La saga de Bruce Lee (1981)

Es de esas películas para amantes de un director, un género o un actor, porque en su conjunto es un bodrio tan altamente indigestivo que causa somnolencia, dolor de cabeza e incluso horripilantes visiones.

Curiosidades, obviedades y advertencias:

En está película se puede observar ese dicho de que porqué dicen que todos los chinos son iguales. No es que sean todos iguales, el problema es que si en la misma película hay tres peleas y en las tres usan a los mismos cinco para pelear, por eso pueden parecer que todos sean iguales, pero en verdad es que se repiten los figurantes más que en el Equipo A.

Recordad que cuando caminéis por la playa y os asalte un grupo de tías en pelotas, alejaros de ellas que sólo os querrán para violaros y sacaros el dinero, así que cuando os asalten será el día más triste de vuestras vidas.

Normalmente todas las madres del mundo hacen de comer junto a un bote de Cuchol, recordad niños de no tocarlo, y las madres no lo retireis porque si unos asesinos malos entran podrán comerselo por placer.

Gracias a la ingeniería genética y sobre todo a la clonación que son capaces de clonar al mismo ser humano, pero con facciones tan diferentes como Popeye y Olivia.

Para navidad no pidáis ser hombres de metal, porque la pintura puede acabar cayéndose y costaría más pintaros que pintar las líneas de todas las carreteras de España.

Si quereis ser actores y sois como una gota de agua a un famoso, no os metais en la compañia de un mafioso, igual piensa que sois espias y seguramente que os darán el "pasaporte".

Siempre que hay que hacer un exterior en una película es porque el director tiene negocios que hacer en esa zona, como sacar arcas de oro del suelo.

Bueno, así podía escribir un libro, pero en fin, el que quiera ver el sarcasmo que lo vea y el que no pues que vea la película que le acabará encantando.

El poco dosificado subgénero de las artes marciales, importado mayoritariamente desde Hong Kong aprovechó durante los años posteriores a la muerte de Bruce Lee para explotar hasta la saciedad su imágen mucho más allá de lo que representaba un mito de por si adoptado en Hollywood pero que se había ganado el público asiático (gracias en parte al productor Raymond Chow) con una escasa e intensa filmografía en que demostraba ser dueño de sus actos bajo su propia supervisión.

Se reclutó a muchos actores especialistas en artes marciales (su sentido del deber artístico quedaba por debajo de unas posibilidades ya de por si nulas) para divertirse de lo lindo con sus llaves de kung-fú y taekwondo conciencudos de que hacen bien su trabajo como los actores porno sudan de lo lindo en sus tareas requeridas.

Éste título del inframundo cine de karatecas goza de un reparto digno de una mención al recordado intérprete de “El furor del Dragón” (Meng long guojiang, 1972) . Porque lo encabezan un tal Dragon Lee, un Bruce Le (sí, con una e) y Bruce Thai. Éste pintoresco trío calavera surge de un proyecto científico en que se ha recogido ADN del Lee original para crear una nueva herencia de luchadores dispuestos a salvar el mundo. Un mundo lleno torpes productores de cine que esconden valiosos alijos y “mad doctors” capaces de crear luchadores más fuertes que el acero pero rociados con una especie de pintura dorada que no servirían ni para un casting de Ed Wood. En resumen: abstenerse si no sois proclives a curiosear en éstas infumables producciones de tercera.