Cortázar (1994)

Enormísimo cronopio: el otro día vi un film sobre la vida tuya, esa vida tuya que se resquebrajó como tu voz afrancesada aunque siempre argentina. Vida tuya que se resquebrajó por el exilio que será físico por la lejanía de la ciudad, París, siempre París, en la que te refugiaste porque no te gustaba Evita ni el marido de Evita. Exilio en el cual no abandonaste el español para escribir. En esa película lo dices, un documental que Tristán Bauer, que parece un nombre sacado de un relato oculto de tus libros, dedicó a la vida tuya, que no vida completa, porque sólo cuentas lo que nos interesa y no lo que va de más. Y ahí nos contás que naciste no en mitad de causas extraordinarias, sino que lo hiciste en un lugar donde no te correspondía acaso, porque Bruselas puede ser una ciudad en tu vida, pero mejor París, donde viviste tu exilio, porque no te gustaba Evita, etc, etc.

Eres un enormísimo cronopio, pero permíteme, por una vez permíteme, que glose unas líneas al director de este film, el Tristán Bauer que parece sacado de. No lo hizo mal, no lo hizo nada mal, el hablar de ti o dejarte hablar, más bien, en esas palabras que dijiste en los programas de Soler Serrano, que parece nombre de catedrático de Derecho Administrativo, pero que fue el hombre que te dejó hablar A fondo, recordás, ese programa en B/N que TVE emitió en los años 70. Cuando todavía morabas, y no has dejado de morar aún hoy, que ya no moras, en París, siempre París.

Me emocionó escuchar otra vez tu voz, esa voz afrancesada a la par que gatuna y argentina. La foto del gato y tu barba. Tu barba, que dejaste crecer para adornar barrocamente tu imagen de exiliado. Déjame decirte una vez más que el nombre de Rayuela, creo malrecordar, no la nombrás en el film, ni el Tristán Bauer de tu relato oculto, sino que la presenta con el juego infantil que de allá conocen por ese nombre. Y que los famas y los cronopios son distintos, pero que ambos tienen corazón y que ambos existen, con no menor existencia que duendes o gnomos o personajes de leyenda, como el Yeti, o el Bigfoot que le llaman los anglo-parlantes.

Y no dejás de nombrar Buenos Aires, y de roecordar, sobre todo recordar, y sí que nombrás El perseguidor. Y decís también unas cosas sobre París, la noche y sus calles que me han recordado una película, lo que dice un personaje en boca del director de esa película, que al fin y al cabo siempre le he considerado un poco seguidor tuyo, aunque desconozco si ese director, judío, de Nueva York y mitómano irredento, alguna vez te leyó. Voy a apostar a que sí, que ambos tuvisteis conocimiento mutuo, de ese conocimiento que tienen dos personas sin tener que verse. Uno y otro, dos cronopios, enormísimos cronopios.

Mientras estaba viendo un vídeo musical en Youtube, me fijé en que el nombre de la discográfica era Napalm Records y pensé que me gustaba mucho esa palabra, que siempre la había amado, sentido atraído por ella, y que sería genial, perfecto, ponerla como título de una maravillosa crítica de las mías, dejar constancia, de ello.
Mientras estaba viendo este documental, Cortázar habla del Napalm de Vietnam.
¿Azar? ¿Casualidad? ¿Juegos de la imaginación? ¿Regreso al futuro? ¿Poesía? ¿Literatura? ¿Vida? ¿Nada?
En letras. Duro y parejo. Dillinger. La cruz del sur. Gotas. El perseguidor. Pasea. Las babas del diablo. De púrpura y óxido. Osita. Negro.
Creía tanto en la realidad, la quería y temía tanto, Julio, que trataba por todos los medios de sabotearla o evadirla, de cercenarla, soñarla, cambiarla, vadearla e idealizarla; amaba tanto la vida que se la tomaba literariamente, como un inmenso juego; se tomaba tan en serio a sí mismo, gran figura de las letras latinas, voz de alcurnia, que no paraba de hacer bromas y guiños; tenía tanto miedo de que todo definitivamente se escurriera, se le fuera de las manos, se convirtiera en polvo y vaho, agua turbia, que se aferraba a todas las revoluciones del momento, un poco a la carrera, desmadejadamente, si Jesucristo fuera otra vez argentino.
Mezcla de entrevistas, lecturas y recitados, de reflexiones, anécdotas y años, este documental es correcto, aunque quizás quede un tanto limitado, descompensado, limite su vuelo, el hecho de dedicarle demasiados minutos a la cosa política, lo que resta a lo otro, todo lo demás, el tiempo deseado por este baqueteado espectador no tan guevariano precisamente ahora.
Grandullón inocente de ojos verdes, muy serio, petulante, tierno, gracioso y soberbio.
De escritura fascinante y poderosa, evasiva y juguetona, iluminada, capaz, iniciática y mítica, era un creador de descubrimientos y asombros, de encuentros y hallazgos, vaporoso y niño, divertido y hermoso, tramposo y verdadero, no para tomárselo muy en serio, por eso me gustó tanto en su lejano día que siempre es ahora mismo.
El escritor que cuestiona todo en su impostura, falsa apariencia y maravilla es el que luego suelta las soflamas más absurdas y aburridas, de concejal de pueblo con lecturas, el dinamitador de todo es el más creyente, el escéptico siempre es el de más fe.