De los muchos regalos que te traen tus hijos, éste es uno de ellos. Le compras la peli a tu pequeño para que se entretenga y tu puedas adelantar las faenas domésticas, y de pronto te encuentras sentado a su lado, con el delantal puesto... o friendo la cebolla, pero mirando de reojo esta maravillosa obra de arte. Todo es entrañable en ella: desde los personajes, que son certeros estereotipos del variado abanico de caracteres humanos; el guión impecable; la dulzura de los movimientos; los gestos que son fieles reflejos de las complejas emociones humanas; hasta la música que nos embauca de tal forma que luego estamos días enteros tarareando las canciones escuchadas. (¡Felicitaciones! una vez más al excelente equipo de dobladores, que nos permiten deleitarnos de la película completa a los que no entendemos el inglés, y a los que les va la marcha tanto como a los músicos originales... o incluso más).

He perdido la cuenta de las veces que la he visto, pero sigo embelesándome con ella.