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Voto de Ehavled Jef:
9
7,5
2.626
Drama
Film inspirado en la novela homónima de Georges Bernanos. Un joven sacerdote llega a una pequeña localidad del norte de Francia, donde se hace cargo de su primera parroquia. A pesar de que desarrolla sus labores sacerdotales con diligencia y humildad, es ignorado e incluso rechazado por sus feligreses. Convencido de que ha fracasado como pastor de almas, sufre una profunda crisis de fe. En tales circunstancias, tendrá que afrontar, ... [+]
19 de julio de 2009
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Filme en blanco y negro. Género religioso (cristiano). Guión basado en el libro "Diario de un cura rural" de Georges Bernanos (1888-1948) escritor francés nacido en París y que llegaría a ser famoso porque sus novelas transmiten hondas preocupaciones religiosas propias de los profesionales dedicados a la labor de seguir manteniendo el clericalismo cristiano; también por ser capaz de sacarnos magistralmente a la luz esas etapas de la psicología espiritual que tienen que ver con la lucha interior o enfrentamiento entre el bien y el mal, la fe y la desesperación.
Historia de un joven sacerdote que es destinado a Ambricourt, un pueblo de la campiña francesa. En la primera imagen del cura, lo vemos llegando a su parroquia, parado con su bicicleta a observar el nuevo destino, a la par que se limpia con cansancio el sudor. Secuencia con la que Bresson nos indica que esta misión sacerdotal va a constituirse en líneas generales en la gran pasión sudorosa y terminal del protagonista, a imitación (si es que puede llamarse al sacerdocio "imitación") de Jesús de Nazaret en el "huerto de los olivos".
La película tiene finas reflexiones como cuando el joven párroco visita al vecino cura de Torcy, veterano en la profesión de párroco, quien ante la pesadumbre y decaimiento que nota en su nuevo colega, le aconseja lo siguiente: "Un verdadero sacerdote nunca es amado. A la Iglesia le da igual que los sacerdotes sean amados".
Incluso en otra de las pláticas que tienen entre ambos, el presbítero de Torcy le amonesta: "Sufres más que rezas".
Sin duda, el sacerdote protagonista está padeciendo una noche oscura del alma, un proceso de desierto espiritual en el cual hasta el más santo se cansa de tanta relación con Dios (que no responde nada más que con silencio) y en consecuencia también de rezar. Todo ello acentuado además por una grave enfermedad de estómago propia de quienes son infelices y viven sometidos a gran melancolía y estrés. Sin embargo, este hombre de profesión religiosa y cristiana, sabe que por estos abatimientos hay que pasar irremediablemente, que lo experimentan todas las personas que creen y de Dios hacen la referencia principal de su vida. Por esto, reflexiona así consigo mismo en su diario: "Sé que desear rezar equivale a rezar. Y que Dios no pide más, pero yo no rezaba por deber, me era tan indispensable como el aire a mis pulmones o el oxígeno a mi sangre."
Diario de un cura rural nos muestra como la profesión sacerdotal centrada en los ceremoniales sacramentales, en la soledad y en el cultivo de fieles que sigan haciendo de clientela para el añejo modelo clérigo-eclesiático, el cual en gran medida resulta meramente irrelevante, hace de muchos de sus funcionarios clérigos unos desgraciados completos que por más que recen y se pongan en manos de Dios, sienten a lo largo y ancho de sus días un enorme vacío, depresión y sentimientos de estar despediciando la vida.
Historia de un joven sacerdote que es destinado a Ambricourt, un pueblo de la campiña francesa. En la primera imagen del cura, lo vemos llegando a su parroquia, parado con su bicicleta a observar el nuevo destino, a la par que se limpia con cansancio el sudor. Secuencia con la que Bresson nos indica que esta misión sacerdotal va a constituirse en líneas generales en la gran pasión sudorosa y terminal del protagonista, a imitación (si es que puede llamarse al sacerdocio "imitación") de Jesús de Nazaret en el "huerto de los olivos".
La película tiene finas reflexiones como cuando el joven párroco visita al vecino cura de Torcy, veterano en la profesión de párroco, quien ante la pesadumbre y decaimiento que nota en su nuevo colega, le aconseja lo siguiente: "Un verdadero sacerdote nunca es amado. A la Iglesia le da igual que los sacerdotes sean amados".
Incluso en otra de las pláticas que tienen entre ambos, el presbítero de Torcy le amonesta: "Sufres más que rezas".
Sin duda, el sacerdote protagonista está padeciendo una noche oscura del alma, un proceso de desierto espiritual en el cual hasta el más santo se cansa de tanta relación con Dios (que no responde nada más que con silencio) y en consecuencia también de rezar. Todo ello acentuado además por una grave enfermedad de estómago propia de quienes son infelices y viven sometidos a gran melancolía y estrés. Sin embargo, este hombre de profesión religiosa y cristiana, sabe que por estos abatimientos hay que pasar irremediablemente, que lo experimentan todas las personas que creen y de Dios hacen la referencia principal de su vida. Por esto, reflexiona así consigo mismo en su diario: "Sé que desear rezar equivale a rezar. Y que Dios no pide más, pero yo no rezaba por deber, me era tan indispensable como el aire a mis pulmones o el oxígeno a mi sangre."
Diario de un cura rural nos muestra como la profesión sacerdotal centrada en los ceremoniales sacramentales, en la soledad y en el cultivo de fieles que sigan haciendo de clientela para el añejo modelo clérigo-eclesiático, el cual en gran medida resulta meramente irrelevante, hace de muchos de sus funcionarios clérigos unos desgraciados completos que por más que recen y se pongan en manos de Dios, sienten a lo largo y ancho de sus días un enorme vacío, depresión y sentimientos de estar despediciando la vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Nadie mejor que un cura u hombre dedicado profesionalmente a la religión, sabe que por toda la vida litúrgica de las religiones se extiende una plaga de esterilidad impresionante, que se ha impuesto sobre lo principal desplazándolo a secundario. Es decir, la tesis primordial descrita en las bienaventuranzas mateanas (Evangelio de Mateo 5,1-12), donde se plantea la relación con Dios sobre la misericordia de obras y acciones que hacemos ayudando al alivio del sufrimiento de los demás —y ¡ojo! donde se prescinde de todo acto de culto—, se ha ido desplazando a secundario; entonces la mera o secundaria liturgización ritualista la hemos elevado a fin cotidiano-principal del cristianismo (de ahí que todos los sacerdotes y clerilaicos repitan esa cantinela que les caracteriza, la cual suena así: "la eucaristía es el centro de la vida del cristiano."). De esta forma hemos llenado nuestra relación con Dios a base de miles de cánones clericalistas-dogmáticos inventados a lo largo de los siglos, los cuales no son decisivos a la hora de establecer esa relación con lo Inefable Divino. Porque lo que sí hace posible dicha relación es practicar la solidaridad con los necesitados, conducirse con honestidad y trabajar en favor de un mundo más justo. De ahí que no sea nada extraño la conclusión a la que llega el joven sacerdote al final de su vida, cuando ya se siente verdaderamente cercano a la muerte y es capaz de decirse a sí mismo verdades que antes no se había atrevido: "¡Qué más da! Todo es gracia."