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Voto de Gould:
4
11 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El exitoso guionista de Hollywood Norman Krasna intentó en tres ocasiones pasarse, sin demasiado éxito artístico, a las labores de dirección, realizando tres comedias totalmente olvidadas hoy en día, pese a que la que nos ocupa obtuviera el Oscar al mejor guion original.
Producida por la Warner Bros. de la mano del exitoso Hal B. Wallis, la película cuenta con un argumento en parte predecesor de la magnífica “Vacaciones en Roma” (1951) de William Wyler, sobre una princesa de un imaginario país europeo que, por una serie de enredos, acaba con un buen muchacho, un piloto de líneas comerciales que desconoce su origen, creyéndola una simple criada.
La dirección rutinaria de Krasna no consigue pasar de la medianía, pese al gran plantel de actores con el que contó, una Olivia de Havilland de inesperada vis cómica, acompañada de los incombustibles e imprescindibles Charles Coburn, Jack Carson o Jane Wyman -grandísima actriz- como secundarios de lujo. Lamentablemente, el protagonismo del indigesto Robert Cummings, un actor de pocas cualidades y escaso encanto, no contribuye mucho a levantar esta hoy envejecida, a ratos desconsoladamente propagandística cinta, que plantea una historia de amor poco creíble, torpemente desarrollada, con escenas demasiado dilatadas, sosa y sin chispa. Olvidable.
Producida por la Warner Bros. de la mano del exitoso Hal B. Wallis, la película cuenta con un argumento en parte predecesor de la magnífica “Vacaciones en Roma” (1951) de William Wyler, sobre una princesa de un imaginario país europeo que, por una serie de enredos, acaba con un buen muchacho, un piloto de líneas comerciales que desconoce su origen, creyéndola una simple criada.
La dirección rutinaria de Krasna no consigue pasar de la medianía, pese al gran plantel de actores con el que contó, una Olivia de Havilland de inesperada vis cómica, acompañada de los incombustibles e imprescindibles Charles Coburn, Jack Carson o Jane Wyman -grandísima actriz- como secundarios de lujo. Lamentablemente, el protagonismo del indigesto Robert Cummings, un actor de pocas cualidades y escaso encanto, no contribuye mucho a levantar esta hoy envejecida, a ratos desconsoladamente propagandística cinta, que plantea una historia de amor poco creíble, torpemente desarrollada, con escenas demasiado dilatadas, sosa y sin chispa. Olvidable.