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Voto de ThrashJazzAssassin:
6
12 de abril de 2010
41 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya sabrán a estas alturas, amiguitos de lo sórdido, que esta peli va de psicópatas, matanzas por amor al arte, humor de morcilla e hijueputez varia, y que en ella asoman vísceras, cochambre y hasta alguna teta despistada. Hasta aquí el cebo o el Parental Advisory para mentes cándidas. Y ahora sus alicientes y enjundias:
“Ocurrió...” va de unos cineastas que se pegan al culo de un psicópata durante su jornada laboral y filman todos los enredos y pequeñas matanzas en que éste se mete. Sin más: cámara en mano, documentan cada acción criminal del protagonista, recogen sus opiniones, se inmiscuyen en su vida privada y conocen a parientes y amigos, como si de cualquier profesional o artista destacado se tratara. Sin censuras, sin juicios de valor ni reparos éticos; el objetivo es observar al locuelo matón en su hábitat, con toda libertad de movimientos.
No hay en ella estilización ni embellecimiento que valgan, la crudeza y la mugre acechan tras cada esquina, y esto, sumado al eficaz tono documental, concede a la película un verismo de lo más malrollero. No se trata tanto del caudal de sangre que el protagonista provoca como del contraste que supone ver a su autor explayarse (con chascarrillos dignos de taxista incluidos) acerca de su vida personal y responsabilidades laborales, dando prolija cuenta de sus métodos de trabajo, dilemas técnicos y otras trabas menores que obstaculizan el noble arte del asesinato. De ahí la sensación de “¿pero qué coño?” que asalta a cada momento al espectador-testigo de sus atrocidades (o no, quién sabe).
Y, como bala que colma la sien, tenemos que los –un tanto pánfilos- directores que acompañan al psycho-killer quedan abrumados por la grandilocuencia y desmadrada verborrea que éste se gasta, convirtiendo su trato con él en algo más personal y cercano. Éste y otros curiosos giros dan cierto fuste a una peli que termina por ser reiterativa en su recta final (hay jornadas monótonas en la vida del asesino, niños). Otrosí, proporcionará solaz para tertulias de sobremesa y sesudos estudios acerca de la violencia post-moderna y el espectador como partícipe y cómplice de ésta, y tal blablah. Eso ya se lo dejo a ustedes.
Atchung!: ruego me disculpen todos los meapilas metidos a críticos de cine que lean la escandalosa afirmación que sigue: EL CINE NO ES DIDÁCTICO ni ejemplarizante, o no debería serlo. Que usted, anónimo santurrón, deplore que una película pueda, ¡oh dios!, no ser instructiva, es una gazmoñería supina. Quienes busquen sanota moralidad y moralejitas con sirope de fresa bien harían en apartar sus clericales pezuñas de películas como éstas. Por si luego van, se sugestionan y matan a alguien, digo.
“Ocurrió...” va de unos cineastas que se pegan al culo de un psicópata durante su jornada laboral y filman todos los enredos y pequeñas matanzas en que éste se mete. Sin más: cámara en mano, documentan cada acción criminal del protagonista, recogen sus opiniones, se inmiscuyen en su vida privada y conocen a parientes y amigos, como si de cualquier profesional o artista destacado se tratara. Sin censuras, sin juicios de valor ni reparos éticos; el objetivo es observar al locuelo matón en su hábitat, con toda libertad de movimientos.
No hay en ella estilización ni embellecimiento que valgan, la crudeza y la mugre acechan tras cada esquina, y esto, sumado al eficaz tono documental, concede a la película un verismo de lo más malrollero. No se trata tanto del caudal de sangre que el protagonista provoca como del contraste que supone ver a su autor explayarse (con chascarrillos dignos de taxista incluidos) acerca de su vida personal y responsabilidades laborales, dando prolija cuenta de sus métodos de trabajo, dilemas técnicos y otras trabas menores que obstaculizan el noble arte del asesinato. De ahí la sensación de “¿pero qué coño?” que asalta a cada momento al espectador-testigo de sus atrocidades (o no, quién sabe).
Y, como bala que colma la sien, tenemos que los –un tanto pánfilos- directores que acompañan al psycho-killer quedan abrumados por la grandilocuencia y desmadrada verborrea que éste se gasta, convirtiendo su trato con él en algo más personal y cercano. Éste y otros curiosos giros dan cierto fuste a una peli que termina por ser reiterativa en su recta final (hay jornadas monótonas en la vida del asesino, niños). Otrosí, proporcionará solaz para tertulias de sobremesa y sesudos estudios acerca de la violencia post-moderna y el espectador como partícipe y cómplice de ésta, y tal blablah. Eso ya se lo dejo a ustedes.
Atchung!: ruego me disculpen todos los meapilas metidos a críticos de cine que lean la escandalosa afirmación que sigue: EL CINE NO ES DIDÁCTICO ni ejemplarizante, o no debería serlo. Que usted, anónimo santurrón, deplore que una película pueda, ¡oh dios!, no ser instructiva, es una gazmoñería supina. Quienes busquen sanota moralidad y moralejitas con sirope de fresa bien harían en apartar sus clericales pezuñas de películas como éstas. Por si luego van, se sugestionan y matan a alguien, digo.