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Argentina Argentina · Rosario
Voto de ferherrera:
5
Drama. Romance Nueva York, años 20. En la alta sociedad norteamericana, llama la atención la presencia de Jay Gatsby, un hombre misterioso e inmensamente rico, al que todos consideran un advenedizo, lo que no impide que acudan a sus fastuosas fiestas en su gran mansión de Long Island. Gatsby vive obsesionado con la idea de recuperar al amor que dejó escapar años atrás. Para ello se hará amigo de su vecino recién llegado, el joven Nick Carraway. (FILMAFFINITY) [+]
19 de mayo de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica escrita para el Blog Mirar y ver, que forma parte de la edición online del Diario La Capital, de Rosario, Argentina.

El Indio Solari puede condensar en una sola frase toda la prosa del gran Francis Scott Fitzgerald, pero sigue siendo indispensable volver a leer su obra. Ver las películas basadas en ella, en cambio, sigue siendo apenas un gesto de curiosidad.

La aparentemente inadaptable novela El Gran Gatsby suma ya la quinta versión en el cine. La novedad en este caso pasa por el 3D (moda lujosa y vulgar que pretende imponer el cine de Hollywood actual) y por la potencial transgresión que podía significar que el proyecto estuviera a cargo de Baz Luhrmann, director australiano cuyos principales antecedentes pasan por una versión pop de Romeo y Julieta, en donde el mismísimo Shakespeare parece soportar mejor que Fitzgerald las licencias, y lo que fue la cumbre de su estilo, Moulin Rouge, en donde el pastiche de anacronismos musicales y melodrama grandilocuente realmente funciona.

No es el caso, esta vez. Por una elemental cuestión de tamaño. Su Gran Gatsby viste los trajes de una gran película, pero no es más que una película grandota. La diferencia es esencial y genera una distancia que ni Di Caprio ni una formidable ambientación pueden salvar. La almidonada versión del 74, la más famosa hasta la fecha, se mantiene como la principal referencia. La fidelidad de esta nueva versión hacia aquella con Robert Redfod en el rol de Gatsby es mucho mayor de lo que parece a primera vista. Las escenas son prácticamente las mismas, respetando incluso la mayor parte de los diálogos (de un guión que estaba a cargo nada menos que de Francis Ford Cóppola). Lo que cambia radicalmente es la puesta en escena. El estilo elegante de Jack Clayton (y de su director de fotografía, Douglas Slocombe) se ve ahora desbordado por el vértigo kitsh y clipero de Luhrmann, una lustrosa cáscara que esconde más de lo mismo.

O menos, porque esa hoguera de vanidades, ese artificio de clase alta que encandila pero esconde oscuros intereses, se denuncia desde un lugar peligrosamente parecido a lo que Fitzgerald sabía desenmascarar tan bien.

Fernando Herrera - miraryver.wordpress.com
ferherrera
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