La descubrí en una de las primeras emisiones de Canal +, posteriormente la compré en VHS a un precio irrisorio -cuando aún perduraba el formato y el futuro iba a ser el Laserdisc-, La Noche del Diablo (1990) está escrita y dirigida por un tal Robert Resnikoff, su trabajo más notorio de una carrera de solo dos películas. Se trata de un thriller sobrenatural de serie B que en España fue directa a la modalidad alquiler bajo distribución de Filmayer; lo contrario de USA donde fue un moderado éxito -22 millones de dólares recaudados con un coste de 10-. Con la crítica no tuvo la misma fortuna, aunque vista hoy y pese a sus fallos, se la infravaloró.

El primer fallo es el reparto, de los que tira para atrás y hace plantearse siquiera empezar a ver la película. El más conocido es Lou Diamond Phillips (Arma Joven, La Bamba), acompañado de Tracy Griffith -hermanastra de Melanie Griffith-, Jeff Kober (Alien Nación) y Mykelti Williamson (Bubba en Forrest Gump). No es la clase de producción en la que uno espera encontrarse actores del método Stanislavski, pero cuesta creer que no encontraran nadie mejor para encabezar que el Phillips este.

El tipo interpreta a un policía experto en resolver crímenes de asesinos seriales, el último de los cuales le está dando más dolores de cabeza de los esperados, los comete un tal 'asesino del pentagrama' (Kober). Cuando le coge -en las primeras escenas- es encerrado y condenado a pena de muerte. Pero aún muerto, el psicópata consigue seguir matando porque, debido a conjuros varios, su espíritu vaga por la tierra y se mete en el cuerpo de aquel que le da la gana.

Si el argumento suena de algo es porque solo ocho años después de su realización a La Noche del Diablo le salió un clon fílmico que la gente recuerda bastante más, el psychothriller Fallen (1998) -con Denzel Washington como estrella-. No entro en juicios de cuál de las dos es superior, ambas ofrecen lo suficiente para echarles un vistazo, pero tampoco pasa nada si te las pierdes.

No me voy a extender con La Noche del Diablo, tiene sus pros y sus contras. Los primeros proceden de lo primordial que se le puede pedir, lo que cuenta lo cuenta bien, además siempre directa al grano. Las escenas de acción son de buena factura -gran trabajo de especialistas- y las de horror cumplen su cometido. También hay algún recurso narrativo interesante -el inesperado flashforward (a lo Next, con Nic Cage)- y el epílogo, que satisface.

Tiene sus taras, el citado reparto, la fotografía -en especial las escenas diurnas, con tonalidades cálidas anaranjadas habituales en Los Vigilantes de la Playa-, y la banda sonora de Stewart Copeland -bateria de The Police-, sintes cutres y la percusión que tan bien se le daba al lado de Sting, pero sin ton ni son.