Bogart, chistes burdos, “non-sense” y estética setentona rematadamente hortera. Poco que salvar más allá de apariciones tan agradecidas como las de Al Lettiri, el extravagante Dennis Price o ese estupendo característico y presencia recurrente del thriller italiano que fue Lionel Stander (un “blacklisted” por cierto), la imagen del atropellado en la arena que es puro dibujo animado, el llamativo uso de la simetría en la puesta en escena y sobre todo la constatación de que Michael Caine sale con bien del más descabellado encargo y que su carisma genuinamente “cool” soporta incluso unas gafas de cristales malva. Un título olvidado con justicia, que puede resultar curioso pero es una tontería (casi) sin gracia, cortesía de Mike Hodges, un director que alterna cosas interesantes como “Asesino implacable”, “El hombre terminal” o “Croupier” con ridiculeces del tamaño de “Flash Gordon”.
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8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
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