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Voto de Taylor:
6
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Drama. Fantástico. Aventuras
William Bloom (Billy Crudup) no tiene muy buena relación con su padre (Albert Finney), pero tras enterarse de que padece una enfermedad terminal, regresa a su hogar para estar a su lado en sus últimos momentos. Una vez más, William se verá obligado a escucharlo mientras cuenta las interminables historias de su juventud. Pero, en esta ocasión, tratará de averiguar cosas que le permitan conocer mejor a su padre, aunque para ello tendrá ... [+]
22 de julio de 2008
58 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me atrapó por momentos, pero si he de valorar la peli de Burton en términos generales, he de confesar que me decepcionó ligeramente.
Burton es uno de los grandes nombres del panorama cinematográfico actual pero sus historias no acaban de succionarme del todo. Supongo que ese particular universo donde realidad y ficción conforman un todo indivisible no me asombra lo que debería y, consecuentemente, el magnetismo de su cine me resulta demasiado endeble. Burton me recuerda a todos esos hipnotizadores (hoy en día ‘mentalistas’) que, pese a sus extraordinarias facultades parapsicológicas, son plenamente conscientes de que sus poderes no son ilimitados. Probablemente el cine de Tim tenga magia, pero mi rudimentaria sensibilidad no es capaz de disfrutarla en todo su esplendor. Y aunque lo lamento, tampoco me traumatiza en exceso. Algo parecido a lo que me sucede con “Big fish” ya me sucedió anteriormente con “Ed Wood“.
Gran parte de culpa de esa infructuosa abducción la achaco al protagonista, Edward Bloom. Me resulta casi imposible asociar al inmenso Albert Finney con el pasmarote de Ewan McGregor. Tal vez por eso nunca conseguí identificarme con ese cuentista de pacotilla y la cacareada parábola de la pescadilla me dejó tan escéptico como a La Pasionaria escuchando una homilía del Santo Padre. La próxima vez que la vea (si hay una próxima vez), intentaré dar menos cabezadas. Prometido.
Soñar es bonito, pero pasarse el día en las nubes se llama, en mi pueblo, estar ‘encantat’. Pero ‘encantat’, en català, no significa ‘encantado’. Más bien ‘pasmao’ o gilipollas.
Burton es uno de los grandes nombres del panorama cinematográfico actual pero sus historias no acaban de succionarme del todo. Supongo que ese particular universo donde realidad y ficción conforman un todo indivisible no me asombra lo que debería y, consecuentemente, el magnetismo de su cine me resulta demasiado endeble. Burton me recuerda a todos esos hipnotizadores (hoy en día ‘mentalistas’) que, pese a sus extraordinarias facultades parapsicológicas, son plenamente conscientes de que sus poderes no son ilimitados. Probablemente el cine de Tim tenga magia, pero mi rudimentaria sensibilidad no es capaz de disfrutarla en todo su esplendor. Y aunque lo lamento, tampoco me traumatiza en exceso. Algo parecido a lo que me sucede con “Big fish” ya me sucedió anteriormente con “Ed Wood“.
Gran parte de culpa de esa infructuosa abducción la achaco al protagonista, Edward Bloom. Me resulta casi imposible asociar al inmenso Albert Finney con el pasmarote de Ewan McGregor. Tal vez por eso nunca conseguí identificarme con ese cuentista de pacotilla y la cacareada parábola de la pescadilla me dejó tan escéptico como a La Pasionaria escuchando una homilía del Santo Padre. La próxima vez que la vea (si hay una próxima vez), intentaré dar menos cabezadas. Prometido.
Soñar es bonito, pero pasarse el día en las nubes se llama, en mi pueblo, estar ‘encantat’. Pero ‘encantat’, en català, no significa ‘encantado’. Más bien ‘pasmao’ o gilipollas.