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Voto de Chagolate con churros:
8
6,7
3.328
Drama. Comedia
Raquel, una mujer agria e introvertida, lleva 23 años trabajando de niñera para los Valdés, una familia de clase alta de Santiago. Un día, Pilar, su patrona, contrata a otra niñera para ayudarla. Raquel, sintiendo peligrar su lugar en la familia, espanta a la recién llegada con crueles e infantiles maltratos psicológicos. Esta situación se repite una y otra vez hasta que llega Lucy, una risueña mujer de provincias, que logra atravesar ... [+]
27 de setiembre de 2010
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende la madurez que desprende esta obra en un director de tan escaso recorrido. Sobre todo en un país que en los últimos decenios las propuestas que han conseguido traspasar fronteras eran ejercicios de cierta calidad pero de escaso riesgo y nula originalidad. Quizás por ello, Chile, como país arraigado a las “buenas maneras” y de corte tradicionalista que es, decidió prescindir de “La Nana” en su carrera para el Óscar a pesar de haber sido nominada para los Globos de Oro.
Propuesta hecha con pocos pesos, sin música, con pocos actores, escasos decorados (la misma casa donde el director pasó su infancia) y mal que me pese, rodada en digital. Evidentemente, cuando la financiación es limitada no puedes jugarte la única carta a rodar de otra manera que no sea digital. El digital es la mayor pega que le veo a esta película (como casi siempre).
La escena con la que Silva abre la película es ejemplificadora de todo cuanto veremos a continuación. Sirve al mismo tiempo de presentación de personajes puesto que en su apertura toda la familia permanece en escena. En el “contraplano” está Raquel (Catalina Saavedra), silenciosa en la cocina (1). Es su cumpleaños, y la familia decide preparar una fiesta sorpresa en el comedor. Raquel es de la familia pero al mismo tiempo no lo es:
-Deja los platos ahora. ¡Es tu cumpleaños! –le dice la madre después de comerse la tarta.
- No, si no lo hago ahora, lo tendré que hacer igual mañana.
En dos minutos Silva nos radiografía a la familia y no escurre el bulto al mostrar su propia opinión como perteneciente a ese mundo pudiente chileno cuya infancia estuvo asociada a la presencia de una asistenta-niñera:
(1) La familia ultima los preparativos de la fiesta sorpresa. Raquel mira a la cámara mientras cena sola en la cocina. En ese momento el título de crédito “La nana” aparece sobre-impresionado. Silva acaba de fijar una distancia que nos acompañará durante toda la película con una elección de planos medios muy sabrosa. De hecho, en muy pocos momentos veremos compartiendo plano a la empleada con la familia (no así con las otras empleadas).
A partir de este punto Silva tenía muchas opciones de cometer fallos. Podían llegar las reiteraciones y caer en el muy manido cine social de “estrangulemos al espectador”, pero lo cierto es que el director tiene otras intenciones mucho más jugosas.
(Abróchense los cinturones porque esto continúa)
Propuesta hecha con pocos pesos, sin música, con pocos actores, escasos decorados (la misma casa donde el director pasó su infancia) y mal que me pese, rodada en digital. Evidentemente, cuando la financiación es limitada no puedes jugarte la única carta a rodar de otra manera que no sea digital. El digital es la mayor pega que le veo a esta película (como casi siempre).
La escena con la que Silva abre la película es ejemplificadora de todo cuanto veremos a continuación. Sirve al mismo tiempo de presentación de personajes puesto que en su apertura toda la familia permanece en escena. En el “contraplano” está Raquel (Catalina Saavedra), silenciosa en la cocina (1). Es su cumpleaños, y la familia decide preparar una fiesta sorpresa en el comedor. Raquel es de la familia pero al mismo tiempo no lo es:
-Deja los platos ahora. ¡Es tu cumpleaños! –le dice la madre después de comerse la tarta.
- No, si no lo hago ahora, lo tendré que hacer igual mañana.
En dos minutos Silva nos radiografía a la familia y no escurre el bulto al mostrar su propia opinión como perteneciente a ese mundo pudiente chileno cuya infancia estuvo asociada a la presencia de una asistenta-niñera:
(1) La familia ultima los preparativos de la fiesta sorpresa. Raquel mira a la cámara mientras cena sola en la cocina. En ese momento el título de crédito “La nana” aparece sobre-impresionado. Silva acaba de fijar una distancia que nos acompañará durante toda la película con una elección de planos medios muy sabrosa. De hecho, en muy pocos momentos veremos compartiendo plano a la empleada con la familia (no así con las otras empleadas).
A partir de este punto Silva tenía muchas opciones de cometer fallos. Podían llegar las reiteraciones y caer en el muy manido cine social de “estrangulemos al espectador”, pero lo cierto es que el director tiene otras intenciones mucho más jugosas.
(Abróchense los cinturones porque esto continúa)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sebastián Silva empieza haciendo hincapié en la institucionalización de Raquel, mostrando el poder que se ha creado en la familia: los bollos que (a modo de recompensa o de refuerzos positivos) reparte entre los miembros de la familia; o su horario de limpieza que no varía a pesar de las quejas de los habitantes de la casa. El espectador nunca siente aprecio por Raquel ni el director da pie a ello, al menos de momento. Recuerda eso sí, que no deja de ser una parte de la familia cobrando por ello (la compra de la misma rebeca que la patrona está cargada de intencionalidad).
Raquel necesita ayuda en la casa y serán tres las asistentas que la familia contratará (a pesar de las protestas de la nana) para echarle un cable. Tres mujeres que platearán su estrategia de lucha de egos de manera completamente diferente: con sumisión, con violencia y con amor. La intencionalidad de Sebastián Silva a la hora de contraponer los tres caracteres habría que buscarlo también en la radiografía de la sociedad chilena. La naturaleza sumisa asociada a la inmigrante de un país de recursos económicos menores (Perú) que buscan la prosperidad en uno de los países más ricos de América; el carácter violento y decidido de una mujer entrada en años que ha vivido la peor etapa de la historia reciente de Chile; y por último, el carácter cariñoso de Lucy, la chica de provincias en tal vez, uno de los países más centralizados del mundo (regiones V y RM). La relación de Raquel con estas tres mujeres acabará por desencadenar un cambio inusual en este tipo de experiencia cinematográfica que le otorga al director unos puntos extra de más.
¡Aviso a grumetes de aguas turbulentas: empieza el spoiler!
La llamada telefónica entre Raquel y su madre en Navidad finaliza la catarsis que se inició con la entrada de Lucy. El director jamás nos dirá que le pasó a Raquel, aunque le basta la escena de la limpieza de la bañera con cloro y los llantos de Lucy (¡Qué te hicieron!) para mostrar sin explicaciones de más.
Raquel necesita ayuda en la casa y serán tres las asistentas que la familia contratará (a pesar de las protestas de la nana) para echarle un cable. Tres mujeres que platearán su estrategia de lucha de egos de manera completamente diferente: con sumisión, con violencia y con amor. La intencionalidad de Sebastián Silva a la hora de contraponer los tres caracteres habría que buscarlo también en la radiografía de la sociedad chilena. La naturaleza sumisa asociada a la inmigrante de un país de recursos económicos menores (Perú) que buscan la prosperidad en uno de los países más ricos de América; el carácter violento y decidido de una mujer entrada en años que ha vivido la peor etapa de la historia reciente de Chile; y por último, el carácter cariñoso de Lucy, la chica de provincias en tal vez, uno de los países más centralizados del mundo (regiones V y RM). La relación de Raquel con estas tres mujeres acabará por desencadenar un cambio inusual en este tipo de experiencia cinematográfica que le otorga al director unos puntos extra de más.
¡Aviso a grumetes de aguas turbulentas: empieza el spoiler!
La llamada telefónica entre Raquel y su madre en Navidad finaliza la catarsis que se inició con la entrada de Lucy. El director jamás nos dirá que le pasó a Raquel, aunque le basta la escena de la limpieza de la bañera con cloro y los llantos de Lucy (¡Qué te hicieron!) para mostrar sin explicaciones de más.