Una pareja de jóvenes. Los dos con enfermedades terribles. Una relación que inicia con frivolidades de la hostia y termina con los tortolitos como almas gemelas. ¿Dónde había visto eso?

“Five Feet Apart” es eso, pero por lo menos tiene algunos aspectos para destacar, como la gran Haley Lu Richardson. Ella vive el papel al máximo, gran sentimentalismo y fuerza, y es ella quien en realidad salva la película, porque si me pongo a hablar de Cole Sprouse termino mal. Es decir, el chico no cambia de cara en toda la película y su interpretación es extremadamente seca, sin emoción, pero bueno, como en todas las pelis románticas, si es guapo se le perdona.

Otro aspecto que me sorprendió agradablemente fue la fotografía. Los planos creaban una conexión formidable entre los personajes y todo a su alrededor; y en ocasiones expresaban incluso más que Sprouse (vale, ya paro). Destacaban la reflexión sobre el cuestionamiento que plantean los personajes, la efímera vida, que en algún momento va a acabar y ellos lo saben.

El resto, puros clichés clásicos y escenas “emotivas” que buscan sacar una que otra lagrimilla al espectador. La película no es mala, pero como es algo que ya hemos visto una y otra y otra vez en todas las pelis románticas de jóvenes con algún tipo de enfermedad, termina resultando pesada, y si la llegas a ver, seguro más de una vez dirás: “Esta la ya ví.”