Media votos
6,1
Votos
3.440
Críticas
146
Listas
84
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de harryhausenn:
7
2 de agosto de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La caza de la bestia. Una obsesión que nos trastorna, nos enloquece, nos consume. Un djinn. Cuando alguien decide ir en busca de un mito, se vuelve más animal que humano. Ningún razonamiento es posible, ningún otro plan en mente, sólo atrapar la peligrosa presa. Las gentes del desierto creen que una mitológica bestia nocturna es la responsable de numerosas masacres en varios pueblos aislados. Tal leyenda se cruza en el camino de Lotfi y S, dos misteriosos hombres que se adentran en el corazón del Sahara argelino intentando encontrar la pista de un sanguinario terrorista, Abou Leila.
1994 es el año en el que las bombas y los disparos asedian Argel y el misterioso dúo se propone atrapar al mayor instigador de ese caos. Desde La ciudad blanca parten hacia el sur, siguiendo el rastro impregnado en el asfalto, esa recta línea gris que conduce al corazón del misterio. O si preferimos, a El corazón de las tinieblas. No es difícil encontrar paralelismos entre esa carretera gris y el río Congo de la novela, y menos aún con el río Nung de Apocalypse now. En Abou Leila, la atmósfera de la selva que induce a la locura se traslada al desierto sin horizontes. Además, a la vez que los hombres avanzan, un beduíno vaga por el Sahara intentando atrapar la legendaria bestia nocturna. Cual Ishmael de Moby Dick, surca las dunas de arena cuales olas en el océano buscando la ballena blanca.
Es así que en la película el desierto funciona como selva y como océano a la vez, pero también como paraíso, como ciudad, como purgatorio. Uno de los mayores logros de Abou Leila es presentarnos uno de los lugares más inhóspitos del planeta, en su inconmesurable amplitud, como una alucinación, incluso como espejismo. El director retrata el lugar como un laberinto orínico en el que no sabemos qué esperar al doblar una esquina. El tejido del tiempo se deshilacha perdiendo sus fibras entre la realidad y el delirio. Estas alucinaciones cambian paulatinamente de receptor. Si en un principio quienes las sufren son los protagonistas; notablemente S pero el film también se abre a la ambigüedad respecto a la estabilidad de Lotfi; luego seremos los espectadores quienes terminemos atrapados en este viaje irreal. El director logra que nuestra mente se mimetice con la del protagonista gracias a una técnica prodigiosa.
1994 es el año en el que las bombas y los disparos asedian Argel y el misterioso dúo se propone atrapar al mayor instigador de ese caos. Desde La ciudad blanca parten hacia el sur, siguiendo el rastro impregnado en el asfalto, esa recta línea gris que conduce al corazón del misterio. O si preferimos, a El corazón de las tinieblas. No es difícil encontrar paralelismos entre esa carretera gris y el río Congo de la novela, y menos aún con el río Nung de Apocalypse now. En Abou Leila, la atmósfera de la selva que induce a la locura se traslada al desierto sin horizontes. Además, a la vez que los hombres avanzan, un beduíno vaga por el Sahara intentando atrapar la legendaria bestia nocturna. Cual Ishmael de Moby Dick, surca las dunas de arena cuales olas en el océano buscando la ballena blanca.
Es así que en la película el desierto funciona como selva y como océano a la vez, pero también como paraíso, como ciudad, como purgatorio. Uno de los mayores logros de Abou Leila es presentarnos uno de los lugares más inhóspitos del planeta, en su inconmesurable amplitud, como una alucinación, incluso como espejismo. El director retrata el lugar como un laberinto orínico en el que no sabemos qué esperar al doblar una esquina. El tejido del tiempo se deshilacha perdiendo sus fibras entre la realidad y el delirio. Estas alucinaciones cambian paulatinamente de receptor. Si en un principio quienes las sufren son los protagonistas; notablemente S pero el film también se abre a la ambigüedad respecto a la estabilidad de Lotfi; luego seremos los espectadores quienes terminemos atrapados en este viaje irreal. El director logra que nuestra mente se mimetice con la del protagonista gracias a una técnica prodigiosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Ha de señalarse la sutilidad con la que se introduce en la película la escena del flashback. S, en plena alucinación, baja una colina y se apoya contra un muro. Entonces, al doblar la esquina se encuentra en la calle donde la historia empezó, unos meses atrás en el tiempo. La barrera temporal es pulverizada sin que nos demos ni cuenta. Por si fuera poco, el touareg que busca a la bestia en el desierto aparece al fondo del plano, merodeando por los callejones. Este recurso que introduce una historia paralela en un recuerdo de otro personaje apela directamente a los bríos narrativos de un maestro de la talla de Resnais. En Te quiero, te quiero unos simples ratones de laboratorio nos ayudaban a identificar las diferentes líneas temporales y en Providence, un corredor interrumpía una serie de escenas para hacernos saber que nos encontrábamos en la mente del escritor.
Abou Leila, tras la reciente Tlamess vuelve a poner en el punto de mira un cine magrebí que mezcla códigos de varios géneros con el poder del entorno natural que somos apenas capaces de asimilar. Sidi-Boumédiène firma un largometraje de debut con una visión del entorno tan fascinante como prometedora.
Abou Leila, tras la reciente Tlamess vuelve a poner en el punto de mira un cine magrebí que mezcla códigos de varios géneros con el poder del entorno natural que somos apenas capaces de asimilar. Sidi-Boumédiène firma un largometraje de debut con una visión del entorno tan fascinante como prometedora.